Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 5
Autora: Azdriel
Categoría: humor, misterio, shonen ai (bueno, hay una diminuta posibilidad al final, ya veremos...), Hisoka y sus problemas gastronómicos...
Disclaimers: Los usuales. YnM no me pertenece (pero si queréis regalarme a Hisoka y Tsuzuki, no voy a decir que no...) Sólo soy la dueña de este fic y no saco ningún dinero de ello (¡porras!)
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CAPÍTULO 5Cuando Tatsumi volvió a buscarle, Hisoka parecía estar mucho más tranquilo de lo que lo había estado desde que bajaran del tren en la Estación de Tokio. Su rostro estaba bastante pálido, pero sereno, e incluso recibió a Tatsumi con una sonrisa de disculpa.
-¿Listo? –preguntó Tatsumi, bastante aliviado. Entonces, se percató de algo extraño. Hisoka había cubierto con una toalla de baño el espejo de cuerpo entero que había en un rincón del dormitorio-. ¿Por qué has tapado el espejo?
Los ojos verdes del émpata se abrieron alarmados al oír esto. Su mirada voló hacia el espejo y Tatsumi comprendió que no debería haber preguntado nada. De hecho, incluso debería haber fingido no haber visto el espejo cegado. Sin duda tenía que ver con lo que fuera que le hubiera ocurrido en los servicios de la estación y, probablemente, Hisoka había tenido la intención de destapar el espejo antes de que Tatsumi regresara pero, por algún motivo, se le había olvidado.
Ahora Hisoka fue rápidamente hacia el espejo para quitar la toalla, pero el secretario notó que la mano del muchacho vacilaba a medio camino de la tela y sus dedos temblaban ligeramente.
Entonces, la mano de Tatsumi se cerró sobre la de Hisoka. El chico se volvió hacia el secretario y se lo encontró sonriendo con suavidad.
-Déjalo. No creo que a nuestros anfitriones les importe. Bajemos ahora. Nos están esperando.
Pero, a medio camino de la puerta, Tatsumi sujetó suavemente a Hisoka por el hombro.
-¿Seguro que estás bien? –Tatsumi le miró a los ojos, con el interés y preocupación que un médico mostraría por un paciente-. Podemos decir que no te sientes bien, que estás cansado o mareado por el viaje y que has preferido quedarte aquí arriba, descansando.
Esto fue suficiente para herir el orgullo de Hisoka. Su rostro se endureció y le lanzó a Tatsumi una de sus "miradas".
-Estoy bien, ¿de acuerdo? Además, sería terriblemente grosero no bajar ni siquiera para conocer a nuestros anfitriones, ¿no te parece?
Tatsumi lo observó durante un minuto más, entrecerrando los ojos, como si tratara de ver lo que había realmente en la mente del muchacho. Pero Hisoka había levantado sus escudos y los había reforzado, por si acaso resultaba que Tatsumi tenía poderes de los que nadie le había hablado.
Finalmente, el secretario se relajó y sonrió suavemente. Muy bien. Tú ganas. Pero no creas que me engañas ni por un momento, decía la mirada de sus ojos azules.
Mientras bajaban de vuelta al recibidor, guiados de nuevo por Hiroshi, Tatsumi sobresaltó a Hisoka poniéndole una mano en el hombro. El contacto le habría parecido casual a cualquier observador, pero el émpata comprendió de inmediato que no había nada de casual en el gesto de su compañero.
Tatsumi estaba estableciendo un contacto telepático con él a través del tacto, igual que había hecho Tsuzuki en Nagasaki, cuando había resultado tan gravemente herido durante su combate mágico contra Muraki.
Pero de Tatsumi no le llegó de dolor agónico y desgarrador que le había atravesado el alma allá en Nagasaki, con Tsuzuki.
¿Sientes algo, Kurosaki-kun?, le llegó la voz mental de Tatsumi.
Aún no, respondió Hisoka. Pero no me siento cómodo en esta casa.
Y no tiene nada que ver con mi recientemente adquirida fobia a los espejos, añadió para sí, una vez roto el contacto telepático.
No, decidió. En aquella casa había algo que le producía una sensación extraña. No era miedo, ni inquietud. Hisoka no era aún capaz de determinar de qué se trataba, pero no le gustaba. Tal vez sí que estaba afectado por sus visiones, después de todo.
