Boys don't Cry
Por Karina
Cuando despertó al día siguiente, no recordaba mucho lo que había pasado después de la discusión con Dilandau, pero supuso que había agarrado sus cosas por inercia, se había dirigido a su pieza y luego se tiró en su cama sin molestarse en hacerla, ya que despertó vestida y encima de las sábanas limpias que había ido a buscar. Miró la hora y se dio cuenta de que estaba atrasada, así que partió al baño y sólo se refrescó la cara y se ordenó un poco, sin siquiera darse un baño. Corrió hasta el gimnasio y cuando llegó, todos se encontraban entrenando. Durante el camino hacia el gimnasio se venía haciendo la idea de que Dilandau la castigaría severamente por haber llegado tarde, o que no perdería alguna oportunidad para desquitarse con ella por lo que había pasado la noche anterior, pero cuando la vio, Dilandau no hizo absolutamente nada, sólo la miró con desprecio y continuó con su entrenamiento, y durante el resto del día, Dilandau continuó ignorando a Arlet, haciendo cuenta de que no estaba presente, que ya no era más parte de los Dragonslayers. Aunque se sintió aliviada de no tener que lidiar con él durante al menos ese día, no podía evitar sentir sentimientos encontrados al ver cómo Dilandau la ignoraba. Claro, era lo que ella estaba buscando este último tiempo, pero de todas formas se sentía mal. Pensaba que lo más probable era que como ya se estaba acostumbrando a lidiar con el mal trato de Dilandau, ese cambio tan radical en él la desconcertaba.
Una vez que la jornada de entrenamiento había terminado, Arlet se dirigió a su habitación y aprovechó de hacer su cama, dejar la habitación en orden, ya que últimamente no se había preocupado mucho de ella y una vez que todo estaba en su lugar se dio un largo y merecido baño. Se sacó el uniforme, luego su camiseta y las vendas que usaba para ocultar sus senos y una vez que estuvo completamente desnuda, se metió a la ducha, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo durante un buen momento, sin hacer nada más. De pronto, algo en sus brazos llamó su atención y los miró cuidadosamente. En ellos tenía algunas marcas, que seguramente fueron provocadas por Dilandau al forcejear con ella la noche anterior. La había apretado tan fuerte para que no se escapara que le había dejado los brazos todos morados. Qué remedio... pensó Arlet indiferente. Con el ojo aún morado del golpe que le dio Gatty, un par de moretones más en su cuerpo ya no le importaban.
A medida que pasaba el tiempo, Arlet pudo estar medianamente tranquila. Sin las constantes fricciones que tenía con Gatty últimamente y con la indiferencia de Dilandau, se podía decir que sus días ya no tenían ningún sobresalto, incluso parecía que Miguel había dejado ese asunto de observarla detenidamente, como si se afanara en buscar alguna señal que la delatara como mujer ante sus compañeros. En teoría, se suponía que todo estaba bien para Arlet, después de todo, eso era lo único que le importaba ahora, estar tranquila... excepto que seguía perdiendo condición física, producto de lo mal que se alimentaba y de lo mal que dormía. Sin embargo eso no era lo que la tenía en ese estado. Era la tensión, el cansancio; tanto físico como mental, la acumulación de tantas cosas que sentía y que nadie más que ella sabía y que por razones obvias tenía que guardarse, pero lo que más le dolía era la indiferencia de Dilandau, quien apenas le dirigía la palabra, sólo lo justo y necesario para darle órdenes, de hecho ni siquiera la llamaba por su nombre, sólo se refería a ella como Nathan, incluso cuando no había necesidad de hacerlo. Lo más trágico de todo era que ella fue la que había decidido alejarse de él, pero algo hacía que lo extrañara... eso era lo que tenía, extrañaba a Dilandau, extrañaba sentir su aroma, extrañaba su voz cerca de su oído... extrañaba la forma en que era con ella frente a los demás soldados y la forma en que cambiaba cuando estaba sólo con ella y se dejaba consentir. Extrañaba su piel blanca y suave... incluso extrañaba sus tontas discusiones. Luchar contra todo eso la estaba consumiendo y la estaba convirtiendo poco a poco en una bomba de tiempo que tarde o temprano terminaría por explotar.
Hasta que aquel día llegó. Se encontraban en una de sus tanta prácticas de piloteo con los guymelefs, y en esa clase en particular estaban practicando duelos con aquellos gigantes. Nathan era reconocido entre todos sus compañeros como uno de los mejores pilotos de los Dragonslayers, pero últimamente estaba perdiendo esa condición. Una vez que varios de sus compañeros se habían batido a duelo, siempre con la observación de su Capitán, llegó el turno de Arlet, quien tuvo que enfrentarse con Guimel. Esto es pan comido, pensó Arlet muy confiada de ganar ya que Guimel no era precisamente uno de los más hábiles de los Dragonslayers. Una vez que Dilandau les dio la señal para que comenzaran el combate, los dos contrincantes comenzaron la batalla. Como era de esperarse, el principio de la pelea fue bastante fácil para Arlet, quien no tuvo problemas para esquivar todos los ataque de Guimel, y se dio el lujo de dejarlo un par de veces inmovilizado, sin embargo, cada vez se le hacía más complicado mantener a Guimel a raya. Esto hizo que Arlet comenzara a desesperarse al ver que Guimel seguía aumentando su nivel hasta igualarla. Para el final de la batalla, Guimel había sido capaz de leer todos los movimientos de Arlet y era capaz de contrarrestar sin problemas todos los ataque de Arlet, quien estaba poco a poco perdiendo la paciencia. No puede ser... este imbécil no me va a ganar tan fácilmente, pensaba Arlet con ira, tanta que no podía contener las lágrimas de lo frustrada que se sentía, pero la desesperación al verse superada por Guimel hizo que comenzara a atacarlo a tontas y locas, y sin saber cómo, Guimel realizó una compleja maniobra que terminó con el guymelef de Arlet en el suelo. Todos los demás quedaron sorprendidos, incluyendo a Dilandau, quien no podía creer cómo Arlet había podido perder un duelo que se suponía tenía que ganarlo. Una vez que dio por terminado el duelo, iba a comenzar a hablar, para decirle a Guimel sus puntos fuertes y débiles, pero no alcanzó a decir nada porque el guymelef de Arlet se levantó rápidamente y se abalanzó sobre el guymelef de Guimel, quien aún seguía en él.
