Cicatrices de lujuria, por Shun de Andrómeda y Shaka

Capítulo 4

Strange infatuation seems to grace the evening tide,
I'll take it by your side.
Such imagination seems to help the feeling slide,
I'll take it by your side.
Instant correlation sucks and breeds a pack of lies,
I'll take it by your side.
Over saturation curls the skin and tans the hide,
I'll take it by your side...
Without you... I'm nothing

Placebo

A primera hora de la mañana habían llegado a la costa francesa. No había vuelto al camarote en toda la noche, prefirió quedarse en cubierta, disfrutando de otra velada de insomnio. Entre la multitud que se arremolinaba para salir a tierra, distinguió su figura. Y de forma automatizada hicieron de nuevo el cambio de turno. Se portó la caja de Pandora a los hombros, iniciando el descenso.

El puerto de Perpignan era el punto de conexión marítima más cercano a la frontera pirenaica. Pese a ello, les separaban unos 100 kilómetros del inicio de la cordillera… Tras lo cuál habría que buscar el lugar donde entrenaba el aspirante a caballero, misión dificultada por la escasez de datos proporcionados por Santuario.
Habían emprendido marcha a pie para dejar atrás la población. Hacía calor. Odiaba el calor, no lo toleraba bien, y menos el de las montañas, seco y tedioso cuando el sol apretaba. El cansancio, la falta de sueño, la alta temperatura para aquellas horas de la mañana, y el tener a Shun delante de él en una comitiva tan silenciosa como la de la misma muerte, eran demasiados factores juntos. Era surrealista. Si no se contenía, estallaría en una risa desquiciada, alimentada por sus propios pensamientos…

Tenemos dos opciones… O hacemos todo el camino a pie, o robamos una furgoneta… Teniendo en cuenta que aquí se conduce en sentido contrario al de Japón y que nuestros pasaportes son falsos, podría ser emocionante…

Ironía, la única forma de vencer a su apatismo era seguir aquel estúpido monólogo en su interior. Quería perderle de vista. Había hecho esfuerzos sobre humanos para tratar de enterrar las puñaladas intercambiadas durante la discusión, pero era ardua tarea.

Crece un poco tú también y acepta la verdad, Hyoga, acepta tu destino como yo he aceptado el mío.

Y aquello implicaba cumplir la maldita misión, sin rechistar. Se limitó a mantener el ritmo, acelerado, mientras el sudor comenzaba a empañar su frente. Por primera vez en mucho tiempo, deseó estar en Siberia.

La mayoría del tiempo que quedaba del viaje en barco lo pasó con la cabeza metida en el water, y ahora, mientras caminaba por la cuneta de aquella carretera, aún podía saborear ese regusto agrio a comida rancia en su paladar. Pero aún no se le había quitado las náuseas, creyó que al pisar tierra la coctelera que parecía ser su estómago se calmaría un poco pero se equivocó, no todo su malestar debía proceder del zozobrar del barco, así que tenía que ser precavido e intentar aguantar las arcadas que de vez en cuando le sobrevenían ya que una de las últimas cosas que quería que ocurriese era que Hyoga lo viese vomitando.

Procuraba andar siempre delante, tener que vislumbrar la espalda del cisne todo el camino hubiera sido como meterse palillos de madera entre la uña y el dedo, y ya rumiaba comida ya engullida en su boca por lo que no quería rumiar en su cabeza escenas y frases ya pasadas que le recordaba su anatomía.

El metálico quitamiedos los separaba de la calzada, dónde los coches y camiones pasaban a velocidad de vértigo dejando tras de sí una estela de polvo que hacía toser y provocaba escozor en los ojos, además de causar un molesto e incisivo pitido agudo en el tímpano que no desaparecía antes de que pasase el siguiente coche como alma que lleva el diablo. La situación entonces era bastante incómoda en todos los sentidos posibles, lo que irritaba profundamente a Shun que notaba como empezaba a crecer un sentimiento de rabia contenida en su interior que no estaba muy seguro de poder controlar… y aún quedaban unos 100Km de tortura. Así que de repente, ante los ojos sorprendidos de Hyoga, saltó la barra de aluminio con un movimiento torpe que denotaba cansancio y empezó a andar por el arcén demasiado cercano a la carretera, con la mano extendida y el dedo pulgar mirando hacia el cielo. Entonces giró la cabeza hacia Hyoga el cual tenía expresión de tonto y le dijo:

-"Yo voy en coche, tú haz lo que quieras".

Le miró atónito… Era como si de repente le hubiera leído el pensamiento. No pudo creer que fuera a hacer lo que era evidente que pensaba hacer… Le hirvió la sangre. Aquello era aún más descabellado.

-¿Estás loco? ¡No podemos depender de terceras personas para esto! Se supone que tenemos que pasar desapercibidos.

Shun le ignoraba, seguía con la postura mirando hacia el fin de la carretera. Se acercó lo máximo que pudo, gritándole, mientras sacudía los brazos enérgicamente.

