Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 16
Autora: Azdriel
Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito.
Disclaimers: Los usuales.
Nota: A petición de mi buena amiga Kayra (petición, amenaza, ¿qué más da? ^_^) este capítulo está dedicado a su hermana Patty en el día de su cumpleaños que será el 1 de Abril. ¡¡OTANJOBI OMEDETO GOZAIMASU, PATTY-CHAN!! *serpentinas y confeti* ¡¡bieeeen!! (¿a qué dices que me vas a invitar?)
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CAPÍTULO 16Incluso antes de haber cruzado la mitad del prado, Hisoka supo que algo iba realmente mal. Las ondas psíquicas que surgían de la mansión eran de un negro casi visible, ribeteadas de dolor y una generosa dosis de miedo. Hiroshi también debía estar percibiendo algo ahora, pues apretó el paso hasta que dejó al shinigami atrás. Hisoka no tardó en imitarle y ambos corrieron hacia la casa.
Al entrar en el recibidor, vieron a un grupo de criados apelotonándose en la puerta de la sala de billar, muy quietos y en silencio, mientras contemplaban horrorizados algo que había en el interior de la habitación. Al verles llegar, una de las doncellas se apartó del grupo y se acercó a ellos, temblorosa y sollozante. Hisoka no necesitaba sus poderes empáticos para ver que estaba aterrorizada, al borde de la histeria.
—Hiroshi-kun, Ishida-san... ha... —se atragantó y tomó aliento con un jadeo—... ha ocurrido algo... horrible...
Su voz se quebró en la última palabra y rompió a llorar sin disimulo. Hisoka le hizo a Hiroshi una seña para que se quedase con ella y, mientras el criado trataba de consolar sin demasiado entusiasmo a la mujer —su atención puesta en la sala de billar, deseando seguir a Hisoka—, el shinigami se acercó al grupo de sirvientes, que se apartaron de inmediato para dejarle pasar. El muchacho contuvo una risa sarcástica. Ni los criados de la casa de su padre le habían tratado nunca con tanta deferencia.
En realidad no le sorprendió demasiado encontrarse el cadáver de la señora Nakamori tendido en medio de la habitación.
*** ***
Hiroshi se reunió con él casi de inmediato. De los labios del criado brotó un jadeo horrorizado. Sus poderes telepáticos habían leído lo ocurrido en la mente de la doncella, pero no podía "ver" imágenes, como Hisoka. Sabía que Sayoko-san estaba muerta, pero aquello...
Hiroshi soltó un jadeo estrangulado y apartó la mirada de la espeluznante escena. Hisoka, al igual que él, permanecía paralizado, pero no había desviado la mirada de sus ojos verdes ni un solo instante del cuerpo. Fue, de hecho, el primero en encontrar la fuerza de voluntad necesaria para apartarse de la puerta y acercarse al lugar donde yacía Sayoko-san.
La mujer yacía atravesada sobre los tres escalones que separaban el rincón de té de la sala de billar, tendida de espaldas sobre un espeso charco de su propia sangre. Alguien había cubierto su pecho y hombros con un blanco mantel de hilo, pero se hacía evidente, por la forma que se adivinaba bajo la blanca tela que ya estaba empapada de sangre, que Sayoko-san había sido decapitada.
Hisoka se preguntó qué habría sido de la cabeza, pero no tenía demasiadas ganas de ponerse a buscarla. El olor de la sangre le estaba poniendo enfermo. Aquello le recordaba a los asesinatos a bordo del Queen Camelia. Muraki había utilizado a la pobre Tsubaki-hime para matar y despedazar a los socios de su padre y al propio Kakyôin-san (1), y Hisoka aún tenía pesadillas con lo que había visto a bordo del yate.
