Los personajes utilizados aquí no son de mi propiedad, así que antes de meterme a la cárcel piensen eso, además, Yo no gano nada por medio de esto, simplemente criticas.
Gracias. Ahora si, lean, por favor!
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Epílogo: Consiguiendo el acceso.
Aiolia despertó despacio, renuente a abrir los ojos. Una reconfortante calidez inundaba su pecho, al igual que sus brazos rodeaban el cuerpo de su indefinidamente inquilino. La noche anterior fue bastante tranquila, y más significativa que en ocasiones anteriores. Además, tardó bastante tiempo en lograr que su compañero dejase de llorar. Le preocupaba su estado. ¿Qué ocurrió durante su salida? ¿Problemas con algún otro caballero? ...Él no tardó demasiado en ducharse, por lo que Kanon tampoco pudo haberse alejado demasiado... a lo sumo llegaría al Séptimo Templo... la Casa de Libra. Tenía un fuerte presentimiento diciéndole que algo ocurrió ahí... pero Kanon se rehusó con inminencia a responder sus preguntas. Lo que menos deseaba era presionarlo, pero el asunto no lo dejaba en paz. Más tarde haría otro intento. Sí, después... en ese momento solo contaba con ojos para ver al hombre delante suyo. Apretó el abrazo, acabando con la escasa separación entre ambos. El cabello de Kanon le provocaba una sensación muy graciosa y agradable en el pecho. Introdujo su rostro en la generosa cabellera de su acompañante, haciendo una profunda aspiración. El aroma que este irradiaba se convertía poco a poco en algo necesario cada mañana. La idea de permanecer ahí, descansando, juntos... era bastante atrayente. De hecho, sería bastante lindo todos los días despertar y...
Sus pensamientos se interrumpieron al sentir la mano de Kanon sobre la propia, la cual de manera inconsciente paseaba sobre el pecho del otro.
"Así que estabas despierto..." dijo el caballero de Leo, divertido. "¿Qué tal dormiste?" a pesar de que esperó, no hubo respuesta, algo bastante extraño en su compañero. "¿Kanon?"
"...¿Qué?" preguntó, desentendido. Tardó unos segundos en recapitular lo ocurrido. "Ah, sí... dormí bien, gracias." No dijo más, limitándose a clavar la mirada en la pared, donde se encontraba al inicio.
El semblante de Aiolia se frunció un poco. La actitud de Kanon le preocupaba. Esa manera de sumirse dentro de sus pensamientos no podía significar nada bueno. ¡Dioses, que daría por ser capaz de leer su mente! Y así descubrir que el motivo de su agobio... pero no podía. Tampoco iba a interrogarlo sobre eso. Necesitaba ser paciente, esperar a que él mismo se abriera, que le tuviese confianza. Tal vez lo que su amigo necesitaba era estar solo, tener tiempo para poner en orden sus ideas...
Kanon observó al santo de Leo haciendo un movimiento en señal de levantarse. Pensándolo bien, fue un poco cortante, aunque esa no fue su intención. Así eran las cosas con él ¿no? siempre haciendo mal a los demás de una forma u otra... bueno, de igual manera no le gustaba la idea de que Aiolia malinterpretara su abstracción como ingratitud. El santo de Leo se comportó la tarde anterior de manera atenta y comprensiva, mostrando hacia su persona un interés inusual. Asimismo, él ayer tomó la decisión de olvidar a Mu, y Aiolia podría serle de mucha ayuda. No quería tomarle como un objeto para descargar sus penas, en verdad ansiaba sentir por él los sentimientos que el caballero de Aries no correspondió. Los emociones de Aiolia le eran desconocidas. Ignoraba si su estadía en la Casa de Leo era un simple y divertido pasatiempo de temporada. No... Aiolia no era así... y ahora, él se estaba comportando como un desagradecido a sus consideraciones, por lo que éste abandonaba la cama. No podía dejar que se fuera... por diversas razones, y entre ellas, el miedo a encontrarse solo con la tristeza y tener que afrontar la soledad. De manera súbita, tomó la muñeca del caballero de Leo, quien giró a verle, sorprendido.
