Boys don't Cry

Por Karina

Desde hace unos días, Jajuka tenía el presentimiento de que algo malo iba a suceder, pero no quiso hacer caso de lo que sentía y trató de no tomar en cuenta el asunto. Pero cuando fue llamado a la oficina de Garufo en forma "urgente" tuvo la certeza de que "algo" había pasado. Por lo general, su uniforme consistía en un simple traje de dos piezas color verde agua, pero para esta ocasión tan especial, decidió ponerse el uniforme negro que era usado sólo por soldados esclavos como él. Tenía la impresión de que necesitaría pasar inadvertido. En efecto, cuando llegó a la oficina particular de Garufo, entró con cuidado y recelo (como siempre lo hacía) y observó que el mago estaba como siempre, sentado en su sillón con las piernas cruzadas y su mano derecha sosteniendo su cabeza. Se encontraba sentado frente a una pequeña esfera de cristal dispuesta en un extraño, pero hermoso y elegante aparejo. Se acercó lo más prudentemente posible y no pudo dejar de observar la esfera de cristal. Frunció el ceño preocupado por lo que veía y Garufo pudo ver aquel sutil gesto en el rostro de Jajuka.

-Necesito que te encargues de este asunto- le dijo Garufo con su voz fría y acompasada.

-Entendido, Sr.- contestó Jajuka escuetamente.

-Demás está decir que Dilandau no puede quedar involucrado en todo esto-

-Entendido, Sr.- contestó Jajuka haciendo una reverencia. Comenzó a retirarse pero Garufo lo retuvo un momento.

-Esta será la última vez que la veas ¿sabes?- preguntó expectante a cualquier gesto de Jajuka. Él sólo se detuvo y apenas girando su cabeza para responderle le dijo.

-Lo sé, Sr.- y con esto se retiró de la oficina.

Luego de aquella corta, pero densa conversación con Garufo, Jajuka no perdió más tiempo y se dirigió lo más rápida y sigilosamente que pudo hacia la cárcel de la Fortaleza. Sólo espero que se encuentre bien.

Cuando se despertó, lo primero que vio fue la reja de la cárcel abierta de par en par. Sorprendido y alarmado, trató de levantarse lo más rápido que pudo, pero al hacerlo tan bruscamente sintió que toda la cabeza le retumbaba. Sin dejar de mirar la reja abierta, se levantó con más cuidado e instintivamente se llevó las manos a su cara. Sentía todo el sector izquierdo de su rostro entumecido y al tocarse sentía un dolor muy fuerte en su mandíbula. Intentó recordar por qué sentía un dolor como ese y después de un rato de repasar su rutina recordó todo... o casi todo. Veamos... llegué a la misma hora de siempre a reemplazar al guardia nocturno... le llevé el desayuno al soldado preso... luego... luego tomé mi usual café matutino... que por cierto, no dio resultado ya que sin darme cuenta me quedé dormido. Si alguien me pregunta sobre eso, será mejor que no diga nada. Y después... El recuerdo del Capitán del Escuadrón Serpiente, Marcos Eiden le golpeó el cerebro como un latigazo. Recordó su mirada desquiciada y fuera de control. Apenas pudo percatarse de la presencia de los otros dos soldados que lo seguían. Se llevó nuevamente la mano a su rostro, comprobando que lo que recordaba no era un sueño o algo que él había imaginado. Me golpeó... el Capitán Marcos me golpeó con tanta fuerza que caí inconsciente. Iba a dirigirse al interior de la cárcel, pero de pronto sintió que algo le picó en el cuello y sin poder evitarlo, cayó nuevamente inconsciente.

Una vez que el soldado cayó al suelo, Jajuka procedió a guardar la pequeña arma. No era nada letal, sólo lanzaba dardos con sedantes para dejar inconsciente a cualquier persona que no debiera ver nada de lo que estaba a punto de hacer. Dentro de dos horas despertará, así que debo apresurarme. Rodeó el cuerpo del soldado y se dirigió hacia la celda en donde todo había ocurrido. No caminó muy rápido, ya que apenas había luz, que provenía de la celda de Arlet, pero debido a su condición de hombre-bestia, no le costó mucho acostumbrarse a la penumbra. No sabía muy bien cómo estaban las cosas adentro, ya que lo único que se preocupó al ver la escena en la oficina de Garufo fue de ella. Dios, que esté bien, por favor. Entró a la celda y lo que vio lo dejó sorprendido y preocupado. Sorprendido por la masacre que había ante él. La mayor parte del suelo estaba cubierto de sangre y el hedor de los cuatro cuerpos que contó estaba comenzando a ponerse fuerte. Seguramente el calor que hubo durante el día (y que todavía hacía) ayudó a que los cuerpos comenzaran a oler más pronto. Y preocupado porque no la veía por ninguna parte. Lentamente se acercó a uno de los cuerpos y lo quedó mirando fijamente. Siempre pensaba que tarde o temprano se terminaría acostumbrando a ver aquellas expresiones vacuas en los rostros de los muertos, pero siempre lograban estremecerlo. Sin embargo, el cuerpo al que miraba bien podía pasar por una chica (o un chico) durmiendo su siesta. Eso si no se tomaba en cuenta la palidez de su rostro y la sangre que había en él. Se agachó junto al cuerpo e hizo una extraña señal en la frente de la chica muerta, luego cerró los ojos y dijo unas cuantas palabras en un lenguaje desconocido. Sólo se trataban de antiguas creencias de aquel viejo hombre-bestia, plegarias que encomendaban el alma de los muertos al más allá, a un mundo lleno de paz y tranquilidad, ajeno al sufrimiento de la vida. A pesar de todo el tiempo que llevaba siendo esclavo del Ejército de Zaibach, a pesar de todos los horrores que le había tocado presenciar y en algunos casos ocasionar, Jajuka nunca dejó de creer. Claro, tuvo sus momentos en que se revelaba contra sus creencias, pero siempre volvía a ellas. Al fin y al cabo, era todo lo que tenía.