Podía sentir las miradas de los sirvientes a su espalda y podía sentir también su miedo y expectación. ¿Qué esperaban que hiciera él? Si al menos Tatsumi estuviera allí... Levantó la mirada hacia las tres personas que rodeaban el cadáver de Nakamori Sayoko. Una de ellas era el doctor Kurosawa, el médico de la familia, que debía de haber acudido a la casa a hacerle una visita a su paciente... para encontrársela muerta. El pobre hombre no hacía más que mirar fijamente el cadáver sin dejar de mover la cabeza espantado, como si no pudiera creerse lo que había pasado. ¿O tal vez lo que había presenciado? El segundo miembro del trío era Arthur, que permanecía inexpresivo entre el doctor Kurosawa y, por supuesto, Saburo-san. Hisoka le dedicó al mayordomo una breve mirada. El hombre no emitía más que una absoluta estupefacción que no se reflejaba en su severo rostro. Probablemente era incapaz de reaccionar ante lo que había ocurrido... o era un actor espléndido. En cuanto a Saburo-san...
Hisoka sintió una profunda pena al posar sus ojos sobre el señor Nakamori. Parecía ajeno a todo lo que le rodeaba, salvo a la presencia de su esposa muerta a sus pies. Arrodillado en el suelo, perdida toda pretensión de dignidad, sollozaba suavemente, apretando la mano de su amada entre las suyas. Tenía los labios y la mejilla izquierda manchados de sangre, probablemente donde había apretado contra su piel los laxos dedos de Sayoko-san.
Por primera vez desde la muerte de Tsubaki-hime, Hisoka sintió una pena sincera por el sufrimiento ajeno. ¿Quién era él para lamentarse de lo complicada que era su vida, de lo mucho que le costaba aclarar sus sentimientos por Tsuzuki, cuando la gente a su alrededor sufría y moría de forma tan horrible?
Apretó los labios y se puso en pie con determinación.
—¿Alguien ha visto lo que ha ocurrido? —preguntó con el tono más deferente que pudo. Lo último que deseaba era herir aún más los sentimientos del señor Nakamori.
Éste, como era de esperar, ni siquiera pareció oír la pregunta. Arthur y el doctor Kurosawa negaron con la cabeza. Fue uno de los criados, un tal Tonji, quien se adelantó, entrando tímidamente en la habitación, y dijo:
—Sumimasen... yo lo vi todo, Ishida-san.
Hisoka se giró hacia él y sus ojos se cruzaron durante un segundo con los de Hiroshi que seguía en la puerta. Como si eso hubiera sido una señal, el joven tragó saliva y se acercó a Hisoka en silencio. El shinigami se percató de que trataba, por todos los medios, de no mirar la ensangrentada forma de Sayoko-san.
—La señora se encontraba aún un poco débil —empezó Tonji—, así que después de desayunar se retiró aquí para descansar un rato...
La voz se le quebró y, por un momento, Hisoka pensó que no sería capaz de continuar. Pero el hombre se armó de valor y, tras lanzar una mirada insegura a Saburo-san, siguió hablando:
—Yo la acompañé hasta aquí y le pregunté si deseaba tomar un té o algo. Me contestó que sólo quería descansar y que enviara a buscar a Hiroshi-kun. Estaba a punto de retirarme, cuando...
El hombre miró a Hisoka y luego a Hiroshi como si les suplicara que se apiadasen de él y no le obligasen a seguir. Pero los dos jóvenes lo contemplaban con muda expectación. Finalmente, Tonji suspiró y sacudió la cabeza, derrotado.
—No sé muy bien qué fue lo que pasó —contestó, cabizbajo—. Sólo vi que la puerta se abría de golpe, como si la hubiera empujado una fuerte corriente de aire. De hecho, sent como si algo invisible pasara rozando mi cuerpo. Oí gritar a Sayoko-san, me giré y vi que se había puesto en pie y miraba hacia mí con expresión horrorizada. En seguida me di cuenta de que no era a mí a quien miraba.
—¿A quién, entonces? —preguntó Hisoka, aunque conocía la respuesta.
El criado sacudió de nuevo la cabeza.
—Había... algo aquí, con nosotros, aunque yo no podía verlo. Desde luego supe de inmediato que se trataba del fantasma... —Tonji volvió a interrumpirse y miró alarmado a Hisoka, como si acabase de darse cuenta de que lo que había dicho.
—Tranquilo, Tonji. Lo sabe todo —lo tranquilizó Hiroshi en voz baja.
