CAPITULO 6: ESTOS TIEMPOS TAN ESCEPTICOS

-S-se acaba, capitán. ¡Es el fin del mundo!

Efectivamente. Varios metros delante del navío, el mar se cortaba para dar paso a la nada. Las puertas del Tártaro, el destino de Sirius, flotaban en el aire, inalcanzables para el ser humano.

-Págame. Es plana – murmuró uno de los gemelos, reclamando el dinero de una antigua apuesta a su hermano.

-Arg... ya está. ¡Vámonos! – exclamó uno de los piratas, mirando asustado al vacío que se extendía a poco de él.

-No – dijo Remus, cogiéndole del hombro. Miró a Sirius, que parecía algo indeciso – El capitán no ha dado ninguna orden.

Sirius miraba fijamente la puerta de entrada al otro mundo, a uno de tinieblas y oscuridad.

-Sigue la estrella que hay más allá – susurró, pensando en voz alta, recordando las palabras de la diosa – Más allá del horizonte.

Y entonces supo lo que debía hacer.

-¡Bien, a sus puestos! Soltad escotas. ¡Esperad mi orden! – gritó a la tripulación, que le miraba como si el fin del mundo le hubiese afectado a la cabeza - ¡Ya! Vamos, ¡vamos!

Los piratas corrieron a obedecer la orden, pero Remus permaneció en el sitio, siendo racional como siempre.

-Simbad, ¿cómo vamos a llegar?

-Confía en mi – dijo Sirius, sin dar más explicaciones – Rata, ¡apareja la mayor al trinquete!

-Pero eso nos detendrá en seco – exclamó Peter, desde las alturas, perplejo.

-¡Tú hazlo!

Peter se apresuro a cumplir la orden, mientras Sirius seguía gritando por cubierta, y los marineros se movían atando y cortando sogas sin parar ni un momento.

-¡La mesana hacia popa!

-Eso es una locura – protestó uno.

-Lo sé, pero ¡rápido!

Sirius daba ordenes tan estúpidas que ya nadie se atrevía a rechazarlas. Todos obedecían, sabiendo que la idea que se paseaba por la mente de su capitán era la única posibilidad que tenían de sobrevivir.

-¿Todos preparados? Poneos en el centro del barco – dijo, situándose en proa junto a Emi – Y rezad a los dioses. Puede que dentro de poco estemos con ellos.

Nunca hubiesen pensado que el fin del mundo se acercaría tan rápido, pero lo cierto es que así era.

Y lo único que podía hacer era cruzar los dedos.

Cuando llegaron al final, el barco se inclinó peligrosamente hacia delante, y hubo muchos que cerraron los ojos –Peter incluido-.

El barco cayó al vacío.

Instintivamente, Sirius cogió a Emi de la cintura y la pegó a él, para evitar que se cayera.

-Vamos, vamos, ¡vamos! – gritó el pirata, y entonces las velas se extendieron como alas, haciendo que el barco se estabilizase y planease muy, muy despacio.

-Funciona – murmuró Sirius, viendo como su barco volaba, asombrado.

-Sirius – exclamó Remus, riendo – ¡Lo lograste!

Las cuerdas, soportando gran tensión, empezaron a romperse. Sirius supo que si quería entrar en el Tártaro debía de darse prisa.

-Todo a babor – exclamó Sirius, cogiendo una cuerda y atándola al mástil central – Remus, si no vuelvo, el barco es tuyo.

-No... –susurró el gigante, sin aceptar que esta iba a ser probablemente la última vez que vería a su capitán.

-¡Señores! Ha sido un placer robar con ustedes.

Sirius se dio la vuelta, y se encontró con la cara de una Emi muy decidida a acompañarle.

-Yo voy contigo. Y no me digas ahora que el Reino del Caos no es lugar para una mujer.

El pirata sonrió, y haciendo una lazada con la cuerda, se rodeó a si mismo y Emi. Dio un tirón, y los cuerpos de la pareja se juntaron.

-Yo jamás diría eso – replicó, poniendo voz seductora.

