Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 2. En la boca del loboEntreri vió como las mujeres atendían a Jarlaxle y no pudo sino sentirse intranquilo. No le importaba lo que le dijera Giurescu, no apreciaba dejar a su inconsciente socio en manos de unas vampiresas.
Nada mas pedirle ayuda, Vladimir había hecho llamar a su corte, las seis damas habían aparecido al instante, unas en forma de niebla, otras como murciélagos y solo dos simulando humanidad. Entreri las recordaba, Giurescu no había añadido mas mujeres a su colección en aquel tiempo.
El modo en que les habían mirado a Jarlaxle y a él, como si fuesen un plato particularmente apetitoso, aun le revolvía las tripas.
- Se pondrá bien.
Entreri miró a Anna, la mas joven de las vampiresas, de hecho él la había conocido antes de ser transformada, cuando no había sido mas que una moza del pueblo cercano, demasiado bonita para su propio bien.
No confiaba en ninguna de aquellas mujeres, pero Anna era sin duda la única que podía tolerar cerca de él. Era bonita, apenas una niña, y Giurescu la vestía y trataba como tal, a veces parecía que era como una hija en vez de una amante.
- Me alegra que volver a verte, te ves bien.
Entreri miró los tiernos ojos castaños y tuvo que recordarse a si mismo que aquella joven aparentemente inofensiva era poco mas que un cadaver andante que se cebaba de sangre para mantener aquel juvenil aspecto.
- Tú te ves igual, pero supongo que eso es obvio.
La pequeña Anna pareció herida y Entreri suspiró, Anna era la unica persona que podía llegar a tolerar en ese lugar, quizá no debía ser tan duro con ella. No era culpa suya ser lo que era, él había visto como Giurescu la transformaba contra su voluntad, subyugada por los poderes del vampiro.
- Estas muy bonita.
Una sonrisa iluminó el rostro antes acongojado.
- Gracias, Vladimir te espera. No te preocupes por tu amigo, me ocuparé de que esté bien.
Mas bien tendría que ocuparse de que las demas damas, Voica, Irina, Caroline, Mary y Catherine no intentaran probar la sangre del hombre que tenían que curar, pensó Entreri. Catherine fue hacia él con un revuelo de su traje y le sonrió seductoramente.
- Yo te acompañaré al salón.
Por lo bufidos que llegaron del corro de la cama era obvio que Catherine había ganado la batalla de acompañarle con cierta envidia por parte de las demas.
Catherine era la mas hermosa de las damas de Giurescu. De hecho este le había contado una vez que Catherine había sido una novicia de Sune, diosa de la Belleza. La fe de aquella ardiente pelirroja había sido rapidamente remplazada por el deseo de ser eternamente joven y hermosa.
- Te he echado mucho de menos, tigre.
Entreri le dirigió una mirada asesina mientras bajaban las escaleras pero la vampiresa no pareció ni minimamente afectada. Catherine era tan arrogante que jamas hubiese considerado a un mortal como un posible peligro, no sabía que el poder de Giurescu era lo único que impedía a Entreri clavarle su espada en el corazón.
- Yo no te he extrañado en absoluto.
Catherine se pasó la lengua por los labios y los dedos por el escote.
- Puedo cambiar eso...
Entreri no se molestó en dirigirle una ácida réplica pues llegaron al salón, donde esperaba el auténtico depredador.
Giurescu le recibió con los brazos abiertos y una sonrisa amistosa. De no saber la verdad le hubiera tomado por humano, de hecho cuando le había conocido lo había creido.
- Bienvenido a mi hogar, Artemis. Catherine, querida, ve a buscar mas plantas medicinales para nuestro otro huesped, creo que faltan.
Un caballero ante todo. Catherine sonrió ignorando el hecho de que la habían echado educadamente y se marchó con una canción en los labios.
Entreri vió que habían dispuesto la cena para él, resultaba muy cínico que una casa de vampiros se molestase en tener la despensa llena.
