Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 5. RecuerdosEntreri había viajado como si se tratase de un trampero, atravesando Tashalar como un cazador más que fuese a los bosques al empezar el invierno. Había tenido que viajar durante tres semanas para llegar a una villa al abrigo de las montañas, un pueblo fuerte, de casas de piedra y suelo empedrado. No cabía duda de que evitar el pago de tasas enriquecía a sus habitantes.
Gracias a su disfrad, Entreri no llamó la atención más de lo que lo habría hecho cualquier recién llegado. Un par de hombres se limitaron a preguntar cosas comunes, de donde venía, a donde iba... una vez satisfecha su curiosidad le dejaron en paz.
No obstante Entreri no vio ninguna construcción que pudiese albergar a un noble ni un castillo cercano. Finalmente no tuvo mas remedio que preguntar al tabernero procurando no generar sospecha alguna.
- He notado que no hay alcaldía en vuestro pueblo.
- Y no la hay, joven señor. No tenemos alcalde sino un Señor.
A Entreri no se le escapo el ligero espasmo en la cara del tabernero al mencionar al señor de la villa. Extraño, teniéndo en cuenta que gracias a él se enriquecían.
- ¿Y donde vive vuestro señor? Supongo que se necesitará su permiso para cazar en estas tierras.
- Hace poco que eres trampero, ¿verdad, muchacho?.- Rió el hombre.
Entreri sonrió admitiendolo como lo haría un novato al que han pillado como tal.
- Nadie caza por aquí, y nadie se atrevería a ir a ver a Giurescu.
El tabernero habló susurrando, inclinado sobre la barra.
- Por aquí no le vemos mucho, apenas sale del castillo, oculto en las montañas solo un traicionero paso lleva hasta él. Pero siempre ha habido un Giurescu en ese castillo, lo hubo en tiempos de mi abuelo y el abuelo de este, y puedo asegurarle, joven señor, ¡que siempre ha sido el mismo!
Entreri solo tuvo que convertir su consternación en una clara expresión de asombro para que el tabernero y dos de los comensales se apresuraran a contarle todo cuando sabían del tal Giurescu, entusiasmados por la idea de contar asombrosas historias a un joven impresionable.
- Vive en un gran castillo, oculto y protegido. Y lo mas asombroso, vive solo, no hay guardias en sus torreones ni en el paso, no tiene soldados.
- Ni falta que le hacen.- Terció un hombre curtido.- Giurescu gobierna sobre todas las bajas bestias, los cuervos y los lobos de las montañas le obedecen. Y los lobos de las montañas son grandes como caballos.
- El mismo Giurescu puede transformarse en lobo.
- Pero... ¿es un mago?
A Entreri no le hacía ninguna gracia que Basadoni no hubiese comentado que su objetivo bien podía ser un mago o hechicero poderoso. No es que le importase pero prefería estar preparado.
No obstante, los hombres intercambiaron risas, como si compartieran un gran secreto.
- No, o al menos no creo que lo sea.
- ¿Sabe porque le he dicho que siempre hemos tenido el mismo Giurescu?
Entreri se encogió de hombros y tomó un sorbo de cerveza.
- Pues porque es inmortal, Giurescu es un wampir.
- ¿Un vampiro?
Los tres hombres asintieron con semblantes algo mas sombrios, parecía que acababan de recordar que su historia no era tan divertida. No debía ser agradable tener a un depredador de humanos como amo y señor.
Entreri fingió aprensión y recibió una amistosa palmada en la espalda.
- No tema muchacho, marche antes de que anochezca y se asegurará un camino libre.
- Gracias por el consejo, de hecho lo seguiré inmediatamente.
- Haces bien, que los dioses le acompañen joven señor.
Entreri salió de la taberna y pensó en todo lo que había oido. Giurescu, ¿un vampiro? No lo creía muy probable, si realmente era un vampiro viejo el consorcio que le quería ver muerto ya sabría de esa condición mediante espias, se lo habrían dicho a Basadoni.
A menos que quisieran ocultar esa información, quizá imaginaban que Basadoni enviaría a Entreri y esperaban que el vampiro eliminara al asesino mas eficaz de la cofradia, para debilitar así la posición del bajá. Alguien debía haberse hartado de la silenciosa amenaza de tener a Entreri en las reuniones.
Pero quizá era muy rebuscado, el consorcio no viajaría hasta Calimshan y urdiría todo aquello para eliminar a Entreri, no valía la pena tanto esfuerzo por un asesino al que apenas conocían dada su lejanía.
