CAPITULO 3: UN BARCO NO ES LUGAR ADECUADO PARA UNA MUJER
Era de noche, pero el barco de Sirius se preparaba para partir. Toda la tripulación estaba en movimiento, cargando las últimas provisiones para el viaje.
Peter volaba colgado de una cuerda de un sitio para otro, encendiendo las antorchas, mientras Remus miraba al puerto, apoyado en la barandilla. Levantó al vista y divisó a Simbad, que contemplaba la estrella que Bellatrix le había señalado.
-¿Tienes idea de cómo llegar hasta el Tártaro? – preguntó Remus, extendiendo un mapa sobre una mesa cercana.
-¿El Tártaro? – replicó Sirius, y rió, pero fue una carcajada amarga, carente de vida – No, no, no... Aquello es una muerte segura.
-¿Y a dónde vamos?
-¡A las Fiji! –exclamó Sirius, poniendo otro mapa encima del de Remus, en el que salía dibujado en los extremos mujeres con collares de flores.
(Musiquita tropical de fondo)
Remus se cruzó de brazos, alzando las cejas.
-¿Las Fiji? ¿En está época?
-Piensa en sus playas... – replicó Sirius, soñador.
-Son preciosas, si te gustan los mosquitos, claro.
-¡Piensa en el sol! – exclamó, abriendo los brazos.
-Es la estación del monzón.
-Ah – susurró, dando un codazo juguetón a su amigo – Las mujeres...
Remus le puso una mano en el hombro, poniendo cara de desesperación.
-Son caníbales, Sirius.
-¡Exacto! – exclamó, sonriendo.
Remus miro al cielo, cansado de intentar convencer a su amigo.
-Vamos, Remus...
-¡Es tu amigo!
-Estás hablando como mi madre. ¡A James no le pasará nada!
-¿Estás seguro? – preguntó Remus, cruzándose de brazos.
-Tu y yo sabemos que Albus no dejará que ejecuten a su único hijo.
-¿Así que huimos?
-Nos jubilamos – corrigió Sirius – No necesitamos más robos, tenemos suficiente. Anda, pon rumbo a las Fiji.
Sirius se volvió a su tripulación, y anunció:
-Señores, ¡nos vamos a las Fiji!
Hubo vítores y aplausos, incluso Rata saltó y ladró –uy, quiero decir... Spike saltó y ladró-, pero Sirius no se unió a la celebración, sino que bajó a su camarote. Abrió la puerta y la cerró de nuevo, dejándola entornada. Acababa de descubrir una inquilina. Emilyn estaba dentro del camarote, observando todo lo que Sirius había robado y guardado allí.
-Fijate en esto... es increíble – murmuró Emilyn, acercándose a una especie de esqueleto metamorfoseado – No, no puedes ser autentico. Sería... demasiado delicado.
Al tocar con el dedo el esqueleto se cayó un trozo al suelo. Emi se mordió el labio.
-Eso ya es más normal – pensó en voz alta, dirigiéndose a otro objeto – Robado... en Venecia.
Detrás de la puerta, Sirius lo había visto todo –incluido como rompía un trozo de su esqueleto- y se decidió a entrar. Emi seguía observando los objetos, distraía.
-Esto es de Pompeya, y esto – dijo, levantando un sujetador del que colgaban cositas tintineantes y brillantes – en un burdel de Siracusa.
-Así es – dijo Sirius, haciendo que Emi se girara a encararle de inmediato - ¿Qué estás haciendo aquí?
-Comprobar que recuperas el Libro de la Paz, o devolver tu cadáver si fracasas.
-Ah, si – replicó Sirius, levantando una ceja - ¿Y cómo piensas hacer eso?
-¡Con todos los medios a mi alcance! – exclamó Emi, apretando los puños.
-Ya... ¿Tienes tripulación?
-Mmm... no.
-¿Sabes ir al Tártaro?
-No.
-¿Sabes navegar sola?
