De amor y dioses
Segunda parte
- Milo, por favor, abre la maldita puerta.
- Aaah... ya te he dicho que no hablaré más del tema hoy, Kanon. – dijo cansado con el rostro hundido en una almohada. – tuve suficiente con lo que me dijo Camus.
- ¡Pero no entiendes... créeme que te interesa!
- ¡No!
- Escorpión bueno para nada. ¿Sabías que Quirón viajará a Egipto al amanecer?
- ¿Ah...sí...? Gracias a los dioses, me caía mal el tipo.
Kanon suspiró con paciencia e inclinó su cabeza en la puerta.
- Sí, me lo habías dicho. Bien, Milo, tal vez cuando quieras salir te enteres de a quien se llevara consigo. – Milo se incorporó levemente. - ¿Qué quieres decir?
- ¿Que qué quiero decir? Olvídalo, no te interesa. – sonrió sabiendo que ahora había atrapado su atención. – Ahora debo irme, ya debo regresar a mi pilar.
- ¡No, Espera! – gritó abriendo la puerta de repente. Kanon cayo adentro frente a Milo.
- Disculpa no sabía que estuvieras... – empezó avergonzado.
- Descuida, debí esperar algo así.
- Bien, ahora quiero que me digas qué quisiste decir exactamente.
- ¿Crees que fue buena idea elegir a Camus, Quirón? – preguntó en tono casual Mu con la vista fija en el hermoso atardecer.
- Sí, sé que nos será de ayuda. Lo conoces mejor que yo.
- No lo sé... no dudo de su potencial. Con esto no quiero decir que sea un mal caballero pero, sentí que no era el deseo de Camus aceptar tu propuesta.
- ¿Propuesta? Te equivocas, Mu. Cualquier caballero con algo de sentido común habría tenido que acompañarnos. La maldad de Set no es solo problema de Egipto, si no ayudamos a detenerlo pronto, entonces será una amenaza para toda la tierra.
- Entiendo. – murmuró. - ¿Y Aioria...?
- Mi estimado. – le interrumpió mirándolo fijamente. – Eres el caballero más inteligente que he podido conocer. Destacando antes, por supuesto, a Shion de aries. Te aseguro que tus sospechas son totalmente erróneas pero bien fundadas. No pretendo hacerle daño a Aioria ni a Camus. ¿Confías en mí...Mu?
Mu cerró los párpados con fuerza para impedir que esos magnéticos ojos grises pudieran ver más allá.
- Lo siento, pero no.
- Mu no confía en las intenciones de ese tal Quirón, y, sinceramente yo tampoco lo haré, Kanon.
- ¿Por qué...? – preguntó siguiendo el ritmo de sus pasos.
- Creo que la diosa se ha dejado llevar por sus palabras. Podrá ser Athena, pero no es imposible que alguien pueda engañarla.
- Pero todo estará bien ¿No crees? Los caballeros dorados deben proteger a Athena y aquí estarán Shaka, Afrodita, tú y...
- No es la seguridad del santuario lo que me preocupa, Kanon. Es la vida de mis amigos lo que está en juego. ¿Cómo puede ser posible que necesite tres de los mejores caballeros dorados para detener a un dios que aún no ha despertado completamente...? no pude creer ni una palabra de lo que dijo, pero de habérmelo pedido, habría aceptado ir para cerciorarme de que todo estuviera en orden.
- Hermano...
- Entonces es cierto, Camus. Te irás con él. – musitó mientras él se quitaba con tranquilidad cada pieza de su hermosa armadura y las depositaba en la urna sagrada.
- Me sorprende que aún tengas el valor de hablarme. – respondió con su tono de voz habitual. – no es una virtud que abunde en ti.
- Por favor, Camus lo que pasó en mi templo fue... quiero decir... no es... ¡Oh Dioses! – sus palabras incomprensibles fueron ahogadas por el profundo suspiro de Camus.
- Sea lo que sea, parece que no es nada en lo que valga la pena perder mi tiempo. – le cortó una vez que terminó con su labor. Dio algunos pasos hacía él pero aún así manteniendo distancia y entonces volvió a hablar. – vete.
