Cap.4: Unforgiven.

Disclaimer: Harry Potter y correlacionados pertenece a Jk Rowling, todo lo que no se le parezca, es de mi invención.

Advertencia: Slash:relaciones hombre/hombre, no flame, Lemon.


— Harry está en un hospital muggle, necesito que me lleves donde está… —Dijo Patricia desesperada.

Faltaba más… ¡vamos!

Patricia llamaba de forma compulsiva a Harry, se encontraban bastante lejos de su target final. Una vez que llegaron a su destino, encontraron al ojiverde reposando en una de las salas de espera que poseía el hospital. Era increíble el inmenso parecido que poseían Patricia y Draco, sólo la cara de asco que pusieron al entrar y ver las condiciones inhóspitas que poseía dicho establecimiento, daba mucho de que hablar, sin embargo; como lo primero era la salud del ojiverde, relegaron las quejas a un segundo plano.

— ¡Se puede saber en que demonios estabas pensando! —Le gritó furiosa, sin importarle su estado, que no era tan grave como se había pronosticado, lo agarró por la camisa y le empezó a gritar sus cuatro verdades.

— Oye. ¿Quieres dejar de gritarme? ¡Además! ¡Soy médico, no tengo quince años, puedo defenderme perfectamente yo solo! ¡Gracias! —Cabe acotar que lo único que escuchó Harry, antes de ver llorar a su amiga, fue la sonora bofetada en su mejilla. Reacción, la más primitiva de todas, ante la incredulidad principal, llevarse una mano a la mejilla.

— ¡Eres un insensible! ¡Un irresponsable! ¡Nunca pides ayuda! ¡No sabes cómo te odio! —Draco le colocó una mano en el hombro.

— Vamos Patricia… no lo lastimes más de lo que ya está —Trató de calmarla. Ésta se secó con gesto furioso las lágrimas y agregó con todo frío, para abatimiento del moreno.

— Vamos a casa de Harry. Yo le curaré allá —Si tener otra opción, subieron cada uno en su medio de transporte. Cinco minutos después, el teléfono de la rubia sonaba insistentemente, luego de ver quién era, contestó de forma hostil—. ¿Qué quieres ahora, y te recuerdo que estás castigado?

— ¿Perdón? —Preguntó cargado de incredulidad—. Pues, no, disculpa mamá. Pero, ¿Cómo vamos a ir a mi casa si se supone que allí me atacaron?

— No había pensado en eso —Se sinceró, calmándose otra vez, para poder pensar con la cabeza fría.

— "Oh, genial, y en el peor de los casos terminaremos en la casa de Mal… Draco" —Rectificó en un suspiro, no quería llevarlo tampoco a su casa, pero, como que en esos momentos era la opción más viable, además, tenía sus restantes inquilinos algo abandonados, sería bueno dar señas de vida—. Vayamos a mi casa en New York, acá está el Portal Key.

— ¿Y se supone que tú lo vas a activar? —Cuestionó con clara ironía.

Ergh…

— Adelanta y lanza el coso… yo lo activo —Dictaminó en un suspiro.

En el otro carro, el ojiverde sacó una cadena con un pequeño dije, tratando de evitar la nostalgia que el simple objeto de traía de vuelta a su cabeza. Bajó el vidrio y lo encestó justo en las piernas del copiloto.

Snake Black! —Masculló Patricia, logrando que una luz hiriente los envolviera.

Una mansión se alzaba ante ellos, antigua, impotente, imperecedera. Luego de guardar los vehículos en el garaje, se encontraron frente a una puerta de metal, la cual fue abierta por el ojiverde con un gesto de dolor en la cara, y una mano en el abdomen, éste entró primero, seguido por sus comensales. Llegaron a uno de los Halls que poseía la casona. Los dos miraban cada movimiento que hacía el moreno, a falta de algo mejor que decir o hacer, quién en ese momento tiraba las llaves en un mueble.

— ¡Krecher! —Gritó—. ¡Aparece maldito elfo! ¡No estoy para aguantar tus pataletas! —Y, por arte de magia; bastante literal, apareció el aludido.

— ¿Qué? —Preguntó de mala gana.

— ¿Dónde están Dobby y Winky?

— Están en el patio, amo…

— ¿Y Dark?

— Arrastrándose por allí como siempre. ¿Algo más? No tiene buena cara —Agregó con mucha satisfacción.

— Prepara dos cuartos y enciende la chimenea, antes que nos congelemos aquí. No te estoy preguntando —Le espectó sacando la varita. Krecher sintió un escalofrío por su espalda, y con un "sí, señor" se retiró de allí. Una serpiente se comenzó a enrollar por la pierna del moreno.

Incompetente —Se escuchó un siseado, que sobresaltó a los demás seres humanos.

