Boys don't Cry

Por Karina

La habitación comenzó poco a poco a iluminarse con los primeros rayos de sol que se colaban por las ventanas. Uno de aquellos rayos le llegó justo al rostro y la despertó, abriendo lentamente uno de sus ojos y lo primero que vio fue a Dilandau durmiendo cabeza abajo. Tenía la cabeza ladeada justo hacia su lado y muchos de sus cabellos albinos le tapaban la cara. Arlet lo miró, esta vez con los dos ojos durante un buen rato sin moverse, se veía tan adorable en esa posición que no quería que nada lo despertara. Si le doy un beso ¿se despertará? Por un lado quería que siguiera durmiendo, pero por el otro lado, se veía tan mono que le provocaba darle un beso, aunque fuera uno pequeño y cuando por fin se decidió a besarlo, Dilandau abrió los ojos, sorprendiéndose de ver a Arlet.

-Hola- murmuró Arlet mientras le sonreía, sin embargo Dilandau la miró fijamente por un buen momento, muy pensativo y luego de eso se puso rojo y desvió la mirada.

-Anoche soñé contigo- le dijo mientras se ponía de espalda. Arlet se puso tensa de inmediato. Sabía muy bien que había soñado con ella, tanto que de golpe le vinieron a la mente las palabras que lo había escuchado decir en sueños, "No, Arlet…no quise hacerlo… no quise matarte…" ¿acaso tenía planeado contarle su pesadilla? No estaba segura de querer escuchar cómo Dilandau la asesinaba, aunque fuera en sueños, y menos ahora que había despertado tan bien.

-¿de verdad?- le dijo Arlet, tratando de no sonar preocupada o incómoda.

-¿y qué soñaste?- le preguntó. Dilandau se vio algo incómodo, pero no había nada de preocupación o pesar, lo que extrañó a Arlet, ya que en su pesadilla lo vio muy disgustado.

-Bueno… es algo vergonzoso- le respondió. Arlet se sintió confundida, ya que si le iba a contar lo de la pesadilla, definitivamente esa no era la actitud que debería tomar.

-¿y por qué?… ¿qué pasaba?- insistió Arlet, quien lo miraba con mucha curiosidad, ahora sí dudaba mucho que le fuera a contar la pesadilla.

-bueno, nosotros… hacíamos lo que hicimos anoche… en el comedor del Vione- dijo Dilandau. Arlet abrió los ojos de par en par y la creciente ansiedad y preocupación que estaba sintiendo fue inmediatamente reemplazada, primero por una inmensa sensación de alivio y luego por la vergüenza. Sabía que era tonto sentirse así, después de una noche como la anterior, se suponía que esas cosas no deberían pasar a esas alturas… o quizás si… pensó. Después de todo, por mucho que estuviera con Dilandau era inexperta en ese tipo de cosas, tan inexperta como él. Trató de todas formas actuar con naturalidad. Esas cosas deberían de tomarse de esa forma.

-vaya, que interesante fantasía- le dijo divertida mientras se ponía sobre él. Sin embargo Dilandau se puso algo pensativo. Contempló el rostro de Arlet, lleno de rasguños y ojeras, pero parecía que brillaba. No pudo dejar de pensar en lo que había soñado antes de que Arlet entrara en su habitación aquella noche y lo que había soñado después. Si no contaba las pesadillas, aquellas que sólo recordaba el final (las demás nunca las recordaba, sólo sabía que eran pesadillas) era la primera vez que recordaba un sueño, un sueño de verdad y no una pesadilla.

-es la primera vez que recuerdo lo que sueño- le dijo a Arlet mientras le apartaba el pelo de su frente y pudo darse cuenta de la pequeña cicatriz que le había quedado de aquel accidente en el guymelef. Arlet se dio cuenta de lo importante que había sido ese sueño para él. Él había soñado, había tenido un sueño como cualquier persona y lo recordaba …y ese sueño fue un sueño bueno y yo fui parte de él.

