Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 3. El gato y el ratón

Cuando entró en el dormitorio de Jarlaxle le alivió ver que solo Anna estaba junto al drow, cuyo estado había mejorado a simple vista, ya no temblaba y parecía dormir de modo plácido.

- Se encuentra mejor.

- ¿Cuánto crees que tardará en recuperarse?

- Oh, creo que una semana de reposo debería ser suficiente, o antes si consigo hacerme con una poción de Sanar en el pueblo.

Entreri asintió y se acercó a la cama, Anna tenía un cuenco con agua para refrescar al drow y un par de vasos de los que emanaba el olor de hierbas curativas. Jarlaxle parecía estar en buenas manos, al menos de momento.

Anna percibió sus dudas y arropó a Jarlaxle.

- No temas por él, Giurescu ha dejado bien claro que es un intocable, las demás no osarán contradecirle.

- Gracias.

- Tu dormitorio es la habitación contigua, amanecerá en unos minutos, deberías llevar nuestro mismo horario.

Cierto, no le convendría dormir de noche, mientras Giurescu y sus damas vagaban por el castillo. Salió de la habitación y fue a la suya, un amplio dormitorio amueblado con un lujo que no complacía demasiado a Entreri, no obstante, su cuerpo agotado por varios días de preocupación y nervios, agradeció inmensamente el blando y amplio lecho de la cama de doseles.

Pese a la intranquilidad de saber que los vampiros aun estaban activos, Entreri apenas tardó unos minutos en quedarse dormido, antes de ceder al sueño supo que sin duda el vino había tenido una ligera droga.

Giurescu no la atacaría tan pronto, de eso estaba seguro, le gustaba jugar con la comida.

Y sin duda pretendía jugar con él.

Despertó al anochecer, cuando aun había rayos de sol. Mejor, así podría moverse un poco sin tener a alguna de aquellas sanguijuelas respirándole en la nuca.

Se estiró perezosamente, lo que corroboró la idea de haber sido drogado, él nunca dormía tan profundamente ni tanto tiempo. En unos segundos su entrenado instinto dio buena cuenta de todos los cambios acaecidos desde que se había dormido hasta el momento.

Su ropa, que había dejado sobre una silla, había desaparecido y en su lugar habían dejado una muda nueva, sus armas no estaban a mano sino que las habían puesto sobre la mesa del pequeño escritorio. Además un ligero vapor salía del lavabo.

Se levantó y comprobó que un hombre estaba llenándole una bañera con agua caliente.

No intentó conversar con él, solo había que ver sus ojos vidriosos para saber que no era mas que la carcasa de un hombre, una marioneta atada a la voluntad de su amo. No podían hablar ni sentir, solo obedecían, como autómatas.

Debían haberle ordenado preparar el baño y eso haría.

- Me han puesto a su servicio, ¿desea algo el señor?

La voz, impasible y monocorde, era odiosa. Entreri se limitó a ordenarle que se quedase fuera de la habitación, junto a la puerta y no le molestase.

Prefería el agua fria pero necesitaba un baño por simple cuestión higiénica, hasta él se daba cuenta de que apestaba a suciedad y sudor. Se lavó concienzudamente y se puso la muda que habían dispuesto para él, unos pantalones negros, camisa blanca, botas altas y una chaqueta de corte diagonal. Le quedaba perfecto, de lo que suponía que Giurescu lo habría guardado de una de sus víctimas, dado que había estado dando caza a hombres que se le asemejaran.

Fue a la habitación de Jarlaxle con la esperanza de que estuviese consciente y poder explicarle la situación antes de que alguna de las vampiresas le diera una impresión erronea.

- Que guapo estas, amigo.

Entreri puso los ojos en blanco ante el recibimiento, Jarlaxle rió desde la cama y tosió levemente. Sin duda se recuperaba bien.

- ¿Cómo te encuentras?

- Bien, me duele la cabeza y no me atrevo a levantarme pero ya no temo morirme. Eres cruel, tenías que haber usado ese portal antes de que me creyera que el mundo iba a perder mi presencia.

Sin duda estaba bien si podía volver a decir tantas tonterías.

- Supongo que querras saber donde estamos.

- Sería un detalle interesante.

No lo admitió, pero le aliviaba profunfamente ver a Jarlaxle recuperándose, se sentó en la silla que Anna había usado para cuidar del drow y se dispuso a explicar la situación.

- Primero, estamos en Tashalar, en un castillo de las montañas Jazuk.

