Boys Don't Cry

por Karina

Arlet estaba exhausta. Ya llevaba dos horas de arduo entrenamiento y lo único que quería era tomar un descanso, aunque fueran sólo cinco minutos, pero Dilandau no le daba tregua. Sin embargo, tenía que reconocer que con el entrenamiento estricto de estos últimos días había mejorado considerablemente su manejo de la espada, uno de sus puntos más débiles. Al principio no era capaz de sostener un combate con Dilandau por más de un minuto, y ahora era capaz de aguantar mucho más tiempo luchando contra él, incluso, hubo varias ocasiones en que puso en serios aprietos a Dilandau, pero nunca lo había vencido. Tenía unas ganas inmensas de pedirle tomar un descanso, pero muchas razones le impedían hacer tal cosa. Primero, no quería mostrar algún signo de debilidad ante Dilandau (después de todo, ella también tenía su orgullo), segundo; estaba segura de que Dilandau la regañaría por ser tan débil y tercero, porque a pesar de estar tan cansada, sentía que esta vez sí podía ganarle. Los dos continuaban luchando con todas sus fuerzas, y para sorpresa de los dos, Arlet comenzó a dominar el duelo, hasta que al fin, en una limpia maniobra, logró esquivar la espada de Dilandau y de paso llevar la suya justo al cuello de él. Los dos se quedaron inmóviles.

-Estás muerto- dijo Arlet.
-gané... jajaja... al fin le gané, Dilandau sama- comenzó a reírse nerviosamente. Dilandau seguía sin moverse y Arlet no podía leer la expresión de su rostro.
-No puedo creerlo ¡¡GANÉ, GANÉ!!- comenzó a vociferar, feliz por la hazaña que había realizado, pero justo cuando estaba guardando su espada en su vaina, Dilandau se movió tan rápido que no supo cómo se vio con una daga que le punzaba la garganta.

-Ahora tú estás muerta- le dijo Dilandau con una sonrisa en la cara. Había aprovechado que Arlet bajó la guardia para atacarla. Lo que hizo fue soltar su espada y rápidamente sacar su daga y cuando Arlet llevó su espada a su vaina para guardarla, la agarró fuertemente de la muñeca y la tiró hacia él, apuntado su daga directo al cuello de Arlet. Una vez que Arlet salió de su asombro, comenzó a reclamar.

-¡¡Hey... eso es trampa!! Yo ya había ganado-
-¿acaso no has aprendido nada?- le recriminó Dilandau. Quitó la daga de su cuello y la soltó.
-Nunca debes bajar la guardia, sobre todo si ya ganaste- le decía mientras se alejaba de ella y tomaba su espada del suelo y la guardaba en su vaina.
-De todas formas, eso no fue justo... ¡qué bajeza!- dijo Arlet, mientras se llevaba la mano al cuello, justo en el lugar en donde Dilandau la pinchó con su daga.
-¿justo? ¿bajeza?- al parecer, ese comentario molestó bastante a Dilandau.
-Y cuando estés en un combate de verdad ¿vas a decirle eso a tu enemigo si te ataca?- Arlet no dijo absolutamente nada.
-No existe lo justo o injusto en la guerra, tienes que ganar sin importar lo que hagas. No importa los métodos que ocupes, por muy sucios que sean. Esto no es un juego, si pierdes te mueres-

Arlet se quedo escuchando el sermón todo el tiempo callada. Le parecía tan frío y completamente sin escrúpulos, pero lamentablemente, Dilandau tenía razón. Había que sobrevivir a como diera lugar.

-Eso se oye tan... - dijo Arlet tratando de buscar las palabras adecuadas, pero Dilandau la interrumpió.
-Esa es la guerra... los cuentos heroicos sólo son para los libros de Historia, nada más-

Arlet respiró resignada. Aunque no le gustara, tendría que seguir el consejo de Dilandau y ponerlo en práctica.

