"Eternidad"
Por Amaltea-Síbila
Nota:
No me pertenecen los maravillosos personajes de Shaman King. Son de son de Hiroyuki Takei y TV Tokyo.
"Para todos aquellos a quienes alguna vez han sentido el dolor de un corazón roto y aún creen en el amor. Y si no, han de saberlo, cupido también se equivoca, la próxima ocasión tendrá mejor puntería. "
Parte V
Todos lo saben, por eso me temen, que soy el shaman más poderoso sobre la tierra; así como también lo sabían hace quinientos y hace mil años. Más aún, con cada reencarnación he sabido incrementar mis habilidades, hacer más escrupulosas mis estrategias, prever lo que vendrá.
Así dejé descendencia entre los apaches cuidando una posible derrota (la cual fue un hecho) en mi última vida. Y en esta ocasión tuve dos opciones al elegir el cuerpo mortal con el cual andaría durante el Torneo. La primera ya mencionada, era Silva quien tiene parte de mis poderes por nacimiento gracias al lazo de sangre que comparte conmigo; pero para cuando Lago cruzase el cielo, su cuerpo ya sería demasiado provecto y yo quería disfrutar toda una vida de mi reinado. Esa es la razón de que llegara a esta época bajo el apellido de la antiquísima y fuerte familia dela cual soy originalmente: Asakura.
Sí, soy capaz de controlar mi propia reencarnación. Y además conozco bien la mente mis enemigos, sé como maquinan las ideas de los humanos cuando se ven aprisionados en sentimientos de pasión desesperada y venganza. Por eso, jamás me he dejado seguir por un centinela contrincante (a menos que tal cosa me sea conveniente) e Yoh fue ingenuo al creer lo contrario.
Predije con certeza el comportamiento de mi hermano como el de muchos otros. Por más gentil y tranquilo, es un hombre enamorado (ciego al principio de ello) y al verse separado de su ninfa... bien, ya lo vimos.
Me previne pues, tengo mis métodos. Opacho puede ver más allá de lo que sus ojos le permiten y mandar esas imágenes mentalmente a quien desee. Fue gracias a él que me enteré de los movimientos de Yoh.
Pude entonces haberme levantado desde el instante en que su presencia fue notoria ene l bosque. Encontrarlo ahí mismo e impedirle cualquier paso que lo acercase a Anna. Darle personalmente la noticia de que ahora era mía como debió haber sido desde un principio, sin ninguna explicación porque no la merecía. Hubiésemos entablado duelo, pelea cual yo habría terminado victorioso en pocos minutos pues, debido a la rabia, Yoh era incompetente para batallar.
Sin embargo no fue así. Lo dejé seguir.
Quizás fue demasiado cruel hacerlo, permitir que observara hasta tal punto; pero en su locura jamás habría creído a alguien, ni a la misma Anna quien de seguro estaría presente levantada por el alboroto. Exigiría pruebas, preguntaría por razones para el cambio en los sentimientos de Anna, razones que quizás jamás podrán ser traducidas satisfactoriamente en palabras. Por eso le consentí llegar hasta nosotros.
Así pues, a cualquier intento de acabarme yo habría reaccionado. Sin embargo, debo admitir, su última decisión escapó a mis expectativas.
--En verdad nunca llegaré a conocerte del todo.—Le dije teniéndolo ahora frente a frente.
Cerca de medio día fue a buscarme pegando gritos en la lindura del bosque como hace tres años cuando cuestionaba el asesinato de los shamanes que eran mis oponentes. Me presenté ante él sin compañía.
Al juzgar por su aspecto, poco o nada había dormido durante las horas pasadas. Cabello desaliñado, ojos cansados y vidriosos, sus ropas negras cubiertas de polvo. Sus puños tenían rastros de sangre, de heridas recientes. Probablemente estuvo golpeando la tierra en su tormento. Vaya contraste conmigo, su hermano gemelo, quien vestía sobre la camisa y el pantalón terrosos una ligera gabardina blanca.
--Creí que me matarías sin titubear.—Continué. Luego me recargué en un árbol con los brazos tras mi cabeza, como quien se dispone a descansar.