Dark, pequeña, te extrañé… sabes que no lo puedo matar, mucho menos liberar… —Le explicó dándole su brazo para que terminara de trepar hasta su cuello, donde siempre terminaba la serpiente.

— ¿A dónde vas? —Le detuvo Patricia, recelosa. La serpiente no permitía que nadie se le acercara a su amo, mientras ella estuviera sobre su cuerpo. Muchas veces no se le dejaba acercar a nadie en general.

— A mi cuarto —Contestó reparando de nuevo en su persona. Se había sentido de nuevo tan en su mundo que todo se relegó a mucho más de un tercer plano—. No te preocupes por mis heridas. Puedo sólo. Si desean algo, disculpando mi pésimo papel como anfitrión. Llamen a Krecher amenazándole con un cruciactus o de plano llamen a Dobby o a Winky. Yo regreso dentro de algunas horas —Y se fue de allí dejando a los dos rubios, algo choqueado por las rapidez con la que había sucedido todo.

— ¿No piensas decir nada?

— ¿Qué quieres que diga? ¿Qué me sorprende todo esto? —Preguntó Draco sin saber que hacer o decir a ciencia cierta.

— Sí. Algo así esperaba.

Snake Black.

— Sí. Sé que tiene nombres extraños para sus hogares, pero, sé que se llama así por su serpiente —Expresó medio en broma, medio en serio.

— ¿Una serpiente? ¿Y qué más tiene como mascota? ¿Un león?

— No. Sólo a su serpiente y ¡Claro! Hedwig —Le dijo cuando casual la aludida entraba por la ventana. Aunque por supuesto, no era la misma que había tenido cuando niño, ésta había muerto de forma ecuestre en la guerra. La nueva Hed también tenía el blanco pelaje, pero, la punta de sus alas eran de color ónice.

— ¡Dobby! ¡El amo Harry ha regresado! —Exclamó muy contenta uno de los elfos que acababan de entrar a la casa, al ver a dos cabezas más—. ¡Bienvenidos sean! ¿Se les ofrece algo? No creo que Krecher haya sido un buen elfo… —Habló con cuidado.

— ¡Hola Winky!

— ¡Señorita Patricia! ¿En qué le puedo servir?

— ¿Joven Malfoy? —Preguntó otro elfo entrando, curioso, al escuchar a su esposa, alegar que su amo bonito, había regresado.

— ¿Dobby? Que sorpresa encontrarte aquí —Dijo aún más impactado el ojigris.

— Señorita ¿Y el amo Harry?

— En su cuarto. ¿Haciendo qué? Ni idea. Pero, posiblemente, hablando con la serpiente esa.

— Disculpen ustedes. Iré a ver si al pobre amito se le ofrece algo —Se exculpó desapareciendo.

— ¡Bueno! ¡Yo los dejo! ¡Están en su casa! Iré a preparar la cena. Estoy seguro que Krecher está preparando ya sus cuarto para que puedan acomodarse, con su permiso —Dijo desapareciendo igual que Dobby.

— Bueno… ¿Qué puedo decir? Harry es un buen amo de casa —Bromeó la rubia haciendo sonreír al estresado Malfoy.

Llevaban bastante tiempo hablando trivialidades, luego de haberse dado un relajante baño, preparado cordialmente por Dobby. Pasando como alma en pena llegó Harry con un ligero pantalón negro, y una camisa manga corta bastante holgada del mismo color. Tenía un montón de papeles y libros en la mano, y claro; su inseparable compañera enredada en su cuerpo. Arregló las cosas omitiendo todas las miradas de las que se sabía acreedor en ese momento, y comenzó a arreglar concienzudamente, las cosas en aquel instante. Suspiró mentalmente, sin saber exactamente como manejarse. No sabía cuanto tiempo podría evadir el hablar con Draco, pero, si era posible, lo haría hasta la cena.

— ¿Se puede saber que hace? ¡Eres un pésimo anfitrión! —Le reprendió la ojiazul.

— Sí, eso ya lo dije al principio, sólo trato de sacarme todos mis males, haciendo algo útil —Le soltó un poco mosqueado.

— ¿Cómo cuales? ¿Tus ojos luna? —Le preguntó para hacerle molestar, y claro, ver cómo se zafaba de esa.

— ¡Nah! Esa creo que ya tú me la quieres sacar de encima —Expresó entre risitas tontas. Malfoy estaba algo perdido en la conversación. Cuando iba a abrir la boca para preguntar, el moreno retomó la palabra—. Estoy tratando de averiguar algo acerca del ataque, pero, tengo un desastre en el cual no se encuentra nada…, así que, se comienza por el principio… —En ese momento Winky les interrumpió anunciando que la cena estaba lista y que podían pasar al comedor cuando estuvieran listos.

Una vez instalados, y cuando las fuentes de comida aparecieron similares a Hogwarts, Dobby apareció con su acostumbrado ¡Plin! Entregándole un sobre, mientras le comentaba algo en voz baja logrando un gesto desfigurado en la cara de éste.

