N/A: Hola! Aki os presento una historia basada en la película de dibujos animados Simbad El Marino, pero teniendo como protagonistas a los Merodeadores. Os recomiendo que veáis, si podéis, primero la película, porque además de reíros un buen rato, entenderéis mejor el fic y los personajes, pero sino no pasa nada. Os paso una pequeña lista con el personaje al que interpreta cada uno.
Simbad el Marino – Sirius
Marina, prometida de Proteo – Emi (la de Poder de Persuasión)
Keill, mano derecha de Simbad – Remus
Proteo, príncipe de Siracusa – James
Sirvienta de Siracusa– Lily
Rata, marinero de Simbad – PeterDimas, rey de Siracusa, padre de Proteo – Dumbledore
Eris, diosa de la Discordia - Bellatrix
Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK Rowling y el argumento y la mayoría de las frases (por no decir todas) a la película Simbad El Marino producida por DreamWorks. En definitiva, que esto es una ruina. Nada es mío! A pesar de eso, disfrutar el fic!
CAPITULO 1: UN NOBLE PRINCIPE, UN VALIOSO TESORO... Y UN MALVADO LADRON
Envuelta en sombras, la diosa de la Discordia apareció en silencio. Sus cabellos negros ondeaban a su espalda, su túnica violeta se deformaba por el viento inexistente y su tenue sonrisa anunciaba un mal próximo.
La diosa flotó por el espacio, acercándose a un pequeño planeta.
-Despertad, mis hermosas criaturas... – llamó con una voz alegre, casi maternal – Levantaos y brillad. Llega un nuevo día y en el mundo de los mortales reina la paz...
Varias estrellas empezaron a centellear, y de ellas salieron rayos que se unieron a otras estrellas. Las formas empezaron a crearse y las criaturas de la noche aparecieron para reunirse con su creadora: serpientes gigantes, pulpos y escorpiones de tamaño descomunal. Criaturas de pesadilla creadas con el solo fin de atormentar las almas.
-... pero eso no durara. Mirad – susurró, moviendo las nubes con un movimiento de su delicada mano – Fijaos bien; tiro de este hilo y todo su mundo se deshace en el Caos... ¡Glorioso Caos!
La diosa sonrió, abriendo la manos a sus lados, como si solo con ellas pudiera hacer lo que se le antojara. Y lo cierto es que así era.
Abrió mucho los ojos al fijarse en las aguas del planeta, donde cruzaban el mar dos navíos, impulsados por las fuertes corrientes.
-¿Acaso puede haber una ocasión mejor que ésta? Un noble príncipe, un valioso tesoro... y un malvado ladrón.
Suspiró, sonriendo complacida.
-Ah, esto será divertido – murmuró, volviéndose para encarar a uno de sus criaturas, un extraño calamar gigante – Zetus... Ya conoces tu misión. ¡Que de comienzo el juego!
Zetus, obedeciendo a su creadora, se lanzó al planeta. Las estrellas que lo formaban desaparecieron, y la carne y los huesos cobraron vida en él. Cayó al mar, peligrosamente cerca de los dos navíos que surcaban el océano, ajenos a cuanto ocurría más arriba, en el espacio de los dioses.
Por la cubierta del barco del malvado ladrón, los marineros escuchaban atentamente a su capitán, que se paseaba por cubierta, mirando al navío que iba delante de ellos.
-Señores, ¡esto es lo que esperábamos! El objeto más valioso del mundo va camino de Siracusa – anunció, aunque todo el mundo ya lo sabía. Luego se giró, y unos hoyuelos se le formaron en el rostro al sonreír pícaramente – Es una lástima que nunca llegue allí.
Los vítores se extendieron por toda la tripulación, que gritaba entusiasmada.
-Y después, ¡a jubilarnos a las Fiji! – terminó Sirius, frotándose las manos satisfecho.
El barco aumentó su velocidad, la tripulación se colocó en sus puestos y se prepararon para el abordaje. Unas cuchillas, activadas por Spike, el perro baboso de Sirius, se clavaron en el barco de Siracusa.
Sirius, desde uno de los mástiles, se descolgó con una cuerda, dio una voltereta en el aire mientras sacaba sus dos espadas y cayó con estilo en el barco enemigo. ¡Empezaba la acción!
Seis hombres de la armada real se le echaron encima. Con sus espadas se quitó a dos de encima, y parecía perdido, pero entonces Spike se catapultó desde el barco y cayó encima de la cabeza de uno, noqueándole. Saltó al siguiente y le baboseó la cara, dejándolo incapacitado para luchar.
