Boys Don't Cry
por Karina
Hola a todos, pido disculpas por haberlos hecho esperar tanto, lo que pasó es que tuve problemas con mi Pcsito y murió toda la información que tenían, incluyendo el fanfic T____T así que tuve que escribir toooodo este cap de nuevo ú_ù, tampoco he podido actualizar mi página, pero ahora mi Pc revivió y me estoy poniendo al día con todo. Y antes que nada, les quiero dar las gracias a todos los que han dejado su review, me alegra mucho que la historia esté gustando ^__^.
Ok, ya no los entretengo más y los dejo con el cap nº5
Cuando Arlet salió para encontrarse con los otros soldados, pudo notar que al momento de entrar todos la quedaron mirando fijamente y sin disimulo. Ella frunció el ceño y trató de ignorar las miradas. Seguramente, nadie esperaba ver al soldado Nathan tan pronto. Sólo estuvo dos semanas en el calabozo; a pan y agua, el castigo que generalmente se recibía por pequeñeces como atrasarse un minuto o no hacer el aseo de sus piezas debidamente. Esta vez la había sacado bastante barata. Su aspecto daba mucho que desear, tenía todo el pelo enmarañado y estaba toda sucia, sin contar que tenía los ojos bastante hinchados y tenía unas notorias ojeras. Sin embargo, algo en la actitud de Arlet había cambiado, algo que era imperceptible para los demás y que sólo ella podía notar.
-Nathan, ¿te encuentras bien?- se acercó Guimel a preguntarle.
-¿Dilandau sama fue muy duro contigo?- le preguntó Dalet.
-Ya basta, déjenlo tranquilo. No creo que tenga ganas de responder sus tontas preguntas- añadió Miguel.
-Estoy bien- respondió ella.
-Pero Nathan, ¿no piensas darte un baño antes de presentarte ante Dilandau sama?- le preguntó Chesta.
-Pero si no estoy aquí presente Dilandau sama me reprenderá- dijo Nathan.
-Pero si te presentas así te regañará por sucio- dijo Gatty y todos se largaron a reír, excepto Arlet. En ese momento, Dilandau llegó al salón y todos tomaron sus posiciones.
-Muy bien, hoy saldremos a entrenar con los guymelefs así que quiero que se dirijan a los hangares-
-¡Sí, Dilandau sama!- respondieron todos con entusiasmo-
-Bien, entonces pueden retirarse- agregó.
-¡Sí, Dilandau sama!- volvieron a responder mientras comenzaban a salir del salón.
-Nathan, tú espera un momento- dijo Dilandau. Arlet detuvo su marcha confundida, al igual que otros Dragonslayers. Era muy extraño que Dilandau llamara a alguien en especial, a no ser que fuera para reprenderlo o castigarlo, y ni siquiera en esas ocasiones se molestaba en llamar al "afortunado" soldado, sino que simplemente lo retaba frente a todo el mundo.
-Ustedes qué están mirando, dije claramente Nathan- dijo Dilandau molesto
-Perdón, Dilandau sama- exclamaron y se retiraron lo más rápido posible. Una vez que los dos estuvieron solos Dilandau decidió interrumpir el silencio.
-Oye, ¿qué no piensas darte un baño antes de partir a entrenar?-
-Si, Dilandau sama, eso es lo que haré ahora- le respondió Arlet
-¿Cómo es posible que tenga que decirte ese tipo de cosas?- dijo Dilandau indignado.
-Pues si no me presentaba ante Ud. primero me regañaría... - comenzó a alegar Arlet, pero se dio cuenta de su imprudencia y agregó muy humildemente - ...Dilandau sama-
-Nunca aprenderás a callarte cuando debes- dijo Dilandau cruzando los brazos.
-Lo siento, lo siento... - le dijo Arlet. Los dos se quedaron callados.
-¿y bien?- dijo Dilandau.
-¿Y bien qué?-
-Ve a bañarte-
-Ah, eso. Sí, Dilandau sama- dijo Arlet mientras comenzaba caminar hacia la puerta.