Emi le miró, sabiendo que el hombre había cambiado. Miró la baranda, y acompañada por Sirius, saltó por ella.

Cruzaron la puerta, y un haz de luz salió de ella por el lugar por el que habían entrado. La cuerda regresó vacía al exterior, donde la tripulación contemplaba como su capitán acababa de desaparecer.

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

Cayeron por el espacio cogidos de la mano.

Al final, solo se veía un desierto. Justo cuando iban a chocar contra la fina arena, se detuvieron en el aire, y por extraños vientos fueron depositados con suavidad en el suelo.

Las dunas aparecían y desaparecían, haciendo que la pareja rodara por la arena, sin encontrar ningún lugar estable para ponerse en pie.

La arena, movida por el fuerte viento, dejó a la vista por unos segundos cientos soldados de piedra, para posteriormente volver a taparlos.

El esqueleto de un barco rodó hasta ellos y se tuvieron que tirar al suelo para esquivarlo. Luego, las arenas lo tragaron.

Tumbas, templos derrumbados... todo aparecía y desaparecía como si nunca hubiera estado allí.

De pronto, se escuchó el chasqueo amenazador de unas pinzas, y un escorpión hecho de estrellas apareció sobre la arena, avanzando hacia la pareja. Por la espalda un león y un dragón de tamaño descomunal impedían la huida.

Sirius sacó sus dos espadas, poniendo a Emi a su espalda para protegerla.

Un remolino se formó encima de ellos, llevándose a las criaturas y las espadas de Sirius.

-No, no, no, mis pequeñines... – susurró una voz dulce – Así no se trata a mis invitados.

El desierto dejó entonces a la vista la sala de un trono, derruida, sin techo ni paredes.

De una densa niebla que acababa de aparecer, la diosa del Caos hizo acto de presencia, aplaudiendo francamente sorprendida.

-Bravo... Jamás ningún mortal había llegado al Tártaro.

Sus carcajadas resonaron por toda la zona.

-Con vida, digo – murmuró, sentándose en el trono después de hacer desaparecer al esqueleto que había estado macabramente sentado allí – Poneos cómodos.

Emi cogió a Sirius del brazo y le clavó la uñas, atemorizada.

-Eh, si... gracias. Una mansión muy bonita – dijo, avanzando con Emi de la mano.

-¿Te gusta? Pretendo implantar en el mundo este estilo – comentó como una simple anécdota, acariciando con el índice una columna. Al paso de su delicado dedo, surgió una raja en la roca.

-Vaya... – empezó Sirius, mirando con sorpresa el "estilo" de la sala destruida – No está del todo mal. Mira, te veo ocupada, así que oye... cogemos el Libro de la Paz y no molestamos más.

Bellatrix rió, llevándose una mano a la boca.

-¿Por qué crees que está en mi poder?

-Bueno, verás... querías que me ejecutaran e hiciste que me acusaran del robo.

La diosa se empezó a acercar a él, moviendo sensualmente las caderas al andar.

-¿A ti? – preguntó, con fingida ingenuidad.

-Si.

Bellatrix alzó una ceja, haciendo dudar a Sirius.

-No... – rectificó entonces el pirata - ¡Era a James! Sabías que ocuparía mi lugar.

-Oh, que perspicaz es mi hombrecito.

-Creías que yo huiría; entonces James moriría, y Siracusa quedaría-

-¡Sin príncipe heredero legítimo al trono y a merced del glorioso caos! – exclamó, alzando las manos.

Detrás de ella, varias columnas se derrumbaron, provocando un estruendo enorme.

-Los humanos sois taaan previsibles – dijo, elevando los ojos al cielo – James no pudo evitar ser noble, y t no pudiste evitar la traición.

-¡Pero yo no traicioné a James! Yo no escapé.

-Por supuesto que le has traicionado. Le has robado a su único amor – dijo, empujando a Emi a los brazos del pirata – Mírala, Sirius, él aún no está en la tumba y tú ya estás seduciendo a su chica. Acéptalo... tu corazón es tan sucio como el mío – siseó, escupiendo las últimas palabras.

