Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 8. La Dama asesina y RecuerdosNo sabía cuanto había dormido hasta que un leve sonido le despertó, una mujer entró por la ventana, sin duda una de las damas.
Podría haber sido Anna, pero Anna no entraría a hurtadillas...
Permaneció quieto, fingiendo que seguía dormido, esperando a saber que quería la intrusa. Esta se movía en silencio, aunque no el suficiente para los finos oidos del drow.
El peso en la cama, el siseo de impaciencia... una de dos, o bien venía en busca de sangre o de sexo. Y por desgracia lo primero era mas probable, parecía que la veda del drow se acababa de levantar.
Un embriagador aroma llenó sus sentidos y los largos cabellos rizados cayeron sobre él mientras la boca de la vampira se acercaba peligrosamente a su cuello.
Cuando sintió las puntas afiladas de los colmillos decidió no esperar más.
Agarró los largos cabellos y tiró de ellos al tiempo que se incorporaba, la vampira chilló de dolor y Jarlaxle se alegró de haberse acostado vestido y con las dagas en su sitio.
La vampira le miró con la cara transformada en la mueca de una bestia de boca desencajada y supo que iba a necesitar mucha suerte para librarse de esta.
Entreri vagaba por una de las torres sin un objetivo en especial, sencillamente quería estar solo y pensar. Los ruidos nocturnos resultaban relajantes siempre y cuando se estuviese en el estado animico adecuado, pero ahora a Entreri le estremecían.
Subió las escaleras sin prestar apenas atención a su entorno hasta que empezó a sentir que conocía aquella zona. Intrigado, se interesó mas por lo que le rodeaba y se percató de que aquella ala de la torre eran las habitaciones de Giurescu.
Las que ambos habían compartido.
No quería redordar, pero sus pies le llevaron frente a una puerta que no pudo evitar abrir. El dormitorio de Giurescu.
En aquella habitación naturalmente no había ventanas, una gran cama que podía dar cabida a tres personas dominaba la habitación, que tenía una decoración escasa pero perfecta. Olía a sándalo...
Entreri despertó oliendo sándalo, no era desagradable pero le extrañaba. Recordó que Giurescu le había drogado y recordaba los colmillos...
En un acto reflejo inmediato se llevó una mano al cuello y se palpó la piel en busca de heridas. No encontró marca alguna y observó su situación actual.
Estaba en un dormitorio, tendido en una cama suave y amplia, una gran chimenea caldeaba el ambiente frente a la cama y frente a las llamas estaba Giurescu.
No vió sus armas, tampoco lo esperaba, ni nada que pudiese ser usado como tál, solo se tenía a si mismo, no era muy alentador contra un vampiro.
- Apuesto a que ya has hecho recuento de entradas y salidas de esta habitación.
Entreri fulminó con la mirada a Giurescu, que chasqueó la lengua como si encontrara todo aquello muy divertido, sin duda lo era, pero solo para el vampiro.
- ¿Qué quieres?
Giurescu no contestó, solo le miraba. Le recorría con la mirada, de arriba abajo.
Y el brillo de sus ojos delataba hambre, pero Entreri observó que la mirada del vampiro no se detenía en zonas que provocaran hambre de sangre. No, Giurescu tenía otro tipo de hambre, o eso o le gustaba obtener su sangre de zonas erogenas.
Entreri sonrió con toda la prepotencia del joven que se sabe deseado, Giurescu era un hombre atractivo, peligroso y poderoso, una mezcla tentadora. Y quizá era reminiscencia de la droga o mas probablemente sus hormonas de adolescente, en ebullición por falta de atención, pero se sentía algo perverso.
Se quedó tendido y miró al vampiro con una sonrisa de lascivia casi pareja a la suya.
- ¿Ves algo que te guste, Vladimir?
El vampiro se relamió.
- Oh, si, lo veo.
Entreri cerró la puerta del dormitorio como si así pudiese cerrar los recuerdos, pero aquella noche estaba clara en su mente. Giurescu y él habían yacido en aquella cama y fornicado como leones, el vámpiro era un amante incansable y Entreri un adolescente con toda la fuerza de la juventud. Tampoco podía olvidar que para él, el mayor de los afrodisiacos había sido el hecho de que Giurescu fuese mas fuerte que él.
Entreri se apoyó en la pared y sintió que se excitaba al recordar aquella situación. Sin duda nunca más había vuelto a tener un sexo tan satisfactorio, tan exigente y agotador. El vampiro no había necesitado morderle para dejarle exhausto, le había tomado con fuerza, boca abajo, boca arriba, de costado y cabalgando, había exprimido todas las fuerzas de Entreri, excitándole cuando parecía que ya no podía dar más, tomándole con fiereza, tocándole en todo momento, sin dejarle recuperar el aliento o pensar en nada mas que en lo que hacían.
Entreri no podía recordar cuantos orgasmos había tenido, solo que al terminar ni siquiera se había dormido, sencillamente se había desmayado.
Y no había sido la ultima vez que lo habían hecho.
Era suficiente, necesitaba un baño de agua fria. Entreri maldijo entre dientes y se holgó los pantalones intentando aliviar la presión sobre su miembro hinchado. Maldito fuera, ya no era un jovenzuelo, no era el momento mas adecuado para tener erecciones por los pasillos de un castillo de vampiros.
Vió movimiento por el rabillo del ojo pero cuando se giró no vio a nadie, esperaba que las damas de Giurescu tuviesen el detalle de dejarle en paz por una sola vez.
No había abandonado la torre cuando vió a Giurescu cortándole el paso en las escaleras.
