Boys Don't Cry
por Karina
Hoy era un día muy especial. Por primera vez, al menos para los novatos, iban a poner a prueba meses de largos y extenuantes entrenamientos. Hoy iban a participar en la primera cacería de dragones. Dilandau y sus muchachos se dirigieron a las inmediaciones de Zaibach, en donde el ambiente era propicio para estos grandes animales. Todos viajaron en sus respectivos Alseides, sin embargo, la caza se realizaría sin ellos. Una vez que llegaron y se establecieron, fueron juntados en parejas. A Nathan le tocó con Gatty, a Chesta con Biore... fueron dispuestos de tal manera que quedara un novato con un antiguo. Dilandau se encargaría de supervisar las acciones de sus soldados en caso de que estos fueran a cometer alguna estupidez. Cada par se separó y se esparcieron por el bosque, listos para la acción. Nathan estaba sumamente emocionado, parecía que su corazón se le iba a salir del pecho por latir tan fuerte y se sentía de muy buen humor. Caminó junto a Gatty en completo silencio durante un largo tiempo, eran las ocho de la mañana cuando llegaron al bosque y entre levantar las tiendas y prepararse para la caza habían dado las nueve. Calculaba que debían ser las doce del medio día, el día estaba nublado y en cualquier momento se largaría a llover. Mientras caminaban entre los grandes árboles, se podía ver que Nathan estaba muy alerta al más mínimo ruido, en cambio Gatty iba más relajado. Él lo miraba de vez en cuando de reojo y se divertía con su evidente nerviosismo.
Así siguieron durante todo el camino, sin que nada emocionante pasara. Pero de pronto divisaron un extraño movimiento detrás de unos espesos matorrales.
-¡Aquí vamos!- murmuró Gatty, sacando suavemente su espada -Si pestañeas, pierdes-
Nathan hizo lo mismo y sacó la espada de su vaina.
-Tú rodéalo por el lado izquierdo y yo iré por el derecho- le ordenó Gatty, pero cuando se acercaron, el dragón salió repentinamente de su escondite, tirando fuego por su boca. Los dos esquivaron rápidamente la bola de fuego, separándose.
-¡Tenemos que llevarlo a un lugar más despejado!- gritó Nathan, pero esto acaparó la atención del dragón, el cual lo empujó varios metros con su cola.
-¡Ey... por aquí!- Gatty trató de llamar la atención del dragón- ¡cerca de aquí hay un pequeño claro, Nathan, sígueme!-
En efecto, el plan de Gatty funcionó y el dragón lo siguió con dificultad debido a los grandes y tupidos árboles. Una vez que llegaron al claro, Nathan y Gatty tomaron posiciones, frente y detrás del dragón.
-¡¡Ahora!!- los dos atacaron al mismo tiempo al dragón, pero mientras Gatty no tuvo suerte en su ataque, ya que el dragón lo embistió con su cabeza, Nathan pudo asestar un corte con su espada, sin embargo, sólo le provocó una leve herida. El dragón dio un fuerte y penetrante alarido y se volteó para atacar a Nathan. Maldito dragón, no me vencerás pensó, mientras veía que se acercaba rápidamente hacia él.
-¡Nathan, cuidado!- gritó Gatty, pero una extraña fuerza comenzó a apoderarse de él y de pronto no escuchó nada más que los latidos de su corazón... y como un desquiciado y soltando un grito desgarrador, como si lo hubiera estado conteniendo por una vida entera, se lanzó contra el dragón y sin saber cómo, esquivó su cabeza, logrando colocarse bajo su cuello, produciéndole un gran corte que debió haber cortado alguna arteria, ya que la sangre del dragón lo cubrió completamente. El dragón rugió una vez más y se paró con sus patas traseras y con las delanteras tiró a Nathan lejos, cortando su brazo izquierdo con sus garras afiladas.