- ¿Tashalar? ¿En la península de Khult? ¡Que maravilla! Siempre he querido ver las tierras de la jungla, al otro lado del mar.

Muy propio de Jarlaxle, Entreri no supo si fastidiarse por su despreocupada actitud o agradecerlo. Por unos momentos podía olvidarse de la precaria situación.

- Me alegro de que te guste tanto.- Cortó con sarcasmo.- Quizá no te sientas tan alegre de saber que nuestros anfitriones son vampiros.

La confusión de Jarlaxle era obvia pero no parecía que la idea le horrorizase.

- Vaya... ¿y como es que tenías un portal a la casa de un vampiro?

- Conocí al vampiro de este castillo hace unos años, se llama Vladimir Giurescu.

Jarlaxle asintió y se acomodó en la cama con una expresión de curiosidad.

- Giurescu vive aquí con seis mujeres, vampiras también, ellas te atendieron.

Nuevamente el drow no pareció preocupado por haber estado indefenso ante seis vampiresas que podían haberle dejado seco. Su evidente despreocupación enervaba a Entreri, que no pudo evitar envidiar su actitud.

- Debiste usar el anillo antes, ¿qué pretendías? Me estaba muriendo y tu esperando a que yo tosiera los pulmones.

- De nada.- Entreri deseó tapar la cara de Jarlaxle con una almohada.- Entrar en la guarida de un vampiro no es algo que haya que hacer a la ligera.

- Pero aquí estamos, ¿es que el vampiro y tu no sois amigos?

Amigos. No se podía ser amigo de algo que te miraba pensando en su comida.

- Giurescu y yo no somos amigos...

- ... somos amantes.

La voz le sorprendió pero no dio a Giurescu la satisfacción de ver que no sabía que estaba alli. Jarlaxle tampoco, aunque era obvio que tampoco había oido al vampiro, que nuevamente salía de las sombras como una más.

- No somos amantes.- Replicó Entreri, no quería tener esa conversación ahora, y desde luego no con Jarlaxle delante.

- Un tecnicismo, lo eramos.- Corrigió Giurescu, que saludó a Jarlaxle con una reverencia a la que el drow respondió con una inclinación de cabeza.

Sus sonrisas eran como reflejos la una de la otra, los dos tenían un algo similar, reflejaban mas poder del que podía parecer a simple vista. Los dos habían notado esa extraña semejanza y Entreri notó la leve tensión.

- No hemos sido convenientemente presentados, maese Jarlaxle, soy Vladimir Giurescu, señor de este castillo.

- Es un placer, maese Vladimir, yo soy Jarlaxle, jefe de Bregan D'aerthe.

Entreri se sorprendió, se diría que Giurescu y Jarlaxle acababan de desafiarse silenciosamente. No se le había escapado el tono pretencioso en la presentación de ambos. No se gustaban, por mucho que se sonrieran mutuamente.

- Aun no se ha puesto el sol.- Apuntó, viendo el leve resplandor en el horizonte.

- No temas, Entreri, un poco de sol no puede acabar conmigo.

Jarlaxle susurró un "lástima", que no pasó desapercibido a nadie y Entreri le dirigió una mirada asesina, no le convenía enfurecer a Giurescu en su estado.

- Tengo que hablar con mi socio... a solas.

Giurescu le sonrió y se marchó, no sin antes dirigir una venenosa mirada a Jarlaxle, que le respondió con otra similar. Entreri esperó a que se cerrara la puerta.

- ¿Qué demonios ha sido eso?.- Espetó al drow, que ahora sonreía como si la cosa no fuera con él.

- Nada, creo que no agrado a tu amigo.

- Giurescu no es mi amigo.- Repitió, ya fastidiado con el tema.- Y a ti tampoco te gusta él por lo que he visto.

- ¿Lo es?

- ¿Qué?

- ¿Es tu amante?

Entreri le miró con incredulidad, ¿era una coincidencia que aquellos dos hicieran las mismas preguntas el uno acerca del otro?

- ¡¿Os habeis propuesto volverme loco?! ¡No, no es mi amante!

Jarlaxle permaneció inmutable a su ira y se limitó a acomodarse como si le divirtiera.

- ¿Por qué te pones así? Es una suposición razonable.

- No veo porque. Tú preocupate de recuperarte cuanto antes, no quiero estar aquí mucho tiempo.

- ¿Fuisteis amantes de veras?

