Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 10. Recuerdos: La traición
Entreri se dejó acariciar el cabello languidamente tendido en el regazo de Vladimir, era sorprendente lo que el vampiro conseguía de él, nadie mas hubiese conseguido que Artemis Entreri se comportase como un gato ronroneando.
Llevaba un mes y medio en el castillo, cada noche se levantaba pensando que ese día se iría, que tenía que regresar a Calimport, que no tenía sentido quedarse. Pero se quedaba, siempre se quedaba. Y así pasaban los días y las semanas.
¿Y por que irse? Estaba a gusto, de hecho nunca se había sentido de ese modo, noche tras noche la compañía de Vladimir le proporcionaba placer, conversación, acción... acostumbraban a salir juntos al bosque, a cazar, a combatir como en un entrenamiento, y Entreri sabía admitir que había aprendido mucho de Vladimir, que era un excelente espadachín. Otras veces estaban en la biblioteca, Entreri no era un lector entregado pero le gustaba el lado practico de la lectura, el vampiro le hablaba del mundo, del pasado de los paises, de otras tierras lejanas, de batallas olvidadas.
Y la mayor parte de las veces Vladimir dejaba de lado aquello que hiciesen y le besaba para despues hacerle el amor allá donde estuviesen, raramente tomándose la molestia de ir hasta un dormitorio. Entreri disfrutaba de aquellos encuentros casuales, que eran tan intensos como el primero.
Ahora, relajado en el post-orgasmo, se permitía bajar todas sus barreras, dejar que las manos de Vladimir fueran donde quisieran. Le perturbaba y a la vez le encantaba poder hacer aquello. ¿Confiaba en Vladirmir? Si. Hacía tiempo que había decidido no confiar en nadie, pero Vladimir era diferente. A él se entregaba.
- Te amo.
De pronto Entreri sintió que se le paraba el corazón en el pecho.
- ¿Qu... qué?
- Te amo.
Vladimir le acababa de decir... ¿qué le amaba? Entreri se incorporó escandalizado. No sabía que significaba aquello, el sexo era magnifico, la compañía muy agradable... pero no había imaginado aquello. ¿Amor? Vladimir era un vampiro, él un asesino, ¿qué demonios quería decir?
- No digas eso.
Vladimir le sonrió con dulzura y le acarició los hombros.
- ¿Qué te extraña? No crees en el amor, eso ya lo se. Pero yo si creo en él.
Entreri gruñó molesto y volvió a acostarse en el regazo de Vladimir, pero esta vez fruncía el ceño. A veces daba la impresión de que le gustaba enfadarle, a veces le decía tonterías solo para reirse de su ira.
- Eres muy inteligente para algunas cosas, para otras no hay quien te entienda.
- Tú podrías, pero aun hay barreras entre nosotros.
Entreri no quiso escuchar nada más, ayer habían discutido acerca de ese tema. Giurescu le había ofrecido convertirle en vampiro y Entreri se había negado. Vladimir insistía en que la transformación sería maravillosa para él.
- No quiero hablar de ese asunto.
- Oh, vamos, eres el humano mas cabezón que haya pisado Faerun.- Se burló Vladimir.- Únete a mi, dices que quieres ser el mejor asesino, con mi regalo puedes serlo facilmente.
Entreri se incorporó, dispuesto a irse de la habitación, pero Vladimir le sujetó con firmeza y volvió a tenderle en la cama. Entreri gruñó como un animal acorralado pero finalmente tuvo que dejar de resistirse a la fuerza del vampiro.
- No quiero, suéltame.
- Como quieras.- Vladimir le soltó y le miró con expresión herida.- Pero tu rechazo me duele.
Entreri sonrió con prepotencia y apoyó los brazos en los postes de la cama, de pie, desnudo como había venido al mundo. Tal y como esperaba, los ojos de Vladimir relucieron.
El deseo que despertaba en Vladimir era para Entreri un gran incentivo para su ego.
- Si continuas insitiendo con ese tema, quizas acabe harto y... me vaya.
- Naah, ¿crees que podrías vivir sin mi?.- Replicó Vladimir relamiéndose.
- Te crees muy bueno, quizá un día decida que me gusta otro tipo de hombre, no deberías forzar tanto mis deseos. Si no quiero ser un vampiro, no quiero, y ya está.
Vladimir no dijo nada, sino que apartó las mantas y se tendió en la cama, con las manos tras la cabeza y un guiño picarón. Entreri se mordió el labio sabiendo a que jugaba el vampiro, ya lo habían hecho otras veces, tarde o temprano uno de los dos cedería y se lanzaría sobre el otro.
Y por la sonrisa de Vladimir Entreri sabía que esta vez le tocaba a él acudir a la llamada de la naturaleza.
La noche siguiente empezó con mal pie, Entreri encontró a Giurescu ya en su cama, eso no le disgustaba. Lo que le disgustaba era el brillo en aquellos ojos, que eran mas ferales que otra cosa.
- ¿Vladimir? ¿Qué quieres? Apenas se ha puesto el sol
- Se uno conmigo.
Entreri tensó la mandíbula con furia, no podía soportar aquella actitud de Vladimir, su... relación había sido agradable y distendida hasta el momento, aquello era absurdo.
- No quiero. Lárgate.
- Esta es mi casa, no tengo porque irme.- Replicó Vladimir con severidad.
- Entonces me iré yo.
Y esta vez iba en serio, ya era bastante malo para su reputación que Vladimir siguiera con vida, aunque el vampiro había decidido pagar comisión a los estúpidos de Tashalar para acabar con el problema. Tarde o temprano tenía que regresar a Calimport, y dada la situación sería hoy mismo.
- No quiero que te vayas.
