Título: Beso para la Princesa
Autora: Sanasa

Parejas: Hinageshi/Ayame

Warnings: Err... pues yuri:P.

Disclaimer Yu Yu Hakusho y Nosferatu no me pertenecen.

Notas: A ver, sí, esto es un fanfic de un fic n.n. He cogido la situación que Dark había hecho en Nosferatu y a partir de ahí he hecho lo que he querido con los personajes, aprovechándolo para hacer un fic :P. Pero lo que pasa en este fic no es verdad en realidad, quiero decir que esto no afecta para nada al fic Nosferatu en si, ni siquiera ocurre. Es un fanfiction mío que me vino a la cabeza al ver el fic de Dark n.n. Vaya, que si alguien quiere saltarse esto porque no le interesa el yuri no se va a perder nada xD.Y una última cosa y muy importante: para hacer este fic le he pedido todo el permiso del mundo a Dark, ya que Nosferatuy las situaciones que en éste se plantean son suyas y no mías. Es decir, que siempre hay que pedir permiso cuando se hacen cosas de estas :P. Siempre n.n.

Y ahora el fic! :D

Beso para la Princesa

Una Guía Espiritual del Reikai no había tenido muchas oportunidades de ver películas. O tampoco de leer cuentos durante su infancia. En ellos hablaban de princesas encarceladas en altas torres y de cómo después de heroicas aventuras conseguían escapar de la mano de un enamorado príncipe. Y nadie miraba o leía ese tipo de historias con el propósito de aprender cómo comportarse en esas situaciones, pero igualmente el concepto se quedaba grabado en la mente de forma inconsciente.

Por eso tal vez Hinageshi debería haber mirado más películas, o leído más cuentos, que le hubieran contado cómo actuar en su situación.

Altos, delgados y mugrientos barrotes se alzaban con una elegancia repugnante ante ella, convirtiendo su espacio para respirar en una increíblemente pequeña habitación. Y en medio de todo aquello era difícil respirar.

Hinageshi levantó la mirada hacia la nada de las paredes.

Le parecía recordar de comentarios cazados al azar, que aquellas princesas encerradas en altas torres tenían una ilusión. La de que un príncipe viniera a rescatarlas. Y respiraban en esa ilusión, y tal vez por eso no se ahogaban tanto ahí en medio como ella. O sea que se mantenían vivas ahí gracias a una ilusión, una razón.

Pero la ilusión de que el príncipe la rescatara no era posible para Hinageshi. Porque había sido el príncipe el que la había encerrado. Literalmente.

Recordaba las palabras que Ayame había utilizado para justificar lo que Koenma le estaba haciendo.

"Por eso Koenma me ha enviado a que te encierre, no por la desconfianza, sino por el hecho de que digas algo que no tendrías que decir, ya sea involuntariamente o no."

¿Involuntariamente? Oh si, realmente era un problema que en el Makai hubiera métodos para hacer hablar a la gente involuntariamente. Le gustaba pensar que si esos hechizos no hubieran existido, Koenma habría confiado lo suficientemente en ella como para dejarla en libertad. Eso era algo. Aunque tampoco una razón o ilusión muy poderosa.

¿Lealtad hacia Koenma?

Ahí entre sombras tenía tiempo para recordar todo lo que quisiera, invocando todos los detalles, ya que realmente... sólo podías sumergirte en la oscuridad del corazón, sólo eso. Y al recordar se daba cuenta de que su lealtad hacia Koenma no era una causa ni una ilusión muy poderosa. Lo eran más otras cosas. Otras personas.

···

"¿Cómo veo yo a Koenma? ¿Por qué preguntas eso Hinageshi?"

"Es que tengo curiosidad, Ayame. ¡Quiero ver si nuestras versiones coinciden aunque sea un poco!"

Un ceño fruncido de Ayame. Luego una sonrisa fría. Y palabras en sus labios desplazándose por el aire.

"Alguien un poco materialista pero buena persona al fin y al cabo. Y hay que guardarle respeto" Hinageshi notó como las últimas palabras salieron atropelladamente, como si quisiera remarcar que aquello era lo más importante de su descripción. "¿Y tú?"

"Pues... mmm... algo muy parecido. ¿Qué hay de Botan?"

"¿Qué hay de este interés tuyo?"

Risas suaves.

"Ya te lo he dicho. Sólo curiosidad. ¡Tampoco tenemos nada mejor que hacer! Ya no hay más trabajo que hacer."

Ayame pensó unos segundos, y un suspiró cayó de entre sus labios para después ser seguido de más palabras acompañadas de una sonrisa torcida, sin ningún tipo de humor.

"Botan... a veces demasiado enérgica e impulsiva, pero eficiente y una gran amiga. ¿Y tú?"

"Lo mismo que tú... pero yo añado que es muy divertida."

"También lo es. Y a veces cuando no es necesario."

Y eso encendió otra pregunta en la mente de Hinageshi, se acordaba de eso. ¿Lo necesario y lo innecesario? ¿Lo correcto y lo incorrecto? ¿Qué pasaba con el deber en la mente de Ayame?

"¿Y qué piensas de las responsabilidades y el deber?"

Ayame levantó la vista una vez más, mirada fría y penetrante que extrañamente conseguía hacerla sentir tan cálida y fuerte. Más poderosa bajo esa mirada.

"Es por lo que se mueve la vida. Lo primero en ella son las responsabilidades, y estarse en el lugar que le toca a cada uno. Es lo prioritario, seguir el deber."

