Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 9

Autora: Azdriel

Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito.  ¡¡REAPARICIÓN DE TSU-CHAN!!

Disclaimers: Los usuales.

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Quiero dedicar este capítulo a una de mis lectoras *gracias, gracias* porque ayer fue el día de la Virgen del Pilar (en España, al menos) y por lo tanto el día de su santo (en España, al menos ^__^), y por si no actualizo antes del día 18 de octubre (que por lo visto no sólo es su cumpleaños, sino también el de Hisoka ¡!), desde aquí....

¡¡¡MUCHAS FELICIDADES, DARKLADY MARY!!!!

CAPÍTULO 9

Después de subir a la habitación de Sayoko-san, para interesarse por su estado tanto físico como emocional, los dos shinigami se separaron para llevar a cabo la tarea de recabar información entre los miembros del servicio. Mientras Tatsumi, aún no demasiado convencido, iba en busca de Arthur, Hisoka siguió a una de las doncellas desde la lavandería hasta el patio trasero de la casa y fingió un encontronazo inesperado.

—Oh, Ishida-sama —la chica se inclinó ante él, sosteniendo entre sus brazos un montón de ropa blanca, pulcramente doblada—. Le ruego que me disculpe, no le había visto.

La muchacha iba a seguir su camino de vuelta a la casa, pero Hisoka la interceptó hábilmente.

—Disculpa, ¿podrías decirme dónde puedo encontrar a Hiroshi?

La chica parecía sorprendida.

—¿A Hiroshi? Es su día libre, señor. Supongo que estará en la ciudad.

Hisoka frunció el ceño, fingiendo confusión.

—Pero nos ha servido el té hace cosa de una hora.

—Bueno, la señora siempre ha preferido que Hiroshi se ocupe de esa tarea —explicó la doncella, imprimiéndole un ritmo Nervioso a sus palabras que pretendía pasar por despreocupación—. Pero, en cuanto ha terminado, ha salido hacia la ciudad, se lo aseguro. No creo que vuelva hasta mañana.

Volvió a inclinarse, con bastante premura y, una vez más, trató de retirarse. Esta vez, Hisoka no se lo impidió.

El joven shinigami se quedó un rato en el patio, mientras la chica se alejaba rápidamente para seguir con sus tareas... y para huir de él, seguramente. ¿Por qué se había puesto tan nerviosa de repente? Recordó la discusión que Arthur y Sayoko-san habían mantenido en susurros durante la comida. Ella le había ordenado que fuera a buscar a Hiroshi y el mayordomo prácticamente se había negado a ello. Hisoka había pensado entonces que el comportamiento de Arthur se debía a su antipatía por su señora pero, si había sido él el autor del atentado, una simple antipatía no era motivo suficiente para tratar de matar a alguien. Y no percibía nada maligno en el mayordomo.

No. Debía haber una razón de peso. El hombre se había puesto muy tenso cuando Sayoko-san había mencionado a Hiroshi. ¿Sería él el motivo? Pero, ¿por qué iba Arthur a molestarse, a enfurecerse, hasta el punto de querer matar a su señora por el hecho de que ésta estuviera a punto de estropear el día libre del muchacho? ¡Era ridículo!

Hisoka resopló, molesto consigo mismo. Los libros de detectives que devoraba eran una gran fuente de ejercicio mental a la hora de realizar su trabajo como shinigami. La empatía no lo resolvía todo. Sobre todo en ese caso, donde al parecer era incapaz de leer la mente de la mitad de los miembros de la casa. En especial de Hiroshi. Pero, esta vez, parecía que ni siquiera la destreza mental podía procurarle respuestas. No es fácil resolver un puzzle, si no sabes cuántas piezas hay ni tienes una fotografía de cuál debe ser el resultado final para guiarte.

Lo cual le llevaba de nuevo al temor que le había confiado a Tatsumi: que el criado sospechara algo sobre sus poderes empáticos. Esa forma extraña de mirarle... la incapacidad que experimentaba cuando trataba de leer su mente... El criado ocultaba algo, desde luego, pero que estuviera relacionado con el caso era otro cantar.

—¡Maldición! Creo que me está volviendo la jaqueca —gruñó, mientras se encaminaba de vuelta a la casa. Pero, en lugar de entrar por la puerta del patio por la que había salido, Hisoka dio la vuelta a la casa y salió a la fachada principal, donde sólo encontró al chofer, ocupado en encerar el lujoso Rolls-Royce con una gran esponja.

— Konnichi wa —murmuró Hisoka. El hombre se inclinó, esponja en mano, le devolvió el saludo y siguió con su trabajo.