-lo consiguieron- Jajuka levantó la mirada y pudo ver la silueta de Celena abrazada de sus piernas en un rincón de la celda.

-Celena... pensé que habías escapado... - le dijo Jajuka aliviado de ver que su pequeña estaba ahí.

-¿hacia dónde?- le respondió Celena amargamente -No hay forma de que pueda escapar de esta cárcel- murmuró. Se levantó con mucho trabajo y se acercó a Jajuka. Él hizo lo mismo y cuando la tuvo frente a él, la acercó a él y la abrazó fuertemente. Sólo Dios sabía lo mucho que quería a Celena y lo culpable que se sentía al no poder ayudarla. Ella trató de abrazarlo fuerte, pero se sentía muy débil incluso para eso, así que sólo se dejó apoyar en el pecho de Jajuka, su ángel de la guarda. Sin él, ella no hubiera sobrevivido. O al menos eso era lo que ella pensaba.

-fue horrible... lo que le hicieron fue horrible- dijo Celena con la voz quebrada. Sin embargo, ya no lloraría más, ya lo había hecho, había llorado bastante y ya de nada servía. Sin separarse, los dos giraron sus cabezas y se quedaron contemplando el cuerpo de Arlet.

-todo fue planeado ¿verdad?- preguntó Celena. Le había parecido extraño que alguien se hubiera inmiscuido en el Ejército sin que nadie se diera cuenta... nadie más que Dilandau. Ella, que fue una testigo invisible a toda la relación entre Arlet y Dilandau, vio en Arlet un pequeño golpe de suerte, un inesperado rayo de esperanza, tanto para Dilandau como para ella. La verdad es que ella no quería seguir sufriendo y tampoco quería que Dilandau sufriera el dolor que sentía al cambiar, el sentir que todo el cuerpo se derretía, que la sangre ardía como lava de volcán, la presión que se elevaba a las nubes, y el cerebro que parecía crecer dentro del cráneo y que eventualmente terminaría saliendo por todas las cavidades de la cabeza que pudiera encontrar. Aquella sensación febril de sentir la piel en llamas en un comienzo y de un momento a otro sentir un frío invernal que ponía la piel de gallina y congelaba los pies y las manos. Aquella sensación de estar flotando dentro de la mente y poco a poco desvanecerse hasta ser un ente desconocido dentro de un cuerpo ajeno. Y Arlet, ella podía acabar con todo eso, podía darle a Dilandau lo que necesitaba para estar bien o "estable" como solían decir los magos. Porque ella le entregó seguridad, compañía... amor. ¿Pero para qué? ¿Para qué querrían los magos que Dilandau sintiera amor por alguien?... ¿acaso no debía de ser todo lo contrario? Por más que intentaba buscar una respuesta, no la encontraba. Lo único que sabía ahora era que Dilandau había probado el sabor de la muerte y que le había gustado. Quizás ese era el propósito de todo eso. Por primera vez en su vida, Dilandau había matado a alguien y lo había disfrutado. Era simplemente perfecto. Jajuka le respondió sólo asintiendo con la cabeza.

-¿y para qué?- preguntó Celena. Realmente quería saberlo.

-sólo para ver cómo se enfrentaba ante la muerte- le respondió Jajuka -para ver cómo reaccionaba al matar a una persona... para ver cómo reaccionaba ante la muerte de alguien cercano- continuó explicando Jajuka. Él no conocía detalles del proyecto, pero a veces, si realmente se lo proponía, podía pasar desapercibido, incluso desaparecer ante los ojos de las demás personas. Y debido a esta habilidad, Jajuka se enteró de varios de los detalles del proyecto. Había escuchado alguna vez a Garufo y Foruma discutiendo sobre cómo debían finalizar el proyecto. En ese entonces, por primera vez en su vida había escuchado hablar a Garufo con tanta vehemencia sobre lo importante que era supervisar al "objeto", como se referían a Dilandau, cuando matara por primera vez. Foruma estaba en completo desacuerdo, ya que no estaba dispuesto a sacrificar a un soldado del Ejército sólo para ver cómo Dilandau lo mataba. A juzgar por la extraña desaparición de Foruma meses después, Jajuka supuso que el ganador de aquella discusión no fue precisamente Foruma.

