Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 8

Autora: Azdriel

Categoría: humor, misterio, shonen ai (bueno, hay una diminuta posibilidad al final, ya veremos...). 

Disclaimers: Los usuales.

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CAPÍTULO 8

Hisoka rompió el contacto visual y su mirada voló hacia la puerta, por donde acababa de entrar el Sr. Nakamori. El émpata se sonrojó, pillado in fraganti y se apresuró a disculparse por su falta de discreción.

—No, por favor —Saburo-san agitó una mano, quitándole importancia, mientras se acercaba al rincón de té—. Tenéis todo el derecho a preguntar. La culpa es mía, por no haberos avisado antes. Gomennasai.

Saburo-san se dejó caer en el sillón que quedaba libre junto a la chimenea. Parecía completamente abatido.

—¿Cómo se encuentra Sayoko-san? —preguntó Tatsumi, sinceramente preocupado.

—Oh, bien, bien... nerviosa, como es lógico. La he dejado con Kurosawa-sensei, que le ha dado unos tranquilizantes, aunque... bueno, cada vez los necesita menos.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Tatsumi.

Saburo-san despidió con un gesto a Hiroshi, que seguía allí de pie esperando instrucciones y con aspecto de estar deseando salir por piernas. El joven criado dirigió una última mirada misteriosa a Hisoka y luego salió de la sala de billar, cerrando la puerta tras de sí.

Cuando se quedaron solos, Saburo-san se incorporó un poco en el sillón y los miró directamente.

—No es la primera vez que ocurre, como bien has dicho tú, Ishida-kun —empezó, con voz cansada—. Ella ya empieza a acostumbrarse, aunque... bueno, uno nunca se habitúa a ser el blanco de un fantasma homicida.

Hisoka y Tatsumi intercambiaron una mirada rápida.

—¿Fantasma? —preguntó Hisoka, fingiendo sorpresa.

Nakamori asintió lentamente, con la mirada fija en las llamas.

—Hace ya varios meses que empezó. Al principio eran pequeños sustos, una alfombra que se arrugaba de repente, haciéndola tropezar, o un grifo que se abría de golpe, salpicándolo todo, o sillas que se interponían en su camino... una vez, incluso, me la encontré en el comedor, arrinconada contra la pared, rodeada por todas las sillas de la habitación. Fue espeluznante.

Los shinigami se imaginaron la escena y no pudieron estar más de acuerdo con Saburo-san.

—Luego, la cosa fue a más —continuó el señor Nakamori—. Vasos que estallaban cuando los tenía en la mano, provocándole profundos cortes en las palmas, o...  un día esta misma chimenea pareció volverse loca y lanzó una enorme llamarada que prendió en las cortinas. Mi esposa estaba aquí a solas, sentada en ese mismo sillón que ocupas ahora, Ishida-kun y, cuando trató de salir... se encontró esa puerta y la que da al patio bloqueadas. No sé si lo habréis notado, pero ninguna de las dos tiene cerradura...

—¿Cómo logró salir entonces? —preguntó Hisoka, mirando con repentina desconfianza a la hasta ahora acogedora chimenea.

—La sacamos nosotros, Arthur, Hiroshi-kun y yo. Oímos sus gritos de socorro y acudimos de inmediato. Cuando salió de aquí estaba casi asfixiada por el humo pero, gracias a dios, ilesa. Lo más sorprendente de todo, es que la puerta no estaba cerrada en absoluto. Se abrió enseguida, cuando giramos el pomo.

—Es como si ese fantasma no quisiera realmente matarla —apuntó Tatsumi, pensativo.

—Eso creíamos todos... hasta que se demostró que estábamos equivocados. Hace unas semanas, comenzó a lanzarle todo tipo de objetos contundentes. Jarrones, ceniceros, bolas de billar —dijo, señalando la mesa de billar—, cosas así. Milagrosamente, ninguna le acertó de lleno, aunque un jarrón se hizo pedazos a pocos centímetros de su cabeza, y tuvimos que llevarla al hospital con una profunda brecha que no paraba de sangrar. Y lo de esta tarde... —Nakamori sacudió la cabeza, abatido—. Creo que realmente quiere matarla...

—¿Tiene idea de por qué?

Nakamori volvió a sacudir la cabeza.

—Hemos consultado incluso con espiritistas, con exorcistas, con sacerdotes... Nadie ha logrado establecer contacto con él. Ni siquiera las psicofonías han revelado nada. Ahora somos la comidilla de la ciudad... y nadie cree que haya realmente un fantasma en Nakamori Manor —añadió con una sonrisa amarga—. Ese es el motivo de que no os dijéramos nada. Pensamos que nos tomaríais por locos o excéntricos, ya que no teníamos pruebas que ofreceros... hasta ahora. De verdad, jamás quisimos poneros en peligro.

Tatsumi imitó el gesto de Nakamori de restarle importancia al asunto.