"¡Eso es un sentido muy estricto del deber!"

"Nuestra vida es un deber, Hinageshi."

Y esas palabras habrían sido las más tristes que Hinageshi había oído en su vida, si no hubiera sido porque después de ellas, Ayame le sonrió. Y fue una sonrisa genuina, pura, sincera y feliz. Y eso eclipsó cualquier otra cosa.

···

Sí, las princesas también debían tener recuerdos como aquel.

Recuerdos de amor.

Porque realmente si en un pensamiento estaba Ayame, no podía mantener en la oscuridad la palabra amor. Porque Ayame era el amor, Ayame era esa esencia en las flores que en realidad no existía, era esa calidez que había sido apagada por el frío del deber, Ayame era el amor, Ayame era su amor.

Pero el deber se lo había robado. Porque recuerdos más recientes acudieron a su mente.

···

Ayame la miraba con esos ojos más vacíos que nunca a través de los barrotes. Era imposible como su rostro seguía pareciendo un cuadro pintado por accidente demasiado bello, de una belleza que hasta se hacía dolorosa e imposible de soportar. Incluso a través de los barrotes.

Tenía frío. Quería abrazarla.

"¿Por qué no me sacas de aquí?"

"No puedo. Tú no sabes lo que podría llegar a pasar."

La severidad en su voz era lo que más dolía de todo.

"Prometo que no diré nada, pero no puedo estar más tiempo aquí."

"Eso no depende de ti."

"¡Pero sí de ti!"

"Y por eso, porque me toca a mí hacer las cosas, se va a hacer lo que es correcto, lo que hay que hacer. El deber."

Hinageshi mordió su labio inferior, y sintió una ráfaga de ira a través de su alma y su cuerpo.

Ayame insistió, siguió hablando.

"Lo primero es el deber. No hay que desobedecerlo."

Y un arranque de furia controlando los labios de Hinageshi.

"Amarme no es un deber."

Y entonces, en medio de la oscuridad de la prisión y sus corazones, Ayame sonrió de nuevo con dulzura.

···

Una razón. Se necesitaba una razón para estar ahí. Se necesitaba una razón, o que el príncipe viniera a salvarte.

Y el príncipe literal no mostraba indicios de ir a hacerlo, pero su príncipe, su amor, tampoco parecía interesado –interesada- en ello. Y eso dolía más que sus rodillas presionadas contra el duro suelo.

Una razón. Una salvación.

Y tal vez la tenía.

Porque cuando le habían dicho que la iban a encerrar, sólo histeria se había apoderado de ella primero, y ante Koenma había resultado incómodo, pero ante Ayame había resultado torturador. Torturador ante la apatía de la chica. Porque podía desviar la mirada y cruzar los brazos y mirarla con severidad en ocasiones, pero Hinageshi sabía que la amaba.

Porque en aquel cuento las dos princesas necesitaban su amor.

Y Ayame había cerrado los ojos con firmeza y le había dicho que se controlara, que era lo que había que hacer. Y ella había gritado y había tratado de desatarse de su destino, pero cuando puso el primer pie en la entrada de la prisión todo de hizo real e imposible de ser evadido.

Y no recordaba haber llorado. De verdad, no había llorado.

Pero cuando Ayame cogió de repente sus hombros con las manos e inclinó su cabeza, un movimiento suave e imperceptible, y acarició sus labios con los suyos en una suavidad casi imposible de creer, todos sus sentidos atentos en ese beso, sintió lágrimas calientes a través de sus mejillas. Y no eran suyas. Y aquello fue lo mejor.

Porque sus propias manos temblorosas se alzaron hacia la cintura de la chica y se enredaron en ella en un abrazo de desesperación, y sus labios seguían unidos en un tacto tan placentero, tan suave, tan encantado. Y lo que le daba esas características era que eran los labios de Ayame. Y no importaría si el mundo se moría a su alrededor porque en esos segundos que duró el contacto, el alrededor había dejado de existir.

Y por eso había sido doloroso apartarse. Y no la había sorprendido que a través de las lágrimas en sus mejillas, Ayame siguiera teniendo la mirada fría. La reconfortó de algún modo, porque significaba que todo estaba bien.

Y ahora, sentada en el suelo frío, entendió algo acerca de esos cuentos que no conocía.

Lo que las princesas necesitaban para sobrevivir en un lugar así era alguna razón para vivir y tener ilusión, o que su príncipe –princesa en su caso- las salvara, ¿no?

Ella no estaba viviendo uno de esos cuentos. Por lo tanto podía moldearlos, y acababa de hacerlo.

Porque ella no necesitaba una razón de ilusión o una salvación. Porque su ilusión era su salvación.

Porque sabía que cuando saldría de ahí, la recibirían los brazos de una más que amiga.

Realmente ya estaba salvada. Realmente su propia princesa, la otra princesa en ese cuento inventado... ella ya la había salvado.

Porque Ayame le había dado una razón para mirar adelante, una salvación, cuando la había besado.

-fin-

···

Notas de Dark Raxiel: Yeps, ¡aquí esta el regalo! Miss Fluffy (Sanasa) decidió hacer este fic y encima después llegamos al acuerdo de publicarlo aquí. La verdad es que me sentí orgullosa y feliz de que ella se hubiera parado a escribir sobre mi fic y encima de que su primer yuri publicado fuera este, así que mil gracias Miss Fluffy!

Ja Ne!