por Karina
-No puedo creerlo- exclamó Gatty muy enojado.-Maldición, estaba seguro de que lo había guardado- dijo Miguel mientras revolvía todo su equipaje.
-Quizás los guardaste en esta maleta- dijo Chesta tratando de ayudar a Miguel.
-¡Que no están ahí! Si ya revisé todo- dijo Miguel enojado, tirando un par de pantalones en el revoltijo de ropa que tenia en su maleta. Había estado tan ansioso de salir de vacaciones que cuando alisto sus maletas, no se dio cuenta que no había guardado un pequeño bolso con sus cosas personales como cepillos, lociones y otras cosas. Podría haber prescindido de todas estas cosas si no hubiera sido porque entre todo se encontraban sus documentos personales... y un ciudadano sin documentos era peor que un esclavo, claro, sin tomar en cuenta que era un soldado, con mayor razón siempre debía llevar sus documentos. Ya habían bajado a tierra firme y la mayoría de los chicos ya se habían retirado, y Chesta, Gatty y Miguel, quienes iban hacia la misma dirección se habían puesto de acuerdo para tomar el mismo transporte. Pero ahora, con el pequeño "percance", Chesta y Gatty tendrían que esperar a que Miguel encontrara sus documentos. Gatty estaba visiblemente molesto, Miguel estaba desesperado y Chesta trataba de calmar los ánimos.
-ya no sacas nada
con seguir buscando, no te queda otra más que regresar al Vione- dijo
Gatty. Miguel se quedó mirando su equipaje que estaba todo revuelto.
Tomó un par de camisas y comenzó a ordenarlas.
-Bueno chicos, será mejor que se vayan o llegarán tarde a sus
hogares. Creo que esto me va a tomar un largo tiempo-
-No seas estúpido- dijo Gatty aún enojado y se acercó a
Miguel para arrebatarle la camisa que tenía en su mano -Nosotros ordenaremos
este desastre- Miguel se quedó inmóvil por un momento hasta que
su rostro denotó un gesto de alivio.
-Gracias amigos- dijo con teatral emoción.
-Ya no estés perdiendo el tiempo y ve de una buena vez- le gritó
Gatty quien, a pesar de que su enojo había pasado un poco, aún
pretendía estarlo.
Miguel partió de una buena vez y comenzó a ingeniárselas para ver cómo regresaba al Vione. El transporte para personas ya había dejado de funcionar y aunque estuvieran funcionando, no le iba a ser tan fácil explicarle a los oficiales de guardia que había olvidado sus documentos. Decidió que los transportes en los que se podía esconder más fácilmente eran los que transportaban el alimento, así que se metió entre las cajas de verduras y legumbres y con ellos subió hasta el Vione. Una vez que el transbordador llegó a la bodega de la cocina, se escabulló por entre las grandes cajas y sin que nadie se diera cuenta de su presencia, llegó al comedor, que en ese momento estaba vacío, lo que era algo bueno, ya que podría tomar un par de atajos a su habitación sin tener que pasar por el Salón de Dilandau, además, esos sectores eran frecuentados sólo por los Dragonslayers, y si no se encontraba con Dilandau, todo estaría bien.
Al fin llegó a su habitación con el corazón en las manos y lo primero que vio encima de su cama fue el bolso que tanto buscó entre sus maletas. Se acercó rápidamente a él y comenzó a sacar todas las cosas que tenía adentro hasta asegurarse de que sus documentos estaban ahí, así que sin más demora, metió todas las cosas que había sacado en su bolso (incluyendo sus documentos) y sin molestarse en cerrarlo salió rápidamente de la habitación. Recorrió los mismos pasillos por donde había pasado, pero cuando llegó al comedor, se dio cuenta que los soldados del Escuadrón Serpiente se encontraban ahí. Maldición, justo ahora aparecen esos imbéciles, pensó irritado. Ahora no le quedaba otra alternativa más que tomar otro camino. Veamos, ya no podré tomar el transbordador de los alimentos... mi única alternativa de regresar a tierra firme es con el transbordador de los guymelefs que son dados de baja, puedo esconderme perfectamente en uno de ellos. Lo único que no le gustaba de este plan era que inevitablemente tendría que pasar por el Salón en donde estaba Dilandau, así que tendría que ser extremadamente cuidadoso al pasar por ahí.
