por Karina
Tenía todo el cuerpo acalambrado de estar quieta por tanto tiempo. Hace mucho que ya había dejado de llorar y lo único que hacía era mirar el cuerpo de Dilandau, quien aún permanecía inconsciente, tratando de darle una explicación a algo que todavía no podía entender. Sabía el pequeño gran secreto de Dilandau. Chesta, Gatty y ella conocían el verdadero origen de Dilandau que él mismo desconocía... y ahora entendía las pesadillas y los malestares que sentía al tratar de recordar su pasado... simplemente no lo tenía, le pertenecía a otra persona. Su pasado le pertenecía a Celena... y ahora entendía por qué se ponía de tan mal humor cuando los misteriosos hombres de capa negra venían a visitarlo. Ahora, ella era la que sentía una pequeña molestia en el estómago.
Poco a poco, Dilandau fue recuperando el conocimiento y lo primero que sintió fue mucho frío y un dolor que le partía la cabeza. Abrió los ojos y se encontró en un lugar que le era amargamente conocido, la enfermería en donde los magos de Zaibach lo "fortalecían". Se sentó lentamente, para no sentirse mareado, llevándose una mano a su cabeza. Todavía sentía nauseas, siempre que lo magos venían a visitarlo, ellos lo examinaban, le colocaban inyecciones y le daban muchas pastillas y después de eso, siempre perdía el conocimiento. Y cuando despertaba, siempre estaba solo, con frío y ganas de vomitar. Pero siempre se despertaba en una camilla y encontrarse tirado en el suelo lo desconcertaba ¿qué demonios pasó ahora? Miró hacia todos lados y se dio cuenta de la presencia de Arlet, quien se encontraba arrodillada a su lado como una estatua, completamente inmóvil e inexpresiva.
-¿qué
estás haciendo aquí?- le preguntó Dilandau, mientras que
se levantaba del suelo pesadamente y se colocaba su chaqueta.
-Yo... sólo quería saber si estabas bien- respondió Arlet
con apenas un murmullo mientras seguía mirando el lugar en donde recién
estaba Dilandau. Él la miró extrañado de su actitud.
-Levántate- le ordenó. Arlet obedeció sin decir nada. Dilandau
se acercó lentamente a ella y se colocó frente a ella. A pesar
de estar tan cerca, Arlet seguía con la mirada perdida, evitando la mirada
de Dilandau. Él miró sus ojos y se dio cuenta de que estaban rojos
e hinchados. Le tomó el mentón y la obligó a dirigir la
mirada hacia él, pero aún así Arlet no lo miró.
-¿Estuviste llorando?- le preguntó secamente.
-No, Dilandau sama- le respondió Arlet.
-Pareciera que sí- le dijo Dilandau, soltándola. Arlet seguía
sin mirarlo y no abrió la boca.
-¿y bien? ¿Qué estas esperando?- volvió a decir
Dilandau.
-Vete a cumplir tu castigo- le dijo mientras la agarraba del brazo, pero para
su sorpresa, Arlet le hizo el quite, casi como por reflejo. Hasta ella misma
se había sorprendido con su actitud.
-Sí, Dilandau sama- dijo tratando de disimular su comportamiento y se
retiró lo más rápido que pudo de la habitación.
Pasaron las dos semanas y Arlet pudo salir al fin de los calabozos. Como era
de esperarse, estaba toda sucia y ojerosa y sentía que todos sus músculos
estaban entumecidos. Pero lo que más le pesaba era su mente, que no tuvo
descanso alguno mientras estuvo encerrada. ¿Y qué iba a pasar
ahora? Sabía que su relación con Dilandau no iba a ser la
misma de antes, y claro, ¿cómo era posible, si había descubierto
que Dilandau era una persona completamente desconocida para ella? Y pensar que
creía conocerlo. Eso, sin contar el hecho de que en realidad era Celena,
una mujer, al igual que ella. Sin embargo, lo que más le aterraba era
el mismo Dilandau, ¿Quién era realmente? Pero por más que
intentaba responder tal pregunta, no sabía como hacerlo. Un experimento,
un arma letal diseñada exclusivamente para matar. Si, eso fue lo que
le dijo Celena, Zaibach quería el soldado perfecto y lo estaban consiguiendo,
pero... ¿a qué precio?. Todos estos pensamientos dieron vueltas
en la cabeza de Arlet durante esas dos semanas, pero la idea del arma perfecta
era la que más le llenaba la cabeza. Dilandau era sólo un arma,
al igual que una espada o un lanzallamas... y cuando uno juega con un arma peligrosa,
tarde o temprano termina lastimándose, y ella no quería terminar
más herida de lo que ya se sentía. Así que tomó
una drástica y dolorosa decisión. Dejaría de jugar y ya
no se involucraría más con Dilandau. Era lo mejor para ella. Es
mejor así...