- Por favor, siéntate, tenemos mucho de que hablar mientras cenas.
Entreri se sentó, evitó el vino al principio, pero finalmente concluyó que Giurescu no necesitaba envenenarle o drogarle para hacer su voluntad, era un vampiro muy viejo y por tanto extraordinariamente poderoso. Había tenido ocasión de presenciar un combate de Giurescu y podía admitir que el vampiro era un rival sobrenatural en todos los aspectos. El vino era magnifico, típico de la zona.
- Tánto tiempo... diez años creo, quizá mas.
Entreri hizo memoria mas a fondo y corroboró el tiempo.
- Doce años.
Giurescu asintió y le observó con aquellos ojos brillantes, que centelleaban al recorrerle.
- El tiempo te ha tratado bien, como a un buen vino.
La metáfora no le agradó demasiado, de hecho nada en absoluto.
- ¿Quién es el drow que has traido?
- Un socio, es importante para mi actual trabajo.
- Debe de serlo para obligarte a venir a mi.
Terminó la cena y miró al vampiro a los ojos, si Giurescu pensaba que se había hablandado con los años estaba equivocado. El vampiro sonrió como si aprobara la dureza de su mirada y se acomodó en la silla contigua.
- Sabía que había hecho bien al darte ese anillo, me ha permitido verte de nuevo.
- Yo no vine para verte.
- Cierto, has venido para que tu... socio recupere la salud. Pero no veo que hay de malo en dejarme soñar.- Rió Giurescu.
En cierto modo su sentido del humor le recordaba a Jarlaxle. Pero el drow usaba el humor en forma de alivio, Giurescu le imprimía un toque de peligrosidad.
- Dejemoslo en que no quiero que te hagas ilusiones.
- Los hombres viven de ilusiones.- Replicó el vampiro.
- Tú no vives.
Giurescu soltó una carcajada y aplaudió levemente.
- No has cambiado nada, sigues siendo el mismo Artemis Entreri que llamó a mi puerta y practicamente anunció que venía a matarme.
Lo cual había sido algo muy estúpido, pensó Entreri.
- Doce años, ¿sabes? Desde que te conocí mis presas son siempre hombres parecidos a ti. Piel bronceada, pelo negro, ojos grises... todos ellos.
- Supongo que en este tiempo debo ser el único de la región.- Gruñó Entreri sin rastro de humor y tono caústico.
Giurescu miró sin dismulo las armas que descansaban en las caderas de Entreri, la espada y la daga. El vampiro no necesitaba simular nada, podía ir al grano o dar rodeos, todo dependía de lo aburrido que estuviese o de sus ganas de jugar.
Los gatos juegan con sus presas antes de comérselas.
- No tengo humor para juegos.- Cortó Entreri.
- Cierto, nunca lo has tenido.
Giurescu se sentó sobre la mesa agilmente y miró a Entreri con un deseo tan obvio que Entreri tuvo que controlarse para no desenvainar sus armas.
- ¿Es tu amante?
Entreri se quedó en blanco, sin comprender la pregunta.
- El drow.- Aclaró Giurescu con aburrimiento.- ¿Sois amantes?
- No.- Acotó Entreri.
- ¿Significa eso que estas libre?
No le gustaba el rumbo que tomaba la conversación y le gustaba aun menos el modo en que Giurescu se inclinaba sobre él.
- No, no estoy libre.
- Luego el drow es tu amante.
Estaba claro que lo hacía unicamente para fastidiarle.
- No, no tengo ningún amante, y no me interesa tenerlo.
- Perfecto, entonces estas libre.- Concluyó satisfecho.
No valía la pena discutir. Giurescu le deseaba, le había deseado antes y al parecer seguía haciéndolo. Hacia doce años que habían estado... juntos, y Entreri tenía que admitir que había sido muy placentero. Pero no pensaba volver a acostarse con Giurescu, en primer lugar porque ya no era un adolescente en plena abullición y en segundo lugar por lo peligroso que podía llegar a ser acostarse con un vampiro, demasiados riesgos, por placentero que fuera.