Y entonces la tripulación del barco pirata abordó el navío. Las luchas parecían interminables; espadas y cuchillos volaban por todos lados.
Remus, la mano derecha de Sirius -un hombre de dos metros, mulato y muy, muy musculoso- arrancó un trozo de madera del casco y se llevó por delante a cuatro soldados.
Una bomba explotó por otra zona del barco, desorientando a muchos, pero no a Sirius, que espadazo tras espadazo, y salto tras salto, acababa con todos. Colgar a un hombre del mástil, hacer malabarismos con las espadas para despistar al contrario y colarse por debajo de las piernas del enemigo formaba parte de lo que él consideraba un buen combate.
Cuando estuvo rodeado, clavó las espadas en el suelo y apoyándose en ellas empezó a repartir patadas a diestro y siniestro. Luego dio una voltereta en el aire, arrancó las espadas del suelo, y cayó sacudiéndose el polvo de los hombros al lado de Remus, que negaba con la cabeza con cara de incredulidad.
-¿Qué tal esa pirueta? Ha molado, ¿eh? – dijo Sirius, guardándose las espadas mientras miraba a su amigo.
-Le has echado teatro – replicó Remus, haciendo un gesto con la mano – Solo un pelín.
-Arg... ¿qué yo le echo teatro?
AHHHHHHH (grito de guerra)
Uno de los hombres de la armada fue hacia ellos con la espada en alto, dispuesto a atacarles. Remus se dio la vuelta, mordió la espada deteniendo el ataque y con un movimiento de mandíbula lanzó al pobre hombre por encima suyo directo al agua. Luego escupió la espada, satisfecho de si mismo.
-Oh... ¿y dices que yo le echo teatro? – preguntó Sirius, alzando una ceja.
Todavía quedaba una pelea. Los marineros de Sirius estaban cayendo uno a uno a manos de James, el príncipe de Siracusa, heredero al trono.
Sirius abrió los ojos al verle, pensando que estos le engañaban.
-James...
-Esto se pone interesante – murmuró Remus, pensando en voz alta - ¿Cuánto tiempo hace?
-Demasiado tiempo – contestó Sirius, acercándose a la zona de la lucha.
James, usando la espada, patadas y movimientos rápidos había conseguido desarmar a todos los piratas. Sirius sonrió.
-Aún luchas como una viejecita – comentó, como si hiciera un antiguo chiste.
-¿Sirius? – dijo James, bajando la guardia.
Uno de los hombres que aún quedaban en pie le tiró al suelo y entre varios consiguieron apresarle, pero él se levantó y se los quitó de encima, ahora receloso.
-Sirius, ¿qué es lo que estás haciendo aquí?
-Trabajando – contestó Sirius, forzando la cerradura de la puerta que llevaba a la cámara donde estaba el valioso tesoro que tanto anhelaba - ¿Y tú?
Pero James ignoró la pregunta.
-¿Dónde has estado? ¿Qué ha sido de ti?
-Hum... ojalá pudiéramos charlar, pero tengo cosas que hacer, sitios que ver, objetos que robar... – dijo, abriendo la puerta y entrando en el camarote.
Un enorme camarote vacío, y un pedestal en medio, en el que se encontraba el objeto mas valioso de Siracusa: el Libro de la Paz.
Sirius soltó un silbido, sorprendido por lo que veían sus ojos. Pero James le cortó el paso, sujetándole del hombro.
-Sirius, quiero que me escuches...
-Había oído hablar de él – empezó el pirata, esquivando a su amigo y acercándose al tesoro – pero nunca lo había visto.
-Mi misión es protegerlo.
-¿Ah, si? Pues lo siento en el alma pero te van a despedir.
-¿No hablas en serio? ¡Apareces después de diez años para robarme!
-Ojalá no fuera a ti, de verdad, pero-
-¡Pero es a mi!
-Sirius.
-James... teníamos un saludo especial, palabras clave, un escondrijo secreto. Era muy divertido, pero éramos niños.
-¡Éramos amigos! No vas a robar esto, al menos no a mi. Y además, ¿qué piensas hacer con él? El libro nos protege a las doce ciudades – dijo, señalando al libro.
-Por eso. Imagina cuanto vais a pagar para recuperarlo.
