Boys Don't Cry
por Karina
Arlet se despertó ese día cansada y decaída. Generalmente se sentía así una vez al mes, y es que aunque la mayor parte de su vida había fingido ser hombre, siempre había algo que le recordaba su naturaleza. El dolor intenso que sentía la hizo despertarse más temprano, pero no tenía ganas de levantarse aún. Se quedó quieta en posición fetal, tratando de no pensar en el dolor. Sin embargo, no pudo evitar sentir esta vez cierto alivio al ver que había llegado su período y se sonrió ante aquel pensamiento. Había recordado las veces que había estado con Dilandau. Desgraciadamente, otra onda de dolor la sacó de aquellos placenteros recuerdos y se maldijo por ser mujer. Siempre, una vez al mes lo hacía.
Reunió fuerzas, se levantó a duras penas y se dirigió al baño. Se duchó, se vistió y se alistó para salir. Cuando llegó al comedor, algunos de los chicos, quienes ya habían llegado de vacaciones estaban desayunando y entre ellos se encontraba Miguel y al entrar, Arlet pudo sentir su suspicaz mirada. Arlet tenía miedo, estaba segura de que Miguel se había dado cuenta de todo aquella noche, podía sentirlo cada vez que la observaba, como si buscara algo que la delatara o simplemente para ver su reacción. Además, su manera de comportarse con ella había cambiado, ya no era un soldado más del escuadrón, ahora la trataba con cierta distancia y a pesar de que él trataba de que no fuera así, Arlet podía sentir todo lo contrario. Claro, tenía la seguridad de que Dilandau le había dejado bien en claro que le iría muy mal si andaba diciendo cosas que no debía, pero de todas formas, de ahora en adelante tendría que tener mucho más cuidado.
-¿Por qué
esa cara, Nathan?- le preguntó Guimel.
-No tengo otra- gruñó ella. Además de deprimirse en esos
días, también se ponía de mal humor
-Uh... nos despertamos denso- lo molestó Gatty y los demás comenzaron
a reírse.
-No es tu problema- le contestó Arlet sentándose y agarrando un
pan y un vaso de leche. Inconscientemente, cada vez que sentía dolor
se llevaba las manos a su vientre y sin darse cuenta se sentó frente
a Miguel, quien se dio cuenta de tan particular gesto y la miraba atentamente.
Ella esquivó su mirada y quitó la mano de su vientre.
-Pero qué
sensible nos levantamos hoy- siguieron molestando y riéndose de ella.
Arlet trató de ignorarlos, aunque ya le estaban colmando la paciencia.
-Bueno, saben cómo se ponen las mujeres en "ciertos días"-
comentó Miguel, sin dejar de mirarla a los ojos. Arlet sintió
un nudo en el estómago y lo miró sorprendida. Sin embargo nadie
se dio cuenta de la intención de ese comentario, ya que celebraban el
comentario con más risotadas.
-¿qué dijiste?- le preguntó Arlet desafiándolo con
los ojos.
-Lo que oíste- le respondió Miguel fríamente. En ese momento,
todas las carcajadas se acabaron y los demás soldados se quedaron mirando
extrañados.
-Repítelo- le respondió Arlet. Gatty trató de calamar los
ánimos acercándose a Arlet y dándole una palmada en la
espalda.
-Vamos Nathan, es sólo una broma- le dijo, pero Arlet se levantó
exaltada sin quitarle la mirada de encima a Miguel.
-Ya relájate, no tienes que tomártelo tan a pecho...- le dijo
Miguel, tratando de relajarse él también.- ...¿o si?- agregó
insidioso.
Arlet ya no pudo contener más su rabia y precipitadamente se pasó por sobre la mesa y le dio un fuerte golpe a Miguel en la cara, cayendo los dos al suelo. Miguel trató de defenderse en el suelo, desviando otro golpe que Arlet trató de darle. Mientras los dos luchaban en el suelo, ninguno de los presentes se atrevió a meterse en la pelea.
-¡¡¿¿SE PUEDE SABER QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ??!!-
Todos se quedaron petrificados, incluyendo a los dos contrincantes. Dilandau se veía realmente molesto. Una vez que salieron de su asombro, todos se pusieron en posición firme y Arlet y Miguel se levantaron pesadamente del suelo. Miguel tenía el ojo hinchado y Arlet tenía sangre en la boca.