— ¿Algo malo? —Soltó perspicaz, deteniendo momentáneamente la charla con Draco.

— Dile que no venga, no… no le digas eso… —Volteó a responder, algo azorado—. ¡No! ¡Para nada! —Volvió a Dobby—. Que no se preocupe, que estoy bien ¿Vale?

— ¿Y le tengo que decir esa mentirota? —Preguntó algo indeciso el elfo.

Ergh… ¿sí? ¡Vamos! ¡Sino tendré que liar con otro problema más! ¡Por fa!

— No se lo va a tragar…

— Bueno, vamos a hablar con él… supongo… —No muy convencido el elfo hizo una reverencia y se fue.

— Y… ¿Se puede saber con quién hablarás?

— Eh… "Genial… doblemente genial…"

— ¿Estás evadiendo otra vez a tu tutor? —Preguntó al ver a Harry tratando de abrir la boca para hablar con Draco. Era preferible eso a responderle la preguntita a Patricia.

— ¿Tutor? ¿Qué tutor? Tenía entendido que tu padrino estaba muerto.

— Harry. Anda a contestarle a Severus…, mira que voy yo y le suelto la sopa, incluyendo algunas que no tienen que ver mucho con el tema actual —Una mirada fulminante fue lo que recibió y la mujer la encaró sin ningún miedo.

— ¿Severus Snape? —Ahora estaba más liado.

— Sí —Se escuchó una voz fría que hizo a todos tener un escalofrío en su espinazo. Harry ahogó un grito y se bajó en la silla sin poder levantar la mirada—. Ese mismo que tú conoces.

— A ver Franco… ¿Qué es lo que me ibas a decir? —La cara de Patricia fue palideciendo de forma preocupante… jamás había tenido la intención de decirle nada, menos a Severus, hasta ella terminaría castigada si algo como eso se filtraba a los oídos del pocionista.

— "O me sostienen o me desmayo. ¡Lo juro!" —Pensaba el ojiverde, entre la espada y la pared sin saber que hacer. Sentía la pesada mirada del hombre tras de si, y no se equivocaba ya que fue levantado por la camisa.

— ¿Tienes algo que decirme que yo no sepa, Harry? —Inquirió tranquilamente.

— ¡Severus! ¡Cuánto tiempo sin verte! —Bueno… luego de tanto tiempo, aún, a la única persona que le tendría miedo, casi fobia, sería a su tutor, Severus Snape.

— No me evadas el tema, sabes cuanto me molesta, habla de una maldita vez.

— Eh, si me permiten la pala…

— No se lo permito. Ahora, cierre la boca, y deja que hable Harry o vamos a tener graves problemas —La interrumpió Severus perdiendo la paciencia, la tez del ojiverde hacía un desagradable contraste con su ropa.

— Bueno, estaba en mi casita, y sabes… era un día muy bonito… estaba solo…, y todo neva… —Al ver la cara del hombre. Comenzó a morderse los labios frenéticamente—. Fui atacado —Soltó de sopetón.

— Severus… —Intervino Draco.

— Ahora no, Draco —Le calló de insofacto—. ¿Cómo que te atacaron? ¡Y habla bien de una buena vez!

— Volvieron a atacar, otra vez los mismos tipos y está vez si tuve que pelear —Explicó con voz pasiva.

— ¡Eres un insensato! ¿Cómo se te ocurre semejante tontería?

—Pe… pero Sev —Dijo aún Harry con cuidado, algo asustado—. No tenía de otra.

— No te mueves de aquí hasta que me digas todo con lujo de detalles —Demandó tajante, sentándose a su lado. El ojiverde torció una mueca y empezó a relatar todo, con pelos y señales, omitiendo algunas cosas, como el por qué estaba a esa hora en su cama.

— Terminé en un hospital muggle a las afueras de Londres, llamé a Patricia y, violà… —Esperó pacientemente que explotara, pero, jamás sintió el jalón de oreja, o el grito—. ¿Sev?

— Bueno, cuando menos estás ileso ¿Verdad? —Preguntó escaneándole.

— Estoy, relativamente bien. Sólo, necesito descansar un poco más. Ahora, ¿Podemos terminar de comer? Quiero, ergh… dormir…

Antes de continuar con su vida normal, le habían aclarado un poco la situación a Draco, el cual demandó muy perdido la explicación, para luego terminar hablando cosas más triviales y más acorde a una cena. Al terminar, todos se retiraron a sus respectivos cuartos (a Severus no hacía falta prepararle uno, ya que tenía el suyo en aquella casa).

