Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 14

Autora: Azdriel

Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito. Hisoka volviendo a comerse el tarro con el asunto de Tsuzuki. Este chico está de psiquiatra. 

Disclaimers: Los usuales.

NOTA DE LA AUTORA: El día 24 de febrero será el cumpleaños de Tsu-chan!!! Como sé que no voy a poder actualizar a tiempo, aprovecho ahora: ¡¡¡OTANJOU-BI OMEDETOU GOZAIMASU, TSUZUKI-SAN!!! Ya son.. *contando con los dedos* ...me llevo una... OoO ¡¡104 años!! Qué bien te conservas, chavalín... *_^

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CAPÍTULO 14

No resultaba nada fácil centrarse en la investigación con aquella molesta sensación de culpa atormentándolo a cada minuto. La conversación que había tenido con Tatsumi le había hecho pensar sobre su decisión de abandonar a Tsuzuki. Hasta entonces no se le había ocurrido considerar los sentimientos de su compañero... bueno, eso no era del todo cierto. Había imaginado una y otra vez la reacción de Tsuzuki cuando le dijera que ya no quería seguir trabajando con él, pero en su mente siempre había aparecido el Tsuzuki chibi, el payaso devorador de dulces, armando un escándalo, estallando en un llanto incontenible que nadie se creía y gritando a los cuatro vientos lo malo que Hisoka era con él.

Pero en ningún momento se le había ocurrido pensar en la reacción del "verdadero" Tsuzuki, el hombre que había tras la máscara, por decirlo así. Hisoka suspiró y se apartó de la ventana. Le daba la sensación de que, en aquellos pocos días, había aprendido más cosas sobre su compañero que en todos los meses que llevaban juntos. Y, lo más sorprendente de todo, era que aquella información la había recibido de la última persona en la que habría pensado: el reservado Tatsumi.

Sí, las palabras del secretario le habían hecho reflexionar más profundamente, dejando a un lado sus motivos —equivocados o no—, y centrándose en la razón de su decisión.

Tsuzuki.

Durante gran parte de su corta vida, Hisoka había reprochado a sus padres, entre otras muchas cosas, que hubieran sido tan egoístas. Preocupándose sólo de su comodidad, de lo que pensarían los demás por tener un hijo "diferente", habían encerrado al pequeño Hisoka en una habitación durante años, sin permitirle salir más que cuando caía la noche y no podía toparse por accidente con invitados ni visitantes. Ni con ellos mismos, hablando claro.

Lo habían apartado de sus vidas, como quien corta una rama molesta que entorpece la contemplación de un paisaje perfecto. Y ahora él estaba haciendo algo muy parecido con la única persona que le había mostrado afecto en muchísimo tiempo. El miedo a volver a ser traicionado le había impedido confiar en nadie desde el primer día que sus padres le encerraron en aquella celda. Pero es que nadie le había ofrecido lo que le ofrecía Tsuzuki. Él sabía lo que Hisoka era, sabía que podía leer su alma, sus emociones y, a veces, casi sus pensamientos. Y no le importaba. No le importaba en absoluto. Cuando cualquier otro habría apartado a Hisoka, temeroso de que el chico pudiera ver esa verdadera esencia que todo ser humano oculta, Tsuzuki no sólo le había aceptado; le había mantenido a su lado, le había protegido y ofrecido una amistad desinteresada, soportando sus desplantes, su mal genio y su insufrible sarcasmo.

¿Por qué él? Le había preguntado en una ocasión, tras su primer caso juntos. ¿Por qué se preocupaba tanto Tsuzuki de alguien como él? Su compañero le había sonreído y contestado: «Porque eres mi compañero.» Hisoka le había llamado idiota en ese momento. Pero no había podido ahogar la cálida sensación que le había llenado por dentro y la certeza de que, por primera vez en muchos años, era importante para alguien.