-¡Si! – exclamó Emi, tan contenta como si hubiera ganado algo.
-¡Perfecto! – replicó Sirius, acercándose a ella – ¡Entonces pondré tu trasero en un bote y podrás navegar hasta Siracusa! Porque este barco va ¡a las Fiji!
Sirius se tumbó en su cama y varios mechones oscuros cubrieron su rostro.
-¿Fiji? – repitió Emilyn, incrédula.
-Si, señora.
Emi se apoyó en uno de los tabiques y miró a Sirius.
-No me equivocaba.
-¿Qué? – preguntó Sirius, incorporándose.
-Sirius, es evidente que no eres un hombre complicado. Solo basta con pensar ¡en el acto más cobarde y ruin! y seguro que lo acabas haciendo.
-Oye, no es mi problema. No he robado ese libro.
-Veo que no dejarás que nada te quite el sueño, ¿no? – dijo Emi, sentándose también en la cama.
-¡Ni la siesta!
-Porque yo no podría dejar de dar vueltas en la cama sabiendo que estoy viva gracias a que mi amigo ¡morirá!
Sirius soltó un bufido y se levantó, siguiendo a Emi.
-Yo no soy responsable de este lío, ni le pedí a James que se jurara el cuello por mí.
-Oye – dijo Emi, volviendo a mirarle con una mueca – está claro que no puedo apelar a tu honor, pero... tengo otros métodos para convencerte – susurró, poniéndose las manos en las caderas.
Sirius se quedó callado, pero sus ojos se desplazaron momentáneamente a los primeros botones desabrochados de la camisa de Emi, que dejaban ver el principio de unos sugerentes senos.
-¿Ah, si? – dijo Sirius, tragando saliva – Ah... ¿qu-qué métodos son esos?
-Pues hablar tu idioma – respondió Emi, haciendo que su rostro quedara a unos centímetros del de Sirius.
Entonces le puso un zafiro delante de los ojos. Sirius lo cogió y admiró su brillo.
-Continua.
Emi cogió la mano de Sirius y vació un saquito en ésta. Más zafiros, además de rubíes y esmeraldas, brillaron en la mano del pirata.
Sirius los sopesó, y luego miró a la mujer, complacido.
-Si, esto servirá, pero no... para ir en primera clase.
La sonrisa de Emi se desvaneció de su rostro, y sospechó lo peor.
Unos segundos después, Sirius salía cargando con Emilyn como un saco de patatas. La mujer forcejeaba, dando patadas al aire.
-Verás que nuestras instalaciones están pensadas para complacer los gustos más refinados. ¡Todas ellas con vistas al mar!
Bajaron unas escaleritas y Sirius abrió la puerta que daba a la bodega, dejando a Emi en el suelo.
-Lujosas estancias con tres tipos de comida al día – y con los dedos empezó a enumerar – Pepinillos, huevos y ¡pepinillos!
Spike también había entrado en la bodega, y les miraba soltando babas –cosa nada extraña.
-Ah, hola Spike – saludó Sirius, acariciando la cabeza al perro. Luego se dirigió a Emi – Te presento a tu nuevo compañero de camarote.
Emi abrió la boca indignada, pero no le salieron las palabras.
-Aunque en realidad tu eres la nueva porque la cama es suya – comentó entre risas el pirata. Spike corrió a saludar a la mujer lamiéndole la cara – Esperamos que tenga una grata estancia a bordo de La Quimera. Ah, por cierto –añadió, refiriéndose a Spike - si se te abraza a la pierna, es que le gustas.
Cerró la puerta, dejándola encerrada. Al mirar a su tripulación, vio que todos tenían una de esas fantásticas joyas que Emi le había dado. Todos se apresuraron a esconderla disimuladamente.
-Cambio de rumbo. ¡Vamos al Tártaro!
-¿Qué? – soltó uno de los dos gemelos - ¿Ya no Fiji?
-¿Ya no diversión? – preguntó el otro.
-¿Ya no playas? – terminó el primero.