Entreri soltó un gruñido frustrado y salió de la habitación dando un portazo, ya era bastante malo que Giurescu le acosara con su antigua relación como para que Jarlaxle se divirtiera a su costa con el tema.

Si, se había acostado con Giurescu, pero era algo en lo que no quería pensar.

- Se te ve preocupado, Entreri.

Voica, la vampiresa era la mayor de las damas, se notaba en su porte, en su poder intangible pero presente, estaba por encima de las demas con una sabiduría que se adivinaba en sus hermosos ojos negros como el azabache. Era altiva, y Entreri sabía lo poco que la agradaba la atención que Entreri atraía. Que Giurescu amara a todas sus damas era permisible, pero Entreri parecía ser harina de otro costal.

- Me gusta estar aquí lo mismo que a ti te agrada mi presencia, Voica, ya lo sabes.

- Lo que hace feliz a mi señor me hace feliz a mi, y cuando él está disgustado yo también.- Replicó Voica.

- Ya, sois una magnífica pareja.

Voica le miró con furia y se acercó para sisear con los ojos encendidos.

- Si haces daño a Vladimir te arrancaré la piel a tiras.

Entreri no dudó de la veracidad de sus palabras pero se rió de la idea de poder hacer daño a Vladimir, el vampiro no necesitaría la ayuda de Voica para matarle.

- El desayuno está servido, no hagas esperar a mi señor.

Entreri se alegró de apartarse de Voica aunque fuera para encontrarse con Giurescu.

Apenas había entrado en el salón cuando, con una celeridad sobrenatural, Giurescu le aplastó contra la puerta, acorralándole con fuerza y dejándole sin aire por el golpe y la presión de aquel cuerpo duro como el marmol contra el suyo.

- Eress mio.- Le siseo Giurescu con fiereza, toda pretensión humana abandonada.

Los colmillos afilados como dagas arañaron la piel de su cuello.

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Jarlaxle intentó incorporarse pero un fuerte mareo le obligó a reclinarse de nuevo, aun tenía fiebre y dolor de cabeza, aparte de tos. No, aun necesitaba reposo.

Aquel tal Vladimir Giurescu no le gustaba, claro que los vampiros tenían ese efecto en los vivos a menos que usaran su poder de encantamiento con ellos. Pero este vampiro en particular le daba muy mala espina, como una aversión natural. Quizá era el modo en que se dirigía a Entreri o le miraba, como si tuviese algún derecho de propiedad sobre él. Giurescu había querido marcar su territorio desde el principio y era obvio que consideraba a Jarlaxle una molestia.

- Buenas noches, ¿se encuentra mejor?

Una joven entró en la habitación, probablemente una vampiresa, aunque tenía el aspecto de una moza de apenas quince años.

- Me llamo Anna, y voy a ser su enfermera, señor....

- Jarlaxle, y estaré encantado de ser atendido por tan precioso ejemplo de belleza femenina.

La muchacha se ruborizó intensamente y jugueteó nerviosamente con las mangas de su vestido. Debía ser una vampiresa muy joven para ser aun tan poco maliciosa.

- Le he traido el desayuno.

- Gracias, Anna... ¿puedo hacerte unas preguntas? Me temo que mi amigo Artemis no es muy hablador y apenas me explica nada.

Lo dijo en broma y Anna rió con él.

- Es muy parco con las palabras, ¿verdad?.- Coincidió la joven.- Se le da mejor actuar.

- Vaya, de modo que le conoces, y el muy egoista no me había dicho nunca nada de ti.

Anna se sentó a su lado, al parecer estaba encantada de conversar con él, probablemente un hombre con seis mujeres no concedía demasiado tiempo individual a cada una de ellas y ahora Anna disfrutaba de atención personalizada.

- Siempre fue muy callado, cuando le conocí yo aun era.... mortal.

Había un deje de tristeza en su voz, Jarlaxle comprendio que Anna solo llevaba unos años como vampiresa y aun añoraba lo que era estar viva.

Los vampiros eran criaturas extrañas, no había dos iguales, unos eran románticos asesinos, otros sádicos ambiciosos, algunos lamentaban eternamente lo que eran y otros medraban extendiendo su maldición.

- Giurescu y el se conocen, ¿cómo se conocieron?

Anna se encogió de hombros.

- Yo no estaba aun, cuando Vladimir me trajo aquí ya se conocían.

- ¿Se separaron de mala manera? Artemis no parece contento de verle.

- Artemis fue fuerte, no como yo, él huyo antes de que Vladimir le matara.