Caminando a varios pasos por delante de ellos, el joven criado volvió la cabeza y los observó por encima del hombro. Si Tatsumi e Hisoka le hubieran estado prestando atención, habrían visto un brillo peculiar en los ojos de Hiroshi, que desapareció de inmediato.
-El señor y la señora Nakamori les esperan en la sala de billar –les informó, con la voz neutra propia de un criado, una vez llegaron al recibidor. Hiroshi les condujo hasta la puerta de la sala en cuestión y la abrió, indicándoles con una profunda reverencia que entraran.
-Domo –murmuraron los dos shinigami al unísono, pasando ante el criado para entrar en la habitación. Sentados junto a una apetecible chimenea, los Nakamori charlaban en voz baja. La sala de billar era tan larga como todo el apartamento de Hisoka en Meifu, y estaba dividido en dos niveles de suelo. En el más bajo, que ocupaba una tercera parte del área de la habitación, estaba la "sala de billar" propiamente dicha, con la enorme y carísima mesa de billar americano que habían vislumbrado desde el recibidor, así como una elegante barra de bar, estilo años 50, con taburetes tapizados con el mismo fieltro verde de la mesa de billar, y una variada colección de licores, alineados ordenadamente en brillantes estanterías de cristal, detrás de la barra.
En el nivel superior, separado del inferior por dos escalones, estaba el rincón de té, donde se encontraban los Nakamori, con la chimenea (gigantesca), una rica alfombra india, sillones tapizados de cuero español rojo, sus respectivos reposapiés y tres pequeñas mesitas de té, a la derecha de cada uno de los sillones. También había un aparador de cristal y madera, de estilo Georgiano, lleno de tazas de porcelana china, azucareros y cucharillas de plata.
Todo era tan inglés, que Hisoka casi se sorprendió al ver que sus anfitriones eran ambos asiáticos y no europeos. Nakamori Saburo-san era alto y delgado, aunque no tan alto como Tatsumi. Tendría unos cincuenta años. Nakamori Sayoko-san era bajita y menuda, no mucho más joven que su esposo, y recibió a los shinig... esto... a los hermanos Ishida con una sonrisa que chispeaba más en sus ojos que en sus labios.
A continuación tuvo lugar el ritual de bienvenida y presentación, durante el cual no ocurrió nada digno de mencionar, salvo que, para alivio de Hisoka, los Nakamori se dirigieron a él, en todo momento, como "Ishida-kun".
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No tuvieron mucho tiempo para charlar en la sala de billar. Poco después de su llegada, una doncella entró discretamente en la habitación y anunció que la cena estaba lista. Los falsos hermanos Ishida y sus anfitriones marcharon hacia el comedor (de estilo europeo, por supuesto), y tomaron asiento en torno a la mesa, llena de copas de cristal, cubiertos de plata y platos de fina porcelana. Un arreglo Ikebana ocupaba el centro de la mesa e Hisoka sufrió un sobresalto cuando reparó en que estaba compuesto de ramas floridas de cerezo blanco... también conocido como Sakura.
Genial, pensó, reprimiendo un escalofrío mientras ocupaba su sitio en la mesa. Esta casa cada vez me gusta más...
Fingiendo no ver las servilletas en forma de cisne y la media docena de copas de cristal de diferentes tamaños que rodeaban su plato (por no mencionar una cubertería completa a cada lado del mismo), Hisoka se obligó a prestar atención a la conversación entre Tatsumi y Sayoko-san.
-No he podido evitar fijarme en el escudo de armas que hay en la fachada, sobre la puerta –estaba diciendo Tatsumi, desplegando la servilleta con una rápida sacudida, enviando el cisne al cuerno. Hisoka pensó que esa era una solución más civilizada que la que se le había ocurrido a él de pegarle fuego a la servilleta y punto. Así que, cogió la suya e imitó a Tatsumi, colocando el cadáver "descompuesto" del cisne sobre sus rodillas-. También lo he visto en lo alto de las escaleras. Atrajo mi atención porque la leyenda estaba en Japonés, cuando el diseño es obviamente Europeo.
-Es el emblema de mi familia –explicó Sayoko-san. Una explicación absolutamente innecesaria, por otro lado-. Data del siglo XVII, nada menos. Igual que esta casa.
-Ah, sí, Ryoga-san me habló de ello una vez –se arriesgó Tatsumi. La mención del hijo recientemente fallecido cubrió con un velo de tristeza los rostros de los Nakamori, pero no había censura en sus ojos para Tatsumi. El secretario había hablado con mucho tacto-. Me contó que su familia provenía de Inglaterra, ¿no es así?
