Boys don't cry

Por Karina

A la mañana siguiente, Dilandau se encontraba como siempre en pie, vestido con su habitual uniforme rojo, y como también era habitual, antes que todos sus soldados. Claro que esta vez era una de esas excepciones en las que lo acompañaban aquellos soldados que habían sido castigados por algún motivo. Estaba sentado en su habitual trono, mientras que Gatty, Chesta, Miguel, Biore y Guimel se encontraban formados frente a él en posición firme. Cuando ya eran las seis y media de la mañana, hora en que todo el Escuadrón de los Dragonslayers debía estar presente ante Dilandau, sólo habían quince soldados. Uno faltaba.

-¿¡Se puede saber en dónde diablos está Nathan!?- preguntó Dilandau mientras se levantaba de su trono. Al ver que nadie le contestaba, se enfureció tanto que abofeteó al primero que tenía más a mano. El desafortunado fue Dalet.

-No me hagan repetir las cosas- dijo secamente.

-No... n-no lo sabemos, Dilandau sama- dijo temerosamente Gatty. Dilandau se acercó lentamente hacia él.

-¿No lo sabes?-

-Nadie ha hablado con él desde lo que pasó ayer, Dilandau sama-

-Retírense- les ordenó a sus soldados

-Pero Dilandau sa... - Gatty no pudo terminar de hablar debido a que una bofetada de Dilandau se lo impidió.

-¡Les dije que no me hicieran repetir las cosas!- los reprendió subiendo aún más la voz -Practiquen con los guymelef, o con la espada... no los quiero pillar perdiendo el tiempo. Ahora déjenme solo-

-¡Sí, Señor!- les respondieron todos y se retiraron de la habitación.

¿Qué demonios es lo que pretende? Ya verá lo que le pasa por desobedecerme. Tú y yo tenemos cuentas pendientes, Nathan. No quiero desertores en los Dragonslayers. Y enfurecido se dirigió a las habitaciones de sus soldados.

Nathan aún se encontraba debajo de la ducha, dejando que el agua escurriera por todo su cuerpo. Al fin conseguí lo que quería... matar a un maldito dragón... Padre, al fin vengué tu muerte, como lo prometí, pero... Unas lágrimas se le escaparon de los ojos, mezclándose con el agua que le caía directo en la cara ...pero ahora que vengué tu muerte, me siento tan miserable ¿acaso no valió la pena pasar por todo esto? Pensé que sería distinto... pensé que encontraría paz, pero lo único que encontré fue más soledad... Cerró la llave y se secó perezosamente con la toalla, se envolvió con ella y salió del pequeño baño que estaba lleno de vapor. Debió de estar mucho tiempo bajo la ducha. Se dirigió hacia el pequeño armario y sacó de uno de sus cajones un largo y ancho lazo blanco. Se quitó la toalla y se miró en el espejo Ya no quiero seguir fingiendo.

Es mejor que estés muerto o agonizando, porque de otra forma no te vas a escapar de esta, Nathan, pensaba Dilandau mientras caminaba con paso decidido y con las manos empuñadas por los pasillos en donde se encontraban las habitaciones de sus soldados. Cuando dio con la pieza de Nathan, abrió la puerta de par en par, sin dar ningún previo aviso, dispuesto a darle una buena paliza. Sin embargo, no lo hizo. Algo que nunca esperó ver estaba frente a sus ojos. Frente a él estaba, sin ninguna duda Nathan, pero lo que también vieron sus ojos sorprendidos no fue el cuerpo desnudo de un hombre... sino el de una mujer. Los dos se quedaron petrificados durante un momento hasta que Dilandau reaccionó.

-¿¡Qué demonios está pasando aquí!?- preguntó furioso. Simplemente no podía creer que uno de sus soldados era en verdad una chica. Un montón de preguntas le vinieron a la mente, pero lo que no podía entender, era por qué ocultó su identidad. Aunque el ejercito de Zaibach tenía algunas reservas en cuanto a reclutar mujeres en el ejército, si ellas probaban que eran lo suficientemente buenas, se les aceptaba. Sin embargo eran casos excepcionales. Folken, un reconocido estratega, reclutó a dos chicas gatos que eran bastante hábiles para luchar. Sin embargo, Dilandau se opuso a la idea de tener chicas en su Escuadrón. Pensaba que era una distracción para los demás soldados, tanto para las chicas como los chicos, sobre todo a la edad de ellos, en que las hormonas están siempre en movimiento. Es imposible ¿cómo pudo entrar sin que nadie sospechara? Burló a todos, entró sin que nadie se diera cuenta... engaño a todo el Ejército de Zaibach... Me engañó a MÍ...