-¡Maldita sea, prefiero que nos gastemos lo que llevamos encima en alquilar un coche! Podremos dormir ahí si hace falta, pero me niego a viajar con alguien al que no conocemos. ¡Pero si no tenemos ni puñetera idea de francés! Y te recuerdo que no podemos separarnos mientras portemos la armadura, así que ya sabes, conmigo no cuentes. Además, creo que no sabes conducir, vas a necesitarme más de lo que piensas en las próximas 24 horas.

Qué borde había sido en las últimas frases. Pero le daba igual. Tenía comprobado que a esas alturas era la única forma de que le hiciera caso.

Para bien o para mal, tendrían que llegar a mutuo acuerdo. Y podía llegar a ser muy terco cuando se lo proponía.

Revolvió entre sus bolsillos y la pequeña bolsa que llevaba, buscando todo el dinero en efectivo que tenía. Supuso que Shun llevaría más o menos lo mismo. Ignoraba cuáles serían las tarifas, pero no podía costar más de lo que llevaban, y no se habían alejado tanto de la ciudad. Era lo más razonable, o por lo menos eso era lo que le decía la cabeza.

E iba a defender su postura. Como si tenía que ponerse en medio de la carretera y provocar un accidente para que le hiciera caso de una vez.

Debería tener controlados esos accesos impulsivos que de vez en cuando le daban, se suponía que ya disponía de ese autocontrol y calma que en su entrenamiento como caballero de Virgo había adquirido y se suponía que había aceptado con resignación la tarea encomendada y ello también incluía el tener que soportar situaciones como aquellas. Mentira. Lo cierto es que estaba irascible, Hyoga lo sacaba de sus casillas y estaba harto de soportar todo aquello, lo que provocaba una pastosa marea oscura en su interior que era imposible evitar que de vez en cuando se desbordase pringando todo de un denso lodo negro. Pero en fin, Hyoga tenía razón y por más que le fastidiase debían permanecer juntos, así que no le quedaba otra cosa que aguantarse. Y volvemos a empezar. Todo se estaba haciendo ya demasiado repetitivo en este círculo vicioso en el que daba vueltas arrastrado por corrientes invisibles, sutiles y persuasivas, pero a la vez demasiado dañinas.


Inhaló una ahonda bocanada y expulsó todo ese aire lentamente en un suspiro, mientras que con la mano se apartaba un mechón verde que le cubría los ojos.

- Me toca llevar la armadura. No creo que seguir discutiendo en esta carretera dejada de la mano de Dios sea mejor que morir en un accidente de tráfico contigo al volante.

Lo hizo por ofenderle, pero parece que no se dio por aludido, o simplemente no captó la puyada que le lanzó. Volvió a saltar el quitamiedos y se dirigió con parsimonia al pequeño pueblo que se divisaba no muy lejos de donde se encontraban. Pronto llegaría la noche y podría descansar y olvidar todo el día que se le antojaba eterno.

El camino hacia la aldea discurrió en un silencio sepulcral como ya venía siendo costumbre entre los dos desde que comenzó su viaje. Las calles eran estrechas y no estaban asfaltadas, apenas tenían varías piedras desperdigadas y acababa de llover, así que estaban caminando entre un incómodo barrizal calados hasta los huesos y con el pelo aplastado sobre la cara. Los vecinos parecían estar acostumbrados a esa llovizna de finas gotas tediosa e irritante que parece que va a amainar pero que no termina nunca. Ellos hacían sus labores con la menor despreocupación y el pueblo, a pesar de las inclemencias del tiempo, era un hervidero de actividad., por eso no se percataban de la presencia extranjera que como una compaña cruzaba las calles más perdidos que encontrados. Las armaduras comenzaron a pesarle demasiado y el cansancio de la caminata empezaba a pasarle factura, le dolía la espalda, los pies, los hombros y las piernas, ya no podía más con su cuerpo, pero aún le quedaban unas cuantas horas de camino.

No creo que seguir discutiendo en esta carretera dejada de la mano de Dios sea mejor que morir en un accidente de tráfico contigo al volante.

Se había salido con la suya.

¿Así que te apetece morir en un accidente conmigo al volante? No sabes donde te estás metiendo… - se dijo para sus adentros.

En el fondo el comentario le había resultado gracioso. Así que llevó lo mejor que pudo el volver sobre sus pasos en sentido inverso, bajo la lluvia y sin tener ni la más remota idea de cómo iban a ingeniárselas para llevar a cabo el plan.

Había sido idea suya, así que asumió todo el marrón. Y a base de preguntar en un inglés macarrónico consiguieron dar con lo que parecía una oficina destinada justo a lo que buscaban. Entró, dejando a Shun custodiando las cajas. Le costó un esfuerzo terrible hacerse entender y comprender todos los términos, las rutas y las condiciones, pero tras quince eternos minutos salió airoso con unas llaves y unos documentos.

Caminó hacia donde le habían indicado, y de entre todos los vehículos que allí esperaban bajo la lluvia, encontró la matrícula que buscaba.

- Es éste…

No era una carroza real, pero serviría. Estaba calado hasta los huesos. Se escurrió la melena lo mejor que pudo, la lluvia acumulada chorreaba por la espalda, lo cuál le resultaba bastante incómodo. Miró a Shun.