Tonji pareció relajarse un poco al oír esto, aunque seguía estando muy nervioso. Es normal, pensó Hisoka, si acabas de ver cómo un espectro decapita a tu señora delante de tus ojos.
—¿Qué pasó después? —le presionó Hisoka.
El hombre comenzó a retorcerse los dedos, mientras los recuerdos aumentaban su nerviosismo. En cualquier momento, comenzaría a ponerse histérico, como la doncella del vestíbulo. Hisoka contuvo un suspiro de impaciencia.
—Uno de los bajo-platos de alpaca que se guardan en esa alacena —murmuró el criado—, se elevó en el aire, sin que nadie lo tocara, y empezó a girar sobre sí mismo a una velocidad tremenda. Emitía un zumbido espantoso...
En la mente de Hisoka apareció el resto de la escena, transmitida involuntariamente por el criado. El muchacho tragó saliva y procuró mantener el rostro inexpresivo.
—... no pude hacer nada... —musitó el hombre, desconsolado, mientras las lágrimas desbordaban sus ojos—. El plato salió disparado contra ella... giraba como la hoja de una sierra... —se cubrió el rostro con las manos—. ¡No pude hacer nada!
Hisoka miró a Hiroshi. El joven tenía la mirada clavada en su compañero, como si no pudiera creerse lo que estaba oyendo. El shinigami se giró de nuevo hacia donde estaba Sayoko-san y reparó por primera vez en que el cristal de la puerta que daba al jardín estaba hecho añicos. Se acercó y se asomó al exterior. Al otro lado, sobre el césped al pie de un árbol, a unos tres metros, había un disco metálico. Hisoka atravesó el marco vacío de la puerta y se acercó, agachándose para inspeccionar mejor el arma del crimen.
Era una especie de bandeja plana de unos treinta centímetros de diámetro y a penas uno de grosor, de las que se colocan bajo los platos normales para conservar caliente la comida. No tenía un borde especialmente afilado pero, girando a la velocidad que había descrito Tonji, podía cortarle el cuello a cualquiera. Aunque desde luego no habría sido un corte limpio... Hisoka se estremeció al ver la sangre que manchaba la superficie del plato y reparó en la abolladura que tenía en un borde. Levantó la mirada hacia el arbolito que había detenido el vuelo del plato asesino y comprobó que presentaba una muesca astillada en la tierna madera del tronco, lo bastante profunda como para calcular la impresionante velocidad que habría llevado el disco de alpaca aún después de haber sesgado el cuello de Sayoko-san. Ningún ser humano habría podido lanzarlo con tanta fuerza.
¿Por qué?, se preguntó Hisoka. ¿Por qué el fantasma había asesinado de forma tan horrible y fulminante a aquella mujer mientras que a Hiroshi y a él los había dejado con vida? Por no mencionar al criado que lo había presenciado todo. ¿Por qué Sayoko-san precisamente?
—Hisoka-kun.
Hisoka se volvió. Hiroshi había salido al jardín y lo miraba con inquietud.
—¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a decirles?
—Nada —dijo Hisoka, poniéndose en pie—. Para ellos siempre ha sido el mismo fantasma quien atacaba a Sayoko-san. No tiene sentido explicarles ahora la verdad. Sobre todo porque te acusarían a ti de haberla matado. Teniendo un culpable de carne y hueso, nadie quiere saber nada de asesinos sobrenaturales.
Hiroshi se estremeció y se abrazó a sí mismo. De pronto, parecía terriblemente indefenso.
—Arthur cree que he sido yo. No lo ha dicho en voz alta, pero he visto cómo me miraba. Él era el único que sabía lo que yo estaba haciendo, porque sólo confío en él. Le dije que nunca llegaría tan lejos como para matarla, pero... ahora cree que sí lo he hecho.
Hisoka reflexionó durante un momento cuál sería el mejor curso de acción. ¿Por qué tardaba tanto Tatsumi? Ojalá pudiera ponerse en contacto con él, pero no sabía cómo utilizar la magia de sellos para crear un mensajero, como hacía Tsuzuki. No le quedaba otra que encargarse él de la situación.