-¡¡Aún no he terminado contigo, estúpido!!- le gritó mientras se tiraba con todas sus fuerzas a atacarlo. La acción fue tan repentina que Guimel no tuvo tiempo de reaccionar, y los dos guymelef cayeron pesadamente al suelo.
-¡¡estúpido, aún no me ganas!! ¡¿quién te crees que eres?!- le gritaba Arlet mientras golpeaba una y otra vez el centro del guymelef, justo en el lugar en donde se encontraba la cabina del piloto.
-¡¡imbéciles, alguien que lo detenga!!- gritó Dilandau mientras corría hacia su guymelef. Dos guymelef se acercaron al de Arlet para tratar de apartarlo de Guimel, pero fueron empujados con mucha facilidad por Arlet, quien dejó de golpear a Guimel. Estaba cegada por la ira y parecía que nadie la podía detener. Un tercer guymelef se le acercó, pero fue fácilmente vencido por Arlet, quien de un sablazo cortó el brazo de su contrincante.
-¡No se acerquen si no quieren morir!- gritaba Arlet, mientras parecía que seguía luchando contra el viento. Esta vez, entre tres guymelef trataron de acercarse para inmovilizarla, pero al ver que iba a ser atacada, Arlet retrocedió unos pasos y sin darse cuenta de que el guymelef de Guimel aún seguía en el suelo, se tropezó y perdió el equilibrio, cayendo pesadamente de espalda sobre unos andamios que amortiguaron la caída. El guymelef pareció por fin quedarse quieto y todos pensaron que Arlet había quedado inconsciente con el golpe, pero no era así. Se había golpeado la cabeza muy feo y sabía que no tenía un simple rasguño porque podía sentir que la sangre le corría por la cara, pero aún podía ver algo aunque borroso. Trató de moverse para salir del guymelef y cuando abrió la cabina, Arlet cayó pesadamente al suelo. Ahora sí que estaba inconsciente. Dilandau, quien había llegado con su guymelef, vio cómo Arlet cayó de aquella altura al suelo y se bajó de su guymelef lo más rápido que pudo. Al ver el cuerpo de Arlet tendido en el suelo y la sangre que salía de su cabeza, sintió que algo le apretaba el pecho. Arlet... por favor, no estés haciendo estupideces... pensó. Los demás soldados también se bajaron de sus guymelef para ver cómo se encontraba Guimel. El pobre estaba todo herido, pero no tenía heridas graves.
-¡Llévenlo a la enfermería, rápido!- les ordenó Dilandau y justo en ese momento se escuchó el sonido del desprendimiento de unos fierros. Y cuando todos se dieron vuelta a mirar de qué se trataba, los cables y el armazón que sostenía el andamio se vino abajo, cayendo todo justo en el lugar en donde se encontraba Arlet.
-¡Maldición!- dijo Dilandau y partió corriendo al lugar, desesperado.
-¡Y ustedes no se queden parado ahí!- les gritó a sus soldados mientras comenzaba a quitar los escombros. -¡saquen los escombros, RÁPIDO!- los soldados se acercaron y comenzaron rápidamente a remover todos los escombros que habían caído sobre Arlet. Una vez despejado el lugar, Dilandau la dio vuelta con mucho cuidado y le tomó el pulso. Afortunadamente, ningún escombro pesado había caído sobre Arlet, ya que en realidad, se trataba más que nada de cables y cadenas, pero de todas formas, estaba llena de heridas y su traje de Dragonslayer estaba todo destrozado. Dilandau sintió que el corazón le volvía a latir al ver que Arlet estaba viva, aunque aún inconsciente. Arlet, eres una tonta. Tomó el cuerpo inconsciente de Arlet para llevársela, sin embargo, Gatty, quien había ayudado a remover los escombros se ofreció para llevar a Arlet a la enfermería.
-Yo me encargo de Nathan- les dijo al tiempo que se retiraba del hangar. No podía dejar que nadie más la examinara o la descubrirían.
-Pero Dilandau sama, es mejor que llevemos a Nathan junto con Guimel a la enf...- dijo Chesta.
-¡ya les dije que yo me encargo de Nathan!- les gritó. Los demás no dijeron ninguna palabra más, pero de todas formas se extrañaron de la actitud de Dilandau.
-Mejor vayan a ver cómo está Guimel- y con esto, Dilandau dejó el hangar con Arlet en los brazos. Todos los soldados quedaron muy preocupados por lo que había pasado, pero por sobre todo, no se explicaban por qué Dilandau se había llevado a Nathan. Todos excepto a Miguel, quien comprendió todo lo que pasaba. Él era la única persona que había notado el cambio entre la chica que se hacía llamar Nathan y Dilandau, sabía que algo había pasado entre ellos y que de alguna forma los hizo apartarse uno del otro. Y obviamente se dio cuenta que Dilandau se la llevó para que nadie más pudiera curarla y descubrirla. La duda seguía entre los demás soldados, pero él trató de tranquilizarlos.
-No se preocupen por Nathan- les dijo -Dilandau sama sabe lo que está haciendo. Nosotros no tenemos que preocuparnos por eso-
Cuando despertó estaba toda adolorida y apenas podía moverse. Sentía un dolor intenso por todo su cuerpo y sentía que la cabeza le daba vueltas y vueltas. Abrió los ojos y se sintió completamente desorientada al ver que no estaba en su habitación. A medida que sus pupilas se acostumbraban a la oscuridad, Arlet comenzó a recorrer el lugar con su vista y pudo darse cuenta que se encontraba en una amplia habitación con cuadros de muchos generales y grandes cortinajes color rojo italiano y que estaba iluminada por una tenue luz de vela. Se encontraba en la habitación de Dilandau.
-¿cómo te sientes?- le preguntó Dilandau. Estaba sentado cerca de la cama en una hermosa silla hecha de alguna madera bastante fina, tenía su cabeza apoyada en una de sus manos y tenía puesto su uniforme, que llevaba abierto a la altura del cuello y no llevaba puesta su diadema.
-más o menos- dijo Arlet con apenas un murmullo. En realidad estaba mintiendo, se sentía pésimo. -¿qué pasó?- preguntó.