Comenzó a caminar por los pasillos hasta que al fin dio con el que se encontraba el Salón de Dilandau. Caminó lo más lenta y sigilosamente posible, pero a medida que se acercaba empezó a escuchar voces. Al parecer, Dilandau no estaba solo. Se acercó más y más y cada vez las voces se escuchaban más claramente hasta que comenzó a escuchar risas. Llegó a la altura de la puerta y se quedó parado. De pronto, las risas se acallaron y escuchó la voz de Dilandau.
-Así es que... así es como ocultas tus senos-
¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿QUEEEEEEEEE?????!!!!! Dilandau... Dilandau sama está... ¡¡¡con una mujer!!! Pensó Miguel totalmente sorprendido y como la curiosidad fue más fuerte que la razón, se acercó con cuidado a la puerta para poder escuchar mejor.
-Después de todo no es tan malo tener pechos pequeños- dijo una voz suave y fina, como la de una mujer.
Oh por Dios, los chicos no me lo van a creer cuando les cuente... Dilandau sama con una mujer... pensó Miguel, sorprendido con lo que acababa de enterarse. Comenzó a revisar rápidamente en su mente quién podría ser la misteriosa chica. Sin contar a Naria y a Eria, no hay otras soldados mujeres en el Vione... además, no tienen pechos pequeños... y claro, son muy fieles a Folken sama... las otras mujeres que hay en el Vione son las cocineras... Miguel se puso a recordar el rostro de las cocineras y de inmediato las dio por descartada, bah, ya son todas de edad... decidió seguir escuchando la conversación para ver si algo le daba más pistas de quien podría ser. Se quedó un buen rato escuchando, pero nada de lo que hablaran le daba una pista clara de quien podía ser. Ya se estaba aburriendo, cuando de pronto, la conversación comenzó a tomar otro rumbo que Miguel no había previsto, pero los dos comenzaron a hablar más despacio.
-¿Qué
estás tratando de hacer, Dilandau?-
-¿qué crees tú?-
-Nos pueden pillar-
-No te preocupes, ya no hay nadie... todos se fueron ya-
Miguel se sintió totalmente descolocado, tanto que decidió que ya había escuchado más que suficiente, sin embargo, cuando se apartó de la puerta, todas las cosas que tenía guardada en su bolso se cayeron estrepitosamente al suelo.
-¡¿QUIÉN
DEMONIOS ESTÁ AHÍ?!- se escuchó la voz de Dilandau.
-L-lo siento mucho, Dilandau sama- respondió Miguel, más por reflejo
que por sentido común. Hubiera recogido sus cosas y se hubiera marchado
rápidamente y Dilandau nunca se hubiera enterado de que estuvo ahí,
pero no. ¡pero qué estúpido soy! Se lamentaba mientras
recogía sus cosas con rapidez.
-Miguel Labariel, entra de inmediato- dijo Dilandau, reconociéndolo por
la voz. Miguel terminó de recoger todas su cosas y se alistó para
el reto de Dilandau. Al menos voy a saber quién era la persona que
estaba con Dilandau sama.
Abrió la puerta lentamente y entró. Se encontró en el Salón a Dilandau, quien estaba sentado en su trono, con la cabeza apoyada en una mano y su chaqueta puesta sobre sus hombros. No muy lejos de él había una pequeña mesa con varias botellas de vino y dos copas ya vacías, y un poco más apartado de la mesa se encontraba Nathan en posición firme. Vaya... en qué lío se habrá metido ahora Nathan que está aquí... pensó Miguel descuidadamente mientras se acercaba a Dilandau, pero de pronto se dio cuenta de algo.
-Discúlpeme, Dilandau sama- dijo mientras se arrodillaba para saludar a Dilandau y muy disimuladamente, levantó la vista hacia donde estaba Nathan.
-¿Qué
demonios hacías espiando?- lo reprendió Dilandau.
-N- no estaba espiando- tartamudeó Miguel, sin embargo, seguía
mirando a Nathan de reojo, tratando de fijarse en su aspecto. Aunque estaba
en posición firme, parecía demasiado tenso, su cabello estaba
algo alborotado y tenía las mejillas demasiado sonrojadas, algo muy inusual
en Nathan, quien se caracterizaba por su extrema palidez y como si fuera poco,
tenía la chaqueta mal abotonada y su respiración era algo agitada.
No puede ser... esto tiene que ser una broma... pensaba Miguel, atando
cabos. Para su sorpresa, todo calzaba a la perfección, además,
Nathan era la única persona que estaba con Dilandau. No es posible,
Nathan es una chica... nos engañó a todos.