-Te lo recordaré otra vez – dijo James, poniéndose entre Sirius y el libro – Hace años tu y yo éramos amigos. Si aquello de verdad significó algo para ti, demuéstralo.
-Es cierto. Eso fue hace muchos años – murmuró Sirius, extendiendo el brazo hacia el libro.
Pero James se la cogió y le apartó de él, sacando la espada. Sirius también sacó la suya, pero ninguno de los dos se decidió a atacar. El último bajo la espada, sonriendo de medio lado.
-Vamos, no te hagas el héroe, James – dijo, acercándose con la espada bajada.
James atacó. Ambos lucharon unos segundos, y hubo un momento en que sus rostros estuvieron a pocos centímetros.
-¿Quieres el libro? Tendrás que matarme – dijo James, en un último aviso.
De improviso, la pared del camarote se derrumbó y ambos cayeron al suelo. Un enorme tentáculo acababa de destrozar el barco.
James y Sirius salieron corriendo a cubierta, espadas en mano. Pudieron ver al monstruoso pulpo agarrado a los mástiles, tirando algunos, mientras los soldados intentaban defenderse.
-Dioses – susurró James, poniendo cara de cansancio.
Sirius se guardó la espada y dio un golpe en el hombro a su amigo.
-Veo que estás ocupado, así que me voy.
James puso cara de perplejidad y le persiguió.
-¡Espera, espera! ¿Te vas sin más?
-Eh... si – contestó, subiendo a la borda para saltar a su barco que se encontraba pegado al de Siracusa. Súbitamente, uno de los enormes tentáculos del pulpo formó una ola, y mandó lejos el barco del pirata.
Sirius miró al bicharraco con cara de odio y se dispuso a atacar al ser que había impedido su gloriosa huida. Cogió una antorcha y encendió la mecha de un cañón, apuntando al aire. La bala salió y el calamar, atraído por ella, sacó la lengua y se lo tragó.
-Y ahora, calamares fritos – anunció Sirius, ayudando a levantarse a James.
El principal problema fue que lo único que hizo la bomba fue hacer soltar babas al pulpo, y la mayor parte cayeron curiosamente encima de Sirius y James, que se miraron asqueados.
-¡Tengo un plan! – gritó Sirius, empezando a llamar la atención del calamar. Éste sacó la lengua y Sirius, moviéndose rápidamente, la clavó con su espada en cubierta.
Acompañado de James, escalaron un mástil, y con un juego de cuchillos, consiguieron clavar dos mástiles rotos en la cabeza del calamar gigante. ¡Pinchitos morunos y problema resuelto!
Sirius y James bajaron a cubierta, y se felicitaron.
-Gracias por estar aquí – dijo James, sonriendo.
-Si, como en los viejos tiempos – replicó Sirius, dándole una palmada en el hombro.
De pronto, vio como uno de los tentáculos del pulpo iba directo a su amigo.
-¡CUIDADO! – gritó Sirius, intentando avisar a James, pero ya era tarde para que reaccionara.
Empujándole bruscamente, le apartó, y el tentáculo dio a Sirius en pleno estómago, lanzándole lejos, al mar.
James vio como caía e intentó lanzarse al agua para rescatar al amigo que le había salvado la vida, pero se lo impidieron.
Sirius se hundía cada vez más en el océano, arrastrado por el calamar que le sujetaba con uno de los tentáculos. Intentó zafarse, pero era demasiado fuerte, y empezó a sentir como las fuerzas le abandonaban. Necesitaba un aire que no podía conseguir. Los ojos se le empezaron a cerrar, y la inconsciencia empezó a nublarle la mente.
Justo entonces vio aparecer una sombra delante de él. La diosa de la Discordia formó una burbuja que rodeó a ambos.
Sirius cayó al suelo de la burbuja -si se podía llamar así- tosiendo ruidosamente. Tardó unos minutos en recuperarse antes de poder levantar la vista.
-Con lo prometedor que había empezado el día... Y mira ahora, mi monstruo está muerto y sigo sin tener el Libro de la Paz. Y todo por tu culpa – masculló la diosa, furiosa, cruzándose de brazos.
-Aja... Y tu... ¿quién eres? – preguntó Sirius, con los ojos como platos y sin entender nada.
-Bellatrix, la diosa de la Discordia. ¿Habrás visto mi imagen en los muros del templo? – susurró, haciendo unos juegos de luces y sombras a su espalda. Unas alitas con aspecto de murciélago salieron de su espalda, para luego desaparecer tan rápido como habían venido.
