CAP 4: LA ELECCION

"-No sé si se da cuenta de lo que está pidiendo.

-Que me aconseje, eso es lo que le pido.

-No me refiero a mí.- respondió el doctor Bloom.- Lo que le pide a Graham. No quiero que lo interprete mal, y en circunstancias normales no lo diría, pero creo que debe saberlo: ¿Cuál cree que es uno de los principales motivos de Will (Graham)?

Crawford meneó negativamente la cabeza.

-El miedo Jack (Crawford). Este hombre lucha contra un miedo enorme.

-¿Por qué le hirieron?

-No, no es sólo por eso. El miedo es producto de la imaginación, es un castigo, es el precio de la imaginación."

El Dragón Rojo. Thomas Harris.

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-¿Harry?- una voz le llamaba. No era la de nadie que conociera. Era la voz de una niña pequeña. Abrió los ojos y giró la cabeza hacia donde venía aquella voz. Una niña con el pelo castaño cobrizo recogido en una coleta y ojos verdes le miraba con preocupación. Tendría unos 8 o 9 años. Había algo en aquella niña que le resultaba familiar.- ¡Mamá, se ha despertado!

Segundos después apareció Lily Potter.

-¡Harry! ¿Te encuentras bien? ¡Dios, hijo! Menudo susto. Creíamos que te ibas a matar.

-¿Qué ha ocurrido?- dijo Harry incorporándose y mirando con curiosidad a la niña. ¿Había llamado a Lily "mama"?

-Subiste a la azotea y te tiraste al vacío. Por suerte un toldo paró tu caída.

Harry empezó a notar los diferentes lugares que se había golpeado: el hombro y todo el lado derecho estaba magullado y tenía rasponazos en las manos y un chichón en la cabeza. Pero siguió mirando a la niña.

-¿Quién eres?

-Soy Kate, tu hermana pequeña.

Harry se quedó perplejo. ¿Una hermana? Bueno, era factible si suponía que aquella era la realidad. Sus padres podían haber tenido más hijos después de él, pero la idea de que tenía una hermana era extraña. De repente su familia era más grande. De no tener nada ahora tenía hasta hermana. Reconoció los rasgos de Lily en Kate y un cierto parecido consigo mismo. Si aquello era un sueño era increíblemente meticuloso.

-Mamá. No me reconoce.- dijo la niña desilusionada.

-No, cariño. Ha estado dormido mucho tiempo. Para cuando tu naciste ya se estaba durmiendo y no nos veía ni a nosotros.

Harry no sabía qué pensar o qué decir. Se recostó en la cama con cuidado. Los dolores iban en aumento a medida que era más consciente de sí mismo. Tanto Lily como Kate le miraban preocupadas. No sabía si sería capaz de digerir tantas cosas en tan poco tiempo. Si no estaba loco y de alguna manera estaba siendo manipulado, se volvería loco de igual modo. ¿Desde qué lado le manipulaban? ¿Desde el mundo en el que iba a Hogwarts o desde éste? ¿Cómo podría luchar contra ello? Quizá su madre tuviera razón. Debía vencer a sus fantasías él sólo... fueran las que fuesen.

Miró hacia la ventana. La luz de la mañana se filtraba suavemente por la cortina veneciana. A aquella hora ya empezaba a hacer mucho calor y de fondo Harry pudo oír el ronroneo del aire acondicionado.

-Mamá, ¿cómo es vuestra vida?- dijo mientras aún miraba la cortina.

-Tu padre tiene un trabajo... especial. Trabaja en la EUROPOL y por eso viaja tanto. Yo trabajo en una empresa de software y tu hermana va al colegio y a clases de gimnasia rítmica. De vez en cuando vamos de excursión y todos los viernes cenamos pizza.- Lily sonrió tristemente.- Sé que no es tan emocionante como tu otra vida... pero...

-Mi otra vida empezaba a ser una pesadilla.- dijo Harry sombrío.- Quizá en esa realidad esté tan esquizofrénico como aquí. Quizá ninguna de las dos exista y en realidad yo esté en alguna otra parte. Pero la vida que me cuentas me parece la mejor de las vidas.

-¿Vendrás a casa?- preguntó Kate.

Harry sin querer ya había decidido, pero tuvieron que hacerle la pregunta directamente para que se diera cuenta. Ya no habría más amenazas de magos tenebrosos; nunca más tendría que soportar la fea cara de Malfoy; jamás se cumpliría la profecía por que no habría existido nunca. Pero también perdería a sus amigos y a toda la gente que apreciaba, a los que se habían convertido en su familia durante los últimos 5 años. Pero no existían. Estaba tan convencido de ello que sin dudar respondió "Si" rotundamente a su hermana.

El Doctor Preston, sin embargo, aún no se atrevía a dejarle marchar. Temía que en cuanto se durmiera volviera a intentar algo peligroso y, en el fondo, Harry también lo temía. Nuevamente, como en el año anterior, tuvo miedo de dormir y abandonar a su familia para adentrarse en el mundo que tantas alegrías y desgracias le había traído, pero a las 4 de la mañana no pudo aguantar más y se durmió.

Soñó con que la familia Weasley al completo le rodeaba y le hablaban, pero él no los escuchaba. Después desaparecieron y sólo estaba Dumbledore y de su voz sólo le llegaba un susurro.

-No te vayas... no te vayas...