-Eso mismo quería saber yo- le respondió Dilandau -¿qué demonio fue lo que te pasó a ti?- preguntó. Arlet no pudo responder nada porque no lo recordaba, pero trató de hacer un esfuerzo y poco a poco le vinieron a su mente imágenes de lo que había pasado. Dilandau se dio cuenta de que había recordado lo que había pasado porque de pronto su cara cansada se tornó muy preocupada.
-¿Y Guimel? ¿cómo está él?- preguntó Arlet preocupada.
-No te preocupes, está bien, sólo tiene un par de heridas pero nada grave- le respondió Dilandau, tratando de calmarla. Arlet dejó su rostro preocupado y una nueva imagen de cuando se golpeó en la cabeza le vino a la mente. Se llevó las manos a la cabeza y pudo sentir que tenía puesto un parche de gasa en donde se había lastimado. Vaya, me lastimé muy feo, pensó cuando dirigió su vista hacia la pequeña mesa que se encontraba al lado de la cama y que estaba llena de vendas, ungüentos, gasas y algodones llenos de sangre. Luego, comenzó a mirar sus brazos y se dio cuenta de que estaban todos vendados, pero eso no fue lo que más le llamó la atención, ya que al observar el resto de su cuerpo se fijó en las ropas que traía puesta, comenzó a sentir una mezcla de pánico y vergüenza.
-¿q- qué pasó con mi ropa?- preguntó Arlet roja de vergüenza. Dilandau la miró un momento y luego desvió la mirada.
-B-bueno... yo curé tus heridas y te cambié de ropa... tu uniforme quedó todo roto-
-¿tu me cambiaste de ropa?- dijo Arlet sin atreverse a mirar a Dilandau.
-No es que vaya a ver algo que no haya visto antes... - respondió Dilandau tomando la misma actitud de Arlet. No puede ser, Dilandau me cambió de ropa, ¡qué vergüenza!
-Además... si lo hacía alguien más, podían descubrirte- agregó. En ese punto Dilandau tenía razón, si la hubieran llevado a la enfermería, hubiera sido descubierta inmediatamente. Trató de no darle tanta importancia al asunto, pero no podía evitar sentir vergüenza al saber que Dilandau una vez más la había visto desnuda. Sin embargo, la vergüenza fue rápidamente remplazada por el pesar y la impotencia de verse en ese estado y sentir que no podía hacer nada para salir de ese hoyo en el que se encontraba. Dilandau pudo notar el pesar en el semblante de Arlet, pero no dijo nada y tampoco iba a conseguir algo al preguntarle lo que le pasaba. Era obvio que ya no confiaba en él. Arlet miró la hora en el pomposo reloj de pared que se encontraba justo frente a ella, y se sorprendió al ver que ya eran las cuatro y media. Se preguntaba quién estaría a cargo de los demás Dragonslayer al ver que Dilandau aún estaba con ella y no estaba entrenando con ellos. Quizás suspendió el entrenamiento por hoy debido a todo lo que pasó... o a lo mejor dejó a Gatty al cargo de los demás, como lo hizo cuando él fue castigado.
-¿y qué pasó con los demás?- preguntó Arlet, tratando de que el ambiente no se sintiera tan tenso.
-¿qué pasa con ellos?- le preguntó Dilandau confundido con la pregunta de Arlet.
-¿Los dejó entrenando con Gatty?- volvió a preguntar. Dilandau la miró aún más desconcertado.
-Arlet, ¿qué hora crees que es?- le preguntó mientras dirigía su mirada hacia el reloj.
-Son las cuatro y media, a esta hora todavía estamos entrenando- dijo Arlet.
-Arlet, son las cuatro y media de la madrugada... estuviste inconsciente durante todo el día- le dijo Dilandau. Arlet estaba sorprendida. Sabía que había perdido el conocimiento, pero no sabía que había sido por tanto tiempo
-¡Tanto tiempo!- dijo Arlet. Eso quiere decir que Dilandau ha estado toda la noche despierto, sentado en esa silla... ¿cuidándome?... no puede ser. No podía entender lo que Dilandau estaba haciendo. Curándola y cuidándola, a pesar de todas las cosas que habían pasado entre ellos, aún así se daba el trabajo de cuidarla, incluso desperdició una gran oportunidad de deshacerse de ella sin levantar sospechas de que él ya sabía la verdad ¿por qué estas haciendo esto, Dilandau? Ahora sí que se sentía mal, había dado por hecho que Dilandau no quería saber nada más de ella, pero no era así. No podía ser así, lo único que quiso en ese momento fue volver a su habitación y estar sola, así que con decisión, se destapó y trató de levantarse de la cama.
-¿qué demonios crees que haces?- le preguntó Dilandau molesto, al ver que Arlet se levantaba.
-Estoy ocupando su cama así que me voy a mi habitación- le dijo Arlet ya en pie.
-No digas tonterías, aún estás débil- dijo Dilandau mientras también se ponía de pie.
-No se preocupe, estoy bien- le dijo Arlet caminando un par de pasos, pero al sentir un tirón en el tobillo perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse si no fuera porque Dilandau alcanzó a tomarla de los brazos. Los dos se quedaron quietos por un momento que parecía una eternidad. Hacía mucho tiempo que no estaban así de cerca, casi podían escucharse el corazón que les latía con fuerza. Arlet aferrada a los brazos de Dilandau, podía sentir lo fuerte que latía, podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Podía sentir el olor de su cuerpo y la respiración tibia de su boca. Por un instante cerró los ojos y dejó que esa sensación de bienestar la invadiera. Se sentía bien estar cerca de Dilandau.
-que tonta eres, te dije que aún estás débil- dijo Dilandau, interrumpiendo aquel momento y rápidamente tomó a Arlet en sus brazos y la dejó nuevamente en su cama. Él también se había sentido de la misma forma, pero ya sabía que no podía hacer nada al respecto más que ignorar lo que sentía.
-¿y cómo va a dormir?- le preguntó Arlet mientras Dilandau le acomodaba la sábana y cubrecamas.