-Bueno, puedo dar fe de que reaccionó bastante bien con la muerte de Marcos- comentó Celena en forma sarcástica. Pero aún no entendía el propósito de Arlet en todo esto. Podían haber usado a cualquier otro soldado del Escuadrón de Dilandau. (No, a Gatty no...) De pronto, lo entendió. O al menos eso pensaba. A la mente le vinieron los sentimientos que había experimentado Dilandau ante la muerte de Arlet. Dilandau había sentido mucha rabia e impotencia al ver que lo dejaba. Se sentía traicionado, traicionado por lo único que había querido en su vida y eso lo atormentó y lo llenó de pánico. Pero por sobre todo eso, Dilandau sentía mucha rabia con él mismo, por haber creído en ella, por haber sido tan tonto de haberse dejado llevar por sus sentimientos. Cuando Dilandau le dijo "te odio" no sólo le dijo eso, le dijo que la odiaba porque la amaba, le dijo que la odiaba porque lo abandonaba, porque ya no estaría con él, porque había hecho que necesitara estar con ella y ahora lo dejaba... porque lo había hecho llorar. En ese momento, Dilandau sentía tantas cosas que su mente se vio sobrepasada por todas ellas hasta perder el conocimiento. Y ahora estaba Celena ahí, tratando de ordenar todos los sentimientos de Dilandau en su cabeza, tratando de suponer lo que haría de ahora en adelante, de cómo se comportaría. Tratando de imaginar lo que pensaría de Arlet de ahora en adelante. Lo más probable era que Dilandau nunca más volvería a confiar o querer a alguien como lo había hecho con Arlet. ¿Acaso de eso se trataba todo? ¿De darle una lección a Dilandau? "Nunca confíes en nadie. Nunca te encariñes con nadie... desecha todos tus sentimientos porque no te sirven de nada y sólo te harán más débil" Dicen que la letra con sangre entra, pero nunca pensó que se podía tomar de forma tan literal. De todas formas, estaba por verse si Dilandau había sido un buen alumno y había aprendido su lección. Celena estaba segura de que sí.

-Celena... - Jajuka sacó a Celena de sus cavilaciones y le tomó los hombros.

-Necesito que me cuentes todo lo que pasó- Celena asintió y le contó todo a Jajuka, sin omitir ningún detalle, desde que Dilandau llegó a la celda hasta que perdió el conocimiento. Cuando terminó, Jajuka comenzó a recorrer toda la celda con el ceño fruncido, pensando en cómo arreglar todo ese desastre y dejar fuera de escena a Dilandau. Una vez que decidió más o menos lo que tenía que hacer, buscó por toda la celda algo que sirviera a sus propósitos. Miró por los rincones y debajo del camarote, pero no encontró nada. Luego miró la litera de la cama superior del camarote y al fin encontró algo que podía servirle. Uno de los largueros de madera de la litera estaba a punto de romperse y cuando Jajuka la tiró un poco, inmediatamente se quebró. Ahora sólo era un pedazo de madera con una peligrosa punta astillada en uno de sus extremos.

-¿aquí era donde tenían a Arlet afirmada?- le preguntó Jajuka a Celena.

-Sí, ese era el lugar- le respondió. Jajuka movió el cuerpo de uno de los soldados de Marcos y lo colocó boca abajo. Luego, levantó el palo de madera y calculando la fuerza de la chica, enterró el pedazo de madera en la espalda del soldado, justo en el lugar en que Dilandau le había enterrado la espada.

-¡¿qué estás haciendo, Jajuka?!- le preguntó Celena sorprendida.

-Sacando a Dilandau de la escena- le respondió Jajuka resignado. Se quedó un momento mirando el cuerpo del soldado con el pedazo de madera enterrado en su espalda. Siempre era él el que tenía que ensuciarse las manos. No era algo de lo que estuviera orgulloso, pero no tenía otra salida más que cumplir las órdenes que le daban. Después de todo, era un esclavo y los esclavos están para servir a sus dueños. Celena sintió escalofríos, pero sentía que debía hacerlo. Se acercó a Jajuka y trató de acomodar el cuerpo del otro soldado.

-¿qué haces, Celena?- le dijo Jajuka, deteniéndola.

-Quiero ayudarte- le respondió ella.

-No, no quiero que te ensucies las manos con sangre- le dijo severamente.

-De todas formas, mis manos ya están sucias- le respondió Celena.

-¡No digas eso! Tus manos no están sucias. Sólo las de Dilandau están sucias ¿entendiste?- era una especie de reprimenda paternal, fuerte, pero no agresiva. Sólo quería hacerla entender que todo eso no era su culpa. Le aseguraba las manos fuertemente, asegurándose de que entendiera el mensaje. Celena desvió la mirada y suspiró.

-Sólo quería ayudar-

-Lo sé- le respondió Jajuka y su mirada se suavizó. Celena se levantó de su lado y se apartó de la escena, dejando que Jajuka, su querido Jajuka se encargara de todo. Movió los cuerpos aquí y allá, cambió otras cosas hasta dejar todo en perfecto orden. Cuando terminó, revisó por última vez todos los pasos para cerciorarse de que no había ningún cabo suelto. El escenario ya está montado... que comience el espectáculo. Ahora venía lo más difícil. Se giró para quedar frente a Celena y suspiró profundo para tomar el siguiente paso, pero Celena se adelantó.