La chica estaba petrificada, sin saber que hacer. Al fin... todo se acabó. El miedo la invadió de golpe y de lo único que se dio cuenta es que si la echaban, lo que era seguro, iba a perder todo lo que tenía y lo que había logrado.

-Lo... lo siento, Dilandau sama- murmuró la chica mientras una lágrima se le escapó de los ojos. Dilandau aún la seguía observando, hasta que la chica se cubrió lo que pudo con el lazo que tenía en las manos, su pálido rostro se volvió levemente sonrojado. Dilandau se dio cuenta de esto y desvió la vista rápidamente. Curiosamente sus mejillas también se volvieron sonrojadas.

-Ti... t-tienes cinco minutos para vestirte y presentarte en el salón... - dijo Dilandau y se marchó golpeando la puerta. Una vez que escuchó que Dilandau se alejaba, la chica sintió que las piernas perdían sus fuerzas y cayó lentamente en sus rodillas, aún con el lazo en sus manos y comenzó a llorar amargamente.

Pasaron los cinco minutos y Dilandau estaba sentado en su trono, apoyando su cabeza en su mano izquierda, mientras que con la otra, golpeaba con los dedos el brazo de su trono y mientras tanto, golpeaba el piso con su pie. Se levantó y comenzó a pasearse de un lado a otro en el salón. El recuerdo de la chica desnuda lo traicionó haciendo que se sonrojara. Maldita sea, ¿cómo pudo engañarme de esa forma? Tendrá que pagar por esto... no se va a quedar así. En ese momento, la puerta se abrió lentamente y entró temerosamente la chica que todos pensaban que era Nathan. Se colocó al medio de la sala en posición firme. Tenía los ojos hinchados y rojos. Dilandau se acercó a ella y cuando estuvo frente a ella le dio una fuerte bofetada. Sin embargo, no fue tan fuerte a las que estaba acostumbrado a repartir. La chica cayó pesadamente al piso sin decir nada.

-Nombre- le preguntó secamente Dilandau

-Arlet- le contestó la chica mientras se paraba nuevamente y se colocaba firme

-Edad-

-Dieciocho años-

Dilandau comenzó a pasearse alrededor de Arlet lentamente, observándola cuidadosamente. Ahora que ya sabía la verdad, pudo notar los rasgos finos de su cara.

-Entraste al ejército, al poderoso y prestigioso Ejército de Zaibach... fuiste seleccionada entre miles de jóvenes para formar parte de mi prestigioso escuadrón... fuiste capaz de burlar y engañar a todo el ejército de Zaibach... - en este momento, se puso frente a ella y la tomó fuertemente de la mandíbula.

-¡Pero lo que no puedo perdonar es hallas logrado engañarme a mí!- le contestó fuertemente mientras soltaba bruscamente su mentón. Se dirigió a su trono y se sentó en él.

-Fuiste una tonta, niña... si te hubieras presentado como mujer, te aseguro que no hubieras tenido problemas para entrar... después de todo, no eres mal soldado. Ese error lo pagarás caro- le dijo Dilandau con una sonrisa en la cara -Puedes retirarte, mandaré a alguien para que te lleve a una corte marcial-

-¡NO... por favor, no haga eso!- dijo Arlet alterada.

-Lo siento, ya no puedo hacer nada... - le respondió Dilandau. Arlet trató por todo los medio de controlar su llanto, pero ya no pudo más y comenzó a sollozar

-¡Por favor, no me delate...!- dejó su posición y se acercó al trono de Dilandau -¡Esto es lo único que tengo, por favor, no me haga esto... ! -

-¡Ya te dije que no puedo hacer nada!- le contestó Dilandau mientras se levantaba de su trono, muy molesto -Sabías muy bien en lo que te metías y ahora debes asumir las consecuencias de tus actos... ya te dije que si te hubieras presentado como mujer hubieras quedado seleccionada-

-¡Pero yo quería estar en este Escuadrón... quería vengar la muerte de mi padre!-

-¿Tu padre?- preguntó Dilandau algo confundido. De pronto le vino un extraño malestar al estómago

-Fue asesinado por un dragón- le respondió Arlet y su rostro se volvió más amargo aún -se lo prometí cuando lo enterré... -

-Pues no necesitabas hacer toda esta falsa para eso-

-Es que usted no entiende... le prometí que entraría a ser parte de este Escuadrón, le prometí matar un dragón y quitarle su corazón... - le dijo Arlet, acercándose aún más a Dilandau, agarrándose de su traje -Esto es lo único que tengo... si me lo quita, ya no tendré nada...

-¡Suéltame, niña insolente!- le respondió Dilandau mientras la empujaba. Ya le estaba colmando la paciencia.

-¡Por favor... ya no quiero estar más sola... !- le dijo Arlet.