¿Por qué tenía tanto miedo a dejarse querer? No, se corrigió, no a dejarse querer. Dejarse querer era fácil, era agradable. Lo que le producía pánico era permitirse a sí mismo corresponder de algún modo ese cariño que Tsuzuki arrojaba sobre él. ¿Y si le traicionaba? ¿Y si lo abandonaba? ¿Y si...?

Hisoka se cubrió el rostro con las manos para no gritar de frustración. Ya estaba de nuevo como la noche anterior, dejando que aquel rinconcito molestamente racional de su mente tomara el control y lo volviera loco. Pero la verdad era que esa voz interior tenía razón. Todo lo que temía que Tsuzuki pudiera hacerle, estaba a punto de hacerlo él. Era un hipócrita.

Recordó las palabras de Tatsumi:

—Si yo hubiera sido alguien realmente importante para él... como tú, por ejemplo... alguien con quien Tsuzuki hubiera establecido lazos tan fuertes en tan poco tiempo... Sin duda alguna, mi rechazo le habría destrozado el corazón. Siempre es más doloroso que te abandone alguien a quien quieres, ¿no crees?

Sí, tenía razón. No podía negar que Tsuzuki y él habían creado un vínculo especial, tal vez fruto de aquella unión de mentes que habían experimentado durante su primer enfrentamiento con Muraki, en Nagasaki. Y, por otro lado, ¿qué razones le había dado Tsuzuki para hacerle creer que podría traicionarle en algún momento? ¡Vamos, el hombre se había jugado la vida por él, por el amor de Enma!

En tus manos tienes el poder de liberarte. Yo no soy más que la encarnación de tu propio miedo, tu deseo y tu necesidad. Descubre la respuesta única a esas tres incógnitas y serás libre. De lo contrario... tus dudas te aplastarán.

Hisoka gimió. No lograba librarse de la pesadilla con Tsuzuki. Sus palabras volvían una y otra vez a su mente, como si fuera realmente importante que resolviera aquel enigma.

Es una estupidez y no quiero pensar en ello más. ¡Estoy harto! Ayer estaba convencido de lo que tenía que hacer y ahora tengo más dudas que nunca. Ojalá Tsuzuki estuviera aquí, yo...

Se quedó clavado en medio de su dormitorio, la mirada fija en el vacío. Tenía la respuesta.

Su miedo, su deseo y su necesidad. La respuesta única había estado siempre allí, siempre, sólo que se había negado a verla. Evidentemente, la respuesta era Tsuzuki.

Y, aunque no lo comprendía, fue como si el simple pensamiento hubiera sido una palabra mágica. Todas sus dudas se desvanecieron como el humo. Se había enfrentado al desprecio, al aislamiento, a la humillación y a la muerte y había sobrevivido —por decirlo de algún modo.

¿Cómo no iba a ser capaz de enfrentarse y sobrevivir al cariño?

Sus labios fueron dibujando lentamente una sonrisa irónica, como si estuviera riéndose de su propia estupidez y sacudió la cabeza.

Tenía que hablar con Tsuzuki.

*** **** ***

—¿Se puede saber qué demonios está pasando aquí? —bramó el jefe Konoe, incorporándose al tiempo que estampaba las manos con fuerza sobre su escritorio. Los dos shinigami dieron un respingo, sobresaltados. Los gemelos Gushoushin soltaron un pequeño chillido, como un graznido, y se apresuraron a salir del despacho, con su ordenador a cuestas.

Tsuzuki volvió sus ojos violetas hacia él y su expresión afligida se endureció.

—Usted debería saberlo, jefe. Todo lo que Hisoka planeó para librarse de mí —murmuró entre dientes. Tatsumi alzó las cejas. Aquella debía ser la primera vez que oía a Tsuzuki hablarle en aquel tono al jefe Konoe.

