Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 11

Autora: Azdriel

Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito. 

Disclaimers: Los usuales.

NOTA DE LA AUTORA: ¡¡¡¡¡¡¡YAAAIIIIII!!!! POR FIN SE PUBLICA YnM EN ESPAÑA, ¡¡¡¡¡SI, SI, SI!!!!! ¡¡¡¡SOY FELIIIIIIZ!!!!!

Ale, ya.

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CAPÍTULO 11

Esa noche, Tatsumi decidió dormir en la habitación de Hisoka para vigilarle. Cada vez le preocupaba más el muchacho. Tantos ataques seguidos tenían que estar agotándole mentalmente, si no le estaban produciendo un daño aún más grave. Hisoka le había asegurado que el último no había sido un ataque, sino una especie de visión y que no tenía nada que ver con el caso, pero no se había extendido en detalles y el secretario respetaba demasiado su intimidad para indagar en el tema.

Sin embargo, estaba muy preocupado por Hisoka. El muchacho se había pasado el resto de la tarde exhibiendo una mirada acosada en sus ojos verdes. Tatsumi no sabía lo que había visto al pie del roble petrificado pero, lo que fuera, aún no lo había dejado en paz. Ardía de ganas de desentrañar el misterio, pero no le preguntó. Si Hisoka quería hablar ya acudiría a él. Sabía que podía hacerlo.

Mientras se preparaba una cama improvisada con mantas en el amplio sofá del cuarto del chico, se le ocurrió que le gustaba trabajar con Hisoka. Hacía tiempo que no se encargaba personalmente de un caso y, aunque nunca se había quejado, lo echaba de menos. Su último compañero había sido Tsuzuki y esa era, principalmente, la razón de que hubiera pedido el traslado a las oficinas. No es que Tsuzuki hubiera sido un mal compañero, pero sus estilos de trabajo eran diametralmente distintos y las distracciones constantes de aquel bullicioso chibi habían estado a punto de costarles caro a los dos. Congeniaban como amigos, pero no como compañeros, y Tatsumi prefería abandonar el trabajo de campo antes que perder a Tsuzuki.

Pero con Hisoka era diferente. Sus mentes se complementaban como dos ruedas dentadas en un engranaje. Le gustaba la actitud tranquila y reflexiva del muchacho, su mente fría y precisa, tan parecida a la suya. Además, Hisoka le comprendía, cosa que muy pocos podían decir. Y él creía comprender a Hisoka. Desde luego no era el tipo de relación que el muchacho mantenía con Tsuzuki, esa clase de amistad se daba una sola vez en la vida, pero a Tatsumi le había sorprendido lo fácil que era en realidad tratar con Hisoka y lo fácil que era tomarle afecto.

El chico estaba tendido en su cama, aún vestido, con los brazos detrás de la cabeza, mirando fijamente al techo. Tatsumi terminó lo que estaba haciendo y tomó asiento en el sofá, los codos sobre las rodillas, mientras observaba al muchacho pensativamente, tratando de encontrar un tema de conversación que lo sacase de su mutismo y que fuera lo bastante inofensivo como para alejarle durante un rato de lo que quiera que estuviera acosándole ahora.

Ya habían intercambiado los pocos datos que habían conseguido sacarles a los criados sobre el caso y no quería cansar más a Hisoka volviendo sobre el tema. Así que, ¿de qué podía hablarle? Algo inofensivo...

Tatsumi se dio una palmada mental en la frente. ¡Claro, Tsuzuki! ¿Qué había más inofensivo que eso?

—Tengo una curiosidad, Kurosaki-kun —empezó. Él tampoco se había dado cuenta de que antes le había llamado por su nombre de pila y tampoco ahora se dio cuenta de que había vuelto al tratamiento formal al que estaba habituado—. ¿Cómo convenciste a Tsuzuki-san para que se quedara en Meifu? No creo que le gustara la idea de que le cambiaras por mí...

Incluso desde donde estaba, pudo ver cómo se tensaba el delgado cuerpo de Hisoka al oír su aparentemente inofensiva pregunta. Al cabo de un minuto, cuando ya pensaba que se iba a quedar sin respuesta, le oyó decir:

—No tuvo muchas opciones de oponerse.

