Título: Creo que me quedo con el chibi..., capítulo 20 epílogo

Autora: Azdriel

Categoría: humor, misterio, shonen ai muy, muy suavecito.

Disclaimers: Los usuales.

Nota: Siento muchísimo haber tardado tanto en actualizar. Pero cuando no sale, no sale. Gomen-nasaaaaaaaaaaaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii (azdriel tirada boca abajo en el suelo, delante de sus maravillosas y comprensivas lectoras –ejem- suplicando clemencia), gomeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn.........

Otra nota: Una parte de este capítulo está narrado en primera persona, desde el punto de vista de Tsuzuki. Os advierto que el chico divaga como nadie. Es el problema de dejar que un personaje como él hable en primera persona La otra parte, está narrada desde el punto de vista de Hisoka, también en primera persona, claro.

GRACIAS MIL A KAYRA-CHAN, MI GEMELA MALVADA (aka Fukiya Yuma), POR LA GRAN AYUDA QUE ME PRESTO A LA HORA DE IDEAR EL HECHIZO QUE TSUZUKI EMPLEA PARA FUNDIR LOS METALES. TENÍA QUE RESULTAR COHERENTE CON LOS PODERES QUE TIENE NUESTRO SHINIGAMI Y, DE NO SER POR ELLA, AÚN ESTARÍA DÁNDOLE VUELTAS A ESTE CAPÍTULO.

GRACIAS TAMBIÉN A MI BETA, KEI-CHAN, QUE TAMBIÉN ME DIO MUY BUENAS IDEAS AL RESPECTO.

¡¡HONTOU ARIGATOU, A LAS DOS!! ¡¡¡Y UN MILLON DE MILLONES DE GRACIAS A TODAS MIS LECTORAS, POR VUESTRA INFINITA PACIENCIA, VUESTRAS PALABRAS DE ÁNIMO Y VUESTRAS CRÍTICAS CONSTRUCTIVAS!!! ¡¡¡OS QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

ooooooooooooooooooooooooooooooo

CAPÍTULO 20

P.V.Tsuzuki

Me llamo Tsuzuki Asato... y soy un idiota integral.

Sí, ya sé que eso es lo que mis amigos y compañeros me están diciendo constantemente, pero es que ahora me da que van a tener razón.

Vamos, que soy idiota.

Sólo eso explica cómo es posible que no me diera cuenta del daño que le estaba haciendo a Hisoka. No es que mi compañero sea un libro abierto para mí, pero después del tiempo que llevamos trabajando juntos, debería haberme percatado de que mi plan genial para recuperar su respeto estaba teniendo un efecto totalmente opuesto al esperado.

De pronto, me pareció salir de mi cuerpo e introducirme en el de Hisoka, tan pequeño y frágil, y verlo todo a través de sus ojos (metafóricamente hablando, claro, no puedo efectuar una proyección astral y menos al cuerpo de otro shinigami que, en la práctica... estoy divagando). Quiero decir, que me vi a mí mismo, como un clon perfecto de Tatsumi. Había cambiado todo lo que había podido para parecerme a él. Había adecentado mi vestuario, había vaciado mis bolsillos de toda clase de dulces... lo que me había llevado un buen rato, debo reconocerlo... Había hecho todo lo posible por adoptar las maneras formales y correctas de mi antiguo compañero. Todo porque era lo que yo creía que quería Hisoka.

Y resulta que lo que Hisoka veía era un Tsuzuki frío y distante, que sin duda debía de estar enfadado con él por haberle engañado. Tsuzuki le estaba castigando. Tsuzuki era un bastardo rencoroso...

Vale, eso es de mi propia cosecha. Pero apuesto a que también lo pensó.

Y yo preguntándome por qué no parecía complacido con mi recién estrenada actitud de profesional serio y responsable.

¡Idiota, idiota, idiota!

Me avergüenza reconocerlo pero, cuando Tatsumi me lo contó, sentí celos. ¿Por qué? Porque mi compañero, con quien yo creía haber superado ya la barrera de la desconfianza, había preferido sincerarse con Tatsumi antes que conmigo. Bueno, tampoco es que Tatsumi me dijera que las cosas habían sido así, precisamente. Así que, es posible que el propio Tatsumi intuyera por su cuenta que era eso lo que estaba molestando tanto a Hisoka. Lo que significaría que mi antiguo compañero y viejo amigo conocía a mi nuevo compañero y nuevo amigo mejor que yo.

Creo que me estoy liando...

Fuera como fuera, sentí celos. Y también me sentí un poco triste. Y enfadado. ¿Con quién? No sabría decirlo. Pero, aunque la idea de volverme como Tatsumi para complacer a Hisoka había sido mía y sólo mía, lo cierto era que mantener ese talante severo todo el tiempo me resultaba deprimente. Sé tomarme mi trabajo en serio, en contra de lo que Hisoka parece creer. Sólo quería demostrárselo. Y resulta que tampoco le gustó el nuevo Tsuzuki.

¿Qué más podía hacer yo para complacerle... no, para demostrarle que podía ser el compañero que él deseaba tener?

Más deprimido que nunca, decidí apartar a Hisoka de mi mente y concentrarme en el hechizo de invocación que atraería al fantasma de Sir James hasta el Pentagrama. Una vez allí, su magia lo atraparía y lo mantendría inmovilizado mientras nosotros tres uníamos nuestras energías espirituales para encerrarlo de nuevo en el medallón.

En teoría, es así como deberían salir las cosas.

Claro que –y no pude evitar un estremecimiento al pensar eso- también era así como deberían haber salido la primera vez... Cuando mi primer compañero murió por culpa de mi inexperiencia.

Pero no volvería a ocurrir, me dije. Si algo fallaba, si el Pentagrama no lograba inmovilizar a Sir James, yo... haría todo lo posible por atraerlo hacia mí y alejarlo de mis amigos. Después de todo, ya llevaba demasiado tiempo vivo... muerto... bueno, como sea. No tendría demasiada importancia si desaparecía o no.

Y mi último pensamiento fue tan negro que hasta yo mismo me sorprendí:

Eso dejaría a Hisoka libre para elegir a otro compañero, sin necesidad de mentir a nadie.