- Vete detrás si te queda hueco entre las armaduras… Aunque si te pones delante y vas siguiendo el mapa serías de gran ayuda.

Se acomodó en el asiento y ajustó los espejos. Sinceramente, hacía mucho que no se ponía ante un volante. Podría llegar a ser muy cabrón y hacerle pasar un mal rato. Pero desechó la idea, bastante mal estaban las cosas como para terminar de fastidiarlas con juegos estúpidos.

Intentó arrancar el coche. Calada en seco. Se quedó mirando al panel de control, como queriendo concentrarse.

Vamos Hyoga… No es momento de quedar en ridículo.

-¡Vaya! ¿Ya hemos llegado? Pues si quedaba tan cerca podríamos haber ido andando y nos hubiéramos ahorrado el alquiler… -Dijo con sarcasmo y desdén.

Volvió a intentarlo. Esta vez si logró sacarlo de allí. Le costaría un rato el acostumbrarse a conducir por la derecha. Siguió por el camino que indicaba la salida del pueblo. Shun tenia la mirada perdida en el papel, y de vez en cuando miraba por lo cristales, buscando algo. Finalmente, le oyó murmurar algo.

- Es por ahí… La salida.

La tomó. El camino estaba desierto. No se divisaba a nadie, lo cuál resultaba extraño, pues mientras andaban por aquella cuneta no paraban de pasar vehículos. Tal vez el camino que estaban siguiendo no era una ruta muy frecuentada.
Y así, sin más, condujo y condujo, hasta que la noche cerrada se echó sobre ellos. Silencio imponente, se podía cortar el aire con una navaja. Shun había acabado por ponerse en el asiento de atrás. De vez en cuando le miraba fugazmente a través del retrovisor. Tenía la vista perdida en algún punto de la oscuridad. Tan frío y distante…

Vislumbró una desviación hacia lo que parecía un pequeño terreno al borde de la carretera.

- Necesito descansar un rato…

Sin esperar respuesta, se metió en medio del camino de tierra, entre árboles, sin muestra alguna de civilización a varios kilómetros a la redonda, salvo la propia carretera, a unos metros de allí. Paró el motor y respiró hondo. Salió para estirar las piernas y respirar algo de aire. Estaba cansado, y un hambre atroz empezaba a invadirle. Alzó la vista al cielo. Las estrellas apenas se distinguían debido a la acumulación de nubes. La escasa luz de la luna comenzaba a ser nula, todo hacía presagiar que pronto volvería a llover.

Será mejor que reanudemos el viaje cuanto antes… - Se dijo.

Entró de nuevo en el coche, y accionó la llave para ponerlo en marcha. Nada.

Frunció el ceño, extrañado. Repitió la operación. Y nuevamente, no hubo forma. El motor hacía un ruido ahogado.
Y lo intentó, varias veces, a la par que iba perdiendo los nervios con cada nuevo intento. Salió al exterior, levantando el capó en busca de algún indicio.

Mierda, cuando me enseñaron a conducir un trasto de éstos en Siberia me dijeron que podría salvarme de algún apuro… Pero no fueron capaces de mostrarme como funciona el jodido motor.

Y mientras buscaba sin saber el qué entre aquel cúmulo de chatarra, empezó a llover a cántaros.
Cerró el capó con furia, a la par que soltaba a los cuatro vientos la mayor blasfemia en su propio idioma que se le vino a la cabeza.

Genial… Tirados en medio de la nada.

Estupendo… y lloviendo a cántaros.

Y nuevamente, tenía dos opciones: o pasarse la noche empapándose en el rabioso diluvio mientras aparentaba que reparaba el motor, o resignarse a entrar en el coche y esperar.
Tendría que tragarse el orgullo. Así que volvió a su asiento, limitándose a buscar en la bolsa que llevaba en la guantera, suspirando de alivio al ver que todavía le quedaban provisiones. Por suerte, era precavido para esas cosas.
Miró las cuatro galletas resecas que tenía guardadas. Cogió dos y se las tendió a Shun, sin mirarle.

- Tienes que comer algo. Como habrás podido comprobar, el coche no arranca. Será mejor que esperemos a que amanezca, dudo que podamos pedir ayuda a estas horas… De todos modos, no creo que estemos muy lejos ya de la cordillera.

En ocasiones como esta te odio más por hacer que te odie menos… pero tengo hambre.

Sostuvo la mano estirada hacia él un rato, hasta que notó como el santo de virgo finalmente las aceptaba. Comieron en silencio.

La oscuridad, el sonido del agua rompiendo en los cristales y el aluminio… Su presencia y los ecos de las hirientes palabras… Y de los hechos…

Se apoyó en la puerta de su lado, y estiró las piernas sobre el asiento del acompañante. Estaba cansado, pero le iba a resultar casi imposible conciliar el sueño.

Habían discutido. Se habían echado las cosas a la cara, escarmentando, asimilando que no habría más diálogos entre ellos. Y sin embargo… No le había dado una respuesta.

Necesitaba esa respuesta.

Así que… Lo hizo. Qué más daba… Le contestara o no, al menos lo habría intentado.