"¿Tienes que levantarte ya? ¿No puedes quedarte conmigo un poco más?" preguntó, con un anhelo que, en otras circunstancias, jamás dejaría ver a ningún ser viviente. "¿Por favor?"
Aiolia asintió, sonriendo con ligereza. Kanon lo quería a su lado. Una buena señal dentro de todo ese confuso embrollo.
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En otro de los Templos también los rayos solares daban los buenos días a su caballero guardián, Mu de Aries. De manera plácida se incorporó, manteniendo aún los párpados sobre más de la mitad de los ojos. Un diminuto bostezo escapó de su interior, en señal de lo agradable que fue su descanso. Después de un largo tiempo, por fin volvía a dormir con serenidad. Ya no había intentos fallidos, ni planes extravagantes o libros tontos para atraer la atención del caballero de Géminis. Ya la tenía, y no solo eso, había mucho más.
Un recuerdo sobre la noche anterior pasó por su mente. La sensación de tener los labios de Saga aprisionando los suyos, de saberse correspondido por él, mirar aquellos ojos tan profundos donde deseaba perderse para siempre... Dejó caer el cuerpo de espaldas a la cama, sonriendo a toda la extensión que le proporcionaban sus facciones. ¡Dioses, estaba de tan buen humor que hasta el techo le parecía lindo! Pero una pequeña duda lo asaltó de repente. Era obvio su deseo de ver a Saga de nuevo, sin embargo... ¿debería ir a buscarlo? No, mejor que el santo de Géminis lo visitara, él ya hizo suficientes meritos para ayudar la relación, ahora llegaba el turno para el otro hombre. En ese caso, lo mejor era estar listo y bien presentable para la visita ¿qué se pondría?... Una ligera risa salió de sus labios. Le estaba afectando pasar tanto tiempo cerca de Afrodita...
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De pronto, Kanon se incorporó sobre la cama, con un ademán de apuro.
"¿Qué pasa?" preguntó Aiolia, confundido. El otro no respondió, y se limitó a continuar vistiéndose. "¿Piensas salir?"
"Voy a la Casa de Libra."
"¿Qué tienes que hacer tu en el Templo de Dohko?" El rostro del santo de Leo demostraba una seriedad increíble.
"Necesito ir." dijo Kanon, terminando de ponerse la camisa. "No puedo explicarte ahora, debo..."
"¿No puedes o no quieres?" interrumpió Aiolia. El otro hombre se detuvo en seco, girando extrañado hacia el otro. "Siempre que te menciono a Dohko o algo referente a él cambias el rumbo de la conversación. Desde un principio me di cuenta, y lo he dejado pasar... pero esta vez quiero saber que es tan importante para tener tanta prisa por ir a verle."
"Muy bien. Te lo diré. Ayer por la tarde, Dohko intentó aprovecharse de Mu." Sus ojos comenzaban a mostrar la misma ira que el día anterior, y prefirió apartar la mirada y calmarse. Aiolia no tenía que enterarse sino lo suficiente. "Por casualidad yo estaba cerca y pude evitarlo, pero me preocupa que intente vengarse."
"Esto es llegar demasiado lejos." Dijo Aiolia, caminando molesto hacia fuera de la habitación. "Debemos ponerle un alto definitivo."
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Los caballeros de Piscis y Escorpión llevaban frente al Templo de Géminis ya más de cinco minutos, gritando a Saga que saliera. El guardián del lugar salió poco después, y los dos hombres tomaron esto como una invitación para pasar, pues cuando el santo de Géminis pudo darse cuenta, los dos ya estaban dentro. Encima de todo, no le dejaron hablar, y eso que se encontraban en propiedad ajena.
"Bueno, ahora comprendo mejor por qué Mu se interesó en ti..." murmuró el Escorpión, admirando la camisa abierta ligeramente.
Saga acomodó de inmediato su camisa, provocando algunas risas por parte de los otros dos caballeros. Se había puesto lo primero que encontró al escuchar que lo llamaban afuera del Templo.