-¡¡Hice
una pregunta!!- dijo Dilandau aún más enojado, sin embargo, nadie
respondió.
-Bien. Ustedes dos se han ganado una semana en los calabozos-
-Si, Dilandau sama- le respondió Miguel, poniéndose en posición
firme, algo que Arlet no hizo.
-Y ustedes limpien este desastre- les ordenó a los demás.
-Si, Dilandau sama- le respondieron los demás y comenzaron a limpiar
y ordenar el lugar. Miguel y Arlet se dirigieron hacia la salida y cuando Arlet
pasó al lado de Dilandau no pudo aguantarse las ganas de decirle en voz
baja.
-Maldita sea, no fue mi culpa-
-Una semana más para ti, Nathan-
-¡¡¿QUÉ??!! ¡pero eso es injusto!- le respondió
Arlet alterada.
-¡Y si sigues hablando te irá peor!- le gritó Dilandau.
Los demás trataban de no poner atención, pero miraban la escena
de reojo.
-¡pero si no fue mi culpa!- volvió a decir Arlet en voz baja, sólo
para que Dilandau escuchara. Él se fijó que nadie lo miraba y
la asió de la ropa. Se fijó nuevamente y se la acercó a
la cara para hablarle en voz baja.
-Escucha, niña... no creas que porque te acuestas conmigo vas a tener
algún privilegio- y luego de esto, la soltó. Arlet estaba estupefacta,
con la vista perdida. Luego miró a Dilandau y vio que su mirada era una
de las más fría que había recibido. Dilandau se dio vuelta
para retirarse del comedor. Miguel, quien todavía no se había
retirado, vio toda la escena desde la puerta. Dilandau no se tomó la
molestia de poner atención a su presencia hasta que vio la cara de sorpresa
de Miguel y escuchó unos pasos que venían acercándose rápidamente
hacia él. Alcanzó a darse vuelta y esquivar la embestida de Arlet,
quien estuvo cerca de propinarle un golpe en la cara. Se dio tanto impulso para
atacar a Dilandau que al ser esquivada, perdió el equilibrio y cayó
al suelo, sin embargo, no tuvo tiempo para levantarse porque Dilandau lo hizo
por ella.
-¡estúpido!- le gritó mientras le daba un golpe en el estómago.
Arlet cayó pesadamente al suelo de rodillas, llevándose las manos
al estómago y apenas pudiendo respirar.
-¡Ya me cansaste!- le gritó Dilandau, quien estaba fuera de sus
casillas, tanto que su mirada estaba llena de ira. Arlet todavía estaba
con la vista gacha, pero el sonido de una espada la alertó y miró
hacia arriba. Horrorizada, vio que Dilandau tenía empuñada su
espada y estaba dispuesto a atacarla. ¡¡Dios mío, me va
a matar!! Se tapó la cara para no ver lo que venía. Esperó
a sentir el filo de la espada en su cuello en alguna parte de su estómago,
pero no pasó nada. El sonido de la espada estrellarse contra el suelo
la hizo descubrirse la cara. Lo primero que vio fue la espada que estaba tirada
en el suelo y luego dirigió su mirada hacia Dilandau. Tenía una
extraña expresión en su rostro, como si estuviera ido, y se dio
cuenta de que estaba temblando. Su mirada estaba dirigida hacia ella, pero le
daba la impresión de que estaba mirando a otra persona. Y en efecto,
Dilandau estaba mirando hacia donde se encontraba Arlet, pero no la veía
a ella. En su lugar, veía a una pequeña niña que lloraba
desconsoladamente. No me dejen sola sollozaba la pequeña y su
llanto hacía eco en su mente. Comenzó a sudar frío y sentía
que el estómago se le apretaba y que la sangre le ardía. Comenzó
a ver todo nublado. Otra onda de dolor invadió su estómago y se
llevó sus manos hacia él y segundos después, perdió
el conocimiento y cayó inconsciente.
Arlet se levantó
rápidamente y se colocó de rodilla al lado de Dilandau. Gatty,
quien estaba petrificado, salió de su estupefacción y reaccionó.
