Boys Don't Cry
por Karina
"I try to laugh about it
Cover it all up with lies
I try to laugh about it
Hiding the tears in my eyes
'Cause boys don't cry" - The Cure
Marcos no podía creer su suerte. Desde aquel día en que ese imbécil de Nathan se había atrevido a reírse de él, no dejaba de pensar en la forma de vengarse de él y de ese maldito bastardo de Dilandau, pero haber visto a esos dos pobretones soldados llevando a Nathan esposado, pensó que la solución a sus problemas había caído del cielo. No pedía mucho, sólo quería un par de minutos a solas con ese tal Nathan para conversar civilizadamente sobre algunas cosas, sólo para aclararle sus puntos de vista. Los soldados muy ineptos no se habían dado cuenta que los había seguido hasta la cárcel y cuando vio que estarían ahí por un buen momento, decidió que no podía hacer todo el trabajo él solo. Se dirigió rápidamente a su cuartel pensando en todo lo que conversaría con Nathan y cuando llegó, llamó a sus dos soldados de más confianza, dos chicos de 17 años aproximadamente, los dos igual de dementes que su capitán. Ellos tenían un particular sentido del humor, el que practicaban sobre todo con los sirvientes del Vione y consistía en constantes torturas psicológicas, o pequeñas travesuras, como ellos las llamaban. A veces les gustaba jugar con los empleados del casino, si su comida estaba muy salada valía por una bofetada en público y si luego de eso les servían su comida desabrida, también valía por una bofetada. Y por supuesto, el personal no podía hacer nada a su favor, era su palabra contra la del Capitán del Escuadrón Serpiente.
-Henry, Daniel, vengan inmediatamente- les ordenó apenas localizó a sus dos soldados.
-Sí, Marcos sama- le respondieron al instante.
-Vamos a divertirnos un poco- fue todo lo que les dijo. Después de eso, sólo les ordenó que lo siguieran. Se dirigió nuevamente a la cárcel mientras sus dos fieles soldados lo seguían sin saber a lo que iban. A medida que se fue acercando, el silencio que reinaba la cárcel lo alertó y cuando sólo vio al guardia sentado en una pequeña silla aburrido como siempre, se dio cuenta que los otros soldados ya se habían ido. En silencio maldijo su lentitud y decidió buscarlos por los pasillos aledaños a la cárcel pero no los encontró. Se sintió impotente al ver que la oportunidad de vengarse de Nathan se le escapaba de las manos, pero de alguna forma tuvo el presentimiento de que aún no era el momento adecuado, que debía esperar un poco más. A los tres días de haber visto a los soldados y a Nathan dirigiéndose a la cárcel, sintió por fin que el momento había llegado. En realidad no sabía si era el sofocante calor que sentía ese día que lo hacía imaginarse cosas, pero podía jurar que escuchaba una pequeña y tenue voz en su cabeza que le decía "ahora es el momento". No le dio mucha importancia al asunto y se dedicó a buscar a los soldados que habían llevado a Nathan a la cárcel. Una vez más se asombró de su suerte, Marcos en compañía de sus dos fieles soldados encontraron a los soldados. Habían entrado a unos pequeños y malolientes baños que casi no eran usados y que curiosamente estaban en las inmediaciones de la pequeña cárcel en la que se encontraba Arlet, es decir, estaban alejados de todo el ajetreo del Vione y eran muy solitarios. Era el lugar perfecto para preguntarle algunas cosas. Les hizo una seña a sus soldados para que los siguieran y cuando vio que los dos soldados entraron al baño se acercó a la puerta sin hacer ruido.
-Vamos a hacerle unas cuantas preguntas a estos soldaditos- les explicó a sus soldados antes de entrar. Abrió la puerta cuidadosamente para no alertar a los soldados y la cerró con pestillo, no quería ser interrumpido en mitad de lo que podía ser una interesante conversación, sin embargo, cuando entró sólo vio a uno, que estaba parado en un urinario. Se colocó detrás del soldado sin que se diera cuenta. Damián, el soldado que había recibido el golpe más fuerte de Dilandau y que le había cortado la cara justo debajo del ojo se dio vuelta una vez que había terminado de orinar y al ver el frío rostro de Marcos se asustó tanto que dio un salto y perdió el equilibrio, alcanzando a apoyarse en el urinario que acababa de ocupar.