--Quiero verla.—Exigió con la cara más valerosa que pudo poner. Estaba destrozado por dentro.
--¿No te basta con lo que tus ojos te mostraron?—
--Quiero verla.—Volvió a pedir con mas lentitud.
--Sabes que no tiene caso.—
--Tú... cierra la boca, sólo... déjame verla.—Eso era casi un ruego.
--Eres un tonto.—Respondí al tiempo que daba media vuelta como si jamás lo hubiera escuchado. Eché a andar el camino de regreso.
--¡Hao!.—Gritó con furia, desenfundó la famosa Haru-same y con asombrosa velocidad se colocó amenazante frente a mí con el filo de su arma en mi garganta.—Más vale que me dejes verla.—
Le sonreí.
--Si ella desea encontrarse contigo, vendrá. De no ser esa su voluntad no lo hará. Ella no es prisionera.—
En la mente de Yoh quizás pasaban fragmentos de lo que vio, de Anna sonriendo bajo mis brazos. Se hizo a un lado y yo continué mi andar sin mirarlo.
--Aún así,-- agregué—Cuida tu distancia hermano. Ella me pertenece.—Quiso embestirme de nuevo, pro para entonces ya me había perdido de su vista.
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Anna reposaba bajo el árbol que hacía sombra a nuestro refugio. Además de darle a los dos demonios para que ejercieran de sus guardianes, le entregué varios escritos con hechizos los cuales tenía ahora sobre sus piernas.
Leía para ella misma las palabras antiguas y sobre una sección arenosa por medio de una varita copiaba los símbolos que se utilizan para invocar diversos elementos o espíritus de la naturaleza. Luego hizo sonar su collar (una de las pocas posesiones que trajo consigo) y al instante tenía en sus manos una pequeña luz.
A ella jamás le fueron impartidos los conocimientos de las esencias naturales, aún así en pocas horas ya podía dominar las pequeñas fuerzas a su alrededor.
Que fuerte, que hermosa. Su blanca y esbelta figura es engañosa. Cualquiera pensaría que una coraza adornada por rubios cabellos guarda un carácter delicado. Y sin embargo su feminidad, la sensualidad en sus ojos, no son si no otra extensión de sus armas. Ella primero mata con la mirada, haciendo únicamente uso de su imponente presencia. Luego ya estás a su merced.
Vaya, ¿será que estoy aceptando mi derrota? ¿Es que esta mujer logró con sus discretos despliegues de poderío desmoronar mi fortaleza? No puedo decir que Yoh y su compañía hicieran lo mismo, ellos llevaron mi furia al extremo. Anna, mi doncella, ha hecho algo distinto.
--No es tan difícil ¿o si?—Le pregunté mientras me acercaba.
--Es más sencillo que con las almas.—Respondió al desaparecer la presencia.—Estos espíritus no conocen de dolor o tristeza como las personas, es como comunicarse con un niño recién nacido.—Hubo un dejo de melancolía en sus palabras. Hacía remembranza a su infancia.
--Nadie te hará daño.—La estreché por la cintura.—Eres la próxima reina de los shamanes, del mundo entero. Eres la mujer de Hao Asakura. Jamás alguien podrá herirte en tanto yo esté aquí.—
--Lo sé, no necesitas decir.—Susurró.
--Me gusta hacerlo. Y que todo el que tenga oídos o sea capaz de captar las palabras en mis labios lo sepa: Eres mía. Anna Kyouyama, la más grandiosa de las mujeres es mi damisela, mi amante. Y cualquiera que ose perturbarla arreglará cuentas conmigo.---
Que gran mentira. Mía. Todos esos halagos solo significan una cosa. Que soy yo quien le pertenece, son mi cuerpo y mi alma objetos a su merced. He caído derrotado y sin embargo tengo el premio victorioso de una lucha que jamás se llevó a cabo.
--Como te gusta decir tonterías, eres un simple...—
--Idiota.—
--Bien, veo que ya has captado la idea.—
Volvió su rostro hacia mi. Nos besamos y mis manos comenzaron a jugar con sus cabellos, mi boca se deslizaba por su cuello. La amo, cómo la amo. Deseaba poseerla nuevamente, pero entonces dijo:
--Hao...—
--¿Sí?—
--Necesito ver a Yoh.—
Maldita sea, lo olvidé por completo. Ese bueno para nada de mi hermano quería hablar con Anna. Casi por instinto la aparté de mi lado.