-¡Estúpido!- le gritó Gatty y rápidamente se paró, colocándose frente al dragón y con una ballesta que traía en su espalda le disparó una flecha justo en el ojo derecho. El dragón se retorció durante un momento, mientras Nathan se recuperaba del reciente impacto.
-¡No te quedes parado! ¡Levántate!- le increpó Gatty, sacando otra flecha. Esta vez, Nathan se levantó con mucha más determinación y agarrando su espada firmemente, se lanzó nuevamente a atacar al dragón. Pudo asestarle un par de cortes en sus piernas traseras, lo suficiente como para hacerlo perder el equilibrio. El dragón cayó al sentir que otra flecha se clavaba en su otro ojo y cayó al suelo, retorciéndose como un gusano.
-¡Lo tenemos!- Gritó Gatty, con gran satisfacción, aprestándose a cortar la garganta del dragón para que muriera de una vez por todas. Sin embargo, en el momento en que sacaba su espada y se alistaba a realizar el corte definitivo, Nathan corrió como un loco hacia él, empujándolo.
-¡Quítate imbésil... ahora me encargo yo!- le dijo. Gatty lo miraba desde el suelo sorprendido, en sus ojos pudo ver un extraño brillo, estaban lleno de odio y resentimiento.
-¡¡AAAAAHHHH!!- gritó Nathan con todos sus pulmones, atacando a tontas y a locas al dragón... sin saber bien lo que hacía, cortó sin cesar el cuello y el torso blando del dragón... hacía cortes aquí y allá, empapándose de la sangre del animal...
Miguel caminaba al frente, mientras Guimel lo seguía poniendo atención a todos los movimientos de su guía. Ya eran alrededor de las una de la tarde y pronto tendrían que parar para tomar un descanso.
-Miguel- dijo Guimel- ¿cómo fue tu primera cacería?-
-No recuerdo mucho lo que pasó... lo único que sé, es que desperté después de tres días en el hospital-
Al escuchar esto, Guimel tragó saliva con dificultad y apretó más aún la empuñadura de su espada.
De pronto unas pequeñas gotas de agua hicieron que los dos soldados se detuvieran.
-Maldición, comenzó a llover- se quejó Miguel.
Se quedaron quietos por un momento, sintiendo cómo la pequeña llovizna comenzaba a aumentar. En esos momentos escucharon un grito.
-¡¡AAAAAHHHHH!!-
-¿Qué... qué fue eso?- preguntó asustado Guimel.
-Se escuchó por ese lado- le respondió Miguel, indicando a su derecha- Vamos, es posible que uno de los chicos necesite ayuda.
-Pero Dilandau sama dijo que no podíamos meternos cuando otro grupo estuviera cazando un dragón o si nos castigará-
-De todas formas lo hará si no vamos a ayudar- dijo Miguel y se encaminó rápidamente hacia el lugar en donde había escuchado el grito.
-¡¡Malditos dragones... los odio... muéranse... !!- eso era todo lo que gritaba Nathan a medida que cortaba más y más el cuerpo del dragón ya muerto. Al parecer no se había dado cuenta de esto, sólo seguía atacando. Gatty no se atrevió a acercársele, estaba completamente fuera de control y sus gritos alertaron a los demás miembros de los Dragonslayers, quienes veían con estupor la sangrienta carnicería.
-¡Pero qué demonios...!- exclamó Guimel al ver a Nathan cómo destrozaba al dragón. Algo distrajo su vista de aquel espectáculo y la elevó al cielo.
-Es... es... -
Un Alseides bajó rápidamente al lugar de la matanza. Era el Alseides rojo de Dilandau. Aterrizó suavemente y bajó al ver el desastre que estaba quedando. Al principio se había alegrado que un novato hubiera cazado tan rápidamente un dragón, por lo general, o terminaban en el hospital o el pánico se apoderaba de ellos, sin embargo, este soldado había atacado con gran aplomo... era como si... no le importara ser acabado por la bestia. Todo esto lo había mirado muy complacido mientras permanecía en el cielo, pero cuando empezó a ver los ataques sin sentidos y viendo que el mísero animal ya estaba muerto, se extrañó y bajó a poner las cosas en orden.