Unos pasos suaves que no pertenecían a Tatsumi –lo sé, porque éste se encontraba de pie a mi lado y no caminaba- se adentraron en la caverna procedentes del pasadizo.

-Tengo los metales –susurró la voz de Hisoka.

A esas alturas yo había fracasado estrepitosamente en mi intento de mantener mis deprimentes pensamientos lejos de mí, así que tuve que recuperar el dominio sobre mí mismo antes de volverme hacia Hisoka, a quien estaba dando la espalda en ese momento.

Seguro que pensáis que lo más lógico y sensato, dadas las circunstancias, habría sido dibujarme una enorme sonrisa en los labios –de las mías, marca registrada, ya sabéis- y recuperar mi talante alegre y desenfadado para demostrarle a Hisoka que todo había sido un mal entendido.

Ajá. Lo más lógico.

Lo más sensato, tenéis razón.

Por lo tanto, siendo quien soy, hice todo lo contrario.

-¿Están todos? –pregunté, dándome cuenta de que mi rostro había vuelto a convertirse en piedra por su propia voluntad y mi voz sonaba igual de fría y seca que como había estado sonando durante todo el día.

¡Dios mío! ¿Estaría perdiendo el control sobre mi propio cuerpo? ¿Habría creado a un gemelo malvado que se estaba apoderando de mí?

La pregunta que le había dirigido a Hisoka era estúpida de por sí (de acuerdo, la otra también). Mi compañero no habría bajado hasta allí diciendo "traigo los metales" si hubiera faltado alguno. Podría haber dicho: "traigo los metales menos uno" o "no sabes lo difícil que es encontrar plomo en esta casa", o... ok, vuelvo a divagar. Gomen... '

-Hai... –contestó Hisoka, tendiéndome la bolsa. Me di cuenta de que no me miraba a la cara, aunque la suya no mostraba emoción alguna, como de costumbre. ¡Demonios! ¿Cómo iba a darme cuenta de lo que estaba pasando de esa manera? Me cierra su mente, me cierra su corazón y, ahora también, me cierra su cara-. Pero no sé si habrá suficiente de todo.

-Bueno, no importa demasiado –dije, esforzándome por sonar despreocupado. No lo conseguí. ¡Socorro! ¿Habría llegado realmente a un punto sin retorno? ¿No podría recuperar jamás a mi viejo yo?-. Siempre podemos echar mano de algo de ahí dentro.

Señalé con el pulgar por encima de mi hombro a la cámara del tesoro y Hisoka abrió mucho los ojos al reparar en ella por primera vez. Antes de que pudiera hacer ningún comentario al respecto, Tatsumi, con el modo "urgencia" conectado, intervino:

-No sería una buena idea. No debemos olvidar que ese tesoro está maldito. Un hombre murió por su culpa y un par de generaciones de Nakamori han visto sus vidas perturbadas por la misma razón. Ahora, si ya no necesitas nada más, será mejor que empecemos con el ritual.

Creo que aquella fue la primera vez en todos los años que hace que conozco a Tatsumi que lo miré con verdadero rencor. De acuerdo, la escenita en el despacho del jefe Konoe tampoco me dejaba con las manos muy limpias, pero las circunstancias eran diferentes. Y, en realidad, no sentía rencor contra él. En realidad estaba un poquito fuera de mí en ese momento... Estoy haciéndolo de nuevo, ¿ne? ' Gomen.

El caso es que lo miré con rencor. Acababa de cargarse la que tal vez fuera mi última oportunidad de aclarar las cosas con Hisoka del modo fácil. Pero, por otro lado, tenía razón. El tiempo se nos echaba encima. El fantasma podía volver a manifestarse en cualquier momento. Los habitantes de la casa no me preocupaban demasiado, el hechizo ofuda los protegería, pero no quería que el sin duda enfurecido Sir James nos cogiera a nosotros por sorpresa sin habernos preparado para contraatacar.

O que, sencillamente, se escapara del radio de alcance de mi conjuro de invocación antes de que pudiéramos atraparlo.

-Muy bien –dije, con un suspiro de resignación, echando un rápido vistazo a la colección de cachivaches metálicos que contenía la bolsa de Hisoka. Supuse que bastaría con aquello. Tendría que bastar-. Apartaos un poco. Lo que voy a hacer ahora no será peligroso, aunque sí un tanto espectacular. No quiero que vuestras auras interfieran. No sé en qué modo podrían alterar el hechizo.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó Hisoka, sin poder contener su curiosidad. Parecía que se le había olvidado que ahora no se atrevía (o no quería) hablar demasiado conmigo. Tuve que sonreír y, esta vez, me salió a las mil maravillas. Me sentía aliviado por aquel mínimo detalle por parte de mi compañero.

-Fundir los metales –le contesté, con un guiño. ¡Sí! ¡Mi cuerpo volvía a pertenecerme! De no ser por lo trascendental de la situación, me habría arrancado a saltar de alegría por toda la habitación. ¡Que te den, gemelo malvado, te he vencido!

Ante lo que debió parecerle un repentino cambio de actitud (por el sencillo motivo de que eso era exactamente lo que era), Hisoka sólo frunció el ceño ligeramente confundido y asintió, como si me diera permiso para continuar.

No os creáis que eso me desanimó. La reacción de Hisoka era la habitual ante todas las muestras de simpatía que yo le ofrecía normalmente: desaprobación y/o indiferencia.

¡Yai!

ooooooooooooooooooooooooooooooo

El pentagrama que habíamos dibujado en el suelo de la caverna era bastante grande y dejaba muy poco espacio libre donde trabajar, por lo que tuve que meterme en la cámara del tesoro para crear los amuletos. Nunca había realizado antes aquel conjuro, y no sabía de qué modo podría afectar al pentagrama, si es que lo afectaba de algún modo.

Sentía las miradas de mis dos compañeros clavadas en mi espalda. Obedeciendo mis instrucciones, se habían quedado en la cámara principal y no se acercarían a mí hasta que yo se lo dijera. Fui sacando los metales de la bolsa y colocándolos a mis pies cuidadosamente. Había una formidable colección de cubiertos de plata, revueltos con feos adornos de bronce, un pisapapeles de plomo y un par de termómetros, entre otras cosas. Me reí por lo bajo. Parecía que Hisoka hubiera atracado un bazar.