- Quiero volver a estar contigo, Artemis, mis damas empiezan a cansarse del juego de llamarlas por tu nombre.
La simple idea de Giurescu llamando Artemis a Catherine... le dio ganas de darle un puñetazo. Probablemente era mentira, a Giurescu le gustaba provocarle, eso era todo.
- Yo no quiero estar contigo, no haber vuelto en doce años es una indirecta bastante obvia. Sobre todo teniendo en cuenta como me fui.
Si. Había sido una huida desesperada. Había hecho equilibrios en el abismo. Debía aceptar que había tenido mas suerte que otra cosa, Giurescu había estado a punto de vampirizarle y en la huida, desangrado y debil, casi había perdido la vida.
Giurescu se inclinó hasta que Entreri notó su aliento frio sobre su oreja, erizándole el vello de la nuca, un leve olor a sándalo llegó a él. Una miriada de recuerdos se agolpó en su mente, la mayoría de las noches que Giurescu le había seducido y había acabado en su alcoba, rodeado del olor del vampiro y de su cuerpo, caliente por la reciente cena.
- He mojado mis sábanas blancas recordándote. ¿Y tu?
El susurro le envió un estremecimiento. De pronto se sentía como el joven de antaño, no podía moverse, no podía resistir...
¡No! Él no era una de las incapaces víctimas de Giurescu, no iba a quedarse atontado mientras aquella sanguijuela le sorbía la sangre.
Entreri se levantó de un salto y apartó a Giurescu, que le miró con una sonrisa pretenciosa.
- No vuelvas a hacer eso.- Gruñó Entreri.
- Quieres que lo haga.- Replicó el vampiro con arrogancia.
- No, no quiero. Aunque supongo que lo que yo quiera no te importa en absoluto.
Giurescu le recorrió con la mirada, como si decidiese por que parte iba a empezar su cena, bajó de la mesa y se acercó hasta que solo unos centimetros separaban sus rostros.
- Se lo que quieres, que tu no lo sepas es otro tema.
- ¿Ayudarás a Jarlaxle?
- ¿A tu socio? Si, por supuesto, él y tu sois mis invitados, y podré ser acusado de muchas cosas pero no de poco hospitalario.
Si, era hospitalario, pero sus invitados acababan por tener una final prematuro a manos de su anfitrión. No era algo alentador.
- No soy unos de los viajeros que puedas engañar... ¿qué quieres a cambio?
- Oh, vamos, ¿es que tengo que tener segundas intenciones? No voy a pedirte nada a cambio, me conformaré con disfrutar de tu compañía despues de tantos años.
Disfrutar de su compañía... Entreri murmuró un "eso no te lo crees ni tu", pero supo que tendría que darse por satisfecho con aquella vaga respuesta.
- Giurescu, no creas que...
- ¿Giurescu? Por favor, tú puedes llamarme Vladimir, Artemis.
- Preferiría llamarte Giurescu y que tú me llamases Entreri.
- Vamos, vamos, creo que podemos tratarnos con mas familiaridad, Artemis.
Pronunció su nombre con un ronroneo y pasó las yemas de los dedos por su menton, Entreri no apartó la mano del vampiro, no había que forzar demasiado la permisividad de Giurescu respecto a él.
- Voy a ver a Jarlaxle.
Giurescu asintió y realizó una reverencia antes de desaparecer en una nube de humo. La niebla en que se había convertido se deslizó por el aire hasta fitrarse por la pared y Entreri sintió que la presión de la presencia del no-muerto desaparecía.
El riesgo de venir era demasiado grande, esperaba que Jarlaxle mejorara cuanto antes, no le cabía la menor duda de que no podría irse del castillo Giurescu sin resistencia.
