Gracias, muchas gracias por vuestros rews. - ¡Me hacen muchíiiiiiiiiisima ilusión! Así que aquí tenéis el cap 3. Y como me siento generosa colgaré también el 4. ¡¡Mogollón de besotes!!
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
CAP 3: FANTASÍA O REALIDAD
"Mírame y dime qué ves.
Háblame y cuéntame qué piensas.
Necesito guía, necesito apoyo
Pues me he perdido y no sé dónde estoy"
Nadia y las luces de occidente. Libro de poemas. Mijail Treviniev.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
-Hola, cielo.- el rostro de Lily Potter sonreía cariñosa. Inmediatamente después se dio cuenta de la expresión de perplejidad del muchacho.- ¿Qué te ocurre?
-¿Mamá?
-Sí, cariño.- la mujer rodeó la silla y se acuclilló frente a él. Alzó una mano y acarició la mejilla del chico.- ¿Cómo te encuentras?
-Yo... - Harry no sabía qué decir. Aquel sueño era tan real que hubiera deseado no despertar jamás y quedarse allí, aunque estuviera en un manicomio. Entonces su cuerpo tomó el mando y antes de que se diera cuenta estaba abrazando fuertemente a su madre.- Nunca... nunca pensé que podría hacer esto...
La mujer no contestó. Se limitó a abrazarle y a acariciarle la cabeza.
-Shhhh, tranquilo. No te fatigues. El Doctor Preston dice que no debes cansarte ni excitarte demasiado.
-Hay tantas cosas...- Harry no encontraba las palabras adecuadas. Estaba allí, con su madre, que le miraba tiernamente a apenas 40 centímetros de distancia y que le cogía las manos con cariño. Podía sentir el latido del corazón de su madre a través de las yemas de sus dedos.
-Shhhh...- una de las manos de Lily quitó suavemente una lágrima que asomaba en los ojos de Harry.- Tu padre se acaba de ir. Mañana tiene un viaje y tiene que madrugar, pero yo me quedaré contigo. El Doctor Preston me ha dicho que a pesar de... de lo de ayer por la noche, hay muchas posibilidades de que te dejen venir a casa. ¿Te gustaría, hijo?
-¡Claro!
-Entonces tienes que poner de tu parte, cielo.
-Haré lo que sea.
-Tienes que superar tu esquizofrenia, hijo. Tienes que vencer a todas tus fantasías. Sé que lo lograrás.
-¿Fantasías?- Harry estaba confuso.
-Sí, sólo tú puedes luchar contra ellas.- Lily sonrió.- Hay una medicación que te ayudará, cariño, pero sin ti no servirá de nada. Podrías llevar una vida completamente normal si quisieras acabar con las trampas que tu mente te ha impuesto.
-¿Qué tipo de fantasías?
-¿No las recuerdas?- Harry negó con la cabeza. Lily suspiró y le contó que desde hacía 5 años se había hundido en una espiral de sueños en los que se había formado un mundo paralelo. Ese mundo paralelo estaba formado por magos, brujas, encantamientos de todo tipo y un deporte extraño y peligroso que se jugaba sobre escobas voladoras. Pero lo peor había ocurrido hacía unos meses. Las crisis habían empeorado. Al parecer la fantasía se había convertido en una especie de cruzada megalomaníaca entre él mismo y una especie de síntesis de todo lo malvado que podía concebir su mente enferma. Había creado diferentes personajes por los cuales había estrechado unos lazos afectivos que en realidad no existían. Lo que más les había asustado era una especie de poesía que le apuntaba a él como el elegido para acabar con el mal absoluto, lucha que sólo podría resolverse con la muerte de uno de ellos, aunque en opinión del Doctor Preston no era más que una cuenta atrás.
-Una cuenta atrás, ¿para qué?- preguntó Harry.
-Para tu suicidio.- Lily apenas reprimió la breve contracción muscular que la angustia de aquel pensamiento le producía. Harry miró a su madre, pero no sabía lo que estaba viendo.
Se levantó de la silla de ruedas y caminó unos pasos ayudado de su madre. Se sentía débil, pero podía tenerse en pie. Aquel sueño, si es que era un sueño, era extraordinariamente real. Se podía confundir con la realidad. De pronto se encontró preguntándose cuál era la realidad. Quizá todo aquello era una estratagema de Voldemort, pero no le dolía la cicatriz. Se llevó una mano a la frente. Se quedó sin aliento. No tenía su cicatriz. Su frente lucía tersa e inmaculada. Ni una marca, nada.
¿Era posible? ¿Sería verdad que era un chico muggle, normal, con unos padres muggles y normales? Bueno, era un chico muggle esquizofrénico, pero podía luchar y superar aquella enfermedad. Pero... ¿toda su vida anterior había sido una mentira?