—En realidad nunca estuvimos en peligro, ¿no? Quiero decir, parece que Sayoko-san es su único objetivo. ¿O alguna vez ha atacado a alguien más?

Nakamori negó con la cabeza.

—¿Alguien lo ha visto alguna vez? —intervino Hisoka—. ¿Se ha aparecido o les ha hablado?

—No. Nunca —reconoció el señor Nakamori—. Los expertos dijeron que se trataba de un poltergeist y que no suelen tener forma ni voz.

Hisoka frunció el ceño. No estaba muy convencido, pero no dijo nada.

—Supongo que tampoco tienen idea de a quién pertenece ese fantasma.

—Ellos dijeron que debía tratarse de algún miembro de nuestra familia que murió dejando asuntos pendientes —dijo Nakamori y su rostro se ensombreció. Estaba pensando en su hijo Ryoga, sin duda—. Pero eso no explica por qué ataca a mi esposa. Ella nunca ha tenido problemas con ningún miembro de la familia. Siempre ha sido una mujer muy respetable, buena y amable con todo el mundo.

Hisoka empezó a sentirse inquieto. Deseaba hablar con Tatsumi a solas de todo lo que le estaba viniendo a la cabeza y, de todo lo que le había venido durante el breve interrogatorio de Hiroshi. Si pudiera encontrar una forma de librarse de Nakamori...

—Bueno, supongo que lo mejor será que os busque otro alojamiento más seguro. Le diré a Arthur que telefonee al Cuatro Estaciones para que les reserve habitación. Yo corro con los gastos, por supuesto...(1)

—Si no le es mucha molestia, Saburo-san —le interrumpió Tatsumi—. Nos gustaría quedarnos aquí. Creo, humildemente, que podríamos ser de alguna ayuda.

—Pero, el fantasma...

—No nos dan miedo los muertos —declaró Hisoka en su tono más oscuro—. En realidad, es de los vivos de los que debemos desconfiar.

Nakamori le miró como si Hisoka acabara de convertirse en una especie de gurú místico con túnica dorada y todo lo demás. Tatsumi creía saber por dónde iban los tiros y estrechó los ojos.

Finalmente, Nakamori les sonrió aliviado.

—Os lo agradezco de veras, Aoshi-san y Sosho-kun —Dijo. Hisoka hizo una mueca—. Ahora, os ruego que me disculpéis. Voy a subir a ver cómo está Sayoko. Disponed de la casa como os plazca.

Nakamori se levantó y Tatsumi e Hisoka le imitaron, despidiéndole con sendas inclinaciones. Una vez se quedaron solos, Hisoka se dirigió a la puerta acristalada que daba al patio trasero. La abrió, comprobó que, en efecto, carecía de cerradura y salió al exterior. Tatsumi le siguió.

—¿Qué piensas? —le preguntó el secretario.

Hisoka respiró profundamente, disfrutando del aire fresco y el suave sol de la tarde. No soportaba estar encerrado demasiado tiempo en el mismo sitio. Le hacía recordar la celda de su infancia.

—¿Podría alguien mover un objeto mediante telequinesis, sin tener ese objeto a la vista?

Tatsumi comprendió de inmediato a qué se refería.

—Es posible. Pero se requeriría una mente extraordinariamente poderosa. Una mente como la nuestra, por ejemplo. Un shinigami podría hacerlo y un espíritu también, pero tú sigues sin creer que haya sido un espíritu, ¿verdad?

—No. La descripción de los hechos es propia de un poltergeist, como Saburo-san ha dicho. Pero un poltergeist no es un espíritu, Tatsumi-san, sino la manifestación tangible de la mente de una persona. Normalmente de un anciano o un niño. La frustración o una simple rabieta pueden desatar la energía mental de una persona y hacer que los objetos se muevan a su alrededor, o se disparen contra la cabeza de la persona que ha provocado esa frustración o esa rabieta. La mayor parte de las veces, ni siquiera la persona que está emitiendo esas ondas psíquicas sabe que lo está haciendo. Por eso todo el mundo piensa que se trata de fantasmas traviesos, pero no lo son.

—¿Y tú crees que Sayoko-san es culpable de haber provocado algún sentimiento de ese tipo en alguien de esta casa?

—Es posible.

La respuesta de Hisoka le hizo ver a Tatsumi que había algo más.

—Sospechas de alguien —no era una pregunta, sino una afirmación.

Hisoka reflexionó un poco más antes de responder.

—Creo que podría haberlo hecho Arthur —dijo, al final.

Tatsumi abrió los ojos, sorprendido.

—Arthur —repitió—. El mayordomo. Lógico.

Hisoka no tuvo que esforzarse mucho para percibir la ironía en la voz del secretario. Se mordió la lengua para no soltarle una réplica de las que solía reservar para cuando Tsuzuki adoptaba el modo "soy-tan-agudo-que-me-doy-miedo-a-mí-mismo".