Sin una palabra, pasó junto a Hiroshi y regresó a la sala de billar. Todos los presentes volvieron a centrar su atención en él, como si creyeran que podía tener una solución. Por un momento, pensó que le habían descubierto, que sabían quién era en realidad, pero enseguida llegó a la conclusión de que simplemente lo habían identificado como una figura de autoridad, la única que les quedaba por encima de Arthur, con el señor Nakamori y el buen doctor en estado de shock.
—Arthur-san, venga aquí, por favor —pidió Hisoka, mientras abría la puerta del jardín para volver a salir y que el anciano mayordomo pudiera seguirle. Necesitaba hablar con él y con Hiroshi y no podía permitir que nadie más escuchara sus palabras. Si Hiroshi sólo confiaba en Arthur, entonces Hisoka sólo confiaría en Arthur.
Nada más salir al jardín, Arthur se encaró con su joven protegido.
—¿Qué has hecho, Hiro? —preguntó, desesperado—. ¿Qué has hecho?
—¡Arthur, no he sido yo, te lo juro! Hisoka-kun puede testificar a mi favor.
—¿Quién? —preguntó Arthur perplejo.
Hisoka levantó una mano ligeramente para atraer la atención del mayordomo. Se sentía como si estuviera en el colegio.
—Se refiere a mí. No soy Ishida Sosho. Me llamo Kurosaki Hisoka.
Arthur parpadeó un par de veces, tratando de asimilar sus palabras.
—Pero, ¿qué está pasando aquí? —preguntó con voz débil.
—Arthur, escúchame —intervino Hiroshi—. Hisoka-kun lo sabe todo. Todo. Y sé que podemos fiarnos de él. Ahora no podemos explicarte más, pero tienes que creerme: yo no he matado a la señora. Ha sido un fantasma, ¡uno auténtico! ¿Recuerdas el mapa? Cuando tiré abajo el muro señalizado en el plano, surgió del otro lado, como si hubiera estado atrapado allí, esperando la oportunidad para escapar. Nos atacó a Hisoka-kun y a mí, pero... no entiendo por qué a ella...
—Tal vez es un castigo de dios —dijo Arthur, temeroso—. Por su vida de maldad....
Hisoka sacudió la cabeza.
—Sólo EnMa tiene poder sobre los espíritus. Y él no enviaría a ninguno a sesgar la vida de un humano —dijo, sabiendo que sin duda Arthur hablaba de otro dios—. No es su misión.
Es la mía, añadió en silencio.
—Lo que ha dicho Hiroshi-san es verdad. Este espíritu ha pasado mucho tiempo atrapado tras ese muro. Ignoro por qué y quién lo encerró allí, pero sobre todo por qué se ha vuelto contra Sayoko-san con tanta inquina.
—¿Crees que podría haber sido ella? —preguntó Hiroshi, no muy convencido—. La que lo encerró allí dentro.
Hisoka estaba negando con la cabeza antes incluso que el criado terminara de formular la pregunta.
—Se necesitan conocimientos de nigromancia muy avanzados para hacer algo así. Además, ese esqueleto tenía aspecto de llevar siglos allí dentro. Dudo mucho que ella haya tenido algo que ver.
—Pero conocía la existencia de la cámara —insistió Hiroshi—. El mapa y el libro estaban en su habitación.
—Ella no sabía leer el inglés —intervino Arthur—.Era incapaz de descifrar el alfabeto occidental. Cada vez que recibían una carta de algún socio o cliente americano me pedían a mí que la tradujera. Pero jamás me pidió que tradujera ni el libro ni el mapa. O no confiaba en mí hasta ese punto, o no le daba la menor importancia a su contenido. Es posible que lo guardara como una simple antigüedad. O un recuerdo de familia.
—¿Bajo llave, en su escritorio? —preguntó Hiroshi escéptico—. Lo dudo mucho. Ese libro tiene siglos de antigüedad. Habría sido más propio de ella exhibirlo en una vitrina acristalada en la biblioteca. Pero lo que hizo fue esconderlo. Junto a sus diarios. Los mismos donde decía que había ordenado la muerte de mis padres.
