Capítulo 33: EL ULTIMO DIA

-¡Aprobado! – dijo Harry sin creérselo –, ¡pero fíjate en la calificación que obtuve!

-Ya lo he visto tres veces, Harry – dijo Ron exasperado –. ¿Qué?, ¿Sorprendido de tu inteligencia?

-Sorprendido de lo que es capaz de hacer mi inteligencia – dijo Harry muy orgullosos –. No todos los días se obtiene una eficiencia del 81.

-Claro que si – le dijo enfáticamente Ron –, la tuya y la mía, hasta parece que nos hubiéramos copiado.

Siguieron hablando sobre las calificaciones durante un largo rato mientras tomaban el sol frente al lago, muchos estudiantes hacían lo mismo, en una actitud relajada de fin de clases. El calor de la tarde y el refrescante viento proveniente de las montañas lograba un clima sensacional, digno de ser repetido todos los días.

De pronto llega una lechuza, ambos chicos se sorprendieron al verla, y el animalito volador llevaba una nota para Harry.

-¿Quién es? – preguntó Ron con mucha curiosidad.

-¡Es del profesor Dumbledore! – dijo Harry muy sorprendido – me dice que quiere verme en su oficina después de la cena de final de año.

-Harry... ¿qué hiciste?

-¡Nada! – dijo él con algo de mal genio –. ¿Para qué será?

-¿Entonces por qué no se espera hasta mañana?

-Con que tiempo... tenemos que estar en Hogsmeade a las diez para abordar el tren.

-Hablando de tren... ¿ya empacaste?

-No, ¿y tú?

-No.

Se fueron a mil para la torre e iniciaron la empacada de los baúles y cuando menos pensaron ya era hora de ir al gran comedor, se fueron con la labor a medio hacer y al entrar en él, se alegraron al ver que estaba decorado con los colores de la casa de gryffindor, una vez más habían ganado la copa de las casas, así que la cena les supo a gloria.

Una vez finalizado el banquete Harry se dirigió a la oficina de Dumbledore y le dijo a la gárgola la contraseña que el mismo Dumbledore le escribió: "helado de fantasía con pepitas de colores". Cuando ingresó en la oficina del director, él ya lo estaba esperando y lo invitó a sentarse.

-¿Cómo te encuentras, Harry?- preguntó el anciano maestro mirándolo a los ojos.

-Bien profesor... y un poco triste.

-¿Triste por qué?

-Porque voy a dejar el colegio profesor, y usted sabe que Hogwarts es mi hogar.

-Pronto tendrás uno, si no me equivoco – y en ese momento a Dumbledore le brillaron los ojos.

-¿A qué se refiere, profesor?

Ron terminaba de alistar su baúl cuando Harry llegó a la habitación de los chicos. Dean, Seamus y Neville estaban en la sala común y el pelirrojo se sorprendió al ver la expresión que llevaba Harry.

-¿Y ahora de qué te culpan? – preguntó Ron.

-¿A qué te refieres?

-¡Traes una cara!... ¿qué te dijo Dumbledore?

-Primero, no me han culpado de nada – le dijo Harry mientras volvía a la labor de empacar su baúl –, y segundo, me citó para esto.

Harry se quitó la túnica y en su cinturón tenía envainada una espada.

-¿Te acuerdas de esta espada? – le dijo Harry.

-¡Claro! – respondió Ron acercándose a él –. Es la que utilizaste en segundo para matar el basilisco de la cámara de los secretos.

-No solo eso... es la espada de Godric Gryffindor... ¡mira!

Ron tomó en sus manos la noble arma y se quedó con la boca abierta al admirar su belleza y estilo.

-¿Tú sabías que pertenecía a Gryffindor?

-Si, lo supe ese mismo día al leer la inscripción con su nombre.

-¿Y por qué la tienes?

-Digamos que Dumbledore me la ha prestado por un tiempo – dijo Harry recordando parte de la conversación con el profesor –, quiere que la conserve para algo. La verdad, ¿no sé con qué fin?

-Entonces a eso se debía tú cara de desconcierto... ¡con razón!

-No solo por la espada, Dumbledore me hizo caer en cuenta de una cosa, algo que de alguna manera puede cambiar el sentido de mi vida.

-¡Explícate! – dijo Ron, emocionado.

-Tengo un hogar.

-¿Eh? – dijo Ron, como si le estuvieran hablando en chino.

-Si, ¿te acuerdas?, la casa de mis padres – le respondió Harry con una sonrisa.

-¿Y no tienes que estar con tus parientes muggles?... porque acuérdate de lo que nos dijo Hermione – Ron se aclaró la garganta y agudizó la voz –: "Harry aún es menor de edad".

Al Ron nombrar a Hermione hizo que Harry dejara de sonreír, pero él lo disimuló mordiéndose los labios.

-Pues si, aún soy menor de edad y lo seré hasta que cumpla los 21 – dijo Harry con pesar –. Pero... sí pasa algo, tengo donde vivir y no quedaré vagando en las calles.

-Cierto.