-Ya es hora ¿verdad?- le dijo tranquilamente mientras se acercaba a él. -ya es hora de que me lleves con los magos- Jajuka asintió con la cabeza y su rostro se nubló por completo. Celena se acercó más a él para abrazarlo.

-No te sientas culpable por esto, Jajuka. Nada de esto es tu culpa-

-aún así, me siento mal de no poder ayudarte- le dijo mientras la abrazaba.

-No digas eso, ya me has ayudado bastante- Celena se apartó un poco de él y le tomó las manos.

-No sé que hubiera hecho sin ti- su voz sonaba entrecortada, pero se negaba a llorar una vez más

-muchas gracias por todo, Jajuka. Me dio mucho gusto conocerte- le dijo Celena. Aquellas palabras eran de despedida. Sabía que después de eso, ella nunca más volvería a ser dueña de su propio cuerpo.

-Mi pequeña- le dijo Jajuka al tiempo que le acariciaba el cabello -no hables de esa forma... como si estuvieras... -

-...despidiéndome- Celena interrumpió a Jajuka. -Tu y yo sabemos que es así. Esta será la última vez que estemos juntos- le dijo resignada.

-Estoy seguro de que nos volveremos a encontrar- le respondió Jajuka. No lo decía sólo para consolarla, sino que de verdad sentía que algún día volvería a verla. No podía explicarlo, pero lo podía asegurar.

-siempre fuiste muy optimista- le dijo Celena y le sonrió. Era una sonrisa breve, pero cálida y confortadora. Era lo mejor que había visto en mucho tiempo. Los dos se tomaron de la mano y mirando una vez más aquella fría y oscura celda, salieron de ella y se perdieron en los intrínsecos y secretos pasadizos de la Fortaleza.

Cuando se despertó por tercera vez en el día, después de haber quedado inconsciente, Jeremías, el guardia que custodiaba la pequeña cárcel de la Fortaleza, vio que la reja que daba a las celdas estaba completamente abierta. A diferencia de la vez anterior, no se levantó rápidamente, sino que lo hizo lento y despacio, cuidando de que su cerebro no rebotara al interior de su cabeza. De inmediato le vino a la mente el momento en que había despertado por segunda vez (la primera vez según él, ya que cuando despertó por primera vez, sólo lo atribuyó a que se durmió durante su guardia). Entonces comenzó a hacer lo mismo que había hecho la vez anterior, repasó su rutina y una vez que recordó todo, supuso que la nueva pérdida del conocimiento se debía a alguna secuela del golpe que le había dado el Capitán Marcos. Ahora que estaba mejor, se decidió a investigar el asunto y con mucha cautela, sacó su espada y entró al interior del pasillo que daba a las celdas. Una a una fue observándolas, pero no había nada extraño en ellas. Pero cuando llegó a la última celda que estaba a la izquierda, su boca se abrió de par en par y dejó caer estrepitosamente su espada al suelo. ¡¡Oh, por Dios!! Lo que acababa de ver era un reguero de sangre y cadáveres. Caminó un par de pasos hacia adentro de la celda, pero un camino de sangre lo hizo detenerse inmediatamente. Venía de los dos cuerpos más cercanos a la entrada de la celda. Siguió con la mirada más allá de los dos cuerpos y vio otros dos más tirados cerca de la pared. Por unos momentos se mantuvo completamente paralizado, sin saber qué hacer. Jamás pensó que algo como eso podía pasar, sobre todo entre soldados del mismo ejército. Cuando pudo al fin moverse, salió corriendo lo más rápido que pudo de la celda a buscar a alguien.

Gatty fue el primero de los Dragonslayers en enterarse de la noticia. Había sido él el elegido, ya que el Capitán del Escuadrón no se encontraba presente, y el perito que estaba investigando el asunto no tenía el más mínimo interés en esperarlo. De todas formas, como le había informado Gatty, Dilandau estaba en una importante reunión con el General Adelphos... o al menos eso era lo que Gatty pensaba. Gatty sintió que un balde de agua fría le había caído encima. No podía ser posible. Dios mío... cuando Dilandau sama lo sepa... El perito le pidió que reuniera a todo el Escuadrón, ya que necesitaba hacer algunas preguntas. Gatty obedeció sólo por inercia, su mente ya no estaba en aquel gran Salón en donde minutos antes había estado entrenado con sus compañeros. En ese momento estaba en la celda, conversando con Arlet por entre sus barrotes junto a Miguel y Guimel, dando subrepticias miradas al cuerpo de Arlet. Sólo hace algunas horas estuvimos conversando con ella... pensaba mientras se paseaba por entre sus compañeros que aún estaban entrenando, diciéndoles que necesitaba comunicarles algo de suma importancia. Cuando se acercó a Miguel, este le preguntó preocupado.

-Pasó algo ¿verdad?- había visto cuando el perito entró al salón y habló con Gatty, pero lo más importante, había visto cómo el rostro de Gatty cambiaba por completo.

