Cuando el nació, su padre no quiso reconocerlo, él no era como los demás zorros en su familia. Tenía siete hermanos y tres hermanas, todos iguales en especie, más no en color. Él era el único que exhibía una brillante cabellera plateada, el único que tenía los ojos color ambarino dorado.
Él era el cachorro más débil de la camada, sus hermanos lo golpeaban por diversión, su madre lo sabía, pero no hacía nada por su cachorro plateado por que el padre de los once le podía golpear.
Siempre era el último en comer, el último en beber agua, el último que dormía al anochecer. Se quedaba despierto hasta la madrugada, no podía conciliar el sueño. En su cabecita flotaban sus tristes pensamientos como ligeras pompas de jabón.
Kura-chan, como lo llamaba su madre era un cachorro tierno y travieso pero también muy listo, aunque su padre no lo valorara. Akuma, su padre, tenía más en cuenta la fortaleza de Motoki, su hijo mayor. Eso a Kura-chan le molestaba, lo llenaba de tristeza y cuando nadie lo veía, solía adentrarse en lo más profundo de un bosque para llorar en silencio.
Akuma veía a Kurama como un estorbo, su más grande diversión era hacer sufrir a su cachorro insultándolo y jalándolo de las orejas, burlándose de su brillante cabellera plateada. Él era un bandolero, se dedicaba a matar y a robar y por supuesto, quería que sus hijos siguieran sus pasos, Kura-chan no era muy fuerte. "Toda una vergüenza", decía Akuma cuando veía a su hijo jugar con las plantas.
El cachorrito plateado estaba en el bosque, distraído y mirando al cielo sentado en el suelo con una vara en la manos cuando Motoki y Shizumaru, sus dos hermanos, se acercaron a el como siempre lo hacían para molestarle.
¡Hey, cabezón, Voltea!- le gritó Shizumaru
Kurama no hizo caso, solo los miró con frialdad, lo que hizo enfadar a Motoki
Shizumaru te está hablando, contéstale Kurama- dijo acercándose a su hermanito.
¿Qué quieren?, estoy ocupado- dijo el pequeño, cavaba un hoyo en la tierra
¿Qué diablos haces?- le preguntaron los mayores.
Enterrar el sake de Akuma-
¿Eres imbécil? Sabes que se pondrá como loco- exclamó Motoki frunciendo el seño y mirando al pequeño cavar el hoyo.
Si, por eso lo hago, para que Akuma enloquezca y se muera, y así poder enterrarlo con su sake para que le haga compañía. – Kurama clavó la ramita con que escarbaba en el montoncito de tierra junto al hoyo recién cavado.
Los hermanos mayores veían al cachorro lleno de tierra, luego se miraron mutuamente y sonrieron con complicidad.
-Kura... ¿Y si... por casualidad Akuma se enterara de quien escondió su sake?
El cachorro los miró y movió una de sus orejas. Motoki movió la cola mientras sonreía burlonamente.
Si le dicen una sola palabra...- Dijo el pequeño en tono amenazador.
Cállate enano, además, no puedes hacer nada...- Shizumaru cogió a su pequeño hermano de la cola y lo sacudió en el aire.
¡Ite ite ite!- gritaba Kura-chan mientras pataleaba con todas sus fuerzas y unas pequeñas lagrimas rodaban por sus mejillas.
Tú bien sabes que nada cambiaría si murieras, Kura-chan –
Shizumaru y Motoki empezaron a caminar, Kurama solo podía ver el suelo derramando sus lágrimas a cada paso que sus hermanos. Al final llegaron al borde de un acantilado y Shizumaru estiró su brazo haciendo que el pequeño kitsune se balanceara en el aire.
El cachorro sintió como si el gélido viento le cortase la cara como cuchillo de obsidiana. No pudo evitar mirar hacia abajo, parecía no tener fondo y cualquier ser vivo que cayera de semejante altura moriría al instante, las afiladas rocas le romperían los huesos. Shizumaru estaba dispuesto a dejarlo caer, Motoki trató de detenerlo, pero al parecer Shizumaru no entendía razones, era demasiado terco, el cachorro plateado se escurrió de las manos de Shizumaru e inevitablemente cayó al barranco.