—¿De qué diablos estás hablando? Hisoka dijo que no dabas la talla para la misión, y sus argumentos fueron muy convincentes. Por eso lo coloqué con Tatsumi —dijo Konoe con voz severa, fulminando a Tsuzuki con la mirada. Iba a añadir algo más, pero Tatsumi se adelantó:

—Discúlpeme, jefe, pero creo que yo sé lo que ha pasado en realidad.

Tanto Tsuzuki como el jefe Konoe volvieron la mirada hacia él. Tatsumi se subió las gafas sobre el puente de la nariz, un gesto de defensa que se había convertido casi en un tic. Otros se mordían las uñas.

—Me temo que Kurosaki-kun nos ha engañado a todos.

Tatsumi explicó la conversación que había tenido con Hisoka la noche antes, saltándose algunos detalles, como lo que suponía que eran las verdaderas razones del chico para romper con Tsuzuki. No era asunto suyo inmiscuirse en esa relación más de lo estrictamente necesario para aclarar malentendidos. Tenían que ser ellos, y solamente ellos, quienes resolvieran sus problemas. Cuando terminó, Konoe miraba fijamente su escritorio, ceñudo, y Tsuzuki parecía triste, pero no conmocionado. Nada de lo que acababa de oír era nuevo para él.

—Entiendo —murmuró el jefe finalmente—. El muchacho recibirá una buena reprimenda por esto, tenedlo por seguro. Si la investigación se ha visto entorpecida por su comportamiento, figurará en su expediente.

Tsuzuki levantó la cabeza, un tanto alarmado.

—Jefe... ¿cree que eso es necesario?

Konoe lo miró.

—Mira, Tsuzuki, me molesta mucho que el chico nos haya utilizado, pero eso no es lo importante. Ni sus problemas personales ni los de ningún otro shinigami tienen nada que ver con la división Shokan. No es una herramienta para resolver conflictos personales. Hay muchas cosas que dependen del buen funcionamiento de nuestro sistema de investigación. Si Hisoka tiene alguna queja de ti en el ámbito profesional, debería haberla expuesto ante mí como es debido, o si no, haberlo solucionado contigo fuera de las horas de trabajo. Espero eso de todos mis empleados, incluido tú, y lo sabes de sobra.

—Pero él lleva muy poco tiempo aquí —insistió Tsuzuki, débilmente—. Aún no conoce bien las reglas...

¿Por qué diablos le defiendes, maldito idiota?, sintió deseos de gritarle Tatsumi. Pero, en cierto modo, le comprendía. A pesar de lo que Hisoka había hecho, Tsuzuki no podía odiarle. Tampoco había sido un crimen tan grave y siempre podía arreglarse hablando. Lo que le preocupaba a Tatsumi era pensar que tal vez Tsuzuki creía que se merecía el desprecio de Hisoka. Y no sería la primera vez. Le entraron ganas de soltarle un buen par de bofetadas, pero se contuvo. ¿Qué voy a hacer contigo, Tsuzuki?

—Con todos mis respetos, jefe —intervino Tatsumi—. Creo que esto puede esperar a que Kurosaki-kun y yo cerremos el caso —antes de que nadie pudiera protestar, recogió la carpeta de documentos que le habían dejado los Gushoushin, mientras Tsuzuki arrastraba los pies hasta un rincón del despacho—. Será mejor que regrese a Tokio. No quiero dejarle demasiado tiempo a solas en esa casa —Tatsumi miró de reojo a Tsuzuki, como si estuviera planteándose algo, pero sacudió la cabeza y continuó hablando con el jefe Konoe—. Que los Gushoushin sigan buscando todo lo que puedan sobre la mansión Nakamori. Quiero asegurarme de si hay o no un fantasma después de todo. Como dijo usted, jefe, si los sucesos extraños en la casa están siendo provocados por un humano, nosotros no tenemos nada que hacer allí.

—Te enviaré los datos en cuanto los tengamos —dijo Konoe y, desde su rincón, Tsuzuki creyó ver que el jefe le dedicaba a Tatsumi una breve inclinación de cabeza con aquellas palabras. Tsuzuki frunció el ceño y volvió a su contemplación de la pintura de la pared. No por primera vez tuvo la sensación de que no era el jefe Konoe el verdadero dirigente de la división Shokan.