-Bien, basta de bla bla y comencemos de nuevo- dijo Dilandau sacando su espada, listo para un nuevo duelo.
-Dilandau sama, descansemos un momento ¿sí?- le pidió Arlet.
-Ni lo sueñes ¡Vamos, en guardia!-
-Vamos, Dilandau, es sólo un minuto- le pidió nuevamente mientras se acercaba a él arrastrando sus pies.
-¡Dije que no!-
-Pero es que estoy muy cansada- dijo Arlet acercándose un poco más a Dilandau, quien se vio obligado a dejar su posición de combate. Arlet aprovechó esto, para acercarse aún más a Dilandau, tanto que sólo tuvo que levantar un poco su cabeza para acercar su cara al oído de Dilandau.
-¿sabes por qué estoy tan cansada, verdad?-
-hmph... claro que lo sé... espero que no digas que es mi culpa-
-¡claro que lo es!- le dijo Arlet mientras rodeaba el cuello de Dilandau con sus brazos.
-Que yo recuerde, no te forcé a nada- le respondió Dilandau. El sentir a Arlet tan cerca de él lo desconcentraba y ponía ideas en su cabeza que no debía pensar en esos momentos. De pronto, sintió algo helado y punzante en su cuello.

-Ahora sí estás muerto- era Arlet quien esta vez apuntaba la misma daga que Dilandau había usado para atacarla a su cuello. Dilandau estaba tan asombrado que no supo cómo reaccionar, pero al escuchar la burlona risa de Arlet, lo hizo.