Aparté alguno de los objetos y conservé otros hasta tener lo que consideré las cantidades necesarias de cada metal para realizar el conjuro. En una pequeña copa de plata vertí el contenido de los termómetros. No era gran cosa, unas cuantas bolitas de mercurio que se unieron entre sí rápidamente para formar un charquito plateado –siempre me ha fascinado el mercurio, es como plata líquida, pero pesa como plomo fundido. Se mueve al unísono, sin derramarse en gotas, como el agua, y............... Lo siento. No lo haré más '

¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! El gran momento.

Lo que me disponía a hacer era bastante complicado y arriesgado. Iba a formular tres hechizos correlativos, uno de magia Wicca –la magia más antigua del mundo, magia blanca conectada con las fuerzas de la naturaleza- para crear los amuletos y dotarlos del poder necesario para protegernos, otro de magia negra, para invocar al espíritu de Sir James –para lo cual me valdría del pentagrama invertido- y un tercero, un simple exorcismo a los que estaba más que habituado, para exorcizarlo y purificar el lugar.

Nunca había hecho algo así, como he dicho, aunque tenía el poder y el conocimiento necesario para hacerlo. El problema era si mis fuerzas los soportarían o, como de costumbre, acabaría estropeándolo todo.

Se supone que para el conjuro Wicca necesitaría varios elementos de los que no disponía, así que tendría que bastar con lo que ya tenía y mi buena voluntad. Así que me coloqué mirando al Norte y, con uno de los cuchillos de plata que había descartado, tracé un círculo siguiendo el sentido de las agujas del reloj, mientras comenzaba a recitar las líneas del ritual, con todo el respeto que pude reunir en mi corazón, hacia las buenas fuerzas de la naturaleza:

-Consagro este círculo de poder a los Antiguos Dioses, que aquí se manifiesten y bendigan a su hijo. Yo te conjuro, oh, Círculo de Poder, para que pueda tener un lugar en el cual estar entre los mundos; que sirva para contener el poder que estoy elevando aquí y que actúe como guardián para evitar el daño en este lugar –terminé de trazar el círculo y me incorporé en su mismo centro-. Para estos fines, yo te creo y te consagro. Este es un tiempo que no es tiempo, es un sitio que no es sitio, es un día que no es día. Estoy en el umbral entre los mundos, ante el velo de los Misterios. Que el Anciano de los Días me ayude y me proteja en mi travesía mágica (1)

Con los metales ordenados a mis pies, me volví hacia el Oeste para honrar al Agua. El poder de protección del Círculo empezaba a cosquillear en mi piel, muy tenuemente, pero se iría incrementando conforme fuera completando el ritual.

-Gran Madre, bendice a esta criatura de Agua a tu servicio. Haz que siempre recuerde las Aguas del Renacimiento –me incliné profundamente y me volví hacia el Norte-. Gran Madre, bendice a esta criatura de Tierra a tu servicio. Haz que siempre recuerde la Tierra bendita, sus muchas formas y estados –hice una pausa mientras me inclinaba de nuevo y añadí-: Gran Madre, te rindo honor.

Ahora podía sentir cómo crecía el poder a mi alrededor. Era diferente a cuando invocaba a mis shikigamis. El poder no surgía de mi interior, sino del entorno, de todo lo que me rodeaba. La roca de la caverna, la tierra que había sobre ésta, la hierba y el agua del rocío que cubría el prado en el exterior... La magia pura de la Naturaleza estaba acudiendo a mi humilde llamada, congregándose en torno a mí, aguardando mi ruego final.

Pero aún tenía que invocar dos elementos más. Volviéndome ahora hacia el Este, invoqué al Aire:

-Gran Padre, bendice a esta criatura de Aire a tu servicio. Que la dulce esencia del Viento me inspire –y, por fin, me volví hacia el Sur-: Gran Padre, bendice a esta criatura de fuego a tu servicio. Haz que siempre recuerde la llama sagrada que baila dentro de la forma de cada creación –me incliné por cuarta vez y añadí-: Gran Padre, te rindo honor.

Encarándome de nuevo hacia el Norte, alcé las manos sobre mi cabeza y comencé a recitar la invocación final:

-Yo os invoco, Poderes del Agua, de la Tierra, el Aire y el Fuego, para presenciar este rito y proteger este círculo. Aceptad mis ofrendas y concededme la protección que preciso para serviros –bajé los brazos y tomé aliento-. El círculo ha sido completado.

Entonces los poderes que había invocado respondieron a mi llamada, concentrándose sobre la pequeña pila de metales que yo había colocado en el centro del Círculo de Poder. No hubo luces fantásticas, ni deslumbrantes muestras de poder. La magia de la Naturaleza llegó con suavidad y en silencio, tomó mis ofrendas y las elevó en un pequeño torbellino multicolor desde el suelo de la caverna hasta por encima de mi cabeza durante un largo minuto. Lo presencié todo con los ojos muy abiertos y lleno de respeto y admiración. Sabía que Hisoka y Tatsumi, a mi espalda, estarían estupefactos.

Finalmente, el torbellino perdió intensidad y comenzó a descender, hasta desaparecer por completo y dejar caer sobre mis manos extendidas tres círculos de metal idénticos, grabados con sendos pentáculos que simbolizaban la protección que los Cuatro Elementos me habían concedido.

Había sido más fácil de lo que había esperado. Al no tener que utilizar mi propio poder, apenas me sentía cansado. Pero aquél sólo era el primero de los tres rituales que iba a realizar y aún no había terminado.

Me volví de nuevo hacia el Oeste y me dispuse a despedir a los poderes que tanto me habían ayudado:

-Partid en paz, Poderes del Agua. Mi agradecimiento y bendiciones de paz y amor.

Repetí la despedida volviéndome hacia los otros tres puntos cardinales y, al terminar, regresé al centro del Círculo y añadí:

-A todos los seres y poderes, visibles e invisibles, que acudieron a este rito, les agradezco su presencia. Partid en paz. Le devuelvo el poder del Círculo al Universo, de donde vino.

Entonces, con el mismo cuchillo con el que dibujé el círculo hice un "corte" en éste hacia atrás.