Entonces, algo de lo que había dicho Tatsumi encontró milagrosamente la única neurona de su cerebro que no estaba lamentándose por la traición de Hisoka en esos momentos.

Nakamori... Aquel nombre le resultaba tan familiar... Nakamori... Recuerdos de su vida mortal que tanto se esforzaba por olvidar regresaron a su mente. Una mansión en el campo... una leyenda urbana... De pronto, sus ojos violetas se abrieron al recordar por fin, y se giró hacia los otros dos hombres.

—Tatsumi... esos Nakamori... ¿viven en una enorme casa de estilo europeo? —preguntó.

Tatsumi se giró hacia él, con expresión confusa. La mirada de Tsuzuki era intensa, nada que ver con el afligido shinigami de hacía un momento.

—Así es, a las afueras de Tokio.

—Cerca de un roble petrificado...

Tatsumi se quedó boquiabierto. La última frase de Tsuzuki no había sido una pregunta, sino una afirmación, murmurada con un tono pensativo, como si acabara de encajar la última pieza de un puzzle.

—¿Cómo diablos sabes tú eso? —preguntó el secretario.

Para su sorpresa, Tsuzuki se abalanzó hacia él y lo agarró por los brazos.

—¡Tatsumi, tienes que llevarme contigo a Tokio!

—¿Qué? —exclamó Konoe, estupefacto. Tsuzuki se volvió hacia él, con la misma urgencia. Malinterpretando la petición de su subordinado, añadió en tono de advertencia—: Tsuzuki...

—Por favor, jefe, ¡puedo ayudar!


Hisoka le había dicho a Tatsumi que investigaría por su cuenta, pero en realidad se había pasado el día esquivando a casi todo el mundo en la Mansión Nakamori. Sayoko-san había abandonado su dormitorio esa mañana, por fin, y parecía completamente repuesta. Tatsumi y él habían desayunado con sus anfitriones sin que nada raro ocurriera. Por supuesto, ambos fueron muy conscientes de que Hiroshi no estaba cerca de ellos en ningún momento. Ahora que ya no había dudas del odio que el criado profesaba a su señora, sus sospechas sobre su implicación en los "ataques fantasmales" aumentaban a cada minuto y había centrado sus poderes empáticos en rastrear a Hiroshi en todo momento, sabiendo si se hallaba o no cerca de ellos, como si le hubiera colocado al sirviente un localizador invisible.

Desde luego, no podía conectar con su mente. Las barreras de Hiroshi —conscientes o inconscientes— eran muy poderosas, lo que había impedido a Hisoka poder sentir nada procedente de él desde el principio. Desde luego, podía tratar de forzarlas, pero no quería arriesgarse a levantar más los recelos de Hiroshi. Sabía que el joven sospechaba algo. La fuerza de sus escudos mentales revelaba unos poderes psíquicos fuera de lo común; y la forma en la que lo había mirado la última vez que Hisoka había sufrido los efectos del supuesto "poltergeist" en el comedor, no dejaban lugar a dudas. Si Hiroshi tenía algún tipo de poder mental, bien podría haber descubierto los del propio Hisoka.

Fuera como fuese, daba la sensación de que el criado estaba tratando de no encontrarse con él en ningún momento. Después de que Tatsumi partiera hacia Meifu —tras anunciar a sus anfitriones que pasaría la mañana en Tokio, solucionando un asunto de negocios— Hisoka solicitó permiso a los Nakamori para recorrer libremente los alrededores de la casa. Sí, le había dicho a Tatsumi que investigaría, pero ahora se sentía demasiado agitado para pensar en el trabajo. La idea de sincerarse con Tsuzuki y su decisión de no romper finalmente con su compañero, le había sumido en un curioso estado de excitación que Hisoka no había experimentado antes. Se descubrió incapaz de concentrarse en nada que no fuera la conversación que mantendría con Tsuzuki una vez regresara a Meifu.