-Claro – dijo Sirius, sin tener ni idea de lo que hablaba – ¿Sabes? Ganas en persona.
-Ya... pero volvamos a mi monstruo – sugirió la diosa.
-Lo siento, de verdad, te lo digo de todo corazón – dijo Sirius, poniendo cara de no haber roto nunca un plato.
Bellatrix rió, como si no se creyera lo que acababa de oír.
-¿Corazón? ¿El tuyo? Sirius... tu no tienes corazón – dijo, con voz provocadora – Eso es lo que más me gusta de ti.
Bellatrix se empezó a acercar. Sirius observó el movimiento sinuoso de sus caderas, su cuerpo esbelto, su largo pelo negro... Tragó saliva.
-Dejare que sigas con vida – dijo, acariciándole la mejilla. Sirius no podía despegar los ojos de la hermosa diosa – Pero hay algo que tienes que hacer por mi. El Libro de la Paz, tráemelo.
-Es que, veras, yo ya tenía mis planes. Pedir rescate, hacerme rico... cosas mías.
-Te conformas con muy poco, Sirius – en su mano apareció un cuchillo, peligrosamente afilado. Lo paso cerca del rostro del pirata, quien sintió el frío filo en su mejilla – Róbalo para pedir rescate, y tendrás para vaguear en una playa desierta. Róbalo para mi, – aseguró, llevándose las manos al pecho - y podrás comprar la playa, toda la isla... y el mundo entero.
Bellatrix se acercó sensualmente a él, hasta prácticamente susurrarle las últimas palabras al oído.
Sirius se llevó una mano a la barbilla, pensativo.
-Hum... Me dejas vivir, me haces rico, me retiro al paraíso... ¡No veo inconveniente!
Pero cumple tu palabra – advirtió.
-Sirius, cuando una diosa da su palabra es un compromiso eterno – explicó, haciéndose una cruz superficial en el pecho con el cuchillo.
-De acuerdo; acepto.
-Sabía que te convencería – susurró. Luego con el cuchillo dibujo en el aire el horizonte, con el mar brillante en un atardecer. Al fondo, brillaba una estrella - Cuando hayas robado el libro, sigue la estrella que hay más allá del horizonte. Así llegarás al Tártaro, mi reino del Caos.
-El Tártaro – repitió Sirius – Bien, te veré allí.
-Será nuestra cita.
Bellatrix se llevó un dedo a los labios, como si pensase.
-Bien, por donde íbamos... Ah, si – exclamó con una risa infantil - te estabas ahogando.
La burbuja desapareció y Sirius nadó a la superficie.
Desde el fondo del océano, Bellatrix contempló como Sirius desaparecía, sonriendo con malicia.
-Reconozco que es mono... al igual que crédulo.
Luego se volvió, mirando al calamar, que se había vuelto a convertir en una unión de estrellas – Zetus, buen trabajo.
Ya en la superficie, el poderoso brazo de Remus le subió al barco, donde su tripulación le recibió con vítores.
Unos gemelos intercambiaron el dinero que se debía. Habían apostado... ¿volvería con vida Sirius?
Pero no todo eran risas. Remus estaba preocupado, y con su habitual tranquilidad preguntó a su capitán que es lo que había ocurrido en el mar.
-Ah, no te lo creerías – murmuró Sirius, haciendo un gesto con la mano.
-Inténtalo – sugirió Remus, y ahora toda la tripulación le escuchaba.
-De acuerdo. Escuchad, he conocido a Bellatrix, la diosa del Caos. Está coladita por mi y me ha invitado a su mansión – dijo, vaciándose la bota de agua.
Remus se acercó a él y le miró de cerca.
-¡Ja! – soltó – te vas superando. La diosa del Caos... eso me lo apunto – comentó, marchándose hacia la zona del timón.
De una de las lianas se descolgó un pirata feucho y canijo, que contestaba al nombre de Peter, alias Rata, y le preguntó a donde iban a ir a continuación.
-Tranquilo, Rata... al menos sabemos a donde van – dijo Sirius, mirando como la embarcación de James partía hacia Siracusa.
No estaba seguro, pero juraría haber visto a James en cubierta, mirando con una sonrisa en su dirección.
N/A: Bien, os ha gustado? Espero k si (y k dejéis reviews diciendo k os ha parecido). Ya tengo todo el fic completo, son 6 xapis, xo subire de uno en uno cada tres dias o asi.