Se
fue directamente a su habitación a darse un buen baño y a colocarse
un uniforme limpio. Luego de eso, se dirigió sin apuros al hangar. Estuvo
tantos días encerrada que había perdido la noción del tiempo
y pensaba que hoy era el día en que practicaban el pilotaje de guymelefs.
Aparte de atrasarse aún más, tuvo la desdicha de encontrarse con
todo el Escuadrón Serpiente, quienes se encontraban practicando. Trató
de salir lo más rápido que pudo y sin que nadie la notara, pero
tuvo la mala suerte de ser vista por Marcos, quien no perdió la oportunidad
de molestarla.
-Vaya, vaya... parece que el Sr. Soldado Perfecto anda un poco perdido-
-L-lo siento, me equivoqué de lugar- dijo Arlet escuetamente. Marcos
comenzó a acercarse a ella al ver que Arlet se retiraba.
-Espera un momento- le ordenó. Ella no tuvo otra opción más
que obedecer. Marcos se aseguró de que sus soldados no lo estaban mirando
y llevó sus manos a los hombros de Arlet, presionándolos muy fuerte.
-Escúchame, Nathan- le dijo en voz baja y poniendo mucho énfasis
en su nombre.
-Ten cuidado, porque te estoy observando- y con esto, quitó sus manos
de sus hombros.
-Así que, pórtate muy bien- agregó mientras le daba una
pequeña y "amigable" palmada en el rostro. Arlet estaba petrificada.
El muy bastardo sabía su nombre, así que ahora oficialmente sabía
que se había ganado el odio de Marcos. Buena forma de comenzar el día
y algo le decía que eso era sólo el comienzo.
Cuando por fin llegó al gimnasio, abrió la puerta despacio y pudo ver que todos los Dragonslayers se encontraban practicando con la espada batiéndose a duelo, incluso Dilandau estaba participando del entrenamiento, combatiendo contra Gatty.
A
medida que caminaba hacia el centro del gimnasio, algunos de sus compañeros
lo saludaban, sin embargo, Arlet no se molestó en saludarlos, ya que
de lo único que podía darse cuenta en esos momentos era de la
mirada inquisidora de Miguel. Una vez que estuvo cerca de Dilandau, éste
la miró con indiferencia.
-Vaya, conque te dignaste a aparecer-
-Lo siento, Dilandau sama- dijo haciendo una pequeña reverencia.
-Pensé que hoy nos tocaba entrenar con los guymelefs- agregó escuetamente.
-Da lo mismo, supongo que seria ridículo castigarte justo recién
de haber terminado otro castigo- le respondió Dilandau mientras guardaba
su espada.
-Gatty, sigue practicando con Nathan- agregó Dilandau mientras se retiraba
a descansar un momento.
-Sí, Dilandau sama- contestó Arlet por inercia y sin muchas ganas
mientras sacaba su espada para comenzar a practicar. Sin embargo, no se había
dado cuenta de la actitud de Gatty hasta que tomó su posición
de combate. Se podía ver claramente lo molesto que estaba al tener que
pelear con ella y tampoco hacía el esfuerzo de disimularlo. Aún
estaba enojado con ella por lo que había pasado ese día, y porque
sabía que ahora ella también sabía el secreto de Dilandau.
Maldita sea, que no se desquite conmigo porque no se lo voy a aguantar. Comenzaron
el duelo con una escueta reverencia. A pesar de que Gatty comenzó a tomar
la delantera, el duelo se veía bastante parejo, sin embargo se podía
ver que Arlet se esforzaba más por mantener el ritmo. Gatty se vio sorprendido
al ver que el duelo se le complicaba, pero no bajó su guardia, al contrario,
comenzó a presionar más y más a Arlet, pero ella tampoco
aflojaba. Lo que había empezado como un simple entrenamiento se estaba
volviendo peligrosamente en algo más serio, hasta que con un movimiento
de su espada, Arlet logró vencer a Gatty apuntando su espada a su estómago.
-Gané- murmuró Arlet. Gatty se quedó completamente sorprendido,
pero más que nada, se sentía completamente humillado. No se lo
explicaba, se suponía que él era uno de los más hábiles
espadachines del escuadrón. En su mano aún tenía su espada,
la que apretaba con fuerza producto de su enojo. En un arranque de ira, quitó
la espada de Arlet de su estómago con un fuerte espadazo.
-De nuevo- dijo secamente.
Nuevamente
comenzaron a luchar, esta vez con aún más fuerza, pero definitivamente
el asunto comenzó a tomar mal color cuando Gatty casi le corta la cara
a Arlet.
-¡Imbécil! ¿¡Qué crees que haces?!- le gritó
Arlet enfadada mientras seguía defendiéndose.
-¡Entonces aprende a defenderte, estúpido!- le contestó
Gatty aún más furioso, arremetiendo con su espada, sin embargo,
Arlet lo bloqueó a tiempo, justo antes que le partiera la cabeza. Los
dos quedaron juntos, frente a frente haciendo fuerza.