Una tímida tosecilla les hizo volverse hacia las puertas de cristal. Otra de las doncellas, una jovencita poco mayor que Hisoka, se inclinó cortésmente y anunció, con voz temblorosa:
—Shitsurei shimasu (1), Arthur-san. Ishida-san acaba de llegar. Le he pedido que espere en el vestíbulo, pero...
Arthur se volvió hacia Hisoka.
—Supongo que él tampoco es Ishida Aoshi —murmuró, lejos del alcance de los oídos de la doncella.
—No. Y es mejor que lo hagan pasar. Él puede ser de más ayuda que yo —contestó Hisoka en el mismo tono.
Arthur se volvió de nuevo hacia la doncella.
—Está bien, Namiko. Tráelo aquí, pero a través del jardín —miró a Hisoka y este asintió—. Que no vea... nada... aún.
—Demo... —empezó la doncella, un tanto incómoda—. No ha vuelto solo, Arthur-san. Le acompaña un desconocido. ¿Debo hacerle pasar a él también?
Hisoka parpadeó. ¿Un desconocido? Arthur volvió a mirarle, como pidiendo una respuesta. Hisoka se encogió de hombros. No sabía a quién se habría traído Tatsumi consigo, pero tenía que ser otro shinigami. No creía que el secretario fuera a presentarse allí con uno de los Gushoushin.
—Que pasen los dos, Namiko. Pero no les digas nada aún.
—Hai —contestó la doncella. Efectuó una nueva reverencia y se retiró.
Un minuto después, apareció de nuevo, doblando la esquina de la casa, con Tatsumi pisándole los talones. Hisoka empezó a hacer un resumen mental de todo lo que tenía que contarle a su compañero, pero las ideas se esfumaron de su mente por completo al ver quién era el hombre que acompañaba a Tatsumi.
—Tsu... Tsuzuki...
*** ***
Su sorpresa por ver allí a Tsuzuki se tornó estupefacción cuando el shinigami de ojos violetas posó sobre él una mirada completamente vacía, como si Hisoka fuera un desconocido para él. Un desconocido al que no se alegraba demasiado de ver.
Y el muchacho estuvo a punto de dar con la mandíbula en el suelo cuando Tsuzuki, en lugar de saltar sobre él como un cachorro frenético o dirigirle una de sus sonrisas deslumbrantes, se limitó a saludarle con una breve inclinación de cabeza y un helado:
—Kurosaki-kun.
¡¿KUROSAKI-KUN?! Tsuzuki no se había referido a él así, ni siquiera al principio. Siempre había sido Hisoka o, mejor dicho, 'Soka, desde el primer día. ¿Qué diablos pasaba allí?
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Tatsumi entonces, obligándole a apartar su atónita mirada de su transformado compañero. Tsuzuki ni siquiera le prestó atención tras el frío saludo, sino que se encaminó directamente a las puertas de cristal, entrando en la sala de billar con decisión. Arthur se movió para interceptarle, pero la mirada que Tsuzuki le clavó fue casi un golpe físico. El mayordomo abrió mucho los ojos y se apartó apresuradamente de su camino.
—Anou... creo que será mejor que lo veas por ti mismo, Tatsumi-san —respondió Hisoka, distraído. Fuera lo que fuera lo que le pasaba a Tsuzuki, no le gustaba lo más mínimo.
Seguro que está enfadado conmigo, se dijo, mientras guiaba a Tatsumi al interior de la casa. Puede que Tatsumi le haya contado lo que hablamos. Bueno, suspiró para sí, es lógico entonces que esté enfadado. En fin, ya se le pasará.
Un poco más tranquilo, observó en silencio mientras Tatsumi y Tsuzuki inspeccionaban el cadáver de Sayoko-san. Hisoka no apartaba la mirada de su compañero. Por muy molesto que estuviera, no era normal en Tsuzuki que estudiara un cadáver desmembrado con tanta calma, con tanta... frialdad. No había la menor expresión en su rostro mientras intercambiaba unas palabras en voz baja con Tatsumi. Éste, tan inexpresivo como Tsuzuki, no parecía encontrar nada extraño en la actitud de su amigo. Hisoka se dijo que estaba viendo más de lo que había, que había añorado demasiado a Tsuzuki y ahora estaba exagerando un pequeño enfado. Además, allí había gente que les necesitaba. Los problemas personales tendrían que esperar.
