Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 12
Autora: Azdriel
Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito.
Disclaimers: Los usuales.
NOTA DE LA AUTORA: Quiero felicitaros las Navidades con todo mi cariño y mi agradecimiento por concederme vuestro tiempo para leer mi humilde fic *inclinándose hasta rozar el suelo con la nariz*
Así que...
¡¡FELICES FIESTAS Y UN MUY FELIZ AÑO 2004 A TODOS!!
Y os dedico una canción de navidad compuesta por mi sobrino (7 años):
(música: jingle bells)
Santa Claus, Santa Claus,
Vaya desgraciao,
Me has traído los regalos
Del año pasao...
.
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.
pues a mí me hace gracia...
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CAPÍTULO 12Hisoka recorrió descalzo el pasillo alfombrado hasta las escaleras, sin que sus pies levantaran en menor sonido en medio del profundo silencio de la noche. Todos los habitantes de la casa dormían ya, incluso los criados, y todas las luces habían sido apagadas, salvo las de la fachada de la mansión. La luz amarilla que se colaba por las ventanas iluminaba tenuemente el vestíbulo y las escaleras. Hisoka se detuvo antes del primer escalón y volvió la mirada hacia el escudo de armas de los Nakamori, colocado en la pared por encima de su cabeza.
En ese preciso instante, el sonido amortiguado de una conversación en voz baja llegó hasta sus oídos. Sobresaltado, Hisoka se apresuró a buscar refugio en las sombras de la galería y se asomó con cuidado para espiar a las dos personas que hablaban en susurros en el vestíbulo.
La verdad es que no se sorprendió demasiado al descubrir a Hiroshi y Arthur. Los dos criados estaban casi debajo del arco de las escaleras, junto a la pequeña puerta en la que Hisoka se había fijado el día de su llegada. Arthur estaba en pijama y bata, Hiroshi llevaba aún ropa de calle y parecía bastante enfadado.
—Ha estado preguntando por ti toda la tarde —le estaba diciendo Arthur, con voz preocupada, aunque también parecía un poco incómodo—. Incluso envió a Aoshi a buscarte a la ciudad.
Hiroshi soltó un gruñido y sacudió la cabeza.
—Lo siento por Aoshi-san, espero que ella no la haya pagado con él —dijo.
—No. De hecho, ella ni siquiera siguió escuchándole cuando supo que no te había encontrado. Fue como si Aoshi hubiera dejado de existir de pronto. No ha parado en toda la tarde de preguntar por ti —repitió Arthur, cada vez más agitado—. Después de lo que pasó en el comedor, sus nervios están destrozados y ni siquiera el señor Saburo ni los tranquilizantes que le ha suministrado el Dr. Kurosawa han conseguido nada positivo.
—Está obsesionada conmigo —murmuró Hiroshi, entre dientes, y Hisoka pudo sentir claramente una poderosa oleada de odio puro, incluso desde aquella distancia—. Esa mujer está enferma.
—Tienes que comprenderla, Hiroshi —dijo Arthur, tratando de permanecer neutral—. Las cosas inexplicables que están ocurriendo... que le están ocurriendo a ella... la muerte del joven señor Ryoga... han trastocado gravemente su serenidad...
—¿Su serenidad? ¡Querrás decir su cordura! —exclamó Hiroshi, olvidándose por un momento de bajar la voz. Arthur le chistó.
—Ten cuidado con lo que dices, muchacho —le advirtió, temeroso—. No me extrañaría nada que siguiera despierta, esperando a que vuelvas.
—Pues que siga esperando —espetó Hiroshi—. Prefiero acabar en la calle, alimentándome de basura, antes que acudir corriendo a sus faldas cada vez pronuncie mi nombre. Escúchame bien, Arthur, esa mujer no volverá a ponerme una mano encima en lo que me queda de vida. Si vuelve a intentar tocarme, te juro que se arrepentirá. No me importan las consecuencias. Es algo que debí hacer hace mucho tiempo. Se arrepentirá.