- ¿Por qué accediste a acostarte conmigo? Estaba seguro de que me partirías la cara, pero… Tu reacción me cogió de sorpresa. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por crueldad? ¿A cuántos te has tirado así?

Era como hablar con las paredes. Tenía un nudo en la garganta.

- Maldita sea mi suerte, que ni en esto me acompaña… Pues mi amigo, mi compañero y confidente, mi peor enemigo, pero también mi único amante, aquél que me robó el corazón, se encuentran todos bajo la misma piel…

Murmuró aquello más bien para sus adentros, sin esperar contestación alguna. Pues ya había perdido la esperanza de obtenerla.

"Plas plas plas" –aplausos- Creo que voy a llorar. Te felicito, has conseguido en... ehh ¿Cuántos años tienes? ¿Veintidós? -Shun continuó sin esperar a que contestara- en 22 años dar verdadera lástima. Eres toda una Víctima, con mayúsculas. ¿Por qué te niegas a entender? ¿Cómo tengo que decírtelo? O-L-V-I-D-A-L-O –así lo dijo, haciendo hincapié en cada una de las letras, dejando que cada una de ellas revolotease un rato por su boca como las bolas en el bombo de una lotería- Pero parece que no quieres… ¿Qué esperas? ¿Esperas que diga que estoy profundamente enamorado de ti, que me rinda ahora entre tus brazos y que follemos durante toda la noche en este sucio coche en medio de una tormenta? ¡Pues no! La verdad es que me dejé llevar, me apeteció y no me negué. Ahora me arrepiento de no haberme sabido controlar –en el fondo sabía que estaba mintiendo- Sólo fue eso, un polvo, ya está y sí, me acuesto con el primero que me da dos galletas, soy un putón. ¿Qué? ¿Contento? ¿Ya te has quedado a gusto? Ojalá caiga esta noche un rayo en el coche y nos parta en dos –Shun no sabe lo que es una jaula de Faraday- mientras dormimos, porque hasta eso es mejor que soportar tus escenas melodramáticas… ¡¿Por qué, dios mío, por qué?!

Y, como en cierto modo esperaba, Hyoga no tardó en descargar su puño sobre la cara de Shun, dejándosela hecha un poema mientras por su nariz empezaba a gotear un fino pero imparable hilillo de sangre que le estaba poniendo como una compresa usada. No se lo devolvió, sabía que se lo había merecido, así que se limitó simplemente a soltar un escueto y seco "Buenas noches" y se tumbó en el asiento trasero con la cabeza apoyada en la armadura de Tauro para descansar dando así por sentenciada la conversación, y la falsa cordialidad que entre ellos hubo desde que se bajaron del barco. Por hoy ya había tenido demasiadas emociones fuertes y no era lo mejor enzarzarse en una pelea con el compañero con el que debía llevar a cabo la misión.

No se durmió, estuvo aún un buen rato con los ojos abiertos mirando fijamente la tapicería de sky marrón que recubría los asientos y que daba un calor sofocante además de dejarte pegado como el belcro a ellos. No podía ver al antiguo caballero del cisne, pero sabía que, como él, tampoco estaba durmiendo, estaría maldiciendo en ruso y en japonés a toda su familia. Había sido, aparte de sarcástico y grosero, muy cruel, demasiado y eso le quitaría el sueño durante una buena temporada. Si hace varios meses se hubiera visto hoy no se habría reconocido en él, nunca jamás pensó que podría acabar comportándose de esa manera, ¿tanto había cambiado? Sí se respondió y no estaba muy seguro que fuera para bien. Era totalmente rastrero y despreciable, había herido deliberadamente los sentimientos del rubio, bueno, más que herido se había cagado en ellos después de destrozarlos y trincharlos en trozos diminutos. No había tenido ni un ápice de compasión. Eso era exactamente. La piedad era un sentimiento que se había encargado de borrar de su ser. Piedad y compasión ya eran palabras incompatibles con la definición de Shun. Sin embargo, por muy duro y triste que pudiera parecer su nueva actitud, él no había hecho más que seguir el consejo que desde que era pequeño no le habían hecho otra cosa más que repetir. Aprendió a ser duro, a ser fuerte y a ser todo un hombre, a no flaquear ante nadie y a no albergar ni un ápice de duda a la hora de sentenciar el destino de sus enemigos. Se había convertido en la réplica de su hermano.

Además esta noche había descubierto otra cosa, y es que no le hacía falta mejorar mucho más sus técnicas como nuevo caballero de Virgo, pues acababa de comprobar que su mejor golpe era su lengua afilada con la que podía desestabilizar mentalmente al rival y no cualquier fluctuación de energía que fuera capaz de provocar. Pero erraba en un aspecto, y es que no había sabido diferenciar amigo de enemigo. Olvidaba que Hyoga estaba de su lado y que nunca se mereció un trato tan cruel y esto, aunque yaciera en su subconsciente, a Shun no se le pasaba por alto, lo que le iba a procurar muchas horas de insomnio, tormento y arrepentimiento. Tumbado, pegado y encogido en el asiento trasero ya empezaba a intuir que se tendría que disculpar ante el rubio, lo que significaba reconocer que se había equivocado y no se veía con fuerzas suficientes como para soportar esa humillación aunque sin duda sabía que era de lo más merecida.