—¿Ese hombre es policía, Arthur-san? —preguntó uno de los criados, acercándose al mayordomo y señalando a Tsuzuki. El hombre volvió a mirar a Hisoka en busca de respuestas y el muchacho tomó aliento y se aproximó a la pareja.
—Sí —dijo, sorprendiéndose a sí mismo—, es un detective de homicidios. Es un viejo amigo de mi hermano y se encargará de la investigación con total discreción.
Podía sentir las miradas de Hiroshi y Arthur clavadas en su nuca y también podía sentir su confusión. Sabía que su mentira se sostenía sobre humo, pero la promesa de un trato discreto era suficiente para que cualquier persona relacionada con un clan de la Yakuza cerrara la boca y no pusiera objeciones.
Minutos después, Tsuzuki se irguió de su posición en cuclillas junto al cadáver de Sayoko-san y se volvió hacia los presentes. Hisoka reparó en ese momento en que su traje negro y su sempiterno abrigo no presentaban ni una sola arruga, llevaba la corbata perfectamente anudada e incluso tenía el pelo menos revuelto de lo habitual. Hisoka volvió a mirar a Tatsumi. El secretario se había quitado las gafas y se estaba masajeando el puente de la nariz, por cansancio o luchando contra alguna migraña incipiente. Hisoka sintió que se le encogía la garganta. Si Tatsumi sin gafas le había recordado antes a Tsuzuki, ahora, con la aparente transformación de su amigo, eran como dos gotas de agua.
Espeluznante...
Se obligó a volver a la realidad. Tsuzuki había terminado de interrogar en voz baja a Tonji y ahora estaba dirigiéndose al resto de los criados con una voz severa y tan fría como su mirada:
—¿Están aquí todos los habitantes de la casa? —preguntó, paseando la mirada sobre ellos. Todos fueron asintiendo poco a poco, mientras Tsuzuki hacia una pausa por si alguien se acordaba de algún ausente—. Bien. Ya saben lo que ha ocurrido y saben que no ha sido obra de un ser humano. Pero no quiero que cunda el pánico. Recuerden que ese ente podría haber seguido matando y no lo ha hecho. No sabemos si sigue en la casa, pero nos proponemos averiguarlo y detenerlo. Mientras tanto, no quiero que ninguno de ustedes salga de la casa, ni tampoco que se quede solo. Sé que no parece lo más sensato —añadió, al ver que algunos iban a protestar—, pero confíen en mí. Ya he hecho esto otras veces.
Metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó un fajo de sellos ofuda, pulcramente sujetos con un fino cordón de seda negro. Otra sorpresa para Hisoka. Tsuzuki siempre llevaba sus sellos mágicos arrugados y metidos de cualquier manera en sus bolsillos, como si no fueran más que recibos del supermercado.
—¿Es ésta la habitación más grande de la casa? —preguntó Tsuzuki, volviéndose hacia Hisoka. El muchacho dio un respingo, pues no esperaba que su amigo fuera a dirigirse a él. Frunció ligeramente el ceño al notar que Tsuzuki no estaba enfadado, ni con él ni con nadie, pero tampoco volvía a ser el de siempre. Y eso no hizo más que aumentar la inquietud del émpata.
—Sí —contestó Hisoka, tratando de vencer la confusión. Tsuzuki se estaba tomando su trabajo en serio, eso era todo. ¿No era eso lo que siempre había querido? ¿Un compañero serio, responsable, imperturbable... como Tatsumi? Por eso había tramado aquel cambio, ¿no? Debería sentirse satisfecho—. O al menos, eso creo.
—Bien —Tsuzuki se volvió de nuevo hacia los criados—. Quiero que todos ustedes se queden aquí y que nadie salga sin mi permiso —se acercó a ellos y extrajo cuatro de los sellos ofuda del fajo, entregándoselos a cuatro de los sirvientes al azar—. Cojan esto. No los suelten bajo ningún concepto. Si el espíritu vuelve a aparecer, manténgase juntos y con los sellos en la mano. No se les ocurra separarse —volvió a repetir—. Los sellos les protegerán, pero deben mantenerse juntos —recalcó.