-Eso no te importa- le respondió Dilandau sentándose en la orilla de la cama. Arlet aprovechó aquel momento en que le arreglaba la ropa y le revisaba la herida de la frente para observarlo. ¿Acaso esta era el arma mortal que Zaibach pretendía construir? Ahora que lo miraba con detenimiento, al ver su mirada relajada y sin esa rabia y ese odio que a veces tenía, le parecía tan sólo una persona, como cualquier otra... un niño atrapado y cuya personalidad fue forjada debido a sus particulares circunstancias. Muchas veces había visto el rostro de Dilandau lleno de odio y de sed de sangre y pelea, pero ahora era distinto. Su rostro se veía preocupado, cansado... tenía un semblante dulce y triste en su mirada. Arlet no pudo más, no pudo resistirse a su semblante y levantó su mano derecha lentamente y la dirigió al rostro de Dilandau, quien todavía estaba observando la herida de Arlet en su frente. Con sus dedos apenas rozó el rostro de Dilandau, dejándolo sorprendido. Se siente tan suave... pensó Arlet. Siguió acariciando sus mejillas despacio y con suavidad, mientras Dilandau aún la miraba sorprendido. Maldita seas, Arlet... ¿por qué insistes en confundirme?, pensó Dilandau. Lamentablemente, no pudo seguir tocando su rostro. La mirada de Dilandau se había vuelto fría nuevamente y tomando la mano de Arlet con la suya, la apartó de su cara. Luego de eso, se levantó y se sentó nuevamente en su silla.
-será mejor que sigas descansando para que te recuperes pronto- fue todo lo que dijo Dilandau. Arlet desilusionada, sólo asintió con la cabeza y trató de seguir durmiendo.
A los días después, Arlet se sentía un poco mejor, al menos ya se había sacado el parche de la frente y aunque le quedó una pequeña cicatriz, no le importó mucho porque el flequillo de su cabello la ocultaba... y de todas formas, nunca fue una persona vanidosa. Aquella noche en que durmió en la habitación de Dilandau, fue una de las noches más extrañas que había tenido. A pesar de haber sufrido semejante accidente, hacía mucho tiempo que no descansaba de la manera en que lo había hecho, de hecho, después de que Dilandau le "ordenara" que se durmiera, lo hizo profundamente y no despertó hasta al mediodía. No pudo evitar asustarse al ver que había dormido hasta esas horas, pero al ver que a los pies de la cama había un uniforme nuevo para ella junto con una escueta nota que decía "no te preocupes en llegar tarde" dejó de preocuparse, pero no de sorprenderse de Dilandau. Como nadie la apuraba, se bañó y vistió lentamente y una vez que tomó su desayuno se dirigió a encontrarse con los demás soldados. Saludó escuetamente a todos, y ellos le devolvieron el saludo de la misma manera, pero nadie se acercó a preguntarle cómo estaba. Era lógico, ya nadie sabía cómo tratar a Nathan y sus constantes cambios de estados de ánimos. Se podría decir que las cosas mejoraron un poco, ya que ni los Dragonslayer se metían con Nathan ni Nathan se metía con ellos, excepto Guimel, quien cada vez que lo veía lo miraba feo y le daba la espalda. En cuanto a Dilandau, las cosas eran más o menos lo mismo, aunque claro, Arlet tuvo la buena educación de agradecerle lo que había hecho ese día por ella, sin embargo la respuesta a sus agradecimientos fue un indiferente "ni siquiera sé por qué lo hice, no te lo merecías" Obviamente este comentario encendió una vez más el genio de Arlet, pero no le duró mucho, ya que no podía sacarse de la cabeza lo que había pasado esa noche, que en realidad no fue nada en especial, pero que en ella volvió una vez más a confundir sus sentimientos.
Un día en que todos se encontraban entrenando en hangar con los guymelefs, Dilandau y los demás capitanes de los diferentes escuadrones fueron llamados a una importante reunión, así que tuvo que dejar a sus soldados practicando solos. No tuvo problemas, ya que todos obedecieron sus órdenes sin chistar y entrenaron durante un buen momento, mientras que a los minutos algunos estaban descansando un poco cuando ya no daban más, otros seguían entrenando. Ella, como no tenía a nadie con quien conversar, siguió entrenando y entrenando, muy concentrada en lo que hacía, pero en un momento de descanso vio a Gatty, quien se encontraba también tomando un receso en uno de los andamios que rodeaban en hangar. Aprovechó la oportunidad que estaba solo para descansar ella un momento y de paso conversar un poco con Gatty. Nunca había tenido la oportunidad de conversar seriamente con él sobre lo que había pasado, y ahora iría a hacerlo de buena forma, sin exaltarse ni enojarse. Era difícil, pero haría el intento.
Subió al andamio y caminó hacia Gatty, quien se encontraba observando desde esa altura a los Dragonslayer. Parecía tener la mirada perdida, pero al darse cuenta de que alguien lo observaba, miró a su alrededor hasta encontrarse con Arlet.
-¿y tu qué estás haciendo aquí?- le preguntó Gatty despectivamente. La primera reacción de Arlet iba a ser contestarle de la misma mala manera, pero se contuvo.
-Necesito hablar contigo- le contestó seriamente.
-No tengo nada de que hablar contigo- dijo Gatty, sin dirigirle la mirada. Arlet se mordió los labios y apretó los dientes.
-Necesito saber lo que sabes... quiero saber la verdad sobre Dilandau- dijo Arlet sin rodeos. Gatty se quedó sorprendido.
-¿para que te sigas burlando? Olvídalo- le respondió mientras se retiraba del lugar.
-Por favor, no lo haré- le dijo Arlet, tratando de retenerlo.
-Es verdad, sólo quiero saber qué pasó- agregó Arlet. Gatty dio un pequeño suspiro y se devolvió hacia donde estaba, apoyando sus antebrazos en la baranda del andamio.
-Es una historia bastante larga- le advirtió Gatty.
-No importa-
-Bien, aquí voy entonces- dijo Gatty, tomando aire profundamente y comenzó a contar todo lo que sabía.