-¿Y qué diablos estás haciendo aquí? Se supone que
deberías haberte ido- continuó Dilandau -¿por qué
diablos regresaste?-
-Mis documentos... - respondió Miguel tratando de mantener la compostura,
y por sobre todo, tratando de no lucir sorprendido -lo que pasó es que
olvidé mis documentos... -
-No puedo creerlo- dijo Dilandau indignado, más para sí mismo
que para Miguel.
-Así que de pasada decidiste espiarme un poco- dijo Dilandau, quien quería
saber a toda costa si Miguel había escuchado la conversación que
tuvo con Arlet, pero Miguel sabía que se metería en aún
más problemas de los que estaba si le contaba que había escuchado
todo.
-No, Dilandau sama, yo no escuché nada... lo que pasó es que tenía
que pasar por este pasillo para llegar a los transbordadores, y con el apuro
y los nervios, mis cosas se cayeron al suelo sin querer- no sonaba muy convincente,
pero se apegaría a esta historia sin importar lo que pasara.
-¿Y me vas a decir que nadie te vio?-
-No, Dilandau sama, verá... me metí a escondidas en el transbordador
de los alimentos para volver al Vione-
-Olvidaste tus documentos, te metiste a hurtadillas al Vione y ahora te pillo
detrás de la puerta de mi Salón... sí que estás
metido en problemas, Miguel- dijo Dilandau con un tono de ironía.
-L- lo siento mucho Dilandau sama- respondió Miguel, quien todavía
seguía arrodillado en el suelo.
-levántate- le ordenó Dilandau y Miguel obedeció de inmediato.
-¿Qué voy a hacer contigo, Miguel Labariel?- dijo Dilandau disfrutando
del evidente nerviosismo de Miguel. Él desvió la vista de Dilandau
y sin querer se encontró con los ojos de Nathan, quien al darse cuenta
de que Miguel la miraba esquivó rápidamente su mirada.
-¿Recuerdas esa vez en que Chesta y Gatty rompieron unos vidrios jugando
con una pelota? Los dos se quisieron pasar de listos ocultando lo que había
pasado, pero de todas formas me enteré de lo que pasó... ¿entiendes
lo que quiero decir?- dijo Dilandau, pero Miguel no respondió nada.
-No importa lo que ustedes hagan o digan a mis espaldas, al final siempre me
entero de todo... a mi no me pueden ocultar nada-
-Si, Dilandau sama- asintió Miguel
-Sabes que detesto las mentiras ¿verdad?-
-Sí, Dilandau sama-
-¿Y sabes qué más detesto?... detesto a los chismosos,
odio a las personas que andan por ahí, comentando todo lo que ven...
¿lo sabías?-
-N-no Dilandau sama- tartamudeó Miguel, quien ya se imaginaba que era
descubierto.
-Bueno, ahora lo sabes- dijo Dilandau. Se quedó callado un momento y
luego continuó hablando.
-Está bien... puedes retirarte, por esta ocasión, no te castigaré...
pero si te descubren, lo haré-
-Muchas gracias, Dilandau sama- dijo Miguel con un gran alivio.
-Ahora, retírense- les ordenó Dilandau a los dos. Miguel estaba
más que aliviado, pero Arlet se sintió algo desconcertada de que
también le ordenara retirarse.
-Si, Dilandau sama- respondieron los dos al unísono y se retiraron del
Salón. Una vez que estuvieron afuera, Miguel suspiró aliviado.
-t-te salvaste de una grande- le dijo Arlet tratando de actuar natural.
-Creo que tuve suerte- le respondió Miguel, también tratando de
actuar natural. Los dos comenzaron a caminar por el pasillo y para Arlet, de
pronto se le hizo muy importante tratar de caminar derecho. Todavía sentía
que la cabeza le daba vueltas, pero con el susto que acababa de pasar, lo hizo
volver a estar en alerta.
-Y dime, Nathan... ¿qué hiciste ahora que Dilandau sama te mandó
a llamar?- le preguntó Miguel, entre bromeando y hablando en serio.
-erh... bueno, yo... no he hecho nada malo... sólo quería... -
Arlet trataba de inventar alguna buena excusa, pero no se le ocurría
nada. Mientras tanto, Miguel seguía esperando una respuesta.
-le pedí que me entrenara esta semana- dijo Arlet con un demasiado entusiasmo.