Hisoka se planteó interrogarle, pero un pequeño "vistazo" a su mente le indicó que el hombre no soltaría prenda. Él no pertenecía al grupo de amantes de los chismes que había descrito Tatsumi. De hecho, probablemente, se sentiría bastante ofendido si llegaba a pensar que Hisoka le había metido en el mismo saco que a todos los demás.

El shinigami echó un vistazo en torno a sí, en busca de otra posible "fuente de información ambulante", pero allí sólo estaba el chofer. Así que decidió volver al interior de la casa y...

En el recorrido que hizo su mirada a su alrededor, el roble petrificado llamó poderosamente su atención. Y con él regresó el espantoso sueño de la noche anterior.

En su sueño, las ramas habían estado cuajadas de hojas y el campo en torno a él lleno de cerezos en flor. Un escalofrío recorrió su espalda. No quería recordar ahora eso. Regresaría a la casa y no volvería a mirar el árbol hasta que se marcharan de allí. Pero sus pies, que de repente parecían haber desarrollado ideas propias, amotinándose contra la voluntad de Hisoka, lo condujeron en dirección diametralmente opuesta a la casa. Antes de darse cuenta, ya había atravesado el sendero de gravilla y había recorrido la mitad del camino hacia el roble petrificado.

Sí, había algo que lo atraía poderosamente hacia allí...  y no tenía nada que ver con su sueño.

Sus ojos verdes estaban clavados en la profunda hendidura del tronco que, como una boca oscura y siniestra, le llamaba en silencio, invitándole a acercarse más y espiar en su interior. Un paso más y sus dedos rozaron la corteza pétrea, suavizada por los siglos a la intemperie. Una vibración surgía de la madera, penetrando a través de las sensibles yemas de sus dedos, como si aquella cosa estuviera viva. Un nuevo estremecimiento sacudió a Hisoka pero, esta vez, no fue de miedo, sino de anticipación.

Y, de repente, lo supo: allí encontraría la respuesta que estaba buscando.

*** **** ***

—¿Hiroshi es huérfano? —repitió Tatsumi, sinceramente sorprendido.

—Oh, sí, señor —respondió la cocinera, asintiendo enérgicamente, sin dejar de picar, machacar, remover y batir, mientras se movía con una rapidez fruto de años de práctica de un punto a otro de la cocina—. El muchacho se quedó sin padres hará cinco años, pobrecito. Un accidente terrible. Uno no debe mezclarse con según qué tipo de gente, siempre lo he dicho...

Tatsumi alzó una ceja, sorprendido, preguntándose si no estaría refiriéndose a lo que él creía.

—El padre, el señor Yokobata, era un buen amigo de Saburo-sama —siguió la cocinera, mientras pasaba junto a Tatsumi como una exhalación, casi arroyándolo—. Hicieron negocios juntos muchas veces, pero... los Yokobata no tenían por su parte las mejores amistades. Por supuesto, ningún Nakamori se ha visto jamás mezclado con esa gentuza, pero el señor Yokobata y mi señor habían sido amigos desde el colegio. Uno no rechaza a un amigo aunque se haya descarriado, ¿no cree? Pero, como le decía, ocurrió ese terrible accidente y el pobre Hiroshi-kun se quedó sólo en el mundo.

—Y los Nakamori lo adoptaron... —murmuró Tatsumi, esperando que sus temores fueran infundados. Hacía cinco años, Hiroshi debía tener unos doce o trece. Poner a trabajar de criado a un chico de trece años, sobre todo si no tenía una familia que lo aprobase, era un delito. Más aún si era adoptado precisamente para cumplir las tareas de criado. Eso era algo repugnante.

—No inmediatamente, señor —dijo la mujer, como si hubiera leído los pensamientos de Tatsumi—. El muchacho fue recogido por unos parientes de los Yokobata, pero resultaron ser una de esas familias poco recomendables, no sé si me entiende. Por fortuna, el muchacho no se contaminó de aquella atmósfera y, cuando cumplió los dieciocho años, consiguió que los Nakamori lo acogiesen y lo contratasen como criado. Eso fue una buena cosa, señor, créame. El chico no podría estar en mejor ambiente ni en mejores manos que en las de mis señores. Sayoko-sama le aprecia muchísimo. Sobre todo ahora, después de lo del joven señor Ryoga —la mujer hizo una pausa en su verborrea y en su incesante trajín para suspirar y sacudir la cabeza con profunda tristeza—. La señora quedó destrozada después de aquello. Pero parece que Hiroshi-kun ha conseguido devolverle la sonrisa.

—Entonces, ¿tienen una buena relación? —Preguntó Tatsumi un tanto sorprendido. Esa no era la imagen que tenía en mente.