- No, tenemos que hablar... por favor, déjame hablar... – musitó. Temió que su voz se quebrara al tener de frente un Camus cruel y frío que él creyó haber matado hace muchos años con su amistad. – No digas nada si no lo deseas. – ladeó su cabeza esperando una bofetada o mínimo un comentario ácido pero solo escuchó los pasos de Camus que se acercaba a él.
- Me iré con Quirón. ¿Sabías eso... verdad, Milo?
- Sí, Kanon me lo dijo. – respondió osando a acercarse un poco más. Camus se sobresaltó cuando Milo puso una mano en su hombro pero pronto se alivió, esta vez Milo se veía triste y vulnerable, no agresivo ni irracional como la última vez.
- ¿Por qué, Camus?
- ¿Por qué?
- ¿Por qué te vas?
- Es por Set, ¿No te dijo Kanon que...?
- Sshh... sí eso también lo supe. Pero para mí es tan difícil aceptar que sencillamente te vas.
Camus se atrevió a sonreír como solo podía hacerlo frente a sus ojos.
- Escorpión tonto, es solo una misión como muchas otras... no puedo negar mi ayuda frente a la diosa que protegemos, nada más que...
- ¡Aaah, Camus...! – exclamó sofocándolo en un abrazo. – sé que es tu deber pero... ¡Si tan solo supieras...! ¡Si tan solo supieras que eres tú el tonto!
- Milo... – susurró perdiéndose en el aroma de su cabello.
- Tonto, tonto, tonto, tonto, tonto, tonto, tonto... perdóname, Camus... perdóname y no te vayas, no lo soportaría... ¿Si me dejas a quién castigaré con mis cenas... a quién le cantaré en francés o...? – Camus ahogó incontables carcajadas e hizo más fuerte su abrazo en él.
- ¡Oh...Milo! discúlpame es que... – Milo lo dejó libre y él se apretó el estomago que empezaba a dolerle. Después de detener sus risas para respirar y volver a reír terminó. – es que solo te recordé cantando en francés y yo... ¡Fuiste tan gracioso aquella vez...!
- ¿Entonces te hizo gracia, no? – gruñó arqueando una ceja. - ¡Hmp... no sé qué es tan gracioso!
- Ya te lo dije... – rió. – Perdona, Milo, perdó-... Milo cayó sobre él venciéndolo con su infalible ataque de cosquillas.
- ¡No...Milo es suficiente, para! – gritó intentando parecer serio pero su risa persistente decía lo contrario. - ¡Milo, por favor... ya...ya! – dijo esta vez recuperando el control y empujándolo suavemente por el pecho. – ¡me duele el estomago, tonto! – jadeó molesto y feliz.
- ¿Te sientes bien ahora? – preguntó acostándose a su lado. El suelo se sintió más frío de lo normal y sonrió al notar aquello, sabía que la temperatura bajaba cuando Camus perdía el control y esto era, sin duda alguna, cuando estaba muy feliz o muy triste. – Lo lamento pero fuiste tú el culpable. Veo que no has practicado mucho, sigues cayendo muy fácilmente, Camus de acuario. – dijo con severidad.
- ¿Usted lo cree, Milo de Escorpio? Eso es porque desde el primer día amé perder y reír sin parar.
- Entonces ya entiendo porqué no dejo de ganarle.
- ¿Ah sí? ¿Me dirá el secreto? – los ojos ahora infantiles y vivos de Camus brillaban de alegría pura disfrutando de la conversación carente de sentido.
- Creo que yo amo verte feliz, Camus. – susurró seriamente. Luego sonrió ante los ojos sorprendidos de él y le ayudó a incorporarse.
- Debes dormir ya si quieres serle útil a esa mula de carga. – dijo jocoso. – eres un caballero poderoso, confío en que regresarás a mí sano y salvo. Quiero que te cuides, Camus, quiero que regreses y entonces... y solo entonces... – se detuvo a pensar y después de hacer un gesto impaciente con la mano continuó hablando con una amplia sonrisa en el rostro. – Olvídalo, ¿pero recuerda volver en una sola pieza, de acuerdo? Bien, ahora te dejaré descansar. – apretó sutilmente su mano. – yo estaré esperándote. – lo miró fijamente por algunos segundos y no se extrañó al no oír ninguna respuesta salir de sus labios. Sin dejar de sonreírle dulcemente, giró sobre sus talones y salió del templo sin mirar hacía atrás.
