Capítulo 3.
La alarma de mi celular suena en lo que para mí han sido tan solo 5 minutos desde que me acosté. Siento como si no hubiese dormido nada. Estaba tentada a quedarme otro poquito más cuando recordé de golpe que tenía que presentarme al entrenamiento del Hamburgo. Genzo Wakabayashi va a estar allí. Tengo que darme prisa si quiero llegar a tiempo. Me doy una ducha rapidísima, y sin saber muy bien por qué, me viene a la mente la escena del día anterior, cuando Wakabayashi rozó con su mano un trozo de mi piel desnuda. O sea, no es la primera vez que un hombre me toca, y el contacto en sí no fue de lo más trascendental, entonces, ¿por qué me siento tan ofuscada? "Te hace falta un novio", me burlo de mi misma, "un hombre te toca por accidente y ya andas sintiendo cosas raras". Salgo del baño y me pongo la ropa más cómoda que traje: un pantalón vaquero y una camiseta corta de color azul, sin mangas. Seco mi pelo y lo recojo en una cola de caballo. Me sorprendo poniéndome un poco de rimel y lápiz labial. "¿Para quién te arreglas?, me pregunta mi reflejo, "tú solo usas maquillaje en fiestas de gala". Miro con reproche al espejo: "como si no lo supieras..."
Guardo una minigrabadora y un bloc de notas en mi mochila, tomo mi cámara y salgo presurosa de la habitación. La mayoría de los reporteros trabajan en pareja con un fotógrafo. Yo trabajo sola. Como también soy fotógrafa, no necesito traer a nadie pegado a mí. Esa es otra de las cosas que le agradan a mi jefe de mi trabajo: se ahorra los viáticos (y el sueldo) de una persona. Tomo un taxi para llegar más rápido. Acababan de abrirles las puertas a los periodistas cuando llegué. Me dieron una tarjeta de identificación y me escabullo entre los demás reporteros para escoger un buen lugar, esto es, a un lado de la portería de Genzo Wakabayashi, desde donde alcanzo a visualizar perfectamente el campo de juego. Cerca de mí se sientan otros tantos cazadores de noticias; me sorprende la cantidad de mujeres que hay: cada día somos más las interesadas en este deporte. Aunque no sé por qué sospecho que la mayoría solo vienen a ver a cierta persona. Fijo mi atención en una chica rubia con acento francés, un tanto boba, que sonríe tontamente cada vez que Wakabayashi hace alguna atajada. "¡Vamos, Jean Paul, toma buenas fotos!", instiga a su fotógrafo a cada segundo. Sonrío para mis adentros: estoy segura de que a ese sujeto también le gustaría trabajar solo.
El entrenamiento está por terminar. Wakabayashi ha estado impecable: ni un solo balón ha entrado a su portería. Los reporteros están ansiosos por atacarlo con preguntas, más las mujeres, que dan saltitos y hablan con nerviosismo, como si estuviesen por ganar algún concurso de belleza. Yo, como siempre, mantengo la serenidad y me acerco a la zona en donde se ha reunido el equipo. Wakabayashi se da cuenta de esto y se apresura a venir a mi encuentro, sonriéndome a manera de saludo. Todas las chicas se han paralizado y me miran con ojos de verdadero odio, como diciendo: "¿y ésta quien demonios es?
¡Vaya! Te quedaste hasta el final. De verdad que me sorprendes. No creí que fueras a resistirlo.
¿Qué, los ataques de tu club de admiradoras?.- le pregunto. Las reporteras se habían pasado todo el entrenamiento lanzándome miradas hostiles.- te dije que se necesita algo más que eso para hacerme huir. No me digas que ellas vienen todos los días a verte.
Así es. Ya por eso el equipo no las toma en serio. Todos saben que solo quieren entrevistarme a mí. Una entrevista exclusiva.- me dice mirándome con sorna.- ¿Ves a la chica rubia de cabello rizado? Ella trabaja para una revista de París y ha estado viniendo desde hace 2 meses al entrenamiento.
Psssss, pobre chica. Vas a terminar dándole la entrevista por lástima.- le digo, sin amilanarme.
Realmente crees que vas a conseguir la exclusiva, ¿verdad?.- me pregunta, ligeramente sorprendido.
Si no lo creyera no estaría aquí perdiendo mi tiempo, ¿no crees? Yo no me rindo tan fácilmente.- le respondo con una sonrisa un tanto desafiante. Él sonríe con satisfacción.