-Arlet, yo... te voy a esperar- dijo Dilandau, no muy seguro de haber dicho tal cosa.
-Está bien- le dijo Arlet, algo confundida.
Vaya, eso fue extraño... ¿para qué querrá esperarme?... seguramente todavía no puede creer que lo haya engañado y querrá saber cómo lo hice para entrar sin que nadie se diera cuenta. Con estos pensamientos, Arlet se dirigió a su habitación y se dio una reconfortante ducha. Durante aquellas dos semanas encerrada en el calabozo, Arlet se dedicó a pensar en todas las cosas que le habían pasado últimamente y en todo lo que se había convertido su vida. Se dio cuenta que desde la muerte de su padre, el único sentimiento que ocupaba su corazón era el de venganza, de rabia, de tristeza, de rencor. Desde ese momento, dedicó toda su vida a cumplir la promesa que hizo en la tumba de su padre... cazar un dragón y quitarle su corazón, tal como lo habían hecho con ella, y para eso se esforzó mucho. Sin embargo estaba tan obsesionada con cumplir esa promesa que poco a poco se fue cerrando al mundo, a las personas y ahora que había cumplido esa tonta promesa se dio cuenta que ya no tenía otro propósito en la vida. Claro, ahora podía ver las cosas con claridad, ahora pudo darse cuenta de que su gran propósito en la vida lo había cumplido pero ¿y ahora qué? Y de pronto se enfrentó a la realidad de que tenía toda una vida por delante y la estaba desperdiciando al encerrarse en sus sentimientos de rencor y venganza y que con su actitud lo único que conseguía era que no dejaba descansar en paz el alma de su padre.
Aquella ducha fue reconfortante. No sólo limpió su cuerpo, sino que también su alma de la venganza, de la rabia, la tristeza y el rencor en la que se encontraba encerrada. De ahora en adelante, comenzaría a hacer las cosas que a ella le gustaba y comenzaría a hacer las cosas por y para ella. Padre, siento mucho todo lo que hice... ya estoy bien. Adiós. Descansa en paz. Y con eso, salió de la ducha y se alistó para salir.
Dilandau se paseaba de un lado a otro con los brazos cruzados, impaciente porque Arlet no aparecía. De pronto vio una figura que se acercaba rápidamente a él.
-¿Por qué demonios te demoraste tanto?- la reprendió mientras comenzaba a caminar.
-Disculpe, Dilandau sama- le contestó sin dejar que su mal genio la afectara y tratando de seguir los pasos de Dilandau. Dilandau la miró extrañado. Por lo general siempre le contestaba a sus retos, pero esta vez no dijo nada. Finalmente se decidió a interrumpir el silencio.
-¿Te pasa algo?-
-No, ¿por qué?- preguntó Arlet extrañada.
-Es que... te ves distinta, ya no luces tu acostumbrado mal humor- dijo Dilandau sin mirarla. El burro hablando de orejas, pensó Arlet sarcástica.
-Lo que pasa es que acabo de darme un baño muy reconfortante- Dilandau la miró sin entender nada.
-Es que durante estas dos semanas tuve mucho tiempo para pensar en muchas cosas... - comenzó a explicarle y lo miró para ver si le estaba poniendo atención y comprobó con asombro que sí lo hacía. No supo por qué, pero se sintió avergonzada y siguió caminando mirando sus pasos.
-... y me di cuenta de que toda mi vida sólo giraba en torno a la promesa que le había hecho a mi padre, y ahora que la cumplí, me di cuenta que me quedé completamente vacía-
-¿Vacía?-
-Sí, porque sin darme cuenta me encerraba más y más en mi mundo, y me quedé sin un propósito en la vida- los dos se quedaron callados un momento
-Dijiste... - comenzó a decir Dilandau -ese día, cuando te descubrí... dijiste que ya no querías estar sola- en ese momento llegaron a los hangares en donde los demás estaban listos en sus respectivos guymelefs.
-Es cierto... pero ya no lo estoy. Ya encontré una nueva familia- le respondió Arlet mirando a sus compañeros.
-¿Una nueva familia?- preguntó Dilandau.