-El círculo ha quedado abierto, pero nunca quebrantado.

Estaba hecho.

ooooooooooooooooooooooooooooooo

El siguiente ritual era el de magia negra y eso me ponía nervioso. Me disponía a invocar al lado negativo de las fuerzas de la Naturaleza, del mismo modo que, unos minutos antes, había invocado a las positivas. Por eso había realizado el primer hechizo lo más lejos posible de donde iba a efectuar el segundo. No me gustaba la magia negra, pero era necesario.

Era la única forma de atraer a aquel maldito espíritu asesino. Sir James no iba a acudir a una llamada amable.

Tenía que obligarle a aparecer.

Pero aquí era donde radicaba el mayor peligro. No sólo en jugar con las fuerzas de la Oscuridad, que siempre son imprevisibles, sino en encadenar aquel hechizo con un tercero de magia blanca. Si algo salía mal, si cometía el más mínimo error, podríamos acabar todos vaporizados, atrapados entre dos dimensiones o algo mucho peor.

Pero no tenía elección.

Entregué a Hisoka y Tatsumi sus amuletos y me aseguré de que los mantuvieran en todo momento en contacto con su cuerpo. Servirían de protección contra cualquier cosa que pudiera salir mal... o eso esperaba.

Permitidme que explique lo que me disponía a hacer. Aunque iba a emplear el poder negativo de los Cuatro Elementos para tenderle un cebo a Sir James, lo cierto es que se trataba de un ritual de purificación. Iba a convertir aquella cámara en un poderoso lugar mágico, donde todo el poder que pudiera reunir iba a concentrarse... en mis manos.

Da miedo, ¿eh?

No intentéis esto en casa

Oculté en el interior de mi camisa mi amuleto wicca, procurando que quedara sobre mi corazón, y me concentré. Esta vez sí iba a necesitar toda mi capacidad psíquica para realizar el hechizo. La magia negativa me iba a necesitar como hilo conductor para atraer al fantasma y atraparlo en el interior del pentagrama.

-¿Estáis preparados? –pregunté a mis compañeros, que asintieron en silencio. Se habían colocado en las dos esquinas superiores del pentagrama, siguiendo mis instrucciones, mientras que yo me situé en la inferior-. No sólo estáis aquí de espectadores, necesito que tengáis eso presente. Vuestra mente debe estar tan concentrada en el ritual como la mía. Si dudáis o os distraéis podría salir todo mal.

Tatsumi asintió con total seguridad, pero Hisoka pareció alarmarse ante mis palabras.

-¿Vas a utilizarnos de alguna manera? –preguntó.

Comprendí que su miedo radicaba en su empatía. Canalizar la magia negra a través de un ser tan sensible como Hisoka podría significar su total destrucción.

-No te preocupes. Sólo quiero que os concentréis y permanezcáis en silencio, pase lo que pase y veáis y lo que veáis. Eso es todo.

Un poco más tranquilo, Hisoka asintió.

Entonces respiré profundamente y levanté ante mi rostro el cuchillo ritual que había colocado con anterioridad en una de las esquinas del pentagrama. Cerrando los ojos, dibujé en el aire una estrella invertida idéntica a la que tenía a mis pies, y procedí a encarame a los Cuatro Puntos Cardinales igual que había hecho en el primer ritual... sólo que abandonando cualquier tipo de humildad.

Un nigromante no ruega a las fuerzas de la Naturaleza. Les exige. Y yo tenía que hacer algo más que fingir mi pretensión de esclavizar a los Cuatro Elementos. Si no sentía el deseo real de dominarlos, el conjuro no funcionaría.

Creo que esa fue la parte más difícil de todas.

-Desde el Sur, yo convoco las llamas del certero camino de la emoción. Desde el Este, yo llamo a los aires de la verdad. Desde el Norte, yo invoco a la negra tierra. Desde el Oeste, yo conjuro a las oscuras aguas del abismo. Entregadme el poder que necesito para invocar y esclavizar al espíritu de James Attwood.

No hubo reverencias ni honores esta vez. Mi voz sonó seca y rotunda. No existía cabida para una respuesta negativa.

El poder me atravesó con una violencia inesperada. Sentí que mi concentración se tambaleaba y escuché la sofocada exclamación de alarma de Hisoka. Pero no flaqueé. Las fuerzas negativas de la Naturaleza me estaban probando para juzgar si me consideraban digno de su atención. Debía mantenerme fuerte.

Sentí el embate del viento, el fuego que me quemaba por dentro. No podía respirar. No podía ver. Creo que grité, no estoy seguro. Me parecía que mi cuerpo iba a partirse por la mitad.

Pero no caí. Esta vez no les fallaría a mis amigos. Esta vez no.

Los poderes me abandonaron con la misma rapidez con la que habían aparecido. Pero no me habían dejado con las manos vacías. Mientras trataba de recuperar el aliento y de que las rodillas no se me doblaran, pude sentir la magia que había invocado latiendo en mi interior. Era una magia prestada, pero era mía para utilizarla como quisiera.

Ignorando los semblantes preocupados de mis amigos, volví a levantar el cuchillo, apuntando hacia arriba y después hacia abajo, y pronuncié la orden:

-Con el poder de las Sombras yo te encadeno a este lugar. Obedece a mi voluntad y comparece ante mí, ahora.

Al principio no pasó nada. Por un momento creí que el hechizo había salido mal. Vi que Hisoka y Tatsumi intercambiaban una mirada de duda pero, obedeciendo mis instrucciones, recuperaron la concentración de inmediato. Traté de no desanimarme. La tardanza me serviría para recuperar fuerzas para el tercer ritual.

Entonces lo sentí. James Attwood estaba cerca. Atraído por mi llamada, incapaz de negarse a obedecer el poder que yo había invocado, el fantasma del pirata se acercaba a nosotros a gran velocidad.

Apareció de repente en medio del pentagrama, haciendo que tanto Hisoka como Tatsumi dieran un salto hacia atrás, peligrando su concentración. Pero, ambos eran profesionales y sabían lo que estaban haciendo. Recuperaron el control rápidamente, prestándome fuerzas para que el Círculo no se rompiera. Su concentración, unida a los poderes oscuros que los Elementos me habían otorgado, convirtieron el pentagrama en una sólida trampa que mantendría a James Attwood aprisionado e inofensivo.