Así que, tras el desayuno, Hisoka subió a su dormitorio en busca de su libro de Anne Perry —con la idea de retomar su abandonada lectura en algún rincón soleado del extenso prado— y, al pasar por delante del espejo de cuerpo entero se fijó en que algún criado había retirado finalmente la toalla con la que él había cubierto su superficie.

Su primer impulso fue apartar la mirada. El incidente de los lavabos de la estación aún estaba fresco en su memoria. Pero, tras un momento de vacilación, Hisoka apretó los labios, enojado consigo mismo, y se giró de nuevo hacia el traicionero espejo, enfrentándose a él con determinación.


—Por favor, jefe, ¡puedo ayudar!

Tsuzuki miró sucesivamente a Tatsumi y al jefe Konoe, esperando una respuesta. Ambos hombres lo observaban sin comprender su repentina excitación. Finalmente, fue Tatsumi quien habló:

—¿De qué manera?

Tsuzuki pareció relajarse un poco ante esa pregunta. Cruzó la habitación lentamente, en actitud reflexiva, hasta la ventana y se quedó mirando el jardín de cerezos que había al otro lado, mientras ordenaba sus ideas.

De pronto sonó un agudo chillido en el pasillo, al otro lado de la puerta, que los hizo saltar a los tres. Mientras Tatsumi y Tsuzuki se abalanzaban hacia la puerta, un repiqueteo de zapatos indiscutiblemente femeninos pasó a toda velocidad por el mismo corredor, seguido a corta distancia por el ruido de unos pies a la carrera —de sexo indefinido— y la voz de Watari que gritaba:

—¡Espera, Wakaba-chan! ¡Tengo el antídoto!...... Lo siento mucho, pensé que había conseguido dispersar todo el humo......... ¿Cómo iba yo a suponer que tendría ese efecto? ¡Era sólo el humo! ¡Ni siquiera era la poción!..........—la voz de Watari fue perdiéndose pasillo adelante—:.........debiste mirar antes de salir del despacho..... ¡Oi, Wakaba-chan! Ese es el servicio de chicas, ¿no crees que deberías entrar en el otro, de momento...?...............

En el despacho del jefe Konoe, Tatsumi soltó el picaporte de la puerta que no había llegado a abrir y sacudió la cabeza, recordándose que debía hablar muy seriamente con Watari sobre sus experimentos... otra vez. Konoe permaneció tras su escritorio tomando notas como si nada hubiera sucedido, y Tsuzuki seguía mirando fijamente la puerta del despacho, con el ceño fruncido como si tratase de descifrar qué acababa de ocurrir. (1)

—Tsuzuki —llamó el jefe, cuando los gritos de Wakaba y la voz de Watari se desvanecieron por completo—. ¿Qué ibas a contarnos?

—¿Nani? —preguntó un despistado Tsuzuki, apartando la mirada por fin de la puerta y volviéndose hacia el jefe, con los ojos muy abiertos—. Ah...

El shinigami de ojos violetas volvió a sufrir una de sus extrañas transformaciones y volvió a adoptar la actitud seria que solía preceder a uno de sus momentos de "soy un hombre adulto, en serio".

—Yo nací y crecí en Tokio, en los últimos años de la era Meiji —comenzó, mientras se acercaba de nuevo a la ventana—. Por entonces ya existía una leyenda urbana que hablaba de la familia Nakamori y de su casa embrujada. Se decía que alguien había sido asesinado en esa mansión hacía siglos y que su espíritu volvía cada cierto tiempo buscando venganza y, cada vez que eso ocurría, un miembro de la familia moría en extrañas circunstancias. Por lo que sé, esa leyenda estuvo circulando por Tokio durante casi trescientos años, aunque nadie vio nunca el fantasma, pero los niños solían retarse a asomarse a las ventanas de la mansión por las noches —sonrió con tristeza, recordando cómo había deseado él que le dejaran participar en aquel juego estúpido—. Supongo que nadie se creía realmente la historia del fantasma, pero algo de cierto debía de tener para haber sobrevivido a tres siglos. Si se hubo muertes en la mansión Nakamori durante ese tiempo, lo ignoro —tenía otros problemas de los que preocuparme, pensó—, pero supongo que se podría averiguar.

