Bueno, chicas. Éste es el último capítulo de la "Gran Actualización". Quedan sólo 4 capítulos para acabar el fic así que pronto, muy pronto, sabremos lo que ocurrirá con Harry al final.

¡Gracias por seguirlo y hasta el próximo miércoles 27 de Octubre de 2004!

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CAP 10: UN LUGAR

"Había casas y se veía luz en las ventanas / pero en las calles no había nadie (...) /eché un vistazo por una ventana. / Había personas. / Pero eran como ellos. / (...) Y en todas las ciudades vi lo mismo. / En esta ciudad no hay nadie. / Por eso ya no salen a la calle... (...)"

"La ciudad sin gente". Nanase Ohkawa.

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Harry podía ver cómo su padre se desesperaba por momentos. Buscara por donde buscara, todos los cabos que Ryddle dejaba llevaban a callejones sin salida. Las cuentas millonarias parecían no tener nada más en común que su titular y a veces ni eso. En muchas ocasiones eran empresas o filiales de filiales de empresas relacionadas con Ryddle. Con respecto a las propiedades pasaba lo mismo. Y lo que más había sorprendido a ambos: el supuesto hijo de Voldemort, Baltasar, no había puesto un dedo sobre la fortuna de su padre en su vida. Vivía sólo en una casa en las montañas de Escocia con un rebaño de cabras y 3 perros.

Cuando quisieron investigar sus relaciones con magnates, políticos y demás fauna tuvieron que hacerle mucho la pelota a Sirius:

-Vamos, Sirius.- decía James.- Sabes que nunca podría llegar tan lejos como tú.

-James, ¿tienes idea de lo que me estás pidiendo?- decía Sirius una mañana en el desayuno. Aseado y vestido para ir a trabajar parecía otra persona. Tenía un alto cargo en el Ministerio de Defensa, algo de lo que no podía hablar en absoluto. James asintió. Sirius dejó la taza de café y enlazó las manos bajo su barbilla.- Si ese tío es tan importante estará muy bien cubierto y si todo lo que me has contado es cierto, estoy seguro de que si no quiere ser encontrado no lo será.

-¿Y eso cuándo ha sido un obstáculo?- preguntó James. Sirius sonrió.- Vale, ha sido un intento muy malo de manipulación, pero tenía que intentarlo. Sirius, es importante. Estamos hablando de Harry y del peligro que supone ese hombre para él.

Sirius pareció pensarlo un momento. Después asintió para sí y miró a Harry, que empezaba a quitar las cosas del desayuno de la mesa.

-Sí... podría funcionar.- dijo vagamente su padrino. Harry, con la leche en una mano y la mermelada en otra se quedó parado mirando a su padrino.

-¿El qué?- preguntó. James miraba a uno y a otro alternativamente.

-¿En qué estás pensando?

-En que Harry es un fenómeno psiquiátrico. Ha salido completamente restablecido de un coma profundo provocado por una extraña variación de la esquizofrenia paranoide. Conozco a algunos de los nombres de la lista que te dio la señora Burton y quizá estarían muy interesados en echarle un vistazo.

-Sirius, ¿de qué serviría mostrarme como un mono de feria?- preguntó Harry reaccionando por fin y dejando la leche y la mermelada en la nevera.

-Qué poquita picardía, Harry.- dijo Sirius meneando la cabeza.- Si fuera yo directamente a preguntarles sobre Tom Riddle sería demasiado raro. Pero tú...

-¿Y cómo quieres que lo pregunte? "Hola, sé que pertenecen a una asociación ilegal financiada por Tom Riddle, ¿saben dónde está?"

-Oh, Harry, échale imaginación.- dijo Sirius meneando una mano y quitándole importancia.- Estate preparado. Quizá esta noche podamos empezar.

Y salió de la cocina. Oyeron cómo se despedía de Lily y Kate y se marchó. James suspiró y también se levantó y se fue. Cuando Kate entró a por unas galletas para el recreo (las clases habían empezado el día anterior) le dio un beso y se fue. Su madre se despidió de él desde la puerta. Ambas se fueron y le dejaron solo, con la cocina hecha un asco y una creciente sensación de inquietud.

Sirius le había dado una copia de las llaves de la casa así que podía entrar y salir cuanto quisiera. Sus clases especiales no empezarían hasta mediados de Septiembre así que aún tenía tiempo libre. Mientras paseaba por la calle se sintió culpable por no haber intentado siquiera volver a su realidad de origen. Siempre se acordaba de sus amigos, que ya debían estar en Hogwarts, pero debía reconocerse a sí mismo que no había hecho nada por intentar volver.

¿Pero qué tenía que hacer? Las otras veces simplemente se despertaba y estaba allí. Era completamente involuntario... bueno, al menos conscientemente. Sin saber por qué, se encontró delante de una tienda de animales. En el escaparate se enseñaban los cachorros que tenían a la venta: tres Yorkshire Terrier, una pareja de beagles, dos conejos blancos, un siamés y dos maine coon y una iguana que le miraba con interés... o con todo el interés que podía mostrar una iguana. Cuando se fijó en el resto de los animales se dio cuenta de que estaban muy nerviosos. Todos daban saltitos y vueltas en sus jaulas. ¿Qué les ocurriría? Entonces salió el dueño del local muy enfadado.