¡Vaya! Al fin aparece alguien digno de entrevistarme. Me gustará ver cómo intentas convencerme.
Mmmmmm, si me permitas que te lo diga, tienes el ego un poco inflado. Ya tenemos algo en común.
Ambos reímos de la broma y comenzamos a charlar sobre el entrenamiento; al poco rato, se nos une el grupo de periodistas y fotógrafos. Al terminar el horario de entrevistas, él me pide que lo espere a la salida para ir a comer. Yo acepto la invitación encantada.
Hoy voy a llevarte a mi restaurante favorito.- me dice, al cabo de media hora de estar esperándolo.
Sí que eres rápido. No te tardaste casi nada.- le digo yo.
No es correcto hacer esperar a una dama. Muy bien, ¿estás lista?
Mmmmm sí, pero tal vez debería ir a cambiarme de ropa. Ando muy informal.- él se ríe y señala su propia vestimenta: pantalón vaquero, camiseta blanca de manga corta y su inseparable gorra, blanca en esa ocasión.
¿Y crees que yo estoy vestido para ir a un restaurante de 5 estrellas? Tranquilízate, es un lugar muy agradable y no estaremos fuera de tono si vamos así.
Está bien.- y me río.- Después de todo, tú conoces esta ciudad mejor que yo.
Llegamos a un restaurante a orillas del río, que tiene gran parte de sus mesas al aire libre. Es un lugar muy bonito, tranquilo y agradable. Admito que Wakabayashi tiene razón: estamos a tono con el sitio. Escogemos una mesa cercana al río y ordenamos bebidas y la comida: camarones asados y una ensalada para mí, pescado asado con verduras cocidas para él. La camarera le sonríe coquetamente a Wakabayashi, valiéndole cacahuates que esté yo allí; al parecer, ya es una costumbre.
¿Y bien, que te pareció el entrenamiento?.- me pregunta luego que la camarera se va.
Estuviste excelente. No hay duda, eres el mejor de Europa. ¡Y no te estoy adulando!.- le digo, riéndome.- es la pura verdad.
Pues se te agradece. Me ha costado llegar hasta donde estoy.
Me figuro que sí, no debió ser sencillo, considerando que eres extranjero, y japonés, además. No estoy discriminándote ni nada, es solo que es un país en el que todavía no está muy arraigado el soccer.
No te preocupes, tienes razón. Es por eso que mis amigos y yo nos esforzamos tanto por llevar a Japón a la victoria en la copa del mundo.
Mmmmmmm, algo de eso leí. Ozhora Tsubasa, Kojiro Hyuga, Taro Misaki y tú. Todos con un sueño en común.
Así es, pero es en realidad el sueño de Tsubasa. Sin embargo, yo también lo deseo tanto como él.
Y creo que es ésa una de las razones por las cuales no te has convertido en ciudadano alemán, ¿cierto?.
Sí. Es muy importante para mí ese sueño. No pienso jugar con otra selección que no sea la de Japón. Además, no pienso defraudar a Tsubasa.
Veo que su expresión cambia cuando me habla de esto. Se nota que hay un potente lazo de afecto entre ellos, fortificado por un sueño en común. También me habla de la amistad que tiene con Taro Misaki, la más reciente estrella del Paris St. Germain; de su antigua rivalidad con Kojiro Hyuga, quien juega en el Juventus. Me habla de todo y a la vez de nada: me cuenta la manera en cómo todos ellos se conocieron y cómo llegaron a tener la misma meta, pero no me habla de sus propios sentimientos. Bien dicen que es una persona muy reservada.
Es curioso, aunque me ha dado toda la información que yo podría necesitar para un buen reportaje, no estoy satisfecha aún. Y no se debe a que quiera realizar un mega trabajo, sino a algo más: realmente deseo conocerlo a fondo.
Hemos vuelto a cambiar de tema: ahora hablamos de mis sueños frustrados. De mi deseo frustrado de ser cantante. De mi antiguo y ya olvidado deseo de ser médico. De mis ansias de triunfo. Me he dado cuenta de que este hombre es extremadamente bueno para sacarle la información que desea a los demás.
Mañana va a haber una rueda de prensa. Estás invitada, por supuesto, pedí que te pusieran en la lista.- me dice él cuando salimos del restaurante.
¿En serio? ¡Muchas gracias! Tendré que prepararme para la ocasión. Pero, no nos dijeron nada sobre esto cuando estábamos allí...