--¿Y él quiere verme no es así?—
Los espíritus sin duda alguna le habían proporcionado información sobre el comportamiento de su antiguo prometido incluyendo lo ocurrido en la madrugada. No necesitó indagarles pues, el objetivo de la entrevista entre Yoh y yo.
--Sí.—Respondí con frialdad.
--¿Vas a detenerme?—
--Se lo dije a Yoh, no eres mi prisionera. Y aunque quisiera retenerte o te lo prohibiera, irías ¿no?—
--Por supuesto.—
--Bien, --reí—no serías la ideal esposa del Shaman King de realizar lo contrario.—Lo dije en voz alta, pero en realidad me lo recordé a mi mismo. Que era su autoridad, el hecho de no dejarse intimidar por nadie, lo primero que me predó de ella.
--Y tú sufrirías las consecuencias de mi enojo si intentaras negarme algo.—Amenazó con picardía.
--Lo tomaré en cuenta.—Reí y la tomé otra vez en mis labios.
Manta ingresó en la pequeña y fría habitación. Por la ventana sin cortina el atardecer apenas se hacía visible, el astro rey se tornaba en colores más acogedores y el firmamento adquiría una tonalidad violeta. En Japón había anochecido hace varias horas.
Pero él estaba muy lejos de ese país. Se encontraba en América, en la Aldea Apache, viendo la figura de un joven arrinconado sobre el piso en un extremo no tocado por la luz. Apenas una ráfaga del sol que bajaba dibujó su perfil que descansaba sobre sus brazos, mismos que apoyaba en sus rodillas. Su efigie demacrada por la tristeza miraba ausente, sin vida.
En tal pose había permanecido desde que regresara de su encuentro con Hao según le dijeron los otros cuando arribó al lugar. Ni siquiera él, su más querido amigo, logró sacarle palabra.
--Yoh...—Avanzó lentamente, Quien sabe los razonamientos o sueños que vagaban en su mente. No quería perturbarlo, pero esta vez lo escucharía.
Aunque era comprensible su estado. Anna estaba con Hao, estaba con él porque tal era su deseo.
Todos en la Aldea rumoraban haber visto al shaman de fuego paseando sin restricción alguna. Eso los aterraba y enfadaba, reclamaron a los organizadores porqué no hacían algo al respecto. E igual hablaban de la hermosa rubia que lo acompañaba, la misma chica que anteriormente ayudó a derrotarlo.
De algún modo Manta no podía reprocharle algo, igual que nunca acusó a su amigo por abandonarla a pesar de que opinaba era un terrible error. Eran decisiones de cada uno, cada persona está dotada de libre albedrío y únicamente el tiempo dirá si hicieron bien o mal. Por ahora Yoh debería enfrentarse a su elección.
--Yoh,--dijo—uno de los hombres de Hao vino a dejarte esto.—Le alcanzó una hoja de aspecto amarillento doblada en tercios.
Inmediatamente se la arrebató de las manos y al tiempo que se ponía de pie, la abrió con desesperadamente como si de su contenido dependiera su vida. Lo cierto es que así era.
Movió con avidez sus ojos sobre el papel, pero terminó rápido y con esa misma velocidad desapareció su entusiasmo. No era de Anna, la caligrafía pertenecía a su hermano:
Te verá mañana
después de que los combates
del día sean anunciados.
Noreste.
Oyamada lo miró en espera de respuesta, una maldición contra el autor de la carta o un arrebato de ira. Nada. Se limitó a mirar la nota, luego la arrugó y su rostro se ensombreció intentando contener el llanto.
--Mañana...—Dijo como era repetición de lo que había leído, porque para Yoh las palabras y el tiempo carecían de sentido.
Noreste.
¿A caso eligió ese lugar para recordarle lo tonto que había sido? ¿Fue ella o fue Hao? ¿O era meramente un punto al azar? Estaba plantado en el mismo paraje donde halló el grano de arroz, donde su maldición comenzó. Lo traía en su bolsillo como la más preciada posesión. De hecho, no se había separado de él desde que lo encontrara.
