Nihaaaaooo!!!

ay, q bien me siento despues de comprarme mi fabuloso poster de yu yu hakusho. n.n

¡Saludos a la onne-san Rika y a Ayronn! yeeee

A que se la para la canoa, a que se le para la canoa, a que se le para la canoa, pobre hombre cómo se le para.

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cap. 8 Mi mejor amigo.

Kurama bostezó. Se recostó en la cama y miró al ser de cabello negro que estaba recostado en la pared.

- ¿Qué dices?

- Que dejes de incharme y dame tiempo para pensar -respondió el youkai de fuego.

Kurama cerró los ojos. Le dolía mucho la cabeza. Era muy tarde.

- Necesitas un descanso.

- Cierra la boca, zorro.

El zorro abrió los ojos y sonrió a su amigo.

- ¿qué?

- Nada -dijo Kurama sonriendo más abiertamente.

- Estúpido.

Kurama se incorporó en la cama y miró hacia afuera, a través de la ventana abierta. La fría noche caía sobre su casa, llenando de silencio y rumores de una suave brisa veraniega su habitación. Pequeños puntos luminosos adornaban el inmenso pañuelo negro que se extendía sobre la zona. Un olor a rocío perturbó inconscientemente la concentración del youkai de fuego.

-... gr... ¡Kurama, no me dejas pensar si estás observándome todo el tiempo!... ¿qué huele así?

- Así huelen las noches por acá -contestó Kurama, sonriendo sublimemente, tratando de arrancar una mirada de inocencia de su pequeño amigo. Lo logró. La mirada confusa y tierna que éste le brindó lo llenó tanto de un no-sé-qué, que cerró los ojos para grabar aquel sutil momento en su mente.

- Es dulce -comentó Hiei simplemente cerrando los ojos.

Pasaron unos segundos de silencio y una gran paz que parecía envolver a ambos en un momento interminable, uno de los momentos que sólo suceden una vez en la vida, que se guardan en una pequeña caja de cristal, cerca del corazón, pequeños recuerdos, que pretenden ser recordados hasta el final de la existencia.

Kurama y se puso de pie, pretendiendo abrir la puerta para llevar a él y a sus boxer negros a tomar un poco de agua, cuando el youkai abrió los ojos.

- Es una buena proposición -dijo simplemente.

El corazón del zorro se llenó de alegría, una nueva luz envolvía su ser. Aquella noche, testigo del amor no correspondido que Kurama sentía por el frío youkai de fuego, parecía encender un rayo de esperanza en el corazón del youko.

- Muy bien -dijo él sonriendo -. Estoy seguro que te sentirás a gusto. Es un lugar apartado de humanos y estrés.

- ¿apartado de ningen y qué?

- Y estrés -repitió Kurama tratando de no reir -. Es un estado de agobio y tensión que tienen las personas. Podrás relajarte, observar el mar, tomar sol...

- Sí, bueno -interrumpió Hiei -. No me hace mucha gracia ir a un lugar desconocido en el Makai... Pero si está lejos de los ningen...

- Muy lejos. Te hará bien.

- Si tú lo dices...

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Hiei estaba parado, observando a Kurama arreglar la 'maleta'.

- Hace siglos que no voy a ese lugar -comentó Kurama -. Pero es secreto. Sólo unos cuantos kitsunes sabían de él. Y es sagrado, por eso no se le permite entrar a cualquier demonio.

- ¿Es decir que hay pruebas para entrar?

- No precisamente -respondió el pelirrojo, mientras su cabello caía sobre su rostro al inclinarse, dejando al youkai que sus dedos retiraran el cabello de su rostro, en su imaginación, obviamente, porque... él era Hiei Jaganshi.

- ¿entonces?

- No te preocupes, no tendrás problema -dijo Kurama -. En el fondo tienes buenos sentimientos.

- Al diablo con eso.

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Habían llegado a un hermosos claro. El clima era cálido y lo único que Hiei quería era meterse en el mar, en algo helado. Se moría de calor a pesar haberse quitado la capa y la camiseta.

- ¿qué no tienes calor?

- Algo -dijo Kurama sonriendo. Tenía la túnica remangada, mientras iba caminando -. Pero falta poco. El agua de sus ríos y lagos puede purificar a hasta el más maligno de los seres y dejar que sus preocupaciones se vayan... Sólo mientras están en contacto con ella. Por eso se mantiene en secreto.

-Hn.

Kurama pasó el dorso de su mano, secando un poco de sudor. Hiei observó como el cerquillo húmedo de Kurama brillaba con el sol, que sus ojos verdes parecían más hermosos que nunca, que de perfil se veía espectacular, que Kurama era la persona más indicada para ser un amigo.