-¿por qué no me cuentas tu sueño?- le preguntó Arlet mientras se acomodaba nuevamente a su lado. Le hubiera gustado haberse quedado aunque fueran cinco minutos más al lado de Dilandau mientras él le relataba lo que había soñado, pero al ver la hora Dilandau se sentó en la cama exaltado.

-¡mierda! Son las seis y cuarto de la mañana-

-¡¡¡qué!!!- exclamó Arlet levantándose de la misma forma.

-¡¡tenemos que levantarnos…- dijo Dilandau.

-…rápido!!- terminó Arlet. Los dos se pusieron de pie rápidamente y Arlet recogió su pijama y se lo colocó en tres segundos.

-¡maldición, sólo nos quedan quince minutos!- murmuraba Dilandau mientras se colocaba el pantalón de su pijama. Estaba buscando el camisón, y mientras tiraba las sábanas de un lado hacia otro, Arlet se le acercó, le dio un rápido beso en la boca y se retiró del lugar. El sonido de la puerta lo desconcentró y se quedó pensando un momento en lo grande que se le veía el camisón. Arlet se había llevado su parte del pijama.

Arlet trató de moverse lo más silenciosa y rápidamente posible, sabía que estaba muy atrasada, pero si se apuraba mucho podía meter mucho ruido y se arriesgaba a que la descubrieran. Una vez que divisó la puerta de su habitación, abrió la puerta con mucho cuidado y una vez que estuvo adentro, cerró la puerta y se dejó apoyar en ella, suspirando aliviada. Se metió rápidamente al baño, se desnudó (no entendía por qué la parte de arriba del pijama le quedaba tan grande) y se metió a la ducha. Una vez que estuvo duchada, peinada y vestida, se dirigió lo más rápido posible al Salón de los Dragonslayers. Llegó justo a tiempo. Al llegar, no pudo dejar de notar que todos los Dragonslayers la miraban con indiferencia, lo que se había vuelto algo normal en su vida, ser el tipo extraño que no habla con nadie. Pero no siempre fue así, al contrario, había pasado de ser un completo antisocial a ser parte de ellos, pero después de todo lo que había pasado, después de haberse enterado de toda la verdad, había vuelto a esas antiguas andanzas, y lo acrecentaba el hecho de que vivía peleándose con Gatty y Chesta. Había hecho las pases con Dilandau y ahora estaba perfectamente bien con eso, pero tenía la impresión de que hacer las pases con los Dragonslayers iba a ser mucho más difícil. Ella lo sabía, pero no importaba. Si una vez fue capaz de vencer su propio retraimiento, seguro que podía hacerlo de nuevo, aunque las circunstancias eran algo distintas. No importaba, haría el intento, conocía a cada uno de ellos y sabía que a pesar de todo no eran chicos rencorosos ni vengativos, sólo eran buenos chicos; algunos tan buenos que no sabía qué diablos hacían en el ejército. Obviamente no llegaría y saludaría a todos como si nada hubiera pasado, les daría tiempo para que se fueran acostumbrando a ella poco a poco, quizás empezaría a buscarle conversación a Gatty, después de todo los dos compartían un gran secreto, luego trataría de acercarse a Guimel y le pediría una sincera disculpa. Desde que ocurrió lo del accidente, cada vez que lo veía Guimel lo miraba feo y ni siquiera lo saludaba, así que Arlet no se molestó en pedirse una disculpa (de todas formas en ese tiempo le importaba un comino) pero necesitaba hacer eso si quería seguir adelante con su vida. Bien, una cosa a la vez… y se dirigió un día a hablar con Guimel. Como suponía, estaba sentado solo a la hora de la colación, así que aprovechó la ocasión para hablar con él.

-¿puedo sentarme aquí?- preguntó Arlet. Guimel lo miró feo y le hizo un desprecio.

-como quieras- le contestó y siguió comiendo. Arlet se sentó y comenzó a comer. Pasó un largo momento hasta que se decidiera a hablar.