Le golpeó, con todas sus fuerzas. Ojalá le hubiera roto la nariz, ojalá hubiera desperdigado sus dientes por la tapicería…

Porque aquello… No lo pudo soportar. Se había humillado ante él. No podía habérselo dicho de otra forma.

Culpa suya, por haberse enamorado de ese gilipollas. Culpa suya por haber creído que aquello había sido algo más que sexo para él también. Y culpa suya… Por no saber guardar la compostura.

Por más que lo intente… No puedo… Soy… Un completo imbécil.

No supo qué le había dolido más. Si aquella declaración de principios, o el "buenas noches" tras haberle propinado el puñetazo.

Se escurrió en el asiento, apoyado en la puerta, de brazos cruzados y las rodillas pegadas al pecho, sin que él pudiera verle. Y no pudo retener las lágrimas por más tiempo. Pero no le iba a dar el gusto de que se percatara de su llanto, así que se tragó los sollozos como pudo.

No te mereces que esté llorando por ti… No, no te lo mereces.

Se secó con rabia las mejillas, ahora húmedas. Hacía tanto que no conocía el descanso… Estaba pálido, dos oscuras ojeras se habían alojado bajo los celestes que ahora hacían de espejo de su rota alma.

Todo esto no tendría que estar pasando. Yo tendría que haberme ahogado aquella noche, y así toda esta blasfemia que conforma mi vida no se habría producido.

Pero no, había sobrevivido por gracia del destino. Y ahora era el Caballero de Acuario. Aunque él supiera que por mucho que le hubieran cubierto con el oro sagrado, seguía siendo Hyoga, aquel que nunca tuvo el aplomo, aquel que nunca consiguió salir de su propio universo.

A partir de ese momento, Shun había desaparecido definitivamente de la faz de la Tierra para él. Así que tomó la decisión de desahogarse esa noche, y mandar al cuerno todo en cuanto la luz de la mañana llegara. No volvería a dirigirle la palabra, como si no existiera. Llegaría hasta la condenada montaña, entregaría la armadura y se marcharía por su cuenta. Nunca más.

Y que mis días transcurran entre paredes de cristal si así ha de ser… Porque me niego a seguir siendo una marioneta en este juego macabro.

Apoyó la frente en la palma de la mano, que a su vez descansaba sobre la rodilla. Sólo pensaba en borrar los últimos resquicios de impotencia que la situación le producía. Hubiera dado un brazo por estar solo en aquellos momentos, pero no era tan inconsciente como para salir a la intemperie y coger una pulmonía. Así que aunque al principio intentaba disimular, acabó por perder el interés. Lloró y lloró como si se le fuera la vida en ello. Y le importaba una mierda lo que el otro pudiera pensar.

Pobre de él como se le ocurriera dar la mínima señal de vida.

Le escuchaba sollozar y el disimulo con el que trataba encubrir su llanto rallaba en lo patético, no hacía otra cosa más que incrementar lo evidente del estado de ánimo del rubio. Que se pusiera a llorar así, tan desconsoladamente por dentro y encima en su propia cara ya era demasiado que aguantar, parecía que lo hacía aposta, como si el cisne supiera en realidad que le estaba doliendo casi físicamente verlo de esa manera, como si quisiera devolverle todo el sufrimiento que él le había causado a través de tortura psicológica y del más encarnizado remordimiento. Era la gota que colmaba el vaso. Todos estos pensamientos no hacían más que hervir ese caldero de ira, impotencia y furia que tanto se le desbordaba a Shun últimamente…y esta vez no fue otra excepción, así que abrió la puerta con un enfado descomunal, salió del coche y se dirigió a pasos agigantados a refugiarse bajo unos árboles que rodeaban el coche. Allí, debajo de las gruesas gotas provenientes de las finas hojas de los pinos que le estallaban en la cabeza y que enrojecían su cara roja debido a que la sangre que ya tenía coagulada empezó a corrérsele, empezó a gritar con todas sus ganas al viento esperando que el rugido de los truenos encubriesen sus berridos, no quería que Hyoga corroborase el lamentable espectáculo que Shun estaba dando.

Él había escogido quedarse en el coche, evidenciando que ya poco le importaba la presencia del otro, y que rebajarse a haber elegido desahogarse de una vez pese a que Shun estuviera al lado, para él no era rebajarse, era, simplemente, ignorarle.
Pero el japonés había salido de allí con un portazo.

Ojalá te pierdas por ahí y no vuelva a saber de ti. Lamentable pérdida para Santuario…Ya te encontrarán un suplente. Que llore tu hermano por ti, yo no pienso hacerlo más.

La cabeza le daba vueltas, como a punto de estallar. Tenía las ropas mojadas, por lo que se había creado una incómoda atmósfera húmeda dentro del vehículo. Húmeda como su rostro, impregnado del rastro salado que el cúmulo de los últimos meses le habían regalado en forma de reacción física.