-Hola- le dijo Marcos y sin pensarlo dos veces, agarró a Damián del brazo y se lo torció, doblándoselo hacia atrás y dejándolo inmovilizado. Henry, un chico grande y corpulento para tener 17 años, de rasgos duros y cabello tieso y oscuro, al igual que sus pequeños ojos, se acercó a él y le dio un golpe en el estómago, haciendo que Damián se doblara del dolor. Por el otro lado, Daniel, un chico un poco más bajo que Henry, de rasgos de niño y cabello claro y ondulado y cuyo cuerpo era delgado pero duro como el fierro se había abocado a la tarea de encontrar al otro soldado que estaba en alguna de las casetas. Cuando al fin la encontró esperó pacientemente a que saliera el ratón de su escondite y cuando éste escuchó el grito de dolor de su compañero quiso salir rápidamente, sin embargo al ver el rostro afable de Daniel se quedó sorprendido, sin saber cómo reaccionar. Daniel aprovechó ese momento de debilidad, lo asió del uniforme y lo sacó de la caseta, arrojándolo al suelo, luego agarró su brazo derecho y le aplicó una llave para inmovilizarlo. Mientras que Henry se encargaba de sostener a Damián y Daniel sujetaba a Frank, el soldado que estaba en la caseta, Marcos comenzó a pasearse delante de ellos. Parecía muy calmado, pero en realidad estaba emocionado, hacía mucho tiempo que no jugaba de esa forma y de sólo pensar en la forma en que todo terminaría si resultaba como él lo planeaba, lo hacía sentirse increíblemente vivo.
-Tranquilo caballeros, sólo quería hacerles un par de preguntas. Respondan con la verdad y quizás les perdone la vida- les dijo mientras se colocaba frente a ellos.
-No se preocupen, seré claro y conciso- agregó sonriendo -sólo quería saber por qué llevaban detenido al soldado Nathan... si no me equivoco, él es del Escuadrón de los Cazadores de Dragones ¿verdad?- preguntó. Los dos soldados se quedaron sorprendidos y se miraron como preguntándose qué debían hacer. En realidad, sabían muy bien lo que tenían que hacer, pero no sabían si iban a ser capaces de cumplir con las órdenes que se les había dado.
-L-lo siento, pero no podemos decir- dijo Damián, decidido a cumplir con su orden hasta las últimas consecuencias. La sonrisa en el rostro de Marcos desapareció. Se acercó a los soldados y los miró detenidamente a cada uno.
-Qué conmovedor, estos soldaditos de pacotillas quieren dárselas de mártires- y con eso le dio un fuerte golpe a Frank en la cara, rompiéndole la nariz que comenzó a sangrar como si hubieran dado la llave del agua.
-Preguntaré una vez más ¿Por qué llevaban a Nathan detenido?- preguntó nuevamente Marcos mientras se sobaba el puño alistándolo para otro golpe. Ninguno de los dos soldados dijo una sola palabra.
-Bien- dijo Marcos y esta vez descargó su puño contra la cara de Damián, abriendo aún más el corte que le había dejado Dilandau. Ya se estaba cansando de tratar con un par de soldados de mala clase que lo único que querían era dárselas de héroes. Si no entendían por la buenas, iban a entender por las malas. Sacó su daga y la apuntó directo al cuello de Frank.
-¿Quién golpeó a tu compañero antes que yo?- preguntó. Frank estaba temblando aunque trataba de no moverse para no enterrarse la daga de Marcos, pero sentía que ya le había cortado el cuello, ya que podía sentir un pequeño hilo de sangre tibia bajarle por su cuello. Quizás era mejor responder a esa pregunta, después de todo, supuso que no iba a revelar nada relacionado con la detención de Nathan.
-Fue Dilandau sama, Capitán de los Dragonslayers-
-¿ves como nos estamos entendiendo?- le dijo Marcos sonriendo nuevamente. Así que ese estúpido de Dilandau también se desquitó con este pobre soldaducho y obviamente la razón tenía que ser Nathan. Que repugnante, sabia que había algo extraño en esa relación. Lo que faltaba, un par de maricones en el ejército. Pensar en eso sólo hacía que su odio contra Dilandau y Nathan aumentara.