Por primera vez pudimos contemplar al espíritu del fundador del clan Nakamori. Se presentaba ante nosotros como una pálida sombra de lo que había sido en vida. Las ropas de la época en la que había sido asesinado, la larga peluca rizada, la recortada perilla y una mirada de ira que no habría podido ser más terrible de haber estado vivo.

Rápidamente, me preparé para el tercer ritual, que enviaría al fantasma de Attwood directamente a Meifu. Lo que hicieran con él allí ya no sería asunto mío, pero él dejaría de ser un peligro para los mortales. Este ritual era tan común como respirar para mí, así que me permití relajarme mientras extraía un sello ofuda de mi bolsillo y comenzaba a murmurar las palabras.

No debí haberme relajado tanto.

Mou... Siempre acabo estropeándolo todo.

ooooooooooooooooooooooooooooooo

Hisoka fue quien lo vio primero. O, probablemente, lo sintió. Yo estaba demasiado ocupado con mi fantasma para prestar atención a nada más. Pero entonces, sentí que la concentración de mi joven compañero se tambaleaba de nuevo, como si fuera un fino cable conectado a mi mente y alguien acabara de aflojarlo.

Algo iba mal.

Ahora lo recuerdo y me lamento por mi falta de previsión. ¿Por qué confié en la palabra de aquel chico mortal? Porque Hisoka aseguró que estaba diciendo la verdad cuando prometió que no bajaría a la cámara subterránea. Y, probablemente, en ese momento estaba diciendo la verdad.

Pero era obvio que, en algún momento posterior, Hiroshi había cambiado de idea.

Volví el rostro hacia Hisoka en el mismo instante en que sonaba la exclamación de horror de Hiroshi por toda la caverna. Sobresaltado, rota mi concentración, me giré hacia la dirección del grito, y descubrí a Hiroshi en la entrada del túnel, con los ojos desorbitados y el rostro blanco como el papel. Estaba paralizado de terror.

-¡Kuso! –oí maldecir a Tatsumi.

Un instante después supe que no se debía a la súbita aparición de Hiroshi. Al girarme tan bruscamente, había pisado accidentalmente el círculo exterior del pentagrama.

El Círculo estaba roto.

Y James Attwood lo supo de inmediato.

-¡¡Tsuzuki!! –gritó Tatsumi, en el momento en que el espíritu se erguía ante mí, como si estuviera aumentando de tamaño a toda velocidad. Su boca se abrió de un modo horrible, exagerado, como jamás podrían abrirse las mandíbulas de un hombre vivo.

Y un sonido bajo, tan profundo que casi era inaudible, brotó de la boca del espíritu, helándome la sangre en las venas. Era igual que aquella vez. Igual que cuando Shinichiro había muerto.

-¡Tsuzuki! –gritó Hisoka a su vez-. ¡El sello!

Sí, el sello... pensé, apartando las brumas que llenaban mi mente. Luché contra la rigidez de mis miembros, agradeciendo la protección del amuleto, gracias al cual el ataque del espíritu no había resultado letal para mí, y levanté el sello ofuda hacia su forma translúcida.

Pero Sir James no iba a quedarse allí a esperar que yo realizara el conjuro, ahora que podía abandonar su prisión libremente.

Moviéndose como una ráfaga de viento, el fantasma desapareció de mi campo de visión. Tan deprisa que parecía haberse esfumado en la nada.

Pero el grito de Hiroshi y las exclamaciones de alarma de mis compañeros confirmaron que Sir James no pensaba escaparse con las manos vacías. No podía atacar a ninguno de nosotros, protegidos como estábamos con los amuletos...

Pero Hiroshi carecía de cualquier tipo de protección.

-¡Hiroshi! –gritó Hisoka.

Antes de que yo pudiera moverme, Hisoka pasó junto a mí como una exhalación, con algo sujeto en su mano. Utilizando sus poderes de teleportación, llegó hasta Hiroshi antes que Sir James y lo embistió, arrojándolo al suelo junto a él. Entonces vi que lo que llevaba en la mano era el amuleto de protección y creí entender lo que se proponía.

Pero no daría resultado... el amuleto no había sido creado para proteger a dos personas, sólo a una...

Entonces, Hisoka hizo lo impensable.

Plantó el amuleto en las manos de Hiroshi y se apartó de él lo más deprisa que pudo.

Sir James se detuvo.

Y, lentamente, su cuerpo translúcido se volvió hacia mi joven compañero.

-Oh, no...

ooooooooooooooooooooooooooooooo

P.V.Hisoka

Ahora no me arrepiento de lo que hice, dándole a Hiroshi el amuleto. Recuerdo que, en aquel momento, lo único que podía pensar era que ojalá Tsuzuki no se hubiera equivocado y aquel trozo de metal tuviera sobre Sir James el efecto esperado.

Pero lo cierto era que, cuando el fantasma se volvió hacia mí, sentí un terror atroz. Recordé lo que Tsuzuki nos había contado sobre como aquel ser había destruido a su primer compañero y supe que ese, exactamente, iba a ser mi destino. Ya no tenía nada para protegerme.

Desaparecer... en la nada...

Sir James se abalanzó hacia mí y me preparé para recibirlo. No podía hacer otra cosa. No tenía recursos como Tsuzuki para defenderme. Reconozco, con vergüenza, que cerré los ojos con todas mis fuerzas y me abracé a mi propio cuerpo que temblaba como una hoja.

Tenía miedo, claro que sí. Habría sido un imbécil de no tenerlo.

De súbito, sentí una fuerza nueva. Una magia oscura y muy antigua que me rodeaba. Por un instante creí que era Sir James, absorbiendo mi energía vital como había hecho en el pasado con el compañero de Tsuzuki. Pero entonces sentí la rabia procedente de mi enemigo y cómo se afianzaba el poder que me rodeaba. De algún modo, me sentí a salvo por un instante.

Entonces escuché la voz de Tsuzuki:

-¡Tatsumi!

-¡Hazlo ahora, Tsuzuki-san! ¡No podré aguantar mucho más!