-Maldita seas, Gatty, no te desquites conmigo- le dijo Arlet.
-¡¡CÁLLATE!!- le gritó Gatty empujando a Arlet y pegándole
en el hombro.
-¡Oye! ¿¿¡¡qué te pasa??!!- le contestó
Arlet empujándolo de la misma forma.
-¡No me toques!- le dijo Gatty empujándolo más fuerte. Arlet
no se quedó con los brazos cruzados y empujó a Gatty tan fuerte
que los dos cayeron al suelo, en donde empezaron a forcejear.
-¡Gatty, Nathan!- gritó Dilandau mientras se acercaba a ellos,
quienes dejaron de forcejear al momento de escuchar la voz de Dilandau.
-levántense inmediatamente- les ordenó. Una vez que los dos se
pusieron de pie en posición firme, Dilandau se acercó a ellos
y les plantó dos fuertes bofetadas.
-Les he dicho mil veces que no los quiero ver pelear entre ustedes-
-Lo sentimos mucho, Dilandau sama- contestaron los dos.
-Gatty, déjame practicar con Nathan- le ordenó.
Arlet sintió de pronto un revoltijo en el estómago. De ahora en
adelante, quería evitar en lo posible todo el contacto con Dilandau,
sólo lo justo y necesario, pero ya veía venir que no le iba a
ser tan fácil.
-En guardia- dijo Dilandau tomando su posición de combate, esperando
que Arlet hiciera lo mismo. Arlet se colocó en posición de combate
y comenzaron el duelo. Dilandau esperaba tener un duelo moderadamente decente
con Arlet, después de todo lo que habían practicado, había
mejorado mucho, y al ver que le ganaba a Gatty se lo confirmaba, pero le fue
muy fácil ganarle. ¿Qué demonios le pasó?,
Se preguntó.
-Una vez más- le ordenó Dilandau. Arlet seguía muy nerviosa
y evitaba mirarlo a los ojos. Volvieron nuevamente a luchar, y sólo le
llevó tres movimientos quitarle a Arlet la espada de su mano.
-¿qué demonios te pasa, Arlet?- le preguntó Dilandau, molesto
por la actitud de Arlet.
-Estuve dos semanas encerrada, ¿qué esperabas?- le respondió
Arlet de mala gana.
-Acabas de ganarle a Gatty, así que no me vengas con excusas tontas-
le dijo Dilandau. Tenía razón, era una excusa muy tonta, pero
no podía decirle que estaba nerviosa, que ya no sabía como comportarse
ante él, y que ya no quería estar cerca de él. No podía
decirle que se volvió una persona completamente desconocida para ella.
-Una vez más- le ordenó Dilandau -Y esta vez pelea en serio- Sin
embargo, el sonido de la campana indicando la hora de la colación impidió
que se llevara a cabo el siguiente duelo.
No sabía lo que estaba pasando. Su comportamiento desde aquel día
ya no era el mismo, pero no se imaginaba por qué. Arlet se estaba comportando
de la misma forma que lo hacía cuando recién entró a su
escuadrón. Pensó que quizás se debía al largo castigo
que le había dado esta vez... o quizás se había sentido
ofendida por lo que le había dicho antes de perder el conocimiento "Escucha,
niña... no creas que porque te acuestas conmigo vas a tener algún
privilegio"... está bien, reconocía que le había
dicho algo muy feo, peor aún así no era para tomarlo tan así...
no, algo más grave había pasado. Observó su comportamiento
durante toda esa semana y cada vez la notaba más distante con él,
con los demás soldados, en especial con Miguel, Chesta y Gatty. Volvió
a sentarse sola a la hora de la colación, ya no compartía con
los demás y cada vez que trataba de acercarse, ella lo evitaba. No habían
estado juntos desde que los demás salieron de vacaciones y cada vez que
le insinuaba algo siempre inventaba alguna excusa para no estar con él.
Como si para él fuera tan fácil dar el primer paso.
Ese
día, después de que terminaron su entrenamiento, Dilandau se le
acercó disimuladamente.
-Arlet... - le dijo despacio, para que sólo ella escuchara.
-¿qué quieres?- le preguntó Arlet.
-¿v- vas a ir a mi habitación esta noche?- dijo Dilandau, bastante
incómodo con lo que estaba haciendo. Arlet comenzó a ponerse nerviosa.
-Erh... no lo sé... es que estoy algo cansada- se excusó.
-mmm... supongo que no ha sido un buen día para ti- dijo Dilandau, tratando
de ser comprensivo.
-quizás otro día, ¿sí?- le dijo Arlet y apuró
el paso para alejarse de él.
-supongo que si... - dijo Dilandau, más para sí mismo que para
Arlet. En esa ocasión no le dio tanta importancia, después de
todo, estuvo dos semanas encerrada en los calabozos, pero cuando pasaron los
días y cada vez que se acercaba a ella inventaba alguna disculpa, comenzó
a impacientarse.