Una collar de flores cayó desde las alturas justo en la cabeza de Sirius.
-¡Rata!
El pirata bajó de inmediato del mástil, colgando de una cuerda.
-¿Ha dicho Tártaro? – preguntó con temor.
-Eso es.
-¿Se trata del mismo Tártaro del que ningún marinero ha vuelto nunca? ¿El Tártaro de las almas en pena, donde te rompen los huesos y te hacen picadillo?
La voz de Peter temblaba y los escalofríos le recorrían continuamente la espalda. Sirius agarró la cuerda de la que colgaba Rata boca abajo –curiosamente estaba ya un poco rojo-.
-No, Rata, este es el Tártaro bueno, donde hay playas y cócteles. El de las sombrillitas.
Peter sonreía asintiendo, creyéndoselo todo.
Sirius llegó hasta el timón, donde Remus le esperaba con una extraña expresión.
-Solo lo hago por el dinero – aseguró Sirius.
-Claaaro... ¿cómo llegaremos allí?
-Esa estrella es nuestro destino.
Sirius señaló al horizontes, a esa estrella que brillaba día y noche. La que la diosa le había señalado.
Y hablando de ella, podemos decir que no estaba muy lejos. En el Tártaro, acompañada por sus fieles criaturas, Bellatrix contemplaba el barco de Sirius en una copa llena de agua.
-Vaya, parece que no piensa escapar – comentó a sus monstruos, haciendo una mueca de fastidio – Se ha empeñado en hacernos una visita.
La diosa sonrió con malicia. Se lamió la yema del dedo y empezó a hacer una melodía con los bordes de la copa.
-Le recibiremos con música ambiental.
SSSSSSSSSSSSSSSS
Librándose de las bisagras con un cuchillo Emi había conseguido salir de la bodega, y ahora paseaba por cubierta. Se quedó paralizada al ver que delante de ella se extendían dos montañas puntiagudas, y que iban a pasar por el desfiladero de agua que se abría entre las dos.
-Los Dientes del Dragón...
De pronto, Rata cayó a su lado, como siempre colgando de una cuerda.
-Eso es, señorita. ¡Solamente un loco osaría gobernar un barco a través de estas rocas!
-Rata – gritó Sirius, desde el timón – ¡Arría el trinquete!
Y Peter desapareció tan rápido como había llegado. Emi decidió ir entonces al timón, preocupada por lo que el pirata le acababa de decir.
-¿Seguro que sabes lo q-
-Si, no es la primera vez que hago algo así.
-Oye, y-
-No, no hay otro camino.
-Y-
-Si, dejaré que te quedes para darte una lección gratuita de náutica – comentó con arrogancia.
-¡Yo no-
-Además – añadió Sirius, mirando a Emi – Un barco no es lugar adecuado para una mujer.
Emi decidió callarse porque entonces le partiría la cara, y le necesitaban para cruzar los Dientes del Dragón.
Cuando entraron, toda la tripulación tuvo la sensación de que se habían adentrado en otro mundo; uno muy peligroso. El cielo se había oscurecido, y una extraña melodía resonaba en el desfiladero, aunque no fuera posible especificar su procedencia.
-¿Qué es ese sonido? – preguntó Emi, mirando a los barcos encallados que había entre las rocas.
Sirius le hizo un gesto de silencio y cerró los ojos, disfrutando con la suave melodía. Emi abrió mucho los ojos al ver que de las mujeres de madera que adornaban la proa de los barcos, caían mujeres. Agua con siluetas femeninas.
-Son sirenas... – murmuró, siguiendo las formas que nadaban y daban saltos en el agua.
Toda la tripulación estaba extasiada, y se acercaban a las barandillas de madera, alargando los brazos para intentar tocarlas.
La música aumentaba su intensidad, y ahogaba el ruido de los rápidos en los que se metió el navío.
Emi intentó despertar a Sirius, pero éste parecía como sumido en una letargo.
-¿Chen? ¿Li?