-¡Nathan!- gritó Dilandau, acercándose al lugar en donde Gatty aún estaba en el suelo. Cuando éste vio a Dilandau, se paró lo más rápido posible.
-Dilandau sama, discúlpeme, pero no sé que le pasa al soldado Nathan-
-¡Detente, Nathan!- volvió a gritar. Al escuchar su nombre, Nathan salió de su aparente trance y dejó de atacar al dragón. Se sintió como si todo este tiempo hubiera estado con una venda en los ojos y ahora podía ver todo lo que antes no podía. Frente a él estaba el dragón completamente mutilado. Giró su cabeza, mirando alrededor y se percató de las miradas de sus compañeros. Algunos lo miraban estupefactos, otros, algo asqueados, pero sin duda que todos estaban sorprendidos. Miró su espada y sus manos, estaban todas ensangrentadas y la sangre comenzó a correrle por las manos, mezclándose con la lluvia. Sintió la lluvia en su cara y sentía que lo refrescaba y le aclaraba la mente. Se dio media vuelta y vio a Dilandau, quien estaba evidentemente molesto con toda la situación. Seguía todo cubierto de sangre y sus ojos ya no brillaban y su cara se volvió desolada e inexpresiva. Respiró profundamente y se acercó al dragón pesadamente, arrastrando su espada por el suelo para completar el ejercicio. Blandió por última vez su espada e hizo dos cortes profundos en el pecho del dragón, el cual dejó al descubierto su corazón resplandeciente. Guardó su espada en su cinturón y lo tomó con cuidado. Parecía brillar más aún. Con el corazón en la mano, arrastró los pies, dirigiéndose hacia Dilandau, quien lo miraba muy molesto pero a la vez confundido, sin muchas ganas le entregó el corazón y se retiró de la escena, con la cabeza agachada, sintiéndose la persona más vacía del mundo.
Al llegar a la fortaleza flotante, todos estaba comentando lo sucedido durante la caza del dragón mientras cenaban. En realidad, sólo se encontraban Gatty, Miguel y Guimel en el comedor, ya que volvieron tarde y los demás soldados de las otras compañías ya estaban en sus habitaciones y los demás Dragonslayers se estaban aún duchando.
-Nunca había visto a alguien comportarse de esa forma- dijo Gatty
-No digas eso ¿o acaso no has visto a Dilandau sama cuando pelea?- replicó Miguel
-Pero no de esa forma... por supuesto que Dilandau sama se vuelve un verdadero demonio cuando lucha, pero siempre mantiene la mente fría y te puedo asegurar que Nathan no estaba pensando con la cabeza- contradijo Gatty. En ese momento, entraron Chesta y Biore
-¿No me digan que aún están comentando lo que pasó con Nathan?- preguntó Chesta
-¿Y no te parece poco?- le preguntó Guimel con la boca llena de pan
-Sólo pienso que le están dando importancia a algo que no la tiene- respondió Chesta mientras se sentaba con su bandeja.
-Lo que pasa es que ustedes no vieron la expresión de su rostro... era atemorizante... como la de Dilandau sama... era una especie de locura, pero era algo que no disfrutaba- dijo Gatty pensativo. Al oír este comentario, Guimel dejó de masticar el pedazo de pan que tenía en la boca.
-Vaya... pensé que sólo eran ideas mías cuando veía que Dilandau sama se volvía como loco cuando luchaba-
Miguel, Gatty y Chesta lo miraron sorprendidos. Luego de un momento, soltaron una risa burlona.
