Boys Don't Cry
por Karina
Dilandau se encontraba como siempre, en pie antes de que todos sus soldados. Como era su costumbre, los esperaba sentado en su trono, pero esta vez era distinto. No estaba impaciente a que llegaran. Estaba sentado y tenía su cabeza apoyada en una de sus manos y se sentía con mucho sueño. De vez en cuando cerraba sus ojos y los dejaba descansar por un momento. En eso estaba cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente. Dilandau se sorprendió, pero no se movió de su asiento y sólo abrió los ojos para ver quien era. Le extrañaba que alguien llegara antes de la hora. Por lo general, todos llegaban justo a la hora en que eran llamados, ni un minuto antes, ni un minuto después. Al ver de quien se trataba, el pálido rostro de Dilandau se volvió tan rojo como su armadura y lo único que hizo fue desviar la vista.
-Buenos días, Dilandau sama- era Arlet quien entró tímidamente al Salón y tomó su lugar correspondiente.
-Bu-buenos días- le respondió escuetamente Dilandau. Los dos se quedaron un buen rato callados, sin saber qué decirse ni mucho menos atreverse a mirarse.
-¿Por qué llegaste tan temprano?- preguntó Dilandau. Arlet levantó la vista sorprendida y se encontró con los ojos de Dilandau.
-Bueno, yo... – comenzó a decir bajando la mirada –después de que me fui de su habitación no pude seguir durmiendo-
-ah... ya veo- A diferencia de ella, Dilandau sí pudo conciliar el sueño durante las pocas horas que le quedaron para dormir, pero cuando despertó, se sintió muy cansado, con poca fuerza y con una pequeña molestia en la espalda. Pero por alguna razón, eso no le molestaba ni lo hacía sentirse enojado. Arlet, eres una tonta... mira lo que me hiciste, pensó Dilandau cuando recordó la razón por la cual se sentía de esa forma. Nunca pensó que algo como eso le exigiera tanto esfuerzo físico. La verdad es que nunca se imaginó estando con alguien de la forma en que estuvo con Arlet. Claro, porque lo único en lo que pensaba era en volverse más y más fuerte... eso era en lo único que pensaba. Nada más.
-Dilandau sama... – Arlet trató de hablar sin quitar la vista del suelo.
-y-yo... – le costaba hablar porque no sabía cómo decirle lo que pensaba en esos momentos y porque trataba de evitar la penetrante mirada de Dilandau, pero se puso más nerviosa cuando sintió que él se levantaba de su asiento y se dirigía hacia ella.
-b- bueno... yo quería decirle... sobre lo que pasó anoche... – no pudo seguir hablando porque Dilandau se quedó parada frente a ella.
-Me las vas a pagar muy caro, Arlet- le dijo mientras se colocaba una mano en la cintura
-¿qué?- preguntó Arlet confundida. ¡¿y ahora qué hice?!
-Mira lo que me hiciste- le dijo molesto –por tu culpa me siento cansado-
-Así que yo tengo la culpa de su modorra- le contestó Arlet cruzándose de brazos, mirándolo a los ojos -¿y qué hay de lo que USTED me hizo?- los dos se quedaron mirando uno segundos, sorprendidos de la clase de conversación que estaban teniendo. Sin embargo la vergüenza fue más fuerte y Arlet no pudo evitar sonreírse y mirar hacia cualquier lado, menos a Dilandau.
-No te rías, estoy hablando en serio Arlet- le dijo Dilandau –me las vas a pagar MUY caro- ahora él también estaba sonriendo. Vaya, nunca me imaginé verlo sonreír de ese modo... se ve tan... humano, tan sincero.
-No fue tan malo... – dijo Arlet. Dilandau le dio la espalda y comenzó a caminar hacia su trono.
-No es por eso... es sólo que me siento algo somnoliento. Jamás me había sentido así- dijo mientras se echaba en el asiento. Después de todo sí es humano, pensó Arlet.
-¡¿y qué hay de mí?! No sabes lo... – no pudo seguir hablando porque el sonido de unos pasos acercándose la interrumpieron. Segundos después, se abrieron las puertas y entraron los Dragonslayers, quienes se quedaron algo sorprendidos al ver a Nathan antes que ellos.