-Ve a reunirte con los otros- fue lo único que respondió Gatty y siguió llamando a sus compañeros uno por uno. Cuando todos estuvieron reunidos en posición firme, Gatty se colocó frente a ellos y les pidió que se sentaran en el suelo. Quería que sus compañeros estuvieran lo más cómodos posibles al momento de recibir la noticia y aunque sintió que el investigador le dio una pequeña mirada de desaprobación, no le dio importancia. No estaba de humor para formalidades. Sus compañeros recibieron la orden con extrañeza y poco a poco y con recelo se fueron sentando en el suelo. Gatty tuvo que pedirles de nuevo que se sentaran, que no importaba nada. Una vez que estuvieron todos sentados, comenzó a hablar.

-Bueno, les he pedido a todos que se sentaran porque tengo que comunicarles algo muy importante- su voz sonaba algo entrecortada y carraspeó un poco para aclararse la garganta - Este señor- continuó -es el Señor Serge Valentino, investigador de la Brigada contra el Crimen del Ejército- Serge hizo una pequeña venia al escuchar su nombre.

-El Señor acaba de informarme que esta tarde, Arlet fue encontrada muerta en su celda- las palabras de Gatty surtieron efecto de inmediato y olvidándose de todas las formalidades comenzaron a hablar todos al mismo tiempo. "!no puede ser!" "¿pero cómo es posible?" eran las preguntas que podían escucharse de los soldados.

-Chicos... chicos por favor... - Gatty trataba de mantener el orden, pero nadie le obedecía. Podía ver cómo algunos seguían comentando entre ellos y otros que simplemente no decían nada. Uno de aquellos chicos era Guimel, quien tenía los brazos apoyados en sus rodillas y escondía la cabeza entre ellos. Miguel estaba detrás de él, con su mano en el hombro de Guimel.

-CHICOS, POR FAVOR SILENCIO- Gatty tuvo que alzar la voz para que todos le hicieran caso.

-Sé que es difícil enterarse de esto, pero el Sr. Serge no sólo vino a comunicarnos esta lamentable noticia, sino que también viene a hacernos algunas preguntas-

-¿Pero qué fue lo que pasó con ella?- preguntó Dalet.

-Si, queremos saber qué pasó- vociferó Biore.

-Estoy seguro de que el Sr. Serge responderá a todas sus preguntas, pero primero déjenlo hablar- repuso Gatty. Mientras los chicos seguían pidiendo explicaciones, Serge se acercó a Gatty.

-¿Los soldados ya estaban al tanto de la situación del soldado Nathan?- preguntó.

-Así es. Supimos todo antes de que se la llevaran- respondió Gatty. El investigador dio otra mirada de desaprobación y de inmediato comenzó a hablarle a los soldados.

-Silencio por favor- dijo con un tono de voz claro y fuerte. Al escucharlo, todos guardaron silencio.

-Como ya les comunicó su compañero, la soldado Nathan Alaher fue encontrada muerta en la celda en donde permanecía detenida, junto con los cuerpos del Capitán del Escuadrón Serpiente y dos de sus soldados- hubo otro momento de conmoción en la sala, pero Serge no dio tiempo para que el murmullo continuara.

-Ahora, como podrán darse cuenta, las circunstancias en que murieron estos soldados son bastante sospechosas, así que espero que todos ustedes cooperen con la investigación y respondan con la verdad las preguntas que les haré- Serge recorrió a todos con su mirada severa y rígida, como queriendo penetrar en cada una de las mentes de aquellos soldados. Nadie se atrevió a decir nada.

-Conozco muy bien la rivalidad que existe entre los dos Escuadrones, así que "espero" que sus respuestas sean lo más objetivas posible- agregó. Entre los Dragonslayers se escucharon unos leves sonidos de molestia y a regañadientes dieron "Sí, Señor"

-Bien. Por lo que veo, ya todos sabían sobre la suplantación de identidad del soldado Nathan- todos asintieron de mala gana.

-¿Hubo algún indicio de que la soldado Arlet estaba haciéndose pasar por hombre?- por un tenso momento, los soldados se dirigieron furtivas miradas y la mayoría de estas miradas iban dirigidas hacia Miguel. Él había sido el primero de ellos en enterarse de la verdad, pero si decía algo sobre cómo se había enterado (y lo que era peor, hace cuanto tiempo se había enterado) no sólo él se ponía al descubierto, sino que también a Dilandau. Afortunadamente, sus compañeros también se dieron cuenta de esto y no dijeron absolutamente nada.

-Vamos chicos, no tengo todo el tiempo del mundo- dijo impaciente. Su experiencia le decía que algo estaban ocultando, pero si ellos no decían nada, él tampoco podía hacer mucho.

-No. Nunca sospechamos nada- respondió Chesta. Miguel se sintió aliviado.

-¿Y cómo se enteraron de que Nathan era una mujer?- preguntó Serge inmediatamente. Parecía que otro silencio incómodo se iba a producir entre los chicos, pero Gatty habló antes de que esto ocurriera.