'Bueno, y a fin de cuentas... ¿Ahora que buscan estos dos?' dijo la voz interna de Saga. Hasta cierto punto, las dos partes en que la mente del caballero de Géminis se dividía alcanzaron un acuerdo, una tregua.
"¿Qué quieren?" preguntó Saga, de acuerdo con lo que su voz interior decía.
"Vaya, tranquilo..." replicó Afrodita, sonriendo. "Nosotros solo queremos ayudarte..."
"¿Y para que necesito yo su ayuda?" dijo el santo de Géminis, levantando una ceja, incrédulo.
"Para que Mu te deje entrar en su Templo." Respondió Milo, con aires de suficiencia. "Sí, Saga... lo sabemos todo, y eso es incluso un poco más de lo que tu crees..."
El guardián del Tercer Templo quiso preguntar como se enteraron, pero Afrodita no lo dejó hablar.
"Como lo sabemos no es importante... mejor ocupémonos en lo que harás ahora."
La verdad de cómo supieron lo ocurrido entre los santos de Géminis y Aries fue que Shakka se los dijo. No resultó tan fácil en realidad. Afrodita y Milo estuvieron toda la noche hostigando al caballero de Virgo frente la entrada de su Templo. Después de dos o tres paseos que les dio por los infiernos el rubio caballero finalmente se fastidió y les dijo lo que deseaban saber.
"¿Por qué debería confiar a ustedes mis cosas?" inquirió Saga.
"Somos profesionales, Saga." Respondió el santo de Piscis, con orgullo. "Tu eres la prueba viviente de eso. ¿Quién crees que ayudó a Mu a conquistarte?"
"Pero nos estamos desviando del tema..." dijo el Escorpión. "Si en verdad quieres que Mu te deje entrar al Primer Templo, necesitas hacer algunos puntos a tu favor... Comencemos con un regalo. Sí, eso ayudará... y no hay nada mejor que unos buenos chocolates."
"Milo, por favor..." dijo Afrodita, con sorna. "Todo el mundo sabe que las rosas son el símbolo universal del amor... Los chocolates solo sirven con los tipos fáciles..."
"¡Hey, lo primero que Camus me dio fueron chocolates!" se quejó Milo, ofendido.
Una discusión estaba a la vista, y Saga no era la persona más paciente del Santuario, o no por lo menos con ellos. Lo siguiente que Milo y Afrodita supieron fueron unas fuertes manos echándolos de la Casa de Géminis. Saga asumió que continuaron su conversación, ya que no insistieron en volver a entrar.
Se dejó caer con pesadez en una silla. Así que ahora todo el Santuario se enteraría de su nueva relación con Mu... no le molestaba, ni que se sintiera avergonzado. Tener a Mu jamás podría hacerle sentirse así, pero...
'Pero no va a ser nada divertido que todos lo estén comentando...'
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"Así que ya despertaste." Dijo Kanon, observándolo con los brazos cruzados.
Los ojos del caballero de Libra recorrieron el lugar que le rodeaba. ¿Qué...? ¿Por qué estaba en la Casa de Leo, y en el suelo? Recuerdos de el día anterior se presentaron a su mente. Kanon lo traicionó; por su culpa Mu se le escapó. Y ahora lo tenía delante. Su primera reacción fue golpearlo, pero no pudo. Sus manos estaban atadas detrás de su espalda, sirviendo para aumentar su molestia.
"¿Qué diablos te pasa, idiota? ¡Suéltame!" gritó, removiéndose. "¡Eres un maldito desagradecido! ¡Pero no creas que dejaré las cosas así! ¡Te vas arrepentir de haber nacido!" El santo de Libra sintió levantarse por los hombros.
"Te recomiendo..." dijo Aiolia, colocando el rostro de su atado compañero frente a él. "Que cuides tus palabras. Kanon está conmigo, y si te atreves acercártele... bueno, digamos que no quedarás en condiciones de intentarlo otra vez por el resto de tu vida." lo soltó, lanzándole con desprecio al suelo.
