Boys Don't Cry
por Karina
Advertencia: este cap. Tiene escenas algo "subidas de tono" (en realidad no es tanto) así que si no te gusta este tipo de cosas o te sientes ofendido de alguna forma, por favor, no sigas leyendo.
Quizás no sea para tanto el asunto, pero más vale prevenir que curar.
-Yo... quiero verte desnuda... –
¿Pero qué demonios le pasa? Se preguntaba Arlet. Nunca pensó escuchar algo así, y menos proveniente de Dilandau.
-Ya... ya me has visto así... - le respondió Arlet, aún sintiendo la respiración de él en su oído. Maldición, se siente muy bien...
-Quiero verte de nuevo... - aún en esos momentos no podía dejar de sonar autoritario, pero más que eso, sonaba como un niño encaprichado.
-¿Me lo estás pidiendo o me lo estás ordenando?- preguntó Arlet, algo temerosa. Ya no sabía muy bien qué hacer. Su cabeza le aconsejaba irse, irse lo más rápido que pudiera, le decía que eso era imposible, que no necesitaba enamorarse de nadie y menos ahora, y que era estúpido pensar que él estuviera sintiendo algo por ella, eso era imposible. ¿Qué no lo conoces lo suficiente? Ya sabes cómo es él, no es capaz de querer a nada ni a nadie. Todo lo destruye y lo peor es que disfruta haciéndolo... él es malvado... ¿qué pretendes? ¿O piensas que lo vas a hacer cambiar? Pero... ¿Acaso eso disminuye lo que estoy sintiendo ahora? Ese pensamiento la estremeció. ¿Qué es lo que estoy sintiendo por él?
Se produjo un pequeño silencio. Dilandau la apretó con sus brazos un poco más fuerte y le respondió.
-Te lo estoy pidiendo-
¿Dilandau... pidiendo algo? Eso la confundió aún más. Siguió sentada, atrapada en los brazos de Dilandau, quien poco a poco fue aflojándolos para liberarla, Es tu decisión, Arlet. Ella se giró lentamente para mirar a Dilandau. Estaba completamente serio, pero también tenía algo de incertidumbre en su mirada. Por primera vez lo veía vulnerable. Sabía que nunca más lo vería así. Miró sus intensos ojos rojos y se dio cuenta de que la atrapaban de una forma indescriptible. Respiró profundamente, como tomando fuerzas y se levantó. Es sólo eso... y después... que pase lo que tenga que pasar... sea cual sea el resultado. Se puso frente a él y cerrando los ojos para no mirarlo comenzó a quitarse lentamente los pantaloncillos, quedando sólo con la camisa que le cubría lo justo y necesario. Después y con algo de duda, se quitó la camisa y quedó completamente desnuda.
Dilandau la observaba detenidamente, tratando de mantener en su cabeza cada detalle de lo que veía. Nunca había visto el cuerpo de una mujer a no ser que fuera en libros de biología... a veces encontraba a uno que otro de sus soldados viendo revistas extrañas en donde salían mujeres desnudas, y cada vez que los pillaba se ganaban una estadía de cinco días en los calabozos, a pan y agua. Simplemente lo encontraba desagradable, sin mencionar el hecho de que distraía a sus soldados 'estúpidos, si tienen tiempo para ver esas cosas, deberían aprovecharlo para entrenar' solía retar a sus soldados. Y ahora no entendía por qué estaba haciendo todo esto. De hecho, nunca había pensado en esas cosas, sólo pensaba en él y en hacerse cada día más fuerte y más temido. Pero ahí estaba, contemplando el cuerpo de esa chica, contemplando el cuerpo de Arlet. Entonces se dio cuenta de que ella despertaba muchas cosas en él que jamás se hubiera imaginado. Quería mirarla, abrazarla, protegerla... no quería verla triste, ni quería que se sintiera sola... pero tampoco quería sentirse vulnerable ante ella. Maldición, sabía que tenía que deshacerme de ella y no lo hice cuando tuve la oportunidad. Ahora estoy aquí, en este estado... tengo que deshacerme de ella, no puedo permitir que esto me esté pasando. Malditas hormonas... ¿por qué me siento así... como si fuera un debilucho? Ese pensamiento lo irritó bastante. No podía permitirse ese tipo de debilidades, él era el más fuerte, él ES el más fuerte. Simplemente no iba aceptar que algo o que alguien le hiciera perder ese poder que tenía.
