Los personajes de Inuyasha y la historia de "The Hours" no me pertenece.
Este capítulo se lo dedico a Karen: Gracias por leer mis fics. Te quiero un montón.
Capítulo 2: La Tarde
Kykio
A lo lejos visualizó una aldea
¡Al fin!- se dijo mientras apresuraba el paso.
Al llegar, unos hombres armados corrieron hacia ella. Sus cuerpos estaban cansados y sus miradas pedían auxilio. Sin duda alguna necesitaban de su ayuda.
Excelencia...-dijo uno de los hombres mientras jadeaba- el terrateniente ha estado esperando la llegada de alguna sacerdotisa
¿Cuál es la urgencia?- preguntó la muchacha
Todos los hombres del pueblo fueron a una batalla para ayudar al reino vecino- dijo el guardia- afortunadamente hubo pocas pérdidas, pero los que llegaron están heridos. Necesitamos su cooperación, después de todo, ustedes poseen poderes curativos
Kykio sólo asintió y se dirigió a hablar con el terrateniente. Después de una amable plática, la joven mujer se dispuso a ayudar a los heridos. Preparó las hierbas, los ungüentos y las enzimas necesarias para llevar a cabo la curación.
Después de haber estado un rato atendiendo a aquellos hombres, llegó a la decisión de marcharse, cuando un joven llamó su atención. No había sido curado aún, por ello se acercó hasta él para sanar sus heridas. Sin embargo, fue su apariencia lo que la sobresaltó: era casi igual a Enishi, quien años atrás había de ser el prometido de Sakura.
Yo te curaré- dijo la sacerdotisa, mientras se colocaba detrás de él para empezar a vendar su espalda. Fue entonces cuando sus recuerdos volvieron a invadirla...
Desde los 13 años hasta los 18 se había dedicado a escribir aquella novela, de la que todo el mundo hablaba más nadie la había leído. Kykio no paraba de preguntar a la gente sobre Sakura y los episodios de su vida: sus alegrías, sus tristezas, sus lamentos, sus logros, sus debilidades...y todo lo que se refiriese a la difunta aunque fuese algo que los demás considerasen superfluo. Sin embargo, esos mismos "superfluos" eran lo que impedía a la gente comprenderla. Todos lamentaban su muerte, pero cuando se le preguntaban a las personas cual era su opinión con respecto a las causas de aquel terrible suicidio decían:
Me parece una tontería- era la opinión general- después de todo, ella era la mayor, debía afrontar las consecuencias del destino.
La ira la envolvía al escuchar tales respuestas, pero no valía la pena preocuparse por tal hecho, después de todo eran unos ignorantes.
No es lo mismo que sepamos del dolor que conocerlos en carne propia- decía la joven al escuchar aquellas palabras tan necias.
¿Sucede algo señorita?- preguntó con curiosidad el muchacho, Kykio había entrado en su interior y no se percataba de lo que sucedía en la realidad
No, para nada- dijo sonriendo. No era la primera vez que sucedía.
Terminó de vendar al muchacho y se dirigió al árbol que estaba en las afueras de la aldea. Subió a el mientras contemplaba aquel cielo triste y gris. De pronto, recordó un episodio de su vida: Inuyasha y ella siempre subían a un árbol, ella le daba la novela, él la leía fascinado, y luego se quedaban varias horas hablando de la misma. El hanyou era el único que había accedido a la historia escrita por la joven sacerdotisa...a decir verdad, Inuyasha era el único ser en el que ella depositaba su confianza entera...y su amor.
Inuyasha...- susurró Kykio sin dejar de mirar el cielo.
Aome
¡¡¡AOME!!!- Gritó un emocionado Shippo mientras corría su encuentro. La jovencita lo tomó en sus brazos- que bueno que llegaste, te extrañé mucho- dijo el radiante zorrito
Es un placer tenerla de vuelta Señorita Aome- dijo el monje Miroku quien también se acercaba sonriente a recibirla
¿Por qué tardaste tanto?- dijo un "efusivo" Inuyasha, como siempre antipático y bastante descortés.
Me da mucho gusto verlos de nuevo- dijo Aome sin prestar atención a los comentarios de Inuyasha, pues ya estaba acostumbrada a ello.
¡Ven Aome! Sango preparó una comida deliciosa para celebrar tu llegada- dijo el pequeño Shippo que no paraba de sonreír y de colmarla de atenciones- cómamos todos juntos.
Si es cierto, me muero de hambre-dijo Inuyasha con mucho desdén.
Se encaminaron a la cabaña de la anciana Kaede, cuando Aome se percató de una ausencia...
¿En donde está Sango?- Dijo Aome, bastante extrañada.
Fue a las afueras de la aldea a traer unas flores para ti- dijo un Miroku mirando al horizonte-no tardará en llegar.
Continuaron su camino para ir a comer. No cabía duda que los platillos preparados por Sango eran una delicia. Ella por su parte no llegó al almuerzo y ni siquiera después de el, pero no había de que preocuparse. Después de todo, Sango era una fuerte exterminadora.