Los dos gemelos bailaban por cubierta, intentando apresar a esas esquivas sirenas de agua. Otro marinero se quitó la camisa, abriendo los brazos.
-¡Soy vuestro, nenas! – gritó, ajeno a todo lo que le rodeaba.
-¡Remus! – gritó Emi, intentando despertar todavía a Sirius, pero el enorme hombre no escuchaba. Estaba apoyada en la barandilla, y se pasaba la mano por el pelo, mirando con ojos adoradores a una sirena.
-Ven conmigo, hablemos del amor – susurró Remus con voz sensual.
Si Remus se había vuelto loco es que todos los hombres estaban perdidos. Sirius lo demostró una vez más, todavía en su propio sueño.
-Venid y amad a Sirius.
-Arg, ¡hombres! – exclamó Emi, haciendo una mueca de desesperación. Luego empujó a Sirius, que cayó al suelo, y cogió ella la dirección del barco, evitando que se chocaran contra una enorme roca.
Pero ahora las sirenas intentaban atraer a los marineros al agua, y Emi no podía abandonar su puesto. Miró desesperada a todos lados, intentando pensar en algo; entonces vio una cuerda y a Spike al lado.
-¡Rodéales, vamos!
Spike salió disparado con la cuerda en la boca, y rodeó a la tripulación, atándoles en mitad de cubierta.
Emi vio como Rata bajaba de su mástil, embobado –su estado normal - y se iba hacia el agua, colgando peligrosamente del borde de una cuerda. Cayó al agua.
La mujer puso a Simbad en el timón, para que un peso mantuviera el rumbo, y pasó una cuerda por encima de una de las velas. Del otro lado, colgaba un gancho, con el que cogió a Rata y le sacó del agua. Ató el cabo el uno de los postes y dejó a Rata colgando.
Una sirena estaba ahora intentando atraer a Sirius al agua, y éste la seguía como si fuera la mujer de su vida.
-Spike, ¡coge a Sirius! – gritó Emi, ocupada con el cabo todavía.
El perro corrió a salvar a su amo, mordiéndole en el trasero y tirando de él. Sirius pegó un grito y trastabilló, pero otra sirena volvió a la carga, lanzando besitos acuosos al aire, de forma que Sirius pusiera una sonrisa bobalicona.
Nadie conducía el barco que, todavía en los rápidos, cayó por una cascada pequeña. Emi salió disparada y rodó por cubierta, yendo a caer justo en los brazos de Sirius, al que besó por la inercia. (Nda. Yaaa... eso dicen todas). Sirius seguía en su propio sueño, y pensando que era a la sirena a quien besaba, cogió a Emi por la cintura, apretándola contra su pecho.
Incapaz de librarse de su abrazo, la mujer no tuvo más remedio que darle un puñetazo para quitárselo de encima –Sirius cayó inconsciente al suelo- y corrió de nuevo a coger el timón. ¡Ahora no tenía tiempo para pensar! Delante había unas rocas que no podía sortear, y a la derecha se veía un camino que daba a mar abierto... solo que un barco encallado impedía el paso.
-¡Spike! – gritó Emi - ¡Las cuchillas!
El perro corrió a la zona en la que se activaban las cuchillas, pisando en su camino la cabeza de Sirius, que acabó estampado contra el suelo. Al activar las cuchillas, estas salieron por los lados del barco y destrozaron el barco que les impedía el paso. No fue difícil, puesto que la madera estaba ya podrida por la humedad, pero un tocón salió volando dando a Sirius, que estaba incorporándose, en mitad de la frente.
Cayeron en mar abierto. La música había cesado, y los piratas empezaron a despertar de su sueño.
Sirius, sorprendido de encontrarse en ese lugar, cuando segundos –bueno, segundos para él, porque para Emi...- antes se había encontrado en los Dientes del Dragón. Miró a la zona del timón, y vio a Emilyn, que seguía gobernando el barco. Elevó los ojos al cielo, poniendo cara de horror-ahora-no-habrá-quien-la-soporte.