¿Qué estará pensando? Quizás va a pensar que soy una cualquiera... esta debe de ser la primera vez que ve a una mujer así... se nota que está sorprendido... me pregunto qué ira a pasar después... en ese momento, la mirada de Dilandau se tornó completamente fría, como siempre solía estarlo y simplemente dejó de mirarla.
-Es mejor que te vayas a tu habitación- le dijo fríamente.
Arlet estaba sorprendida por ese cambio brusco. Se quedó parada, inmóvil. ¿Qué pasó? Se preguntó. "Sea cual sea el resultado..." bueno, esto fue lo que pasó, pensó Arlet. Sin embargo, un sentimiento de rabia y angustia inundaron su corazón. Dilandau seguía sin mirarla. Al fin reaccionó y tomó su camisa que estaba tirada en el suelo. Es un maldito... ¿por qué me hace esto?... ja, más tonta soy yo, 'que pasara lo que tenía que pasar' ¿y qué diablos quería que pasara?. Estos pensamientos la hicieron enojarse más y más, enojarse con él y con ella, hasta que, una vez más, su boca la traicionó.
-Cobarde- dijo Arlet, totalmente inexpresiva.
-¿Qué fue lo que dijiste?- preguntó Dilandau indignado
-Lo que oíste... eres un cobarde-
-Niña insolente, no me provoques-
-¿Por qué tienes miedo? ¿A qué le temes?- le preguntó Arlet desafiante.
-¡Yo no le temo a nada!- le respondió Dilandau subiendo el tono de su voz. Se estaba poniendo cada vez más furioso
-¡Claro que sí!- a Arlet le comenzó a temblar la voz- le temes a lo que estás sintiendo... porque no sabes lo que es... porque es la primera vez que no quieres hacerle daño a alguien... porque te sientes vulnerable... -
-¡Mentira, yo no le temo a nada!- le dijo mientras la miraba a la cara, con los ojos llenos de ira.
Se produjo un pequeño silencio.
-Me temes porque no te atreves a dañarme... por eso es que no me has denunciado... -
Y en un arranque de ira y sin saber muy bien lo que hacía, Dilandau la agarró de los brazos y la acercó violentamente hacia él, quedando cara a cara el uno con el otro, los dos arrodillados en la cama y ella apoyando sus brazos en su pecho.
-Yo no te temo... yo... no tengo miedo- le dijo Dilandau mirándola a los ojos, aún se le veía enojado, pero su mirada reflejaba también algo de miedo. Los dos respiraban agitados, producto de la impresión de todo lo que había pasado y luego de un pequeño silencio Arlet le dijo.
-Ya... tranquilo... yo... yo también tengo miedo- y luego de esto acercó su rostro al de él y lo besó suavemente en los labios. El primer beso de los dos. Después de eso, se separó de él y observó su cara. Su expresión se había suavizado completamente y soltó sus brazos, liberándola. Temerosamente, ella volvió a besarlo, colocó sus manos en su espalda mientras que él apenas tocaba los hombros de ella con sus manos, respondiendo suavemente el beso, como cuando uno aprende a hacer algo y lo practica lentamente, para no equivocarse. Se separaron un momento.
-¿qué está pasando?- preguntó Dilandau apenas murmurando en la boca de Arlet.
-No lo sé... ¿te gusta...?- preguntó ella sin moverse. Él le respondió devolviéndole el beso, rodeándola con sus brazos. Ella colocó sus manos bajo la camiseta de él, acariciando su espalda, tratando de quitársela. Una vez que se deshicieron de ella, los dos pudieron sentir la piel del otro. Era increíble sentir las caricias y los besos que se volvían cada vez más apasionados, acariciar su espalda entera, recorrer con sus dedos sus cabellos albinos, saborear con su boca su cuello, besar su fino mentón. Nunca se había dado cuenta de cuanto le gustaba hasta ahora. Pero él apenas respondía a sus abrazos y sus besos. Los dos estaban temblando, pero parecía que Dilandau lo estaba más. Esto incomodó a Arlet ¿qué le pasa? A lo mejor no le agrado, no le debo gustar, quizás, estas cosas no le gusta... pero si fuera así, no hubiera dejado que las cosas llegaran tan lejos... Dios santo ¿por qué no me toca?