Si claro, ya me imagino qué tipo de entrenamiento, pensó Miguel.
-¿vas a entrenar con Dilandau sama? Eso es masoquismo- bromeó
Miguel y los dos se rieron de forma nerviosa.
-¿y qué tipo de entrenamiento vas a tener?-
-Con la espada... tu sabes que no soy tan hábil como los demás
con la espada- el trayecto del Salón de Dilandau hasta donde el pasillo
se dividía era relativamente corto, pero con esa conversación
tan tensa se hizo una eternidad. Finalmente llegaron a la división del
pasillo y se despidieron.
-Bien, será
mejor que me apure, Gatty y Chesta deben estar cansados de esperarme- dijo Miguel
-Está bien... entonces nos vemos dentro de una semana- le despidió
Arlet
-Claro... nos vemos- se despidió Miguel y comenzó a caminar por
los oscuros pasillos. Arlet se quedó parada un rato, preocupada con todo
lo que había pasado. Aunque le había dicho a Dilandau que no escuchó
nada, ella estaba segura de que Miguel se había dado cuenta de todo,
sólo esperaba que no se lo dijera a nadie.
Se dirigió de una vez por todas a su habitación, al lugar al que debería haber ido en lugar de haber pasado por el Salón de Dilandau, pero ya no podía hacer nada al respecto, y no le quedaba más que resignarse a vivir con la incertidumbre de no saber si Miguel escuchó algo que la delatara.
Entró a su habitación y arrastró sus pies hasta su cama, en donde se sacó perezosamente el uniforme y se dejó la pequeña camiseta color lavanda y sus boxers blancos para dormir. Una vez lista, se tiró pesadamente a la cama y se tapó sólo con las sábanas, ya que todavía sentía calor. Nunca más le hago caso a Dilandau si me hace beber de nuevo.
Chesta dio un largo bostezo sentado en una de las maletas de Miguel, mientras
que Gatty estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados y el ceño
fruncido. Ya se había demorado mucho y eso le preocupaba, pero se sintió
más aliviado cuando vio a Miguel que regresaba con un pequeño
bulto entre sus brazos.
-¡¿por
qué diablos te demoraste tanto?!- fue lo primero que le preguntó
cuando estuvo con ellos.
-erh... por nada en especial, sólo me costó encontrar una manera
de salir, eso es todo- dijo Miguel algo nervioso.
-¿y?- le preguntó Gatty.
-¿y qué?- respondió Miguel con otra pregunta.
-¡¿cómo que qué?! ¿los encontraste?-
-¿qué cosa?- preguntó Miguel, quien aún no atinaba
a responder nada cuerdo, sin embargo, Chesta se dio cuenta que algo raro tenía.
-Los documentos... ¿recuerdas que fuiste a buscarlos?- le recordó.
-¡ah! Eso... si, los encontré- contestó por fin.
-¿te pasa algo?- le preguntó Gatty -pareciera que hubieras visto
un fantasma-
-No, no tengo nada- dijo Miguel.
-¡no me digas que Dilandau sama te descubrió!- exclamó Chesta.
-¿¡qué tan tonto me crees!? ¡Por supuesto que no me
atrapó!- exclamó Miguel a la defensiva -¡¡y no me
pasa absolutamente nada!! ¿Entendieron?- sin embargo, el resto del camino
casi no abrió la boca y estuvo todo el tiempo distraído. Todavía
no podía entender cómo Nathan los había engañado
a todos.
El sonido de la puerta golpeándose la despertó súbitamente
y se sentó rápidamente en su cama para ver de qué se trataba,
pero se encontró nada más y nada menos que con Dilandau, quien
se había quedado apoyado en la puerta.
-Te estuve esperando
todo este tiempo- le dijo sin ni siquiera disculparse por haber entrado sin
permiso.
-¡maldición! Me asustaste- le respondió Arlet de mala gana,
llevándose las manos a la cabeza debido al repentino mareo que tuvo por
levantarse tan rápido.
-¿por qué no volviste?- le preguntó Dilandau
-Claro, para que otra persona más nos descubriera- refunfuñó
Arlet.
-No te preocupes por Miguel, ya dijo que no escuchó nada- respondió
Dilandau sin darle mucha importancia al asunto.
-Pues yo no lo creo así... estoy segura de que se dio cuenta de todo-
-Eso da lo mismo, de todas formas no se atreverá a abrir la boca... o
si no, la pagará muy caro-
-eso espero- dijo Arlet.