-Te equivocas con él – intervino Emi, poniéndose delante de Sirius.

-No, y él lo sabe.

-¡No conoces su corazón!

-¡Si que lo conozco! – replicó Bellatrix, más amenazadora al ver que ponían en duda lo que decía – Y lo que es más importante: él también.

Bellatrix, flotando, apartó a Emi y rodeó a Sirius, sin dejar de mirarlo.

-En el fondo de tu corazón, sabes que James morirá, porque creyó ver algo en ti que en realidad NO existe.

-No – soltó Sirius.

-¿Quieres apostar? – preguntó la diosa – Te propongo algo; juguemos a un juego. Verás... si tú ganas, te daré el Libro de la Paz.

Bellatrix levantó una mano, y la sala del trono desapareció, para dar pasó a un estrecho camino de piedra que flotaba, y al final, el Libro cerrado.

-Ahí está, noble héroe – dijo Bellatrix, señalando el camino.

Sirius avanzó, pero el suelo que había pisado desapareció, haciéndole perder el equilibrio, que tardó en recuperar.

-No tan deprisa. El juego tiene ciertas reglas – empezó la diosa, poniendo su mano en el hombro del pirata – Te plantearé una pregunta. Es muy sencilla. Si contestas con sinceridad, el Libro es tuyo.

-Dame tu palabra – exigió Sirius, que no se fiaba de la seductora diosa.

-¿Aún no confías en mí?

-Emm... no.

-Que lástima... estos tiempos tan escépticos. De acuerdo, te doy mi palabra de diosa – dijo, haciéndose una cruz en el pecho con el dedo meñique. Ésta brilló unos segundos y luego desapareció - ¿Te basta?

Sirius asintió y dio un paso hacia delante.

-Haz la pregunta.

-Excelente – dijo, tocando la cubierta del Libro y haciendo el amago de abrirlo – Todos sabemos que pasará si consigues el Libro de la Paz. Regresarás a Siracusa, y salvarás a James... pero si no consigues el Libro, tendrás que elegir. Zarpar al paraíso con la mujer de tus sueños – dijo, señalando a Emi – o regresar a Siracusa para morir. ¿Serás un héroe o un ladrón?

Bellatrix se elevó en el aire, confundiéndose con las sombras.

-He aquí mi pregunta, Sirius. Si no consigues el Libro, ¿volverás para morir? – susurró, desvaneciéndose con una última sonrisa furtiva.

Sirius se quedó paralizado, sin quitar la vista del Libro, que estaba a tan solo unos metros de él.

No miró a Emi, sabiendo que entonces su decisión sería mucho más complicada. Se concentró solo en el Libro, solo en James...

-Si, volveré.

Dio un paso... otro, y no pasó nada. De pronto, un ruido siniestro se empezó a escuchar, y el suelo empezó a deshacerse bajo sus pies.

-Mientes – susurró la diosa a su oído, volviendo a aparecer.

Sirius y Emi cayeron al vacío, a la oscuridad... Pero como había ocurrido antes, justo al ir a estrellarse contra el suelo, se detuvieron.

Se incorporaron con dificultad, y vieron que se encontraban en un pequeño islote, de nuevo en el mar.

Más allá del horizonte, las puertas del Tártaro se cerraron.

Durante horas permanecieron sentados en la arena, en silencio, hasta que por fin Sirius, abatido, se decidió a hablar.

-Perdona, Emi. Bellatrix tiene razón.

-No la tiene – contestó la mujer, enérgica – Tú contestaste y fuiste sincero.

-No, no lo fui. Pretendía hacerme pasar por alguien que no soy en realidad.

-Yo he visto como eres, y no necesitas fingir. ¡Bellatrix te ha engañado! ¿Por qué tiene que morir James, o tú, o nadie?

-Emi...

-¡No! – exclamó la mujer, levantándose – Sirius, escapa, ¡escapa lo más lejos que puedas! Yo volveré y lo explicaré todo.

