Capítulo 23: DULCES PESADILLAS

De no haber sido por las advertencias de la profesora McGonagall que los mando a todos a dormir, seguramente la fiesta hubiera durado hasta el amanecer, y es que ninguno quería irse a dormir porque había algo realmente importante por lo cual festejar, además al día siguiente no tenían clase por ser sábado y los que quisieran podrían ir a Hogsmeade. Así que todo el mundo en contra de su voluntad se fue a la cama.

Harry estaba realmente agotado y él también se fue obediente a dormir, pero lastimosamente no tuvo un sueño muy tranquilo. En él estaba Harry vestido completamente de negro y sostenía una prenda de vestir en la mano izquierda, al principio no la detallo bien pero luego se dio cuenta que era el sostén que tenia puesto Hermione la primera noche que pasaron juntos, al detallar más el lugar en el que se encontraba pudo distinguir unas lápidas, seguramente era un cementerio y de un momento a otro empezó a llover, Harry comenzó a correr en busca de un refugio pero tropezó con algo y cayó al suelo, cuando volvió su cara hacia el obstáculo que lo había hecho caer se dio cuenta que era una lápida de suelo y al leerla soltó la prenda de Hermione que tenía aún en su mano, decía "En memoria, Hermione Granger" después, una voz fría y aguda dijo: "¿Te gusta el panorama, Harry?" . De inmediato Harry se despertó sobresaltado, por instinto se llevó la mano derecha hacia su cicatriz pero no le ardía, estiró esa misma mano hacia su mesa de noche y cogió sus gafas, se las colocó y observo su reloj, eran las 5:30 de la mañana, abrió las cortinas de su cama y vio a sus compañeros durmiendo placidamente y algunos roncaban, como Ron. De repente volvió a recordar el sueño y una angustia invadió su alma... ¿Estará Hermione en peligro de muerte?, ¿Voldemort sabrá de la relación que ellos sostienen? Y si es así... ¿se atreverá hacerle algo a la chica?. Harry lo maldijo en su mente y no pudo volver a conciliar el sueño.

A la hora del desayuno la mesa de gryffindor era la más alegre y todos cuantos estaban allí sentados conversaban animadamente del partido, en especial Nick Jordan que desde su estupenda narración se había ganado una buena reputación entre los espectadores, además, ya les tenía programadas varias citas a Nicole y Abby, las cuales no se negaron por el simple hecho de ser las más populares para entonces. La profesora McGonagall estaba aún muy satisfecha por el resultado del equipo y es que de vez en cuando le echaba miradas de reojo a Snape que parecía estar de peor humor que siempre; cuando ella se levantó de la mesa de los profesores, los alumnos entendieron que ya era hora de partir a Hogsmeade y la gran mayoría de chicos de tercer año para arriba así lo hicieron.

-¡Se me ha quedado el dinero en el baúl! – dijo Ron algo exasperado por su olvido –. Vamos un momento a la torre.

-Vale – dijo Hermione –, y de una vez me cambio porque Dean me ha regado todo el jugo de naranja encima por andar de elevado comentando aún el partido.

-¿Qué te pasa, Harry? – le preguntó el pelirrojo cuando estaban subiendo una de las tantas escaleras que conducían a la sala común –. Desde que nos levantamos has estado muy callado.

-Nada que deba preocuparte, Ron – mintió Harry –. Simplemente estoy pensando en no ir a Hogsmeade.

-¡¿Qué?! – dijo Ron de repente –. ¿Por qué?

-No quiero ir – dijo Harry cortadamente.

-Creo que realmente algo te pasa – le reprochó Ron.

-Simplemente no quiero ir, punto.

-Pero si nunc...

-¡Ron! – le advirtió Hermione abriendo los ojos –. Si Harry no quiere ir no lo vamos a obligar... ¿estamos?

Siguieron hacia la sala común y le dijeron la contraseña a la Señora Gorda (Rojo festín). Harry se sentó en uno de los sofás de la sala común mientras Ron subía a la habitación a buscar su dinero para ir a Hogsmeade y Hermione se cambiaba de camisa. Cuando regresaron a la sala común Ron se despidió de Harry como si nada hubiera pasado y salió con Hermione de la sala común. Harry se quedó allí acompañado de entusiastas chicos de primer y segundo año que jugaban naipes explosivos, ellos lo invitaron a jugar pero Harry se negó rotundamente, realmente no tenía ganas de hacer nada. De repente alguien colocó una mano en su hombro izquierdo y al voltearse se dio cuenta que era Hermione.

-¿Se te quedó algo? – preguntó Harry sorprendido.

-Si... tú. – le dijo ella con una sonrisa – ¿Cuéntame qué te pasa?

-Te responderé lo mismo que a Ron... ¡Nada!

-A mi no me engañas, Harry, te conozco muy bien y sé que hay algo que te tiene tan deprimido.

-¿Quieres pelear conmigo? – le dijo Harry en voz baja.

-¡No! – le contestó Hermione, indignada.

-Entonces no me preguntes más – Y Harry se cruzó de brazos y desvió su mirada hacia otro lado.

A Hermione le hubiera encantado darle una buena cachetada por semejante grosería y también para que aterrizara pero con los chicos de primero y segundo allí se contuvo. Así que para pasar el tiempo cogió uno de los libros que había en la sala llamado "los encantamientos que antes encantaban y ahora desencantan" y para fortuna suya resultó ser bastante interesante ya que encontró algunos hechizos muy útiles para los EXTASIS. De un momento a otro alguien los llamó:

-¡Harry!... hola Hermione – era Ginny, que parecía algo desencantada al encontrar a Harry en compañía de Hermione.

-Hola Ginny – contestaron los dos al unísono.

-¿Vienen conmigo?... es que ya salgo para Hogsmeade – dijo Ginny con una mirada muy significativa en Harry.

-Yo no quiero ir – le dijo Harry rápidamente.

-Yo estoy estudiando – le dijo Hermione levantando levemente el libro y notó que Ginny estaba algo seria –. Pero ya que vas ¿puedes comprarme unas sedas dentales de sabor a fresa y a kiwi.?

-Esta bien... – aceptó Ginny con la voz apagada y recibió de las manos de Hermione unos galeones. Después se despidió de ellos y se fue.