- Milo... – susurró Camus, pero él fingió no escucharlo. - ¡Milo, regresa!
Milo cerró la puerta de su habitación y lastimó su frente contra ella maldiciéndose una y otra vez. Las lagrimas pasearon por su mejilla hasta llegar a su cuello y perderse dentro de su armadura.
- Camus... ¿Qué puedo hacer...? ¿Qué podría hacer un bueno para nada como yo para detenerte violando la voluntad de la mismísima Athena? Solo puedo dejarte ir, mi Iceberg precioso. Mi Iceberg tonto que no puede entenderme. Tonto, tonto, tonto, tonto, tonto, tonto...
- ¿Lo dejarás ir? – dijo en voz baja poniendo una mano solidaria en su hombro. – Milo... ¿Lo dejarás ir?
- sí, ¿qué otra cosa podría hacer...? él es un caballero del zodíaco, uno muy bueno y...
- Lo amas. ¿Le dijiste eso después de magullarlo y besarlo a la fuerza?
- Este...
- No hubiera sido mala idea intentarlo anoche.
- Ajá... – Milo suspiró sin dejar de mirar la entrada del templo de aries. – allí está ese apestoso. – señaló a Quirón quien le hablaba animadamente a un inexpresivo Camus.
- Parece ser muy atractivo.
- ¡Qué quieres decir...! – gritó incorporándose.
- ¡Tranquilo, tranquilo...! quise decir que..
- ¡Aaahrg olvídalo ya, Kanon! – replicó sentándose de nuevo. Exhaló otro suspiró sin apartar la mirada de Camus. – sé que voy a extrañarlo... a pesar de que nunca esté tan cerca...
- ¿Por qué no vas?
- ¿Qué?
- ¿Por qué no vas con ellos...?
- No... no lo sé... tal vez... – pensó considerando la idea en serio. – a Camus no le hará gracia el asunto...
- Saga piensa ir.
- ¿Eh...? ¿¡Kanon, me perdí de algo!?
- Anoche estuve hablando con él. Parece que al igual que tú, no le cayó muy bien Quirón.
- ¿No?
- Piensa que tal vez sus intenciones no sean muy buenas, Milo.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- No lo sé... aún no sabría decirte, es solo lo que mi hermano dijo.
- Bueno... Saga puede estar equivocado... – murmuró con seriedad. – yo no pienso que él... – se puso de pie lenta y casi inconscientemente. – pueda llegar a... ser peligroso... – concluyó arrugando el ceño.
- ¿Milo...? – inquirió mirándolo de cerca. – Milo... ¿Qué tramas ahora?
- ¿Dónde está Saga?
Milo no perdió tiempo y corrió tan rápido como se lo permitieron sus piernas al templo de Géminis. Kanon quien le seguía dificultosamente el paso le aseguró que podría encontrarlo allí pero lo encontraron completamente solo.
- No entiendo, estaba aquí... podría jurar que... ¡Milo, mira esto...! – Kanon le alcanzó una pequeña nota a Milo escrita por Saga.
Kanon, salgo ahora mismo a Egipto. Lo lamento pero no pude esperarte, esto ha resultado mucho más extraño de lo que creí.
- ¿Qué quiere decir con todo eso? ¡Cómo sabe a donde ir si ellos no...!
- ¿Decías?
Los ojos de Milo casi salen de sus orbitas cuando no encontraron al grupo que hace momentos conversaba en las afueras del templo de Aries.
- ¿Qué... pero... cómo es posible? Es como si hubiesen...
- ¿Desaparecido?
- ¡Sí!
- Creo que Mu no es solo el "cerebro" del equipo sino un excelente transporte.
- Entonces sabe jugar bien ese idiota de Quirón. – Milo frunció ligeramente el ceño, pensando.
Kanon se acercó a él para hablarle en un susurro.
- Milo, cálmate. Es probable que tal vez estemos exagerando... mira, si Athena permitió que Quirón se los llevara, ha de haber sido por algo. Una diosa no hace las cosas porque sí. ¡Además te comportas de ese modo por Camus y no es seguro que...!