-No, Emilyn – soltó Sirius, acercándose a ella.

-No soportaría verte morir – susurró, con las lágrimas rodando por sus mejillas – Te quiero.

(Nda. Oh, bravo, bravo... el momento cumbre!)

Sirius apartó la vista, incapaz de decir nada, y a lo lejos vio su barco, que se acercaba hacia ellos.

El pirata puso una mano en la mejilla de Emi, y la obligó a que le mirase.

-¿Amarías a un hombre que huye?

Una última lágrima cayó de los ojos de Emi, y Sirius la apartó con delicadeza.

Cayeron el uno en los brazos del otro, abrazándose como si ese fuese el último instante de sus vidas.

Hago esto para que os mordáis las uñas un poquito. ¿Huirá o no huirá?

James miraba al horizonte. El sol estaba saliendo, y sabía que este era el último amanecer que vería.

Sirius no había llegado.

Sabía, aunque nadie pudiese confirmárselo, que había hecho todo lo posible por recuperar el Libro, y que si no había venido, no se debía a que hubiese huido.

En ese momento no tenía consuelo posible, aunque... bueno, sabía que esa sirvienta que había entrado en su celda todos los días se encontraba allí. Notaba sus ojos verdes observándole. Tal vez ella si era un apoyo para ese momento.

Manteniendo su dignidad intacta, se arrodilló delante de todo Siracusa, que había acudido a la ejecución.

Apoyó el cuello en el trozo de madera.

Entre el público, Albus cerró los ojos, incapaz de soportar todo el dolor que sentía.

El hacha ascendió, y se mantuvo unos tétricos segundos en esa posición.

Luego cayó.

Un cuchillo lanzado con precisión rompió el palo del hacha, haciendo que el filo de esta se clavase en la madera, a unos pocos centímetros de la nariz de James.

El heredero al trono abrió los ojos y vio su pálido y sudoroso rostro reflejado en el filo.

Se incorporó, y lo que vio por poco le hace caer otra vez.

Sirius, acompañado de sus marineros más leales, había escalado hasta llegar allí para salvarle en el último momento.

-¿A que creías que no vendría? – preguntó con una sonrisa, estrechando la mano a su mejor amigo.

-La verdad es que – James tragó saliva y se llevó una mano al cuello – empezaba a dudarlo.

Se abrazaron unos segundos, contentos de reunirse de nuevo. De pronto, James leyó en los ojos de Sirius.

-¿El Libro?

-He hecho lo que he podido; no ha sido suficiente.

-No... – susurró James, poniendo una mano en el hombro al pirata – Lo que importa es que has regresado.

-¿Cómo iba a abandonarte? Amigo mío.

Al lado del rey, Sirius vio a Emi. Cerrando los ojos un momento por el dolor que le causaba no volver a verla, se dirigió decidido hasta el trozo de madera.

Igual que había hecho James minutos antes, se arrodilló y apoyó la cabeza. Mantuvo bien abiertos los ojos para ver el mar por última vez.

Emi hundió el rostro en el pelaje de Spike al ver el sable alzarse en el aire.

No pudo ver cómo caía.

Ni tampoco como explotaba en mil pedazos antes de rozar el cuello de Sirius.

El cielo se oscureció, y un remolino de oscuridad y sombra se alzó desde el mar. Entre los fuertes vientos apareció la diosa del Caos, enorme y furiosa.

Acercó su rostro, del tamaño de un adulto, hasta quedar cerca de Sirius.

-¡¿C"MO HAS OSADO?!

Sirius retrocedió, con los ojos como platos.

-¡Todo iba a la perfección! Y ahora... – gritó, descargando el puño contra el suelo.

Varias rocas cayeron al lago cercano, y las olas fueron tan descomunales que algunas barcas se volcaron.

-Bellatrix, no lo entiendo.

-No te hagas el ingenuo – susurró, repiqueteando con las uñas en el suelo y formando grietas – A lo mejor puedes engañar a esta gente, pero yo sé como eres. ¡Eres mentiroso, falto de escrúpulos y egoísta!