-¡Chesta, rápido!- le gritó e inmediatamente Chesta entendió
a lo que se refería. Los dos se acercaron rápido al lado de Dilandau.
-¡Quítate, Nathan!- le espetó Chesta empujando a Arlet.
-¡Eres un estúpido!- le dijo Gatty, mirándolo muy molesto
mientras que comenzó a levantar a Dilandau, para luego llevárselo,
aún inconsciente. Todos los demás seguían sin hacer nada,
observando todo lo que había pasado. Arlet aún seguía en
es suelo. ¡¿qué pasó?!... ¿qué demonios
le pasó a Dilandau? Comenzó a preguntarse y decidida, se puso
de pie y corrió para alcanzar a Dilandau.
-¡Esperen!-
gritó, pero Miguel la afirmó del brazo para detenerla.
-Ya basta Nathan. Fue suficiente-
-¡Quita tus manos de encima!- le dijo Arlet.
-No, no irás a ninguna parte- le respondió Miguel mientras le
apretaba más el brazo, pero Arlet lo empujó y pudo zafarse de
él y salió corriendo del comedor.
Recorrió los pasillos que estaban cerca del comedor, pero no pudo encontrar a nadie, pero siguió buscando. De pronto, escuchó ruidos que provenían de un pasillo y corrió hacia donde el pasillo se dividía en dos. Vio que Gatty y Chesta salían de una habitación que se encontraba al fondo del pasillo.
-¿En donde
está Dilandau?- les preguntó mientras se acercaba a ellos con
paso firme.
-Basta Nathan, has causado suficientes problemas por un día- le contestó
Gatty enojado.
-Nathan, por favor, ya no sigas- le aconsejó Chesta.
-¡No los dejaré tranquilos hasta saber lo que está pasando!-
les habló Arlet con voz fuerte y tratando de llegar a la puerta abriéndose
paso entre los dos.
-¡No irás a ningún lado!- le dijo Gatty agarrándola
del brazo y aprisionándola contra la pared.
-Ustedes están ocultando algo ¿no es verdad?- dijo Arlet mientras
trataba de zafarse de los brazos de Gatty, quien la seguía mirando con
enojo.
-Nathan, la verdad es q... - comenzó a decir Chesta con cara de preocupación.
-Eso no te incumbe- interrumpió Gatty. Así que definitivamente
me están ocultando algo. Trató nuevamente de zafarse, pero
Gatty simplemente no la soltaba.
-¡imbécil, suéltame!- le gritó Arlet.
-¡no, no lo haré!-
-Soldado Gatty, soldado Chesta- interrumpió una extraña voz. Los
dos giraron sus cabezas hacia el lugar de donde provenía la voz, que
venía desde la esquina del pasillo. Era uno de aquellos misteriosos hombres
de capa negra, esos que venían de vez en cuando y se llevaban con ellos
a Dilandau. Hizo un ademán para que Gatty y Chesta se acercaran a él.
Parecía que se movía en cámara lenta. Chesta y Gatty se
miraron con preocupación. Gatty soltó a Arlet y se dirigió
junto con Chesta hacia el hombre de capa negra. Arlet observó esto con
mucha curiosidad. Los dos se acercaron al hombre y lo saludaron con una venia.
El hombre misterioso comenzó a hablar, pero Arlet no podía escuchar
nada. Sin embargo, pudo darse cuenta de que los dos quedaron sorprendidos con
lo que el hombre decía. Luego, pudo ver que Gatty se molestó mucho
con lo que el hombre dijo, ya que se dio cuenta de que algo le respondió.
El hombre volvió a decir algo. Chesta miraba a Gatty preocupado, pero
luego hizo una reverencia. Gatty esta vez dirigió su mirada hacia Arlet
y pudo notar que aún seguía enojado. Luego de esto, hizo una reverencia
y se marchó junto con Chesta. El hombre de la capa seguía inmóvil.