"Vaya, así que el gatito sacó las garras..." se burló Dohko. Su vista giró hacia Kanon. "Me pregunto que le hiciste para atraparlo... no, espera... creo que ya sé exactamente lo que le hiciste..."
"No tengo por qué escucharte." Se quejó Kanon. "Además, tu ya tienes que irte... A la diosa Atena no le gusta esperar." el semblante de Dohko perdió todo rastro de su típica soberbia. "De hecho, creo que ya debe estar en la entrada del Santuario."
"Te acompañaremos hasta allá." Aiolia se inclinó a liberar las ataduras del guardián de Libra. "Supongo que no intentarás escapar."
Maldiciendo en su interior, Dohko se obligó a ser sumiso. ¡Esos infelices llamaron a Atena! ¡Esos malditos desgraciados! Necesitaba calmarse y pensar con claridad. No todo estaba perdido... Atena jamás tuvo quejas sobre él ¿cierto? Entonces, ¿por qué creería lo que esos idiotas pudieran decirle? Eran sus palabras contra la suya, la de él, el caballero más antiguo.
En silencio, los tres llegaron a la entrada del Santuario y, en efecto, Saori Kido aguardaba ahí.
"Buenos días, muchachos." Saludó la mujer, sonriendo. "¿Listo para tu viaje, Dohko?"
"¿V-viaje...?" la sangre del caballero de Libra pareció detenerse. ¿A dónde pensaban mandarlo?
"Oh, bien... estuve hablando con Kanon y Aiolia esta mañana, y me enteré de muchas cosas que antes ignoraba..." la sonrisa de Saori decayó. No podía significar nada bueno.
"Y-yo..." comenzó Dohko. ¿Qué hacer? ¿Qué decir?
Kanon esbozó una leve sonrisa. Era demasiado divertido ver como la confianza desaparecía en el caballero de Libra.
"Debiste hablarme con la verdad, Dohko..." continuó la mujer. "Si extrañabas tanto las montañas, podías decírmelo... Sí, no te sorprendas, ellos me lo hicieron saber. Y me dieron una excelente idea." El caballero no dijo nada, aguardando por lo siguiente. "Como las cosas están en perfecta calma, no veo razón para que, si extrañas tanto las montañas, permanezcas aquí. Así que ya se arregló todo para que nos marchemos. Yo misma te acompañaré durante el viaje."
El santo de Libra giró hacia sus otros dos compañeros. Había ira en su mirada.
"No hay por qué darnos las gracias." Dijo Kanon, sonriendo con cinismo. "Nada nos hará más felices que saber que regresas a tu amada cascada."
"Sí, bueno, algún día vendré a visitarte, no te preocupes." Dohko sabía la manera perfecta para devolverle el golpe. Un último ataque antes de marcharse. Se acercó a los dos caballeros. "Y vaya que te voy a extrañar mucho, Kanon... en especial por las noches."
"Es hora de irnos." Declaró Saori, entrando a una camioneta negra detrás de ella.
El caballero de Libra la imitó. Ya estando dentro, su mente reflexionaba la jugada que sus compañeros le tendieron. Bueno, no todo estaba tan mal... tarde o temprano regresaría al Santuario, y ese día les iba a cobrar todo junto. Además, hacía mucho tiempo desde la última vez que vio a su discípulo Shiryu... y ahora las cosas serían bastante distintas a en el pasado. En principio, porque su cuerpo ya no era el de un viejo decrepito. Quizás su estadía en Rozan no resultase tan aburrido... tenía en mente una buena cantidad de 'técnicas' para enseñarle al joven Dragón.
Aiolia miraba a su compañero de manera inquisitiva mientras caminaban de regreso. Esta vez Kanon no poseía excusas para negarse a darle explicaciones sobre su relación con Dohko.
"Nunca me comentaste que fueran amigos tan íntimos." Reprochó el caballero de Leo. "¿Por qué no me lo cuentas?"