-¡¡TRAMPOSA!!- le dijo mientras la empujaba lejos de él. Arlet no podía aguantar más la risa y explotó en risotadas.
-jajajaja... no puedo creer... que hayas caído- apenas podía hablar de tanto reírse y ni siquiera la mirada asesina de Dilandau la intimidaba.
-¡¡Maldita seas, no te rías!!- le gritaba Dilandau, pero esto hacía que Arlet más se riera, tanto que le dolía el estómago y le salían lágrimas de los ojos.
-lo-lo siento Dilandau sama- le decía mientras se sentaba en el suelo y trataba de calmarse.
-increíble- murmuró Dilandau. Tenía mucha rabia con Arlet y con él mismo, pero lo que más sentía en ese momento era vergüenza de haber caído con un truco tan... tonto.
-Pero Dilandau sama. Sólo estoy poniendo en práctica lo que usted me enseñó- le dijo Arlet mientras se limpiaba los ojos.
-No te hagas la chistosa-
-Ah, Dilandau sama... después de todo, es igual a todos los hombres- le dijo Arlet aún sentada en el suelo.
-hmph... me gustaría ver si puedes usar esa técnica con otro soldado- dijo Dilandau sonriendo irónicamente.
-¿Por qué dice eso?-
-Qué tonta... no creo que a algún soldado le agrade la idea de que otro trate de conquistarlo. Te saldría el tiro por la culata-
-Tiene razón, Dilandau sama. Esta técnica sólo puedo usarla con Usted-
-¡Ya basta!-
-Lo siento. De todas formas uno nunca sabe... en una de esas sí me funciona con otro soldado- dijo Arlet con un tono malicioso en su voz.
-Ja, no si descubren tu pequeño secreto- le dijo Dilandau con la misma sonrisa maliciosa. Los dos esta vez se largaron a reír.
-Vaya, vaya... pero qué bien la están pasando- era la voz de Marcos que había entrado al gimnasio. Arlet se asustó tanto se paró rápidamente, mientras que Dilandau volvió a estar atento y alerta.
-¡¿qué demonios crees que haces?!- preguntó Dilandau enojado.
-Necesito el gimnasio para entrenar con mis soldados- respondió Marcos mientras se acercaba a ellos.
-Lo siento, estamos ocupados, ¿qué no ves?- le dijo Dilandau de mala gana.
-ja, ya me di cuenta- dijo Marcos, mirando fijamente a Arlet, quien estaba a unos pasos más atrás de Dilandau. Definitivamente no le gustaba ese tipo. Cada vez que lo veía se sentía insegura y le infundía miedo, un inquietante miedo muy distinto al que sentía a veces con Dilandau. Con él era distinto, de alguna forma, el miedo que a veces sentía por Dilandau la atrapaba al punto de sentir la necesidad de enfrentarlo, sin importar las consecuencias... era extraño, porque sabía que de alguna u otra forma que él jamás la dañaría (al menos no gravemente). Puede que no lo aparente, pero Dilandau mataría por sus soldados. Sin embargo, con Marcos era distinto, porque sentía que él sabía todo sobre ella y eso la aterraba, además, no lo conocía bien, así que no sabría a qué atenerse con él.
-Espero no interrumpir al par de tortolitos- agregó -no es que me importen tus inclinaciones raras-
-¡imbécil! ¿por qué no te largas de aquí?- le dijo Dilandau acercándose a Marcos dispuesto a echarlo.
-Está bien... está bien, lo haré... con una condición- dijo Marcos.
-¿qué quieres ahora?-
-Me iré sólo si logras ganarme un duelo-
-hmph, no voy a rebajarme a pelear contigo, Marcos-
-Vamos, ¿acaso tienes miedo?- le dijo Marcos desafiante.
-Por favor, no me hagas reír- le dijo Dilandau despectivamente. Nunca perdía la oportunidad de desafiarlo, y aunque Dilandau tenía la seguridad de que le ganaría, nunca accedía a su desafío por el simple hecho de que esto hacía enojar mucho más a Marcos. Pero esta vez tuvo una excelente idea.
-Hagamos un trato, si logras ganarle a mi soldado accederé a pelear contigo- dijo Dilandau. Tanto Marcos como Arlet quedaron sorprendidos con la propuesta de Dilandau. ¡¡¿¿Qué está haciendo??!! ¡¿Se volvió loco o qué?! Pensó Arlet asustada.
-¡¿Que pelee con uno de tus soldados?! Ja, déjate de bromas tontas- le contestó Marcos irritado.
-No es una broma. Si no erres capaz de ganarle a uno de mis soldados, no tiene caso que pierda el tiempo peleando contigo-
-hmph, ¿y crees que tu soldado sea capaz de derrotarme?- dijo Marcos mirando despectivamente a Arlet -el pobre está muerto de miedo- agregó riéndose burlescamente. Ese comentario enfureció tanto a Arlet que se puso roja de rabia, sin embargo, Marcos tenía un poco de razón. Hasta ese momento, Arlet nunca había combatido con alguien que no fuera uno de los Dragonslayers o con Dilandau y verse de pronto enfrentada nada más y nada menos que al Capitán de otro Escuadrón la asustaba y la hacía sentirse intimidada. Y precisamente tenía que ser él.
-Pues este pobre muerto de miedo te derrotará sin ningún problema- dijo Dilandau. Marcos lo pensó un momento, hasta que accedió.
-Está bien. Si eso es lo que hay que hacer para darte una lección... - dijo Marcos de mala gana.
-Te equivocas, Marcos. El día en que pelees conmigo, morirás- le respondió Dilandau, se dio media vuelta y se dirigió hacia donde estaba Arlet. Excelente, ¿y qué hay de mí? ¿acaso mi opinión no cuenta?.

-Dilandau sama ¿¡qué está haciendo?!- le dijo Arlet en voz baja.
-Nada que no puedas hacer- le respondió Dilandau.
-¡¡¿¿Estás loco??!! ¡no puedo ganarle a Marcos!- le dijo con voz desesperada. Dilandau la miró fijamente.
-Claro que puedes, y lo harás. Es una orden- y con esto, le dejó el paso libre para que saliera al encuentro con su rival. Una vez que los dos estuvieron frente a frente, realizaron los saludos de rigor y se colocaron en posición de combate. El primero en atacar fue Marcos, quien no tuvo piedad con Arlet y la atacó con fiereza. Arlet apenas podía contrarrestar los ataques de Marcos y lo único que podía hacer era defenderse de los embates. Marcos estaba ganando el duelo y no perdía oportunidad para alardear sus habilidades.