Hisoka se quedó maravillado al ver el rostro de Tatsumi distendido en una expresión de inocencia que Tsuzuki habría envidiado.
-Sí, eso es –contestó Sayoko-san-. Nuestro antepasado, Sir James, fue un reputado marino y un importante hombre de negocios. Comerciaba con sedas y especias de Japón, China y la India, llevándolas a Gran Bretaña y a otras partes de Europa. Incluso se dice que fue él quien introdujo el té en Inglaterra.
Sí, claro, no hay ni una sola familia británica que no proclame tener un antepasado que fue el primero en introducir el té en Inglaterra, pensó Hisoka, mientras el criado Hiroshi servía el primer plato. Si todos ellos dijeran la verdad, debería haber sido una carrera de barcos digna de contemplar, desde China hasta Gran Bretaña.
-…contribuyó tanto al engrandecimiento de la Economía Británica –estaba diciendo Sayoko-san, orgullosa de su ancestro-, que la Reina Isabel I le recompensó con la medalla de la Gran Orden del Imperio Británico y le colmó de privilegios.
-¿Cómo acabó en Japón? –preguntó Tatsumi, tomando el tazón de consomé con ambas manos y bebiendo delicadamente. Hisoka reprimió un gruñido de frustración, soltó la cuchara que acababa de agarrar e hizo lo mismo. ¡En el nombre de EnmaCho, si ni siquiera sabía cómo tomar correctamente un consomé! Rezó para que no hubiera demasiados platos en el menú.
-Esa es la parte más romántica –suspiró Sayoko-san, intercambiando miradas y sonrisas con su esposo.
-Es la parte que más les gusta a las mujeres de mi familia –especificó él, alegremente.
-Oh, no te burles de mí –le reprendió ella, cariñosamente. Luego se volvió de nuevo hacia Tatsumi-. Dicen que se enamoró de una joven japonesa, la hija de un hombre muy rico, y que lo dejó todo en Inglaterra para crear su hogar aquí.
-En realidad –intervino Saburo-san de nuevo-, él ya tenía una esposa en Inglaterra. Pero, como todos los hombres poderosos, también tenía muchos enemigos y tuvo que salir por piernas de Inglaterra con su esposa y todo lo que pudo reunir. Y el lugar más lejano e inaccesible para sus enemigos que pudo encontrar fue Japón. Así que, vino aquí y cambió su apellido para despistar aún más a sus perseguidores. Esa es la razón de que la leyenda del escudo esté en Japonés.
-Esa es la versión de los hombres de mi familia –dijo Sayoko-san con ironía-. Desgraciadamente, jamás sabremos cuál de las dos versiones es la verdadera.
Tatsumi frunció el ceño. El criado, Hiroshi, retiró los tazones del consomé y sirvió el segundo plato.
-¿Cómo es eso? –preguntó Tatsumi.
-Como Sir James cambió su apellido al llegar a Japón, no tenemos modo de encontrar un vínculo con nuestros parientes Británicos, ni con el pasado de Sir James, antes de que se convirtiera en Nakamori –explicó Saburo-san.
-Disculpen, pero ¿cómo es posible que no conozcan su apellido inglés? ¿No hay un registro histórico? Los nobles solían escribir extensos diarios sobre sus vidas. Y, en cuanto a su esposa... ¿no hay ni siquiera un retrato que se pueda utilizar para saber si era japonesa o europea?
-Si hay algo de eso, nunca se ha encontrado –suspiró Saburo-san-. Mi familia ha pasado décadas tratando de encontrar alguna información que nos llevara más allá de 1695, el año en que James Nakamori fundó esta casa, el primer registro de nuestra familia bajo ese nombre, pero no hemos tenido éxito nunca, no más de lo que ya les hemos contado... y se trata, más que nada, de especulaciones y leyendas románticas.
Hisoka tomó parte por primera vez en la conversación. No se sentía bien. La sensación de incomodidad persistía, pero lo atribuyó a su natural aprensión hacia los extraños, o a algún residuo del incidente del espejo, que tanto le había alterado psíquicamente:
-¿Qué hay del escudo de armas? ¿No se podría descubrir algo a través de los archivos de Heráldica?
-Ya lo hemos intentado, Ishida-kun –aseguró Saburo-san-. Nuestra búsqueda no es nueva, pero me temo que hemos empezado demasiado tarde y casi toda la información se ha perdido en el tiempo.