—¿Se sabe de quién era el fantasma? —preguntó Tatsumi, con sincera curiosidad.

—Había varias versiones, pero la mayoría coincidía en que se trataba del primer Nakamori-sama, un inglés, el fundador de la dinastía, que había sido asesinado por su esposa... o su socio, o su amante, o sus hijos... según la versión que escuchases —añadió Tsuzuki con media sonrisa.

—Un inglés... —murmuró Tatsumi, pensativo—. Los Nakamori nos hablaron de él. No sabían cuál era su nombre europeo, ni por qué se lo cambió. Lo cierto es que no saben demasiado sobre sus orígenes, salvo que era un caballero, un rico comerciante que había decidido instalarse en Japón con su familia.

Tsuzuki se volvió hacia él, con expresión irónica.

—¿Un caballero? —se encogió de hombros—. Supongo que podría decirse así, pero no un comerciante, si es cierto lo que siempre se ha dicho sobre los Nakamori.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Tatsumi frunciendo el ceño.

—Siempre estuvieron metidos en asuntos sucios, sospechosos cuando menos. Eso no es parte de la leyenda, es rigurosamente cierto. La gente decía que era por culpa de su sangre kaizoku.

—¿Kaizoku? —repitió Tatsumi, atónito. La palabra significaba "pirata".

Tsuzuki asintió.

—Se decía que el primer Nakamori, el inglés, había sido un corsario al servicio de la Reina Victoria. Un pirata, hablando claro.

Tatsumi y Konoe intercambiaron una mirada. Konoe pulsó un comunicador en su mesa y, sin esperar respuesta, bramó:

—¡GUSHOSHIN!


Hisoka contempló su propio reflejo como si esperara que fuera a saltar del espejo y abalanzarse sobre él en cualquier momento. Sin embargo, al cabo de unos segundos se dio cuenta de que no iba a ocurrir nada. Sus ojos esmeraldinos le devolvieron la mirada con una serenidad que pocas veces habían reflejado. No la mirada helada a la que todos estaban habituados —esa mirada que, al igual que las sonrisas falsas de Tsuzuki, ocultaba las turbulentas emociones que se agitaban en su interior—, sino una de auténtica y profunda calma.

Hisoka parpadeó y alargó una mano, posando sus largos dedos sobre el frío cristal, sobre el reflejo de sus ojos. No había demonios esta vez. No había la voz de su madre llamándole monstruo desde lo más profundo de sus recuerdos.

Sólo estaba Hisoka.

Y, por primera vez en muchos años, le sonrió a su imagen en el espejo.


Unos minutos después, un Hisoka bastante más animado salía al prado que rodeaba la Mansión Nakamori, en busca de un lugar cómodo donde sentarse a leer. Sus ojos verdes recorrieron perezosamente el lugar y se posaron, sin que él tuviera nada que decir al respecto, sobre el roble petrificado.

Típico. El lugar lleno de árboles preciosos bajo los que sentarme y voy a fijarme en esa cosa horrenda.

Sin embargo, era como si el árbol muerto le llamara, igual que había ocurrido con anterioridad, cuando había tenido aquella espantosa visión con Tsuzuki de protagonista. Hisoka se estremeció. No quería volver a recordar eso, ni tampoco el hecho de que el mismo árbol había aparecido en su pesadilla con Muraki.

Pero su curiosidad pudo más que su aprensión y echó a andar hacia el roble, dispuesto a desentrañar el misterio.