Y así, hecho un ovillo, trató de conciliar el sueño. De concentrarse como si tuviera que reventar la más sólida pared de hielo, para conseguir un objetivo ahora distante y complicado: descansar.

Cuando por fin cayó de rodillas al charco turbio que se formaba bajo sus pies ya agotado de tanto gritar decidió que era el momento de volver al coche. Entró en él calado hasta los huesos y así permanecería durante el resto de la noche, empapado como escarmiento por dejarse llevar por sus arrebatos de furia. No dijo nada cuando entró y esperó que Hyoga tampoco abriese la boca, no estaba el horno para bollos. Parecía que él sí que había conciliado el sueño, aunque no lo podía confirmar y tampoco se le pasó por la cabeza asegurarse, en realidad en esos momentos le importaba una mierda. Había perdido la noción del tiempo mientras se desgañitaba en el exterior así que no se extrañó que en soledad Hyoga hubiera podido encontrar la calma necesaria para dormirse.

No sabía cuánto había pasado… Una hora, puede que dos. En verdad, ya se había hecho ilusiones de que no regresara.
Pero lo hizo.
No se movió ni emitió señal alguna. No había conseguido dormir, pero tampoco estaba consciente del todo, se encontraba en ese extraño trance entre la realidad y el subconsciente, donde todo se entremezcla con la oscuridad. Si su maestro le hubiese visto así, seguramente no se habría librado de una buena bronca.

Le hubiera dado verdadero asco… Ver todos estos años de entrenamiento tirados por la borda… Lo siento, Kamus, haré las cosas a mi manera.

La espera de los primeros rayos solares se hizo interminable.

Tras veinte minutos de insistentes intentos de arracancadas y varios golpes bien propinados a la carrocería del coche, consiguió poner en marcha el motor.

Ni se molestó en saber a qué se había debido el problema. Continuó la marcha, conduciendo como alma que lleva el diablo, con rabia y algo de brusquedad.

De hecho, no hizo nada más en todo el día. Ni un solo momento descansó, tan solo para echar un vistazo al mapa de vez en cuando. Si la intuición no le fallaba, el lugar al que tenían que ir estaba en un puerto de montaña de difícil acceso. Tendrían que llegar a una zona cercana donde los turistas que recorrían en senderismo los parajes aprovechaban para repostar y pasar la noche, y de ahí, hacer el camino a pie.

Apenas les quedaba gasolina. Y no tenían dinero para combustible, comer algo y pasar la noche en algún lugar decente.

Dicho y hecho. Volvió a salir de la carretera, dejando la carroza oculta entre árboles. Hizo un esfuerzo diplomático para pronunciar sus primeras palabras en todo el día.

- Que le den al coche. Yo me voy a buscar algún lugar donde dormir y mañana iré a pie a buscar a Tauro. No tenemos dinero para dos habitaciones, así que o lo echamos a suertes o nos jodemos de nuevo y compartimos cuatro paredes por última vez.

Emprendió la marcha. Empezaba a oscurecer. Las fuerzas le flaqueaban. Esa noche sí que dormiría de un tirón. Porque no tendría nada en lo que pensar ni en lo que soñar.

Ninguna de las dos opciones era placentera a los ojos de Shun, pero ni siquiera había elección, sabía de sobra que no lo iban a echar a suertes por tres motivos, primero porque ninguno iba querer quedarse fuera mientras el otro dormía plácidamente en el colchón aunque el azar así lo hubiera determinado, sobretodo cuando Shun tenía malestar general debido al resfriado que se había agenciado, segundo porque era una estupidez separarse una noche sólo porque no quisiesen compartir habitación cuando el resto del camino iban a pasarlo en compañía, y tercero porque no podían separarse tanto de la armadura que en todo el viaje había estado bastante descuidada.

-Nos jodemos.

Como de costumbre Shun procuró ir todo el camino delante abriendo paso, en busca de aquellos moteles rurales que tanto gustaban a los turistas. El terreno estaba enfangado y resbaladizo por lo que la caminata no era de lo más agradable pero sin embargo el día no podía estar más abierto. Los cálidos y últimos rayos de sol apenas se colaban entre las hojas de los frondosas encinas, coníferas y hayas que se agrupaban en lo más alto de la montaña, pero se adivinaba que en lo más alto el sol radiaba con todo su esplendor en un cielo celeste y sin nubes, despidiéndose del día para volver al siguiente. Decididamente parecían atravesar por un paraíso como los descritos por un haiku, todo era tan bucólico, las aves trinaban, se escuchaba de fondo el sonido del nacer de pequeños riachuelos que se convertirán en grandes ríos, la luz de descomponía en su gama de colores con el roce de las pequeñas gotas que todavía mojaban el follaje de los árboles… Desde luego nada comparado con el espectáculo grotesco que mostró la cordillera por la noche.