No sé si lo sabes, pero mi padre era uno de los médicos más importantes del Ejército de Zaibach, él fue muy reconocido por participar en muchos exitosos proyectos, como la vacunación contra varias enfermedades. En ese entonces, cuando tenía 7 años, él se encontraba trabajando en un proyecto secreto en esta fortaleza, por lo que siempre tenía que estar aquí. No sé si sabías que Chesta es un primo por parte de mi padre, así que de vez en cuando, nos traía a esta gran fortaleza, para que desde pequeños nos acostumbráramos al rigor y disciplina del ejército. Como podrás darte cuenta, desde muy pequeño se nos enseñó que seríamos parte de este grandioso Ejército. El asunto es que en una de esas tantas visitas al Vione, mi padre se veía en la obligación de dejarnos solos por largos períodos de tiempo, y como niños que éramos en ese entonces, nos aburríamos fácilmente en una oficina llena de libros que apenas podíamos leer. Fue una de esas tantas veces en que movidos por el aburrimiento, nos escapamos de la oficina y comenzamos a explorar la fortaleza. Caminamos por muchos pasillos y nos metimos a muchas oficinas en las que se suponía no debíamos entrar. Y de tanto explorar y explorar, nos perdimos en una serie de oscuros pasillos, que nos llevaron a uno en especial, en donde al fondo de éste se encontraba una puerta de acero viejo y oxidado. Escuchamos ruido, así que nos acercamos a ver y pudimos escuchar a alguien llorar y por su forma de hacerlo, se podía decir que era un niño, al igual que nosotros.
-quizás está llorando porque está solo- recuerdo que me dijo Chesta. Abrimos la puerta y entramos a la habitación. Era una pequeña pieza blanca, llena de estantes con medicamentos e instrumentos de medicina, tenía una pequeña ventana por la que el sol entraba y en la pared en donde se encontraba esa ventana había una pequeña cama. Y en ella estaba la persona que estaba llorando. Era una niña, aproximadamente de nuestra edad. Al vernos entrar, nos miró con mucho asombro, parecía que hacía mucho tiempo que no veía a alguien.
-hola- saludó Chesta.
-¿q-quienes son ustedes?- preguntó la niña asustada.
-mi nombre es Chesta y él es mi primo Gatty- nos presentó Chesta.
-¿y tu quien eres?- le pregunté.
-Me llamo Celena- respondió Celena limpiándose los ojos. Aún parecía sorprendida y no nos quitaba la vista de encima.
-¿oye, estabas llorando porque estabas aburrida, verdad?- le preguntó Chesta con mucha naturalidad
-si quieres, puedes venir a jugar con nosotros- le dije.
-no, no puedo- respondió Celena con tristeza.
-¿por qué no?- preguntó Chesta.
-No puedo salir de aquí... no importa cuanto lo intente- respondió Celena. Ahora que lo recuerdo, en ese entonces, no me daba cuenta de la tristeza de Celena y de lo que había querido decir.
-Bueno, entonces nosotros jugaremos aquí- dijo Chesta con muchos ánimos. Al escuchar esto, Celena abrió los ojos de par en par, sorprendida por todo lo que estaba pasando, seguramente, hacía mucho tiempo que no veía a alguien de su edad y mucho menos jugado.
-Está bien- dijo con el rostro iluminado, tanto que sus ojos le brillaron intensamente. Era increíble, era tan pequeño en ese entonces, pero aún así no pude dejar de sentirme atraído por esos ojos azules tan profundos. Fue así, que cada vez que mi padre nos llevaba al Vione, nosotros nos escapábamos para jugar con Celena, los tres nos divertíamos mucho y se nos hizo una costumbre visitarla. En ese tiempo, llevaba el pelo a la altura de los hombros y siempre estaba vestida con unos vestidos viejos. Siempre que le preguntábamos por qué no podía salir de la habitación, se ponía triste y nunca nos respondía, lo único que nos decía era que algún día dejaría de existir.
Pasaron dos años aproximadamente, y con Chesta seguíamos visitando a Celena cada vez que podíamos, ya que nuestra preparación como soldados había comenzado y no teníamos el tiempo de antes para poder visitarla. Recuerdo que después de un largo tiempo, la fuimos a visitar, para saber cómo se encontraba. Sólo que Celena no estaba, y la única persona que encontramos fue un niño de cabello albino e inquietantes ojos rojos.
-¿y ustedes quienes son?- preguntó, como si nuestra presencia en ese lugar no fuera deseada.
-nosotros somos amigos de Celena- le dijo Chesta
-¿qué pasó con ella?- pregunté.
-¿Celena? ¿Quién es ella?- preguntó el chico.
-¿no la conoces? Pero si esta habitación es de ella- dijo Chesta. El chico enojado por aquel comentario, se levantó de la cama y se puso frente a Chesta.
-Te equivocas, esta es MI habitación-
-¿entonces, quiere decir que Celena ya se mejoró?- pensó Chesta en voz alta. Siempre habíamos pensado que la razón por la cual Celena no podía dejar la habitación era porque se encontraba muy enferma. Así que nuestra conclusión obvia fue creer que Celena ya se había recuperado y que el chico de los ojos rojos estaba enfermo.
-ya entiendo, estás aquí porque estás enfermo, ¿verdad?- le pregunté, pero al parecer, esta pregunta lo enojó aún más.
-¡¡Yo no estoy enfermo!!- me respondió empujándome. Luego de eso, se rió burlescamente.
-Ustedes no saben nada, pero para que sepan, yo seré el soldado más fuerte que exista en toda Gaea, es por eso que estoy aquí- nos respondió mirándonos con desprecio. La verdad es que no supimos qué decir en ese momento, nunca habíamos visto a un niño de 10 años hablar con tal seguridad sobre convertirse en un gran soldado.
-Nosotros también seremos soldados- dijo Chesta.
-¿de verdad?- preguntó el niño -Entonces, si son lo suficientemente buenos, serán parte de mi Escuadrón- agregó con mucha confianza. La verdad, tengo que reconocer que su exceso de confianza me chocaba, pero Chesta no lo veía así, él siempre era y es muy amable con todos, y no le importó que el chico fuera tan pedante con él.
-Mi nombre es Chesta y él es Gatty, somos primos y su padre trabaja en el Ejército- le contó Chesta muy animado, pero yo no lo estaba. Lo único que quería era saber qué había pasado con Celena, y si la volvería a ver nuevamente.
-Mi nombre es Dilandau Albatou- dijo Dilandau muy ceremonioso. -supongo que están inscritos en la Escuela de Soldados de Zaibach- preguntó
-Así es, estamos asistiendo desde hace un año- le respondí.