-Ja ja ja, te lo dije, Dilandau. Un soldado tuyo no podrá ganarme- le decía mientras Dilandau observaba la pelea con una mezcla de preocupación y rabia. Maldita seas, Arlet ¡¿Qué demonios estás haciendo?!... yo sé que puedes ganarle.

Los dos pararon por un instante el combate y Marcos ya se daba por victorioso. Arlet seguía muy nerviosa aún y esto la hacía sentirse muy insegura. Si no se tranquilizaba, no iba a poder ganarle y tenía que hacerlo sin importar cómo. Era una orden de su Capitán. Respiró profundamente y tomó su espada con firmeza y decisión. Si Dilandau dijo que podía ganarle es por algo, pensó tratando de darse ánimos. Ahora sí, el juego va a comenzar. Y con esto, se lanzó a atacar a Marcos con todo lo que tenía. Marcos se sorprendió con el repentino ataque de Arlet, pero lo contrarrestó sin problemas, sin embargo, cada vez se le hacía más difícil, tanto que había dejado de reírse burlescamente y había comenzado a maldecir. El duelo cada vez más se inclinaba a favor de Arlet hasta que en un rápido movimiento, Arlet desarmó Marcos, lanzando su espada lejos de su mano.
-¡Maldición!- exclamó Marcos lleno de rabia al ver que su mano tenía un pequeño corte, provocado por la maniobra de Arlet.
-hmph, ¿y cómo esperabas ganarme si uno de mis soldados pudo derrotarte?- dijo Dilandau, acercándose a ellos con una sonrisa victoriosa en el rostro. Marcos sólo lo miró lleno de odio, respirando agitado y tomó su espada del suelo.
-Esto no se va a quedar así- dijo antes de marcharse.
-¿y se supone que tengo que sentir miedo con eso?- dijo Dilandau sarcástico mientras que Marcos se marchaba del lugar
-No me provoque o te enviaré a uno de mis soldados para que te derrote- le gritó al tiempo que Marcos daba un fuerte portazo. No puedo creerlo... le gané, pensó Arlet incrédula. Dilandau se dio media vuelta y la observó detenidamente durante un largo tiempo.
-Te dije que podías ganarle-
-Gané- murmuró Arlet y una sonrisa se le dibujó en el rostro.
-Sin embargo, no te emociones mucho. Cualquiera es capaz de ganarle a ese cretino- dijo Dilandau retirándose del gimnasio.
-¿y qué vas a hacer?- preguntó Arlet al ver que Dilandau se retiraba del gimnasio.
-¿Qué no estabas cansada? Mejor vete a tomar un descanso. Por hoy hemos terminado- le respondió, dejándola sola en el gimnasio. Se quedó quieta durante un largo tiempo, hasta que comenzó a reírse sola. Guardó su espada que todavía tenía en su mano y se retiró del gimnasio, contenta con lo que había conseguido, pero no satisfecha aún. Sabía que podía mejorar más y Dilandau la ayudaría en eso.

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El Minuto Cultural de Hotaru

Este capítulo es algo corto, pero tiene lo justo y necesario y aunque no tomó ninguno de los puntos que quedaron pendientes en el capítulo anterior, éstos serán retomados en el siguiente capítulo.

Como dato anecdótico, este capítulo lo escribí en la palya, cuando nos fuimos de vacaciones... así que tuvo de inspiración al mar, la arena y el sol ^__^ (que no se mencionan en ninguna parte del fic ¬¬u)