-¿Pero sabes?, en el fondo no estaría completamente cómodo viviendo en esa casa... allí murieron mis padres.

-Entonces vienes a vivir a La Madriguera – dijo Ron tras unos segundos de silencio – y aprovechamos para llenar solicitudes de ingreso de algunos equipos de quidditch... y ojalá sean los Chudley Cannons.

-Si juego, lo haré en un equipo decente, Weasley.

De pronto Harry sintió un almohadazo en la cara, mientras Ron le decía:

-¡Al equipo se respeta, Potter!.

La mayoría de los alumnos ya iban camino a la estación de Hogsmeade, en las afueras del colegio solo quedaban los alumnos de séptimo esperando los carruajes y con ellos Hagrid.

-Llegó el día – decía Hagrid entre lágrimas –. ¡Nunca pensé que nos tendríamos que despedir!

-Pero Hagrid – le decía Hermione dándole golpecitos en la mano –, vamos a estar en contacto... ¡no será un adiós para siempre!

-Si, pero... ya no los podré ver todos los días... y ahora ¿quién los aconsejará cuando se metan en problemas?

Los tres chicos se miraron de reojo, Hagrid ¿consejero?, ¿cuándo?. Sin embargo no lo contradijeron.

-Hagrid, muchas gracias por todo – le dijo Harry con la voz ahogada –, fuiste un gran amigo, hasta en los momentos más difíciles.

-No tienes nada que agradecerme, muchacho – Y de pronto Hagrid vio que los carruajes se aproximaban –. ¡Cuídense mucho! – dijo por último, llorando a moco tendido y abrazándolos a la vez.

-Hagrid... con... cuidado... – le dijo Ron tratando de no ahogarse.

-Lo siento, lo siento... ya saben, la emoción.

Contrario a lo que Harry pensaba, Hermione se fue con ellos en el carruaje y mientras éste se alejaba de Hogwarts la muchacha rompió en llanto.

-Hermione, no hay por qué llorar – le dijo Harry cambiando de asiento y sentándose al lado de ella.

-Harry tiene razón, Hermione – dijo Ron para animarla –. Ya encontrarás una academia donde podrás volver a ser la sabelotodo.

De inmediato Hermione fulminó a Ron con la mirada.

-¡Tú qué sabes!... y por primera vez te doy la razón Ron... ¡el estudio no lo es todo!

-Y mucho has tardado en dármela... ¡siete años!

Nunca antes el regreso a Londres había sido tan corto y doloroso. Al menos los años anteriores Harry solo tenía que soportas dos meses en compañía de sus tíos y su primo y después volvería a su vida en Hogwarts, ahora era diferente... ya no había viaje de regreso al mágico colegio. Durante el viaje, a duras penas cruzaron palabra con Hermione ya que la mayoría del camino durmió, algo que le extrañó bastante tanto a él como a Ron.

Al anochecer llegaron al anden 9 ¾ y al pasar la barrera los esperaban sus familias, la señora Weasley abrazó a Ron y lo mismo hizo con Harry mientras le decía:

-Lo que sea, lo que necesites... La Madriguera siempre será tu hogar.

Tío Vernon se limitó a hacer una mueca de desdén. Luego la señora Weasley abrazó a Hermione mientras la felicitaba por sus excelentes calificaciones. Hermione le dirigió una cálida mirada la cual cambió al llegar Ginny. Después Hermione vio a sus padres a lo lejos y se despidió de Ron:

-¡Hasta pronto, Ron! – y nuevamente el pelirrojo se sintió estrangulado, pero no le importó porque le daba suaves golpecitos en la espalda.

-Te voy a extrañar... ¡sabelotodo Granger!

-Adiós Harry – Y lo abrazó con frialdad, seguramente para no llamar la atención por un posible rechazo.

Harry no dijo nada, solo se limitó a abrazarla también. Hermione se despidió de los señores Weasley y también de Ginny, aunque de una manera seca. Harry la siguió con la mirada hasta que ella se encontró con sus padres, al hacerlo estaba cabizbaja y ansiosa, algo que lo sorprendió bastante, pero dejó de preocuparse cuando sus padres la abrazaron orgullosos para después desaparecer en la multitud.

-¡Apúrate muchacho! – le dijo tío Vernon.

Harry se despidió con rapidez de la familia Weasley, aunque no fue tan amigable con Ginny, todavía recordaba el dolor que le causó a Hermione su osadía.

-Estamos muy contentos, sabes – decía en tono alegre tío Vernon cuando se dirigían a casa.

-¡No me digas! – le dijo Harry con ironía.

-Pues si te digo... porque para nuestro beneplácito, cuando cumplas 18 años ya no tendremos obligaciones contigo y verás dónde vivir.

-¡¿Qué?! – Harry no entendía.

-Que cuando cumplas 18 te largas de la casa, ya tendrás edad suficiente para ver por ti mismo y no seguir de mantenido – dijo con resentimiento tía Petunia.

-Tan solo un mes – le decía Dudley con el dedo índice de su mano izquierda –, un mes y... "adiós".

Harry no lo podía creer, un mes más y sería libre... libre de esos muggles desagradables.