Entonces abrí los ojos. Era como si la noche hubiera caído de pronto en medio de la caverna. No veía nada. Intenté moverme, pero era como si me retuvieran cuerdas invisibles... no, más bien, un manto invisible.

Un manto de oscuridad.

-¿Tsuzuki? –chillé, aterrado. ¿Qué estaba pasando?

La voz de mi compañero murmurando su hechizo de magia ofuda y la rabia y frustración que percibía del espíritu de Sir James me confundió aún más. ¿Por qué no estaba triunfante? Si no era Sir James quien me había atrapado, ¿quién, entonces?

No me atreví a volver a gritar el nombre de mi compañero por temor a romper su concentración, pero seguí luchando por moverme y por librarme de aquella oscuridad que me cegaba. Fue entonces cuando percibí el aura de Tatsumi-san latiendo con fuerza y calidez entre aquellas sombras.

Y la oscuridad se apartó de mi rostro, lo justo para que pudiera ver lo que estaba pasando.

Me quedé atónito.

Sir James se erguía sobre Tsuzuki en medio del arruinado pentagrama que ya no era más que un inofensivo dibujo de tiza en el suelo. Gracias al amuleto, el enfurecido espíritu no podía atacar a mi compañero más que con aquellos bramidos ultrasónicos que me ponían los pelos de punta. Tsuzuki estaba finalizando el hechizo de magia ofuda, con el sello alzado hacia el fantasma, que se retorcía y forcejeaba, aprisionado por lo que parecían ser...

Sombras.

Las mismas sombras que me envolvían a mí. Las mismas sombras que habían evitado que Sir James pudiera alcanzarme. Ahora lo comprendía.

Y en el centro de todo se erguía Tatsumi-san, con los ojos cerrados, como sumido en un profundo trance, los brazos extendidos con gracia a ambos lados de su cuerpo, mientras las sombras de la caverna, las que proyectábamos nosotros, todas ellas, se reunían en torno a él, para cumplir su voluntad.

-Tatsumi-san... –musité, anonadado.

Siempre me había preguntado qué clase de poder especial tendría el Secretario de la división Shôkan. Acababa de descubrirlo. Un tipo de magia negra muy rara y tremendamente antigua: el poder de controlar las sombras.

Gracias a la inesperada –al menos por mi parte- ayuda de Tatsumi-san, Sir James fue reducido el tiempo suficiente para que Tsuzuki pudiera terminar el hechizo. El sello desapareció con una llamarada blanca entre los dedos de mi compañero y ese mismo fuego purificador creció en intensidad, envolviendo a Sir James y disolviendo las sombras de Tatsumi-san.

El malévolo espíritu se desvaneció dejando tras de sí un "hedor" psíquico de odio, frustración y amargura.

Las sombras que me envolvían se disolvieron también y caí al suelo, sobre rodillas y manos, sintiéndome repentinamente débil y mareado.

En un segundo, Tsuzuki estaba junto a mí.

-¡'Soka!

La preocupación que manaba de él se derramó sobre mí como el proverbial maná en el desierto. Pero no pude disfrutarla por mucho tiempo. Sus brazos me sostuvieron cuando los míos fallaron y me derrumbé inconsciente.

Para variar...

ooooooooooooooooooooooooooooooo

EPÍLOGO

Tatsumi cerró la puerta del despacho del jefe Konoe con un suspiro inaudible. Tsuzuki, a su lado, no fue tan discreto. Su resoplido de cansancio habría hecho girar una veleta. Tatsumi se rió por lo bajo.

-¿Cansado, Tsuzuki-san?

-Si no fuera porque ya estoy muerto te diría que estoy muerto –fue la respuesta de Tsuzuki. No era para menos. Los tres hechizos seguidos lo habían dejado extenuado. Por fortuna el jefe le había dado dos días libres para recuperarse y volver con todas sus energías renovadas. Tatsumi no sabía si tal cosa iba a ser una buena idea, pero estaba de acuerdo en que Tsuzuki necesitaba descansar. Se lo había ganado.

-¿Vas a ir a ver a Kurosaki-kun? –preguntó Tatsumi, mientras los dos echaban a andar por el pasillo.

-Hn... Le prometí a Watari que iría después de la reunión. Además... tengo que hablar con Hisoka. Si es que él quiere hablar conmigo, claro.

Tatsumi se detuvo y se volvió hacia él. Tsuzuki parecía deprimido.

-Tenéis que arreglar esto ya. No dejes pasar un solo día más sin hablar con él. Se niegue o no. Si él no quiere hablar, hazlo tú. Pero arregladlo –estaba empleando un tono de voz bastante severo y eso no ayudaba a levantar el ánimo del pobre Tsuzuki. Con un suspiro, Tatsumi lo tomó por los hombros y lo obligó a mirarle-. Puedo asegurarte que Kurosaki-kun tiene tantas ganas de que las cosas vuelvan a ser lo que eran, tanto como tú. Así que no te preocupes. Además –le sonrió-, tú sabes mejor que nadie cómo ablandar el más duro de los corazones.

Tsuzuki se sonrojó y lo miró sorprendido. Se rehizo de inmediato y carraspeó, incómodo.

-Tatsumi... ¿qué te ha parecido trabajar con él? –preguntó, aún inseguro.

El secretario lo pensó un instante.

-Creo que le hace falta reírse más.

Y siguió pasillo adelante, dejando que Tsuzuki sacara sus propias conclusiones.

ooooooooooooooooooooooooooooooo

Hisoka despertó en la enfermería de la división Shôkan. Reconoció el lugar nada más abrir los ojos. Lo primero que vio fue el techo, blanco blanquísimo, con un diminuto desconchón de pintura cerca del fluorescente. No necesitó más para saber dónde se encontraba. Con el poco tiempo que llevaba en Meifu y ya conocía la enfermería mejor que su propio dormitorio.

Cerró los ojos de nuevo y suspiró aliviado.

Por fin en casa. Se sentía como Dorothy después de volver del Reino de Oz. Sólo que yo me he traído conmigo al Espantapájaros y al Hombre de Hojalata, pensó de repente, visionando en su mente a Tsuzuki y a Tatsumi. La repentina comparación que había pergeñado su imaginación y la sorprendente exactitud de la misma, le provocó un ataque de risa que sobrellevó lo más dignamente que pudo, tapándose la boca con una mano, por temor a que alguien pudiera oírlo.