Su voz conservaba ese tono frío y neutro, tan propio de Hisoka, pero Tatsumi frunció el ceño, sospechando que se había perdido algo. Tsuzuki estaba demasiado apegado a su joven compañero y protegido como para no poner objeciones a la idea de Hisoka. Y suponía que el chico no habría sido precisamente diplomático al informarle de ello. Podía imaginárselo, plantado ante Tsuzuki, cruzado de brazos con aquella actitud suya entre «me da igual lo que pienses» y «atrévete a protestar si tienes lo que hay que tener», y espetándole: «me tienes harto, así que ahí te quedas.»

Sí, Hisoka era muy capaz de decir algo así, sin pensar en los sentimientos de Tsuzuki. No por crueldad, por supuesto, la culpa era del propio Tsuzuki. Si no se mostrara siempre tan condenadamente alegre, si no fingiera esa despreocupación ante cualquier ataque emocional contra su persona, Hisoka no estaría tan convencido como estaba de que su compañero poseía un corazón de goma y que todo lo que le dijera rebotaría en él, sin afectarle lo más mínimo.

Pero Tatsumi sabía que el corazón de Tsuzuki era más bien como una esponja, que absorbía todo lo malo sin dejar salir nada... hasta que llegara el día en que estuviera tan repleto de emociones negativas que ya no pudiera retener más.

¿Qué ocurriría entonces?

Tatsumi tenía miedo de averiguarlo.

—Me cuesta creerlo —dijo, en cambio—. ¿Ni siquiera intentó hacerte cambiar de idea?

Hisoka se revolvió incómodo en la cama.

—No. Tenía... tiene el convencimiento de que la idea partió de... del jefe Konoe.

—¿Y de dónde sacaría esa idea? —preguntó Tatsumi tratando de no parecer sarcástico. El pequeño rastrero... debería de haberlo supuesto.

Hisoka tardó en responder lo obvio. Tatsumi lo oyó suspirar finalmente con resignación y le vio incorporarse hasta quedar sentado en la cama.

—Sabía que protestaría hasta la eternidad si le decía que la idea era mía —por algún motivo, Hisoka parecía disgustado. Tatsumi no supo decir si con él o consigo mismo—. Así que le dije que el caso requería que nos hiciéramos pasar por padre e hijo y que él era demasiado joven para hacerse pasar por mi padre, y que por eso el jefe me había emparejado contigo.

—¿Y yo sí te parezco lo bastante mayor para ser tu padre? —preguntó Tatsumi, sintiéndose un poco ofendido. Había muerto con treinta años, ¡no tenía un aspecto tan viejo!

—Por lo visto, Tsuzuki cree que sí —fue la respuesta, mientras Hisoka se encogía de hombros y apartaba la mirada.

Tatsumi contuvo un repentino deseo de invocar su poder sobre las sombras y hacer que engulleran a aquel mocoso y luego al shinigami cabeza de chorlito que esperaba en Meifu el regreso de su compañero...suspirando de añoranza cada dos minutos, si Tatsumi le conocía bien.

Pero el sentido común se impuso finalmente. Y con él vino la necesidad que todos los adultos tienen de reprender a los niños cuando muestran la desfachatez de ser más astutos que ellos.

—Nos utilizaste, Kurosaki-kun. A mí y al jefe Konoe. Y mentiste a tu compañero. ¿Te parece justo? ¿Qué crees que sentirá Tsuzuki cuando descubra la verdad? Se siente muy unido a ti y tú ni siquiera te has dignado en ser sincero con él. Él nunca lo haría.

Fantástico. Ahora sonaba como un anuncio de la Protectora de Animales. «No lo abandones. El nunca lo haría.»

—No creo que haya que dramatizar tanto —respondió Hisoka, desafiante. Detestaba que le sermonearan—. Y a Tsuzuki no le importará. No le estoy sustituyendo para siempre. Sólo quería tomarme un descanso. Puede llegar a ser tan... cargante...

Incluso antes de llegar a la mitad de esa frase, Hisoka tuvo que reconocer que se le daba muy bien mentir. Puede que al principio hubiera tenido esa idea en mente, la de tomarse un descanso de Tsuzuki, pero sus dos últimas pesadillas le habían mostrado la verdad de por qué había huido de su compañero. Lo empujó todo a un rincón de su mente y cerró la puerta con llave. No deseaba enfrentarse a ello ahora.