-¿y tú qué estás haciendo aquí?- le preguntó
Arlet, dándose cuenta repentinamente de que no debería estar en
su habitación-
-¿y tú qué crees?- le respondió Dilandau -vine a
terminar lo que había empezado-
-¿a qué te refieres con eso?- le dijo Arlet, fingiendo que no
entendía a lo que Dilandau se refería, sólo por jugar un
poco con él. Sin embargo, Dilandau no dijo una sola palabra más
y comenzó a acercarse a Arlet de la misma forma que un felino se acerca
a su presa para atacarla. Se sentó en la cama y levantó una mano
y la dirigió al rostro de Arlet, apartándole el cabello que tenía
en la frente y luego comenzó a delinear su rostro con sus dedos, recorriendo
sus mejillas, tocando suavemente sus labios y desde ahí comenzando a
bajar por su mentón y recorriendo su cuello, cada vez bajando más
y más hasta su pecho. Arlet trataba de no reaccionar a sus caricias,
pero por más que lo intentó no pudo hacerlo y de pronto su respiración
comenzó a agitarse más y más. Dilandau la estaba tratando
de una forma lenta y delicada, hasta que sin ningún aviso, la tomó
repentinamente de la pequeña camiseta y la acercó rápidamente
a él, dándole un beso fuerte y apasionado, tanto que al cabo de
un instante, los dos tuvieron que separarse para tomar un poco de aire.
-a esto me refiero- le respondió Dilandau.
-bien, ya entendí- dijo Arlet, esta vez, ella tomando la iniciativa.
Esta vez, el beso no fue tan apasionado, pero fue igual de intenso y mientras
lo besaba, comenzó a quitarle la chaqueta que todavía tenía
encima de los hombros. Los dos se desnudaron, los dos se acariciaron y se tocaron
y por segunda vez dejaron de ser el sanguinario Capitán de los Dragonslayers
y el soldado de secreta identidad. Sólo eran un chico y una chica, volviendo
a descubrir que sí podían sentir algo genuinamente bueno.
Aquí iba una vez más. Estaba teniendo la misma pesadilla que siempre
olvidaba al despertar. Se encontraba en un hermoso prado lleno de flores...
de pronto, dos figuras comenzaban a aparecer ante sus ojos... era exactamente
lo mismo, el pequeño joven de cabellos dorados y la pequeña niña
de grandes ojos azules, cabellos ondulados y mejillas sonrojadas. Se veían
felices y jugueteaban por el prado, pero poco a poco la figura de la pequeña
comenzaba a desvanecerse y el chico de cabellos dorados se quedaba solo. Dilandau
veía que el chico llamaba a la pequeña con desesperación,
pero no oía nada y mientras que la figura del chico también comenzaba
a desvanecerse, el cielo se oscurecía y el prado era reemplazado por
una tenebrosa oscuridad. Trataba de gritar, de llamar a Gatty... o a Chesta,
pero su voz no le salía de la garganta. Iba a comenzar a caminar, pero
sintió que alguien le daba la mano... era la pequeña que estaba
con el chico, pero había algo distinto en ella. A la pobre le habían
cortado su hermoso cabello, sus mejillas ya no estaban sonrojadas y sus ojos
tampoco brillaban. Ahora podía ver en sus ojos tristeza y mucho miedo.
De pronto, de la completa oscuridad en la que se encontraban, pudo divisar a
lo lejos una leve luz azulada y decidió dirigirse hacia ella, sin soltar
de la mano a la pequeña. Caminó y caminó y a medida que
se acercaba más a la luz, ésta crecía más y más
hasta que la sumergió a los dos en su resplandor, pero un repentino y
desgarrador grito los sacó de la incandescente claridad. Ahora se encontraba
en una habitación grande, fría y oscura, y podía sentir
un pesado olor a medicamentos y ahora podía escuchar cada ruido de aquella
habitación. Se horrorizó y sus ojos se abrieron de par en par.
En una camilla que se encontraba en el centro de la habitación se dio
cuenta de que se encontraba la persona que había gritado hace un momento
y para su completa sorpresa y horror pudo percatarse que se trataba de la pequeña,
quien ya no estaba con él. La pequeña estaba atada a la camilla,
llena de sondas y alrededor de ella se paseaban unas siniestras sombras, quienes
se acercaban a ella insertándoles agujas y poniéndole inyecciones.
La pequeña luchaba por zafarse, gritando, llorando, pero era inútil.