-Sí, usted es mi nueva familia- le respondió Arlet con una sonrisa. Dilandau abrió los ojos sorprendido. Era la primera vez que veía a Arlet sonreír.
-Usted y los chicos- agregó y con esto se alejó corriendo para subir a su guymelef. Dilandau la miró marcharse. Es una tonta, pensó.
Dos guymelefs azules luchaban con todas sus fuerzas en el campo de entrenamiento, pero se podía ver la diferencia que había entre los dos contrincantes. De pronto, el guymelef del piloto más hábil hizo una maniobra con su brazo izquierdo y convirtiendo el metal glima en una poderosa garra, apresó a su contrincante y con una embestida hizo que éste perdiera el equilibrio del gigante y que cayera al suelo. Cuando el piloto contrincante fue a reaccionar, era demasiado tarde, ya que el otro piloto ya había convertido su brazo derecho en una espada y apuntaba a la cabeza de su contrincante.
-Lo siento Dalet, te gané a ti también- dijo Arlet victoriosa. Ya era su tercer combate que ganaba en el día.
-¡Maldición!- exclamó Dalet enojado. En ese momento dieron las una de la tarde, la hora de la colación, por lo que todos abandonaron sus guymelefs y se dirigieron al comedor. Arlet se bajó de su melef con aire de satisfacción y se acercó a Dalet, quien miraba a su gigante, como tratando de comprender el pensamiento de aquella máquina.
-fue un buen combate- dijo Arlet ofreciéndole su mano. Dalet la miró extrañado y pudo ver en su cara un semblante amigable.
-Sí... supongo que sí- le respondió dándole la mano.
-La próxima vez tenemos que esforzarnos más- dijo Arlet y se retiró del campo de entrenamiento. Miguel y Gatty, quienes estaban mirando la escena estaban confundidos.
-¿Y ahora qué bicho le picó a Nathan?- preguntó Gatty.
-No lo sé, ya sabes que es muy extraño- le respondió Miguel.
Arlet entró al comedor, tomó su bandeja de comida y se dirigió a la mesa que le correspondía a los Dragonslayers. Cuando llegó a ella, habían pocos soldados sentados y pudo ver que el asiento al lado de Guimel estaba desocupado.
-Disculpa, ¿puedo sentarme aquí?- preguntó. Guimel la miró sorprendido y le respondió muy amablemente.
-Claro que no, siéntate- Arlet se sentó y comenzó a hacer lo que siempre hacía: comer rápidamente, sin levantar la vista de su plato e ignorando todo a su alrededor. Guimel trató de entablar conversación, pero es algo imposible de hacer cuando la otra persona no levanta la vista de su plato, así que eventualmente desistió hacer tal cosa. Maldición, lo estoy haciendo de nuevo. Nuevamente estaba levantando su muralla acostumbrada, pero era difícil no hacerlo, estaba tan acostumbrada a ella que supuso que tampoco era algo que podía dejar de hacer de la noche a la mañana. Pero de todas formas tenía que intentarlo. Sabía que iba a ser difícil, pero lo lograría.
-Disculpa, Guimel- dijo sin levantar la vista del plato.
-¿Por qué?- preguntó Guimel sorprendido.
-Tu siempre te acercas a mí y tratas de entablar conversación conmigo y yo lo único que hago es ignorarte- Guimel sólo se limitó a sonreír despreocupado.
-Bueno, supongo que esa es tu personalidad, así que sería tonto tomarlo como algo personal-
En ese momento, Dalet se acerco a la mesa y se sentó frente a Arlet. Comió algo de su plato y luego de varias vacilaciones, se decidió y extendió su mano a Arlet.
-Nathan- la llamó para llamar su atención -En verdad fue un buen combate- se quedó esperando la reacción de Arlet.
-sí, lo fue- le respondió estrechando su mano -pero podemos hacerlo mejor- agregó
-Por supuesto que sí- respondió Dalet.