- Voica me dijo que me necesitabas, ya veo porque.
Entreri anotó mentalmente la necesidad de coserle la boca a Voica, sin duda había sido ella quien le había visto antes, con una inoportuna erección.
- Voica debería meterse en sus propios asuntos, dejame pasar.
- ¿Por qué, cuando es obvio que pensabas en mi?
- Estas muy seguro de ti mismo, quiza no son tus atenciones las que quiero.
Giurescu exhibió una amplia sonrisa de confianza que no gustó lo mas mínimo a Entreri, algo había hecho el vampiro.
- ¿Y en quien pensabas? ¿El drow acaso?
- Si conocieras a Jarlaxle ni lo mencionarías, es tan mujeriego que no podemos estar en las posadas sin que una camarera desaparezca de su puesto toda la noche.
Para desconcierto de Entreri, Giurescu se echó a reir a carcajada batiente.
- ¿Qué es tan divertido?.- Preguntó al fin.
- Que el drow babee por ti y tu no te des cuenta.
¿Jarlaxle? Entreri no podía dar crédito a lo que oía, Jarlaxle nunca había dado indicacion alguna de que le atrajeran otros hombres, y desde luego no había hecho insinuación alguna a Entreri, y eso que habían estado mucho tiempo juntos, desde Menzoberranzan el drow había tenido oportunidades de sobra para hacer avances. Entreri podía admitir que Jarlaxle era atractivo e interesante, pero ni se le había pasado por la cabeza...
- Dices tonterías.
- Dejemonos de tonterias entonces.
- Deja de acosarme.
- Demuestrame que no te gusta.
El ataque fue tan repentino que Giurescu no le vió venir, Entreri le cruzó la cara de un puñetazo y el vampiro le miró consternado y palmándose la dolorida mandíbula aunque era obvio que a Entreri le dolían aun más los nudillos.
El tiempo pareció detenerse mientras el rostro de Giurescu se contorsionaba, enseñando sus hileras de dientes afilados en una horrenda mueca.
- ¡Artemis! ¡Artemis!
La voz de Anna no podía haber llegado en mejor momento. El rostro de Giurescu volvió a la normalidad y Entreri se apartó de él para dirigirse hacia Anna, que llegaba corriendo, asustada.
- ¡Artemis!
Anna miró a Giurescu y a Entreri y se quedó paralizada, como si no supiera que decir o que la había llevado hasta allí. Entreri sospechó pero, ¿acaso no había mencionado Giurescu "al drow"? Y ahora Anna buscaba ayuda y de pronto callaba al ver a su señor...
- ¡Jarlaxle!.- Exclamó enfurecido.
Apartó a Anna de su paso y saltó por las escaleras, no se detuvo a comprobar si le seguían, corrió al máximo de su capacidad, atravesando las salas hasta alcanzar su habitación, donde había dejado a Jarlaxle.
No tenía que haberle dejado solo. Cogió el picaporte pero ni siquiera pudo girarlo, alguien debía haberlo bloqueado magicamente. Al otro lado de la puerta pudo oir sonidos, un golpe, un grito...
No esperó más, desenvainó y atacó el picaporte con su espada, lo hizo saltar en pedazos y echó la puerta abajo a patadas.
- ¡Justo a tiempo, amigo mio!
Efectivamente, justo a tiempo, Jarlaxle estaba en el suelo, y sobre él, aferrándole y . lacerandole los hombros con manos como garras. El rostro era irreconocoble, con los ojos convertidos en ranuras inyectadas en sangre y la boca ocupando la mitad de la cara como un cepo a punto de cerrarse sobre Jarlaxle.
Solo la melena pelirroja rebelaba que se trataba de Catherine.
- ¡Apártate de él!
Catherine aulló y saltó hacia delante, parecía desesperada, no era normal.
Resultó estremecedoramente facil empalarla en su espada. Catherine miró horrorizada la espada que le atravesaba el pecho y después a Entreri.
- Ella me dijo... ella me dijo...
La voz era un gimoteo mas que otra cosa. Catherine se echó hacia atrás, liberándose del filo de la espada, Jarlaxle sacó su sable para decapitarla pero Entreri le hizo una silenciosa seña para que esperara.
- ¿Quién? ¿Qué te dijeron?
- Si le mataba, si acababa con él drow... ella dijo que Vladimir me haría la primera... si le mataba...
Una guerra interna por el poder, instigada por una dama para ocupar el puesto de otra.
Catherine había atacado a Jarlaxle por una promesa de mayor afecto y era mas que probable que la instigadora esperase que los invitados la matasen.
Jarlaxle asintió y decapitó a la vampira, que en su angustia había olvidado la presencia de su primera presa.
El cuerpo antaño joven y hermoso se deshizo al pasar por él todos los años de vejez que había evitado gracias a la sangre ajena. Al rato solo un montón de cenizas quedaba en el suelo de la habitación.
- Lástima.- Suspiró Jarlaxle.
- Siéntate, hay que curarte esas heridas.
Jarlaxle obedeció, y cuando se sentó varias plumas del desvencijado colchón volaron por los aires, cayendo como copos de nieve.
- Que bonito.- Comentó el drow.
Entreri suspiró y pensó en cual sería la reacción de Giurescu, el vampiro parecía apreciar mucho a sus damas, pero probablemente consideraba que eran artículos adorables, como mascotas. Una existencia lamentable.
Nota de la autora: Esto se pone Slash por momentos, ojo al dato porque cuando empiezo no paro. A ver si me contengo un poco, que sino me paso del erotismo al porno. (¿A quien quiero engañar? Si me ocurre siempre).