-¿Y qué pasa con tu hermana, la tía Petunia?
-Vive en Oxford, con Vernon y Dudley. Nunca vivieron en Surrey, aunque sí son tan odiosos como en tu fantasía. El Doctor Preston dice que creaste toda aquella historia sobre tu infancia tras un verano que te quedaste con ellos porque tu padre y yo no pudimos llevarte con nosotros cuando tu abuela Maggie murió en Estados Unidos. Eras muy pequeño, unos 4 años, pero te quedó grabado. Nunca debimos dejarte solo. Unos años después empezaste a decir que tu padre y yo habíamos muerto. No nos veías ni nos escuchabas y a los 11 años te ingresamos. Entonces caíste en un estado de trance. No parecías captar ningún estímulo, pero los escáneres cerebrales indicaban una gran actividad. Algo pasaba en tu cabeza pero no sabíamos qué. De vez en cuando contabas cosas, retazos de tu fantasía y con el tiempo logramos saber qué vivías aquí dentro.- suavemente tocó la cabeza de Harry.- Pero por fin parece que has despertado y quieres volver. No estamos muertos, cariño. Te queremos, y queremos que vuelvas a casa.
Harry la miró, pálido, ligeramente tembloroso. Toda su vida había sido producto de su mente, ¿o no? ¿Qué debía creer? Tanto su realidad como ese sueño tenían las mismas características. Objetivamente no podía diferenciar su estancia en la Madriguera con su mano prendida de la mano de su madre. ¿Qué realidad era la verdadera? ¿Aquella en la que estudiaba en Hogwarts para ser mago o aquella en la que una enfermedad mental le tenía apartado de sus padres vivos y una vida común, sin Voldemort y sin profecía? Cada instante que pasaba su vida como mago parecía más y más absurda.
Se encontró buscando la silla de ruedas. Sus piernas apenas podían sostenerle. Se había excitado mucho y empezaba a sentir las consecuencias.
-¿Quieres volver a casa?- preguntó su madre una vez más mirándole con sus ojos verdes.
-No sé cuál es mi casa.
Su madre se limitó a besarle en la frente y le llevó de vuelta a la habitación. Aún confuso y aturdido por todo se tumbó en la cama vencido por el cansancio y la duda.
Era temprano cuando despertó a la mañana siguiente. No se sorprendió al ver a su alrededor los pósteres de los Chudley Canons de Ron, ni al propio Ron despanzurrado en la cama, roncando como si le fuera la vida en ello. No se sorprendió, pero tampoco se sintió seguro. No había vuelto a su vida después de una noche de malos sueños. Sencillamente ya nada parecía real. Se incorporó y salió silenciosamente del cuarto.
Trataba de concentrarse en cada sentido. Notaba la madera pulida y fresca de los escalones en sus pies descalzos, también podía oler el conocido, pero a la vez ajeno olor de aquella casa y oír los sonidos que producían sus pisadas y las personas que aún dormían. Al llegar a la cocina descubrió con cierto alivio que era el primero en despertarse. Apenas había amanecido y una fría luz gris bañaba la zona.
¿Pasaría así los días? Durante el día en el Mundo Mágico y durante la noche en la Clínica San Pablo de Gatesburg, con su madre y completamente chiflado. Lo que le había dicho aquella noche le daba miedo. No sabía si creerlo. Aun no podía diferenciar lo que era sueño o realidad. Se descubrió pensando en el fondo de su corazón que deseaba que su sueño fuese real. Apartarse del terror de la profecía, de hacer mal a todo aquel que le conocía... pero también alejarse de sus amigos para acercarse a los padres que nunca tuvo. Lo que gAnaba de una parte lo perdía de otra. No sabía qué hacer. Se estaba volviendo loco. Quizá acabara tan esquizofrénico en una realidad como en la otra. Sonrió irónico al pensarlo.
Unos pasos a su espalda le hicieron volver la mirada.
-Harry, ¿qué haces despierto tan temprano?- preguntó la Señora Weasley mientras llenaba la tetera de agua.- ¿Has pasado mala noche?
-No... no exactamente. ¿Quiere que la ayude?
-Sí, por favor.
Pasó los siguientes 20 minutos preparando el desayuno con la madre de Ron. Poco después empezaron a bajar los diferentes miembros de la familia Weasley. Primero fueron Bill y Charlie, que se marcharon inmediatamente pues tenían que trabajar. Después bajaron Fred y George, que debían abrir la tienda de artículos de broma en menos de una hora. Alrededor de una hora después aparecieron Ginny y Ron.
-Harry, estás muy callado.- comentó Ron.- ¿Te ocurre algo?
-Oh, no nada. Ya te contaré, es una tontería.
-Bueno. Oye, ¿has terminado los deberes de verano?
-No todo.