—¡Como si fueran madre e hijo! —exclamó la mujer, sonriendo de nuevo—. La señora siempre lo requiere para casi todo: para que sirva el té, para que cambie las flores de los jarrones de su dormitorio, para que la acompañe cuando va a la ciudad de compras... El pobre muchacho tiene suerte de haber dado con una señora tan amable. De ese modo, él también ha encontrado una nueva madre.

Tatsumi agradeció a la criada su inagotable ayuda y se marchó de las cocinas, dándole vueltas a lo que había oído. Sus sospechas embrionarias sobre Hiroshi acababan de ser abortadas sin contemplaciones. Era evidente que el chico no tenía motivo alguno para odiar a Sayoko-san. Lo que le había contado Hisoka sobre él, le había inducido a pensar que Hiroshi realmente ocultaba algo, pero podría no ser lo que su compañero pensaba. Ahora ya no sabía qué pensar.

Sin embargo... Tatsumi estrechó los ojos al recordar algo que había dicho la Cocinera.

El secretario cruzó el vestíbulo y salió de la casa, en busca de Hisoka. Su aguda mirada lo localizó enseguida, a lo lejos, junto al roble petrificado. Incluso desde aquella distancia, Tatsumi intuyó que algo no iba bien.

Y echó a correr hacia Hisoka.

*** ***

Para su absoluta estupefacción, en el interior del tronco del roble brillaban un par de ojos de color violeta.

—Tsu... ¿Tsuzuki?

—Ven aquí, 'Soka-chan —le llegó la familiar voz desde el interior del tronco hueco. Una mano blanca de largos dedos surgió de la grieta y le hizo señas para que se acercase—. No te vas a creer lo que he descubierto.

Aún alucinando, Hisoka se asomó a la grieta del roble. La oscuridad del interior era tan densa que no pudo ver a Tsuzuki en absoluto, pero podía sentir su presencia.

—¿Tsuzuki? ¿Qué diablos estás haciendo aquí? ¿Cuándo...? ........... ¿Dónde estás?

Súbitamente, una mano se cerró en torno a su muñeca y tiró de él hacia el interior del tronco. Hisoka soltó una exclamación Involuntaria, tropezó y cayó entre los brazos de un invisible Tsuzuki. Notó que su compañero se movía y, un momento después, sintió un aliento ardiente acariciando su oreja.

—¿Quieres saber lo que he descubierto? —susurró la voz de Tsuzuki en su oído, mientras cerraba los brazos en torno a la delgada espalda del muchacho.

—¡Déjate de tonterías! ¡Suéltame, baka! —Hisoka forcejeó para liberarse, pero Tsuzuki no le soltó como solía hacer cuando Hisoka se mostraba tan reacio al contacto físico, sino que lo estrechó aún más fuerte contra su pecho. El muchacho percibió su perfume ..... sándalo... especias...  y sintió los latidos del corazón de Tsuzuki, golpeando con fuerza contra su mejilla.

Pero algo iba mal.

—He descubierto que estás planeando abandonarme —susurró Tsuzuki, con una voz profunda y rasposa, que le dejó helado.

Algo iba terriblemente mal.

 —¿Qué...? —acertó a musitar el muchacho. Puso las manos contra el pecho de Tsuzuki, para tratar de apartarle, pero la presa del otro shinigami era fuerte, demasiado fuerte. Si le apretaba un poco más, le rompería la espalda—. Tsuzuki...

—¿De qué tienes miedo, Hisoka? —siguió el susurro del invisible Tsuzuki—. ¿Tienes miedo de mí? ¿O de ti mismo? ¿Crees que podrás huir de lo que sientes, si huyes de mí? ¿Tan ingenuo eres?

Hisoka empezó a jadear, por falta de aliento. Se ahogaba. Su cabeza daba vueltas. ¿Cómo diablos sabía Tsuzuki....? ¡No era posible!

—No... no estoy huyendo...

El perfume que emanaba de Tsuzuki era sofocante, embriagador, demasiado dulzón para que su olfato pudiera tolerarlo. Hisoka estaba sudando copiosamente, sentía la frente empapada y las palmas de las manos pegajosas. El cuerpo de Tsuzuki seguía apretándose contra el suyo, sus brazos le apretaron un poco más.

Sonó un chasquido en su espalda. Hisoka soltó un grito.

—¡No puedes huir de tu propia necesidad, Hisoka! ¡Reconócelo! —gritó la voz de Tsuzuki, de repente atronadora, como nunca Hisoka la había oído. El calor era insoportable allí dentro, la oscuridad parecía cernirse sobre él, envolverle, devorarle. Deseaba aferrarse a la roca de salvación que era Tsuzuki, contra el miedo a la oscuridad y la claustrofobia, pero ¿quién lo defendería del miedo que de repente le inspiraba su amigo?