-Bien, como veo que por fin nos estamos entendiendo les daré la oportunidad de que respondan lo que les había preguntado. ¿POR QUÉ MIERDA NATHAN ESTÁ DETENIDO?- preguntó Marcos alzando la voz. Su corazón latía fuertemente y estaba punto de perder el control. Si estos hijos de puta no responden juro que los mato... Sin embargo, ellos seguían firme en su decisión. Se miraron nuevamente reafirmando su decisión y guardaron silencio esperando otra agresión de Marcos. Al ver el silencio de los soldados, Marcos hizo rechinar los dientes y sin pensarlo empuñó una vez más su daga y le causó un profundo corte a Frank en el pecho. Damián estaba aterrado, Frank gritaba como un condenado y tanto Henry como Daniel, quienes al principio estaban muy entusiasmados al jugar con aquel par de soldados, comenzaron a sentir miedo. Nunca antes habían llegado tan lejos.
-¡Vamos, malditos hijos de puta, respóndanme!- les gritaba Marcos rojo de furia. Se acercó a Frank y le decía.
-¡¡anda, dile a tu amigo que me responda si no quieres que te siga cortando en pedacitos!!- le gritaba, sin embargo el dolor de Frank era tan grande que apenas podía poner atención a lo que Marcos le decía.
-no digas... nada... - le dijo Frank a Damián con apenas un hilo de voz, y al escucharlo la ira de Marcos creció aún más, tanto que descargó otra puñalada en el estómago. Esta vez sí era serio, había abierto un tajo tan profundo que en poco tiempo Frank moriría de una hemorragia. Daniel estaba tan sorprendido con la escena que no fue capaz de seguir sosteniendo a Frank y lo dejó caer al suelo.
-¡¡NO TE ORDENÉ QUE LO SOLTARAS!!- le gritó Marcos y Daniel no tardó en tomarlo de nuevo en brazos. Definitivamente, esto estaba sobrepasando todos los límites. Marcos trató de calmarse y respiró hondo un par de veces para regular su agitada respiración. Esta vez se acercó a Damián y le pasó la daga ensangrentada por su rostro. No le hizo daño, pero quería que sintiera la sangre tibia de su amigo en su piel.
-Voy a hacer un trato contigo... tu me dices por qué demonios Nathan está detenido y yo haré que tu compañero pare de sufrir y tenga una muerte rápida y sin dolor- el pobre de Damián estaba tan sobrepasado por el terror que se había orinado en sus pantalones y sollozaba al ver la carnicería que se estaba llevando a cabo con su compañero. Ni siquiera era capaz de articular una palabra. Otra vez ese maldito silencio cuando lo único que quería era una simple respuesta. Agarró firmemente la cara de Damián y lo obligó a que mirara a su compañero.
-¡¡míralo, está agonizando y es por tu culpa!! ¿¡no sientes remordimiento!? Tu compañero está sufriendo y morirá por tu culpa-
-¡¡¡¡NOOOO!!!!!- gritó Damián, al fin pudiendo sacar la voz. Comenzó a llorar amargamente y cuando pudo calmarse le contó toda la verdad.
-El soldado Nathan está acusada de Traición- dijo por fin.
-¿Traición?- preguntó Marcos. Sabía que ese era uno de los delitos más graves a los que un soldado podía ser acusado.
-¿Y qué demonios hizo?- sabía que ya no era necesario amenazar al soldado para que ahora respondiera todas sus preguntas.
-Mintió sobre su identidad. El soldado Nathan en realidad es una chica- confesó Damián totalmente desecho al haber fallado en cumplir su misión, pero la verdad es que nunca pensó que las cosas se pondrían tan feas. Marcos estaba desconcertado, realmente no esperaba algo así. No puede ser, tiene que haber una equivocación... una maldita perra no se pudo haber reído de mí ¡¡eso es imposible!!.
-¿Qué Nathan es una mujer? ¡estás completamente loco!- le espetó Marcos.