La rabia, el odio y la vergüenza eran casi palpables en la voz y el rostro de Hiroshi. Hisoka ni siquiera necesitó su empatía para sentirlos. Las cosas empezaban a aclararse por fin y muchas preguntas estaban hallando respuestas.
Arthur parecía haber envejecido diez años en los últimos minutos. Observó a Hiroshi con una expresión de lástima en sus ojos pálidos y sus rasgos severos se suavizaron considerablemente cuando dijo:
—Ten mucho cuidado, Hiro, te lo ruego. Ya sabes que no es conveniente enemistarse con esta familia.
El rostro de Hiroshi se retorció en una mueca horrible, sus mejillas enrojecieron y en sus ojos apareció una mirada tan venenosa que Hisoka pensó que iba a lanzarse sobre Arthur y a estrangularle. Pero la ira del criado no iba dirigida a su anciano superior. Las palabras de Hiroshi surgieron entre sus dientes fuertemente apretados y estaban cargadas de amargo rencor:
—Lo sé. Lo sé muy bien.
*** ***
Una de las ventajas de aquellas enormes mansiones eran sus gruesos muros. Las habitaciones gozaban de una insonorización casi perfecta, incluso a aquellas horas de la noche, cuando el más leve rumor podía levantar ecos en el silencio absoluto de una casa dormida.
Tatsumi no podía dejar pasar la oportunidad de aprovecharse de ello y llevaba la última hora sentado frente al escritorio de caoba de su dormitorio, tecleando a velocidad de vértigo en el ordenador portátil que le había prestado uno de los hermanos Gushoshin, elaborando un informe del caso para enviar a EnmaCho.
Tan sólo en momentos como ese, cuando no existía la posibilidad de que alguien fuera a entrar por sorpresa y pillarle in fraganti, se permitía Tatsumi Seiichiro relajarse un poco. Aunque únicamente un poco. Lo cual significaba aflojarse la corbata y desabrocharse el primer botón de la impoluta y perfectamente planchada camisa blanca. Incluso su cabello parecía un poco despeinado, con un par de mechones descarados cayendo entre sus ojos y acariciando la punta de su nariz.
Pero Tatsumi no levantó las manos del teclado ni siquiera para apartar esa pequeña molestia de su campo de visión. Sus dedos volaban mientras sus ojos azules no se apartaban de la pequeña pantalla. Pero, aunque una parte de su mente estaba concentrada en el informe que estaba redactando, otra parte, una pequeña que parecía tener voluntad propia, se empeñaba en divagar en torno a dos de sus compañeros de trabajo.
Ahora ya no le cabía la menor duda de que Hisoka estaba pensando en romper con su compañero. No necesitaba la empatía del chico para saber eso. Pero las razones que pudiera tener Hisoka para tomar esa decisión seguían escapándosele. Desde luego, Tsuzuki y él eran como el agua y el aceite, Tatsumi no podía pensar en nada que ambos pudieran tener en común... salvo su testarudez. Y eso, desgraciadamente, podía ser un obstáculo insalvable. Pero, aún así, aquellos dos habían conectado de algún modo casi desde el primer momento, eso era algo que hasta el más idiota habría notado. Y, después de la misión a bordo del Queen Camelia, ambos parecían más unidos que nunca.
Tatsumi se dio cuenta de que había dejado de teclear. De hecho, llevaba un buen rato con los largos dedos posados sobre el teclado, inmóviles, la mirada fija en la pantalla pero sin verla en realidad. Molesto consigo mismo, sacudió la cabeza y exhaló un profundo suspiro. Era mejor no romperse la cabeza con algo que no le correspondía a él solucionar. Ya se había entrometido bastante con las indirectas que le había lanzado a Hisoka durante su conversación, aquella noche. Si el chico quería cambiar de compañero, era su decisión, por más que lo sintiera por Tsuzuki.
Aunque confiaba en que Hisoka no esperara que fuera él, Tatsumi, quien sustituyera a Tsuzuki permanentemente, porque no lo haría. Al menos le debía eso a su amigo devorador de dulces.
Un minuto después, el sonido del teclado volvió a llenar el silencio de la habitación, y no volvió a interrumpirse hasta primeras horas de la madrugada.