-¿Pasa algo?- preguntó Arlet, apoyando su cabeza en su hombro -No quieres tocarme... no te agrado ¿verdad?-
-N-no... no es eso... - le respondió él -es que... no sé... - no siguió hablando porque ella tomó sus manos y suavemente las llevó a sus senos. Ella pudo sentir el temblor de sus manos, que la tocaban como si se fuera a romper y esto hizo que se le escapara un gemido al sentir el contacto de su mano en su pecho. Comenzó a acariciar suavemente sus senos, mientras la besaba en la boca, en el cuello, mordiendo sus hombros, su cuello, sus orejas, acercándola cada vez a su cuerpo para poder sentirla cerca de él. Ahora que Dilandau sintió más confianza, bajó sus manos, acariciando su vientre, el cual se contraía al sentir las tibias manos de Dilandau. Con una mano la tomó de la cintura y la apretó junto a su cuerpo, mientras que con la otra recorría sus muslos, inclinándose para colocarse encima de ella, dejándose llevar completamente por lo que sentía en ese momento, besando todo su cuerpo, comenzando por su boca, para luego bajar por su cuello. Arlet se aferraba a él con todas sus fuerzas, acariciando sus cabellos, indicándole el camino que quería que Dilandau siguiera. Cuando Dilandau comenzó a besar sus senos, Arlet dejó escapar otro gemido, y mientras más él trabajaba sus senos con su boca, lo único que ella podía hacer era aferrarse a las sábanas. Luego de eso, Dilandau, comenzó a recorrer cada rincón con sus manos temblorosas. Era irónico que las mismas manos con las que empuñaba firmemente su espada, parecían ahora no saber qué hacer. Sin embargo, Arlet le ayudó y mientras se abría lentamente, guió la mano de Dilandau a su sitio más sagrado y sensible. La reacción fue de inmediata, ya que al más mínimo contacto, ella dejó escapar un fuerte gemido, el que fue acallado por la boca de Dilandau. Su respiración se volvió más agitada y aumentaba según él hacía lo mismo con sus manos. ¿Qué estoy haciendo?... no puedo creer lo que estoy sintiendo... es tan frágil... yo... me siento igual... qué vergüenza, ella podría hacer lo que quisiera conmigo... De pronto, Dilandau dejó de acariciarla y la miró fijamente a los ojos. Luego tomó su mano y comenzó a besar y a morder suavemente la yema de sus dedos... luego de eso, dirigió su mano a su sitio más sensible.
-Ahora quiero que tú me toques... - le dijo a Arlet, sin dejar de mirarla a los ojos. Sin embargo, esto pilló a Arlet de sorpresa y en una reacción inconsciente, retiró rápidamente la mano. Los dos se quedaron quietos.
-Disculp...- fue lo único que alcanzó a decir, ya que Dilandau le tapó rápidamente la boca con un apasionado beso.
-No importa- le respondió apenas separando sus labios de los de ella y retomó lo que estaba haciendo, volviendo a besar su cuello. No supo por qué, pero Arlet se sintió mal por lo que pasó. No debí hacer eso... no fue justo para él... así que tomando valor, comenzó a acercar su mano hacia el lugar más sensible de Dilandau, y suavemente metió su mano dentro sus pantaloncillos. Un gemido se le escapó al sentir la mano de Arlet.