-¿qué hiciste ahora, Nathan?- le preguntó Miguel cuando pasó por su lado, suponiendo que estaba ahí por algún castigo.
-qué chistoso- le contestó Nathan. Una vez que todos estuvieron formados, Dilandau dio las instrucciones de lo que harían ese día.
-¡Sí, Dilandau sama!- respondieron todos los Dragonslayers con mucho ánimo, excepto Arlet, quien no tenía ganas de hacer nada. Hoy será un largo día, pensó mientras daba un largo bostezo.
El sonido de dos espadas chocando una contra la otra llenaba el gran gimnasio de la Fortaleza Flotante. El recinto era un lugar inmenso, pero sólo estaba siendo ocupado por los Dragonslayers y su Capitán. Todos los soldados estaban sentados haciendo un círculo, mientras que en el centro se encontraba Dilandau y Chesta batiéndose a duelo.
-¡Lo estás haciendo mal! Tienes que tomar la espada con más fuerza- le gritaba Dilandau mientras atacaba de forma implacable a Chesta, quien trataba de hacer todo lo posible por seguir el ritmo de lucha de Dilandau, pero un limpio movimiento de espada del Capitán lo dejó desarmado.
-Acabas de morir- le dijo apuntando su espada hacia la garganta de Chesta. Luego de eso, Dilandau guardó su espada en su vaina y mientras Chesta fue a recoger la suya le decía.
-Tienes que tomar la espada con más fuerza, Chesta, y también tienes que "atacar" a tu oponente, no sólo defenderte-
-Sí, Dilandau sama- le respondió Chesta haciendo una reverencia y retirándose del centro del círculo.
-Gatty, tu sigues- Gatty se levantó rápidamente y caminó hacia el centro, colocándose frente a Dilandau. Cuando los dos estuvieron frente a frente, hicieron una pequeña reverencia y comenzaron con el duelo. A diferencia de Chesta, Gatty era mucho más hábil con la espada, era capaz de mantener el ritmo de Dilandau e incluso, lo puso en aprietos en más de una ocasión, sin embargo, había algo que hacía que Gatty no peleara con todas sus fuerzas y es que al parecer se sentía intimidado al pelear con Dilandau... en realidad, era como si tuviera miedo de lastimarlo. Pero de todas formas, y aunque luchara con todas sus fuerzas, no sería capaz de derrotar a Dilandau. Hasta el momento, nadie le había ganado un duelo, incluso ahora, que no estaba del todo concentrado en la pelea. El duelo terminó, dando como ganador de forma predecible a Dilandau.
-No lo haces mal Gatty, sólo debes tener más confianza en lo que haces-
Y así pasaron la mayoría de los Dragonslayers al centro a luchar contra Dilandau y a todos les decía en lo que fallaban.
-Tu turno, Nathan- Arlet, quien estaba distraída pensando en otras cosas (para ser más exactos, su mente todavía estaba en la noche anterior) no prestó atención al llamado de Dilandau.
-¡¡NATHAN!!- gritó Dilandau al mismo tiempo que Dalet le daba un codazo para que reaccionara.
-Lo siento, Dilandau sama- respondió Arlet tan rápido como se levantó. Caminó hacia el centro sin despegar la vista del suelo y mucho menos, atreviéndose a mirar a Dilandau, ya que le daba la impresión de que si lo hacía, todo el mundo descubriría sus secretos. El trayecto de su lugar hasta el centro era relativamente corto, pero a ella le pareció una eternidad. Al fin llegó al centro y se colocó frente a Dilandau, sin dejar de mirar el suelo. Los dos hicieron una reverencia, pero antes de empezar con el duelo, Dilandau ya había comenzado a reprenderla.
-¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! ¡Tienes que mirarme a MÍ, no al suelo!- pero cuando Arlet levantó la vista, Dilandau ya había comenzado a atacarla. Apenas podía defenderse.
-Nunca le quites la vista a tu oponente- le decía mientras la seguía atacando sin ninguna piedad. Arlet trataba con todas sus fuerzas de contrarrestar todos los ataques de Dilandau, pero apenas podía hacerlo, aún se sentía cansada y sentía que las piernas no le responderían. Una vez más, Dilandau ganaba el duelo.
-¡¿Qué no has aprendido nada?!- comenzó a gritarle -¡Jamás dejes de mirar al enemigo, eso el lo primero que se enseña!- Arlet guardó su espada y escuchó los retos de Dilandau con la cabeza agachada.