Y así fue como Arlet comenzó poco a poco a derribar las paredes que había construido a su alrededor. Le costó mucho trabajo, pero lo logró, y con cada día que pasaba, cada vez se hacía más parte de los Dragonslayers. Al principio se sentía extraña al tratar de conversar con los demás, pero a medida que el tiempo pasaba, fue tomando más confianza con los chicos. Eventualmente comenzó a hablar más con ello, a compartir, incluso a trabajar en equipo, que era algo que siempre evitaba. Incluso ahora bromeaba con ellos. Hasta que entendió que no sólo eran un grupo de soldados al mando de un capitán, eran más que eso, eran camaradas, compañeros, amigos... hermanos. Eso es lo que son, una gran familia y ahora ella era parte de ella.
Pero a veces no podía evitar tener esos días en los que volvía a su antiguo retraimiento y simplemente no hablaba con nadie. A menudo los chicos la molestaban diciéndole que se había levantado ''en esos días'' atribuyendo su mal humor a encontrarse ''indispuesta'' lo que era algo bastante irónico, ya que a veces resultaba ser así. Obviamente los chicos sólo lo hacían por molestar, pero Arlet siempre se preguntaba qué harían los chicos si supieran la verdad. Las bromas y burlas siempre duraban lo que duraba la paciencia de Arlet. Aunque a veces las tomaba como bromas y lograban sacarla de su mal humor, otras veces hacía las cosas peores.
En cuanto a Dilandau, a simple vista no se podía ver ningún cambio en la forma en que trataba a Arlet, pero ella podía darse cuenta de que a veces Dilandau la miraba sin ningún motivo alguno. Eso no era algo que la molestara, pero se sentía extraña. A veces podía sentir su intensa mirada y cada vez que ella levantaba la vista para mirarlo, él desviaba su mirada. Trataba de darle una explicación a tan extraño comportamiento, pero sólo tenía algunas ideas vagas en la cabeza. Quizás todavía no supere el trauma de que una chica sea tan fuerte como él... o quizás se pregunte cómo diablos pude entrar sin que nadie se diera cuenta... Estos eran pensamientos bastante razonables. ...o quizás, puede que yo le guste... pensó divertida, pero descartó de inmediato aquella posibilidad recordando lo que le había dicho cuando se celebró un nuevo aniversario de las Glorias del Ejército de Zaibach. Esa semana fue de mucho alboroto, ya que todos los escuadrones que se encontraban en el Vione debían bajar al Capitolio para las celebraciones respectivas. El Vione era la fortaleza flotante en la que se encontraban y no la habían dejado desde que llegaron por primera vez, y sólo lo hacían en ocasiones especiales, como cuando tenían entrenamiento de vuelo con los guymelefs o aquella vez en la que cazaron el dragón. Hubieron eventos muy interesantes, como un desfile en donde ellos participaron, exhibiciones y ese tipo de cosas. Después del desfile, hubo una gran recepción para todos los soldados que participaron en el desfile y sus familiares, lo que significaba que ella tendría que estar sola, por lo que decidió caminar por ahí. En eso estaba cuando escuchó sin querer la conversación de un grupo de soldados mujeres.
-... ese tipo es muy guapo-
-Bueno, hay mucho chicos guapos en el ejército-
-¿Y qué me dicen del Estratega Folken?-
-¡ah! Pues, que está como quiere- dijo una chica y las demás se largaron a reír.
-Sí, tienes razón... ¡es tan lindo!-
-Y esa lágrima tan sexy-
-Y esos ojos tan tristes-
-Pues que se venga conmigo y yo lo hago feliz-
Todas volvieron a reírse. Arlet las escuchaba disimuladamente y se divertía mucho con los comentarios. En realidad, tenía que reconocer que tenían razón, Folken era un hombre muy atractivo. Por lo general trataba de no pensar en esas cosas, pero sí, se dio cuenta que estaba rodeado de chicos atractivos y ella era la única mujer en todo el lugar... y aún así no podía hacer nada al respecto, qué lástima.
-¿Y qué me dicen del Capitán de los Dragonslayers?-
-¿Ese bombomcito albino de ojos carmesí?- Arlet se quedó sorprendida al escuchar que hablaban de Dilandau.