Dilandau sintió rabia... sintió asco... y sintió miedo...
pero lo que más sentía en esos momentos era un incontrolable deseo
de matar a las sombras... matarlas y dejarlas desangrarse... eso, quería
ver la sangre de aquellas sombras derramada en el suelo. Sacó su espada
y se acerco a ellos con paso decidido y comenzó a atacar a las sombras,
matándolas con el limpio movimiento de su espada... pero las sombras
no sangraban... sólo se desvanecían y se perdían en la
oscuridad. Una vez que las eliminó a todas, se dirigió a la camilla
para desatar a la pequeña, quien aún estaba llorando. Cuando la
pequeña se vio libre de sus ataduras, se tiró a los brazos de
Dilandau. Él nos sabía que hacer ni que decir... y no tenía
muy claro lo que estaba sintiendo... pero no podía quedarse ahí
sin hacer nada. Tomó a la pequeña para salir de aquel tenebroso
lugar y cuanto la tomó en sus brazos, la niña lo abrazo fuertemente,
apoyando su cabecita en los hombros de Dilandau...
-no quiero estar sola- dijo entre sollozos y Dilandau comenzó a sentir
esa molesta sensación que siente cuando piensa en esas cosas... él
también se sentía solo y no le gustaba para nada esa sensación.
Abrazó a la niña y le acarició la cabeza...
-No te dejaré sola- le dijo suavemente. La pequeña se calmó
y dejo de llorar, sin embargo, algo insólito pasó... la niña
comenzó a desvanecerse poco a poco hasta que desapareció completamente,
dejando nuevamente a Dilandau en la más absoluta oscuridad. Maldición...
otra vez no... pensó desesperado, hasta que escuchó una voz.
-me salvaste-
Dilandau se dio vuelta para ver de quien se trataba.
-¡¿quién demonios eres?!- gritó girándose
hacia todos lados, hasta que divisó la silueta de una mujer
-me acabas de salvar- volvió a decir la mujer, dejándose ver completamente.
Era casi de la misma altura de Dilandau, y tenía los mismos ojos tristes
de la pequeña.
-¿quién eres? Responde- demandó Dilandau.
-somos la misma persona... - decía la chica mientras se acercaba a Dilandau
-yo soy parte de ti... y tu eres parte de mi, Dilandau- la chica se puso frente
a Dilandau y aunque él no entendía nada de lo que la chica decía,
no hizo nada, sólo dejó que se acercara... de alguna forma, su
presencia lo tranquilizaba ¿por qué?
-¿quién eres tú?- volvió a preguntar.
-Soy Celena... no me recuerdas, ¿verdad?- preguntó la chica. Dilandau
negó con la cabeza.
-Es mejor así... - le dijo mientras le acariciaba el rostro. De pronto,
la chica comenzó a llorar y abrazó fuertemente a Dilandau.
-Por favor, no dejes que te manipulen-
Él estaba
a punto de abrazarla, pero las sombras volvieron a aparecer, sin embargo, esta
vez eran más tangibles... tanto que tiraban de Celena para apartarla
de Dilandau, y aunque él trataba de aferrarse a ella, sintió que
a él también lo tiraban y podía sentir los brazos fríos
de las sombras y pudo ver cómo la oscuridad devoraba a Celena... luchó
por soltarse y una vez que lo consiguió, la ira lo inundó nuevamente,
haciendo que tomara nuevamente su espada para atacar a su oscuro enemigo...
sólo que esta vez había una pequeña gran diferencia...
las sombras ya no se desvanecían... ahora podía sentir cómo
su espada se enterraba en la carne de sus víctimas... podía escuchar
el lamento de sus víctimas al ser alcanzados por el filo de su espada...
podía sentir el olor de la sangre que los cuerpos derramaban... y su
corazón comenzó a agitarse y podía escuchar cómo
latía fuertemente... su cuerpo comenzó a temblar y cada vez que
mataba a alguien, se estremecía completamente, haciéndolo sentirse
vivo. Mientras más mataba, su corazón más fuerte bombeaba
y más disfrutaba de la masacre que estaba ocasionando... comenzó
a reírse... una sádica y morbosa carcajada salía cada vez
que empuñaba su espada y la ensartaba en el cuerpo de sus víctimas...
sólo queda una maldita sombra... pensó excitado, mientras
sentía la presencia de la sombra a su espalda. Con un rápido movimiento,
giró su cuerpo y clavó su espada en el estómago de su víctima.