-Cuando vinieron a detenerla... - se apresuró a decir - Como Dilandau sama aún no llegaba, él se encontró con los soldados que la tomaron detenida y le comunicaron la noticia- lo que estaba haciendo era bastante arriesgado, ya que le estaba mintiendo a un superior, pero en ese momento no se le ocurrió otra cosa. Sólo esperaba que él pudiera hablar con Dilandau antes que el Investigador, de otra forma, tanto él como Dilandau serían descubiertos. -Una vez que llegó al Salón, nos comunicó lo que estaba pasando-

-Ya veo... - murmuró Serge mientras tomaba notas en una pequeña libreta que había sacado cuando comenzó a hacer preguntas -Y cuéntenme una cosa- siguió hablando mientras se paseaba por entre los soldados que seguía sentados en el suelo -¿cómo reaccionaron ustedes?- les preguntó mirándolos a todos nuevamente, esperando que otra persona contestara su pregunta. Sin embargo, Gatty, quien era el único que permanecía de pie, decidió tomar las riendas del asunto y respondió.

-Nos quedamos muy sorprendidos con la noticia-

-¿sólo se sorprendieron?- preguntó Serge con suspicacia.

-No tuvimos tiempo para digerir la noticia- se defendió Gatty -En ese momento, llegaron los soldados a llevársela detenida.

-¿Y qué pasó con su Capitán? ¿Cómo tomó la noticia?-

-Bueno, nuestro Capitán, Dilandau sama... - ésta pregunta tenía que pensarla bien antes de responder, así que habló pausadamente - ...se rehusó a que se la llevaran- en este punto, no podía darse el lujo de mentir, ya que si interrogaban a los soldados que se llevaron a Arlet detenida, sus versiones de los hechos serían desiguales y eso crearía sospechas.

-¿Sé rehusó? ¿Y por qué?- dijo con un leve tono de sorpresa.

-No lo sé... supongo que para que le explicara por qué había mentido- respondió Gatty. Con cada pregunta que hacía el investigador, más nervioso se ponía, pero no podía perder ni la calma ni el control de la situación. Sólo esperaba estar haciéndolo bien. Serge hizo unas últimas anotaciones antes de dar vuelta la página y en su rostro se podía ver un pequeño dejo de insatisfacción, sólo esperaba que pudiera sacar más cosas con respecto al segundo tema a tratar, el más importante de todos.

-Está bien, sólo me restan otras preguntas con respecto a otro tema- dijo carraspeando un poco y alistándose para anotar.

-Ya es de mi conocimiento la rivalidad que existe entre el Escuadrón Serpiente y los Dragonslayers. Los roces entre ustedes ¿son muy a menudo?-

-Bueno, no tenemos muchas oportunidades de toparnos con ellos- Chesta comenzó a hablar, para así darle un descanso a Gatty. Aunque era imperceptible para los demás, podía darse cuenta de lo tenso que estaba. Cosas de familia.

-así que los roces entre nosotros y ellos sólo quedan en agresiones verbales- terminó de comentar. La mano de Biore se levantó y Serge le dio permiso para que hablara.

-De todas formas, los que más pelean son el Capitán Marcos y Dilandau sama- Miguel, quien estaba al lado de Biore, le dio un disimulado codazo. Sus compañeros a su alrededor se dieron vuelta para mirarlo feo.

-¿Así que Marcos y Dilandau discutían mucho?- preguntó Serge interesado en el comentario del chico. Biore se sintió intimidado por sus compañeros, pero más por Serge, quien lo miraba fijamente a los ojos.

-Bueno... más o menos... - continuó hablando Biore mientras que escuchaba resoplidos por parte de sus compañeros. Bajó la mirada y prosiguió - ...antes de que saliéramos de vacaciones, el Capitán Marcos y Dilandau sama tuvieron una pelea y fueron castigados por tres día- levantó levemente la cabeza y pudo ver cómo el investigador escribía con mucho interés en su libreta.

-entonces se podría decir que la rivalidad que existe entre ustedes se debe a la rivalidad que hay entres sus respectivos capitanes- comentó Serge. No estaba preguntando nada, sólo estaba comentando una suposición que parecía bastante acertada, pero quería ver cómo reaccionaban los soldados ante tal afirmación. Tal como él lo esperaba, todos se sintieron molestos con aquella afirmación. Pero nadie la desmintió de frente.

-Entonces, las discusiones y pleitos sólo eran entre Marcos y Dilandau ¿verdad?- preguntó de forma más directa.

-Sí, Señor- respondió Gatty a regañadientes. Serge anotó otras cosas más en su libreta. Luego las leyó todas y se quedó pensando por un momento.

-¿Y alguna vez alguno de ustedes tuvo algún problema con el Capitán Marcos?- todos se miraron algo desconcertados con la pregunta y por respuesta sólo se oyó un "no" generalizado.

-¿Nadie?- volvió a preguntar Serge y esta vez todos los Dragonslayers respondieron a coro "no" Serge guardó otro minuto de silencio.

-¿Ni siquiera Nathan? ¿Nadie sabe si Nathan tuvo algún problema con Marcos?- interrumpió el silencio. Aunque todos los soldados iban a responder nuevamente "no" un recuerdo llegó a la mente de Miguel repentina y estrepitosamente como un relámpago. Con desesperación levantó la mano. Serge le dio la palabra.