-Ah, sí, se llama Dilandau Albatou- dijo una chica.
-Wow, veo que alguien ya le echó el ojo- dijo otra.
-Pero por favor- dijo la chica –con sólo mirarlo y mis hormonas se vuelven locas-
-Si... es muy lindo-
-No es lindo, es exquisito-
-¿exquisito? ¿qué, piensas comértelo?-
-Jajaja, ganas no me faltan de "comérmelo"-
Arlet seguía en shock... no podía creer lo que esas chicas hablaban. ¿¡Pero qué manera es esa de hablar de Dilandau sama!? Pensó algo irritada y se retiró del lugar, aún escuchando las risas maliciosas de las chicas.
Siguió caminando por ahí sin saber por qué se había molestado tanto. De pronto vio entre la gente a Dilandau sentado junto a Folken tomando una copa de vino. Lo observó un buen rato mientras él conversaba con Folken y los comentarios de las chicas le venían a la mente con mayor intensidad. Y comenzó a mirar a Dilandau de una forma que nunca lo había hecho antes. Verlo sentado, tan relajado, con su copa de vino en la mano, sus lacios cabellos albinos, sus intensos ojos rojos... de pronto, algo que Folken dijo hizo que Dilandau frunciera el ceño y esbozara una sonrisa, levantado levemente el lado izquierdo de sus labios. ¡Maldición! El muy arrogante es muy atractivo... si no fuera porque tiene un carácter de los mil demonios... Repentinamente, Dilandau se dio cuenta de la presencia de Arlet y ésta enrojeció estúpidamente como un tomate y trató de hacerse la desentendida. Dilandau se disculpó con Folken y se dirigió hacia donde estaba Arlet.
-¿Aburrida?- le preguntó.
-Erh... b-bueno, si, un poco- tartamudeó Arlet sin atreverse a mirarlo a los ojos. ¿¡Qué demonios te pasa, Arlet?! ¡Compórtate!
-¿Te pasa algo?-
-N-no, nada- dijo Arlet. Después de eso se produjo un incómodo silencio. Sin embargo, Arlet sentía la necesidad de contarle lo que recién había escuchado, pero no tenía la menor idea de cómo Dilandau reaccionaría.
-Así que eres bastante popular- dijo Arlet.
-¿A qué te refieres con eso?- preguntó Dilandau extrañado
-Tú sabes a lo que me refiero- le dijo Arlet con una sonrisa maliciosa –eres muy popular con las chicas-
-¿Qué estás diciendo?-
-Si supieras las cosas que decían de ti-
-¿Te das cuenta?- dijo enojado –es por eso que no deberían aceptar mujeres en el ejército-
-¡¿Perdón?!- preguntó Arlet indignada.
-Mira, no estoy en contra de que haya mujeres en el ejército, pero mira la clase de comportamiento que ocasiona el que mujeres y hombres estén juntos y eso que están separados por escuadrones-
-No puedo creer lo que estoy escuchando- dijo Arlet sorprendida –no sabía que eras tan machista-
-Oye, no estoy diciendo que los hombres o las mujeres sean mejores unos de los otros, es sólo que... eso provoca que los soldados se distraigan y piensen en tonteras-
-Entonces según usted, yo no debería estar aquí ¿verdad?-
-No seas tonta, eso es distinto- dijo Dilandau.
-¿Y por qué es distinto? ¿Acaso yo no soy una "distracción" para usted? ¿Acaso no soy mujer? Y se muy bien que eso te consta- dijo Arlet furiosa. Dilandau quedó completamente descolocado con tantas preguntas, y el recuerdo de Arlet desnuda le vino a la mente.
-Es... es d-distinto y punto- balbuceó y se retiró del lado de Arlet lo más rápido que pudo.
Tonto... apuesto a que si esas chicas conocieran a Dilandau como lo conozco yo no pensarían lo mismo, pensó Arlet molesta y trató de no seguir pensando en el asunto, pero por más que trató, no pudo sacarse de su mente la imagen de Dilandau sonriendo.