Tatsumi se quedó mirándole en silencio durante un rato, serio y pensativo, como si pudiera ver cada uno de sus pensamientos. Hisoka, por si acaso, se apresuró a levantar las barreras. Finalmente, el secretario suspiró y dijo:

—Te comprendo.

Los ojos verdes de Hisoka parpadearon. Dos veces. Su cara de sorpresa reflejaba tal inocencia que Tatsumi tuvo que refrenar un deseo de revolverle el pelo como si fuera su sobrino favorito.

—¿Ah, sí?

Tatsumi suspiró de nuevo —lo hacía mucho últimamente— y bajó la mirada a sus manos entrelazadas sobre sus rodillas.

—Ese fue uno de los motivos por los que rompí con Tsuzuki hace años —confesó—. Me sacaba de mis casillas con todas sus payasadas y sus constantes distracciones. No conseguía concentrarme lo suficiente en los casos y muchas almas que debían ir a Meifu casi se nos escaparon de las manos. Nos llevamos más de una reprimenda por parte del jefe Konoe y del propio Enma-daioh. Y finalmente, decidí que no podía seguir trabajando con él y pedí el traslado.

Hisoka se imaginó a Tatsumi y Tsuzuki trabajando juntos. Seguramente las cosas no habrían sido muy diferentes de como eran ahora, con Hisoka como nuevo compañero de Tsuzuki. Pero las palabras de Tatsumi le dieron una idea:

—¿Cómo se lo tomó? —preguntó—. ¿Se... enfadó contigo por dejarle? Seguís siendo amigos, ¿verdad? Quiero decir, sé que sois amigos, pero... ¿han cambiado mucho las cosas?

—¿Quieres saber si me ha perdonado por dejarle? —preguntó Tatsumi a su vez, viendo que al muchacho le estaba costando formular la pregunta que tenía en mente—. No creo que me guarde rencor. Pero también es cierto que no llevábamos mucho tiempo trabajando juntos, tan sólo tres meses, y yo no era su primer compañero, ni tampoco el primero que rompía su asociación con él. De hecho, tú has sido el que más tiempo le ha durado.

Y a todo el mundo le ha sorprendido, por cierto.

—Pero, ¿qué pasó cuando se lo dijiste? —insistió Hisoka, rezando porque Tatsumi estuviera demasiado cansado para sumar dos y dos—. ¿Cómo reaccionó en ese momento?

Los ojos azules de Tatsumi se entristecieron, pero a sus labios asomó una suave sonrisa nostálgica.

—Te lo puedes imaginar. Puso esos ojos de cachorrito abandonado a los que nadie puede resistirse, y me miró sin decir una palabra. Pero no fue necesario. Con sólo echar un vistazo a esa cara desconsolada, estuve a punto de mandar mi determinación al diablo y decirle que olvidara lo que le había dicho y que seguíamos siendo compañeros. Pero, afortunadamente, no lo hice.

Hisoka parpadeó confundido.

—¿Por qué afortunadamente?

—No habría sido justo ni para él ni para mí. No compaginábamos en absoluto. Nunca he sido capaz de tolerar sus payasadas en el trabajo, ni sus poco ortodoxos métodos de investigación. Pero, por otro lado... —Tatsumi volvió a suspirar. Oh, sí, lo estaba haciendo muy a menudo—... me producía un miedo atroz verle involucrarse tanto en cada caso, como si cada uno de ellos le afectara personalmente. Llegué a temer el momento de llevarnos aquellas almas al Meifu, porque sabía qué clase de expresión vería en su rostro... Él jamás ha sido capaz de soportar la idea de tener que matar, aunque la vida de esas personas ya haya llegado a su final.

Hisoka permaneció en silencio durante un buen rato, pensando en lo que acababa de oír. Nada de eso guardaba relación con el Tsuzuki que él conocía. ¿Se habría referido a eso Tatsumi cuando mencionó lo de las "vías de escape de Tsuzuki" el otro día, en el tren?

Pensó en pedirle a Tatsumi que le hablara más a fondo de ese nuevo y desconocido Tsuzuki, pero eso les alejaría del tema que más inquietaba ahora a Hisoka.

—¿Qué paso después?

A pesar de su cansancio, Tatsumi era más que consciente de que Hisoka estaba mostrando un interés insólito en su pasado como compañero de Tsuzuki. Sobre todo, por el momento de la ruptura. ¿Acaso el muchacho...? No, no era posible. Hisoka no haría eso. Él, más que ninguna otra persona en el mundo, sabía lo que dolía el rechazo.