Todo parecía muy tranquilo, que en lo que parecía una paradoja, instalaba un sentimiento de intranquilidad en el pecho de Shun, tenía un mal presentimiento aunque quizás sólo fuera porque Hyoga lo perseguía. Poco a poco fue oscureciendo y seguían sin encontrar un sitio bajo el que cobijarse, se había perdido. Alargó la mano hasta su bolsillo y sacó el mapa, lo extendió sobre el tronco de una encina y comenzó a estudiarlo ante los ojos incrédulos de Hyoga, que no parecía entender que Shun no sabía donde estaba o más bien que no quería creerlo. De repente algo le paralizó, se quedó clavado con los pies en el suelo mientras comenzó a mirar hacia todos los lados buscando de donde provenía esa presencia que acababa de presentir, o que creía presentir, porque con tal desestabilización de emociones ya no podía asegurar nada, así que comprobó que no eran imaginaciones suyas.

-¿Tú también lo has sentido?

Estaba despistado mirando cómo el otro rebuscaba sin demasiada idea en aquel plano cuando sintió una conmoción… Un escalofrío recorrió su cuerpo, como si la energía le atravesase. Algo demasiado parecido a… No, no quiso sacar conclusiones precipitadas.

Hyoga asintió mientras también miraba hacia todos los lados. Había sido sólo por un instante fugaz y algo demasiado tenue, ni siquiera podía asegurar qué era ese algo. Se mantuvieron un rato expectantes en postura defensiva, pero todo había vuelto a la calma.

-Parece que se ha ido, sigamos que la noche se nos cierra encima- articuló mientras recogía el mapa.

Sólo habían caminado unos pasos cuando las volvieron a sentir, esta vez eran varias y de distintos lugares. Esas presencias eran tan imperceptibles que seguramente estarían a mucha distancia pero aún así se sentían acechados. Ya tenían mucha experiencia y su percepción e intuición ya estaban desarrolladas a niveles casi divinos por lo que no era raro que pudieran sentir pequeños cambios a varios kilómetros a la redonda. Esa presencia no se acercaba más por lo que seguían sin poder concretar de qué se trataba y poco a poco fueron desapareciendo una a una, hasta que dejó de sentirse la última. Continuaron en silencio y en tensión un rato más, para asegurarse que ya no volverían y al poco decidieron continuar la marcha. La noche ya los envolvía con su manto negro.

El aullido de los lobos fue lo único que escucharon en lo que le quedó de camino, en el que no volvieron a tener ningún percance ni contratiempo. Al final consiguieron divisar a lo lejos un conjunto de cabañas construidas con troncos de madera, de las que salía humo de sus chimeneas. Parecían muy cálidas y acogedoras, la cura que necesitaba para su incipiente gripe.

Fue Shun el que se encargó de alquilarla durante una sola noche, mientras Hyoga esperaba fuera con las armaduras.

-La número 20. Están a rebosar, hemos tenido suerte de encontrar una, pero no quedan con camas separadas, ya discutiremos a quien le toca en el suelo –comentó Shun mientras le enseñaba el llavero que acababa de recibir.

Arqueó las cejas hacia arriba, mientras desviaba la mirada, buscando el número.

Menuda alegría que me das… Ya ves…

En aquellos momentos cambiaría su armadura por una ducha caliente. Para su alivio, había un pequeño baño en el interior de la acogedora y curiosa casita.

Bueno, sin comida, pero con cama y agua… Las he pasado muy putas en otras ocasiones, sobreviviré…

Dejó la armadura a la derecha de la cama y sus pertenencias sobre la especie de escritorio que complementaba el mobiliario. Estaba deseando meterse bajo el agua caliente, pero el hecho de que Shun no dejara de estornudar visiblemente congestionado le echó hacia atrás.

Que rabia… No debería hacer esto, pero es superior a mí…

- Pasa tu primero, no quiero que acabes cogiendo una gripe y me la pegues – le dijo, señalando la puerta del cuarto de baño con un movimiento de cabeza.

Sentado en la cama, rebuscó entre las pocas ropas que llevaba una camiseta limpia, mientras Shun hacía acopio de meterse en el pequeño habitáculo.

La dichosa cama, la única que había. Era bastante amplia.

Yo no pienso dormir en el suelo. Como si tengo que compartirla con él. Pero en el suelo, ni hablar.

En principio su intención era darse sólo una ducha pero al final acabó con la bañera a punto de desbordarse. El vaho inundaba toda la habitación y perdido entre esas brumas Shun se desnudaba sigilosamente, dejando que cada prenda se deslizara por su piel acariciándola mientras caían. Se introdujo con cautela dentro del agua aunque ésta estaba en la temperatura idónea, como a Shun le gustaba, más caliente que templada. Se tumbó reposando todo su cuerpo en el fondo de la bañera y así permaneció durante varios minutos, disfrutando de la soledad y relax que le proporcionaba el traje acuoso que le envolvía, dejando que sus músculos extenuados como todo su cuerpo descansasen aunque sólo fuera por ese instante. Poco a poco fue mojándose la cabeza, dejando que esa maraña verde se fuera expandiendo como una tela de araña por el agua mientras sentía como el líquido se agolpaba en sus oídos y escuchaba todos los sonidos amplificados y distorsionados que le llegaban desde el exterior. Todo lo que le rodeaba era una paz blanca y una armonía que ya creía haber olvidado, allí debajo del agua mientras aguantaba la respiración Shun sentía que todo lo que estaba fuera de esa bañera pertenecía al exterior, que estaba en el otro extremo del universo y no tenía nada que ver a él, que desde esa distancia era imposible que nada ni nadie le alcanzase ni le dañase, allí debajo se sentía seguro y libre, se sentía otro. Pero por mucho que lo intentara se quedaba sin aire en menos de dos minutos y no tenía más remedio que volver a la cruda realidad para darse cuenta que no era otro, que ni siquiera era él mismo con otra vida, sino que Hyoga lo esperaba ahí fuera para llevar a cabo una misión en la que él era el caballero de Virgo. Mierda. Y tomaba una nueva bocanada para sumergirse de nuevo en la nada de las profundidades de la bañera, para dejar que el interior de su cuerpo se volviera líquido y por ósmosis se diluyese con las pequeñas corrientes que surcaban el fondo, quedando sólo a flote una muda de piel marchita e inservible.