*** ****
EnmaCho, Área 5, JuohCho (Meifu). 18 de febrero.
8:00 de la mañana. (1)
—Ay... —suspiró Tsuzuki, nada más entrar en su ahora solitario y vacío despacho. Normalmente, hasta hace dos días, llegara más tarde o más temprano (generalmente era más tarde), Hisoka siempre estaba ya allí, trabajando a destajo. A veces, Tsuzuki se preguntaba si el chico no dormiría en la oficina.
8:02 AM
—Ay... —volvió a suspirar Tsuzuki. Tras pasar dos minutos de pie, en medio del despacho, mirando fijamente al vacío, decidió que no tenía ganas de quedarse allí y, soltando el abrigo de cualquier manera sobre una silla, volvió a salir al pasillo.
8:04 AM
—Ay... —volvió a suspirar Tsuzuki (Tatsumi habría estado orgulloso de sus poderes de clarividencia (2)), mientras recorría el pasillo que llevaba desde su despacho hasta la sala común, con la intención de tomar su segundo desayuno del día, un poco (un poquito) más animado porque acababa de encontrar un chupa-chup en uno de los bolsillos de su chaqueta.
La puerta del laboratorio de Watari se abrió cuando Tsuzuki llegaba a su altura, y una nube de apestoso humo verde surgió de la habitación, como si hubiera un dragón allí dentro con un grave problema de halitosis. Tsuzuki dio un paso atrás rápidamente, sabiendo muy bien que cualquier cosa que saliera del laboratorio de Watari podía tener efectos secundarios bastante desagradables. Una silueta se dibujó entre la bruma verdosa que comenzó a extenderse rápidamente pasillo arriba y la figura del científico emergió frente a Tsuzuki, con una especie de pelota de tenis con plumas revoloteando en torno a su cabeza, como un pequeño satélite.
Al ver a Tsuzuki, Watari sonrió. Su amigo llevaba los últimos dos días moviéndose por EnmaCho como un alma en pena. Sólo le faltaban la bola y la cadena.
8:06 AM
—...ay... días... —fue el débil saludo de Tsuzuki.
—Ay días a ti también —replicó Watari, alegremente, agitando las manos para dispersar el humo verdoso—. ¿Cómo lo llevas?
Los ojos de cachorrito de que Tsuzuki volvió hacia él no requerían más explicaciones.
—Tan mal, ¿eh? —dijo Watari, sintiéndolo sinceramente por él. Pero la pena nunca le duraba mucho al científico de ojos dorados. Le sacudió una palmada amistosa a Tsuzuki en la espalda, que casi lo mandó de bruces al suelo—. ¡Venga, camarada, anímate! Bon volverá en un par de días, hombre. ¡No es como si se hubiera ido para siempre!
—Ya lo sé —dijo Tsuzuki suspirando de nuevo—. Pero estos dos días es lo máximo que hemos estado separados desde que apareció en mi vi... er... en Meifu —se corrigió apresuradamente, sonrojándose un poco.
Watari fingió no haberse dado cuenta.
—¿Sabes? Si tanto te fastidia, deberías haberte negado al cambio. Yo lo habría hecho. En realidad, me sorprende que Tatsumi aceptara la idea de Bon de llevárselo a él a Tokio. Supongo que en el fondo se aburre haciendo sólo labores de secretario. La diversión que proporciona recortar sueldos y torturar empleados tiene un límite.
Tsuzuki dejó de suspirar.
El chupa-chup abandonó su boca en un lento gesto, pero ésta siguió entreabierta, como si no se hubiera dado cuenta de que ya no tenía nada dentro.
Sus ojos de color púrpura estaban clavados en Watari, con una expresión que ya no recordaba en absoluto a un cachorrito abandonado.
—¿Qué acabas de decir?
Watari, que seguía parloteando alegremente, se interrumpió y le dirigió a Tsuzuki una mirada interrogativa.
—Que... recortar sueldos...
—No, antes —le interrumpió Tsuzuki. Sus ojos empezaron a relampaguear peligrosamente y el científico frunció el ceño, cada vez más confundido—. ¿Has dicho que fue idea de Hisoka?