Era mas probable que la historia de que Giurescu era un vampiro fuese una superstición local, un miedo instalado en los lugareños por tener un amo que se recluía en exceso.
En cualquier caso, fuera o no un vampiro, Entreri no iba a detenerse por ello. La única diferencia radicaba en una mayor dificultad y el hecho de que tras matarle tendría que decapitar el cuerpo para asegurarse de haber terminado.
El castillo tenía que tener un acceso desde la villa, Entreri no intentó hacer averiguaciones sino que miró el mapa que había adquirido y buscó la zona que mejor se adecuara a la descripción de la ubicación del castillo.
En cuanto a la subida, el principio fue facil, a pesar de que el camino no estaba marcado. La senda apenas era visible, pasaba entre dos colinas en la base de un peñasco inaccesible y seguía por una elevación de piedra y roca hasta una ancha grieta , que subía casi en vertical a una falsa meseta al pie de una segunda linea de colinas aun mas empinadas. Estas eran salvajes y boscosas, de árboles macizos y viejos, pero una senda se abría entre ellos.
Entreri ascendió sin dificultades, aunque aceptaba que lo que para él había sido nada mas que un paseo, para un ejército hubiese sido una tarea imposible. Tenía razón el consorcio al preferir enviar a un hombre solo.
La luz de la luna llena ayudó a Entreri a viajar adecuadamente de noche y finalmente salió de entre los bosques y se encontró en la cresta de unos montes en forma de cúpulas, de tierra escasa y poca vegetación; mas allá, en una honda depresión , se extendía una llanura pedregosa hasta las oscuras formas de los negros acantilados. Hacia el norte se elevaba más y formaba unos picos, bajo los picos, como un enorme murcielago agazapado en aquellas alturas, estaban las vacilantes luces de un castillo.
- La casa del vampiro.- Entreri se burló pensando en lo natural que era que los aldeanos hubiesen creado tanta leyenda en torno a Giurescu.
Un par de cuervos graznó a su espalda y Entreri casi esperó que echaran a volar en dirección al castillo.
No fue así, de modo de continuó su camino, Cruzó la depresión pedragosa hasta el acantilado y empezó a subir por el estrecho camino tallado en su cara casi vertical.
El camino estaba como pegado a la negra piedra del acantilado, en algunos sitios se había desmoronado y apenas tenía la anchura para que pasara un hombre. El viento nocturno tiraba amenazadoramente de Entreri mientras avanzaba hacia aquel desconocido nido de águilas que era su destino.
Un leve sonido le puso en guardia.
Entreri miró hacia delante, al lugar donde el sendero desaparecía alrededor de la curva del acantilad. Recortadas sus siluetas contra el espacio estrellado, se erguían formas lobunas con brillantes ojos feroces. Dos al frente.
Tras lanzar una maldición, Entreri miró hacia tras y vió otros dos lobos o mas bien sus ojos bañados por la luna.
No sabía si dar credito a la historia de que Giurescu comandaba a los lobos, pero si podía dar veracidad a que, aunque no fuesen como caballos, los lobos de las montañas eran enormes.
Los lobos habían elegido el campo de batalla y le habían rodeado. Pero Entreri no dudo ni un instante de su victoria.
Las bestias atacaron a la vez, con letal sincronización, y Entreri les recibió con daga y espada listas para recibir la carga. No debía subestimar a las bestias, por instinto sabían bien como matar, y no sufrían las distracciones que podían padecer los humanos, Entreri siempre había sabido admirar esa capacidad.
La principal dificultad en ese momento era el campo de batalla, Entreri gruñó mientras intentaba mantener los pies afianzados sin por ello anclarse en una postura, lo que daría a los lobos puntos perfectos para atacarle. Un lobo atacó por debajo, sin duda intentado agarrarle la rodilla y Riente le hizo un tajo en la cara, sesgándole un ojo y desgarrando el hocico. La bestia gimió miserablemente pero atacó con furia renovada.
Las ventajas de Entreri eran su inteligencia y que los lobos solo podían atacarle de dos en dos, de modo que a veces los lobos rezagados estorbaban a sus compañeros.
El lobo que le atacaba desde atrás se envalentonó por los feroces avaces del herido y intentó cargar y derribarle. Entreri giró sobre si mismo y en un solo giro completo su espada rasgó el aire con un silbido y rebanó el cuello de la bestia, que cayó por el precipicio. No había tiempo de alegrarse, pues su compañero ocupó su lugar al segundo y dirigió un mas seguro ataque al torso, no obstante, Entreri aprovechó el impulso del giro anterior y, en una arriesgada maniobra, se impulsó hacia el acantilado, quedando al borde del abismo y dejando que el lobo se confundiera y se adelantara demasiado, entorpeciendo a su compañero.