El sol estaba a cuatro horas de su punto más alto en el cielo, la temperatura iba incrementando y el acostumbrado vientos eco del desierto llegaba con suavidad. Los encuentros se anunciaron minutos antes. Hoy tampoco se enfrentaría con alguien. Aunque eso no importaba realmente, nada importaba.
Esa mañana lo obligaron a comer e incluso a tomar un baño, cosa que no le molestó pues él mismo nunca le había gustado estar sucio y disfrutaba mucho del agua, el vapor le recordaba el manantial de su casa. Se puso sus habituales sandalias, jeans azul oscuro, playera holgada y sin mangas. En el instituto muchas chicas se le habrían lanzado encima, sus brazos estaban bien formados gracias a tantos años de entrenamiento, al entrenamiento de Anna.
Anna... ¿cómo es que un nombre tan precioso le produjera tal tristeza?
Inesperadamente, como si de la arena hubiese salido, la chica apareció caminando frente a él. ¡Qué agraciada lucía con esa larga esclavina paja que le cubría el rostro con un amplio capuchón! La capa era delgada, servía para protegerse del aire corriente y el sol. Era como un fantasma o eso aparentaba con su ligero andar. No pudo ver con claridad las prendas que llevaba por debajo.
Tampoco le fue visible la melancólica y fría mirada que Anna le ofrecía, pero no a causa de la capa, si no por la pasión hacia ella, a su amada, y que de inmediato le nació al tenerla frente a sus ojos. Apresuró sus pasos para llegar a la chica, tomó sus manos blancas, la miró a los ojos y le dijo sin rodeos:
--No vuelvas a dejarme, pese a todo lo que te dije antes, no me dejes.—
--Fuiste tú quien me abandonó.—Replicó ella.
--Lo sé, lo reconozco. Fui un tonto, no sabía lo que significaría dejarte. Anna, poco después de irme nació en mi alma un gran vacío. Pese a que Ren y el resto estaban conmigo, a pesar de que tenia bien claro mi sueño y de que no habría enemigo cual me impidiera alcanzarlo.—
Yoh apretaba con demasiada fuerza las manos de Anna hasta tal punto que comenzó a lastimarla. Apenas vio la mueca de dolor que la itako mostró, la soltó disculpándose por su agresividad. Ella se retiró unos pasos.
--Yoh,--dijo—sufrí mucho con tu parida, no tienes idea de cuanto. ¿Tú dices que te sentías vacío? Para mí significó el fin de mis anhelos. Te fuiste llevándote un sueño que era de ambos, me quedé con nada.—
--Sí, nuestro sueño.—Anna se negaba a mirarlo pero Yoh continuó con el mismo fervor.--¿No lo ves? Fue tu esencia, fue mi amor por tu persona lo que me trajo de vuelta a este lugar.—Sacó el grano de arroz que tenía el nombre de Anna y se lo mostró.—No sabía que te amaba tanto desde entonces, por eso esta semilla guardó parte de mi cariño, de ti. Y su energía me guió por el desierto hasta aquí.—
--Lo encontraste...—La rubia sonrió ante el recuerdo que el diminuto objeto le trajo, lo tomó en sus dedos.
Su entonces prometido, Ryu, Tao, Horo y los demás habían utilizado ingenuos métodos para peinar la tierra, localizar el arroz y así incrementar su poder espiritual.
--Pero es tarde Yoh,--Le regresó la semilla.—el que tengas eso en tu posesión es de escaso valor para mí.—
El shaman estaba más que estupefacto, creyó que la evidencia sería suficiente para su perdón.
--Pero...—Trató de nuevo.—Puedo compensarte, deja que todo parta desde este instante. Regresa conmigo, me haces falta Anna, te necesito.—
--Eso no es cierto. Hace ya muchos años que no me requieres a tu lado.—
Llegó una ventisca más vigorosa la cual hizo caer la capucha que Anna llevaba sobre su cabeza. Yoh vio por fin el rostro carente de alegría, no poseía la luminosidad que solía acompañarlo cuando estaban juntos.