-Y esto va para todos- agregó mirando a todos sus soldados
-¡Sí, Dilandau sama!- respondieron todos. Volvió a dirigir su mirada a Arlet.
-Y tú, mírame cuando estoy hablando- volvió a reprenderla. Arlet levantó la cabeza con una mezcla de rabia y vergüenza e hizo exactamente lo que Dilandau le dijo, mirarlo a la cara. Sólo que esta vez el que esquivó la mirada fue él.
-De todas formas... tus movimientos son muy débiles y lentos. Necesitas practicar más- Justo en ese momento sonó la alarma que indicaba la hora de la colación, por lo que todos se dirigieron a los baños del gimnasio para refrescarse antes de comer. Varios soldados se acercaron a los lavamanos para mojarse el pelo y tomar agua, Arlet se acercó a uno de ellos sin darse cuenta de que a su lado estaba Dilandau, bebiendo agua y mojándose el cabello. La mayoría hacía lo mismo e incluso algunos se sacaban las pesadas chaquetas de cuero. Ella no podía hacer lo mismo, pero era tanto el calor que sentía que decidió abrirse la chaqueta un poco en el cuello. También comenzó a mojarse el pelo y refrescarse el cuello, dejando que el agua le escurriera hasta que llegó a su otro lado Guimel, a quien no le prestó mucha atención, ya que trataba de mirar a Dilandau disimuladamente mientras se arreglaba el pelo.
-¡Nathan! ¿qué demonios te pasó en el cuello?- preguntó Guimel
-¿qué?- preguntó Arlet totalmente confundida
-¡¿cómo que qué?! ¿y esas manchas rojas?- le indicó Guimel por el espejo. Arlet se miró cuidadosamente en el espejo y se dio cuenta de las manchas. ¡¡¡¡¡¡¡MALDICIÓN!!!!!!! Ese tonto de Dilandau me dejó todo el cuello marcado. Rápidamente se llevó las manos a su cuello tratando de taparlas.
-erh... bueno... esto... esto es... – no se le ocurría ninguna excusa. Miró a Dilandau por el espejo y pudo darse cuenta de que se reía disimuladamente. Y más encima se ríe el muy infeliz. Guimel la seguía mirando esperando una respuesta.
-es... ¡¡es una alergia!!- respondió comenzando a rascarse el cuello –si, eso es... tu sabes, con el calor, aparecen estos mosquitos que pican en la noche... – no sonaba una excusa muy creíble, pero al menos, parecía que Guimel le había creído. Sin embargo seguía mirando a Arlet con preocupación.
-¿qué... no me crees?- le respondió Arlet enojada, poniéndose a la defensiva.
-No, no es eso... sólo espero que no sea contagioso-
-Guimel, o es una alergia o algo me picó... no puede ser contagioso- le dijo Arlet más tranquila
-Pero Dilandau sama tiene las mismas manchas en su cuello- dijo Dalet, quien estaba al lado de Dilandau y había estado escuchando toda la conversación. Dilandau se quedó sorprendido y se miró de inmediato en el espejo, mientras que Dalet, Guimel y Arlet también miraban el cuello de Dilandau por el espejo. Inmediatamente se llevó las manos al cuello, tapándose las manchas. Esta vez, Arlet se sonrió disimulada.
-¡¡Qué escandalosos son!! Son sólo unas manchas, ya se quitarán- dijo enojado y se retiró. Arlet lo miró marcharse divertida de la situación y cuando se dio vuelta a mirar a los demás, se dio cuenta que no había nadie a su alrededor.
-¡¡¿¿Oigan, y qué les pasa a ustedes??!!- exclamó Arlet enojada -¡¡Ya les dije que no era contagioso!!-
-Pues más vale prevenir que curar- le dijo Dalet y se marcharon, dejándola sola. Ese día, después de mucho tiempo, Arlet volvió a comer sin que nadie se sentara a su alrededor.