-Nunca te despiertas de tan buen humor...

Hisoka dejó de reírse de golpe y volvió la mirada hacia Watari, que entraba en la enfermería con una enorme sonrisa de oreja a oreja y una diminuta lechuza aferrada a su hombro. 003 ululó de un modo que le hizo pensar a Hisoka que el pajarito se estaba riendo, y voló del hombro de su amo al regazo del muchacho. Hisoka acarició su cabecita emplumada con extremada delicadeza.

-¿Qué ha pasado? Con el espíritu de Sir James, quiero decir –preguntó-. ¿Está aquí?

Watari se rascó la cabeza, pensativo, mientras se mordisqueaba un mechón de sus largos cabellos rubios.

-Tsuzuki y Tatsumi acaban de entrevistarse con el Jefe Konoe. No he podido pescar demasiado del informe, porque me he pasado la última hora yendo y viniendo de mi laboratorio hasta aquí, pero... Yo diría que todo está en orden. Aunque seguramente Tsuzuki te dé más detalles cuando venga después.

Hisoka bajó la mirada a 003 y asintió.

-Hn.

Watari se puso serio de repente y se agachó junto a la cama del muchacho, haciendo que sus ojos quedaran al mismo nivel. Tras las gafas, sus ojos ambarinos se veían muy grandes, al contrario de lo que ocurría con Tatsumi. Su mirada era más cálida que la del secretario, pero el reproche que había en ella le dio a Hisoka una pista de qué vendría a continuación.

-Bon... ¿realmente quieres dejar a Tsuzuki?

El primer impulso de Hisoka fue resoplar y decirle a Watari que se metiera en sus asuntos, pero no podía hacer eso. No sería justo. Bastante mal se había portado ya con todo el mundo. Además, Watari le estaba dando la oportunidad de justificar su comportamiento.

Hisoka negó con la cabeza, con un movimiento casi imperceptible.

-No... –musitó, sin poder mirar al científico, las mejillas ardiéndole-. Creía que sí, pero... me he dado cuenta de que... de que...

...sólo quiero estar junto a él...

Se sonrojó violentamente. No podía decir semejante cosa en voz alta, aunque fuera la verdad. No podía.

Watari le ofreció una pequeña sonrisa de satisfacción y le apretó el brazo, sin esperar a que Hisoka dijera nada más. Bendito Watari y su mente perspicaz.

-Pues tendrás que hablar con él cuanto antes. No tienes ni idea del alboroto que organizó aquí antes de marcharse con Tatsumi a Tokio. Nunca le había visto tan alterado...

-Lo siento... –murmuró Hisoka, avergonzado.

Watari se puso en pie de un salto y le ofreció su cegadora sonrisa de 200 vatios.

-Saa, alegra esa cara, Bon. Todo tiene solución en esta vida –y le asestó una palmada en la espalda que casi lo manda de bruces contra la pared de enfrente. 003 salió volando alarmada del regazo de Hisoka, ululando indignada contra su amo.

-Si sigues golpeándolo así, vas a convertirlo en un paciente permanente, Watari-san –dijo una nueva voz desde la puerta de la enfermería.

Tatsumi estaba allí, con aspecto cansado, las gafas en la mano y pellizcándose el puente de la nariz. Obviamente necesitaba un día libre... que no iba a tomarse, eso por descontado. Más tarde Hisoka averiguaría que el Jefe Konoe le había ordenado marcharse a casa y no volver hasta el día siguiente, y que Tatsumi se lo había tomado como una afrenta personal.

Tsuzuki estaba tras él, aún en el pasillo, mirando por encima del hombro del secretario, con una expresión indescifrable en el rostro, los ojos violetas mirando a todas partes menos a Hisoka. El muchacho sintió que se le encogía el corazón. Había esperado que Tsuzuki saltara sobre él y lo agobiara a preguntas sobre su estado, ahogándolo con su ansiedad y preocupación.

Pero no había nada de eso. Tsuzuki se comportaba como antes de su enfrentamiento con el fantasma. Hisoka sintió ganas de gritar de frustración.

Watari y Tatsumi estaban discutiendo sobre si el segundo debía o no tomarse el día libre como había aconsejado el Jefe Konoe. Cuando Watari reparó en la forma en la que Tsuzuki y Hisoka se estaban mirando, tomó a Tatsumi por el brazo y, muy discretamente, se lo llevó fuera de la enfermería, mientras seguían discutiendo en voz baja.

Tsuzuki también pareció captar la indirecta, porque entró por fin en la habitación y cerró la puerta tras él.

Sentado en la cama, con las manos reposando sobre su regazo, Hisoka esperó a que dijera algo. Hubo un momento bastante incómodo de silencio entre ambos y, por fin, Tsuzuki se acercó a la cama con paso vacilante.

-¿Qué ha pasado? –le preguntó Hisoka, casi al mismo tiempo, sin poder aguantar más el silencio.

Tsuzuki acercó una silla a la cama del muchacho y tomó asiento, aún sin mirarle.

-El fantasma de Sir James ha sido entregado a los emisarios del dios de los cristianos –empezó Tsuzuki, concentrado en recorrer con un dedo el borde la mesita auxiliar adosada a la cama de Hisoka-. En cuanto a los Nakamori... Levanté todos los sellos de protección que había colocado en torno a la casa y sus habitantes y ordené a Arthur que llamara a la policía. No sé qué explicación les darán, pero eso ya no es de nuestra incumbencia. En cuanto a Hiroshi...

Hisoka levantó la mirada hacia él. No le gustaba la pausa que había hecho Tsuzuki.

-¿Qué le ha pasado? Se... encuentra bien, ¿verdad?

-Sí, está vivo, si a eso te refieres –Tsuzuki siguió jugueteando con el borde de la mesita-. Tatsumi habló con él poco después. Hiroshi bajó a la cámara por simple curiosidad. Quería ver a los shinigami en acción. Esas fueron sus palabras. Ignoro cómo descubrió quiénes somos, pero...