Una vez en la soledad de su cuarto, al no poder conciliar el sueño, se había ido al librero que tenía en su habitación, que se encontraba situado al lado de la ventana, por la cual se observaban los copos de nieve caer lentamente a un ritmo no muy rápido. Sólo pensaba en el pilar de la mayoría de sus males, en su rubio de ojos luna, como le llamaba Patricia. Milagrosamente, en ese momento sonó la puerta, sacándole de su destructiva auto inspección.

Caminó con paso desidioso y abrió la puerta con gesto descuidado, recostándose en el umbral de ésta, cruzó los brazos, con expresión neutra. Era Draco… como si no lo hubiese imaginado.

— ¿Podemos hablar? —Preguntó expectante. Sabía que algún día tendría que enfrentarle… pero, él quería darle largas, por lo que veía, ya no podría más. Se hizo a un lado permitiéndole el paso. Al entrar, el rubio se sorprendió… él siempre había pensado que Harry decoraría su cuarto con colores más Gryffindor…, sin embargo, todo fue el ajedrez de cristal opaco y ónice, muggle; que restaba en una mesa. También resaltaba el buró que estaba adornado con algunos portarretratos de sus amigos, familiares y conocidos.

El ojiverde le condujo, hasta llegar a unas sillas, que curiosamente, eran separadas por la mesa de ajedrez, y con un gesto le pidió con cordialidad que se sentara. Un silencio sepulcral y bastante desagradable se había alzado entre ellos. Harry miraba los doseles verdes que protegían su cama de cerezo oscuro, luego de un rato, decidió dar el primer paso, sintiéndose un poco incómodo bajo la mirada indescifrable de su ex.

— ¿Qué querías decirme? Porque no creo que estemos aquí simplemente para contemplarnos las caras —Le pidió algo hostil—. ¿Quieres hablar del "tú y yo" que alguna vez hubo, no? Pues, empieza… ¿qué es eso que quieres que oiga?

— Te quería pedir perdón…, te juro que no fue mi intención hacer lo que hice —Comenzó sin saber exactamente que decía. Sólo se dejaba guiar por su corazón, uno que no sabía si aún existía.

— ¿Y qué esperas que haga con eso? ¿Crees que por qué pediste perdón se van a arreglar las cosas? —Preguntó con claro resentimiento en las palabras—. Dime Draco. ¿Jamás te pusiste a pensar cómo quedaría yo en toso esto? Disculpa mi egoísmo —Le pidió con sarcasmo—. Pero es una reacción natural el que me escude en mi mismo. Ahora no me vengas con algo parecido a "uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde". No sabes todas las noches que lloré por ti. No sabes que me quedé seco y sin lágrimas. Cada noche en vela por ti, tratando de adivinar que demonios había hecho mal para que tú terminaras conmigo de esa manera, y lo peor de todo es que yo ni siquiera lo había empezado.

No sabes como maldigo el día en el que me comencé a enamorar de ti. Malfoy… todo ese dolor, esa pena, esa angustia, no tiene perdón, ni siquiera con al altruista excusa que te grita tu cabeza de haberme querido proteger. Por cierto ¿de qué exactamente? Hubiésemos podido solucionar cualquier problema juntos. Pero, tú preferiste el camino fácil ¿no? —A Draco le dolían cada una de las palabras que salían de la boca del moreno, porque sabía que era verdad, sí, había sido cobarde, su miedo fue demasiado como para creerlo muerto algún día. Tenía que cortar por lo sano antes de desmoronarse. Ahora, el moreno no tenía ni la remota idea de cómo se arrepentía—. El camino rápido, siempre es el más fácil que hay, y no te culpo, yo utilicé esa camino también… —Le dijo casi exculpándolo, mientras levantaba las mangas de la pijama que tenía. Había unas profundas cicatrices que surcaban dolorosamente sus brazos—. No digas nada. Sí, aún te amo… te adoro, eres la única persona que me ha robado el corazón de forma tan dolorosa, y sabes, no me lo devuelvas, quédatelo… pero, lo siento, y lo hago con toda mi alma. No te voy a perdonar. No puedo, mi cabeza no me lo permite.

Por favor… sal —Pidió con tranquilidad, ya no podía más… algún otro día seguirían, necesitaba estar solo. Sabiendo que no podría seguir más tiempo a su lado, antes de abandonar los aposentos del moreno, dijo:

— Aunque, sé que ya no me crees…, yo, también te amo —Una vez, en las penumbras de su cuarto que se le antojaba muy frío y vacío, con la frente recostada en la puerta, comenzó a llorar de forma ahogada a pesar de que las lágrimas mojaban el piso sin reparo.

— "Y yo quisiera perdonarte…, y besarte, y dejar que terminaras lo que comenzaste hace tiempo… pero, eso malditos bastardos…, ahora soy yo el que tengo que elegir el camino fácil, prefiero verte olvidándome, que herido por estar a mi lado… maldita sea ¿Por qué no te puedo odiar?".

TBC…