-¿Se puede saber qué estás haciendo, chico?- le gritó el hombre. Harry, perplejo, contestó que nada y se alejó.

La ciudad vibraba a su alrededor. Siendo día de diario centenares de personas iban y venían por las calles, el tráfico se apelotonaba en las calzadas y mareas de gente salían y entraban de las bocas de metro. La vida transcurría. Harry envidió a toda aquella gente y durante un instante tuvo la sensación de ser una isla en mitad de una corriente. Aquellas personas eran completamente ignorantes de la existencia de otras realidades, de personas como Riddle y como él y de otras muchas cosas que no serían capaces de comprender. Cómo envidiaba a toda aquella masa. Se sentó en un banco sólo para ver pasar a la multitud. No tenía nada que hacer y estaba harto de pensar en qué podía estar metido Voldemort.

No había descanso. Apenas un mes de duelo por su padrino y su propio deseo de escapar le había llevado a descubrir de una manera un tanto precipitada un poder que desconocía: el poder de viajar entre realidades o dimensiones paralelas. Una habilidad que Voldemort también poseía y que aún no sabía qué utilidad tenía. Bueno, Voldemort sobrevivió a su propia maldición gracias a ello, pero Harry no podía imaginarse cómo podría serle útil a él.

El ruido de la ciudad le envolvía. Cerró los ojos y trató de despejar su mente concentrándose en cada sonido. Al principio lo consiguió. Por un lado los coches, por otro las personas y por otro el sonido grave y periódico del metro pasando bajo sus pies a través de una rejilla de ventilación cercana. Podía escuchar móviles, conversaciones, toses... Pero algo le distrajo. Alguien se había sentado a su lado.

Era una chica joven, de unos veintitantos años, morena, con el pelo corto y ondulado y cargaba una mochila de considerables proporciones. La palabra "turista" apareció inmediatamente en su cabeza. Se había sentado bruscamente, casi dejándose caer y en seguida, entre gemidos ahogados de dolor se quitó las botas. Tenía unas rozaduras muy feas y las dos chicas que la acompañaban la miraron preocupadas. Entonces empezaron una conversación en un idioma extranjero que Harry creyó identificar como italiano. Llegado un momento una de ellas, una chica rubia señaló a Harry. Un instante después la morena que estaba sentada y herida se volvió hacia él.

-Perdona, ¿sabes dónde hay una farmacia?- dijo con un leve acento. Harry se disculpó y negó con la cabeza. Las otras dos chicas continuaron hablando y al final se marcharon. Harry supuso que habrían ido a buscar alguna farmacia mientras su amiga se recuperaba.

La chica se miraba los pies con cuidado y se quejaba cuando en su exploración había llegado demasiado lejos. Harry sonrió. Podía curarle los pies con sólo pensarlo, pero se abstuvo. Lo último que quería era montar un escándalo con una turista. Sin que se diera cuenta se había dedicado a mirar a la joven desde que había llegado. Ella, evidentemente, se dio cuenta.

-Hola, me llamo Ana.- dijo la chica lanzándole su mano para que se la estrechara. Harry, sorprendido tardó un momento en reaccionar.

-Harry.- dijo un tanto azorado percatándose de su prolongada e inconsciente indiscreción. Tratando de encontrar un tema de conversación preguntó lo más estúpido que se le ocurrió.- ¿Cómo te has hecho esas heridas?

-Con las botas.- dijo la chica cogiendo las botas de senderismo.- Son horribles. Desde que llegamos no han hecho más que darme problemas.

-¿De dónde sois?

-De Italia. Llegamos hace cuatro días y creo que ya nos hemos recorrido media isla.- dijo sonriendo. Harry le siguió la sonrisa. Aunque seguía arrastrando aquel acento su habla era fluida.- ¿Vives aquí, en Londres?

-Sí.

-¿Y cómo es que no sabes dónde están las farmacias?

-Llegué hace poco.- dijo Harry encogiéndose de hombros.- Venís a hacer turismo, ¿verdad?

-Mis dos amigas sí, yo el lunes empiezo a trabajar en la Embajada de mi país.

-Debe ser duro empezar a vivir en un lugar tan lejos de tu familia.- preguntó Harry sin saber por qué. Ana le miró sonriendo y asintió.

-Quizá. Mis padres murieron y mi abuela les siguió hace unos meses.- dijo Ana con calma.- No hay mucho que me ate a ningún sitio.

Por aquel sencillo comentario Harry se sintió increíblemente identificado con ella. Esta vez la miró con descaro. Su rostro permanecía sereno, tranquilo.

-¿Cómo sabes cuál es tu lugar?- preguntó Harry sin pensar en lo extraño de una conversación de ese tipo con una turista. Pero ella simplemente miró hacia el tráfico, perdiendo la mirada entre los coches y los autobuses. Se tomaba su tiempo para contestar y Harry le dejó pensar.