—Ah... hai —murmuró Watari—. Aguarda un momento, ¿es que no lo sabías?
El rostro de Tsuzuki se ensombreció y el púrpura de sus ojos se oscureció visiblemente, apagado su brillo por una mirada de absoluta confusión y sorpresa.
—No... Creo que se le olvidó mencionarlo.
Watari abrió la boca. La cerró. Volvió a abrirla. Como nada surgió de ella, decidió cerrarla de nuevo. Entonces, se dio cuenta de que empezaba a parecerse enormemente a uno de los koi del estanque que había en el jardín y sacudió los rizos rubios para despejar su mente. Finalmente, volvió a intentarlo y lo que salió de sus labios fue:
—Ah... eh... vaya. Bueno, Tsuzuki, no te lo tomes tan mal, seguro que Bon tenía sus razones para men... tirte...
Vale, esto no ayuda.
Watari empezaba a sentirse realmente incómodo. Nunca había sabido cómo tratar con la gente cuando había que hablar en serio. Además, desde que conocía a Tsuzuki (y hacía casi veinte años desde su llegada a Meifu), Watari nunca le había visto tan... ¿molesto? No, no era eso. Le había visto molesto muchas veces, sobre todo desde que ese doctor Muraki había empezado a causar problemas. No, Tsuzuki estaba algo más que molesto.
Estaba herido.
Watari no era médico, en el sentido estricto de la palabra, pero tenía nociones de medicina y sabía cómo curar heridas físicas, pero ¿cómo diablos se trataba a una persona herida emocionalmente?
La tristeza y la confusión que veía ahora en los ojos de su amigo eran tan profundas que Watari deseó haber perfeccionado su artefacto para viajar en el tiempo, para poder dar marcha atrás al momento en que NUNCA debió abrir la boca.
—Hisoka nunca me había mentido antes —musitó Tsuzuki con un adorable puchero. Absurdamente, Watari se sintió un poco más aliviado. Por algún motivo, cuando Tsuzuki adoptaba aquella actitud infantil, la cosa no parecía tan grave—. Ni siquiera al principio, cuando aún no confiaba del todo en mí.
Watari y su mente científica no tuvieron más remedio que matizar esa aseveración. Levantó un dedo en el aire, como si se dispusiera a dar una charla sobre física cuántica.
—Si no recuerdo mal, te citó en un restaurante y te dejó allí esperándole durante un par de horas mientras él hacía una visita clandestina a los archivos secretos.
Tsuzuki frunció el ceño.
—¡Eso fue distinto! —exclamó, sin saber muy bien por qué defendía a Hisoka—. Lo hizo parra poder ver su expediente, para saber quién y por qué le habían asesinado. Por entonces no se fiaba de nadie y no se atrevía a pedirle al jefe Konoe o a Tatsumi un permiso especial para ver los archivos. Pero ahora... ahora me ha mentido para poder dejarme atrás en un caso, cuando, para empezar, ni siquiera era necesario. Era mi día libre, si el jefe quería enviarlo a una misión, necesitaba un compañero, y Tatsumi no tiene nada me malo. Yo también le habría elegido a él.
—Sí, pero pedirle al jefe que te diera el día libre para poder trabajar con Tatsumi, me parece un poco...
Hasta el día de hoy, Watari aún no se explica por qué sus padres no le ahogaron al nacer.
El rostro de Tsuzuki palideció y sus ojos se abrieron de golpe, la confusión sustituida por incredulidad.
—Él... él pidió que... ¿Por qué?
—Ah... eh... ah... eh... —Watari repitió esta elaborada respuesta durante un minuto, bajo la mirada fija de Tsuzuki que iba transformándose rápidamente de "cachorrito abandonado" a "rotweiler cabreado". Finalmente, el científico se miró la muñeca derecha... donde NO había ningún reloj... y exclamó—: ¡Uy, qué tarde es! Tengo un condensador de partículas subatómicas en el horno, ¡nos vemos!