¿Se habrá dado cuenta de mi presencia?, pensó Arlet,
pero la respuesta a su pregunta la obtuvo de inmediato, ya que el hombre giró
lentamente, para quedar frente mirándola de frente. A Arlet sintió
un escalofrío que le recorrió la espalda y de pronto se sintió
totalmente desprotegida. Sin embargo, el hombre no se acercó y lo único
que hizo fue invitarla a entrar en la habitación en la que supuestamente
se encontraba Dilandau. Movió su mano lentamente, indicándole
la puerta, permaneciendo imperturbable e inexpresivo. Arlet dirigió su
vista hacia la puerta y luego volvió a mirar al hombre. Éste bajó
la mano con las misma ceremoniedad que la levantó y luego de eso se retiró
lentamente. Arlet se quedó sola con una extraña sensación
de confusión. No sabía por qué aquel hombre le había
permitido entrar y eso le daba una tremenda sensación de recelo, pero
por otro lado, no podía dejar de sentirse aliviada al ver que podía
seguir buscando a Dilandau. No había ninguna duda de que se encontraba
al otro lado de la puerta y presintió que al momento de que cruzara esa
puerta se develaría ante ella un extraño misterio. Así
que se quedó un momento contemplando la entrada, tomando valor y preparándose
para... no sabía si para lo peor. Algo le decía que la puerta
tenía que estar abierta. Acercó su mano a la manilla y se dio
cuenta de que así era. La abrió lentamente y entró tratando
de no hacer mucho ruido.
Entró a una habitación oscura en la cual sólo se divisaba
en el centro una camilla y en ella se encontraba una persona sentada, dando
la espalda a la puerta. Era un cuarto frío y oscuro, apenas iluminado
por dos pequeñas rejillas ubicadas en lo alto de las paredes, las que
dejaban colarse rayos de luz azulina. Todo el lugar olía a medicamentos
y algunas paredes estaban atestadas con estantes llenos de medicamentos, medicinas
y otros artilugios médicos. Una persona se encontraba en la habitación,
pero no le tomó mucha importancia, ya que empezó a recorrer el
lugar entero en busca de Dilandau.
-¡Dilandau! ¿En dónde diablos se metió?- Dijo Arlet fuertemente, con voz de chico. Luego de que nadie le respondiera, decidió dirigirse a la persona que estaba sentada en la camilla. Se dio cuenta de que era una chica, de cabello rubio ceniza, relativamente corto (le llegaba hasta los hombros) claro y ondulado. La miró a los ojos y pudo ver una infinita tristeza en ellos.
-Oye, ¿has visto a Dilandau? ¿Lo conoces?-
La chica la miró sorprendida, pero no respondió nada. Desilusionada de no tener respuestas de la chica, se dirigió hacia la puerta para irse. Cuando estaba a punto de llegar a la puerta, la chica la detuvo.
-¡Espera!-
-¿Qué pasa?- preguntó Arlet
Hubo un profundo silencio.
-Yo... yo soy Dilandau... -
Otro silencio. ¿Qué está diciendo?, pensó Arlet.
-Erh... bueno... me tengo que ir ¿sí?- le respondió Arlet en un tono condescendiente, qué extraño, ¿qué estará haciendo ella aquí? Debe de estar muy enferma, y cuando nuevamente se acercó a la puerta, la chica la interrumpió nuevamente.
-No... espera...
es verdad... yo soy Dilandau... -
-Está bien- le dijo Arlet siguiendo la corriente mientras le daba la
espalda para retirarse.
-¡No, no estás entendiendo... Arlet, espera...!-
Arlet se quedó petrificada y una repentina sensación de escalofrío le recorrió la espalda. Lentamente se giró para ver a la chica, que se había levantado de la camilla y se encontraba ahora frente a ella.
-¿Cómo
demonios me llamaste?- le preguntó Arlet. Había dejado de fingir
ser un chico.
-Sé todo sobre ti-
-¡¿Pero cómo?!-
-Ya te lo dije... YO soy Dilandau... -
Pero Arlet no puso atención a estas últimas palabras. Todavía estaba impresionada al saber que la chica misteriosa sabía su secreto. Se suponía que el único que sabía era Dilandau. ¿Habrá sido Miguel?... pero si Dilandau le dejó bien en claro lo que le pasaría si abría la boca... Sin embargo, un bizarro pensamiento le vino a la mente una vez que se dio cuenta del traje que llevaba puesto la chica. Era exactamente igual al uniforme de Dilandau, excepto que la chica tenía puesta sólo una manga de la chaqueta, mientras que el otro lado solo la tenía puesta en su hombro. Bajo la chaqueta, sólo llevaba puesta una pequeña camisola. Extrañamente tenía su mano derecha en su brazo izquierdo, a la altura del codo, como si lo estuviera afirmando.