Ya era tarde y todos los Dragonslayers se habían acostado. Arlet era la única que seguía en pie, practicando, como le había dicho Dilandau sama. Ella y otros soldados decidieron quedarse después del entrenamiento a practicar más el combate con la espada, pero los demás, ya cansados, decidieron irse a dormir y ella fue la única que continuó practicando sola. Aunque se sentía demasiado cansada, siguió practicando durante un par de horas más, hasta que sus piernas ya no le respondieron y cayó exhausta. Se quedó un largo momento tirada en el suelo, con la vista perdida en el techo, sumida en sus pensamientos. Aquél día fue bastante extraño. Era un día como cualquier otro, tuvo los mismos entrenamientos que los otros días, hizo casi las mismas cosas, pero algo en ella era distinto. Los sentimientos y sensaciones que había sentido la noche anterior no la dejaron concentrarse y estuvo pensativa todo el día. Se preguntaba cómo irían a ser las cosas de ahora en adelante con Dilandau. No me gustaría que me tratara de una forma especial, sobre todo frente a los demás... pero tampoco me gustaría que se comportara de forma indiferente, como si nunca hubiera pasado nada... pero eso fue lo que hizo hoy... bueno, no hemos podido hablar mucho del asunto, a excepción de la pequeña conversación de hoy en la mañana, si es que se le puede llamar a eso una conversación. Arlet deseó que los chicos no hubieran interrumpido en ese minuto. Justo cuando estaba mostrando algo de sentimientos... Todos estos pensamientos iban y venían en su mente, pero de pronto comenzó a sentirse preocupada. ¿Y qué pasa si de ahora en adelante sólo me busque para eso?... No es que le desagradara la idea, pero no podía llegar y hacerlo cuando se le antojara, ella también tenía que cuidarse. ¿y qué va a pasar si alguna vez le digo que no?... ¿m- me forzaría a hacerlo?... y si lo hace ¿podré detenerlo?... no, no lo creo. Dilandau es malvado, pero no sería capaz de hacer algo así... eso espero... trató de dejar ese tipo de pensamientos de su mente, y se dejó llevar una vez más por los recuerdos de aquella noche tan peculiar.
-¿qué estás haciendo aquí?- era Dilandau quien había entrado al gimnasio sin que Arlet se diera cuenta.
-¡¿Dilandau sama?!- dijo Arlet tratando de levantarse rápidamente, pero estaba tan cansada que sólo pudo sentarse perezosamente.
-Ya es tarde para que todavía estés dando vueltas por ahí-
-Lo siento, es que estaba entrenando-
-Si, ya me doy cuenta- dijo Dilandau sarcástico.
-Estoy cansada- le respondió Arlet mirándolo feo.
-Ya me di cuenta de eso también. Estuviste todo el día así- dijo Dilandau mientras se sentaba en el suelo con las rodillas cruzadas y apoyando su cabeza en su mano.
-No es normal que andes así, ¿te sientes bien?- preguntó. Arlet se sorprendió con el interés de Dilandau en ella.
-Si, ¿por qué?- respondió Arlet.
-No, por nada- se apresuró a decir Dilandau. Arlet lo miró con desconfianza.
-Usted nunca pregunta cómo uno se encuentra-
-Ya te dije que no es nada- dijo Dilandau, pero se podía ver que no era así. Sin embargo, Arlet le contestó.
-Bueno... no es que me haya sentido cansada... - comenzó a decir Arlet mientras apoyaba el peso de su espalda en sus brazos -... sólo me sentía aletargada, sin muchas ganas de hacer nada-
-mmmm...- fue lo único que respondió Dilandau.
-Y también... - agregó Arlet mirando el piso para no mirar a Dilandau -también un poco adolorida... más que nada, delicada- los dos se quedaron callados, sin saber qué decirse.
-¿te hice mucho daño?- preguntó al fin Dilandau. Nunca pensó verse en ese tipo de situaciones y no tenía idea qué decir.
-No te preocupes, es normal- le respondió Arlet tratando de tranquilizarlo.
-¿es normal que duela?- preguntó Dilandau asombrado. Se maldecía por saber tan poco sobre el asunto y verse tan ignorante frente a Arlet. No es que no le enseñaran esas cosas. Las clases de biología tenían como obligación la enseñanza de todo el cuerpo y sus funciones, incluyendo la reproducción humana. Con eso no tenía problema, todos sabían de qué se trataba el asunto, pero sólo a nivel biológico, el tener relaciones sexuales era visto sólo como una forma de preservar la especie humana. El estar con la persona indicada, o hacerlo por cosas como el amor o el placer no estaban incluidos en las clases. Dilandau supuso que esas cosas uno las aprendía de otras partes, como la familia o los amigos. Eso lo molestó mucho, pero de todas formas, nunca se había interesado en el tema.