-¿Qué... dijiste?- murmuró Dilandau. Repentinamente, su semblante cambió completamente. Su creciente enojo se transformó en una extraña estupefacción. Su rostro perdió completamente toda expresividad y sus ojos perdieron brillo. El pequeño malestar estomacal que sintió hace un momento creció y por algún extraño motivo, la imagen de una pequeña niña llorando le vino a la mente. Se acercó lentamente a Arlet, pero ella tenía la impresión de que estaba mirando a otra persona. Una vez que estuvo frente a ella, levantó lentamente su mano derecha. Arlet cerró sus ojos, esperando la bofetada de Dilandau, pero nada pasó. En vez de eso, sintió la mano de Dilandau, que suavemente le apartó el cabello de los ojos. Arlet abrió lentamente los ojos.

-Tan sola... - murmuró Dilandau mientras sus ojos seguían idos y su mano recorría lentamente su rostro. Después de eso, pareció que algo lo hizo volver en sí y se alejó de Arlet.

-Lo que me pides es imposible- le contestó mientras le daba la espalda -Me estás pidiendo que le mienta al Ejército de Zaibach para salvarte el pellejo-

-Pero... -

-Si yo no te hubiera descubierto, hubiera sido otra persona ¿qué no entiendes? Tarde o temprano te iban a descubrir-

-Pero no necesariamente tendría que ser usted, Dilandau sama... -

-¿Qué estás tratando de decir?- preguntó Dilandau, dándose vuelta.

-Creo que usted lo sabe- le respondió Arlet -Nadie tiene que saber que usted ya sabía sobre mí... acepto esa responsabilidad... -

-¿Y por qué habría de hacer eso?- preguntó Dilandau desafiante.

-Usted mismo lo dijo... no soy tan mal soldado... -

Dilandau se quedó callado, tratando de analizar fríamente la situación. En ese sentido tenía razón, sería una lástima desperdiciar a tan eficiente soldado sólo por un ''pequeño'' detalle... pero lo que le molestaba era otra cosa. Por alguna razón que desconocía, la chica logró despertar algo extraño en él... no entendía de dónde salió ese recuerdo de la niña llorando, pero cuando Arlet le dijo que no quería estar sola, se sintió bastante enfermo... como si de alguna manera él ya sabía cómo se sentía estar solo. Y eso fue algo que no le gustó para nada.

-Le... le prometo que entrenaré más duro... practicaré más con la espada... pilotearé mejor los guymelef... le prometo que seré el mejor soldado que ha tenido... - le decía Arlet con la voz entre cortada -pero por favor... deme otra oportunidad... -

Dilandau miró a Arlet a los ojos. Se veían tan desolados...

-No sé por qué, pero tengo la impresión de que me voy a arrepentir de esto-

-Le prometo que no lo hará-

Dilandau dio un pequeño suspiro -Está bien... sólo lo hago porque sería una lástima perder a un soldado que no es tan malo después de todo-

El rostro de Arlet repentinamente se iluminó y esta vez dos lágrimas de alegría se le escaparon de los ojos y sin pensar en lo que hacía, se tiró a los brazos de Dilandau como una niña para abrazarlo

-Gracias, Dilandau sama... - le respondió mientras lo abrazaba. Dilandau se quedó sorprendido ante la reacción de Arlet y se quedó completamente inmóvil. Luego de un momento reaccionó.

-¿Qué demonios estás haciendo?-

-Disculpe, Dilandau sama- le respondió Arlet avergonzada mientras se separaba de él -Creo que mejor me voy- le dijo mientras se alejaba de él y se dirigía a la puerta.

-Espera un momento- la detuvo Dilandau

-¿Qué sucede?-

-No creas que te vas a salvar del castigo por esto-

-¿Castigo?- preguntó Arlet confundida

-Claro ¿o te parece poco el escándalo de ayer? Además, si no te castigo, se vería muy sospechoso-

-Lo... lo había olvidado... supongo que tiene razón- dijo Arlet desilusionada.

-Pasarás dos semanas en el calabozo-

-Pero Dilandau sama... -

-Nada de peros... no creas que porque ahora sé que eres mujer vas a recibir un trato especial- le dijo Dilandau mientras cruzaba sus brazos

-Claro que no... quiero que se me trate como al resto del Escuadrón- le respondió Arlet bastante ofendida

-Pues bien... ve a cumplir con tu castigo entonces sin chistar-

-Sí señor- le respondió Arlet y con esto, se retiró de la habitación, dejando a Dilandau solo. Espero no arrepentirme.

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Nota de la Autora: Bueno, ahora sí ya se supo todo ^__^ no sé si les habrá sorprendido o era algo que se veía venir, por eso necesito que me den su opinión. Espero que este capítulo les haya gustado ^_^