-Espera a que lo veas en acción con el lanzallamas- dijo Chesta
-Y espera a que lo escuches riéndose mientras prueba su lanzallamas... es escalofriante... parece un verdadero psicópata-
-Lo que siempre me ha llamado la atención es por qué vienen a buscarlo esos extraños hombres de capas negras... al parecer, a él no le agrada mucho ir con ellos- comentó Biore. Chesta y Gatty intercambiaron miradas de preocupación.
-Ehr... seguramente le dan algún tipo de órdenes- respondió Chesta, tratando de sonar despreocupado
-Yo pensé que recibía órdenes del General Adelfos- dijo Guimel
-¿Y cómo quieres que sepamos?- respondió Gatty algo molesto
-Lo único que está claro es que Dilandau sama se molesta mucho cuando vienen esos tipos... ¿o no te has dado cuenta que cada vez que vuelve después de estar con esos tipos llega más malhumorado que de costumbre?- comentó Miguel.
-Tienes razón- dijo Guimel despistadamente
-¿¡Se puede saber qué tanto comadrean las señoritas!?- Era nada más y nada menos que Dilandau, quien entró de golpe al gran comedor. Todos los chicos se pararon de inmediato y con el asombro, Guimel se atoró con un pedazo de pan y Gatty dio vuelta sin querer la leche de Miguel. Todos estaban firmes y muy serios, esperando su castigo.
-Es bueno saber que creen que soy un psicópata... pues bien, su Psicópata Capitán les ordena que mañana se levanten a las cinco de la madrugada a limpiar todos los baños de la fortaleza en tan solo media hora ¿Entendieron?- dijo severamente Dilandau
-¡Sí, señor!- respondieron todos al unísono
-¿En donde está Nathan?-
-No... no lo sabemos, Dilandau sama- respondió temerosamente Gatty - no vino a cenar-
-Después de que llegamos, se dirigió a su habitación, Dilandau sama- dijo Chesta- yo lo vi entrar en ella-
-Ese maldito... ya verá lo que le espera mañana... - murmuró Dilandau- ¿Y qué demonios están esperando? Retírense a sus cuartos-
-¡Sí, señor!- respondieron todos nuevamente y se retiraron del comedor, dejando a Dilandau solo. Así que soy escalofriante pensó. Molesto por los comentarios de sus soldados, se acercó a un lujoso mueble que se encontraba en la pared que estaba frente a la entrada y sacó una elegante botella de vino tinto y una copa de cristal. Se sentó en la cabecera de una de las tantas mesas que había y vació un poco de vino a la copa. Jugueteó con el contenido durante un largo tiempo y luego bebió un pequeño sorbo. Aun tenía en su cabeza los comentarios que sus soldados habían hecho sobre él. En realidad no le importaba que lo llamaran psicópata o demonio, al contrario, le gustaba esa sensación de terror que a veces infundía en las personas. Sí, lo disfrutaba mucho, el temblor de las extremidades, la mirada llena de miedo, incluso el llanto y el sonido de la respiración agitada de la otra persona producto de no saber si iba a encontrar la muerte o el perdón de su vida, todo eso le transmitía una sensación de poder y de control que difícilmente otra cosa podría superarlo. Pero lo que le molestó bastante fue que nombraran a esos hombres de capas negras. Cómo odiaba cada vez que venían y tenía que partir con ellos. Es necesario para que seas más fuerte... debes soportarlo como el soldado que eres. Eso era lo único que le decían y después de eso, se acercaban a él, examinándolo, tomándole la presión, la temperatura y colocándole esas desagradables inyecciones, insertando extraños líquidos que le quemaban las venas... y luego venía la pérdida de la conciencia, en donde todo era confuso, nebuloso, incierto. Si los demás supieran o pasaran por la mitad de las cosas que él pasaba cuando lo están ''fortaleciendo'' entonces comprenderían el por qué de su mal humor. Lo peor es que recordó que en un par de días vendrían, lentos y silenciosos, como lo hacían cada mes. Un escalofrío le recorrió la espalda y en un arranque de rabia, lanzó lejos la botella de vino.