-Un momento – interrumpió Sirius, dándose cuenta de lo que ocurría – No te mentí. ¡He vuelto! Por eso estás aquí, y es parte de la apuesta. ¡Te dije la verdad! ¿Y no hubo alguien que dijo algo de compromiso eterno? – preguntó Sirius, cruzándose de brazos con una sonrisa.

Bellatrix puso una mueca al ver que la cruz volvía a brillar de nuevo en su pecho. Levantó el puño, furiosa, deseosa de aplastar al pirata como un insecto.

Pero no pudo.

Bajó el brazo, y abrió la mano. En el interior estaba el Libro de la Paz, aún cerrado.

Sirius lo cogió con las dos manos, y miró la cubierta.

-Vaya, vaya, vaya... – se burló, mirando a la diosa – Reconoce que te sientes un poco incómoda.

Bellatrix rió, acercándose su rostro de nuevo a Sirius.

-No tientes a la suerte, Sirius. Eres mono... pero no tanto – susurró, negando con la cabeza.

Se desvaneció para volver a aparecer, esta vez a tamaño normal, al lado de Sirius. Pegó su insinuante espalda al cuerpo de Sirius, que la seguía con la mirada – Y te salvas porque tengo más sitios donde ir, cosas que destruir... y objetos que robar.

La diosa se elevó en el aire, y a su alrededor se revolvieron siluetas moradas y negras.

-Chao.

Durante los segundos que siguieron a la despedida de la diosa, nadie habló. Sirius sonrió y miró el libro que aún sostenía entre sus manos.

Alzó la vista y se encontró con los ojos felices de James, que asintió una sola vez.

Sirius abrió el Libro, y del interior salió una proyección de luz que hizo que las tinieblas desaparecieran de Siracusa.

La luz lo invadió todo, y Sirius cayó de rodillas.

James se acercó con una sonrisa, y le ayudo a levantarse.

-¿Sabes? Por lo menos te has ganado la confianza del consejo – dijo, señalando con la cabeza a la delegación de las doce ciudades.

Todos los embajadores tenían, sin excepción, la boca abierta.

Las aclamaciones empezaron a resonar por todo Siracusa cuando Sirius se acercó al rey Albus para devolverle el Libro de la Paz.

-Rey Albus... – dijo Sirius, tendiéndole el Libro, pero justo antes de que éste lo tocara lo apartó – Ey, alto ahí, ¿cuánto lleváis encima?

Albus le echó una mirada reprochadora, pero luego sonrió.

-Te ofrezco la gratitud de las doce ciudades y la disculpa de un rey.

-Ja ja, no... en serio. ¿Cuánto?

-Sirius...

El pirata devolvió por fin el Libro al rey, que se dio la vuelta para devolverlo a la torre de la que nunca debería de haber salido.

-Ven, habrá una gran fiesta. Todos querrán escuchar el relato de tu viaje – dijo James.

-Mar en calma, buen tiempo... no hay mucho que contar.

James hizo un gesto de no poder creer lo que escuchaba.

-¿Qué te pasa? ¿No es tan divertido cuando te invitan?

De reojo, Sirius vio como Emi daba un paso hacia él, preocupada.

-No – mintió Sirius – Es que he reservado hamaca en las Fiji.

James le dio la mano.

-Que tengas buena travesía entonces.

Sirius sonrió y empezó a andar hacia el lugar por donde habían venido. De pronto, se dio la vuelta.

-Y péinate ese pelo – bromeó – No olvides que eres el futuro rey.

Remus y Peter se despidieron de Emi, y siguieron a Sirius. Spike hizo lo mismo, tan triste que incluso se olvidó de babear.

James se dio la vuelta, sonriendo a su prometida, pero no pudo evitar que se le encogiese el corazón al ver como ésta miraba a los piratas irse. Contempló en silencio como los ojos de la mujer se humedecían. Emi se metió corriendo en el palacio, intentando no llorar.