Mientras disfrutaba aquellos alimentos de fijó en el paisaje...¡todo era tan distinto a su época! Un monje, un zorro, una sacerdotisa y un hombre mitad perro- demonio compartían la mesa con ella. Todos se conocían gracias a una perla con poderes mágicos que se encontraba en su costado antes que hubiese caído en un pozo, lo que sería el comienzo de una emocionante pero peligrosa aventura. Ella era diferente a las demás chicas de su tiempo. Mientras ella se preocupaba por librarse de un mounstro, salvar su vida y buscar los fragmentos de una piedra mágica, las otras muchachas salían con sus amigas, iban a fiestas, a la escuela y sólo se preocupaban por obtener buenas calificaciones y por conseguir que un chico guapo, sentimental y detallista se enamorase de ellas. Aome por su parte, amaba a un muchacho que era todo lo contrario a lo contemporáneo.
Después de comer y de invocar un "abajo" varias veces, ya que Inuyasha estaba revisando sus cosas, se sentó bajo un árbol a pensar. La tarde era gris y hacía una brisa fría, por lo que frotó sus brazos para tratar de obtener un poco de calor. Aquellos pensamientos a la hora de comer la habían perturbado...de una forma u otra sentía que estaba perdiendo el tiempo, y estaba dejando pasar los mejores momentos de su vida. Se sentía obligada a estar en la antigüedad, a buscar los fragmentos de Shikon y a cumplir con los demás.
De pronto oyó unos pasos acelerados, era Sango que caminada a toda prisa. La llamó con un brazo y le indicó que se sentara a su lado. Su amiga accedió y ambas quedaron bajo el árbol, detallando el firmamento gris que las cubría.
Sango...tú te molestarías si yo me fuera y no regresara más nunca- soltó Aome de repente, sin dejar de mirar el cielo.
¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Sango, mirándola interrogante
Es que...- Aome se volteó para mirar a su amiga de frente- siento que estoy dejando pasar los mejores años y momentos de mi vida. Mientras las demás muchachas de mi edad tienen una vida tranquila, yo sacrifico mi libertad por estar aquí con ustedes...y algo me dice que no puedo dejar de hacerlo, que no puedo fallarles, aunque esté dejando a un lado mi libertad- La rostro de la joven se tornó entre desesperado y suplicante.
Bueno...eso es lo que la gente hace- dijo Sango para calmar a su amiga, aunque no estaba muy segura de aquella respuesta.- siempre debemos vivir por el otro.
Aome bajó la cabeza y se incorporó en su posición original nuevamente, mientras dijo- no lo sé, creo que es algo más que eso.
Sango sólo la abrazó. Quería hacerle saber que siempre estaría a su lado, para proteger su vida y para siempre lo hacía. De pronto, la muchacha de cabellos azabache se percató de las flores que había traído su amiga.
¡Qué hermosa!- dijo Aome fascinada- ¿eran las que estabas buscando?
Así es-dijo Sango- aunque no pude llegar a tiempo para comer. Disculpa mi tardanza.
Aome le sonrió- ¡No te preocupes!- le dijo mientras acercaba las flores a su nariz para olerlas. Las volvió a mirar y se percató de una pequeña florecilla de color azul intenso. Ella sabía perfectamente que era de Sango...y la razón por la que la había escogido- creo que esta es tuya...- dijo entre pícara y divertida- pues es del mismo color de los ojos con los que sueñas a cada momento.
Sango sonrió ruborizada, mientras tomaba la flor con sus manos...y no le importó que Aome estuviera presente y la acercó a su corazón. Después de todo su amiga sabía tanto como ella sobre sus sentimientos hacia el monje...
Ojalá se percatara de otros asuntos...
Sango
Después de haber hablando con Aome, la bella exterminadora se dirigió a la cabaña para buscar su arma y limpiarla. No tenía nada por hacer y tampoco estaba hambrienta, así que no se preocuparía en comer.
Mientras se ocupaba del Hirakoutsu, pensaba en la reacción de sus amigos cuando Aome llegó. Seguramente todos habían ido a recibirla, la habrían acompañado y en este momento estarían buscando los ingredientes para la cena. Suspiró. No había nada que hiciera más feliz y que preocupara más a sus amigos que Aome. Si la chica reía, ellos estaban bien, Si la chica lloraba, ellos estaban mal. Todos la protegían, la hacían sentir bien y se preocupaban por su sentir...algo que nunca hacían por Sango.
Un vacío la invadió por dentro, junto con unos celos efímeros pero bastante latientes. Empezó a limpiar su arma más rápido. Sintió ira de la falta de atención hacia ella por parte de sus amigos y que siempre la mandasen a cuidar a Aome , sin importar lo que le sucediese a ella misma.
¡Reacciona!- se dijo la joven a si misma. No entendía porque se presentaban en ella esas emociones tan desconocidas y tan fuertes. Eran como unas embestidas que la sofocaban, que la desesperaban y la hacían sentirse perdida.