Uno de los criados cogió el sello que Tsuzuki le entregaba y lo estudió, dándole la vuelta, con expresión confundida.
—¿Oraciones? —murmuró—. ¿De qué modo va a protegernos esto?
Tsuzuki no contestó. Se reunió con Tatsumi y Hisoka y se los llevó de vuelta al jardín.
—¿Tú has visto a ese fantasma del que hablan? —le preguntó a Hisoka.
El muchacho asintió, sin dejar de buscar en el rostro de su amigo una respuesta a su extraño comportamiento.
—Sí. Y Hiroshi también —les contó a ambos todo lo que había ocurrido y todo lo que había descubierto sobre Yokobata Hiroshi. Al terminar, Tatsumi asintió pensativo.
—Sí, coincide con los datos que los Gushoushin encontraron en los archivos. Pero esa Lady Margaret Attwood... ¿Quién puede ser?
—La esposa de Sir James Attwood —contestó Tsuzuki de inmediato, sorprendiéndolos a los dos—. Más conocido como Nakamori. El fundador del clan.
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FIN DEL CAPÍTULO 16
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¡¡¡JA, JA, JA!!! ¡OS HE VUELTO A DEJAR COLGADOS! ¡SOY MALA! ¡SOY PERVERSA¡ ¡NO SÉ C"MO SEGUIR! *risa maniática*.
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(1) Es el padre de Tsubaki.
(2) "Disculpen la interrupción", o algo parecido.
RESPUESTAS A LOS REVIÚS
(por orden alfabético)
Ayumi Warui- ¡¡Otra española!! *wheeeee* Felices Fallas, por cierto. *guiño*. Lo de Dama de las Camelias es un delito. Podrían haberlo dejado como "Tsubaki-hime", que suena mejor, aunque signifique más o menos lo mismo. Creo que "hime" significa "princesa". ¿Y qué me dices del final? ¡Oh, qué bonito! *ojos acuosos*.
Fujisaki Yami.- ¿Te ha gustado el reencuentro? Jo, jo, jo… Qué mala soy. ¿Qué le pasará a Tsu-chan? *risilla maquiavélica* (Hisoka: Tú nunca te cansas de torturarme, ¿verdad?..... Azdriel: *sacándole la lengua* La culpa es tuya, pequeñajo. No haberte portado tan mal con Tsuzuki… Hisoka: *agitando el puño amenazadoramente* Me las pagarás…)
Kayra-chan.- Muchas gra… OoO!! *volviendo a mirar el nombre* ¡gasp! *palideciendo* Je… je,je… Etto, hola, Kayra-chan!! ¿Qué tal?................ ¡¡Oe, deja ya de llorar que me estás poniendo esto perdido!! Ya felicité a tu hermana, así que ya puedes parar…. *acercándose en zodiac a darle un pañuelo* Ala, ala, suénate, que no ha sido para tanto. Por cierto ¿qué tal va el casting? Nos vemos (es una forma de hablar) el lunes. Ja-ne!!
Megumi014.- Una nueva lectora, ¡¡yupi!! *rebotando de felicidad por toda la habitación* ¡Y se ha leído los 15 capítulos de un tirón! ¡Qué heroína! ^_*
Yukiru.- Bueno, ya sabes lo que pasó en la mansión. En cuanto a Hiro-kun… tenía pensado un final bastante diferente para él, pero creo que lo voy a cambiar. Después de toda esa conversación con Hisoka me ha dado pena. Ha acabado gustándome ese personaje…
Y muchas gracias a:
Bishoujo-hentai y Selene Sumeragi, ¡¡domo arigato!!
Guau… hace diez minutos escasos que subí el capi 15 en inglés y acabo de recibir el primer review… Qué velocidad… A ver si aprendéis… ¿Eh? ¡Quién ha dicho eso! *cara inocente*
¡Qué hambre tengo! Me voy a comer una galleta. ¡¡Ja-ne!!
PD: ¿Alguien me puede ayudar a ponerles títulos a los capítulos? Os estaría muy agradecida *reverencias*.