El príncipe la siguió hasta la terraza donde días antes la había propuesto matrimonio. Qué hermosa estaba allí, apoyada en la barandilla de mármol, con la vista perdida en el puerto y sus aguas.

-Otro día tranquilo y rutinario en Siracusa – exclamó James, acercándose hasta ponerse a su lado.

Emi sonrió, pero permaneció en silencio.

-Un día estaba aquí con una mujer – empezó el príncipe – Ella miraba el mar y soñaba con navegar más allá del horizonte. Le parecía... maravilloso.

-Y, ¿qué pasó con esa mujer?

-Un día embarcó, surcó los mares... y se enamoró.

Emi miro a su prometido, sin saber cómo disculparse.

-James, yo-

-Emi, escucha a tu corazón. El mío está aquí en Siracusa, pero el tuyo... el tuyo zarpará con la próxima marea.

La mujer se lanzó a sus brazos, pensando que nunca había querido más a ese hombre que la conocía mejor que ella misma.

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

-¿Sirius? Estamos listos para zarpar – dijo Remus.

-De acuerdo, Remus. Vámonos – ordenó, apartando la mirada del palacio de Siracusa.

-A la orden, capitán. ¡Soltad amarras!

Sirius fue a proa, y agarrado a unas cuerdas, decidió de el mar le haría olvidarlo todo.

Una cuerda le cayó en la cabeza, y Sirius se enfadó.

-¡Rata!

-¿Qué? – exclamó el aludido, que estaba al lado de Remus.

Fue entonces cuando Sirius miró arriba y respiró varias veces seguidas, pensando que sus ojos le engañaban.

-Perdón, capitán – dijo Emi, desde el mástil, sonriendo – Tendrá que cambiar estas juntas del aparejo; hay que asegurar la mesana.

Reponiéndose de la sorpresa, Sirius empezó a subir hacia el lugar donde se encontraba la chica.

-Esas juntas son del mar de Jazmín. ¡Está en la otra punta del mundo!

-¿Y a qué esperamos entonces? – preguntó Emi, poniéndose una mano en la cintura.

Sirius llegó hasta el poste que sujetaba la vela y empezó a andar por él.

-Bueno, para llegar hay que pasar el cubil de Minotauro... la guarida de la hidra, y la del cíclope... el puente de Suansé, y el mar de la China. Es una travesía muy larga y muy, muy peligrosa.

Emi se acercó de forma que sus rostros casi se rozaban.

-Yo te protegeré. No tengas miedo – susurró, tocando los labios de Sirius con los suyos.

El pirata rodeó con los brazos la cintura de la mujer mientras la besaba, acercándola a su cuerpo.

Spike, ladrando y babeando que daba gusto, se montó en la catapulta y se lanzó hacia el mástil... justo para caer encima de la pareja, tirándolos a la plataforma de madera en la que se encontraban.

Sirius se peleaba por quitarse a su fiel chucho de encima.

SPIKE, ¡NO!

GUAU GUAU

¡SPIKE! ESTATE QUIETO

N/A: Aki termina el fic Espero que os haya gustado. Os recomiendo ver la peli en cuanto podáis para pasar un buen rato riéndoos. Siento haber tardado tanto en subir estos dos últimos xapis, pero literalmente me olvidé de que tenía este fic UU Lo sientoooo... Me podréis perdonar?

También sé que no he seguido la pequeña historia que aparece aquí de James/Lily, pero es que veréis, esa escena de la cárcel me la inventé La criada no sale en la película, pero me apeteció ponerla primero porque me parecía lógico que Lily saliera en la historia, y segundo porque sino el pobre James se queda muy solito. Todos os podéis imaginar qué pasará luego entre esos dos.

¡Y nada más! Pues eso, que ya nos veremos en mis otros fics, que tengo que seguir prontito (es que ahora estoy de exámenes )

El último xapi de este fic se subió el día 8/11/04

Un besazo a todos los que habéis seguido la historia!!

Joanne Distte

Agradecimientos a: ...............