- Voy a ir, Kanon. – interrumpió con tono serio. – Tenemos que ir, Saga tampoco es persona que haga las cosas porque sí.
- Dioses... – Kanon suspiró desesperado. – no sé qué hacer contigo... suponiendo que valiera la pena ir, ¿Cómo lo haríamos?
- ¿Haríamos, vendrás conmigo? – preguntó cuando ambos salían a paso normal del templo de Géminis hacía arriba.
- Pues...
- Busca tu armadura, te encontraré aquí en unos momentos.
- ¿Dónde estamos?
- En Egipto. – respondió Quirón sin detener el trote. Su arco se movía de arriba abajo al ritmo de sus saltos.
- ¿Egipto...? Pero yo aquí no veo el peligro inminente... parece ser una isla muy hermosa y pacífica.
- ¡Más bandidos, bandidos! – se escuchó gritar una voz másculina - ¡Huyan, más bandidos!
- ¿Qué pasa? – susurró Camus.
Quirón tomó su arco con una velocidad que fue imposible de captar por el ojo humano y hábilmente despidió varias flechas a la vez.
- ¡Qué has hecho! ¡Pudo haber sido alguien inocente! – gritó Camus indignado. Todos se apresuraron a subir la colina detrás la cual habian oído la alarma. En la hierba yacía, en efecto, un anciano vestido con una túnica verde, sucia y andrajosa. En cuento a su estado, una flecha sometía con exactitud matemática cada uno de sus brazos y piernas.
- Sólo es basura. – comentó Quirón ignorando los sollozos del viejo y evitándolo. – Sigamos.
- ¡Por favor, por favor, no me hagan daño...! – continuó mirando a Camus y suplicándole.
- No vamos a hacerle nada. Somos caballeros que vienen a salvar tu Tierra. – arrancó cada uno de las flechas que se clavaban en los bordes de su ropa y caminó al lado de Mu siguiendo ahora la lenta caminata de Quirón.
- ¡Señores caballeros, por favor, ayuden a mi nieto...! ¡Son monstruos, vinieron monstruos y destruyeron las aldeas... luego secuestraron a mi familia! ¡Señores caballeros, ayúdenos...!
- No le hagan caso. Solo está algo nervioso por las cosas que ocurren aquí.
Aioria suspiró resignado. Empezaban a adentrarse en un pueblo hecho ruinas.
- Parece que el viejo tiene razón para estar tan loco... tal vez debimos escuchar.
- Solo hubiese dicho lo que ya sé. Recientemente secuestraron a todos los aldeanos, nada se sabe de ellos.
- ¿Cómo dices...? ¿Quiénes hicieron eso?
- ¿No escuchaste al loco? Fueron monstruos. Minotauros.
- Minotauros... – replicó Mu haciéndose notar por primera vez desde que llegaron al lugar. – Dicen que son inmortales, no son dioses, pero son...
- Nada que nosotros no podamos aplastar como cucarachas.
Ocasionalmente vieron a uno que otro aldeano correr horrorizado de un lado al otro, por aquí y por allá. Lo que más les dolió, fue ver cuerpos de niños de todas las edades sin vida. Excepto Quirón quien los apartaba con un movimiento brusco.
- No estamos en tiempo de paz, tienen que aprender a ver estas cosas.
- "cosas" – repitió Camus arrugando sus peculiares cejas. Por un momento lamentó haber defendido a Quirón de Milo la tarde anterior. Fijó su mirada en él y enseguida la retiró con amargura.
- Bien, mis dorados. – dijo Quirón ceremonialmente de improviso. Se adelantó por una montaña rocosa, camino fácil para unas pesuñas como esas, y les invitó a echar un vistazo. Lo que miraron les dejó perplejos. Miles y miles de aldeanos a simple vista exhaustos cavaban un túnel horizontal en la tierra. Unos monstruos, porque solo así podrían ser descritos, les daban ocasionalmente latigazos. Sus cuerpos eran musculosos y atléticos como los de un caballero, pero tenían cabezas de toro y patas de toro algo parecidas a las de Quirón pero mucho menos largas.