También empezó a notar que un ligero rubor aparecía en sus mejillas cuando el zorro le dedicaba cierta mirada.

Que sentía como si algo le oprimiera el corazón cada vez que se aventuraba a pensar en él.

Que ya no podía olvidar su olor.

Que era una necesidad observarlo al menos un minuto cada día.

Que cada vez que sonreía de aquella manera, un escalofrío asaltaba su cuerpo.

Que...

- Ya llegamos -anunció Kurama en voz baja, cuando se detuvo delante de una enorme roca terrosa, que impedía el paso a cualquier caminante, lo que los obligaría a regresar o pasar por el otro lado.

- A...já -dijo Hiei sin entender -. Una roca. Total y esplendidamente relajante. Eres un genio Kurama.

Kurama rió suavemente y tocó la roca.

Al principio, no pasó nada.

- ¿y? ¿qué tal está? ¿te dijo algo? -preguntó Hiei con sarcasmo.

Kurama sólo lo miró y pasó a través de la roca.

Hiei se quedó con la boca abierta y entró.

Pensó que estaba en el paraíso.

Era perfecto... Para Kurama.

Para Hiei... era repugnante, patético, sin sentido y una broma de muy mal gusto.

- ¿Qué es esto?

Kurama sólo rió y le indicó que lo siguiera.

Era una planicie llena de pasto verde, árboles frondosos, sol brillante, fuentes de agua, ríos y lagos de agua fría y cristalina, pájaron cantando....

Una verdadera pesadilla para alguien que sólo conoce el lado negro de la vida.

Hiei siguió a Kurama hasta un lugar algo apartado. Era como una pequeña terraza dentro de la planicie. Una pequeña playa. Arena blanca, mar azul, sol brillante y del otro lado pasto verde y fuentes de agua.

Habían algunos demonios y pequeños demonios del otro lado.

- ¿lo ves?

-Hn.

Una suave brisa marina hizo que Hiei tuviera un escalofrío que fue desde su talón hasta la nuca. El olor del mar le causaba cierta paz. Cerró los ojos y aspiró inconscientemente el aroma playero de aquel lugar, confundiéndose con el olor a rosas del zorro, que logró sacarlo de su ensimismamiento a una profunda reflexión sobre aquella extraña y repentina reacción. El zorro estaba considerablemente alejado, ¿entonces por qué al cerrar los ojos, aún podía sentir su aroma?

Talvez lo conocía demasiado bien.

Talvez sólo se confundió.

Talvez llevaba impregnado el olor del zorro para no olvidarlo.

Talvez...

Habían tantas posibilidades. Y una cada vez más improbable que la otra.

Kurama estaba sentado, observando el mar.

No iba a decirle nada Hiei. Lo había traído para que se relajara. Para que se calmara un poco.

Hiei se recostó en una roca y cerró los ojos nuevamente. Sentía el sol quemar su piel pálida y la arena mezclarse entre sus dedos.

Era tan agradable... Sintió que el zorro se ponía de pie y abrió los ojos.

Abrió más los ojos. El zorro llevaba puesto algo como un boxer, solo que más suelto y largo. Y se había lanzado al mar tranquilo y sereno.

Hiei prefirió no incomodarlo y conformarse con observarlo. ¿Cómo era posible que le llamara tanto la atención? ¿Por qué?

Kurama salió repentinamente del agua, dejando a Hiei boquiabierto por el espectáculo que estaba presenciando. El ser más hermoso que hubiera visto, sacudiendo con sus manos su cabello, suavemente, mientras las gotas de agua, al reflejo del sol se volvían de colores que rodeaban a Kurama. Abrió los ojos y dio con la mirada atónita de Hiei. Sonrió.

Hiei volvió a sentir ese escalofrío-electricidad y ardor en sus mejillas. Volteó a otro lado. ¿por qué habría de interesarle?

Cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa.

Pero no podía.

Al parecer en su cabeza habían sólo imágenes de Kurama. De su mejor amigo. Desde el día en que lo había conocido hasta ese. Recordaba cuando estaba sólo, caminando por el parque, con la chaqueta sobre los hombros y las manos en los bolsillos. Recordaba que llevaba una camisa blanca y un pantalón marrón, al igual que la chaqueta. Él estaba observándolo desde un árbol cercano, sin darle mucha importancia, pues sabía que el zorro ya había notado su presencia.

Su mente era un enredo de imágenes, sonidos, recuerdos, olores y tantas cosas que tenían que ver con Kurama que empezó a pensar que si seguía estando tanto tiempo con él, terminaría por enloquecer.

Una nueva brisa marina refrescó el rostro de Hiei, aún rojo.