—¡Suéltame...! ¡Tú no eres real! ¡¡Tú no eres Tsuzuki!!

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Era impensable que ese ser siniestro fuera su amigo. Tsuzuki era dulce y amable con él... Tsuzuki jamás le haría daño... jamás utilizaría métodos tan diabólicos, tan espeluznantes, ni siquiera con su peor enemigo y mucho menos contra él... 

—En tus manos tienes el poder de liberarte —oyó decir al falso Tsuzuki—. Yo no soy más que la encarnación de tu propio miedo, tu deseo y tu necesidad. Descubre la respuesta única a esas tres incógnitas y serás libre. De lo contrario... tus dudas te aplastarán.

Para ratificar esa verdad, los brazos de acero se cerraron aún más fuerte. Hisoka ya no respiraba en absoluto. Su espalda crujió de nuevo y algo se rompió dentro de él. Habría gritado de dolor de haber podido tomar oxígeno suficiente para hacerlo.

—¡Hisoka!

En un parpadeo, Hisoka se encontró frente al roble petrificado, bajo el sol del atardecer, con la mano apoyada sobre la madera lisa del árbol, los ojos fijos en la grieta del tronco. Tsuzuki había desaparecido, la oscuridad había desaparecido, la sensación de asfixia había desaparecido... pero una terrible desazón permanecía.  Y ahora se le habían sumado también un montón de dudas.

Ni siquiera se dio cuenta de que Tatsumi estaba a su lado, que había sido el secretario quien, una vez más, lo había sacado de su pesadilla. Tampoco se había dado cuenta de que Tatsumi le había llamado por su nombre de pila por primera vez desde que se conocían. Las rodillas se le doblaron y se derrumbó sobre la hierba, jadeando.

Tatsumi no necesitó preguntarse qué le habría ocurrido al chico. Suponía que había sido otro ataque y miró a su alrededor en busca del posible emisor de energía negativa. De hecho casi esperó ver a Hiroshi rondando por allí. Pero allí no había nadie. La persona más cercana era el chofer, pero estaba a casi medio kilómetro de ellos y apenas se le veía.

Tatsumi no podía saber que se equivocaba. Ni siquiera Hisoka estaba seguro de qué era lo que le había provocado aquella alucinación, pesadilla o lo que fuera. Sólo sabía que de pronto, cuando creía que ya lo había superado, volvía a echar de menos a Tsuzuki.

Terriblemente.

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FIN DEL CAPÍTULO 9

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Konnichi wa: "buenas tardes", aunque creo que todos os sabéis ésta.

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BUENO, OS DIJE QUE SALDRÍA TSUZUKI EN ESTE CAPÍTULO, ¿NO? Yo nunca dije que fuera a ser el de verdad... ñe, ñe, ñe... ^__*

¡Ah! ¡Me encanta hacer sufrir a Hisoka! ¿Y a quién no? :D. Espero que os haya gustado el capítulo, aunque me hubiera gustado desarrollar más el interrogatorio a los criados, pero esto se habría hecho eterno. Bueno, ¿qué opináis del falso Tsuzuki? Este Hisoka tiene un indeciso, ne? Ahora echo de menos a Tsu-chan, ahora no... ¿Será gallego, como yo? =D ¿Y a qué viene alucinar con él metidos los dos dentro del tronco hueco de un árbol? Todo tan oscuro, y apretado, y con ese calor... ¿¿Qué diría Freud al respecto?? jeee, jeeeee, jeee

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RESPUESTAS A LOS REVIÚS:

Muy poquitos esta vez, de hecho, sólo dos. Uno en ff.net y el otro en mi correo personal. ¡Gracias a los dos! Pero, por favor, enviadme más, aunque sólo sea para que sepa que me leéis... *snif, snif* En serio, no sabéis las ganas que me entran de ponerme a escribir cada vez que recibo un reviú.

Bueno, dicho esto, quiero dar las gracias a mis dos lectores del mes ^_^, kotorimoon y a princess_kayra/ DarkLady Mary/María del Pilar por su reviú y por su... ejem... amenaza, respectivamente. Aún no he visto nada raro revoloteando por encima de mi cabeza, pero he puesto a todos mis shikis en constante vigilancia por si acaso. Siento mucho haber tardado tanto en actualizar, pero es que estaba baja de inspiración, no quería que me saliera un churro... (aunque no sé si he tenido éxito o no). Aunque, después de tus "dulces consejos" (je,je) no sé si seguir torturando al pobre 'Soka-chan o enviarlo a pasar unos días a Disneyland Tokio, para que se relaje un poco. Por cierto, DarkLady, dile a tu amiga que una de las dos ha acertado. ¿Cuál? Ah...

JA NE!