-Es muy relativo.- contestó al final la joven.- Hay gente que no sabe estar quieta en un mismo lugar durante más de 30 minutos y otros que son capaces de vivir en el mismo sitio durante toda su vida. Y están los que encuentran su lugar en la gente, y no es espacios físicos. Yo me encuentro en el último grupo. Mi lugar está en mis padres y mi abuela y ellos están en mi recuerdo y en mi corazón, así que mi lugar será cualquiera. Depende de cada uno.

Se quedaron callados unos momentos. Harry sintió cómo algo se removía en su interior. Algo que había tratado de ignorar durante todo el tiempo que estaba allí, pero que aún no focalizaba del todo. Su lugar estará donde su corazón esté, pensó sintiendo un extraño alivio. Entonces se dio cuenta de que la chica le estaba mirando. Cuando le devolvió la mirada Ana habló.

-No quiero parecer una abuela dando consejos, pero si en un lugar te sientes más tú mismo que en otro, permanece allí. No siempre es el mejor lugar, pero es donde debes estar.

-Aunque tenga que abandonar a mi familia...

-Eso ya es decisión tuya.

Entonces las dos amigas de Ana llegaron con vendas, desinfectante y una pomada. Después de hablar entre ellas y pedir un taxi se fueron dejando a Harry vacío, solo en la inmensidad de aquella realidad.

Sabía lo que tenía que hacer y cada momento que pasaba sentía cómo su voluntad se aflojaba y empezaba a desear volver a Hogwarts y ver a Ron y Hermione. Quería verles, les echaba de menos. Quería contarles todo lo que había vivido y de lo que se había enterado, de lo que había logrado hacer con la extraña, pero reconfortante magia de aquel lugar, de sus padres, de su hermAna, de Sirius y de toda su familia. Quería hablarles de un mundo sin magia, en el que no existían más magos que él y Riddle y en el que todo era diferente, aunque muy parecido.

Volvió al dúplex de Sirius con una sensación muy extraña. No se dio cuenta de lo que era en realidad hasta que llegó su madre del trabajo.

-Mamá.- comenzó.- Creo que debería irme.

Lily no contestó enseguida. Parecía que de alguna manera se lo esperaba y simplemente asintió.

-Sabía que este momento llegaría antes o después.

-Lo siento.

-No, hijo, no te culpes. Es normal. Al fin y al cabo este no es tu sitio.

Harry sintió cómo su estómago daba un vuelco. De nuevo la cuestión del lugar al que perteneces... pensó. La conversación surrealista que había tenido con aquella turista había sido como aquel sueño en el que hablaba con su subconsciente. Ambas le habían obligado a pensar en cosas que no había pensado ya fuera por desconocimiento o miedo y ahora, delante de su madre podía afirmar sin género de dudas que no quería estar con ella, no por que no la quisiera, sino porque en su vida, ya no había lugar para ella ni para las personas que había conocido. No pertenecían a su realidad porque aquella no era su realidad. Y parecía evidente que para ellos había sido más patente que para él.

-Nunca lo ha sido.- terminó Lily en un susurro.

-Si consigo averiguar cómo ir de una realidad a otra mamá, te prometo que volveré. Ya dije que me sería imposible vivir allí sabiendo que os tengo aquí.

-Cariño, no necesitas justificarte. Sé que tienes que hacerlo y punto. Saber que al otro lado hay un chico tan bueno, tan inteligente y tan valiente me consuela. Te he conocido, Harry, y eso es lo que cuenta.

Harry no pudo contestar. Un nudo en la garganta le impedía decir una palabra. Simplemente abrazó a su madre. Era una despedida. La despedida que nunca existió en la realidad en la que habían dado su vida por protegerle. Ahora las cosas empezaban a ponerse en su lugar.

Poco después apareció Kate con James. Mientras la niña merendaba con su madre Harry tuvo prácticamente la misma conversación con su padre.

-Bueno hijo.- dijo James.- Es tu decisión y la comprendo aunque me cueste aceptarla. Empezaba a acostumbrarme a trabajar contigo. Se te da muy bien.- Ambos sonrieron.

-En realidad pretendo dedicarme a ello.- comentó Harry.- ¿Crees que debería ir con Sirius adonde quiera que me quiera llevar?

-Por supuesto que sí.- dijo la voz de su padrino desde la puerta que se acababa de abrir.- Por cierto James, ya me he ocupado de la policía. Podéis volver a casa cuando queráis.

-¿Adónde vamos a ir?- preguntó Harry imaginándose las típicas fiestas de embajada de las películas de James Bond.

-Al parecer nada más y nada menos que tres de los propietarios de los nombres de la magnífica lista de la señora Burton se han reunido en un lujosísimo hotel de la ciudad para celebrar un congreso sobre ingeniería genética. El convite de inauguración es esta noche en el Auditorio Nacional. Te recomiendo que te arregles, Harry. Con vaqueros y camiseta no te dejarán entrar.

Sirius subió las escaleras y desapareció tras la puerta de su cuarto. Harry, sentado en el salón recibió un abrazo de Kate mientras miraba horrorizado a su padre y le preguntaba:

-¿Y qué me pongo?