CAPITULO 4: ¡PEPINILLOS CON HUEVOS!

De nuevo en Siracusa, James miraba desde su celda la ciudad, que seguía en sombras. Unos golpes secos sonaron en la puerta y ésta se abrió tímidamente.

La cabeza de una joven mujer se asomó, y pidió educadamente permiso para pasar.

-Le traigo la cena, alteza.

-Déjala en esa esquina. Ahora no tengo hambre – ordenó James, sin mirar a la joven.

-Con su permiso – murmuró la joven, andando hacia la puerta para marcharse.

-Espera – exclamó el príncipe, cambiando de opinión. Quería conversar con alguien, aunque fuera una sirvienta.

La mujer bajó la vista mientras James la contemplaba y se fijaba en lo hermosa que era. El pelo rojo oscuro caía sobre los hombros, sin ningún tipo de adorno; y unos espectaculares ojos verdes daban una extraña luminosidad a su pálido rostro.

-No bajes la vista – dijo James, llevando su mano a la barbilla de la joven – Tienes unos ojos demasiado bellos para esconderlos.

La joven se sonrojó, y clavó los ojos en el heredero, con un principio de sonrisa en sus afrutados labios.

En ese momento entró el Rey, y ordenó a la muchacha que saliera, cosa que hizo después de hacer una breve reverencia.

-James, deprisa. Un barco espera en el puerto; una tripulación formaba por mis hombres más leales te llevará lejos de Siracusa.

El príncipe detuvo a su padre, con un gesto de la mano.

-¿Y la guardia de los embajadores?

-O duermen o han sido sobornados – replicó Albus, dirigiéndose hacia la puerta de la celda – Pero debemos irnos ya.

-¿Ir a dónde? – preguntó James, negando con la cabeza - ¿Pasar el resto de mi vida exiliado?

-¡Pero estarás vivo! – exclamó el rey – No puedo permitir que pagues por los delitos de Sirius.

-Él es inocente.

-James, ¡no seas ingenuo! ¡Sirius no piensa ir al Tártaro! El Sirius que conociste de pequeño no-

-Sigue estando en el hombre que es ahora – interrumpió James, decidido – Lo he visto.

-James... – murmuró Albus, sabiendo que no convencería a su hijo.

El príncipe puso una mano en el hombro de su padre.

-Vete, padre. Sé lo que hago – dijo, dirigiéndose de nuevo hacia la pequeña ventana.

SSSSSSSSSSSSSSSS

Habían llegado a una hermosa isla, llena de los recursos que necesitaban para reparar el barco.

-Escuchad – anunció Remus – ondearemos aquí diez minutos. Si os perdéis, os dejaremos.

Sirius, por su parte, miraba su querida baranda destrozada. Suspiró.

-Aigh... los estragos que ha causado una sola mujer – dijo, acariciando el casco del barco como si fuera un niño herido.

Emi le miraba desesperada, con los brazos en la cintura.

-¡Ya está bien! Solo hay que darle un poco de savia de árbol y quedará como nuevo.

-Cuando quiere pedirte consejo, te lo- ¡Eh! ¿A dónde vas?

Pero al no recibir respuesta y ver que la mujer estaba decidida a arreglar el barco, exclamó.

-Vale, bien, pero al menos no vayas sola.

Antes de que lo hubiera dicho, seis de sus piratas rodearon a Emi, tendiéndola manos para ayudarla a bajar del barco.

-Oh, gracias – susurró Emi, juntando las manos. Luego agregó lo suficientemente alto para que lo oyera Sirius – Da gusto ver que aún hay hombres que no han olvidado las normas de cortesía.

-Cortesía – masculló Sirius entre dientes, imitando la voz de Emilyn. Luego escuchó a Remus pasar por detrás de él, con un cubo en la mano para recoger savia - ¿A dónde vas?

-Sabes que tiene razón. La savia es perfecta para-

-¡Calla! Tú quédate en el barco – ordenó, saltando a tierra por encima de su destrozada baranda en un movimiento ágil.

Sirius alcanzó al resto de la tripulación en unos minutos, que se habían adentrado un poco para buscar un árbol abundante en savia.

-Ya te di las gracias – exclamó Sirius – De eso se trataba, ¿no?

-Se trata de reparar tu barco. Cuando yo rompo algo, lo arreglo – luego tendió la mano, mirando con ojo crítico al tronco de la palmera – Cuchillo.