-Parece que Sir James diseñó su escudo de armas al llegar a Japón –añadió Sayoko-san-. Sólo aparece bajo el nombre de Nakamori en los archivos de Heráldica.
Hisoka pensó en el diseño del escudo, mientras Hiroshi servía el tercer plato de la cena. El escudo de armas mostraba un árbol de frondosa copa flanqueado por otros dos más pequeños, como si formaran un diminuto bosquecillo. Era un diseño demasiado simple para poder usarlo como un jeroglífico a descifrar.
Hisoka bajó la mirada hacia su plato y se encontró con tres pelotitas negras cubiertas de ominosas espinas, flotando en una salsa de color verde enfermizo.
Oh, demonios… Erizos de mar…Hisoka lanzó una mirada ansiosa a Tatsumi, pero el secretario no estaba comiendo aún, ocupado en improvisar durante su conversación sobre construcción de barcos con Saburo-san, que tampoco estaba comiendo. En cuanto a Sayoko-san, ella había rechazado el tercer plato con un discreto gesto hacia Hiroshi, algo que (Hisoka se abofeteó a sí mismo mentalmente por el fallo) él también debería haber hecho.
Frustrado, dirigió de nuevo la mirada hacia su plato y luego a la surtida colección de cubiertos a su servicio.
¿Qué demonios se suponía que había que usar para comer erizos de mar? ¿Una cuchara? ¿Un tenedor? ¿Cómo iba a abrirlos, en primer lugar? Y, aún más importante: ¿en serio aquellas cosas se comían?
Finalmente, vio que Tatsumi posaba la mano sobre un cubierto de aspecto extraño, una especie de espátula, aunque sin llegar a cogerlo, mientras seguía hablando con Saburo-san, pero con la intención obvia de usarlo en un futuro próximo... o al menos eso era lo que Hisoka esperaba. Así que eligió la espátula y le dio unos golpecitos de prueba a uno de los erizos con ella. El bicho rodó suavemente sobre la salsa verdosa, pero no pasó nada más.
Hisoka frunció el ceño y le lanzó al erizo una mirada molesta, pero el erizo no parecía muy impaciente por colaborar. Enfadado, Hisoka envió a paseo el disimulo y atacó a su irritante tercer plato, hincando la espátula en una pequeña abertura del espinoso caparazón.
Pero, como no había tomado la precaución de sujetarlo con nada, el erizo resbaló bajo la presión de la espátula y salió disparado del plato... justo contra las gafas de Tatsumi.
Hisoka se quedó horrorizado. Tatsumi se quedó helado. Sayoko-san se quedó atónita. Y Saburo-san miró a Hisoka, reprimiendo una sonrisa. El atribulado muchacho enrojeció hasta la raíz del cabello, pensando que su anfitrión se estaba riendo de él.
-Lo... lo siento, Tats... ah... aniki... –tartamudeó Hisoka, incapaz de recordar el nombre falso de Tatsumi y casi convirtiéndose él mismo en un repelente chibi de enormes ojos suplicantes. Al darse cuenta de lo "Tsuzukiana" que era aquella situación, Hisoka enrojeció aún más y deseó poder esconderse debajo de la mesa... lo que habría sido aún más propio de Tsuzuki.
Afortunadamente, Tatsumi no era como Hisoka. En otras palabras, el secretario se limitó a quitarse las gafas (lo que, pensándolo fríamente, habían evitado un final bastante más dramático), mientras la salsa resbalaba por su nariz, y las observó como si estuviera estudiando la cuenta de gastos de cierto shinigami de ojos violetas. Pero no le gritó, como habría hecho Hisoka con Tsuzuki. Tatsumi aceptó con un "domo" la servilleta limpia que le ofrecía el criado y procedió a limpiar sus gafas con ella.
-Creo que ha sido una forma muy original de sugerir que vosotros dos debéis cambiar de tema –dijo Sayoko-san, mirando divertida al sonrojado Hisoka-. Ishida-kun y yo nos aburrimos mortalmente con toda esa cháchara sobre barcos. Hablemos mejor sobre Edimburgo, si no os importa.
Hisoka y Tatsumi pasaron el resto de la cena inventándose todo lo que les vino en gana acerca de Edimburgo y Escocia en general. Afortunadamente para ellos, los Nakamori habían viajado por toda Inglaterra en busca de sus orígenes, pero nunca habían pisado Escocia. Desgraciadamente, Tatsumi e Hisoka tampoco.