Un día, después del término de la jornada, la observó caminando sola por un pasillo que daba a la cocina del nivel en el que se encontraban. A la vuelta del pasillo había una pequeña puerta y decidió esconderse ahí.
Esperó a que pasara cerca de la puerta y cuando la cruzó, sacó su brazo de la pequeña habitación, la agarró del brazo y la metió al pequeño cuarto.
No sabía lo que estaba pasando, pero estaba caminando tranquilamente
cuando sintió que alguien la tomaba del brazo y la metía a un
pequeño cuarto oscuro, que sólo era alumbrado por las rendijas
de la puerta. Sintió que la ponían de espalda a la pared y pudo
ver con la luz que se colaba por la rendija de la puerta que se trataba de Dilandau,
pero no tuvo tiempo de reaccionar, porque la agarró de los brazos, la
aprisionó contra la pared y le dio un profundo e intenso beso.
-¿hasta cuando tendré que esperarte, Arlet?- le susurró
Dilandau en su oído, tomándola por la cintura.
-¿qué estás haciendo, Dilandau? ¿Te volviste loco?-
le respondió Arlet agitada. No podía creerlo, su corazón
latía a mil por hora. Hacía mucho tiempo que no estaba tan cerca
de él, hacía tanto tiempo que no sentía su tibieza y el
sabor de su boca que había olvidado completamente lo que se sentía.
-Sólo quiero saber qué te pasa- le dijo mientras apoyaba su mentón
en la cabeza de Arlet.
-No me pasa nada- Le dijo. Se sentía completamente confundida. Volver
a sentirlo tan cerca era una tortura. Por favor Dilandau, no me hagas esto
más difícil de lo que es... entiende que ya no puedo estar contigo.
Sentía que estaba apunto de llorar, pero se contuvo y se armó
de valor para separarse de Dilandau.
-Es sólo que me duele la cabeza- le dijo y trató de salirse del
cuarto, pero Dilandau se lo impidió.
-De aquí no vas a salir tan fácilmente- le dijo, aprisionándola
nuevamente y besándola. Arlet tuvo que forcejear un poco para que Dilandau
la soltara.
-¡Ya basta!- le dijo Arlet -¿qué no ves que nos pueden pillar?
Mira donde estamos ¡aquí guardan las cosas de limpieza!- le dijo
al ver un montón de escobas apiladas en una esquina.
-¡No me importa!- le dijo Dilandau, tratando de besarla nuevamente, pero
Arlet le corrió la cara. Al ver que no iba a conseguir nada, la soltó.
-Vete de aquí- le dijo secamente. Y Arlet se salió del cuarto.
Trató de calmarse un momento y comenzó a caminar por el pasillo
hacia la cocina. Tenía la cabeza hecha un desastre. No había pensado
que su decisión de alejarse de Dilandau iba a costarle tanto trabajo
y pensaba que lo estaba logrando, pero lo que recién había pasado
echó todo su esfuerzo por la borda. Iba tan absorta en sus pensamientos
que no se dio cuenta que en dirección contraria venía Gatty, quien
al momento de verla frunció el ceño de inmediato, y cuando se
cruzaron, los dos chocaron con el hombro.
-¡Fíjate por donde vas, imbécil!- le dijo Gatty, pero Arlet
siguió su camino sin mirar atrás. Dilandau, quien también
había salido del cuarto, presenció toda la escena y se dio cuenta
de la mirada de Gatty. Cuando se dio cuenta de la presencia de Dilandau, Gatty
pudo ver la cara de molestia que tenía.
-¿Otra vez tuvo problemas con Nathan, Dilandau sama?- le preguntó
cuando se encontró con él.
-No es nada- le respondió Dilandau cruzándose de brazos y retirándose
del lugar. ¿Qué demonios te está pasando Arlet?.
Al día siguiente, ni el genio de Dilandau ni el de Arlet era el de los
mejores. Dilandau andaba sumamente irritable y Arlet parecía una autómata,
haciendo todo como un robot. Ninguno de los dos había dormido bien, ya
que Dilandau se quedó dormido con toda la rabia y Arlet se quedó
dormida llorando. Como consecuencia de esto, Arlet tuvo que pagar los platos
rotos, ya que una torpeza como enganchar la capa de su Alseides con su propio
metal glima y dejarle un feo corte fue motivo suficiente para que Dilandau la
castigara nuevamente.
-Parece que nunca vas a entender- le reprochó Dilandau cuando Arlet se
bajó del guymelef para ver con sus propios ojos lo que acababa de hacer.
-Ya me aburrí de mandarte a los calabozos- comenzó a gritar Dilandau
mientras que todos los Dragonslayers presenciaban la escena desde sus guymelefs.
-¡quiero que desaparezcas de mi vista y partas a limpiar los baños
del gimnasio!-
-Sí, Dilandau sama- le respondió Arlet sin dejar de comportarse
como un robot. Prefería mil veces estar limpiando excusados antes que
tener que seguir estando cerca de Dilandau. Al menos estaría sola.