-Eso quiere decir que llegarán a ser buenos soldados. Lo sé porque yo también iré a esa Escuela- dijo Dilandau. Y tenía razón, en esa semana, llegó Dilandau Albatou como un nuevo alumno a la prestigiosa Escuela, y como podrás imaginarte, era uno de los mejores alumnos de todo nuestro nivel. Debido a su carácter, siempre tenía problemas con los demás compañeros, a excepción de nosotros dos, que de alguna manera, ya sabíamos como era antes de que entrara. Pero al parecer eso no le importaba. Por nuestro lado, siempre que podíamos, nos íbamos a verlo a su habitación, ya que pasaba que había ocasiones en que Dilandau no se aparecía en clases por días, incluso por semanas y cuando lográbamos verlo, siempre estaba de mal humor, acostado en su cama, y con el semblante enfermo. A pesar de que nos preocupaba lo que pasaba con Dilandau, yo siempre iba con la esperanza de saber algo de Celena, pero todo era en vano. Te parecerá estúpido, pero la extrañaba, tanto tiempo sin verla me estaba matando y aquella vez, cuando llegamos a verla y no estaba sentí una extraña sensación en mi corazón, como si se estuviera deshaciendo. Nunca supimos nada de la relación de ellos dos, cómo poder imaginármelo, si incluso, cuando veía a Dilandau así de enfermo, me hacía pensar que tal vez Dilandau estaba igual de enfermo que Celena y que ella no había logrado mejorarse. Pensaba que quizás esa era la razón por la cual Dilandau no conocía a Celena y que ella había dejado aquella habitación porque había muerto. Era una verdadera tortura.
Sin embargo, un día nos llevamos una gran sorpresa junto con Chesta. En ese entonces ya teníamos doce años, y Dilandau ya no se ausentaba tan a menudo como cuando entró a la Escuela, pero de pronto, un día no llegó a clases... y tampoco al día siguiente... ni al siguiente día... pasaron cuatro semanas y nadie sabía lo que había pasado con él. Así que decidimos una vez más escabullirnos por los pasillos de la gran fortaleza y nos dirigimos a la habitación de Dilandau. Cuando llegamos, encontramos la habitación hecha un desastre, la mayoría de los estantes con medicinas estaban rotos y el piso estaba cubierto de vidrios y medicamentos, la cama estaba toda deshecha y las sábanas y frazadas estaban todas por el suelo. Nos asustamos mucho, sobre todo porque no veíamos a Dilandau por ninguna parte.
-¿Dilandau... en dónde estás?- preguntó Chesta.
-¡Lárguense de aquí!- nos gritó. Al escuchar su voz, pudimos darnos cuenta que se encontraba debajo de la cama, agachado. Nos acercamos para ver cómo se encontraba, pero parecía que empeoraba las cosa.
-¿Qué te pasó Dilandau, estás enfermo?- le preguntó Chesta, sin tomar en cuenta las advertencias de Dilandau.
-¡¡DIJE QUE SE FUERAN DE AQUÍ, NO QUIERO VER A NADIE, FUERA!!- gritó desaforado, al momento que se ponía de pie y comenzaba a darle empujones a Chesta. En ese momento, sentí mucha rabia al ver lo mucho que Chesta se preocupaba y lo malagradecido que Dilandau era con él. Así que no aguanté más y le dije unas cuantas verdades.
-¡Suéltalo!- le grité mientras me colocaba entre los dos. Dilandau se quedó sorprendido.
-¿qué demonios te pasa? Él sólo quería saber como estabas y tú lo recibes de esa forma, malagradecido- le grité.
-¡No me importa, sólo quiero que se vayan!- volvió a gritar Dilandau como loco, tratando de empujar a los dos. Era la primera vez que lo veía fuera de sí.
-Bien, haz lo que quieras- le respondí al tiempo que lo empujaba.
-quédate solo, como siempre. Por eso nadie te soporta-
-¡¡cállate!!-
-te vas a quedar solo- volví a repetir muchas veces más, hasta que sucedió. Dilandau se volvió como loco, tomó una vara que había sacado de los estantes rotos de madera y comenzó a darle a golpes a todo lo que tenía cerca. A Chesta y a mí nos invadió el miedo, pero lo único que atinamos a hacer fue apegarnos a la pared, ni siquiera nos atrevimos a salir de la habitación.
-¡¡CÁLLENSE, CÁLLENSE, CÁLLENSE!!- era lo único que gritaba. De pronto, dejó caer la vara que tenía en la mano y comenzó a temblar y a gritar, algo le estaba causando daño porque se apretaba la cabeza como tratando de que no le explotara. Sus gritos eran desgarradores y nos ponía los pelos de punta. Cayó al suelo de rodillas y agachado se afirmaba el estómago y la cabeza al mismo tiempo, hasta que dio un último grito y luego de eso vino un llanto incontrolable... sólo que ahora Dilandau parecía distinto, se escuchaba distinto. Al ver que Dilandau ya se había calmado, nos acercamos con cuidado.
-Dilandau, ¿estás bien?- le pregunté mientras me ponía de rodillas a su lado y le tocaba el hombro.
-¡No me toques, Gatty!- dijo una voz que con pavor reconocí de inmediato.
-¿C- Celena?- pregunté horrorizado. Ella tenía sus manos en su cara, con miedo y vergüenza a que la viéramos, pero poco a poco se fue descubriendo el rostro. Era ella, era Celena, ahí estaba, frente a mí, mirándome con esos ojos azules inmensos, llenos de tristeza.
-¿qué me hicieron? ¿Qué demonios hicieron conmigo?- me dijo sollozando. No podía creerlo, me negaba a hacerlo, caí sentado en el suelo, sintiendo que el frío se apoderaba de mí. Miré a Chesta y estaba a unos cuantos pasos lejos de mí, totalmente paralizado, con la vista fija hacia donde estábamos nosotros.
-Váyanse de aquí- dijo Celena tratando de calmar su llanto.
-Váyanse y olvídense de mí, yo ya no soy nadie- agregó. No sabría describir lo que sentía en ese momento, era una mezcla de rabia, confusión, impotencia... no podía creer lo que estaba pasando. Traté de acercarme a Celena, pero ella se apartó de mí.
-¡no te acerques!- me gritó mientras se apartaba de mí como si tratara de evitar que me contagiara de alguna enfermedad.
-No te dejaré sola, Celena- le dije. Y era verdad, porque en ese momento me di cuenta de lo que sentía por ella. Ella me miró sorprendida, como si no hubiera entendido lo que había dicho. Traté de acercarme nuevamente y esta vez no huyó.