- Voilá. ¡Qué panorama! – exclamó volviendo a tomar su arco con rapidez. Se dio la vuelta para mirar duramente al trío. – Escúchenme bien, compañeros. Será imposible matar a todo ese rebaño, así que debemos usar esta estrategia. Mu y yo los alejaremos de aquí, no son seres muy inteligentes. Mientras tanto, Aioria y tú, Camus, cruzarán el portón.
- ¿Cuál portón?
- El que está al final del túnel. Corran sin mirar hacía atrás, Mu y yo les ayudaremos pronto. – Aioria se disponía a hacer una pregunta urgida pero era demasiado tarde. Quirón ya había matado de un solo tiro a dos de los incontables minotauros. Con un alarido de furia todos se dispersaron buscando al culpable.
- Vamos princesa de hielo, corran. – gritó disparando una vez más. - ¡Rápido, Aioria!
Camus y Aioria evitaron con facilidad a la multitud de aldeanos ansiosos por escapar y minotauros corneando a cuanta persona se le atravesara en su camino. A sus espaldas podían oírse con claridad las flechas partiendo el aire y la ira de los toros al no poder atravesar la pared de cristal de Mu.
- ¡Aioria! – bramó Camus. – El túnel... allí está. – era difícil divisar cualquier cosa debido a la confusión pero efectivamente, frente a ellos estaba el túnel que los aldeanos cavaban. Se apresuraron a entrar en aquel laberinto de oscuridad.
- No entiendo... ¿Con qué objeto hacemos esto...?
- Yo tampoco lo entiendo muy bien, Aioria. Pero los aldeanos de allá afuera estarán agradecidos. – respondió Camus. Su voz hizo un fuerte eco en el túnel al igual que los pasos de ambos. Se detuvieron al no encontrar salida sino una gran pared, de hecho era tierra.
- Al parecer los aldeanos no terminaron su trabajo. Debimos haber esperado un poco mas.
- ¿Bromeas? Con seguridad podremos terminar esto. Pero necesito tu ayuda, Aioria. – después de recibir instrucciones, Aioria elevó su cosmos tanto como el de Camus. Se disponían a atacar a la vez pero entonces una mano traspaso el muro de tierra desde el otro lado. Y otra mano huesuda como la anterior salió de la tierra a un paso de los pies.
- ¿Qué...? ¡AIORIA! – bramó sin poder impedir que varias de ellas atraparan a su compañero y lo arrastraran lejos. Camus corrió hacía él y cuando estuvo a punto de tomar su mano, un agujero negro apareció bajo el abrumado león absorbiéndolo.
Camus jadeó con la mano aún extendida. Las manos y cualquier ruido desaparecieron del lugar.
- ¡No, Aioria! – gritó golpeando el muro con toda su fuerza. - ¡Malditos, regresen! – terminó dando una última patada de desahogo. Para su sorpresa, la tierra maciza que golpeaba empezó a temblar y se desintegró como si fuese sido despedida por una simple ventisca.
Caminó como hipnotizado por un camino que ya no era un simple túnel de tierra sino unas elegantes escaleras, al final de ellas solo pudo divisar oscuridad. Una peste terrible pero soportable llenó sus pulmones. Se atrevió a cruzar el portón que le había predicho Quirón y afirmó para sí con voz temblorosa.
- El Inframundo.
Bien! Gracias a las que me comentaron y a las que leen sin comentar también nñ aquí les respondo:
ashuramalfoy: Oye, me ha llegado tu review mientras escribía y la verdad que me motivaste. Tan linda! Ahora tienes mucho que ver con mi fanfiction nn Gracias!
Liliana: o.o de seguro si nos hemos leído en el foro de Saint Seiya Yaoi solo que es difícil reconocernos en otras páginas! Es bueno que recuerdes un fanfiction mío, dioses! XD Muchos saludos a ti también y Gracias!
Sahel: Bueno, aquí te dejo la segunda parte a ver si te gusta tanto como la primera. Gracias!
Elena: Definitivamente, gracias por avisarme! uú qué descuidada soy!! Y sabes...? tampoco me gusta que le hablen así a Camus pero qué puedo hacer yo...? El grosero es Quirón a mí no me culpes! XD