Kanon suspiró, resignado. ¡Bonita historia tendría que relatarle...!
"Aiolia..." pasó los brazos alrededor de su cuello. Su habitual y alegre actitud comenzaba a regresar. "¿No podemos dejarlo para después?"
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Saga salió de la Casa de Géminis horas más tarde. Todo ese tiempo estuvo intentando descifrar la manera adecuada para que Mu lo dejase entrar a su Templo, y en realidad no se le ocurrió nada. Se limitaría esta ocasión a ir simplemente a visitarlo.
Justo dejando atrás el lugar custodiado por el caballero de Tauro, encontró la sorpresa de dos caballeros dando una escena romántica en medio de la nada. ¡Y uno era su hermano!
La pareja notó a su inesperado espectador. Aiolia se separó de Kanon para luego aclararse la garganta algo apenado. El santo de Géminis pretendía seguir de largo, y hacer como si nada ocurriera, pero su gemelo le salió al paso.
"Saga, sobre todo lo que te dije el otro día..."
"Mu me explicó las cosas, Kanon." Interrumpió Saga. El otro géminis permaneció en silencio; no sabía con seguridad que dijo el caballero de Aries a su hermano. "Sé que Dohko te manipuló para tenderme una trampa en su Templo."
Kanon dio gracias a los Dioses por la bondad de Mu. Ya era mucho que encubriera su pequeño encuentro aquella noche que fingió ser Saga, y además lo libró de culpas sobre las mentiras que dijo. Le gustaría agradecérselo, pero quizás no fuese lo más conveniente.
"Solo quiero..." cielos, que difícil resultaba decir eso. "Solo quiero pedirte disculpas, y desearte lo mejor con Mu."
"Muy bien." Saga pasó la vista hacia el caballero de Leo. "Así que... ¿Aiolia y tú...?"
"Sí, bueno..." Kanon se llevó una mano a la cabeza, sonriendo. "Me quedaré una temporada en la Casa de Leo, así que no esperes verme muy seguido por el Tercer Templo."
"Debo irme. Tengo una cita en el Templo de Aries." Kanon asintió. Saga continuó su camino.
Que raro resultaba ver a Kanon y Aiolia juntos. En especial después de esos incómodos incidentes entre ellos. Como sea, no era problema de él. Ojalá el caballero de Leo ayudara a su hermano a poner orden en su vida. Aunque ya se percibía un cambio en Kanon... era la primera vez en mucho tiempo que resolvían sus diferencias de forma tan pacífica...
En cuestión de minutos apareció frente a Saga el imponente Templo de Aries. Y en el exterior, recargado de forma descuidada, su caballero guardián. ¡Dioses! ¿es qué Mu se hacía más bello cada día? Avanzó hacia él, sonriendo.
"Tus cómplices me hicieron una pequeña visita esta mañana." Dijo el caballero de Géminis, abrazando la cintura de Mu. "Y me dijeron muchas cosas..." en realidad no le mencionaron demasiado, pero quería preocupar un poco al santo de Aries.
"¿Ah, si?" preguntó Mu, algo nervioso. Se separó de Saga, dándole la espalda.
"Sí... y también me ofrecieron sus servicios profesionales de seducción, pero..." Abrazó por detrás al guardián del Primer Templo, aspirando el aroma del cuerpo de éste. "Creo que puedo arreglármelas solo."
Como se lo dijo a Mu el día anterior, no pensaba rendiste tan fácil. Le era necesario ver de nuevo aquel cuerpo bello y detallado que pudo presencia en el lago. Los labios del caballero de Géminis jugaron con la oreja de su compañero, para luego bajar las manos por el pecho de éste. Igualando el descenso de las caricias, los besos pasaron al cuello de Mu. Los ojos del santo de Aries se cerraron al sentir unas cálidas manos sobre su abdomen. El plan del guardián de Géminis estaba dando resultado... no tendría necesidad de pedir permiso para entrar; encendería a Mu hasta el punto de invitarle a pasar. Saga mantenía el contacto de sus manos en el área del vientre por corto tiempo, solo el necesario para luego separarlas... entonces esperaba un momento y lo hacía de nuevo, dando la impresión de ser una mera casualidad.