-¡Maldito!-
dijo Arlet
-¿Qué?- preguntó la chica, confundida.
-Estás usando su ropa... él te contó todo sobre mí
¿verdad?... apuesto a que eres su otra pu... - comenzó a decir
Arlet bastante alterada. Eso explicaba también el comentario que le hizo
perder la cabeza hace un momento atrás. Y yo la muy imbécil
pensando que era la única, quizás cuantas otras más tiene...
-...se deben haber reído mucho de mí, ¿no es cierto?-
-¡No seas ridícula! ¿De dónde sacas esas estupideces?-
le dijo la chica molesta.
-Entonces ¿cómo sabes sobre mí?- de dijo igual de molesta.
-Ya te lo dije, yo soy Dil... -
-¡¡Deja de decir eso, tú no puedes ser él!!-
-¿Por qué no?- le preguntó la chica desafiante.
-¡Por favor, mírate, eres una muj... y Dilandau es hom... -
-Dilandau es un hombre- interrumpió la chica -te consta que lo es...
tú lo hiciste hombre... y él... él te hizo mujer... -
¡¿Qué?! ¿También sabe eso? Ese maldito, quizás a cuantas personas más le habrá contado.
-¡eso no es de tu incumbencia! Y por favor inventa una historia más creíble- le respondió Arlet, quien sentía que estaba a punto de perder la cabeza nuevamente. La chica se vio muy ofendida por lo que Arlet le había dicho, pero no dijo nada, sólo dio un largo suspiro. Entonces comenzó a contar una extraña historia.
-Cuando tenía cinco años, fui secuestrada... y estos misteriosos magos hicieron experimentos conmigo... ellos trataban de crear a un gran soldado... un soldado que disfrutara destruyendo cosas, que no sintiera estúpidos resentimientos... ellos... ellos me transformaron en algo completamente distinto a lo que era... ellos lograron crear al soldado perfecto... ellos crearon a Dilandau-
Se produjo un largo e inquietante silencio. Arlet no podía creer lo que la chica le estaba contando. Al fin, las palabras le volvieron a la boca.
-¡Eso... eso es imposible... es mentira!- dijo mientras se alejaba de la chica. Niña tonta, ¿por qué no inventa una mejor excusa? Entonces, el rostro de ella se volvió sombrío y con paso decidido se acercó a Arlet y le tomó firmemente la mano. Le quitó rápidamente el guante y pasó la mano desnuda de Arlet por sobre el ante codo de su brazo izquierdo. Nuevamente Arlet quedó paralizada.
-¿Recuerdas
estas pequeñas cicatrices?- le preguntó la chica -Esto es causa
de los experimentos... de las dolorosas inyecciones... - la chica no pudo seguir
hablando. Pero qué demonios... la cabeza de Arlet era un torbellino
y no sabía como reaccionar. Vamos, tranquila, lo de las cicatrices
es sólo coincidencia... esta chica te está mintiendo... sólo
tienes que descubrirla y largarte de aquí.
-¿Quién es Jajuka?- preguntó Arlet, recordando la noche
que encontró a Dilandau teniendo esa extraña pesadilla. Estaba
segura que no sabría responder esa pregunta, ni siquiera Dilandau recordaba
quien era cuando le preguntó por él un día.
-Él... él es mi ángel guardián- le contestó
la chica. Su rostro se vio levemente iluminado al escuchar ese nombre -él
cuidó de mí cuando era pequeña-
Esa respuesta la descolocó. ¿Cómo era posible que ella supiera quien era ese tal Jajuka y Dilandau no? No podía ser verdad. Lo que la chica le estaba diciendo era una mentira. Se sentía segura de lo que pensaba, pero de pronto comenzó a sentir algo de miedo ¿y si fuera verdad?. Arlet tomó el brazo de la chica cuidadosamente, pasando sus dedos por las pequeñas cicatrices. Eran exactamente iguales a las que tenía Dilandau. No, simplemente se negaba a aceptar esa realidad.