-Guimel… - le dijo mientras dejaba de comer y jugaba con la cuchara - …lo siento. Lo que te hice fue muy feo- agregó. Guimel había dejado de comer y se quedó contemplando su comida a medio terminar. Claro, era muy fácil para Nathan haberlo agredido de esa forma y después pedir disculpas. Ni siquiera Dilandau se había molestado en castigarlo después de lo que hizo y ahora él esperaba que lo perdonara así como así.

-¿y qué sacas con eso?- le preguntó con amargura. Guimel nunca se enojaba con nadie, no importara el problema, pero esta vez, Nathan lo había empujado al límite, sobre todo porque él siempre fue amable con él, aunque él era todo lo contrario. Arlet no dijo nada por un largo tiempo.

-Sé que no merezco que me perdones… - comenzó a decir Arlet - …pero sé que no eres una persona rencorosa- otro largo silencio se sintió entre ellos. Guimel seguía luchando en su interior por perdonar a Nathan. Una parte de él estaba aún dolida por lo que había sucedido, pero se sorprendió al escuchar las últimas palabras de Nathan. Y tenía razón, ¿a quién trataba de engañar? Sabía que era débil en ese tipo de cosas, de hecho siempre lo molestaban diciéndole que tenía corazón de abuelita y en más de alguna ocasión su madre le advirtió que si seguía siendo como era, las personas siempre terminaban aprovechándose de su excesiva bondad.

-¿por qué haces esto, Nathan? Si te perdono, ¿quién no me dice que volverás a hacer lo mismo?- le dijo Guimel mirándolo de frente. Arlet seguía mirando su plato.

-Tú mismo lo has dicho, no soy una persona rencorosa, pero lo que hiciste sobrepasó los límites. No lo entiendo, definitivamente no lo entiendo- le dijo mientras volvía a mirar su plato. Por supuesto que no lo entendía, ¿cómo iba a entenderlo si ni siquiera sabía una cuarta parte de todo lo que había vivido Arlet? Ella no podía explicarle por qué se había comportado de ese modo. Siempre esa maldita impotencia de nunca poder explicarle a todos lo que realmente sentía y por qué.

-Sé que no lo entiendes, pero créeme, en ese momento había tocado fondo…- trató de explicarle Arlet, pero no creía que lo estaba haciendo bien.

-No me digas…- le respondió Guimel sarcásticamente. Nunca pensó escuchar ese tono en Guimel, tan inocente y cándido y que siempre la había tratado con amabilidad. Le hería el orgullo la forma en que se comportaba con ella, pero tenía que aguantársela, no sólo para estar bien con él y con los demás Dragonslayers, sino porque de verdad quería recuperar esa confianza que se había formado entre ellos, de alguna forma extrañaba a todos ellos. En vista de que Guimel se negaba a darle una respuesta, Arlet supuso que lo mejor era no apurar las cosas y dejar de insistir, al menos de momento. Se terminó lo que quedaba de comida en silencio y se marchó sin decir nada. Guimel, quien jugaba con su comida en lugar de comerla terminó sintiéndose mal. Ése era su problema, no importaba lo que la gente hacía con él, siempre buscaba algún motivo por el cual sentirse mal aunque él no tuviera la culpa de nada. Lo sabía, era algo absurdo, el que debería sentirse mal era Nathan y no él. Pero aún así no podía evitar sentirse culpable.

Al día siguiente, Arlet se sentó nuevamente sola en el comedor a la hora de la colación, pero se sorprendió mucho al ver que Guimel se sentaba a su lado. Nuevamente los dos comieron en silencio durante un largo rato, hasta que Guimel se decidió a hablar.

-Supongo que tienes razón, Nathan- le dijo extendiéndole la mano -no sirvo para ser rencoroso- Arlet lo miró sorprendida y se quedó mirando la mano enguantada de Guimel. Luego levantó su mano y le estrechó fuertemente su mano.

-claro que no. Tú eres un buen chico- le dijo mientras le sonreía. Guimel sólo asintió como aceptando aquella verdad a regañadientes.