-Ahora, vete inmediatamente, ya no quiero mirarte la cara- agregó Dilandau
despectivamente.
-Sí, Dilandau sama- volvió a responder Arlet y por inercia hizo
una pequeña reverencia y caminó hacia la salida.
-Y ya sabes en donde encontrar las cosas de limpieza- le gritó Dilandau
antes de que saliera del hangar. Ese comentario hizo por fin reaccionar a Arlet,
quien se dio vuelta sólo para dirigirle una mirada asesina a Dilandau.
Maldito imbécil, pensó enfadada y su rabia creció
cuando vio que Dilandau le sonreía burlescamente.
Calculaba que ya era la hora del término de las actividades, así
que esperó a que todo el mundo terminara de usar los baños para
limpiarlos por última vez. Aunque no era nada de agradable limpiar los
baños ocupados por cientos de soldados, ese tiempo le había servido
para estar más tranquila, sin la presión de Dilandau, el constante
escrutinio de Miguel y el mal genio de Gatty para con ella.
Una
vez que creyó haber terminado con todo, se quitó los guantes de
limpieza, luego los del uniforme y se lavó las manos y la cara, mojándose
un poco el cabello. Cerró la llave y al mirarse al espejo pudo notar
las dos grandes ojeras que tenía en sus ojos. Qué remedio... pensó
desganada y cuando se disponía a retirarse, Gatty entró en ese
momento.
-Quiero hablar contigo, Nathan- le dijo muy serio.
-No tengo nada de qué conversar contigo- le respondió secamente.
Definitivamente, no estaba de ánimos para lidiar con él.
-Pues me vas a tener que escuchar- le dijo Gatty deteniéndola.
-¡Suéltame, estúpido!- le respondió Arlet soltándose
de las manos de Gatty.
-Mira, sólo quiero advertirte que si sigues provocando a Dilandau, te
las verás conmigo-
-¡¿Qué estás diciendo?!- dijo Arlet exaltada.
-No te hagas el tonto, si eres tú el que siempre está causando
problemas- le respondió Gatty alterado.
-Vaya... pensé que después de saber toda la verdad cambiarías
tu actitud, pero ha sido todo lo contrario. ¿Qué es lo que pretendes,
Nathan?-
-Eso es lo que pasa... tienes miedo que los otros se enteren de la verdad ¿no
es cierto? Tienes miedo de que todos se enteren de quién es Dilandau
o que aparezca esa niñita extraña... - dijo Arlet refiriéndose
muy despectivamente de Celena. Sin embargo, no pudo seguir hablando porque a
Gatty le dio un arranque de ira y agarró a Arlet del cuello y la aprisionó
contra la pared.
-¡¡NO vuelvas a hablar mal de Celena, me escuchaste!! Ella no tiene
la culpa de nada- dijo Gatty tratando de controlar el impulso de darle un fuerte
golpe a Arlet. Ella se dio cuenta de la mirada de Gatty al hablar de Celena.
No puede ser... Arlet le dio un golpe a Gatty en las costillas lo suficientemente
fuerte como para que Gatty la soltara y comenzó a reírse sin una
razón aparente.
-jajajaja... esto sí que no me lo esperaba- comenzó a decir -así
que nuestro soldado Gatty está enamorado de la linda y frágil
Celena-
-¡¡Cállate, Nathan!!- le respondió Gatty con un murmullo,
apretando fuertemente los puños, tratando de controlar su ira.
-Pero qué romántico... - continuó hablando Arlet, usando
el mismo tono sarcástico de Dilandau -y, dime una cosa Gatty... ¿no
te da miedo saber cómo es ella realmente?... uno nunca sabe, quizás
le quede algún recuerdo de Dilandau guardado bajo su falda- Gatty ya
no pudo aguantar más su ira y sin ninguna señal de aviso, le dio
un fuerte golpe a Arlet justo en todo el ojo derecho, tan fuerte que tumbó
a Arlet al suelo.
-¡¡Eres una mierda, Nathan!!- le gritó Gatty dispuesto a
seguir golpeando a Arlet, pero en ese momento entró Chesta y lo separó
de Arlet.
-¡Suéltame Chesta! ¡Déjame darle su merecido!- le
gritaba, tratando de soltarse de Chesta.
-Déjalo, Gatty ¿O quieres causarle problemas a Dilandau sama?-
le dijo Chesta a Gatty. Esto hizo que Gatty entrara en razón y se calmara.
-No vale la pena pelearse por su culpa- agregó mirando despectivamente
a Arlet, quien aún estaba tirada en el suelo, con su mano en su ojo.
-Tienes razón... mejor vámonos de aquí- le dijo Gatty a
Chesta, pero antes de retirarse, Chesta se acercó a Arlet y le tendió
la mano para ayudarla a levantarse, sin embargo, Arlet le hizo el quite.