El resto de la tripulación se iba despertando. Uno de los piratas soltó al pez globo al que estaba llamando "preciosa" y Rata se descolgó del gancho al que Emi le había atado.
Uno a uno, todos miraron a Emi, agradecidos.
-Nos ha salvado.
-Emilyn nos ha salvado.
-¿Nos ha salvado? – preguntó Peter, algo más lento.
-¡Eh, muchachos! Volved a la realidad – exclamó Remus, intentando recuperar el orden – Todos a vuestros puestos.
Mientras Sirius se había acercado a Emilyn, con cara de enfado. Spike fue detrás de él, y recibió las caricias de la mujer, que le llamó "héroe" y "valiente". Spike soltó babas complacido.
Sirius intentó llamar la atención de Emi, carraspeando. Ésta le miró, levantando las cejas.
-¿No es lugar adecuado para una mujer?
Una vena le latió en la sien a Sirius porque no quería admitir que Emilyn le había salvado la vida.
-¡Claro que no! – y miró alrededor buscando una excusa - ¡Mira mi barco! La baranda era de caoba tallada a mano, y ¡esto! – gritó, señalando a unos grabados en la madera - ¡Estas molduras procedían de Damasco! ¿Tienes idea de lo que me costó robar todo esto? E ahí porqué las mujeres no deberían conducir – acabó, dando un golpe en la baranda.
-¿Pero tú eres idiota o qué? ¡Te he salvado la vida! – gritó Emi, apretando los puños para no darle otro puñetazo a Sirius.
-No me habría pasado nada – replicó con arrogancia Sirius, empujando a Emi para quitarla el mando del barco – Nunca me pasa nada.
-Ya – dijo Emi, entrecerrando los ojos. Luego se dio la vuelta y se fue a la bodega, mascullando entre dientes – Desagradecido... es típico.
Antes de que se metiera en la bodega, Sirius se fijó de nuevo en la baranda.
-¡Y has levantado la pintura! ¡Aquí! ¡Y aquí! ¡¡Y mira esto!! – gritó indignado - ¡Esto es más que un arañazo!
Emi cerró las puertas con un portazo que resonó por cubierta.
Toda la tripulación se volvió para mirar a su capitán, con ojos acusadores. Este retrocedió un poco. ¿Ahora se ponían del lado de esa mujer?
-Arg... el perro (Spike también le miraba mal)... la tripulación... la mujer...
Sirius caminó despacio hasta la puerta de la bodega, y llamó seca y bruscamente. Así:
POM POM POM
Luego se cruzó de brazos y volvió a golpear la puerta, algo más suave. Más o menos así:
Pom pom pom
Emi abrió de golpe, sacando la cabeza.
-¿Qué?
-Gracias – soltó Sirius, como si le costara la vida.
-¡No hay de que!
-¡No te preocupes!
-¡No te molestes mas!
-¡Descuida!
-¡Bien!
-¡Adiós!
-¡Hasta nunca! – gritó Emi, y volvió a cerrar de un portazo.
Sirius miró furioso a la tripulación y todos volvieron rápidamente a sus puestos, ya que se dieron por satisfechos con esa... como decirlo, apasionada y breve conversación.
El capitán miro a su perro, que ya no le miraba mal, sino que volvía a babear.
-¿Qué, contento?
El perro babeó aún más, dando su aprobación. Sirius se volvió a fue a hablar con Remus, y mientras se iba, Spike pudo ver lo que le había costado a su amo el precio de que le salvara la vida. Un precioso agujero en el pantalón, que le dejaba al descubierto sus bien formadas partes bajas... traseras.
N/A: Aki va otro xapi... he tardado muxo en subirlo pork queria ver si recibia mas reviews, pero en vista del éxito, he decidido subirlo con los que tengo. Graxias a Kitty Bellatrix de Malfoy, a Maite, a Angie Crowe y a Adla Lanai por sus reviews! Sois las mejores!