-Nosotros siempre estaremos contigo, Celena- le dije mientras le tomaba una mano. Todo lo que ella hizo fue abrazarme fuertemente y llorar.
Al día siguiente, nos avisaron en la Escuela que el alumno Dilandau Albatou se iba a ausentar por un largo período de tiempo, las razones no las dijeron y todo aquel que se atrevió a preguntar fue reprendido duramente, ya que esas cosas no eran de nuestra incumbencia. Aquella semana nos volvimos a escabullir y pudimos hablar con Celena más tranquilamente. Ella nos contó todo lo que le había sucedido, que a los cinco años fue raptada por los magos de Zaibach y que ella entre muchos otros niños eran víctima de los experimentos de modificación del destino. Ella fue la única niña que sobrevivió a esos experimentos que al fin habían logrado modificar a un individuo completamente, aunque el experimento no era del todo exitoso. Supuestamente, Dilandau había hecho su aparición pública porque ya se había dado por sentado que el experimento fue todo un éxito, pero las cosas no se dieron así, ya que la personalidad de Celena aún seguía siendo una fuerte presencia dentro de Dilandau. Ni ella ni los magos podían descifrar aún qué era lo que hacía que la memoria de Celena se activara en la mente de Dilandau, pero ella pensaba que quizás se debía a que su miedo de estar sola era algo que ella le había transmitido a Dilandau y que los magos no habían podido evitar. Ella siempre creía que algún día, el experimento de modificación de destino se completaría y que ella dejaría de existir, consumiéndose poco a poco en el interior de Dilandau hasta desaparecer completamente, y era por eso que siempre nos pedía que cuidáramos a Dilandau, que nunca lo dejáramos solo, porque ella prefería consumirse de una vez por todas que tener que regresar de esa manera. Era muy doloroso para ella, pero prefería que al menos uno de los dos viviera sin ese peso. De todas formas, ella se llevaba la parte más dura, ya que todo lo que Dilandau hacía, ella lo recordaba y no quería ser testigo de cómo Dilandau se convertía cada día que pasaba en un ser lleno de odio y maldad.
Arlet estaba impresionada. Había escuchado toda la historia de Gatty en silencio y al fin pudo unir las piezas del rompecabezas que estaban sueltas. Ahora todo encajaba a la perfección, las pesadillas de Dilandau, su miedo a estar solo aunque no lo demostrara, la total sumisión de Chesta y Gatty, su agresividad... ahora podía ver todo con claridad.
-Hacía mucho tiempo que no la veía... ya han pasado dos años... - dijo Gatty con nostalgia.
-Gatty ¿puedo preguntar algo?- dijo Arlet. Gatty asintió con la cabeza.
-Tú... la amas, ¿verdad?- preguntó Arlet con miedo. Era increíble saber que entre Gatty y ella había algo en común. Gatty frunció levemente el ceño y Arlet pudo jurar que vio algo de rubor en sus mejillas.
-Dijiste que no te ibas a burlar- le respondió Gatty.
-No lo haré- dijo Arlet. Gatty bajó la mirada y dio un suspiro, luego de eso, asintió con la cabeza y un agradable recuerdo llegó a su mente. Lo recuerda porque sucedió un 8 de La Luna Roja, cuando Celena cumplió 13 años. La verdad es que él no tenía ni la más mínima idea de que ese día era su cumpleaños, pero dio la casualidad que aquel día fue solo a visitarla. Cuando entró, vio a Celena sentada en la orilla de su cama, mirando algo que estaba en el pequeño velador. Al escuchar que alguien entró se dio vuelta de inmediato con preocupación, pero al ver que se trataba de Gatty, su rostro se relajó y esbozó una leve sonrisa. Luego, hizo un ademán para que se acercara y se sentara a su lado. Gatty hizo lo que Celena le pidió y al sentarse a su lado, pudo darse cuenta qué era lo que Celena miraba. Era un pequeño pedazo de pastel, cubierto con crema y encima de ella tenía una pequeña y vieja vela.
-hoy es mi cumpleaños- le dijo tomando el pequeño trozo de pastel entre sus manos, como si fuera su tesoro más preciado.
-¿¡qué, tu cumpleaños?!- exclamó Gatty sorprendido. Se sintió tan mal de no saber algo tan importante como eso, que tuvo deseos de salir corriendo en busca de algo especial para regalarle.
-¡maldición!- dijo para sí -espérame un segundo- le dijo a Celena y se apresuró a salir.
-No Gatty, no te vayas, por favor- le dijo Celena afirmándolo del brazo.
-Es sólo un momento. Ya verás que volveré con un lindo regalo- le dijo Gatty.
-¡no me interesan los regalos!- le dijo molesta. Gatty se quedó sorprendido con la actitud de Celena, nunca la había visto molesta por algo.
-Por favor, sólo quiero que te quedes- le dijo mientras le tomaba una mano y le hablaba con un tono de voz más suave. Gatty se dio cuenta que el rostro de Celena se había vuelto una vez más triste y se sentó a su lado. Un largo e incómodo silencio se apoderó de los dos al darse cuenta que no se habían soltado de la mano, Celena soltó a Gatty y se llevó las manos a su cabello.
-Cuando pequeña, solía tener el cabello largo- le comentó mientras intentaba mirarse las puntas de su corto cabello -era largo y ondulado, y mi madre siempre me hacía lindos peinados. Lo tenía muy bonito- dijo con nostalgia.
-todavía lo tienes bonito- le dijo Gatty sin pensar mucho en lo que había dicho y una vez que se dio cuenta, sus mejillas se sonrojaron. Trató de disimular diciendo algo, pero nada se le vino a la mente.
-Gatty... - dijo Celena, aún jugando con su pelo.
-¿qué?-
-si alguna vez esto se termina... ¿crees que algún chico se fije en mí?- al escuchar la pregunta de Celena, Gatty desvió la vista hacia sus manos y comenzó a jugar con sus dedos.
-B-bue... yo, creo- tartamudeó Gatty, sin saber qué decir, trataba de decir o pensar algo coherente pero los nervios no lo dejaban. Al ver que Gatty no decía nada, Celena también comenzó a ponerse nerviosa hasta que ya no aguantó más.