--¿Qué dices?—Dijo él.—Sin tu guía no hubiese sido constante, jamás habría sobrevivido al torneo o siquiera llegado a entrar.—Se vio repitiendo lo que todos le dijeron antes. Pero qué demonios, era la verdad, sin ella nada habría sido posible.
--Fue tu sueño y la paz que deseabas lo que te impulsó, lo que te hizo soportar los entrenamientos, en eso yo no tuve algo que ver.—Argumentó Anna.
--Claro que sí. Siempre estuviste conmigo, tuve tu confianza. ¿A caso no creías plenamente que llegaría a ser el Rey Shaman?—
--Sí, nunca lo dudé.—
--¿Y no lo crees aún?—
--Sí, por eso ya no me necesitas.—Continuó la itako lentamente, como si le costara hablar.—Ya desde aquella noche, cuando te fugaste para salvar a Ren de su padre, dejé de ser indispensable.—Reconoció con amargura.—Y esa fue la primera vez que me dejaste. Eras fuerte, lo suficiente para seguir solo. Yo lo sabía, por eso no te acompañé en la segunda etapa del Torneo. Y eso significaba que mi papel como tu prometida, tu esposa (el ayudarte, estar contigo siempre que fuera necesario) quedaba totalmente destruido. No creas que no me dolió. Con la Bitácora vi otra oportunidad de retomar un lugar a tu lado, pero ese mismo día regresaste de las Memorias con mayor fortaleza. Y me alegré por ti, claro. Pero otra vez volvía a ser inútil.—
--Anna,--Yoh se acercó sorprendido ante esta confesión, misma que lo hizo postrarse de rodilla para ella. ¿Cómo es que nunca se había percatado de su dolor?.—Eres mi maestra, mi mentor, pero más que eso eres la mujer que amo. Por eso, di que volverás conmigo di que serás mi esposa...---
--No.—
--¿Es qué no crees en lo que digo?—Yoh estaba al borde de las lágrimas.--¡Te amo! ¡Por eso vine en tu búsqueda!—
--No sé porqué lo hiciste,--le espetó duramente—si tú mismo decidiste que yo era propiedad de Hao y no tu compañera.—
--¿Qué?—
--No terminaste tu supuesta misión de salvarme. Luego pediste su consentimiento para esta cita, no viniste a mí directamente. Te rendiste.—
--¿Y tú?—Volvió a ponerse de pie para acariciarle el rostro.--¿Por qué aceptaste mi petición si no es porque aún sientes algo por mí?.—Era su última esperanza.
--Tienes razón, pero solo en parte.—Lo alejó abruptamente de ella.—Vine para confirmar mis sentimientos. Amo a Hao. Y vine para dejar todo lo restante de mi tristeza. Vine para decirte adiós, porque la tarde que te fuiste, tú sí te despediste, pero yo no pude.—
--No... Anna...—Trató de besarla, pero la itako se lo impidió desviando su rostro y colocándose se nuevo la capucha.—Por favor...—
--Te diré algo.—Habló de espaldas.—Nada es eterno, aunque el dolor así lo parezca, no es para siempre. Estarás bien, tu optimismo, tu alegría por la vida y tus amigos te permitirán seguir adelante.—
--Te lo ruego...—
--Adiós Yoh.—Le dio una última mirada. Y se dirigió donde Hao, quien la esperaba a pocos metros.
--¿Estás bien?—Le preguntó Hao a su amada.
--Sí, todo está bien.—Sonrió.
--Marchémonos entonces.—
Apareció el Espíritu del Fuego, Hao la cargó en su regazo y sin dificultad saltó sobre la esencia. El crepitar de las llamas, un torbellino de fuego y ellos desaparecieron en el desierto.
Silencio, absoluto silencio. Poco a poco la brisa iba cubriendo las pesadas huellas que dejó tras de sí un joven shaman.
¿Qué era ese diminuto resplandor blanco sobre la arena? Nada, absolutamente nada.
Fin de la Parte V
Notas de la Autora
No, no se preocupen. No termina aquí. Ya subí la Parte Final de esta historia. Solo creí que ameritaba dividirse en otro capítulo. Ahí contesto reviews. Sigan leyendo....