-¡¡Pero es verdad!! Ella entró sin que nadie se diera cuenta al Escuadrón de los Dragonslayers y ahora la descubrieron- dijo Damián, implorando para que Marcos creyera lo que había dicho. Marcos miró a Frank, quién aún seguía consciente y vio como él también asentía. Al parecer era verdad, pero no estaría tranquilo hasta comprobarlo con sus propios ojos. Y si es verdad, la muy maldita perra deseará nunca haberse metido con él. Agarró el mentón de Frank y lo levantó lo más que pudo, haciendo que lo mirara a los ojos.
-¿Me lo juras?- preguntó cándidamente. Frank respondió con apenas un hilo de voz.
-Ss... sí... - fue lo último que dijo. Marcos empuñó una vez más su daga y cortó limpiamente el cuello de Frank, provocándole la muerte en unos cuantos segundos. Daniel quedó paralizado y dejó caer el cuerpo de Frank al suelo. Quería huir de ahí, deseó nunca haber obedecido las ordenes de Marcos y deseó nunca haber presenciado el asesinato de un soldado. Marcos seguía inmóvil mirando el cuerpo sin vida de Frank con la cara inexpresiva, parecía que aún no se daba cuenta de lo que acababa de hacer. Había matado a un soldado del Ejército de Zaibach y lo más probable es que no se escaparía de ser enjuiciado por aquel asesinato, ni siquiera ser el hijo de uno de los Cuatro Generales más importante del Imperio serviría para escaparse del castigo al que sería sometido... pero nada de eso le importaba. Lo único que tenía en mente era vengarse de esa maldita perra que se atrevió a burlarse de él. Cuando por fin se decidió a moverse, caminó con la daga ensangrentada hacia Damián. Por un momento tuvo un momento de lucidez y se dio cuenta de que había matado a alguien y su mano comenzó a temblar, pero aquel momento desapareció rápidamente de su mente y empuñó su daga apuntado hacia el cuello de Damián.
-¿tu también lo juras?- preguntó Marcos por segunda vez. Damián ya sabía lo que venía. Asintió con la cabeza y esperó a sentir el filo de la daga de Marcos en su cuello. Segundos después, Henry dejaba caer el cuerpo inerte de Damián al suelo, quedando petrificado al igual que Daniel. Durante largos segundos, el baño quedó en completo silencio, que era interrumpido sólo por la agitada respiración de Marcos.
-¿Qué están esperando?- preguntó Marcos poniendo fin a aquel sobrecogedor silencio.
-Limpien este desastre- ordenó a sus soldados mientras limpiaba la sangre de su daga en el pantalón de su uniforme. Los dos soldados lograron salir de su estupefacción, y sin saber muy bien por dónde empezar, comenzaron a mover los cuerpos, ocultándolos en una de las casetas del baño. Como pudieron trataron de limpiar todo rastro de sangre que había en el piso, en los urinarios y en ellos mismos. Una vez que terminaron, miraron a su Capitán esperando que le ordenara salir de ahí de una vez y olvidarse de todo lo que había pasado.
-Síganme, aún no hemos terminado- les ordenó y salió del baño.
-Pero Marcos sam... -
-¿¡ACASO QUIERES TERMINAR COMO ELLOS?!- les gritó dejándoles muy en claro lo que les pasaría si desobedecían sus órdenes. Los tres salieron del baño y se dirigieron esta vez a la cárcel y a medida que se acercaban, el corazón de Marcos latía con más fuerzas. Vaya, cómo iba a disfrutar esta conversación con Nathan. Cuando llegaron por fin a la cárcel, Marcos se acercó al guardia y sin mayor aviso lo noqueó de un solo golpe, dejándolo completamente inconsciente. Aprovechó de quitarle las llaves y abrió el portón de barrotes con ellas. Entró al pasillo caminando lentamente, buscando su presa. No estaba en las dos primeras celdas, y tampoco en las dos siguientes... cuando llegó a la tercera celda que estaba a su mano izquierda su corazón se paralizó por un momento al contemplar a su presa que yacía durmiendo plácidamente en el camarote de la celda. Tratando de no hacer ruido, metió la llave en la cerradura y abrió la reja de barrotes que rechinó un poco al abrirla, pero el ruido no fue lo suficientemente fuerte como para despertar a la chica. Avanzó lentamente hacia el camarote mientras sus dos soldados se limitaban a seguirlo. Cuando estuvo frente a ella, se tomó todo el tiempo del mundo para contemplar a la chica que había sido capaz de reírse de él. Era extraño, la figura de Nathan, el jovencito flaco, debilucho, de aspecto afeminado y algo enfermizo que le había ganado un duelo desapareció por completo. Ante sus ojos tenía a una linda chica de rasgos finos, tez blanca y cabellos oscuros. Continuó observando el cuerpo de Arlet y no pudo dejar de maravillarse ante la fragilidad de aquel delgado cuerpo, siguió contemplando los pequeños senos que se levantaban por sobre la camisa, el plano estómago que estaba a su vista y paciencia y la pronunciada curva de sus caderas. Se arrodilló ante ella para mirar un poco más de cerca.