Terminó de ocuparse de su arma. No sentía hambre ni sed...sólo un calor y una inquietud que no la dejaba tranquila. Sus manos no paraban de moverse ni podía mantenerse quieta en un lugar. Entró a la cabaña e intentó ordenarla cuando de pronto Shippo entró en ella.
¿Qué haces Sango?- le preguntó el curioso Zorrito
Nada...sólo estoy organizando unas cosas-mintió sango, cuando de repente tomó la florecilla azul.
¿No sabes que le pasa a Aome?- preguntó de nuevo Shippo- la noto extraña, ojalá no sea nada grave. De todas formas, le buscaré una flores para que se alegre- dijo emocionado el chiquillo sin moverse de su lugar.
Este comentario fue la gota que derramó el vaso. De inmediato, los sufrimientos de Sango se reflejaron como una especie de flash es su cabeza: la muerte de su madre, la de su padre y toda su aldea, el poder de Naraku sobre Kohaku, su amor no correspondido por Miroku, la falta de atención de sus amigos...
No supo cómo ni cuando, pero Sango se halló arrodillada en el suelo, llorando desconsoladamente, con fuerza, con verdadero dolor...
¿SANGUITO QUÉ TE SUCEDE?- Gritó Shippo asustado...nunca había visto a Sango llorar de esa manera.
Yo sólo...- dijo la bella joven, tratando de levantarse y con el rostro lleno de lágrimas- yo sólo quiero que se den cuenta que yo también siento, también pongo en riesgo mi vida, que yo también puedo ser tan frágil como ella, ¡yo también soy una mujer!
Al exclamar estas palabras, salió corriendo de la cabaña hacia el bosque, mientras un confundido y atemorizado Shippo aún no entraba en razón.
Kykio
Aún se encontraba sentada en aquel árbol, pensando en su amado hanyou, el cual había perdido por culpa de una confusión y que había sido conquistado por su rival. Lo más irónico, es que esta era su propia reencarnación. Rió. Las jugarretas de la vida eran bastante curiosas.
Sin embargo, había pensado en su rival durante toda aquella tarde, y había llegado a una conclusión: Nadie podía separar a Aome del lado de Inuyasha y viceversa. Ambos se necesitaban, se complementaban y, aunque no lo admitían, se amaban...y ese sentimiento era algo indestructible.
Kykio e Inuyasha habían tenido hermosas experiencias, que ambos aún guardaban en su corazón. Pero eso fue el pasado, ahora un recuerdo. El hanyou ya tenía una vida, y ella trataba de aclarar sus sentimientos para empezar una nueva. Después de todo, ella no podía desacreditar el amor de Aome, quien arriesgaba su estabilidad para estar al lado de la persona amada, sin importar las dificultades que se presentaran ni que fuese correspondida.
Tanto ella como Aome sufrían por amor. No podía odiarla, después de todo, en el alma de aquella muchacha sólo había espacio para hermosos sentimientos y para la pureza.
Sonrió y miró hacia el firmamento. Ella misma, su reencarnación y Sakura debían ser las mujeres que más sienten y habían sentido dolor...o al menos eso era lo que ella pensaba.
Aome
Tomó sus cosas mientras se dirigía al pozo. Volvería a su época y no regresaría nunca más. Había dejado una nota clavada en un árbol en donde se despedía de todos. Lo lamentaba muchísimo, pero no podía seguir con ese ritmo de vida. Estaba dejando pasar las más maravillosas vivencias y la posibilidad de encontrar el amor...
¿Amor?- pensó
Paró en seco. Nadie ni ella misma podía engañarla. Su verdadero amor estaba en ese lugar, en un Japón de 500 años atrás. Estaba enamorada de verdad, no era un simple capricho o una atracción fugaz, eran las ganas de estar junto a esa persona toda su vida, de compartir a su lado los momentos más excitantes y hermosos que pudiesen vivir, de culminar sus años juntos a esa persona...
Las lágrimas rozaron sus mejillas. ¡Ella amaba tanto! Pero no recibía nada a cambio ¿Para qué quedarse? Después de todo, no era correspondida.
Corrió lo más rápido que pudo hasta llegar al pozo. Se detuvo frente a él, más que por tomar aire fue por la duda del corazón...¡No! debía hacerlo, era su única vía de escape, su única salvación.
¿a dónde crees que vas?- exclamó una voz que la sobresaltó. Con un temor que le recorría el cuerpo, giró en sentido contrario y quedó frente a él. Sus ojos se agrandaron.
Inuyasha- dijo con voz asombrada y temblorosa- ¿ Qué haces aquí?
Continuará.
Bueno...este capítulo, hmmm...no lo sé, opinen ustedes. Es que son las 01:00 am, me muero del sueño y me quiero ir a dormir. Pero no podía hacer esperar más a mis fans (jijiji ) ¡Dejen reviews! Y esperen el próximo capítulo:
Besos de: Sango Hirakoutsu/ Oreo chan/ Sango Chan/ Sango/