-Nos estuvo espiando –interrumpió Hisoka-. Nos oyó hablar de ello. Y luego me hizo ciertas preguntas incómodas acerca de la muerte y de cómo se convertía uno en shinigami. Cuando lo vi en la cámara pensé que... había bajado para suicidarse.

Tsuzuki levantó la cabeza hacia él bruscamente. Sus ojos violetas estaban muy abiertos.

-¿Suicidarse?

Ahora fue Hisoka quien rehuyó su mirada.

-No puedo asegurarlo. Pero el hijo de los Nakamori, Ryoga-san... era su... amante –musitó la palabra mientras enrojecía-. Hiroshi nunca ha dejado de llorarle. Por las preguntas que me hizo, yo diría que bajó allí buscando que el fantasma lo matara, para poder reunirse con Ryoga-san.

Tsuzuki siguió mirándolo estupefacto. Finalmente, apartó la mirada y frunció el ceño.

-¿Se puede amar tanto a alguien? –preguntó, como si hablara consigo mismo.

Hisoka resopló.

-Eso no es amor, pedazo de idiota. Es demencia. Hay que ser realmente estúpido o estar completamente chiflado para quitarse la vida voluntariamente.

Tsuzuki volvió el rostro lentamente hacia él al oír eso. La mirada herida de sus ojos cogió por sorpresa al muchacho. ¿Y ahora qué había dicho? No podía sentir nada procedente de Tsuzuki. Su compañero tenía todos sus escudos levantados y reforzados, como había estado haciendo desde su aparición en Tokio, transformado en el clon de Tatsumi.

–¿Qué te pasa conmigo? –murmuró Tsuzuki–. Empiezo a pensar que realmente me detestas.

–¿De qué estás hablando? –estalló por fin Hisoka–. Eres tú el que se porta de forma rara desde que nos encontramos en Tokio. Dejé aquí a un "chibi" enloquecido y me encuentro con un... con un... ¡con un Tatsumi!

–Pero era eso lo que tú querías –musitó Tsuzuki con un hilo de voz–... Querías un compañero serio y centrado en su trabajo, como Tatsumi, y he intentado ser así... he tratado de no hacer bromas, de no meter la pata... he tratado de no agobiarte con mi preocupación y mis estupideces, y no tomarte el pelo continuamente ¡pero sigues sin estar contento! ¿Qué más quieres que haga?

Había tanta frustración en su voz, que Hisoka se sintió al mismo nivel moral que una rata. Peor, se sintió como el piojo de la rata. Era un ser despreciable, incapaz de ver lo bueno que tenía delante de las narices. Incapaz de verlo hasta que lo perdía.

Siguiendo un impulso, Hisoka saltó de la cama y se arrojó a los brazos del sorprendido Tsuzuki, abrazándolo con todas sus fuerzas.

–¡No quiero que cambies! ¡No quiero que lo hagas! Me gustas tal y como eres, ¿me oyes? Pensé que preferiría a alguien como Tatsumi, pero ¡me equivoqué! Él es más cuidadoso y metódico y nunca mete la pata... pero... me he dado cuenta de que sin tus bromas y tu torpeza y tus escapadas inoportunas en busca de dulces, ¡este trabajo nuestro es una sombría y lúgubre pesadilla! Necesito tus payasadas, Tsuzuki. Te necesito tal y como eres. No quiero otro Tatsumi. ¡Es demasiado parecido a mí!

Este había sido, sin duda, el segundo discurso más largo que Hisoka había pronunciado en toda su vida. Al terminar, se quedó inmóvil y en silencio, acurrucado en los brazos de su compañero, sintiendo cómo lo apretaba contra él, sintiendo los latidos de su corazón contra su propio pecho, mientras mantenía la nariz enterrada contra su cuello, aspirando aquel aroma a dulces y a especias tan propios de Tsuzuki.

Finalmente, sintió que su compañero se movía ligeramente hasta apoyar la barbilla sobre su cabeza, suavemente.

–Así que...

–¿Qué?

–¿...te gusto?

–¡¿QUÉ?!

–"Me gustas tal y como eres", eso has dicho. Así que, ¿te gusto?

Su voz volvía a ser la de siempre, sonriente y alegre. Chispeante. Con la cara aún apretada contra su hombro, Hisoka sonrió ocultamente.

–No seas idiota.

Tsuzuki suspiró con deleite, como si acabara de decirle que estaba loco por él.

–Sé que no lo dices con mala intención –dijo, con voz soñadora.

Hisoka se separó de él y le sacudió un puñetazo en el brazo.

Tsuzuki soltó un pequeño "au" y se frotó el brazo, pero sin perder la sonrisa y sin dejar de mirar a los ojos verdes de Hisoka.

–Sé que no lo has hecho con mala intención.

Hisoka se apartó de él, exasperado.

–¡¡Baka!!

OWARI

ooooooooooooooooooooooooooooooo

AGRADECIMIENTOS:

Quiero daros las gracias a todas las que habéis leído, disfrutado, criticado y ayudado(me) a terminar este fic interminable. Así que, a:

Acelama, Adrychan, Aguila Fanel, Akania, Aniki, Aroa Nehring, Ayumi Warui, b-bneko, B-boying, BISHOUJO-HENTAI, Can Hershey, Duare, Eoistar, Fujisaki Yami, Haruka/Shuichi, Hersey, Hezziel Leiya, Hotarudono, Iris Tsukiyono, kadsu-chan, Kaede-sama, Kanoe, kaoru shindou en grey, Karen Lupin, kArLiTa, Kayra-chan, Kaze-Icesword, Kotorimoon, LeslieDali, leuke selene, Leviq, Megumi014, Mei Ikari, Mystis Spiro, Nosequeposar, Oruha Shikijou, Queen Latifa, Rikku-chan, Sadame, Sakura Ishida, Saritakinomoto, Schatten Wolfendorf, Selene Sumeragi, SueHezziel, voz del silencio, Watari Zeal, Yukiru, Zekhen-angel, zhakdna-yhizet

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HONTOU-NI DOMO ARIGATOU GOZAIMASHITAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!

Lo dicho, os quiero. Habéis sido mis primeras lectoras "de verdad", y me siento muy orgullosa de haber conseguido llegar a vosotras. ¡¡Espero que sigamos leyéndonos en siguientes historias!!

¡¡Ja ne!!