Sacó su espada lentamente, y levantó la vista para ver el cuerpo
de su víctima quien todavía no caía al suelo y tenía
sus manos en su estómago, tratando de contener la hemorragia que la espada
de Dilandau le había ocasionado. Su cuerpo se quedó inmóvil
y dejó caer su espada al suelo.
-¿por qué?- dijo la sombra con apenas un hilo de voz -¿por
qué lo hiciste, Dilandau?-
-no... no puede ser... - murmuró Dilandau, tratando de alejarse de su
víctima. Se trataba de Arlet.
-¿por qué lo hiciste, Dilandau?- le volvió a preguntar,
acercándose más a Dilandau.
-Mentira... - siguió murmurando Dilandau, mientras se alejaba de Arlet.
Se topó con el cadáver de una de las sombras que mató.
El cuerpo de Chesta yacía sin vida en el suelo. Siguió mirando
a todos los cadáveres que había en el suelo y se encontró
con todos sus soldados muertos.
-Gatty... Chesta... Miguel... - su cuerpo comenzó a agitarse y el frío
y el pánico se apoderaron de él-
-¿por qué, Dilandau?- dijo Arlet por última vez y cayó
muerta.
-¡¡¡¡NOOOOOOOOOOO!!!!!!!- gritó Dilandau, pero
nuevamente, su garganta estaba muda. Trataba de gritar lo más fuerte
posible, pero lo único que sentía era un nudo en la garganta.
Miró una vez más el cuerpo de Arlet y vio cómo se desangraba
rápidamente, al igual que los cuerpos de los Dragonslayers. Trató
de escapar de la sangre, pero ésta lo alcanzó y como si cobrara
vida propia, la sangre de todos los que había matado comenzaba a subir
por sus piernas, sintiendo que le quemaba el cuerpo como si se tratara de lava
caliente. Trataba de detenerla con sus manos, pero era inútil, la sangre
subía y subía por su cuerpo, llegando hasta su torso, haciendo
que Dilandau se desesperara al ver que cada vez se acercaba más a su
rostro. No podía escapar. Sintió cómo le quemaba el cuello
y cómo comenzaba a tapar su rostro, dejándolo sin respiración...
se estaba ahogando en la sangre de todos los que había matado.
Despertó
con la sensación de haber estado aguantando la respiración bajo
el agua por demasiado tiempo y se sentó en la cama casi como por reflejo.
Su respiración era entrecortada y estaba todo sudado, y su cuerpo entero
temblaba. Agarrado a las sábanas fuertemente completamente atemorizado,
trataba de calmarse, pero no podía. Por primera vez en su vida recordaba
algo de lo que había soñado... y la sensación era horrible.
Recordaba a Arlet y a sus soldados, todos muertos por sus propias manos... pero
lo más escalofriante era que aún podía sentir la sensación
de su espada clavándose en la carne de sus víctimas, podía
sentir un poco de la excitación que sentía al descuartizar aquellas
sombras... aún podía sentir el horror al ver los cuerpos mutilados
de sus soldados y todavía podía sentir el ardor de la sangre que
le subía por el cuerpo, como si tuviera vida propia. Miró hacia
todos lados, pero no sabía en donde se encontraba, estaba completamente
desorientado. ¿Por qué lo hiciste? La voz de Arlet todavía
retumbaba su cabeza.
-No sabía... no quise hacerlo- murmuró Dilandau, llevándose
las manos a la cabeza. ¿Por qué lo hiciste?... seguía
escuchando la voz de Arlet. Dilandau se apretaba más fuerte la cabeza
y comenzó a hacer rechinar los dientes. Su vista comenzaba a tornarse
borrosa hasta que a pesar de todos los esfuerzos, una lágrima se le escapó
de los ojos. Maldición... ¿qué demonios me pasa?
De pronto, una mano helada le tocó el hombro, asustándolo.
-¿estás
bien?- le preguntó Arlet, quien lo miraba con preocupación. Dilandau
la miró con los ojos de par en par y las imágenes de la pesadilla
le volvieron a la mente y lo único que pudo hacer fue darle la espalda.
Arlet se acercó un poco más a Dilandau y levantó una mano
para acariciarle la frente, pero Dilandau la quitó bruscamente.
-¡no me toques!- le gritó.
-¡pero Dilandau...!- dijo Arlet para ella misma muy asustada. Se quedó
un largo tiempo quieta, sin saber qué hacer, mientras que observaba a
Dilandau.