-Lo conseguí- dijo extasiado. Ahora que la veía, tenía sentimientos encontrados, la necesidad de hacerla suya a como diera lugar se había insertado en él con desesperación, pero también estaba el asunto de limpiar su honor. Sí, él estaba ahí por un propósito muy claro, tenía que darle un par de lecciones sobre no reírse de los capitanes del Ejército de Zaibach... Tú y yo vamos a tener una larga conversación... Y estaba seguro que esa conversación la disfrutaría al máximo, pensó Marcos mientras comenzaba a acariciar el cabello de la chica. Ella seguía durmiendo plácidamente, pero de pronto comenzó a hablar mientras dormía.
-Me quedaré contigo, Dilandau-
Marcos se quedó paralizado ante tal revelación y su cara quedó en blanco. Ya lo sabía, sabía que había algo extraño en esa relación, se dio cuenta ese día en que los encontró conversando muy amenamente. Dilandau conversando amistosamente con uno de sus soldados, eso sí que era un chiste de muy mala clase. Aparte del odio que ya sentía por Dilandau, darse cuenta que quizás tenía alguna enfermiza relación con uno de sus soldados lo hacía aborrecerlo aún más. No soporto a los maricas, solía pensar cada vez que se acordaba del asunto y se ponía de mal genio. Pero escuchar el nombre de Dilandau de la boca de aquella chica (la maldita perra que se rió de mí) hizo que se enfureciera tanto que sentía que su cabeza hervía como una tetera. Se acercó aún más a ella, afirmando sus brazos y se quedó mirándola un momento más.
-Dilandau, yo te am... - Marcos alcanzó a tapar sus labios antes de que pronunciara algo que no quería escuchar. Si quieres, puedo ser Dilandau por un momento... se acercó a ella lentamente, hasta que sus labios rozaron los de ella. Sus labios eran tibios y húmedos y sentir la respiración y el olor de la chica tan cerca de él lo hizo estremecerse a tal punto que su entrepierna comenzó a abultarse. Sin embargo, al parecer la chica había despertado y estaba ahora forcejeando con él para que la soltara, pero él no quería separarse de ella, con una de sus manos agarró fuertemente el mentón y apretó su mandíbula hasta que ella no le quedó otra alternativa más que abrir la boca y cuando esto ocurrió, Marcos la besó violentamente, metiendo su lengua invasora con fuerza. Faltaba el toque final, con sus dientes agarró el labio inferior de la chica y lo mordió hasta que el sabor afilado de la sangre inundó su boca. Se separó de ella y vio el horror en su rostro. Ten miedo maldita puta, ten mucho miedo porque esta vez tu querido Dilandau no vendrá a salvarte...
-Hola preciosa- la saludó Marcos sonriendo amablemente. Arlet estaba paralizada del horror. No, no puede ser verdad ¿cómo demonios se enteró?
-¿Sorprendida de verme?- le dijo y la agarró rápidamente de la camisa y la arrojó hacia donde estaban los dos soldados, quienes no querían seguir el juego de Marcos, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.
-Agárrenla- les ordenó y los soldados obedecieron inmediatamente, afirmado cada uno un brazo de Arlet. A excepción de sus piernas, tenía los dos brazos completamente inmovilizados y aunque trató con todas sus fuerzas de zafarse, era imposible. Ni siquiera podía limpiarse el hilo de sangre que le brotaba del labio inferior. Marcos se colocó frente a ella y la precaria luz de la habitación lo hacía lucir más amenazador que nunca.