Mu anhelaba tanto sentir las caricias de Saga en todo su cuerpo que por unos segundos olvidó que continuaban fuera del Templo. ¡Al demonio con eso de hacerse el difícil!
Enfrentó al hombre detrás suyo, tomó su mano, y juntos atravesaron la entrada al Primer Templo. En el interior, Saga volvió al ataque, mientras a tientas llegaron al dormitorio. Pasó sus labios sobre el cuello del santo de Aries, conforme introducía una mano dentro de la camisa de éste. Mu soltó un gemido ahogado al sentir como Saga acariciaba su pecho, recorriendo cada centímetro de piel a su alcance. Los dedos de Mu se cerraron en la cabellera del santo de Géminis, intentando no perder la cordura ante las sensaciones que le provocaban los labios de su amado. De forma sutil, Saga lo condujo hasta la cama, tomando asiento a un lado, mientras deshacía los botones de la camisa, en busca de nuevo terreno para su boca.
El caballero de Aries se dejó hacer la voluntad de Saga. Su mente no reparaba más que en esos labios cálidos bajando por su abdomen, y en verdad no deseaba pensar en otra cosa. Esto estaba pasando... después de tanta espera, en realidad estaba ocurriendo...
Un momento. Las acciones de Saga sobre su cuerpo se habían detenido. Inclinó la mirada, y pudo darse cuenta de dos cosas. Primero, que de alguna manera, de la cintura hacia abajo, su ropa desapareció por completo sin siquiera notarlo, yaciendo a unos cuantos centímetros de Saga, quien ahora se encontraba arrodillado ante él. Segundo, los profundos ojos del caballero de Géminis, encontrando los suyos con un fuego incandescente de deseo. Y esas pupilas cambiaron de objetivo, dejando atrás el rostro de Mu, posándose sobre el despierto miembro entre las piernas de este. El guardián de Aries notó que la sangre se le subía a las mejillas; estar en tan íntima posición, aunque se tratase de Saga, le resultaba bastante bochornoso. Mas no tuvo demasiado tiempo para reflexionar sobre esto, ya que estrepitosamente la cálida boca del otro hombre le envolvió. El sentimiento de estarse derritiendo por dentro apareció en su cabeza, conforme Saga se movía de manera rítmica en él. Por la expresión de Mu se daba a entender que el santo de Géminis hacía bien su trabajo. Las cejas arqueadas, los ojos entrecerrados, las mejillas brillando encendidas y una larga cadena de gemidos entrecortados. Las fuerza de sus manos resultaba insuficiente para sostener su cuerpo durante mucho tiempo más, y los movimientos de Saga estaban aumentando de velocidad.
"Saga..." murmuró en tono de suplica, pero sin estar seguro de que pedía. Que se detuviera o que continuase, ya que su cuerpo comenzaba a embestir la boca de su pareja.
Un brazo de Mu al fin cedió, haciéndole precipitarse un poco hacia atrás antes de poder reaccionar y aferrarse de nuevo a las sábanas. El caballero de Géminis elevó la mirada, encontrando el placer grabado en las facciones del hombre frente a él. Sin embargo, no podía excederse en lo que hacía. Deseaba hacer gozar a Mu lo más posible, e inducirle a terminar tan pronto no figuraba dentro del plan. Se separó del guardián de Aries, encaminándose a besar las mejillas de éste. Paulatinamente, la respiración de Mu disminuyó, y sus ojos volvieron a aparecer bajo sus delgados párpados. Dioses, esa mirada... inocente, pero alcanzando un punto muy sensual. Sin poder evitarlo, atacó el pecho del caballero de Aries, recostándole en la cama. Esa forma tan complaciente con que Mu lo dejaba actuar le desquiciaba... el saberlo rendido ante él, en su poder...