Y huyó a toda prisa de vuelta a su laboratorio, cerrando la puerta de golpe tras él y rezando para que Tsuzuki no decidiera invocar a Byakko para que la echara abajo.
Pero Tsuzuki no tenía ninguna intención de pagarla con Watari. En realidad, el científico había sido el único que se había dignado a decirle la verdad... de forma absolutamente accidental, eso sí. Ahora, lo único que Tsuzuki quería averiguar era por qué había hecho su compañero algo así. Por qué, de repente —sobre todo, después de lo que pasó en el Queen Camelia— había decidido Hisoka que ya no quería seguir trabajando con él.
Tal vez Watari tuviera razón y el chico lo había hecho por un buen motivo. Tal vez Tsuzuki tenía la culpa, después de todo.
Tal vez le he estado agobiando demasiado, pensó, mientras recorría casi a la carrera el pasillo en dirección al despacho del jefe Konoe. A lo mejor he estado un poquitín demasiado efusivo con él. Pero se quedó tan deprimido después de lo de Tsubaki-hime... yo sólo quería animarle. Y como parecía que ya se había abierto un poco más a mí... Frunció el ceño, repentinamente molesto con Hisoka. ¡Vaya, en el helicóptero no me pareció que tuviera tantas ganas de librarse de mí!
El recuerdo de Hisoka rompiendo a llorar con toda su alma tras haberse visto obligado a matar a Tsubaki-hime, volvió a encogerle el corazón, del mismo modo que había hecho a bordo del helicóptero. Sus pequeñas manos apretadas contra su rostro, la sangre de su primera y única amiga manchando aún sus dedos...
Las furiosas zancadas de Tsuzuki fueron suavizándose hasta detenerse por completo. Se quedó plantado en medio del pasillo, con la mirada fija en el vacío y la mente perdida en sus recuerdos.
Habían pasado ya casi dos meses de aquello, pero Tsuzuki aún podía sentir en su piel la sensación del frágil cuerpo de Hisoka cuando se arrojó a sus brazos, con el alma hecha pedazos, en busca de consuelo. En aquel momento, Tsuzuki se había quedado atónito. De hecho, había esperado que el chico apartase con su característica brusquedad la mano que había posado vacilante sobre su hombro.
Pero Hisoka no sólo no había rechazado aquel pequeño gesto de apoyo, sino que se había refugiado de inmediato entre los brazos de su compañero, en busca de una dosis mayor de consuelo. Aunque pasasen cien años, Tsuzuki jamás olvidaría la desesperación con la que Hisoka se había aferrado a él, el calor de sus lágrimas humedeciendo su pecho, el rápido latir de su corazón desgarrado y, sobre todo, aquel sentimiento que manaba de cada poro de su piel. Tsuzuki no había necesitado ningún poder empático para percibirlo.
Miedo. Un miedo atroz. Y una angustia desesperada. Estaba cansado de ver cómo sus pequeños y preciosos instantes de felicidad se hicieran añicos. Tsuzuki había sentido con toda claridad esa angustia, sin que el chico tuviera que decir nada. En cambio, le había pedido, casi exigido, que le asegurara que él, Hisoka, no se convertiría en otro Muraki. Tsuzuki, por supuesto, le había jurado una y otra vez que eso jamás ocurriría.
Pero detrás del desesperado llanto de Hisoka había otra súplica silenciosa:
Por favor, no dejes que vuelva a sufrir así.
Y Tsuzuki también le había jurado, una y otra vez, sin palabras en esta ocasión, que eso jamás ocurriría.
Por eso, desde entonces, había estado intentando que Hisoka no volviera a tener ningún motivo para estar triste. Había explotado al máximo su modo "chibi", porque sabía que le hacía sonreír... no con los labios, Hisoka jamás le habría concedido ese reconocimiento tan palpable, pero sí con la mirada. Había sacado al chico de Meifu lo más a menudo que había podido, llevándolo a los lugares más divertidos que se le habían ocurrido (tiendas de golosinas y pastelerías en su mayor parte) y a sitios que a él le parecían aburridísimos, pero donde sabía que Hisoka disfrutaría: bibliotecas, teatros, museos... Se había propuesto no permitir que su compañero volviera a deprimirse nunca más y pensaba que estaba haciéndolo bastante bien... De hecho, Hisoka parecía más a gusto y relajado en su compañía a cada día que pasaba.