-Sí, tuvieron un problema- dijo Miguel y todos sus compañeros se dieron vuelta a mirarlo.

-Fue en el período de vacaciones. Nathan fue la única persona de los Dragonslayers que no tomó vacaciones porque quería que Dilandau sama lo ayudara con el manejo de la espada. Un día se encontraban los dos entrenando cuando llegó el Capitán Marcos. Él y Dilandau tuvieron una discusión sobre quién debía ocupar el gimnasio y para resolverlo, Dilandau hizo que Nathan se batiera a duelo con el Capitán Marcos. El resultado de aquel duelo dio como ganador a Nathan.

-¿cuál es su nombre, soldado?- pregunto Serge con interés

-Miguel... Miguel Labariel, Señor- le respondió Miguel.

-Dígame Sr. Labariel ¿Usted cómo sabe sobre eso?- le preguntó con recelo. No es que dudara de la versión del chico, pero no le servía de nada si sólo se trataba de algo que Arlet le había contado.

-Bueno... ella misma me lo contó- le respondió Miguel. Recordaba muy bien el día en que Arlet le contó sobre su logro a Miguel, fue un par de días después de que todos regresaran de vacaciones. Le había preguntado cómo le había ido en su entrenamiento con Dilandau, sólo para ver lo que le respondía, y Arlet se apresuró a contarle todo lo que había entrenado, sobre todo que había sido capaz de ganarle a Marcos.

-¿Y a Usted le consta?- le preguntó. Fue más un impulso que una pregunta seria, pero veía venir una situación así. Primero que nada, no creía que un soldado pudiera ser capaz de ganarle a un Capitán, y segundo, si lo que el chico decía resultaba ser verdad, no bastaba sólo su palabra. Necesitaba una prueba concreta. Miguel por su lado, se quedó callado un momento, por un instante pensó que aquello podía servir de mucho, pero a juzgar por el tono de voz del investigador, su palabra no era suficiente. Estuvo a punto de sentirse desilusionado cuando otro recuerdo retumbó en su mente.

-Ella le cortó la mano- respondió rompiendo el silencio.

-¿perdón?- le preguntó Serge.

-Cuando lo desarmó... ella me dijo que cuando lo desarmó, le cortó la mano y que se fue sangrando. Quizás aún tenga la cicatriz- Serge quedó mirando a Miguel con un renovado interés y luego se abocó a la tarea de seguir anotando en su libreta. Esta vez sus ojos centelleaban. Estaba seguro que había encontrado algo importante, algo de peso. Volvió a leer todas sus notas una vez más y se quedó pensando un momento. Esta vez ya no tenía más preguntas. Todo estaba muy claro.

Al mismo tiempo que Serge estaba interrogando a los Dragonslayers, se realizaba la búsqueda de dos soldados del área administrativa de la Fortaleza. Aquel día, el trabajo de Damián y Frank sólo consistía en entregar una par de memos y papeles importantes y su regreso a las oficinas estaba programada a las una de la tarde. Sin embargo, ninguno de los dos apareció a la hora que les correspondía. Cuando pasaron cuatro horas, mandaron a otro par de soldados a buscar a los soldados perdidos. Pasaron una hora recorriendo gran parte del Vione, concentrándose sobre todo en el itinerario que los soldados perdidos deberían haber seguido. Cuando decidieron que ya no daban más, los dos soldados se dirigieron al baño más cercano a refrescarse un poco. Aunque ya era tarde, todavía hacía mucho calor. Mientras Marcel se mojaba el cabello en los lavamanos, Tomas se acercó al urinario. Estuvo mucho rato orinando, ya que aquel día había tomado agua como loco y mientras lo hacía, comenzó a observar lo antiguo de los escusados y urinarios. Que reliquia de baño... pensó giraba su vista hacia su derecha. Con razón no le extrañaba que estuviera tan abandonado. Siguió mirando hacia la derecha, siguiendo el flujo del agua hasta que su vista se quedó fija en un punto en donde el agua se teñía de rojo. Siguió mirando el pequeño hilo de agua roja y se dio cuenta de que provenía de la última casilla, al fondo del baño. Se abrochó los pantalones y caminó despacio hacia la casilla, observando cómo el pequeño hilo de agua roja se iba ensanchando. Una vez que estuvo frente a la casilla, abrió la puerta con cuidado. Trató de llamar a su compañero, pero no le salían las palabras. Afortunadamente, Marcel se acercó a Tomas para ver qué estaba haciendo. Cuando miró al interior de la casilla, perdió la capacidad de hablar por unos cuantos segundos y cuando al fin pudo hablar, le dijo a su compañero.