-Escucha Arlet...
necesito que pongas atención a esto que te voy a contar. Yo no fui la
única niña a la que secuestraron. Hubo otros niños con
quienes experimentaron. Los magos de Zaibach querían crear a alguien
que fuera fuerte y que no tuviera remordimientos... pero yo fui la única
que sobrevivió... de tantos niños que éramos, sólo
yo sobreviví... a ellos no les importaba nada, sólo querían
crear a su soldado ejemplar... El Gran Ejército de Zaibach... si la gente
supiera las cosas que han hecho no estarían tan orgullosos de ellos...
- la voz de la chica comenzó a sonar entrecortada -ellos me quitaron
mi infancia... mi familia... ellos me mataron lentamente- No entendía
por qué, pero ya no sentía que la chica le estuviera mintiendo.
-No lo entiendo, ¿cómo pudieron hacer algo así?- se preguntó
Arlet.
-Quiero que me prometas algo, Arlet- en ese momento, la chica le tomó
las manos -Quiero que me prometas que nunca lo dejarás solo... poco a
poco, yo me iré desvaneciendo y sólo quedará Dilandau,
pero para que eso suceda, debe tener estabilidad. Sé que no lo aparenta,
pero él teme estar solo y eso se debe a que vestigios de mis temores
salen a la superficie. Es por eso que todavía vienen los magos, para
terminar con su experimento-
-Pero si eso pasa... tú dejarás de existir... -
-Lo sé... -
Un largo y triste silencio se escuchó en la habitación.
-Es mejor así-
dijo la chica.
-Chesta y Gatty saben ¿verdad?- preguntó Arlet. La chica asintió.
-¿Recuerdas tu nombre?-
-Me llamo Celena-
-Es un lindo nombre- le dijo Arlet, esbozando una pequeña sonrisa.
-Gracias- le respondió la chica con otra sonrisa.
-No necesitas pedirme eso. Te prometo que nunca lo dejaré solo-
Al escuchar esto, el rostro de Celena se iluminó suavemente. Soltó las manos de Arlet y cuidadosamente tomó su cabeza entre sus manos, apartando el cabello de su cara. Tenía las manos frías.
-Gracias- le contestó y se acercó y le dio un suave y frío beso en la frente. Después de eso, Celena se desvaneció completamente, cayendo su cuerpo pesadamente encima de ella. Arlet perdió el equilibrio y cayó de espalda en el piso con el cuerpo inconsciente de Celena sobre ella. Se quedó quieta un momento, luego, quitó cuidadosamente el cuerpo de Celena. Cuando se acercó a ver el cuerpo, pudo darse cuenta que Celena ya no se encontraba ahí. La única persona que se encontraba frente a ella era Dilandau. Mentira... esto no puede estar pasando, pensó Arlet abatida. Todo lo que había dicho la chica era verdad, Celena y Dilandau eran la misma persona. Se acercó al rostro de Dilandau y pasó su mano que estaba descubierta por ella, con mucho cuidado y le quitó unos mechones albinos que tenía en la cara. Por más que lo miraba, no había ningún rastro de Celena, así como no había ningún rastro de Dilandau en el rostro de Celena. Maldita sea, ni siquiera se parecen. Sus ojos comenzaron a humedecerse y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. ¿Y ahora qué va a suceder?.
El Minuto Cultural de Hotaru
Antes que nada *Hotaru mira el calendario y ve la fecha 8 de Agosto del 2003* ¡¡¡feliz cumpleaños Dilandau y Celena!!! ^__________^ estaba esperando este día para actualizar, aunque en el cap de esta entrega pasaron muchas cosas... O_O ¡¡se supo todo, se supo todo!! ¿y qué va a pasar ahora con Arlet... y con Dilandau... y con Celena? al parecer, las cosas se le están complicando un poquito a nuestra protagonista :D no todo podía ser color de rosas.
Espero que les haya gustado y ojalá no se hayan quedado con la vena hinchada por la forma en que quedó... sólo les digo, tranquilidad y confíen en mí =P
Una vez más, muchas gracias a todos los que dejaron sus reviews y comentarios sobre este caps, ya saben, dejan un review o me mandan un mail a hotaru_alabtou@hotmail.com
Hasta la próxima ^___^