Por eso, no alcanzaba a comprender a qué se había debido aquel repentino cambio de actitud.
Pero lo averiguaría. El jefe debía saberlo. Jamás habría aceptado la sustitución de Tsuzuki por Tatsumi si el chico no le hubiera dado una razón de peso. Y si el jefe no sabía darle una explicación, esperaría a que Hisoka volviese y le preguntaría a él directamente.
Tsuzuki apretó el paso, recuperada su determinación. Hablando es como se arreglan las cosas, pensó. Si tiene algún problema conmigo, que me lo diga y lo solucionaremos juntos. Él sabe que estoy dispuesto a hacer lo que sea por él. ¡Incluso dejaré de comer golosinas, si él me lo pide!
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Bueno, tampoco hay por qué llegar a esos extremos...
Tan sumido iba ahora en su charla consigo mismo, que no vio abrirse la puerta de un despacho a su izquierda, ni a Wakaba que salía de él, con la atención puesta en un documento que llevaba en las manos.
Y Tsuzuki prácticamente la arrolló.
—¡Gomen, Wakaba-chan! —se apresuró a disculparse Tsuzuki, sujetándola antes de que la joven shinigami se fuera al suelo—. No te había visto.
—Eso espero —replicó Wakaba, con ironía—. No me gustaría pensar que me has atropellado a propósito —le miró a la cara con detenimiento y, al ver su expresión melancólica, sonrió—. Pensando en Hisoka-san, ¿eh?
Los ojos violeta de Tsuzuki se agrandaron por la sorpresa y parpadeó varias veces. Su primera reacción fue mirar hacia arriba, por si llevaba algún cartel de neón con una flecha parpadeante apuntando a su cabeza que dijera: «Echando de menos a Hisoka desesperadamente.»
—¿Cómo...?
—Bueno, es lo lógico. Ya se lo dije al jefe Konoe: me sorprendió mucho que te prestaras al cambio. Aunque Hajime-san dice que es que Hisoka-san te tiene... ¿cuáles fueron exactamente sus palabras? ¡Ah, sí! —su sonrisa se hizo deslumbrante—. «Te tiene donde quiere.»
Tsuzuki frunció el ceño y enrojeció ligeramente. Viniendo de cualquier otra persona esa frase podía interpretarse de muchas maneras; pero siendo ese imbécil de Terazuma quien la había pronunciado... las palabras sólo podían tener una intención: la más retorcida y maliciosa que uno pudiera imaginar.
—¡Te ruego que le digas a ese pobre intento de Digimon de tercera que se meta en sus asuntos! —gruñó.
Wakaba sonrió abiertamente, sin importarle, al parecer, el insulto dirigido contra su compañero.
—Estoy segura de que le encantará recibir tu mensaje. Pero, dime, si no es verdad... y no estoy diciendo que lo sea —se apresuró a añadir, al ver la mirada de Tsuzuki—, ¿cómo me explicas que te convenciera para que le dejaras en paz unos días?
—¿Dejarle en paz? —repitió Tsuzuki—. ¿Eso fue lo que dijo Hisoka? ¿Que quería que le dejara en paz?
El Síndrome Watari parecía haber afectado también a Wakaba. La chica se sonrojó y empezó a tartamudear.
—Bueno, no, claro, es una forma de hablar... mi forma de hablar, no la de Hisoka, él...
—Wakaba-chan... —amenazó Tsuzuki, empezando a enfadarse de veras—. ¿Qué fue lo que te contó Hisoka?
¿Es que todo el maldito departamento sabía la verdad menos él? ¡Aquello era un complot!
Wakaba suspiró.
—Está bien. Dijo que eras... ¿cuál fue el término que empleó...? —murmuró Wakaba, buscando inspiración en el techo, mientras se daba unos golpecitos en los labios con el índice.