El aura siniestra del árbol se hizo más y más palpable a medida que Hisoka se acercaba a él. En cierto momento, comenzó a sentir un temblor bajo sus pies, como si alguien estuviera golpeando la tierra desde abajo. De hecho, si aguzaba el oído, podía percibir, muy tenuemente, un sonido amortiguado de golpes. Hisoka se apresuró a llegar hasta el roble petrificado y, entonces, los golpes cesaron.

Un espantoso alarido hendió el aire. La potente oleada de terror que acompañó al grito golpeó a Hisoka como una bofetada de aire caliente en pleno rostro. Alzó rápidamente sus barreras mentales y recorrió los escasos metros que aún lo separaban del árbol a la carrera.

El grito había surgido del hueco del tronco, estaba seguro. Hisoka alargó los dedos hacia la superficie, lisa como el cristal, dispuesto a levantar tan sólo un resquicio de sus escudos psíquicos para averiguar, a través del tacto, lo que había ocurrido.

En el mismo instante en que sus dedos rozaban la madera petrificada, algo surgió del hueco del roble como una exhalación.

Hisoka sintió que lo atravesaba el frío más glacial que había sentido jamás. Más frío que la muerte, más frío que las manos del perverso doctor Muraki. Sólo alcanzó a ver lo que parecía un jirón de niebla blanco-azulada que surgía del roble y atravesaba su cuerpo como si estuviera hecho de papel.

Las rodillas se le doblaron y sintió que el corazón se le paraba durante un largo segundo. Antes de darse cuenta de que no estaba respirando, se desplomó inconsciente junto al roble petrificado.

** *** ***

FIN DEL CAPÍTULO 14


(1) Esta nota está especialmente dedicada para Yanagi-sen, que preguntaba por el humo verde. Por si aún hay dudas, era el mismo humo que surgió del laboratorio de Watari, que seguía extendiéndose por la división. ¿Habrá afectado a alguien más? Oh, no, eso requeriría otro fic completo, lo siento...


Perdón por el nuevo corte. Pensaba seguir, pero me estoy durmiendo y quería subirlo hoy mismo. En fin, parece que este 'Soka-chan se pasa la vida desmayándose, ¿eh?


Esto no tiene nada que ver con la historia, pero después de leer algo escrito por un/una (seguramente "una") fan de Yami en Internet, me he dado cuenta de una cosa: si todos los shinigami tienen que trabajar en parejas, ¿D"NDE ESTÁ EL COMPAÑERO DE WATARI? Porque Konoe y Tatsumi no hacen trabajo de campo, así que no necesitan un compañero, pero Watari está a cargo del área 6, Kinki. ¿Quién rayos es su compañero? Se aceptan sugerencias (esto va especialmente dedicado a una fan de los cuestionarios, LeslieDali.)

Otra cosa, en katcom.squidkitty.org encontraréis una tesis (por llamarla así) sobre la *ejem* orientación sexual de los personajes de Yami. No tiene desperdicio. El problema es que está todo en inglés, ¡pero vosotras sois chicas listas! (y vosotros, que también los habrá). De todos modos, si tenéis problemas para entenderlo, yo puedo mandaros el texto traducido. Sólo dadme un "toque" en mi correo electrónico o en los reviús.


RESPUESTAS A LOS REVIÚS

¡¡¡YAIII!!! Nueve reviús para un solo capítulo, ¡soy feliz! ¡Arigato mina-san!

En orden alfabético:

Aguila Fanel.- No te preocupes, que habrá final feliz. No sé si lo he comentado en algún momento, pero el final es lo primero que escribí de este fic (rara que es una). Yaoi me temo que no va a haber. Es que quiero ser lo más fiel posible a los personajes y a la historia y desde luego esos dos aún no están en ese punto (lo cual es una lástima porque no hay más que ver cómo termina el anime para saber lo que podría suceder a continuación...). Espero que esto no te haga abandonar el fic, por fi, creo que te gustará el final. Besos.