-Oh, si, claro... como que voy a darte un arma.

El sonido de cuatro cuchillos desenfundándose a la vez resonó en los oídos de Sirius, autor del anterior comentario. Sus piratas tendieron los cuchillos a Emi, y ésta escogió el de Rata y se lo agradeció.

Peter se acercó a Sirius, y decidió hablar con él.

-¿Sabes? Debes intentar ser un poco más cortés.

Sirius cerró los ojos, respirando hondo. Cerró el puño y pegó un puñetazo a Rata, que cayó al suelo, con un ojo morado.

El capitán de La Quimera soltó un bufido.

-Y ahora una rata de bodega me va a enseñar educación...

-Lo cierto es que ella salvó el barco – dijo otro pirata.

-Gracias, Luca – respondió Emi, todavía recogiendo savia.

-Y ahora nos ayuda a repararlo – dijo uno de los gemelos.

-Y además es mañosa – añadió el otro.

-Y valiente – terminó el primero.

Sirius se tapaba la cara con la mano, intentando no perder la paciencia. Pero la perdió.

-¡Esta chica no sabe ni arreglar una uña rota! – gritó, empezando a andar de vuelta al barco.

Emi bufó, dándose la vuelta para encarar a Sirius.

-Eres el hombre más grosero y testarudo que he conocido en mi vida.

Sirius se dio la vuelta, y miró a Emi.

-Pchte (sonido gutural ), señorita, las de tu clase solo se relacionan con niñatos. Yo – dijo, señalándose y haciendo mucho hincapié en esa palabra – soy el único hombre que has conocido.

La mujer apretó con fuerza los puños y le tiro el cubo con la savia a Sirius en la cabeza.

-Jo, tío... - soltó Peter.

Sirius se dio la vuelta, con cara de odio y pringado de savia hasta los pies. Cogió del suelo un montón de barro y clavó sus ojos en Emi, que abrió los ojos como platos mientras Sirius cogía impulso.

-Oh, no, no, n-

PLAF

Emi se incorporó del suelo, quitándose el barro de la cara.

En segundo plano –alejados de los proyectiles- los gemelos volvían a sus apuestas.

-Cinco coronas por Emilyn.

Pero la mujer no estaba para escucharlos. Miró a Sirius furiosa.

-Eres un... egocéntrico.

-Consentida.

-Maleducado, pretencioso – gritó, cogiendo a un pobre cangrejo, víctima de su furia, y se lo lanzó.

-¡Ilusa!

-¡Pedante, egoísta!

-¡Arrogant-

No pudo continuar ya que un proyectil-coco le dio en la cabeza.

-¡Embustero! ¡Ingrato! ¡Repelente! ¡Antipático!

Sirius que había estado esquivando proyectiles-planta, proyectiles-estrellas de mar y un montón de cosas que iban lanzadas demasiado rápido para el ojo humano, se recuperó y soltó:

-Y además ¡reprimida!

-¿Reprimida? – repitió Emi, indignada – Te voy a dar reprimida.

Emi se agachó para coger una enorme roca plana del suelo y la levantó con intenciones de aplastar el cráneo a Sirius, pero justo entonces, la tierra comenzó a temblar. Las plantas desaparecieron... y un enorme ojo se abrió justo debajo de ellos.

Peter perdió el equilibrio y cayó en el liquido gelatinoso que cubría el ojo del enorme pez.

-Ahgg... – dijo Peter.

Spike fue a su lado y empezó a lamer el liquido.

-Ahgg... – dijeron todos ahora.

El pez de repente se empezó a mover, moviendo las enormes aletas que tenía a los lados.

-¡Corred! – gritó Sirius.

Todos salieron despavoridos hacia el lugar donde habían desembarcado.

-¡Remus, Remus!

El pirata, que se había quedado en el barco por orden de Sirius, contempló como su capitán y la tripulación que había desembarcado corrían hacia él, gritando su nombre.

-Voy – gritó, manejando el barco y acercándose al monstruo.

Todos cayeron del lomo del pez y se agarraron a las cuerdas que colgaban de las velas. Sirius cogió a Marina por la cintura –salvándola de que cayera al mar- y la dejó al lado de Remus, donde también cayó él.

-¡La estrella! – exclamó Emi, señalando al horizonte.