-No, sólo las primeras veces... para la próxima vez ya no dolerá tanto- dijo Arlet, sintiéndose avergonzada de tener que explicarle esas cosas a Dilandau. Él se quedó pensativo un momento.
-Entonces... ¿habrá otra vez?- preguntó Dilandau, sin dirigirle la vista a Arlet.
-N- no lo sé... - le respondió Arlet. Dios, esto es demasiado vergonzoso, al menos, ya sé que las cosas no serán como si nada hubiera pasado... pensó Arlet roja de vergüenza -¿quieres que haya otra vez?- agregó tratando de mirar a Dilandau de reojo.
-Bueno... si tu quieres- le respondió tratando de sonar indiferente -¿tu quieres?-
-¿pero, Ud. quiere?- le respondió Arlet con la misma pregunta.
-¡hey! yo pregunté primero- dijo Dilandau
-¡mentira! YO pregunté primero-
-¡no es cierto!-
-¡sí lo es!- una vez más, comenzaron a discutir.
-¡eso no importa! Sólo responde lo que te pregunté-
-lo haré si Ud. responde primero- le dijo Arlet decididamente.
-Maldita seas, Arlet. Sabes cómo sacarme de quicio- le dijo Dilandau, bastante molesto y se levantó para irse y dejar a Arlet sola. Ella no quería que se fuera, así que no le quedó otra más responderle antes de que se marchara.
-¡¡qué enfermante eres!! Está bien, ¿quieres saber? Si, si quiero que haya otra vez, ¡¿contento?!- le gritó Arlet a Dilandau, quien no se dio vuelta ni un segundo. De pronto se giró y comenzó a caminar hacia donde estaba Arlet. Se colocó frente a ella y le extendió su mano para ayudarla a levantarse
-será mejor que descanses de una buena vez, Arlet- le dijo aún con la mano extendida. Arlet lo miró un momento hasta que se decidió a darle la mano y con la ayuda de Dilandau se levantó. Una vez que ya estaba de pie, Dilandau comenzó a retirarse del gimnasio, pero antes de llegar a la puerta, se detuvo.
-yo también quiero que haya otra vez- y con eso se retiró del lugar. Quien lo diría, Dilandau tratando de comportarse como un caballero, pensó Arlet divertida. Al menos ya no se sentía preocupada.
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Hola a todos, este capítulo me tomó más de lo que pensé ¬¬ aún así, no estoy muy satisfecha como quedó, así que lo más probable es que sufra alguno que otro cambio.
Quiero dar gracias también a Kaily el ángel diabólico por sus comentarios (disculpa no haber respondido nunca tu mail u_u)
Otra cosa que quería comentarles era el asunto de una supuesta aparición de Celena. Por sus reviews ya pude darme cuenta de que a más de alguna no le simpatiza ¬_¬ lo que es algo comprensible y respeto sus gustos, la verdad es que al principio me era bastante indiferente, pero me he dado cuenta de que es un personaje demasiado interesante, que tiene el mérito (por decirlo de alguna forma -_-) de salir tan poco y tener un pasado tan complejo. Y seamos honest@s, a ella la raptaron cuando pequeña y nadie le preguntó si quería ser transformada en hombre. Lo que trato de decir es que, no habría Dilandau sin Celena y Celena sin Dilandau no tendría gracia, sus circunstancias tan particulares son lo que los hace a los dos por igual personajes tan complejos, interesantes y únicos. Con esto, no estoy tratando de cambiar sus opiniones, sólo quiero dar mi punto de vista (ahora, si logro hacerlos cambiar un poquito de opinión, no me enojo ^_^) y advertirles que si Celena aparece, es porque así lo creí necesario para desarrollar el personaje de Dilandau y porque es importante para la historia. Y si quedaron con la curiosidad y les gustaría saber cómo sería Celena y lo que piensa sobre muchas cosas, les recomiendo que lean el fanfic "Scars on the Heart" de Sarah Neko, pueden encontrar la traducción en mi página
Hasta la próxima ^__^/