-Nathan, por favor, te lo pido, ya no causes más problemas- le dijo Chesta
volviendo a ofrecerle su mano. Claro, era muy fácil para ellos decir
tal cosa, porque no podían imaginar todo lo que había pasado entre
ella y Dilandau.
-Lo siento, pero yo no soy como ustedes que están dispuestos a aguantar
tantos malos tratos- contestó Arlet aún en el suelo.
-Entonces, ¿qué demonios estás haciendo aquí?- le
preguntó Chesta. Arlet abrió los ojos de par en par. ¿Que
por qué estoy aquí? Nuevamente no sabía la respuesta.
-Por lo menos has el intento, Nathan, ¿qué te cuesta?- siguió
Chesta tratando de racionar con Arlet. Al fin, accedió a recibir la mano
de Chesta y con su ayuda se puso de pie. Una vez que Arlet estuvo de pie, Chesta
y Gatty se retiraron del lugar, dejando una vez más a Arlet sola. Como
si todo fuera tan fácil, pensó y se retiró a su habitación.
Al siguiente día lo primero que hizo Dilandau al ver el ojo morado de
Arlet fue preguntarle frente a todo el escuadrón.
-¿Y a ti, qué demonios te pasó ahora?- Arlet sabía
que Dilandau le preguntaría eso al verla, pero no podía decirle
lo que había pasado y sin embargo, hasta ese momento no había
inventado ninguna buena excusa que justificara su aspecto.
-erh... yo... me caí mientras limpiaba los baños ayer, Dilandau
sama- ni siquiera ella se creía una excusa tan estúpida.
-¿y tu crees que yo soy tonto o qué?- le contestó Dilandau
-Dime lo que te pasó- volvió a preguntar. Arlet se puso tan nerviosa
que sin saber por qué, giró su vista hacia donde estaba Gatty,
quien seguía formado sin mover un músculo. Esta tonta se volvió
a pelear con Gatty, pensó Dilandau al ver que Arlet lo miraba.
-Yo... me peleé con unos soldados, Dilandau sama-
-¿Peleaste de nuevo? ¡Dime con quién!- Arlet guardó
silencio unos momentos y luego respondió.
-No eran de nuestro Escuadrón. Peleé con ellos porque estaban
insultando a los Dragonslayers, Dilandau sama- eso sonaba más una excusa
coherente.
-Está bien, ve a tu lugar- dijo Dilandau al fin. Quien la entiende. Primero
se pelea con Gatty y después lo encubre, pensó Dilandau irritado
por no saber qué diablos estaba pasando por la cabeza de Arlet.
El resto de la semana no fue diferente de las anteriores, aunque al parecer
Arlet había dejado de "meterse en problemas" como le había
dicho Gatty. Seguía comportándose como una antisocial, seguía
sin hablar con nadie, pero al menos había dejado de pelearse con Gatty,
quien también guardó distancia de ella. Sin embargo, parecía
que la rabia de Dilandau al ser ignorado por Arlet crecía cada día
más, hasta que toda esa rabia acumulada tuvo que escapar de golpe.
Aquél
día tocaba cambiar la ropa de las habitaciones de los Dragonslayers,
por lo que después de clases todos se dirigieron al cuarto de lavado
en busca de sábanas limpias. Arlet no quería toparse con nadie,
así que esperó que todos fueran a buscar sus cosas primero para
luego ir ella. Así lo hizo, ella fue la última en recoger sus
cosas. Se acostaría más tarde, pero a cambio de eso, no se topó
con nadie cuando se dirigió al cuarto de lavado. Tomó sus cosas
y se volvió a su habitación, pasando por los ya oscuros pasillos
que eran apenas iluminados por unas tenues luces azulinas. En el pasillo que
llevaba a la habitación de los Dragonslayers, se podían encontrar
las oficinas de mucho de los generales del Ejército de Zaibach, por lo
que a esas horas de la noche lo más probable es que estuvieran todas
vacías. Esto hizo que Arlet se relajara un poco y caminara sin preocupación,
con las sábanas en su mano y la mente perdida en su pesadumbre. Pero
algo la sacó de sus pensamientos, ya que sintió que alguien la
agarraba del brazo, haciendo que soltara toda la ropa que llevaba en su mano,
la que quedó tirada en mitad del pasillo. Alguien la había metido
a la fuerza a una de las oficinas de los Generales de Zaibach y ese alguien
no podía ser más que Dilandau. Se dio vuelta enfrentando la puerta
y ahí estaba, el Capitán de los Dragonslayers Dilandau Albatou,
luciendo como un felino cuando está a punto de cazar a su presa. Arlet
trató de calmarse y no dejó que el miedo se apoderara de ella,
pero al verse atrapada por Dilandau, comenzó a retroceder lentamente
unos pasos hasta toparse con el escritorio de la gran oficina. Dilandau se acercó
lentamente a ella y se colocó muy cerca de ella.