-¡Cabeza plateada!- Gritó Motoki viendo caer a su pequeño hermano, se agachó en vano para cogerlo – ¡Dejaste caer a Kurama!, no creí que fueras capaz, se supone que solo lo molestaríamos, no lo ibamos a matar.
- ¡Koh!, los débiles deben morir, esa es la ley que prevalece. Además, dudo que nos castiguen... - Shizumaru se dio la vuelta tranquilamente y se marchó moviendo la cola con movimientos suaves de vaivén.
Motoki se quedó viendo el fondo de la quebrada, trataba de divisar a la bolita de pelo plateado que era Kurama, pero lo único que vio fueron rocas afiladas y arbustos y árboles.
El pequeño kitsune despertó, aturdido y desorientado, miró a su alrededor, ninguna planta o roca se le hacían familiares. Cuando vio hacia arriba pudo apreciar la quebrada... ¡No estaba muerto! Algo había pasado. Estaba sentado sobre una cosa resbalosa y grande... una gran hoja de una planta.
Cachorro... ¿Qué haces aquí en mis territorios?- Le preguntó un apuesto Youkai de piel pálida, cabello oscuro y ojos grises y fríos.
El pequeño Kurama aplanó sus orejas a los lados de su cabeza, y se encogió de hombros.
Contéstame... cachorro- El dueño de la voz tomó al youko de la cabeza y lo examinó.
Me duele mucho, señor...- Chilló Kura-chan
Vaya... esas plantas no suelen salvar monstruos, normalmente se los comen y escupen sus huesos- Depositó al zorrito en el suelo y se le quedó viendo.
¿Es su planta?- Preguntó el cachorro secándose las lágrimas.
Así es, las colecciono, por que son letales, pero al mismo tiempo son bellas- El extraño y bien parecido youkai acarició a la planta, ésta lanzó un latigazo al aire con sus tentáculos.
¿Pero por que las quiere tanto, señor? Lo pueden morder y se lo pueden tragar.- Kura-chan se acercó a la planta y la acarició también.
Bueno, las prefiero a las mujeres, las que me han tocado son como las plantas que colecciono...criaturas bellas, pero han sido infieles; por eso me gustan mis plantas, ellas nunca me serán infieles, las he alimentado con esas mujeres...- El extraño se alejó un poco
Señor..., señoooor...- Kurama le dio tironcitos al hakama del hermoso extraño.
¿Qué?...-
... -
El extraño dio media vuelta y siguió su camino a pasos lentos.
Su apariencia era tan impresionante como los largos pasos que daba a consecuencia de su altura, pues sobrepasaba el metro ochenta.
Kurama lo acompañó, por cada paso que daba el extraño él tenía que dar tres, para no aburrirse iba saltando con los dos pies y a veces con uno. El extraño volvió la cabeza y lo observó por unos instantes
-¿Por que no regresas a tu cubil?- Le preguntó con su voz profunda y fría.
- No me quieren allá, además usted me cae bien- el cachorro movió su plateada y esponjada cola.
- Haz lo que quieras...- El desconocido siguió caminando, a sus oídos llegó el canto de un cachorro.
"Sakura, Sakura/ Noyama mo sato mo/ Miwatasu kagiri/ Kasumi ka kumo ka..."
-¿Dónde aprendiste eso?-
-me lo enseñó mi mamá-
- ¿Y alguna vez has visto un árbol de sakura?- El alto youkai miró hacia el cielo y luego vio al cachorro.
- No, nunca, siempre he vivido en el Makai.-
- Yo tengo uno...-
-¿Donde lo consiguió?- La curiosidad inundó la mente de Kurama y no pudo evitar saltar moviendo la colita.
- Por ahí-
-Por cierto, señor, Me llamo Kurama ¿Cuál es su nombre?-
-Nekketsu...-