Llegó un momento en el que le pareció un juego inútil y dañino sumergirse en el fondo una y otra vez, porque no hacía más que engañarse a sí mismo, él nunca sería otro, esa era su vida y él era el único capaz de desafiar al destino para, sino cambiar el trayecto del camino, sí desviarlo un poco de lo predestinado. La tristeza y la soledad empezaron a inundarle, sintiéndose terriblemente desgraciado e inmerso en una vida que era un equívoco, él mismo era errata en un libro de páginas en blanco y todo por su culpa… Las lágrimas se deslizaban en silencio por sus mejillas hasta que se desprendían para en el sonido de un goteo cruzar la frontera hacia el otro extremo del todo que describía la faz del líquido transparente.

Había pasado casi una hora desde que se metió en el baño y si salió fue porque el agua se había enfriado, era el momento de volver al mundo real aunque él hubiera permanecido en la habitación para siempre. Se enrolló una toalla blanca en la cintura y con otra se secó el pelo y el resto del cuerpo y cuando estuvo más o menos preparado giró el pomo de la puerta dejando que toda la niebla se fusionase con el exterior. La única luz que alumbraba la cabaña era la del parpadeo de la televisión encendida que estaba enfrente de la cama sobre la que estaba tumbado Hyoga, que al parecer la estaba viendo aunque ya había acabado la programación y sólo había nieve sobre la pantalla. Cuando lo vio su cuerpo se estremeció como si lo recorriese una corriente y en ese instante supo lo que tenía que hacer. Sigilosamente se acercó de puntillas a su lado y comprobó que se había quedado dormido, entonces apoyó sus manos y la rodilla izquierda sobre el colchón, acercó sus labios a sus oídos y muy bajito le susurró "en ningún momento me arrepentí, lo siento tanto…perdóname". Entonces el rubio se giró sorprendido y durante un rato se quedaron soportándose la mirada, la del cisne confusa y la de Andrómeda ruborizada. "Esto te pasa por ser tan cobarde… y por no distinguir si duerme o está despierto". El silencio rellenaba la habitación y la tensión era palpable, a los ojos de Shun Hyoga pedía explicaciones y el peliverde no tardó en abrir la boca para decir la primera excusa que se le ocurriese, pero sólo salían titubeos.

-Yo… Bueno… Es que… Verás… Yo…

Viendo que no tenía coherencia nada de lo que decía se rindió, exhaló un profundo suspiro y sin pensárselo dos veces cerró los ojos y unió sus labios a los de Hyoga, sobraban las explicaciones.

Mientras esperaba a que Shun saliera, intentó distraerse con algo, pero no había nada en lo que ocupar el tiempo muerto. Nada que leer, nada en que pensar…

Así que decidió poner la televisión, quitando el sonido, pues era inútil tratar de atender a las cortantes sílabas de los franceses…Y mientras contemplaba sin mucho entusiasmo un reguero de imágenes sin sentido, los párpados se le iban cerrando del cansancio.

Aún así, deseaba meterse en la ducha, por lo que hizo acopio de toda su voluntad para no caer del todo en el trance. Ni se enteró de que Shun finalmente había acabado en el baño. Sintió su presencia, lo cuál le despertó, pero no se movió, haciéndose el dormido.

Su proximidad le confundió. Se habían herido mutuamente, zanjando un abismo entre ellos. Él había decidido eliminarle por completo de su vida, de sus pensamientos…

Pero aquellas palabras, susurradas con dulzura como antaño, le desconcertaron…

"En ningún momento me arrepentí, lo siento tanto…perdóname"

Abrió los ojos, como platos. Le miraba, atónito, sin entender ese repentino cambio. Aquellas palabras venían de la misma persona que le había destrozado no hacía ni un día.

Me he obligado a odiarte, maldita sea… Pero… No puedo renegar a la verdad. Y la verdad es… Que siempre te he querido.

Se quedó de piedra cuando Shun le besó. Por su mente pasaron fugaces miles de conjeturas y de vivencias ocurridas en los últimos días.
Pero en aquellos momentos… Poco le importaron los gritos, las indirectas, las puñaladas y las lágrimas.
En aquellos momentos… Sólo pudo corresponder al beso y perderse en él, buscando en su calor la verdadera respuesta que tanto había estado anhelando.