-Esta vez no te escaparás, Arlet- le dijo mientras acercaba su mano al
rostro de Arlet. Ella trató de actuar naturalmente y tratando de apartarse
le dijo.
-Disculpe Dilandau sama, pero ahora no puedo- dijo Arlet sonando más
lastimera que natural.
-Un momento- le respondió Dilandau, tomándola del brazo con fuerza,
mientras que con la otra mano le agarraba la cara firmemente, obligándola
a que lo mirara a los ojos.
-Te vez horrible- le dijo fríamente al darse cuenta de que aún
tenía el ojo derecho morado. Ante este comentario, Arlet se zafó
de la mano de Dilandau con brusquedad.
-Si vas a decirme pesadeces mejor me voy- le dijo enojada, tratando de apartarse
de Dilandau, pero él nuevamente la sostuvo fuerte para que no se escapara.
-Ya te dije que no irás a ningún lado- volvió a decirle
y la afirmó más aún para que no se escapara y le dio un
fuerte y brusco beso. Arlet sintió que su corazón se le iba a
escapar de tan fuerte que latía y sentía que su cabeza comenzaba
a dar vueltas y vueltas, tratando de no dejarse llevar y mantener la calma.
Con mucho esfuerzo se separó de Dilandau.
-Ya te dije que no podía- dijo Arlet enojada.
-¡No me importa!- le respondió Dilandau besándola nuevamente.
-Detente Dilandau ¿o tienes muchas ganas de ser papá?- le dijo
Arlet mientras Dilandau trataba de besar su cuello y desabotonar su chaqueta.
-¡no, no me importa! Ya me has dado muchas veces esa excusa y ya no voy
a aguantar ninguna más- le dijo mientras la forzaba a recostarse encima
del escritorio. Ya estaba empezando a perder la paciencia y no saldría
de aquel lugar hasta conseguir lo que quería.
-¡basta Dilandau! ¿No te das cuenta que no quiero?- le dijo Arlet
quien en esos momentos estaba muerta de pánico, mientras que Dilandau
seguía forcejeando con ella.
-¿o piensas obligarme?- agregó desafiándolo. No... no
sería capaz de algo así... ¿verdad? Pensó Arlet
tratando de leer la expresión de Dilandau, pero él se había
quedado petrificado con estas palabras. ¿Sería capaz de hacer
algo como eso? No lo sabía, pero su corazón latía tan fuerte
y era tan grande el deseo de Dilandau de salirse con la suya que comenzó
a temblar y a sentir que la mente se le nublaba de rabia. Maldita sea, tiene
que obedecerme... si no es por las buenas va a ser por las malas. De pronto
los ojos de Dilandau se iluminaron y se vieron más rojos que nunca.
-Eso es lo que quieres, ¿verdad?- le dijo apretándole los brazos
-¿quieres que te obligue, Arlet?- agregó acercándose a
su rostro para besarla nuevamente y de paso morderle los labios, haciendo que
Arlet se quejara de dolor.
-¡Maldito enfermo!- le dijo Arlet tratando nuevamente de zafarse, pero
era imposible, Dilandau era muy fuerte y no podía moverse muy bien con
el peso de Dilandau encima de ella. Dilandau trató de mover los brazos
de Arlet para ponerlos encima de su cabeza y con su brazo izquierdo sostuvo
los dos brazos de Arlet fuertemente, mientras que con su mano derecha ya libre
comenzó a desabotonar rápidamente la chaqueta de Arlet. No podía
creerlo, Dilandau la estaba forzando a hacer algo que no quería, pero
lo peor de todo era que su maldito cuerpo traicionero estaba respondiendo a
las bruscas caricias de Dilandau, estremeciéndose al sentir que su mano
recorría con libertad sus pechos y al sentir sus labios saboreando su
cuello. Por un momento se dejó llevar y ya no opuso mayor resistencia.
Se sentía tan débil y miserable, se había descuidado tanto,
y el haberse alimentado tan mal este último tiempo le estaba pasando
la cuenta. Ni ella misma se reconocía... antes no hubiera permitido
algo así, antes hubiera podido mantener a Dilandau a raya... antes al
menos podría haber peleado... pero sentía que ya no tenía
fuerzas. Lo único que quería era llorar, pero no lo haría.
Sin embargo, la desesperación la invadió, lo que la hizo reaccionar.
Maldición, no puedo dejar que me haga esto, ¡no lo dejaré!...
aunque me mate, no dejaré que me trate así... Esa desesperación,
hizo que comenzara a forcejear de nuevo, y aunque aún no podía
zafarse de los brazos de Dilandau, a él le costó un poco más
de trabajo mantenerla quieta.
-¡Maldita sea Arlet, quédate quieta!- le decía volviendo
a afirmarle los brazos con sus dos manos. Arlet comenzó a mover sus piernas
hasta que en uno de esos movimientos, le dio un fuerte golpe bajo a Dilandau,
quien quedó paralizado por el dolor. Arlet aprovechó ese momento
de debilidad de Dilandau y lo empujó, botándolo del escritorio.