La excitación del cuerpo de Saga se presionó contra el cuerpo de Mu, haciéndoles desear a ambos que ese pantalón desapareciera. Cuatro manos ávidas pero poco coordinadas se dieron a la tarea de remover los obstáculos entre sus cuerpos, causando uno o dos desgarres. Poco les importaba romper la ropa. La necesidad de tener contacto total con el ser amado era lo único relevante en ese instante. Esa deliciosa ambivalencia de sus pieles, de sus actitudes.
El momento de la verdad llegaba. Saga encontró la mirada de Mu, y este asintió con ligereza. Estaba preparado... bueno, no lo estaba, pero no planeaba detenerse ahora.
Saga se recostó sobre un costado a la derecha de Mu, e hizo a éste levantar un poco su pierna, dejando descubierto el objetivo de sus deseos. Con cuidado, encaminó su miembro al inicio de la estrecha entrada. Un sollozo quedó atrapado en la garganta del caballero de Aries, al tiempo que echaba la cabeza un poco hacia atrás. Saga continuó avanzando, con la mayor suavidad posible. El interior de Mu era cálido y firme, y el deseo de estar aprisionado en su totalidad dentro de él lo incitó a seguir adelante. No fue mucho el tiempo que tardó en entrar por completo, y a pesar que todo sus sentidos le gritaban moverse, decidió esperar. Su pareja necesitaba un momento para adaptarse a su intromisión, así que se obligó a no moverse todavía. Mu profería algunos quejidos, así que Saga se dio a la tarea de hacerle más llevadera la situación, pasando sus labios sobre el cuello del caballero de Aries, una de sus áreas más susceptibles, para después subir a los labios. Sus bocas se encontraron con ímpetu, acercando el rostro del otro con una mano. Instantes más tarde, Mu rompió el contacto, y en su expresión se leía que ya podían seguir adelante.
Saga comenzó a moverse hacia fuera y luego hacia dentro. En la primera embestida sintió aumentar la fuerza del abrazo de Mu alrededor de su cuello. No podía dejar de contemplarle. Era hermoso ver aquel brillo rojizo cubriendo las mejillas del santo de Aries, con los labios entreabiertos, y algunas perlas de sudor en la frente.
Los movimientos aumentaron a un ritmo que los gemidos de ambos adoptaron. Una mano del caballero de Géminis se deslizó hacia la entrepierna de su pareja, acariciándole al compás de sus empujones. Las dos miradas entrelazadas creaban entre ellos una conexión casi tan cercana como la de sus cuerpos. Saga deseaba ver a Mu viniéndose, y su deseo se cumplió sin retrazo. Un largo y profundo gemido inundó la habitación. Justo como lo imaginaba, si Mu podía verse más hermoso en algún momento, se trataba de ese. El guardián de Géminis tampoco pudo continuar resistiendo al placer que recorría su ser, y rindiéndose a esto, descargó su cuerpo en el interior de Mu.
Los cuerpos se separaron, y las respiraciones volvían a la normalidad. Saga envolvió a su pareja contra su pecho.
"Te amo, Mu..." le murmuró, admirando el rostro sereno de éste.
"Yo también te amo, Saga." Dijo, reposando su cabeza en el firme torso.
"¿En verdad?" los ojos de Mu subieron a los de Saga, encontrando en él una ligera sonrisa. "¿Lo suficiente como para darme una membresía a tu Templo?"
"Bueno..." dio unos golpecitos en la nariz del caballero de Géminis con el dedo índice. Unos cuantos regalos no le vendrían mal. "Eso tendrás que ganártelo..."
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NOTAS:
Ahora sí, aquí se acaba la cosa. Algo largo el epílogo ¿verdad? Ya ven, así son las cosas...
Sorry por dejar que Dohko se escapara (Aunque creo que Shouran estará muy feliz por eso xD)
Pues ahí tienen, eso fue lo que pasó en el Templo de Aries... como podrán darse cuenta, mis skills points en lemon son aproximadamente -3723... bueno, quizás después mejore un poco ˆˆU
Por supuesto, una vez más, gracias, gracias por todo. Un millón de gracias.
Atte.
JYue