Eso le dio tiempo para atacar el flanco del animal con la daga y matarlo apuñalando entre sus costillas y empujandolo hacia la pared, quedando así de nuevo en suelo fime y con enemigos solo en el frente, a los que alejó un poco con un reves de espada.
Una vez en posesión de la baza ganadora, Entreri atacó con ferocidad par a la de los lobos, atacando con tajos rápidos y eficazes, debilitando al lobo herido en la cara, que cada vez se comportaba de un modo mas desesperado.
A Entreri le extrañó, los animales no atacaban de ese modo, al perder a dos compañeros lo natural era que aquellos lobos ya se hubieran retirado. Sin embargo seguían alli.
Desangrandose, la bestia acabó por despeñarse, dejando paso al último lobo, que echaba espuma por la boca de pura rabia, Entreri tuvo especial cuidado con este lobo, se veía lo sufucientemente enloquecido como para atacar a la desesperada.
Entreri había luchado con espadachines que le habían dado menos problemas que aquella bestia sin inteligencia. El animal se movía con velocidad, atacando y retrocediendo con rapided, Entreri pudo oler el aliento del lobo ante su cara antes de clavarle su daga bajo la quijada punzando el cerebro.
Con el camino libre, Entreri se dio buena prisa en continuar su camino antes de que apareciesen mas dificultades.
Y las hubo.
Había un puerto en la cadena montañosa, pero la hendidura de las montañas no era completa. El acantilado por cuya cara había caminado conducía al fin a una alta cresta que se alzaba dividida en dos picos gemelos. Y allí, a horcajadas sobre el desfiladero, donde este se estrechaba, aferrándose a las dos caras opuestas y apoyado en el centro se alzaba el castillo Giurescu.
Cuando se acercaba, Entreri masculló una sarta de improperios, los lobos bajaron por el sendero del acántilado, viniendo del castillo, y no eran solo cuatro de ellos. Era una manada que avanzaba directamente hacia él.
Dar media vuelta no era una opción, no podría dejar atrás a los lobos, sería un gasto de energia inutil, combatir a la manada, por otra parte, era algo imposible, no podía hacer frente a tantos enemigos a la vez, aunque matara a la mitad de ellos el resto acabaría con él. Entreri escupió y se preparó para lo peor.
- ¡Venid, aquí hay muerte para todos!
Los lobos no respondieron a su desafio. Se detuvieron a unos metros de él, inquietos, los que iban delante olfatearon nerviosamente y movieron la cabeza mirando de un lado a otro. Parecía que esperaban algo, una orden.
- ¡Vamos, ¿quién será el primero?!
Los lobos se movieron, pero no hacia él. En lugar de eso se volvieron, se apartaron y dejaron un sendero entre ellos, mirandole pero sin hacer ninguna mueca amenazadora, sin gruñidos ni orejas aplastadas.
Entreri comprendió que aquellos lobos no eran atacantes, eran una escolta.
Al parecer Giurescu realmente dominaba a los lobos. Los primeros le habían atacado, ahora el noble parecía querer verle en persona.
Un engreimiento que pagaría caro, pensó Entreri mientras avanzaba.
Los lobos le siguieron.
El camino se ensanchó, se convirtió en una avenida flanqueada de altos y oscuros pinos, sobre una nivelada y amplia franja de piedras. A la izquierda, más allá de los pinos, unas rocas lisas y negras se alzaban verticalmente como montañas seccionadas. A su derecha, los árboles eran un tupido bosque que descendía por un lado de la garganta para ascender por el otro. En en fondo fluía y gorgoteaba el agua de un rio negro.
Por fin se encontró ante el antiguo castillo. La sillería era maciza, aunque antigua, a ambos lados del desfiladero se alzaban altas torres, cuadradas y firmes, con ventanas en arco y fortificaciones, cornisas y balcones con profundas troneras.
El edificio central, no obstante, parecía haber recibido mas atención y tenía añadidos mas modernos, livianos y con amplios espacios que no precisaban de tantos contrafuertes.
Los lobos empezaron a marcharse a medida que se aproximaban al castillo.
Un foso no muy ancho, excavado en la roca y sembrado de estacas era la sencilla defensa de la entrada. Y allí estaba la puerta, un pesado portón de roble, reforzado con hierros y con puente levadizo. Y justo mientras miraba, la puerta se abrió con un leve gemido.
Y Vladimir Giurescu, solo, apareció en el umbral.