-Así que ésta es la pequeña puta de Dilandau- le dijo mientras se acercaba a ella. Arlet temblaba de miedo y sentía que en cualquier momento estallaría en llanto, sólo esperaba aguantar el mayor tiempo posible antes de que...
-Un pajarito me contó por ahí, que un chico llamado Nathan en realidad no era un chico, sino una linda y frágil niña- comenzó a decir Marcos. Vaya cómo disfrutaba esa conversación.
-"¿qué Nathan es una chica?" Pensé, pero no di crédito a lo que me decían... pero ahora que te veo, creo que sí podrías ser una mujer, pero ¿sabes qué?- le preguntó mientras le acariciaba el rostro con sólo un dedo.
-hay un dicho que dice "ver para creer", pero... - agregó mientras sus dedos iban bajando cada vez más hasta llegar a sus senos.
- ... en este caso sería "tocar" para creer... - Marcos le sonrió a Arlet mientras que su temblorosa mano comenzaba a acariciar con brusquedad uno de los pechos de Arlet. Ella trató de moverse para impedir que la siguiera tocando pero era imposible.
-¡déjame!- le dijo temerosamente, pero Marcos soltó una risotada y mirando los pechos de Arlet, seguía tocándola con brusquedad, tanto que Arlet no podía evitar quejarse de dolor.
-¿acaso no te gusta?- le respondió. Arlet apretaba los ojos para no ver nada, trataba de pensar en otra cosa para no sentir tanto dolor, pero era imposible. Jamás en su vida se había sentido así de humillada. Dilandau, por favor ayúdame. Marcos dejó de tocarla y se alejó dos pasos de ella para observarla nuevamente de pies a cabeza.
-Bueno, parece que sí eres una chica... - le dijo mirándola maliciosamente.
-¿pero sabes qué?- le dijo acercándose nuevamente a Arlet y con sus pies separó los pies de Arlet, obligándola a mantener las piernas abiertas- ... creo que aún me queda la duda- le dijo y sin dejar de mirarla comenzó a recorrer con su mano su vientre bajando suavemente para llegar a la entrepierna de Arlet, pero ella no se lo permitió. Fue tanto el terror que sintió al ver cómo la mano de Marcos bajaba por su cuerpo que entró en un ataque de pánico.
-¡¡Suéltame maldito hijo de puta!!- le gritaba Arlet mientras comenzaba a dar patadas a tontas y a locas.
-¡Maldita sea, afírmenla bien!- les ordenaba Marcos a sus soldados mientras ellos trataban de mantener a Arlet a raya, pero de pronto parecía muy fuerte y les costaba trabajo mantenerla quieta.
-¡Quita tus sucias manos de mí!- Arlet seguía gritando y dando patadas hasta que una de esas dio junto en los genitales de Marcos. El dolor fue tan profundo que por un momento Marcos dejó de respirar y comenzó a sudar de dolor. Se colocó de cuclillas, puso su cabeza entre las piernas y respiró hondo por unos minutos hasta que se recuperó del dolor. Se levantó de nuevo y una vez más se puso frente a Arlet quien se había quedado quieta. Sabía que ahora le tocaba a ella recibir y que sería con todo. Ese golpe sí que lo había hecho enojar. Se quedó un momento frente a ella, mirándola fijamente y sin una expresión definida en el rostro. De pronto frunció el ceño y levantó su mano derecha lo más alto que pudo.
¡PAF!
El sonido de la bofetada llegó a hacer eco en la celda. Arlet tenía todo el lado izquierdo de su cara entumecido y la bofetada había abierto aún más el corte del labio que Marcos le hizo al morderla. Arlet bajó la mirada y se encontró con su camisa ensangrentada y ya no pudo evitarlo más, el dolor era tan inmenso y la humillación tan grande que no pudo contenerse y comenzó a llorar. Marcos quien seguía pasmado escuchó el llanto de Arlet y reaccionó.
-¿estás llorando?- le preguntó a Arlet sorprendido. Quería que dejara de llorar, pero no dejaba de hacerlo.
-¿¡DE VERDAD ESTÁS LLORANDO!?- le preguntó nuevamente mientras le sostenía fuertemente la cara, obligándola a mirarlo a la cara y podía ver cómo las lágrimas salían de sus ojos grises. Con rabia y violencia soltó la cara de la chica mirándola con todo el desprecio y asco que sentía en ese momento. Era realmente patético.