—Y creo que Hiroshi sabe algo.

Tatsumi parpadeó.

—Te agradecería, si no es mucha molestia, que trataras de elaborar frases más detalladas, Kurosaki-kun.

Hisoka le contó la discusión que había espiado entre Arthur y la señora Nakamori.

—Creo que Arthur no le tiene demasiado aprecio a Sayoko-san, aunque no logro adivinar por qué. Pero ese cambio tan radical en ella cuando Arthur se negó prácticamente a cumplir sus instrucciones... Créeme, Tatsumi, o esa mujer es una actriz consumada que nos está haciendo creer que es una dulce y amable ama de casa, o tiene un grave problema de doble personalidad.

—Creo que estás exagerando —dijo Tatsumi—. Todo el mundo tiene cambios de humor. Y una dama normalmente no le agrada que sus sirvientes se rebelen contra sus órdenes, por no mencionar que el talante que dicha dama pueda exhibir frente a sus invitados no tiene que ser necesariamente el mismo que reserva para sus sirvientes.

Hisoka sacudió la cabeza.

—Es más que eso. Es... no sé explicarlo. De todas formas, es evidente que alguien odia con bastante fuerza a Sayoko-san y Arthur es el único sospechoso que tengo, de momento.

—¿Y Hiroshi?

—Se comporta de un modo muy extraño. Me mira de un modo muy extraño. Y cada vez que intento rastrearle... no encuentro nada. Cuando le he interrogado antes, es evidente que ocultaba algo, ¡estaba mintiendo descaradamente! No necesito la empatía para saber eso.

—¿Crees que él sabe que Arthur está detrás de los atentados?

—O eso... o sospecha algo de mí.

—¿Que eres un shinigami?

—Que soy un émpata.

—Lo veo poco probable —lo tranquilizó Tatsumi—. Antes ha vuelto a ocurrirte lo de anoche, ¿verdad? —Hisoka asintió—. Arthur no estaba presente cuando eso sucedió. Y anoche tampoco.

Hisoka parpadeó.

—No se me había ocurrido que tuviera algo que ver. En realidad, con el atentado contra Sayoko-san, lo había olvidado por completo. Si el odio iba dirigido a la señora Nakamori, es normal que me golpeara tan de lleno, pues las dos veces estaba sentado justo frente a ella. Una emoción tan intensa puede hacerme sentir enfermo a distancia, como me ha estado ocurriendo desde que llegamos aquí, pero no TAN enfermo. Para eso, tendría que haber estado a menos de un metro de mí.

—Eso descarta a Arthur.

Hisoka sacó su vena cabezota al replicar:

Sólo del hecho de hacerme sentir como una mi-

—Creo que sería una buena idea subir a ver cómo está Sayoko-san –se apresuró a interrumpirle Tatsumi antes de que terminara la frase—. Luego, podríamos seguir con el plan de interrogar a los criados.

—Muy bien. Pero no estaría mal interrogar también a Sayoko-san.

Tatsumi, sencillamente, optó por ignorar esa sugerencia.

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FIN DEL CAPÍTULO 8

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Gomennasai: Lo siento, perdón.

(1) A modo informativo: El hotel Cuatro Estaciones de Tokio tiene unas tarifas desde 440 € por noche (unos 490 $ americanos)

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Vale, puede que este capítulo haya estado un poco denso, con todas las explicaciones y demás. Sobre todo, con el rollo de Hisoka sobre poltergeist. Este chico es un sabelotodo, ¿ne? ¡Bueno, espero que os haya gustado! Ah, por cierto, atención las (y los, que también los habrá) fans de Tsu-chan: ¡¡La próxima vez volveremos a encontrarnos con Tsuzuki!!........(bueno. Puede. Depende de lo largo que me salga el capítulo). ^_*

Ja ne!

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RESPUESTAS A LOS REVIÚS:

Mei Ikari.— Vaya, gracias por todo. Espero no haberte hecho esperar demasiado y, sobre todo, espero haber hecho que la espera mereciera la pena, eso es la principal tarea de un escritor, ¿no? ^_^

Can Hershey.— ¿Se van aclarando tus dudas sobre tu sospechoso? Lo siento, pero no puedo decirte si es o no es él.... de momento. De todas maneras, aún hay alguna que otra sorpresa. Y no sé si falta mucho para el final, porque tengo planeado lo que va ha ocurrir y había calculado unos diez capítulos, pero me temo que van a ser más, porque la historia se alarga sola. ¡Yo no tengo nada que ver! ¿Será cosa de meigas? ¡Gracias por dejar tu reviú!

¡¡¡NOTICIA FELIZ!!!

¡¡¡Amina Lawal, la mujer nigeriana condenada a morir lapidada ha sido SALVADA!!! Gracias a todos los que enviasteis firmas a Amnistía Internacional y gracias también a los que no las enviasteis pero os alegráis conmigo. ¡¡Hoy es un día feliz!!