Bishoujo-Hentai.—  creo que esas dos chicas son las fans de Hisoka, Saaya y Yuma. Si quieres saber cómo es Terazuma (tampoco es que sea un bombón *esquivando cosas que me arrojan las fans de Terazuma*), en Internet puedes encontrar pics de Terazuma. Sólo busca en Google. Tengo una dirección (que no he podido meter aquí porque el sistema no me deja, maldición) donde puedes encontrar algunos pics de Terazuma extraídos del manga, porque en el anime no aparece. Dame un toque en mi correo electrónico y te mando la dirección. También hay un par de pics del manga donde Tatsumi está a punto (o al menos eso parece) de BESAR a Tsuzuki!!!!

B-boying.- ¡¡OTRA ESPAÑOLA!! ¡HOLA, CASI VECINA! Cuánto me alegro de que te esté gustando. Por cierto, no sé si lo he dicho alguna vez, pero en Fnac tienen los mangas de Yami! ¡¡¡Yaiiii!!! (sí, vale, sólo los dos primeros, pero en marzo sale el tercero). Espero que sigas leyendo y reviuando. Un bico (¿cómo es en asturiano?).

Can Hersey.-  Pues he vuelto a dejarlo a medias... ¡por favor, no me pegues! No sé si Fnac sirve fuera de España, pero por probar no se pierde nada. De todos modos una amiga (¡hola, Kayra-chan!) me ha dicho que en Perú ya los están publicando. Será cuestión de tiempo que lleguen a México (si no han llegado ya) y después... ¡¡el mundo!! (vale, me he emocionado).

Fujisaki Yami.-  Creo que sufrir, sufrir, lo que se dice sufrir, ya les queda poco. Al menos a Tsu-chan. Ahora le toca a Hisoka. Je, je, je... Ya verás qué venganza tengo planeada... bueno, Tsuzuki. Tampoco es que sea una venganza, es más bien... bueno, qué diablos, ya lo verás. Chao.

kadsu-chan .- ¡Guau! ¡Qué reviú tan largo! ¡Qué bien! Estoy totalmente de acuerdo contigo. Tatsumi sería mejor jefe que Konoe. Aunque no creo que la división Shokan notara demasiado el cambio... Por otro lado, aquí vuelves a tener a Watari, aunque haya sido de pasada... Me pregunto por qué no tendrá más protagonismo en los fics... ¡¡Y gracias por felicitarme!! ¡Arigato gozaimas! Y tranqui, que no voy a dejar el fic. ¡Este lo termino por narices!

Kaoru shindou en grey.- más peticiones de shonen ai. Me temo que lo más parecido a una escena shonen-ai (que no yaoi, no es mi estilo), será la del final. Creo que será muy Yami, o eso espero. No quiero salirme demasiado de los personajes y es algo agotador, créeme. Y otro voto más para Tatsumi como jefe. ¡Acabaremos derrocando a Konoe! Pero no creo que sea tan avaro. Después de todo se encarga de las finanzas de la división. No me gusta esa imagen de avaro que se le da en los fics (bueno, y a veces en el manga también). Creo que son salidas de personaje creadas incluso por la propia Matsushita-sensei. Por muy raro que suene.

Karen Lupin.- Muchíssisimas gracias por tus alabanzas, estoy tan ancha que no quepo por las puertas. Pero lo importante es que te haya gustado y eso sí que me produce orgullo (toma ya, qué cursi soy). Chaíto.

kotorimoon.- ¡hola, kotori-chan! gracias a ti también por felicitarme y por leerme. Hisoka me dijo que quería tener un par de palabritas contigo por no sé qué de una patada... pero no ha podido venir porque se ha quedado en casa con el trasero metido en un barreño de agua fría... ¡¡Ja ne!!

Y por fi, por fi, por fiiiii, reviús, ¿sííííí?

Shhh, oyasumi nasai a todos....