Así fue como se reconcilió con Guimel… y así fue como poco a poco fue recuperando la confianza de todos los Dragonslayers y como bien lo supuso, le fue mucho más difícil, ya que varios de los Dragonslayers sentía algún tipo de resentimiento hacia ella. Y no era sólo por lo que había pasado con Guimel, sólo era que simplemente no sabían cómo tratarla, ya que un día estaba de buenas y al siguiente estaba con un humor de los mil demonios. Por supuesto, ellos no sabían a qué se debía aquella forma de ser y sólo lo tomaban como simples arrebatos del carácter, si alguno de ellos hubiera sabido de todas las presiones a las que se enfrentó en aquel período en realidad sentirían lástima por ella. Pero ella tuvo paciencia, además, sus constantes cambios de estado de animo fueron disminuyendo, así que la terminaron por aceptar nuevamente, más que nada por inercia. Y ahora se sentía feliz y tranquila, no sabía muy bien lo que sería de ella en un futuro más lejano. Sabía que no podía pasarse toda la vida como soldado de los Dragonslayers, por lo que pensaba que era mejor retirarse por cuenta propia antes que esperar a que alguien más aparte de Dilandau y Miguel descubriera su secreto. Y aunque en teoría sólo Dilandau sabía la verdad, tenía la certeza de que Miguel también sabía todo sobre ellos, la forma en que la miraba desde aquel incidente en que Dilandau lo sorprendió escuchando detrás de la puerta no era porque sí. Que no hubiera dicho nada al respecto era otro asunto (más que mal, Dilandau lo dejó bien advertido de lo que le pasaría si lo descubría chismeando). Aún, si resultaba que Miguel realmente no sabía nada, siempre existía la posibilidad de que otra persona la descubriera de alguna u otra forma. Siempre que pensaba en el asunto, dejaba volar su imaginación y en su perfecto mundo de fantasías se veía renunciando al escuadrón sin ningún problema, luego de un tiempo de vivir una apacible vida de civil, en la cual probaría lo que era ser mujer en aquella machista sociedad, trataría de entrar nuevamente al Ejército, pero esta vez de una manera legal. Se imaginaba también que justo por casualidad, su escuadrón sería asignado para estar en el Vione y no tendría problemas para poder estar al lado de Dilandau, incluso llegaba a imaginarse con el cabello largo, como lo usó alguna vez cuando era muy pequeña. Sin duda todo parecía muy fácil y sabía que las cosas no eran así, y que el día en que se decidiera a dejar la fortaleza sería muy duro y difícil. Sin embargo, por el momento sentía que cualquier cosa que le tuviera deparado el destino, ella podría enfrentarlo sin ningún problema. Era extraño, pero sentía como si alguna fuerza desconocida e incomprensible estuviera trabajando a su favor, lo que la hacía sentirse completamente segura de sí misma y de todo lo que hacía, pero a veces sentía que todo era tan perfecto que sentía recelo e incluso miedo al ver que todo en su vida estaba marchando a la perfección. Ciertamente no sabía que esa fuerza misteriosa manipulada maquiavélicamente desde el mismo Vione, la misma fortaleza en donde se encontraba, tenía planes muy distintos de los que alguna vez pudo imaginar. No sabía que ella era sólo una fase de un largo proyecto que estaba a punto de finalizar.

El Minuto Cultural de Hotaru

Hola a todos, aquí estoy una vez más de vuelta con un nuevo capítulo. No pensé que se iba a crear tantas expectativas sobre lo que va a pasar con Arlet y hay especulaciones que me dejaron para adentro, peeero, no voy a desmentir ni afirmar nada, porque de esa forma estaría dando un spoiler. Este capítulo es bastante corto y es una especie de introducción a lo que viene, como para que haya una sensación de que pasó algo de tiempo para lo siguiente.

Como siempre agradezco a todas las personas que me han dado sus felicitaciones y críticas constructivas, todas las opiniones son importantes para mí y las tomo muy en cuenta. Y también agradezco en especial a mi querida amiga Merle chan, por proveerme de internet y alimento gratis en su casa ('taba rico el arroz con huevo, y pa'la próxima yo voy a comprar el pan jejeje)

Espero que este capítulo les haya gustado y nos estaremos viendo en el próximo capítulo.