-¿es... está bien así?- le preguntó Arlet. Dilandau la miró y los dos se sonrojaron. Otro gemido salió de su boca, respondiendo a la pregunta... y luego otro... y luego otro más... hasta que repentinamente quitó las manos de Arlet, afirmó sus dos brazos fuertemente, como asegurándose que no se escaparía y sin ningún aviso se introdujo rápidamente en ella, arrancándole un quejido y haciendo que ella se apegara al colchón, tratando de escapar al dolor. Las manos que la mantenían prisionera fueron cediendo poco a poco, para entrelazarlas con las de ella. Ahora, él estaba dentro de ella y la habitación se llenó de gemidos. No eran los gemidos que él estaba acostumbrado a escuchar y con los que se deleitaba tanto, esos eran de terror y pavor y eran provocados por el miedo que él infundía en sus víctimas y sólo él los disfrutaba. Esta vez era distinto... porque trataba de no dañarla. Por primera vez en su vida trataba de ser cuidadoso y no dañarla, pero lo hacía. Sin embargo, era un dolor que los dos compartían y disfrutaban. Arlet soltó sus manos para abrazarlo fuertemente, aferrándose a él como si eso fuera a amainar el dolor, pero este desapareció lentamente, dando lugar a esa sensación que nunca en su vida había experimentado. Una vez que todo terminó, se quedaron inmóviles, uno aferrado al otro y escuchando la respiración del otro. Dilandau se separó lentamente de ella para mirar su rostro. Tenía lágrimas en los ojos.
-Yo no... -
-No te preocupes... estoy bien- le interrumpió Arlet, acariciando suavemente su cara.
Él se acostó a su lado. Arlet lo miraba atentamente, él se acostó de espalda, con los ojos cerrados y aún trataba de regular su respiración. A pesar de la poca luz que había en la habitación, pudo darse cuenta de que su cara estaba sonrojada. Enternecida por la apariencia de Dilandau, le dio un pequeño y tímido beso en el hombro. Él se sobresaltó un poco y se dio vuelta a mirarla y el cruce de miradas hizo que se sonrojara aún más, por lo que él decidió esquivarla. Sin embargo, esto no fue impedimento para que ella recostara su cabeza en su pecho, acariciando su brazo izquierdo y escuchando el latido de su acelerado corazón.
Permanecieron así un largo momento, hasta que ella interrumpió el silencio.
-Te quedaste callado-
-Es que me dio sueño-
-Gracias, yo también te quiero- le dijo sarcásticamente.
-Sabes que no quise decir eso- le respondió Dilandau. El silencio volvió una vez más.
-Me gusta el sonido del corazón... me transmite paz y tranquilidad-
-mmmm-
-Cuando era una niña, solía quedarme dormida en los brazos de mi padre... apoyaba mi cabeza en su pecho y me dormía escuchando los latidos de su corazón-
Silencio.
-Lo extraño tanto... - dijo Arlet con mucha tristeza- ¿Cómo eran tus padres?-
-Mis padres... - murmuró Dilandau -No recuerdo nada de ellos- comenzó a sentirse enfermo. Por alguna extraña razón, siempre que trataba de recordar algo de su pasado, como por ejemplo sus padres o su niñez, le venían estos malestares al estómago. Era frustrante. A veces escuchaba furtivamente las conversaciones de sus soldados cuando éstos hablaban de sus familias. Pero cada vez que él trataba de recordar algo, le venía una desagradable sensación, como si alguien le estuviera apretando el estómago por dentro.
-¿No recuerdas nada? ¿Por qué?-
-¿Cómo diablos voy a saberlo?- le respondió molesto. Definitivamente no le gustaba hablar de esas cosas.
-Está bien... no hay para qué enojarse- le contestó Arlet. Aún seguía acariciando el brazo izquierdo de Dilandau, admirando su piel suave hasta que se dio cuenta de algo.
-¿Qué te pasó aquí?- preguntó Arlet. En el ante codo pudo sentir una especie de pequeñas cicatrices. Dilandau quitó rápidamente el brazo.
-Eso no te importa- respondió molesto.
-Pero es que son marcas muy extrañas, no parecen de combate-
-Ya te dije que no te importa-
Arlet se inclinó para ver el rostro de Dilandau. Se había vuelto sombrío.
-Qué extraño... es como si te hubieran puesto miles de inyecciones... una sola no deja cicatriz-
-Ya te dije que no te importaba, así que deja de hablar de eso- le dijo Dilandau aún mas molesto.
-Está bien... - le dijo Arlet, quien también quedó molesta, pero bastante confundida. Se separó de él y se acostó a su lado, tapándose rápidamente con las sábanas. Arruinó todo el momento. No sabía por qué se había molestado tanto. Pensó que quizás se enojó porque como es tan vanidoso, pues una cicatriz arruinaría su perfección. Pero es estúpido, aparte de ser imperceptibles, ni siquiera están en un lugar visible.