—No demasiado. Como te he dicho, hacía muy poco que nos conocíamos. No estábamos tan unidos como puede estarlo contigo, por ejemplo —lo dijo con un tono casual, pero completamente intencionado. No estaba de más recordárselo—. No habíamos pasado por tanto como habéis pasado vosotros en tan poco tiempo. A pesar de lo muy a pecho que Tsuzuki se tomaba cada misión, nunca hubo realmente ningún caso que nos afectara personalmente, como ha ocurrido con vosotros.

No hacía falta ser un genio para comprender que estaba refiriéndose a Muraki. Primero en Nagasaki y luego a bordo del Queen Camelia, si algo tenían que agradecerle a aquel sádico era haberles unido tanto.

—Después del disgusto inicial —siguió Tatsumi—... bueno, ya sabes cómo es Tsuzuki y sus repentinos cambios de humor —máscaras sonrientes en realidad, tan falsas como las de la tragedia griega, pensó Tatsumi con amargura—. El cachorrito abandonado desapareció, esbozó una enorme sonrisa, me guiñó un ojo y dijo algo así como. "bueno, no importa, Tatsumi, seguiremos viéndonos por aquí, ¿verdad?" —el secretario sonrió con cariño—. Jamás me había sentido tan mal en toda mi vida, créeme. Pero supongo que podría haber sido peor.

Hisoka tragó saliva, tratando de deshacer un nudo molesto que, a saber por qué, estaba constriñéndole la garganta.

—¿Cómo...?

Tatsumi levantó la mirada y la clavó en los brillantes ojos verdes de Hisoka.

—Si yo hubiera sido alguien realmente importante para él, y no digo que no se preocupe por mí a su manera, pero si hubiera sido alguien... como tú, por ejemplo... alguien con quien Tsuzuki hubiera establecido lazos tan fuertes en tan poco tiempo... Sin duda alguna, mi rechazo le habría destrozado el corazón. Siempre es más doloroso que te abandone alguien a quien quieres, ¿no crees?

¿Quieres saber lo que he descubierto?

Hisoka enrojeció y sus ojos se agrandaron un poco más de lo normal, pero luchó por no apartar la mirada de Tatsumi. Volvió a tragar saliva.

—¿Tú... tú crees? –murmuró, odiándose por lo débil que sonaba de repente su voz—. ¿Crees que sería diferente conmigo?

Tatsumi tardó un momento en contestar. Sus temores se habían confirmado. De repente sentía un vacío enorme en el corazón, pero se aferró a la diminuta esperanza que le proporcionaba la sombra de duda que veía en el rostro del muchacho.

—Por supuesto, Kurosaki-kun —dijo finalmente—. Porque no sólo eres su compañero. Eres, por encima de todo, su amigo.

*** *** ***

Esa noche, Hisoka descubrió que no podía dormir. Lo cual no era algo excepcional, salvo por que el motivo de su insomnio no era Muraki esta vez, sino —quién lo habría imaginado— Tsuzuki.

No podía dejar de darle vueltas y más vueltas a la visión que le había asaltado junto al roble petrificado y a la certeza que había tenido, un instante antes, de que en aquel lugar iba a hallar las respuestas que buscaba. No había vuelto a pensar en ello hasta que se había quedado solo en su dormitorio, tras haber convencido a Tatsumi de que no era necesario que se quedara a velar su sueño. Lo último que deseaba era volver a hablar en sueños y que el secretario se enterara de todo lo que lo estaba torturando.

Ahora, mientras aguardaba tendido en su cama, aún vestido, a que los ruidos de la casa fueran apagándose y el aura de sus habitantes se relajara hasta indicarle que todos estaban ya dormidos, Hisoka volvió a rememorar aquella sensación de anticipación.

No había habido respuestas junto al roble petrificado. Él había pensado que encontraría la clave del misterio que les había llevado a Nakamori Manor, pero lo que se había manifestado ante él había sido un Tsuzuki diabólico, una imagen invisible y despiadada de su amigo, que había recogido de su corazón todas sus dudas y se las había arrojado a la cara. ¿Habría creado él mismo aquella ilusión? Hisoka conocía lo bastante bien su propia mente como para estar casi seguro de que así había sido, pero ¿por qué? ¿Acaso su subconsciente había tratado de decirle que su decisión había sido errónea? ¿Que no debía abandonar a Tsuzuki?