'No debo pensar tonterías, sólo me estoy complicando'.

La brisa se prolongaba, trayendo consigo una ola refrescante de paz para el alma endemoniada de un youkai confundido; el suave murmullo del viento parecía arrullar a Hiei en una interminable canción de cuna que sus oídos jamás habrían de escuchar. El leve moviemiento del mar trajo consigo pequeñas gotas que lograron sacar a Hiei de su trance, haciéndolo abrir los ojos y notar que el zorro ya no estaba en el mar.

Lo buscó fugazmente con la mirada y lo encontró sentado, con una toalla sobre los hombros, observando el mar. Hiei volteó un poco la cabeza para observarlo mejor: La brisa hacia que sus cabellos rojizos cayeran sobre su cara, pero a él parecía no incomodarle. La arena que Hiei retenía en su mano fue liberada y llevada por la brisa.

'Ya basta con ésto, no puedo continuar así'.

Kurama volteó a mirarlo y le sonrió. Hiei puso una cara de incertidumbre que le causó mucha gracia.

- ¿Tienes hambre ya? -preguntó Kurama.

-Hn.

- Te pediré un helado. ¿De qué quieres?

-...chocolate...

- Bien.

Kurama se puso de pie y desapareció rápidamente.

Hiei dejó escapar un suspiro de alivio y se puso de pie. Tenía curiosidad por entrar en el mar.

El agua cálida refrescó sus pies. Cerró los ojos ante la agradable sensación. Fue entrando más y más hasta que el agua le llegaba a la cintura. Luego se sumergió. Era la sensación más maravillosa que podría existir. Parecía que su ser descansaba totalmente. Las preocupaciones desaparecían... ¿Yukina? Podría decirle quién era luego... ¿Peleas? Necesitaba descansar de eso... ¿Kurama? Probablemente debía saberlo.

Salió a la superficie y tomó una bocanada de aire. Se quedó mirando el cielo azul y brillante hasta que sus ojos lo obligaron mirar hacia otro lugar.

Buscó nuevamente con la mirada al kitsune, que ya estaba sentado con dos enorme copas de helado.

- Nieve dulce -dijo Hiei y salió del mar.

- Ten -dijo Kurama alcanzándole una toalla. Hiei la cogió y se la puso sobre los hombros.

Cogió la enorme copa de helado de chocolate con chispas y se metió una cucharada a la boca.

- ¿Cómo te sientes?

- Con hambre -respondió Hiei sin mirarlo.

Kurama sonrió. Se recostó en el muro de roca y cerró los ojos.

Hacía tanto tiempo que no visitaba aquel lugar...

Y hablando con la verdad, sólo iba cuando se trataba de un amante muy especial, o alguien que le causara el placer que él buscaba.

Pero con Hiei era distinto. Sólo tenía ganas de sentir su compañía, de observarlo, de arrancarle miradas de confusión e inocencia, de escuchar la voz grave y fría del youkai, aunque fuesen insultos, de pretender estar por siempre con su mejor amigo.

Hiei resopló y dejó la copa vacía a un lado.

- ¿Satisfecho?

-... Así parece -dijo Hiei cerrando los ojos, pretendiendo dormirse.

Kurama sonrió y se puso de pie.

Hiei no se inmutó.

- Ahora vuelvo.

- ¿Y a mí qué?

Kurama sonrió negando con la cabeza y desapareció.

Pronto, una suave somnolencia envolvió a Hiei mientras la brisa marina le murmuraba suavemente al oído cosas que jamás habría escuchado en su niñez... ni en su vida.

Se durmió.

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- Y aquí dormiremos, es un cuarto enorme. Hay sesenta y tres habitaciones. Y veinte demonios ya se están hospedando. Es como un minihotel.

- ¿qué es eso?

-... ¿cuál habitación quieres?

- No sé, la que tú digas -dijo Hiei frotándose los ojos. Se moría de sueño.

Ambos entraron a una habitación enorme. Habían cuatro camas, un televisor, un jacuzzi (N.A: Lo sé, lo sé, pero no se emocionen, todavía no hay acción), un baño enorme y un frigorífico.

- Genial, comida -dijo Hiei derrepente, actuando como un pequeño niño incoscientemente.

Kurama se echó en una cama.

Había tomado una ducha antes de entrar, así que se sentía muy bien y con sueño.

- Voy a dormirme, Hiei.

. Bien por tí, zorro -dijo Hiei sacando helado de la nevera.

- Buenas noches.

- Hasta mañana.

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- Tengo hambre.

-hmmm...? Hiei...?

- Tengo hambre.

-... Hi-Hiei...

- Tengo hambre.