Se levantó rápidamente y corrió hacia la puerta, pero cuando
la abrió se dio cuenta de que estaba atorada. Movió la perilla
una y otra vez, cada vez más desesperada, pero no se abría. ¡¡Maldición!!
¡¿Por qué no se abre?!, Pero la risa de Dilandau la
paralizó nuevamente. Se dio vuelta, dándole la espalda a la puerta
y vio a Dilandau, tirado en el suelo.
-¿estás buscando esto, por casualidad?- le preguntó sarcásticamente,
jugando con un par de llaves que tenía en su mano. Ese maldito cerró
con llaves... por dios ¿y ahora qué va a hacer? Dilandau se
levantó pesadamente del suelo y se acercó nuevamente a ella, sin
dejar de jugar con las llaves que tenía en su mano. Cuando estuvo frente
a Arlet, la tomó por el cuello y la aprisionó contra la puerta.
-¿qué demonios es lo que te pasa, Arlet?- le preguntó enojado.
-y- ya te dije que no podía... - le respondió Arlet con apenas
un murmullo, pero al parecer esta respuesta enfureció aún más
a Dilandau, quien con su otra mano le dio un fuerte golpe a la puerta, muy cerca
de la cara de Arlet.
-¡No estoy hablando de eso! Me refiero a todo lo demás. Ya no eres
la de antes, volviste a encerrarte en tu mundo, no compartes con los demás,
te la pasas peleando con Gatty, ya no piloteas los guymelefs como antes... ¡pero
si hasta Dalet te ganó el otro día!- Dilandau comenzó a
enumerar todas las cosas que habían cambiado en Arlet. -Ya no quieres
estar conmigo... - agregó al final, soltando a Arlet. Ella ya no pudo
más y dejó que las lágrimas le cayeran por el rostro, pero
aún así, no respondió nada.
-¿acaso ya olvidaste tu promesa?- le preguntó Dilandau con rabia.
Era verdad, Arlet le prometió a Dilandau que nunca lo dejaría
solo... y también le prometió a Celena no dejar solo a Dilandau.
Lo había olvidado completamente.
-Yo... no creo que pueda... mantener esa promesa, lo siento- dijo con la cabeza
agachada. Dilandau sintió que algo se rompía dentro de él.
No podía ser verdad, después de haber confiado en ella, después
de haberse mostrado ante ella como nunca lo había hecho con nadie, ella
lo traicionaba. Traidora, eres una traidora, Arlet... y una vez más
la rabia comenzó a apoderarse de él. ¿Por qué, por
qué confió en ella? Sabía que esto iba a pasar, sabía
que no debía haber dejado que todas esas cosas pasaran, sabía
que tarde o temprano pasaría algo así, y sin embargo no hizo nada
por evitarlo. Y comprobó que uno no puede confiar en nadie. Maldita
seas Arlet, confié en ti y tu me traicionaste ¡¡me traicionaste!!.
Apretó su puño y descargó toda su ira de un puñetazo
que parecía que iba directo hacia Arlet, pero sólo golpeó
la puerta, rozando apenas el pelo de Arlet. Arlet cerró sus ojos por
reflejo y los abrió lentamente cuando vio que nada le pasó.
-De verdad... lo siento mucho- volvió a decir Arlet, pero ya no sacaba
nada. Dilandau la miró a los ojos fríamente y la agarró
de la camisa. Abrió la puerta y empujó a Arlet hacia fuera.
-... has lo que quieras, si no quieres estar en mi escuadrón, es problema
tuyo - le dijo secamente -me da lo mismo- y con esto, dejó a Arlet sentada
en el suelo, sola una vez más. Parecía que era algo inevitable.
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El Minuto Cultural de Hotaru
T___T si, lo sé, todo se está volviendo un desastre u_u ¡que fuerte lo de Arlet! pero lamentablemente así son las cosas y esta vez nuestra heroína se ve enfrentada al enojo de Gatty, al escrutinio de Miguel y a... bueno, ya vieron lo que pasó con Dilandau.... el asunto es ¿volverán las cosas a ser como antes? O_O, pues eso se resolverá en el próximo capítulo.
Como es costumbre, les doy las gracias a todas las personas que me han dado su opinión, aunque solohubo dos reviews en este capítulo ·_· (y yo que me estaba acostumbrando a recibir más =P)
Kaily, ¡¡¿¿por qué me dices que no ponga yuri??!! nunca a sido mi intensión ¿qué te hizo pensar eso? *hotaru con cara de pregunta*
VANessa ^__^ que bueno verte por estos lados, ¿ves? ya puedes ver que el interes de Gatty y Chesta por Dilandau es por algo, y en el próximo capítulo eso quedará aun más claro ^^
Y un saludo especial para Panchy y su amiga de Liceo ^_~ tu conversación me emocionó mucho y me sentí muy alagada, gracias por sus comentarios ^___^