-qué tonta... ¿quién querría estar con un bicho raro como yo?- exclamó Celena desalentada.
-Y- yo... - intentó Gatty una vez más, pero simplemente las palabras no salían de sus labios. En cambió, juntó fuerzas para levantar la cabeza y mirarla. Celena sintió la mirada fija de Gatty en ella y también levantó la mirada. Una vez más, Gatty reunió fuerzas para el siguiente paso. Puso sus manos en los hombros de Celena y poco a poco se acercó a ella, hasta que sintió que sus labios tocaban los de ella. Fue un beso algo torpe, pero suave e inocente. Cuando se separaron, lo primero que hizo Gatty fue desviar la mirada. Tenía demasiada vergüenza para mirar a Celena a los ojos y no sabía como iba a reaccionar.
-l-lo siento- dijo tímidamente. Temía que Celena se enojara con él por su atrevimiento, pero al sentir que ella apoyaba su cabeza en su hombro supo que no era así.
-¿y qué hay de Dilandau?- Arlet interrumpió los pensamientos de Gatty.
-Dilandau sama es un excelente soldado y un gran capitán a pesar de ser muy duro con nosotros pero, ¿crees que alguien como él podrá vivir para siempre?- le respondió Gatty con otra pregunta.
-¿qué quieres decir con eso?- Arlet no entendía lo que Gatty trataba de decir.
-Dilandau sólo es un experimento, el juguete más innovador de todo Zaibach, ¿y sabes qué hacen los niños cuando se aburren de su juguete favorito?- Arlet no respondió nada.
-Lo dejan tirado, y se olvidan de él- dijo Gatty fríamente.
-No es cierto- murmuró Arlet.
-Es verdad, una vez que ya no sea útil, Dilandau dejará de importarles y dejará de existir. Es lo lógico, porque él no es algo natural-
-¡Te equivocas!- le respondió Arlet enojada.
-Dilandau no es un juguete que se tira a la basura una vez que no sirve, ¡el también es una persona, un ser humano como cualquiera de nosotros!- Gatty quedó sorprendido con la reacción de Nathan.
-Pues no parece humano cuando está luchando- le respondió Gatty.
-Admítelo Nathan, por mucha estimación o admiración que sintamos hacia Dilandau, jamás logrará ser una persona íntegra... nadie puede doblarle la mano al destino, ni siquiera el imperio más grande de toda Gaea-
-¡pero no es justo! Dilandau tiene tanto derecho a vivir como Celena- interrumpió Arlet enojada. Gatty no supo cómo rebatir estas últimas palabras. Arlet no podía creerlo, al parecer era muy fácil para Gatty hacer a un lado a Dilandau y olvidarse de él. Sin embargo las cosas no eran tan así, ya que Gatty se sentía tan confundido como Arlet, después de todo, había comenzado a sentir aprecio y estimación por Dilandau durante todos esos años, y ahora que lo pensaba, había muchas cosas que admiraba y envidiaba de buena forma de Dilandau, como su estricta disciplina, su perseverancia y espíritu de superación. Pero lo que sentía por Celena era algo mucho más grande.
-Estamos pagando el precio por querer ser Dios- fue todo lo que dijo. Arlet apretaba sus puños con fuerza de la impotencia que sentía. Aunque tenía que reconocer que Gatty tenía algo razón en lo que decía, esto sólo se debía a que no conocía a Dilandau como ella había llegado a conocerlo, y se sentía impotente al no poder hacerlo ver que las cosas no eran así, que Dilandau también era un ser humano, que aunque no lo aparentaba, se preocupaba por sus soldados, que siempre quería superarse a si mismo y que sus soldados también lo hicieran.
-Te equivocas, sé que es difícil de entender, pero créeme, las cosas no son tan simples como decir que Dilandau es el "experimento fallido" y "Celena el pobre conejillo de indias". Y te aseguro que no sólo Celena la ha pasado mal con todo esto, Dilandau también ha sufrido mucho- en ese momento, Dilandau regresó de su reunión y les pidió a todos que se acercaran. Los dos se quedaron observando a Dilandau mientras esperaba que todos se reunieran y Gatty notó la forma en que Nathan miraba a Dilandau. De alguna forma sintió que él sentía lo mismo que él sentía por Celena, y ahora que lo pensaba, le parecía extraño que lo defendiera tanto. Si, estaba seguro de que Nathan sentía algo especial por Dilandau, y aunque la idea al principio lo perturbó, tenía que admitir que a veces ese tipo de cosas en el ejército era más común de lo que la gente quería admitir. De todas formas, no era de su incumbencia y no quiso hacer ningún comentario.
-¿puedo hacerte una última pregunta?- dijo Arlet.
-claro- le dijo Gatty.
-¿no te incomoda... - comenzó a preguntar Arlet con algo de vergüenza, mientras que Gatty esperaba la pregunta con extrañeza.
- ... quiero decir, no te molesta que Dilandau y Celena... sean la misma persona?... si es que sabes a lo que me refiero... - Arlet pensó que esta pregunta incomodaría a Gatty, pero no fue así.
-No- le respondió muy serio -amé a Celena mucho antes de que Dilandau existiera. Y algo así no se puede olvidar de la noche a la mañana-
-Pero de todas formas... - interrumpió Arlet.
-Ya te respondí que no, no me importa... Dilandau es Dilandau y Celena es Celena... punto- fue todo lo que dijo. Y con eso, Gatty se dispuso a marcharse, pero fue interrumpido una vez más por Arlet.
-Gatty- lo llamó.
-¿qué quieres ahora?- le preguntó de mala gana. Arlet se quedó callada un momento, como tomando fuerzas para decir lo que tenía que decir.
-gracias- dijo al fin. Gatty abrió los ojos sorprendido y se despidió de Arlet sólo ondeando su mano.
El Minuto Cultural de Hotaru
Hola a todos T______________T, al fin después de tanto tiempo puedo actualizar mi fanfic. Muchas gracias a todos por esperarme y por sus palabras de apoyo, estoy completamente agradecida.
Bueno, espero que les haya gustado, salió un poquito largo, pero ya ven que está más enfocado en Celena que en Dilly sama :P.
Espero tener el próximo cap luego….. y aprovecho de agradecer a Merle san, por dejarme ocupar su PCsito y poder subir mi fic ¡¡¡gracias amiga!!!!