- Son las tres y media de la mañana...

- Tengo hambre.

-... Vamos, Hiei, duerme.

- No puedo, tengo hambre.

-...¿Y la comida del frogrífico?

- Ya me la comí.

- ¿toda?

- Sí.

- Cielos...

- Tengo hambre.

El resginado pelirrojo se puso de pie, se frotó los ojos y se dirigó al baño a echarse un poco de agua en la cara.

- Sigo teniendo hambre.

- Vamos a ver -dijo Kurama poniéndose una camisa blanca sobre su torso desnudo, ya que sólo estaba en sus infaltables boxer. Hiei lo observaba impaciente mientras se abotonaba la camisa.

- Tengo hambre.

- Bueno, en un momento resolveremos eso -dijo Kurama mientras se ponía un pantalón.

- Oh, Kurama, por amor al dulce, ¿por qué te tardas tanto?

- ¿Pretendes que salga en ropa interior?

Hiei sonrió pícaramente.

- ¿Qué tendría de malo? Después de todo, no hay nada que ver que perjudique.

- ¿qué? -preguntó Kurama sonriendo muy muy muy sorprendido.

- Te cubre eso -dijo Hiei señalando el boxer.

- Ah...

- Estúpido.

Salieron de la habitación hasta el salón comedor.

Kurama bostezaba cada cinco minutos y Hiei...

- Tengo hambre.

- Ya vamos a... llegar -dijo Kurama sin poder reprimir un bostezo.

Llegaron a una enorme sala blanca iluminada por luces muy brillantes. Habían unos cuantos demonios... comiendo.

- Bueno, tú decide, Hiei -dijo Kurama sentádnose en un muro.

- No sé qué comer.

Kurama cerró los ojos y sonrió.

- Hay muchas cosas, ve de qué tienes ganas y come.

- Quiero helado.

- Entonces ve al refrigerador, allí debe de haber.

Hiei gruñó. Se sentía un completo estúpido. ¿Por qué rayos le estaba pidiendo ayuda al zorro? Era talvez la necesidad que tenía de alguien con paciencia... A veces sentía envidida de Kurama, por la vida que él había llevado, con una madre, con cariño, con... cosas estúpidas que claramente no necesitaba así que ahora, iría a buscar su nieve dulce y listo.

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- Kurama...

- Cinco minutos más, madre...

- ¿qué?

- Por favor, nunca he tenido malas notas...

- Kurama!

- Sólo cinco...zzz...

- ¡Kurama! ¡Despierta!

Las hermosas esmeraldas recibieron la luz al abrirse los párpados. El pelirrojo se frotó los ojos y se incorporó. Eran las 8:54am.

- Buenos dias, Hiei -dijo Kurama sonriendo.

- Hn. Tengo hambre, ¿qué vamos a desayunar?

Kurama y Hiei bajaron al comedor, que estaba casi lleno. Se sentaron. Kurama pidió un café y un panecillo. Hiei pidió leche con chocolate, buñuelos de miel, galletas con chocolate, hot cakes, huevos y tocino, helado.

- ¿seguro que comerás todo eso? -preguntó Kurama cuando el pedido de Hiei llegó.

- Ajá -Hiei se metió dos buluelos a la boca.

Kurama sonrió y dio un sorbo a su café.

- ¿Qué tal te la has pasado? -preguntó Kurama, dejando su taza a un lado y juntando sus dedos, mientras apoyaba su mentón en sus manos.

- Pues... bien -dijo Hiei sin hacerle mucho caso, pues las galletas estaban deliciosas.

- Muy bien, entonces -dijo Kurama sonriendo.

Hiei miró de reojo al zorro. Su mirada divagó desde los hermosos y brillantes ojos de Kurama hasta su sonrisa tranquila.

Hiei resopló y volvió a los huevos con tocino.

Pasaron unos minutos.

- ¿sabes Kurama?

- ¿hmm?

- Talvez deberíamos hacer esto más a menudo... No me malinterpretes, jamás me meteré a la cama contigo, si eso estás pensando.

- Era en lo único en que no estaba penasando -dijo Kurama sonriendo -. Pero estoy de acuerdo. Podemos venir cuando quieras.

Hiei sonrió y se recostó el respaldar de la silla.

- ¿qué te parece todos los días?

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holaaas!!!

n.n si, al fin pude dedicar un capi entero al fabuloso kuramaxhiei.

y aun no pasa nada, no, gente. ¿por qué?

Porque ni siquiera han luchado con Toguro. Pero no se desesperen.

Como ya me aburrí de escribir en secuencia xDDD empezaré con todo luego de finalizar todos los torneos.

Weno, espero que les haya gustado.

nos vemos!