- Quizá no me importa lo que tu quieras, a ti tampoco te importan mis deseos, de modo que no veo cual es el problema.
- Quiero lo mejor para ti.
El colmo. Entreri se incorporó y apartó a Giurescu de su lado para levantarse, estaba enfurecido, nadie le daba ordenes de esa forma, mucho menos con la excusa de pensar por el y decidir por él. No era un pelele al que se pudiese manipular.
- No te pongas así.- Giurescu suspiró exasperado, como si hablase con un niño que no quería obedecer una orden sencilla.
- Se cuidar de mi mismo, Vladimir, no te necesito.
Vladimir le siguió con la mirada mientras se vestía, Entreri le dirigió una mirada fulminante antes de coger sus armas y envainarlas en su cinto. Aquello se acababa ya.
- Entreri, no hagas esto.
- ¿Por qué?
Pero no esperó respuesta alguna, no la quería, no quería oir tonterías acerca de que le amaba o arrogancias de que era lo mejor para su bienestar. El era Artemis Entreri, no una de las marionetas de Vladimir, esas damas esclavas, como la inocente y necia Anna, que había perdido la humanidad embelesada por la mirada del vampiro.
Abrió la puerta de la habitación y salió hecho una furia, oyó a Vladimir llamarle con un deje de angustia en la voz pero no miró atrás.
Apenas había llegado al vestíbulo del castillo cuando Vladimir le asaltó.
El impacto contra el suelo le dejó sin aliento pero logró recuperarse lo suficiente para sacar su daga mientras forcejeaba para girarse bajo Vladimir.
- No te resisstas.
Siseaba, Entreri notó el aliento de Vladimir en su nuca y forcejeó mas fuerte, logró mover el brazo armado con su arma mas preciada y logró asestar una puñalada en el hombro del vampiro. Vladimir aulló de dolor, afectando a Entreri como el aullido de una banshee, se sintió aturdido pero aprovechó el momento para escabullirse, aunque torpemente, de debajo de su atacante.
Vladimir no le dio mas tiempo, le agarró un tobillo y tiró hacia atrás con tanta fuerza que al caer, Entreri temió que le rompiera la pierna. Movió su daga en un arco para apartar la mano de Vladimir, pero la velocidad del vampiro impidió que le cortara.
Forcejearon, Entreri atacando ferozmente al tiempo que intentaba incorporarse, Vladimir esquivando y tratando de aferrar al asesino e inmovilizarle.
Al rato ambos estaban de pie, rondándose, Entreri con ambas armas preparadas y Giurescu con las uñas sacadas y los colmillos a la vista.
Quiza al final si que cumpliría el encargo de matar a Vladimir, pensó Entreri.
El combate fue rápido, atacaron a la vez, daga y espada cortando el aire como un torbellino de filos, garras moviendose tan rápido que parecían diez dagas.
Pero por mucho que Entreri hubiese aprendido en aquel tiempo, Vladimir seguía siendo demasiado rapido, demasiado fuerte, con experiencia de siglos y conocimientos sobre su adversario. El vampiro acabó por propinarle un fuerte puñetazo en el vientre, completandolo con otro golpe en el torso, que le mandó al suelo sin aire y con una horrible sensación de entumedecimiento.
Había perdido la espada y Vladimir le arrebató la daga doblándole dolorosamente la muñeca, finalmente se encontró con el vampiro sentado sobre su torso, dificultando su respiración y sujetándole las muñecas con tanta fuerza que casi le cortaba la circulación.
- No quería llegar a esto, Artemis, de verdad que lo siento.
Entreri apenas podía hablar de modo que se limitó a escupirle mientras le propinaba rodillazos en la espalda, sin lograr el mas mínimo resultado, era como golpear un bloque de marmol.
Poco a poco la asfixia pudo con él y perdió el conocimiento.
Su despertar se parecia mucho a su primer encuentro con el vampiro, inconsciente para despertar despues en el dormitorio de Vladimir. Pero esta vez había diferencias, estaba desnudo, y encadenado al lecho. Y sabía lo que quería hacerle Vladimir.
El vampiro estaba sobre él, igualmente desnudo, pero su hambre no era la misma de siempre, esta vez la punta de sus colmillos relucía amenazadoramente. La hoguera de la chimenea era la única luz, proyectando un aura infernal alrededor de la oscura figura.
- Me he enamorado de ti.- Le susurró el vampiro.- No deseo solo tu cuerpo, quiero tu mente, quiero tu alma...
- Estas loco.- Entreri luchó contra las cadenas en vano.
- Loco si, loco por ti. Tengo sed de sangre y besos, quiero tocar tu piel, beber tu sangre... quiero que seas uno conmigo.
La piel de Vladimir era fria como un témpano al tocar su piel, solo la sangre podía calentarla y hacerle parecer vivo. Entreri sintió que se le ponía la piel de gallina.
La lengua de Vladimir rodeó su ombligo y comenzó a ascender con lentitud aterradora, se entretuvo en sus pezones y continuó hasta el cuello.
Entreri estaba paralizado, quizá por el poder sortílego del vampiro o quizá por el horror que le producía el amenazador roce de los colmillos en la suave piel del cuello, sobre el latido de la vena, que le parecía atronador.
Cuando los colmillos se clavaron en su piel, perforando hasta la sangre, Entreri no pudo contener un angustiado grito, mas de negación que de dolor.
Los sentidos se le embotaron, el efecto anestésico del mordisco extendiéndose por su cuerpo, dejándole desmadejado sobre la cama, temblando debilmente mientras Giurescu se fortalecía, mientras su sangre, su vida, fluía de su cuello a la boca de Vladimir.
Y pese a la amortiguada sensación, Entreri nunca había sentido tanto dolor, era un dolor interno que ya conocía, el de la traición.