Pero Harry apenas le oía. Una risa le atrajo hacia la dirección contraria. Aquella risa era fresca, joven, feliz. Descubrió que la fuente de aquella risa era Kate, que corría detrás de una cometa que él mismo volaba. Y se sintió feliz y tranquilo. El paisaje cambió y se encontraba en una playa tempestuosa con altos riscos escarpados a ambos lados. El cielo amenazaba tormenta y había mucho viento. Unos pasos más adelante, en la orilla, había un bote ridículo.

"Es el único camino"

Su propia voz sonó cavernosa y reverberante aun con el ruido del mar y el viento. Harry se dirigió al bote. No sabía por qué lo hacía ni adónde iba, pero tenía que subir y remar. Fue difícil. Las olas le bamboleaban violentamente y estaba empapado, pero él seguía remando y remando. Un golpe de agua le volcó y se encontró respirando fuertemente mientras miraba con los ojos desorbitados el techo de su habitación en la Clínica San Pablo. Aliviado sonrió. No había vuelto. Se había quedado donde quería. La mañana ya apuntaba y creyéndose a salvo cerró los ojos y se volvió a dormir.

Sólo necesitó una semana para convencer al Doctor Preston de que estaba completamente restablecido. No podía dejar de tener un poco de miedo cada vez que cerraba los ojos y tenía el mismo sueño del bote todas las noches. Siempre acababa volcando. Estaba acostumbrado a los sueños repetitivos y agonizantes, así que no se preocupó más que del aburrimiento que supondrían sus noches. El día antes de marcharse a casa de sus padres llegó James Potter. Le pilló haciendo la maleta cuando ya empezaba a oscurecer.

-¡Hola hijo!- saludó exultante. Harry se volvió para ver cómo su padre se dirigía a él con los brazos abiertos. Se abrazaron. Harry no podía estar más orgulloso de su decisión.- ¿Haciendo la maleta?

-Sí. Tengo muchas ganas de ir a casa.- dijo sonriente.

-Y nosotros.- James revolvió el ya destartalado pelo de Harry.- Verás, como parece que no recuerdas casi nada he pensado que el fin de semana que viene podríamos ir a visitar a la familia. A tus abuelos, a tu padrino...

-¿¡Qué!?- el corazón de Harry empezó a latir furiosamente. ¿Vería a Sirius? Un Sirius sin las marcas de Azcabán, perfectamente vivo y con una vida normal...

-Ya me parecía a mí que sí te acordarías de Sirius.- dijo sonriendo.- Cuando eras pequeño no había quien te separara de él. Siempre tuvo muy buena mano con los niños. Tu hermana le idolatra.

Harry no podía esperar ni un segundo.

-Vayámonos ya.- pidió.- Estoy bien. Nunca he estado más cuerdo. Quizá un poco desorientado, pero estoy perfectamente. Habla con el Doctor Preston y que nos dé permiso. Por favor.

James Potter le miró un momento, evaluándole, considerando la posibilidad. Quizá fuera el entusiasmo del muchacho o su expresión de ansiedad al contemplar la idea de volver a casa, pero acabó asintiendo. Ambos se dirigieron a la garita de las enfermeras.

-El doctor no está.- dijo una de las enfermeras después de contarles el plan.- Y nosotras no tenemos autoridad para dejar irse a un paciente. Me temo que tendrán que esperar hasta mañAna.

Harry estaba tan desilusionado y tuvo que reprimirse para preguntarle el teléfono de la casa del doctor y pedírselo directamente. Su padre le miró y sonrió pícaro.

-No te preocupes. Me quedaré contigo esta noche y así nos pondremos al día.

Harry, aun encerrado en aquel manicomio, era feliz. Aquella noche James le estuvo contando anécdotas de cuando él era un bebé, de cómo empezó la psicosis, lo que supuso para la familia, el nacimiento de Kate y los últimos terribles 5 años.

-Lo siento.- dijo al final casi sin querer.

-¿Cómo que lo sientes?- James parecía verdaderamente atónito.- No tienes la culpa, hijo. Son... cosas que pasan. Pero ya se ha acabado. Todo va a ser como siempre debió ser.

Él escuchaba todo lo que su padre le contaba con una especie de zumbido en la parte anterior de su cabeza. Se extrañó. ¿Es que ahora, cuando ya parecía haber encontrado su sitio, volvía a sospechar de su verosimilitud? Si la Madriguera no era real y esta realidad tampoco... ¿cuál era la verdadera? Con un parpadeo alejó ese pensamiento. ¡Por dios! Tenía a su padre delante de él contándole aquella vez en que buscando conchas entre las rocas de la playa de Dover resbaló y pisó tres erizos de mar que le dejaron los pies hechos un desastre cuando aún salía con su madre. Pero la duda estaba allí, zumbando a la altura de la nuca.

Prácticamente no durmieron. Cuando llegaron las enfermeras para despertarles ellos acababan de cerrar los ojos. Un par de horas después, completamente preparados y con varios cafés entre pecho y espalda se dirigieron al aparcamiento. Aquel sencillo viaje le resultó a Harry más emocionante que todos los partidos de quidditch juntos. ¡Iba a ir a su casa, con su padre y en un monovolumen! No tenía el encanto de un coche volador y ni mucho menos podía esperar un reloj mágico a la entrada, pero tendría a su familia y lo demás vendría solo.

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Y ahora os lanzo la pregunta: Si alguna vez os ocurriera algo remotamente parecido a lo que le ha ocurrido a Harry, ¿qué haríais? Dejar una vida que no os satisface para encontrarse de repente en otra que parece ser la más feliz. ¿Qué haríais? ¿Seríais capaces de dejar atrás toda vuestra vida y comenzar una nueva?