-¿Sabes algo?- le preguntó Arlet- Yo también tengo una cicatriz- le dijo mientras le mostraba su mano izquierda. En su muñeca, tenía una cicatriz que tenía forma de pulsera. Dilandau miró atentamente la muñeca de Arlet y la tomó con sus manos, acariciando la cicatriz.
-¿Qué fue lo que te pasó?- le preguntó Dilandau
-Me quemé cuando era pequeña-
-¿Con fuego?-
-No, pirómano, me quemé con agua caliente. Mi papá me había servido la leche y por estar jugando en la mesa, se dio vuelta el vaso y me quemé-
Se produjo un pequeño silencio. Dilandau aún seguía mirando ensimismado la cicatriz.
-Odio las cicatrices... sólo traen malos recuerdos. Te recuerdan lo que quieres olvidar... sólo te recuerdan momentos tristes... - dijo con un tono de tristeza en su voz. Arlet no supo qué decir. En realidad, ella ni siquiera recordaba bien cuando se quemó, pero no creía que era algo tan terrible. Sólo fue un accidente. Pero para que él se sintiera así, debió tener una experiencia muy desagradable.
Poco a poco, la pieza comenzó a iluminarse. Ya había dejado de llover y al parecer, iba a haber sol para el día que estaba llegando. Dentro de poco tendría que levantarse por lo que tenía que irse a su pieza si es que quería recuperar algo de sueño. Tenía que cambiarse de lado de la cama para buscar su ropa y para esto, tuvo que pasar por encima de Dilandau.
-Permiso- le dijo tímidamente.
-¿Qué estás haciendo ahora?- le preguntó Dilandau, avergonzado y confundido
-Mi ropa está al otro lado de la cama- le respondió Arlet, quien se quedó quieta encima de Dilandau
-Si no te has dado cuenta, ya está amaneciendo-
-Tienes razón- le respondió Dilandau. Ahora, Arlet estaba al otro lado de la cama, pero todavía seguía acostada.
-¿Qué no te ibas?- le preguntó Dilandau
-Es que... - balbuceó Arlet toda sonrojada -¿Puedes mirar hacia otro lado para poder vestirme?-
-¿Que quieres qué?- le preguntó Dilandau sorprendido
-Ya te dije... date la vuelta- le respondió Arlet con el rostro más sonrojado aún
-No puedo creer que me estés pidiendo... después de todo... -
-Sólo hazlo-
-No seas ridícula... -
-¡Hazlo!-
-No... no lo haré- le dijo Dilandau divertido mientras se sentó en la cama -Ya te vi quitándote la ropa... ahora quiero ver cómo te la colocas-
-gggggrrrrr- fue todo lo que dijo Arlet mientras tiraba lejos las sábanas y buscaba lo más rápido su ropa, aún con el rostro enrojecido. Una vez que terminó de vestirse, se giró para ver a Dilandau, pero él ya no le estaba poniendo atención. Tenía la mirada perdida y se estaba tocando compulsivamente la cicatriz de su brazo. Arlet se acercó y se sentó frente a él, pero tampoco se dio cuenta de su presencia. Tuvo que pasar su mano frente a sus ojos para que saliera de su extraño trance.
-¿Qué?- le preguntó Dilandau confundido
-Ya me voy... nos vemos más tarde entonces... -
-Sí... - le dijo mientras parecía que iba a volver a caer. Pero en ese momento, Arlet se acercó y tomó su rostro con sus manos y lo besó largamente en la boca. Cuando se separaron, los dos estaban sonrojados
-Adios- le dijo Arlet y salió por fin de la habitación de Dilandau.
Ehr... bueno, aquí está el cap. 7 disculpen la demora.... ok, esto es algo vergonzoso, de hecho, todavía no creo que haya hecho tal cosa -_-u *Karina se tapa la cara de vergüenza* mmmm, no sé cómo habrá quedado este capítulo, sólo puedo decir que fue muy difícil escribirlo.
Cualquier duda, comentario, amenazas de muerte etc etc, la puedes mandar a hotaru_albatou@hotmail.com o si prefieren pueden dejar un review.