-No toques nada-

En el informe forense se declaró lo siguiente: "El soldado Nathan Alaher, quien se encontraba cumpliendo el tercer día de detención acusada de Traición a la Patria por suplantación de identidad, escuchó voces que provenían del exterior. Probablemente pudo ver a sus agresores y antes de que estos entraran en la celda, comenzó a buscar algo que la ayudara a defenderse. Una vez que encontró un pedazo de madera proveniente de la litera superior del camarote de la celda, se dispuso a esperar a sus agresores a escondidas. Los tres sujetos identificados como el Capitán del Escuadrón Serpiente, Marcos Eiden, y sus soldados Henry Lancaster y Daniel Reden, entraron a la celda en busca de la soldado Nathan, cuyo nombre verdadero era Arlet. Una vez que estuvieron adentro de la celda, se cree que la soldado Arlet atacó por la espalda al soldado Henry Lancaster con el madero que había sacado de la litera, ya que el cuerpo fue encontrado con el palo de madera en su espalda y en las manos de la soldado Arlet fueron encontradas pequeñas astillas de maderas, las que correspondían al madero. Aprovechando el desconcierto de los otros soldados, la soldado Arlet le quitó la espada al soldado Henry y de inmediato enterró la espada en la espalda del soldado Daniel, en cuyo cuerpo fue encontrada evidencia de haber sido atacado por dicha espada. Debido a las graves heridas provocadas por el palo y la espada respectivamente, los soldados cayeron inconscientes al suelo. Una vez que la soldado Arlet y el soldado Marcos quedaron solos, comenzaron a luchar entre ellos. Esto explicaría las heridas que presentaban la soldado Arlet y el Capitán Marcos en sus cuerpos y rostros respectivamente. Mientras que el cuerpo de la soldado presentaba contusiones tanto en el rostro como en el estómago, el cuerpo del Capitán Marcos también presentaba hematomas en el rostro. Se cree la soldado Arlet después de enterrar su espada en el hombro y luego en el estómago del soldado Marcos, éste sacó su daga y apuñaló con ella a la soldado Arlet en el estómago. Probablemente, la soldado Arlet; como último acto, ocupó sus últimas fuerzas en enterrar por última vez la espada en pleno corazón del soldado Marcos, ya que el cuerpo del soldado fue encontrado con la espada que ella usó enterrada en su corazón. Una vez que asesinó al Capitán del Escuadrón Serpiente, se presume que cayó inconsciente y murió debido a una hemorragia provocada por el ataque del soldado Marcos. En el lugar de los hechos y cerca del cuerpo de la soldado Arlet, se pudo encontrar tanto la daga usada por el soldado Marcos, como la espada que la soldado arrebató al soldado Henry."

Tanto las declaraciones de los Dragonslayers como las del guardia de la cárcel de la Fortaleza sustentaron la tesis de que el Capitán del Escuadrón Serpiente, Marcos Eiden había ido en busca de la soldado Arlet para saldar viejas rencillas con ella. Una vez que los cuerpos estuvieron en la morgue, se pudo constatar lo declarado por el soldado Miguel Labariel. En su mano derecha, el Capitán Marcos tenía una cicatriz hecha presumiblemente por una espada. Además, según las declaraciones del guardia, el Capitán Marcos estaba en un evidente estado de locura y agresividad, resaltando el hecho de que no alcanzó a decir absolutamente nada cuando sin ninguna razón, el Capitán Marcos lo noqueó. Y una vez que despertó, se dirigió a la celda en donde estaba el soldado, pero ya era demasiado tarde para hacer algo. Todos estaban muertos. Cuando se le preguntó al guardia si había visto a otra persona en la cárcel, éste dijo que no había visto a nadie más. En cuanto a la pregunta de cómo el Capitán Marcos se enteró de que la soldado Arlet fue detenida, la búsqueda que se efectuaba de dos soldados perdidos en forma paralela dio la respuesta. Los dos soldados perdidos, Damián Lessar y Frank Clovers fueron encontrados muertos en unos baños cercanos a la cárcel de la Fortaleza. Los soldados, cuyos cuerpos mostraban evidencia de ser golpeados en los rostros, murieron debido a profundos cortes en sus gargantas. Además, el soldado Frank presentaba cortes en el pecho y estómago. Una vez que asesinaron a los soldados, se deshicieron de los cuerpos metiéndolos en la última casilla del baño y limpiando todo rastro de sangre. Sin embargo, un par de botones del uniforme de los soldados del Escuadrón Serpiente fueron encontrados junto a los cuerpos. Se cree que al momento de mover los cuerpos, estos botones quedaron enganchados en las vestimentas de los soldados asesinados.

Todo fue perfecto. Todo marchó a la perfección. La última pieza del rompecabezas fue puesta en su lugar y ahora se podía apreciar la gran obra de arte de Jajuka. Tendría que haberse sentido orgulloso de su obra maestra, pero no era así. Había logrado involucrar a Marcos en el asesinato de tres personas y había dejado a Dilandau fuera de juego. Pero él no pudo concretar su gran obra sin el auspicio y cortesía de los Madoushi y sus extraños procedimientos. Todo fue gracias a ellos.

El Minuto Cultural de Hotaru

Hola a todos, este es el penúltimo cap de este maravilloso fanfic (modestia aparte). No se preocupen por el otro capítulo que estará luego. Por ahora sòlo debo aclarar que el nombre de Marcos, que era "Marcos Zarovich" fue cambiado a "Marcos Eiden" ya que me di cuenta que los generales de Zaibach también tienen nombre.

Y como siempre agradeciendo a todas las personas que me escribieron y me dieron su parecer sobre este fic.