—Insufrible —apuntó Terazuma, solícito... y también con muy mala intención, asomándose al pasillo desde el interior del despacho que compartía con Wakaba. Era evidente que no se había perdido la conversación y no podía desperdiciar la oportunidad de arrojar un puñado de sal sobre las heridas de su odiado rival.
Tsuzuki palideció al oír aquello.
—¿Insu... frible? —gimoteó, mientras sus ojos púrpura se agrandaban de nuevo hasta el modo "súper-chibi".
—¡Hajime-san! —le reprendió Wakaba, asestando a su compañero una mirada de reprobación—. No le hagas caso, Hisoka-san no dijo nada de eso.
—Vaya que no —murmuró Terazuma, entre dientes, mientras contemplaba con recién encontrado interés una mancha de humedad en la pared.
Wakaba le asestó una patada mal disimulada que no logró borrar la expresión sarcástica del rostro del otro shinigami, mientras la mirada afligida de Tsuzuki volaba de uno al otro como en un partido de tenis.
—Te lo aseguro, Tsuzuki-san, lo único que dijo Hisoka-san fue que eras poco serio y que no lograbas concentrarte en la investigación durante el tiempo necesario —explicó Wakaba, tratando de ser lo más diplomática posible, sin demasiado éxito—. Y añadió que, como una buena manera de ampliar sus horizontes profesionales, sería una buena idea trabajar con alguien menos... em... apasionado y más... esto... convencional.
—Estoy seguro de que también utilizó el término "insufrible" —añadió Terazuma, recostado contra el marco de la puerta, con una suave sonrisa en los labios y la mirada fija en Tsuzuki. El bastardo estaba disfrutando.
—¡Hajime-san!
Wakaba se volvió hacia Tsuzuki tras volver a asesinar con la mirada a su compañero, pero el shinigami de ojos violetas ya se alejaba pasillo arriba hacia el despacho del jefe Konoe.
—¡Mira lo que has hecho!
—¿Yo? —protestó Terazuma, con desdén, viendo cómo se alejaba su rival—. Se lo ha hecho él solito —esbozó una sonrisa ladeada que revelaba una vergonzosa satisfacción—. Parece que ese crío no es un caso perdido, después de todo. Al final va a resultar que tiene sentido común.
Wakaba le miró con incredulidad, moviendo la cabeza negativamente.
—Puedes ser realmente desagradable cuando te lo propones, ¿lo sabías?
Terazuma le dedicó a ella la misma sonrisa ladeada, preñada de sorna.
—No vas a conseguir nada con halagos, Wakaba-chan. El informe sobre el último caso lo tienes que redactar tú.
Wakaba resopló y lo siguiente que vio Terazuma fue la hoja de una puerta cerrándose de golpe a escasos centímetros de su nariz.
Terazuma sonrió de nuevo, esta vez una sonrisa más abierta y feroz. Aquella mujer sacaba el animal que llevaba dentro.
Riéndose por lo bajo de su propio juego de palabras, Terazuma entró en el despacho para seguir discutiendo con Wakaba.
*** ***
FIN DEL CAPÍTULO 12
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(1) Espero no haberme liado con el orden. Dentro de Meifu está JuohCho, y dentro de éste EnmaCho (que es el área número 5), ¿no? Bueno, da igual, tampoco es demasiado importante.
(2) No olvidemos que predijo que Tsuzuki estaría suspirando de añoranza cada dos minutos. XD
*** ***
Os pido perdón a todos por el retraso, pero borré por accidente el archivo donde tenía guardado la primera parte de este capítulo y he tenido que esperar a que me volviera la inspiración para reconstruirlo. Normalmente espero a hacer la traducción al inglés para publicarlos ambos a la vez, pero no quería haceros esperar más (en el supuesto de que no hayáis pasado ya de mí), al menos a los lectores de la versión en español. Los demás, tendrán que esperar unos días más a que traduzca el fic y se lo envíe a mi beta (¡que ya tengo!) (¡hola, Kei-chan!).
*** ***
RESPUESTAS A LOS REVIÚS
En orden alfabético…. Más o menos.