O eso era lo que Hisoka pensaba. Porque, cuando Sayoko-san les preguntó si era cierto eso que había oído sobre que las vacas escocesas tenían el pelo largo y rojo (e Hisoka se convenció de inmediato de que les estaba tomando el pelo), Tatsumi replicó sin inmutarse que era absolutamente cierto, ganándose una mirada estupefacta por parte de Hisoka.
Al final de la cena, cuando ya estaban tomando el postre (pudin de frambuesas, gracias a dios), el malestar de Hisoka se volvió realmente serio. De hecho, consiguió identificar lo que lo estaba provocando. Un torbellino de emociones negativas llegó hasta él como la marea en una playa. Casi podía visualizar unas olas negras lamiendo la orilla que era su alma, ganando espacio centímetro a centímetro.
Hisoka apretó los dientes cuando el embate de aquellas olas se volvió mucho más violento y rezó por que nadie notara su confusión. Tuvo que forzarse a mantener sus barreras bajadas, ya que se suponía que tenía que usar toda su capacidad empática para encontrar cualquier presencia fantasmal que pudiera haber en la casa.
Pero aquel ataque de emociones negativas estaba ahora retorciéndolo por dentro, como si una mano gigantesca estuviera estrujando y tirando de sus entrañas.
Escondió sus manos temblorosas bajo la mesa y apretó los puños. Podía sentir las uñas clavándose en la suave piel de sus palmas. Un temblor violento sacudió todo su cuerpo y podría haber jurado que algo helado y húmedo se había deslizado por toda su columna.
Estudió los rostros de los que le rodeaban, tratando de encontrar a quien estuviera emitiendo una furia tan ciega.
Tatsumi estaba fuera de toda sospecha, obviamente. Sayoko-san estaba diciéndole algo a Hiroshi, mientras éste le retiraba el plato del postre. Hisoka no podía oír nada, porque le zumbaban los oídos. El rostro de Hiroshi tampoco mostraba nada, salvo su habitual expresión neutra. Saburo-san seguía hablando con Tatsumi.
No había nadie más en el comedor e Hisoka estaba bastante seguro de que la fuente estaba allí.
¿Podría tratarse del fantasma? Pero, los fantasmas solían emitir miedo, confusión o soledad. Aquello era odio. Puro y ardiente odio.
Finalmente, Hisoka no pudo soportarlo más. Mientras el criado se acercaba a él para retirar su plato, la oleada de odio atravesó al shinigami como una lanza al rojo vivo.
Hisoka se encogió sobre sí mismo y lanzó un gritó de dolor, sobresaltando a Hiroshi, a los Nakamori y a Tatsumi, quien se levantó de un salto para sostener a Hisoka antes de que cayera al suelo, arrastrando consigo la silla y todo lo que había en la mesa.
-¡Sosho! –oyó gritar a Tatsumi. Un segundo después, sintió que era levantado en brazos y su rostro se apretó contra un pecho amplio y fuerte, donde latía un corazón desbocado. A pesar de haber tenido la sangre fría necesaria para acordarse de llamarle por su nombre falso, Tatsumi estaba terriblemente preocupado por él y su preocupación acribilló a Hisoka, que se sintió morir.
Justo antes de perder el conocimiento, Hisoka se percató de dos cosas:
La primera (un pensamiento bastante absurdo, dada la situación), que Tatsumi usaba el mismo perfume que Tsuzuki.
La segunda, que el embate de emociones negativas se había detenido justo en el instante en que había lanzado aquel grito.
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FIN DEL CAPÍTULO 5
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QUIERO AL MENOS CINCO (tampoco pido tanto) REVIÚS ANTES DE AÑADIR EL SIGUIENTE CAPÍTULO `_´ … va, venga… que me encanta recibirlos... por fiiiii... *muask* *_*
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RESPUESTAS A LOS REVIÚS:
Mei Ikari: gracias, gracias, gracias, ¡¡ Doomo arigatoo gozaimashita !! *bow, bow*, me encanta que te guste… sobre todo porque alimentas mi ego… ¡ejem¡ No, en serio, muchísimas gracias. Como escritora aficionada, es fantástico que a los lectores les guste, no sólo la historia en sí, si no la forma de construirla. JESÚS, QUÉ SOLEMNE... Redacción impecable... ¡oh, dios, estoy rebotando por toda la habitación de puro orgullo!
¡¡Ja ne!!