¿Tienes miedo de mí? ¿O de ti mismo? ¿Crees que podrás huir de lo que sientes si huyes de mí? ¿Tan ingenuo eres?

La voz del falso Tsuzuki volvió a sus recuerdos. Sus palabras se habían quedado grabadas a fuego en su memoria. Sí, claro que tenía miedo, miedo a enfrentarse al reto más difícil de todos, más aún que superar sus pesadillas con Muraki, más aún que conseguir borrar el repugnante recuerdo de las manos del doctor contra su cuerpo indefenso. Hisoka tenía miedo de abrirse, de permitir a los demás —a Tsuzuki, en especial— que cruzaran más allá del espejo, como Alicia.

Pero eso ya lo había aclarado con su subconsciente la noche de la pesadilla, ya no tenía dudas al respecto...

¡No puedes huir de tu propia necesidad, Hisoka! ¡Reconócelo!

Hisoka sintió ganas de taparse los oídos, para no seguir oyendo aquella voz, pero sabía que era una estupidez. La voz estaba dentro de su cabeza, no podría hacerla callar. Era curioso, pensó, cómo el sonido de la voz de Tsuzuki, que siempre le había reconfortado, ahora le produjera escalofríos.

El émpata se forzó a enfriar su mente. Tenía que analizar todo aquello cuidadosamente, sin dejarse llevar por las emociones. No le cabía la menor duda de que necesitaba la compañía de Tsuzuki. Le echaba mucho de menos, eso ya había quedado claro.

«¡El problema es, mente estúpida», le gritó a su subconsciente, «que no quiero echarle de menos, no quiero necesitarle, no quiero depender de él! No quiero depender de nadie... Así que, ¿por qué no lo entiendes de una vez y me dejas en paz?»

En tus manos tienes el poder de liberarte. Yo no soy más que la encarnación de tu propio miedo, tu deseo y tu necesidad. Descubre la respuesta única a esas tres incógnitas y serás libre. De lo contrario... tus dudas te aplastarán.

—¡Argh! —gruñó Hisoka, exasperado—. ¡Ya basta!

Se levantó de la cama y salió de la habitación a toda prisa, como si quisiera huir de su voz interior. Tal vez pudiera escapar de ella antes de que se diera cuenta y dejarla encerrada en la habitación...

«Kurosaki Hisoka, ya es oficial: te estás volviendo loco.»

*** ***

FIN DEL CAPÍTULO 11

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RESPUESTAS A LOS REVIÚS

En orden alfabético….

Can Hersey.— ¡Exacto! Es el jardinero, has resuelto el misterio... ¡es broma! (.....un jardinero, ¿eh?.... hmmm). Me he puesto muy contenta cuando he leído que este es tu fic favorito de Yami. ¡Ay, qué buen@s sois conmigo...! snif...

Kotorimoon.— Gracias, gracias, gracias, pero me temo que Muraki no aparecerá en este fic... al menos, fuera de las coloridas pesadillas del pequeñajo. Pero, tranquila, tengo ganas de enfrentar a esos dos en otra ocasión. Aunque, no sé, creo que me apetece más que sea Tsuzuki quien bregue con el doctor... ¿y una cama redonda...? ¡Hey! ¡Basta! Se supone que escribo para todos los públicos... más o menos... ¡chao! (y gracias por desearme inspiración)

Selene Sumeragi.- Tranqui, que Tsu-chan aparecerá en el próximo capítulo. Y esta vez, el de verdad, lo prometo. Ya le estoy echando de menos yo también...

Vale, tengo varias preguntas que me incomodan sobre YnM:

¿Por qué rayos se empeña Tsuzuki en decir "gracias" en inglés, si es evidente que los idiomas no son lo suyo? ¿Por qué Watari y Tatsumi usan gafas? ¿Para qué necesita gafas un shinigami? ¿Es que sus increíbles poderes de regeneración no bastan para curar la miopía? ¡Pues vaya una chufa de poderes! ¿Por qué Muraki aparece y desaparece siempre entre una lluvia de plumas blancas? ¿De dónde leches (con perdón) salen esas plumas? ¿No os parece sospechoso que "pierda" tanta "pluma"?  

Ja ne!!