Can Hersey, Kotorimoon y Mei Ikari.- Ale, ahí tenéis a Tsu-chan, en su modo «ahora chibi, ahora no». Espero que lo hayáis disfrutado, como yo, y que la baba no os haya cortocircuitado el teclado del ordenador... como a mí. ¡Cómo me gusta Tsuzuki! ¿Y por qué no le saco más? Porque soy masoquista, por eso. Por eso, y porque me apetecía trabajar un poco con Tatsumi, un personaje al que no conocía demasiado bien. Pero, no os preocupéis, que Tsu-chan se quedará en el fic a partir de ahora, hasta el último capítulo. Y gracias a tod@s.
Iris Tsukiyono.— Bueno, nadie puede pasarse la vida sufriendo... aunque parece que el pobre 'Soka-chan no hace otra cosa... ¿por qué nos gustará tanto hacerle sufrir? El abuso de menores es un delito... bueno, en teoría ya no es un menor, tiene ¿cuántos? ¿23? Aunque sigue siendo más joven que yo... Y gracias por lo de "gran escritora" (¡ais, que me pongo colorada!)
LeslieDali.- Gracias por tu review (otra vez) y por dejarme publicar tus respuestas a mi pequeña encuesta. Ahí van:
P) ¿Por qué rayos se empeña Tsuzuki en decir "gracias" en inglés, si es evidente que los idiomas no son lo suyo?
R) Porque
es un chico japo, y los japos tienen cierta fascinación con el idioma inglés, y
creen que usar palabras n inglés los hará verse más 'cool'. Como uno que es
latinoamericano, caramba, y que dice "please" en vez de "por
favor" o "porfis".
P) ¿Por qué Watari y Tatsumi usan gafas?
R) Las tenían de vivos; no veo razón para que muertos no las sigan usando
P) ¿Es que sus increíbles poderes de regeneración no bastan para curar la
miopía?
R) Al parecer sus poderes de regeneración les funcionan con las cosas que
se hagan después de muertos, no con las de antes. Si funcionara curando las
cosas que tenían de antes, Hisoka no tendría la maldición de Muraki encima y
Tsuzuki se habría quitado las cicatrices de sus intentos de suicidio; y los
plots relacionados con esos detalles se hubieran perdido. Lo que es bueno para
el pavo...
Y
estas son las mejores:
P) ¿Por
qué Muraki aparece y desaparece siempre entre una lluvia de plumas blancas?
R) Recurso
dramático para confundir.
P) ¿De dónde leches (con perdón) salen esas plumas?
R) Secreto: Muraki es amigo del director de arte del anime y amigo de un
primo de un ex-cuñado de la mangaka, por lo que ellos le complacen con la
adquisición de decenas y decenas de kilos de plumas de ave y plumón de ganso,
los cuales lanzan por medio de una grúa y un ventilador que constantemente le
siguen. Esta especificado en su contrato.
Cabe destacar que Muraki pidió plumas porque en realidad es alérgico al polen
de las flores de cerezo japonés, cuyos pétalos son lo que suele usarse
habitualmente para este tipo de escenas. ¿O creías que la cara sociópata de la
escena aquella era por su villanez intrínseca? No, era la cara que le quedo de
la dosis de antialérgico que se tuvo que tomar para poder filmar junto a un
cerezo florido.
P) ¿No os parece sospechoso que "pierda" tanta "pluma"?
R) De hecho es hasta lógico, figúrate. El amigo ha perdido la cordura, ha
perdido la decencia y ha perdido hasta la humanidad; lo único que le falta es
perder las plumas, y ya lo está haciendo.
Espero que os hayáis reído tanto como yo. Y, lo prometido es deuda, estas respuestas son © LeslieDali.
Por cierto, no sé si en Latinoamérica "perder pluma" tiene algún segundo significado, pero en España es lo mismo que "ser amanerado". Vamos, como Nathan Lane en "Una Jaula de Grillos" (The Birdcage). XXDD. ¿Os imagináis a Muraki vestido de rosa, con una pamela y persiguiendo a Tsuzuki con ese trotecito y agitando las manos en el aire?...................... vale, ahora tendré pesadillas durante un mes.
Ja ne!!