-Mantén el rumbo – dijo Sirius a Remus, cogiendo una soga con un garfio en un extremo y corriendo a proa. Lanzó el garfio, que se enganchó a las duras escamas del pez. La embarcación adquirió una velocidad de vértigo, y Sirius estampó su cara en cubierta por la inercia.

La risa de Emilyn resonó por todo el barco.

El capitán levantó la vista, y la vio allí, agarrada a una cuerda para no perder el equilibrio, y sin dejar de reír. Sirius sonrió, pensando que nunca había conocido a una mujer como aquella.

Las horas siguientes fueron... vertiginosas. El pez seguía dirigiéndose hacia la estrella, y su velocidad no variaba. ¡El maldito pez parecía no cansarse! Pasaron una noche bastante movidita, y cuando amaneció ya estaban todos congregados en cubierta, con un tono de piel verdoso muy poco favorecedor.

Sirius cortó la cuerda, y se sentó, intentando que su cabeza dejara de dar vueltas. Sus marineros estaban todos mucho peor que él, y no se movieron de la baranda, donde también estaba Spike, que empezó a hipar. Sus carrillos se hincharon y...

-Oh, ¡no! ¡n- ARG... – exclamó uno de los piratas.

-Eh – gritó Luca - ¿De dónde ha sacado las zanahorias?

Intentando no prestar atención al agraciado espectáculo que se desarrollaba entre la tripulación y el perro, Emilyn se sentó al lado de Sirius, tapándose con una mano la boca.

-Mira – dijo Sirius, levantándose – Las Puertas de Granito. Tú nunca creíste que llegaría tan lejos.

Emi se encogió de hombros, sonriendo.

-No, lo reconozco... pero James si. Confía en ti, no me preguntes porqué.

Sirius se apoyó en la baranda y soltó una carcajada.

-Bueno, supongo que no sabe lo que hace.

-¿Cómo os conocisteis, Sirius? – preguntó Emi, yendo al lado del pirata.

-Yo estaba huyendo para variar – empezó Sirius, subiendo encima de un tonel y cogiendo un palo para usar de cuchillo en su representación – Unos matones me habían acorralado fuera de los muros de su palacio. No tenía escapatoria – comentó con entusiasmo, abriendo mucho los ojos – Una espada en el cuello, otra en el pecho y otra en...

Sirius fue a señalarse las partes bajas cuando la puerta de la bodega se abrió de golpe.

-¡Pepinillos con huevos! – exclamó un marinero, masticando ruidosamente.

El abucheo de la tripulación se escuchó por todo el barco, que corrió de nuevo a la baranda por si vomitaban.

Sirius carraspeó, para atraer de nuevo la atención de Emi. Se encogió de hombros, sentándose en la barandilla del barco.

-Bueno... puedes imaginártelo. ¡Entonces apareció una cuarta espada! Era la de James, que lo había visto todo desde su ventana, y sin dudarlo descendió por el mismo muro (Nda. Me imagino que con una cuerda, pero en la peli no dice nada. A lo mejor fue de un salto Oo) para poder pelear a mi lado. ¡Y que manera de pelear! Ni que lo hubiéramos ensayado.

Los ojos de Sirius brillaban al rememorar los viejos tiempos, y Emi sonrió.

-Fue mi mejor amigo desde entonces.

-¿Luego que fue de vosotros?

Sirius se puso serio, y sus rasgos se ensombrecieron.

-¿Qué ocurre? – preguntó Emi, riéndose.

-Cada uno... – murmuró, levantándose y caminando hacia el timón– siguió su camino.

SSSSSSSSSSSSSSSS

Bellatrix tomaba un baño de burbujas, y en una de ellas era en la que veía a su mono y crédulo capitán hablando.

-Basta de charla – dijo aburrida, suspirando. Una sonrisita traviesa bailó en sus labios – Empecemos a gritar...

Sopló suavemente, congelando la burbuja en la que todavía se veía el bello rostro de Emilyn. La diosa agitó la esfera, de forma que lo único que se pudo ver en ella ahora fue la nieve cayendo, y volando entre ella, batiendo sus gigantes alas, una monstruosa ave blanca.

N/A: Hey, hola! Se que he tardado muxo, pero nunka me daba tiempo a subirlo. Espero que os guste este nuevo xapi y k dejeis reviews Muxas graxias a los k me han dejado review y a los k se han leido esta historia, en serio. Os tero muxo a todos!