-Otra vez tuviste una pesadilla- dijo Arlet en voz baja. Dilandau sólo
asintió con la cabeza.
-No recuerdas nada de lo que soñaste ¿verdad?-
Dilandau no dijo
nada ni tampoco hizo ningún gesto que afirmara o negara esa pregunta.
Por fin se decidió a mirarla a los ojos. Se podía ver que estaba
muy preocupada por él. No lo entiendo... a pesar de todo se preocupa
por mí... pensó Dilandau. Nuevamente, dejó de mirarla
y agachó la cabeza, negando la respuesta. No podía contarle que
había soñado matándola. Arlet se colocó a su lado
de rodillas y trató una vez más de tocarlo, llevando su mano a
su frente y para su alivio, Dilandau se dejó.
-qué horror... estás ardiendo- le dijo Arlet al tocarle la frente
-¿te sientes bien?- le preguntó Arlet y Dilandau nuevamente negó
con la cabeza. Dio un largo suspiro y sin saber por qué, abrazó
a Arlet, dejando su cabeza descansar en sus hombros.
-tranquilo- le decía Arlet mientras le acariciaba la cabeza -ya pasó-
le decía para calmarlo, pero aún podía sentir que su corazón
latía demasiado fuerte. Una vez que estuvo más tranquilo, Dilandau
habló sin muchas fuerzas
-Arlet-
-¿qué sucede?- Dilandau se separó de ella y la tomó
de los brazos, apretándolos tan fuerte que le hacía daño
a Arlet.
-Prométeme... - le dijo Dilandau mirándola fijamente a los ojos
-prométeme que... nunca me vas a dejar sólo... - Arlet estaba
sorprendida y confundida. ¿Cómo es posible que unas pesadillas
lo dejen tan vulnerable? Pensaba sin saber muy bien que hacer. Definitivamente,
estaba conociendo muchas facetas de Dilandau que desconocía y que nunca
pensó que tendría. ¿Por qué me pide eso?
-Dilandau... - murmuró.
-Por favor... - le dijo Dilandau, mientras más le apretaba los brazos
-prométeme que siempre estarás conmigo... - Dilandau no necesitaba
decir más. Se podía ver en sus ojos la soledad que sentía.
Me necesita... de verdad me necesita... pensaba Arlet. Yo también
te necesito.
-te lo prometo- dijo Arlet al fin. Los ojos de Dilandau se suavizaron completamente
y la soltó de los brazos
-te prometo que siempre estaré contigo, Dilandau- le dijo Arlet acariciando
su rostro. Él tomó su mano delicadamente y la besó, volviendo
a abrazarla, dejando su cabeza descansar en su pecho.
**********************
EL Minuto cultural de Hotaru
Hola a todos, como les prometí, traté de demorarme lo menos posible para actualizar :P ... espero que así haya sido.
Bueno, al parecer las cosas están comenzado a complicarse un poquito para Arlet... pero así son las cosas ¿qué va a psar ahora que Miguel sabe?
Como dato anecdótico, la mayor parte del sueño lo escribí en una pequeña ventana que tengo entre clases (bueno, tenía que aprovechar la inspiración ^_^) escuchando Blaze la mayor parte del tiempo. Siempre trato de escuchar música acorde con la escena, sirve mucho para inspirarse y meterse en la historia. Y creo que los resultados no estuvieron tan malos.
Y una vez más, muchas gracias por todos los reviews, me encanta saber lo que piensan, pero si ven algo que no les gusta y tienen alguna crítica constructiva, no duden en hacerla, siempre y cuando sea con respeto hacia mi trabajo.
VANessa: No, no es lo que estás pensando, la preocupación de Chesta es por otro motivo que después se dará a conocer muahahaha *hotaru se ríe maquiavélicamente*
Darth Vicious: Aquí en Chile dieron la versión latinoamericana por televisión abierta, pero he tenido el justo de verla en japonés y el disgusto de verla en español (sólo los tres primeros capítulos) *a hotaru le dan escalofríos al recordar a Allen diciendo "mi querida Dilandau* _
Can Hersey: ¡¡muchas gracias por revisar siempre!! vaya sí que debes tener paciencia ^^
También gracias a Kaili, Princess of darkness a Zongi chan (si, es increíble lo que pueden hacer un par de copas de más) y a Edith y Panchi y a todos los demás que han dejado sus reviews