-Ja, ya me queda claro que eres una chica... los hombres no lloran, ¿lo sabías?- Arlet agachaba su cabeza tratando por todos los medios de controlar su llanto, de buscar en su interior algo de fuerza si es que le quedaba, pero parecía que las fuerzas la habían abandonado.
-¡¡AHORA SÍ LLORA CON GANAS!!- le contestó Marcos y le dio un fuerte golpe en el estómago, descargando toda su ira y su frustración en Arlet, la chica que le había ganado un duelo, que le había dejado una cicatriz en su mano, recordándole todos los días que un don nadie lo había superado. Arlet sintió cómo su estómago se apretaba de dolor que la hacía sudar helado a pesar de hacer un calor de esas que nublan el discernimiento y comenzó a toser y a botar sangre por su boca. Lo único que quería era que si Marcos la iba a matar, que fuera lo más rápido posible.
-¡¡Vamos, niñita patética, defiéndete ahora si es que puedes!!- continuó diciendo Marcos mientras le daba otra bofetada.
-¿¡Y dónde está Dilandau que no viene a salvarte!?- le dijo mientras explotaba en risotadas.
-Parece que no te sirvió de nada revolcarte con él ¿verdad?- Arlet no lo soportaba más. Quería matarlo con sus propias manos, pero el muy cobarde ni siquiera se había dignado a venir sólo. Si tan sólo pudiera zafarse de los brazos de sus malditos soldados... pero de pronto sintió que uno de los soldados la soltaba sin razón alguna y pudo ver cómo caía pesadamente al suelo y segundos después, cuando nadie reaccionaba aún a lo que estaba pasando, el otro soldado cayó al suelo boca abajo. Tanto Marcos como Arlet quedaron perplejos mirando el cuerpo de los dos soldados que tenían en sus espaldas dos grandes tajos de los cuales la sangre brotaba como un torrentoso río. Arlet se giró hacia la puerta y lo que vio en la penumbra la hizo emocionarse tanto que sin darse cuenta soltó una carcajada y de pronto todo el dolor que sentía desapareció por completo. En la entrada de la celda estaba la sombra de Dilandau con su espada ensangrentada.
El Minuto cultural de Hotaru
¡¡Pobrecita Arlet!! ¿¡qué le he hecho!? Bueno, creo que en estos últimos capítulos las cosas se tornaron muy violentas, espero que a nadie le haya incomodado. Esta vez no quise poner ningún tipo de advertencia porque creo que predisponen al lector sobre lo que va a pasar y de alguna forma pueden hacerlo esperar cosas que quizás no están bajo su concepto de lo que uno advierte. Claro, porque cada uno tiene ideas distintas sobre lo que es realmente violento o explícito y lo que yo considero violento, quizás para otras personas no lo es.
Pero hablando más del capítulo, que está algo fuerte según yo, debo decir que me he dejado influenciar mucho por Stephen King, más conocido como el Maestro del Terror. El asunto es que me he leído tres libros de él ("Eso", "El retrato de Rose Madder" "Dolores Clairbone" y las dos primeras partes de "Las Cuatro Estaciones") y me ha encantado su forma de escribir, ya que realmente logra traspasar al lector el miedo y terror que viven los protagonistas de sus libros y nos muestra qué tan violentos podemos llegar a ser los seres humanos. De hecho, Henry y Daniel son nombres de personajes de "Eso" y "Rose Madder" respectivamente :P. Y en el capítulo anterior, cuando Arlet les dice a Miguel y Gatty que no podía evitar ser una chica, cometí la patudez de escribir textualmente del libro un diálogo en que Bev les dice exactamente lo mismo a sus amigos. (no se si en otros lados la han dado, pero aquí en Chile, la película "Eso: el payaso asesino -o diabólico-" dejó a la mayor parte de mi generación marcada y a mucha gente que odia a los payasos u)
Ok, antes de despedirme, les doy gracias una vez más a todas las personas que esperan pacientemente cada capítulo de mi fic, es muy gratificante para mí saber que no los decepciono y ya sé que es algo cruel de mi parte dejar cada capítulo tan inconcluso, pero tienen que reconocer que así provoca más suspenso
Será hasta el próximo capítulo.