-Magnífico.- dijo la Señora Weasley mientras encantaba la bayeta para que limpiara por sí misma la encimera.- Ya podéis poneros a ello.
-Mamá, ¿puedo ir al pueblo?- preguntó Ginny.
-Cariño, sabes que las salidas y entradas son... complicadas.- alegó la madre.
-Lo sé, pero es que no soporto las plumas y necesito comprar unos bolígrafos muggles para terminar mis deberes.
-¡Qué tendrá esta familia con los objetos muggles, Dios bendito! Cuando venga Tonks al mediodía le diré que te acompañe, pero tú sola no vas ni en broma.
-¡Pero mamá!
-Ni una palabra.- entonces la Señora Weasley se acercó a su hija.- Además, sé perfectamente que no sólo vas a por bolígrafos, jovencita.
La chica se sonrojó y Harry se preguntó qué se traía entre manos. Cuando Ginny giró la cabeza y se encontró con Harry mirándola se sonrojó aún más y se marchó escaleras arriba. Al mirar a Ron vio que éste sonreía levemente. No quiso preguntar. Recogieron la mesa y tras ir a buscar los libros empezaron a trabajar, pero Harry no podía dejar de pensar en lo estúpidamente absurdo que le parecía todo. El texto que estaba leyendo sobre la guerra de las banshees contra los leprechauns le parecía un cuento de hadas. No podía creer que hubieran pasado esas cosas. Cada vez que miraba su mano agarrando una pluma y su letra sobre un pergamino más se convencía de que todo aquello eran imaginaciones suyas. Enfadado consigo mismo quiso despertar de aquel sueño y sin darse cuenta se levantó de repente tirando la silla hacia atrás.
-Harry, ¿qué te pasa?- preguntó Ron preocupado. Harry le miró como si estuviera mirando una medusa gigante.- ¿Qué ocurre?
-No... no existes...
-¿Qué?
-¡Todo es mentira! ¡Todo me lo he imaginado!- Harry se alejó de su amigo que se había levantado e iba lentamente hacia él.- No te acerques. Quiero despertar.
-Tío, estás despierto.
-¡NO LO ESTOY!
-Claro que sí. ¿De qué estás hablando?
Harry respiraba deprisa, su corazón latía furioso. Estaba absolutamente convencido de que todo aquello era una fantasía que su mente había creado con asombrosa fidelidad. Al fin y al cabo era un esquizofrénico. Su mente enferma era capaz de manipularle para hacerle creer otras realidades. ¿O no? Quizá todo fuera un sueño. Un sueño dentro de otro sueño. Se sintió mareado al pensarlo y perdió el equilibrio con la silla que había tirado. En el suelo se agarró la cabeza con las manos. ¿Cómo saber qué era lo real? Vio a Ron acercarse y agacharse junto a él.
-Cuéntamelo.
-No sé qué está pasando. No sé si sueño o estoy despierto. Cuando me duermo aparezco en un psiquiátrico con mi madre que está viva y es muggle, y yo también, y no existe Voldemort ni mi cicatriz y yo soy esquizofrénico. Pero es tan real Ron... tan real como tú y como esta casa. No sé cuál es el mundo de verdad, no lo sé. Quizá mi vida haya sido producto de mi imaginación y tú una especie de símbolo psicológico extraño. Quizá todo esto de la magia y Hogwarts y todo lo demás no sea más que una patraña, una historia inventada a raíz de cuentos infantiles y leyendas.
Ron se quedó pálido.
-Esto es real.- dijo débilmente.
-¿Ah, sí?- respondió Harry incorporándose.- ¿Me lo dice una persona que existe o un producto de mi mente?
-Harry, venga, soy tu amigo.
-No lo entiendes, ¿verdad?- Harry fijó sus ojos en el asustado Ron. No, no lo entendía. Estaba tan perplejo y preocupado...- Me estoy volviendo loco.
Salió de la cocina y se puso a andar alejándose de la casa. Ron le gritó algo detrás de él, pero no le entendió. Al llegar al camino volvió a ver aquel destello metálico. A medida que se acercaba notaba cómo una especie de estática le erizaba el vello de los brazos. Era la magia que protegía la Madriguera. ¿Podría salir de allí sin daños? Alargó una mano. En los dedos podía sentir las ligeras descargas de la magia y cómo sus dedos desgarraban destellos metálicos del aire.
Entonces notó la primera brisa que fue incrementándose hasta convertirse en un vendaval que daba vueltas alrededor de él. El aire le levantó en vilo y empezó a darle vueltas como si fuera un papel en un remolino. Durante unos segundos pensó que sería lanzado contra el suelo y que se mataría, pero justo antes de, efectivamente, ser arrojado tuvo la certeza de que podría controlar ese viento. Al llegar al suelo quedó inconsciente.