Por que va a ser algo muy exclusivo. Solo van a estar los representantes de los mejores periódicos y revistas.
O sea que consideras que la revista donde trabajo es de las mejores.
Si te he de ser sincero, debo decir que siempre la leo. Tengo una suscripción.- me dice él, con una expresión de picardía en los ojos. Esta pequeña confesión me hace dar un respingo: jamás me imaginé que Genzo Wakabayashi fuera uno de nuestros asiduos lectores.
¡Ah! Entonces tengo la esperanza de que me des la exclusiva, ¿o no?.- le pregunto, con más picardía aún.
Yo no dije eso. Pero sigue intentando: tal vez algún día la consigas.
"Tal vez algún día", pienso, "¡Mi jefe solo me dio 5 días!".
Muy bien. ¿En dónde y a qué hora va a ser la dichosa conferencia de prensa?.- le pregunto.
Será en la sala de prensa especial que se encuentra en las instalaciones del campamento, mañana, a las 6 de la tarde. En el entrenamiento de mañana te darán la invitación. Va a ser algo exclusivo, así que espero que uses algo más apropiado que esa diminuta blusa que llevas puesta, a menos que desees ser el centro de atención.- mira disimuladamente el escote de mi camiseta con cierta lujuria. Me ruborizo y cruzo los brazos sobre mi pecho. No sé por qué me sorprende, después de todo, es hombre.
¡Ja! ¿Te parece muy indecente mi ropa?.- le pregunto para tratar de desviar su atención.
No indecente, solo llamativa. No esperes que una chica bella use esa blusa y pase desapercibida.- me contesta. Yo me ruborizo aún más: ¿dijo que soy bella?
En ese momento, llegó mi salvación, por que yo estaba a punto de derretirme cual cubito de hielo en una acera caliente. Un fotógrafo sale de la nada; yo solo alcanzo a percibir el flash de la cámara.
¡Señor Wakabayashi! ¿Quién es esta hermosa joven que está con usted? ¿Es acaso su novia?.- le pregunta a Genzo el reportero que, evidentemente, viene con el fotógrafo en busca de noticias. Yo no puedo evitar reírme ante tal pregunta.
No. Ella es solo una buena amiga. Viene de visita por unos cuantos días.- les responde él, en un tono perfectamente cortés. Se nota que ya está bien entrenado para enfrentar a los paparazzi.
Usted siempre dice que todas las mujeres que lo acompañan son sus amigas, pero ya todos sabemos que eso no es verdad. Señorita.- ahora se dirige a mí.- ¿hay algo entre usted y él? ¿Qué opina al respecto de que él siempre desee negar sus relaciones amorosas? ¿No le incomoda?
No, porque no está negando nada: no soy su novia.- respondo yo.
Discúlpennos por favor, pero ya debemos retirarnos.- dice Wakabayashi al tiempo que abre la puerta del lado del pasajero de su auto para ayudarme a subir. El reportero sigue acosándolo con preguntas, pero él no responde a ninguna. Por fin, el sujeto se cansa y nosotros podemos irnos con tranquilidad de allí.
Supongo que esto te pasa todos los días.- le digo en tono de burla.- por lo visto, tienes cientos de amigas.- caigo entonces en la cuenta de algo. Volteo a verlo con sorpresa.
¿Qué ocurre?.- me pregunta él, pues se da cuenta de mi reacción.
No les dijiste que soy reportera. Me presentaste como tu amiga.- le respondo. Él también se sorprende: por lo visto, tampoco se dio cuenta de ese detalle antes. Se queda callado por varios minutos.
Creo que lo dije por que realmente lo sentí. A pesar de llevar tan poco tiempo de tratarte. Algo muy raro en mí, no acostumbro a hacer amistades con cualquier persona y menos en tan poco tiempo.- me dice, sin quitar la vista del frente. Algo me dice que ese pequeño incidente lo perturbó tanto como yo.
Yo tampoco le abro mi corazón a las personas tan fácilmente, pero llevamos 2 días de conocernos y ya sabes más sobre mi vida que cualquiera de mis compañeros de trabajo.- le digo yo, casi susurrando.
Nuevamente estoy muy aturdida. No puedo evitarlo: siento una gran atracción por este hombre. Eso ya lo había notado desde la primera vez que lo vi, pero me había propuesto ignorar ese sentimiento. Sin embargo, algo me decía que esa atracción era mutua, a juzgar por el hecho de que él también se veía un poco aturdido. Y esto me perturbaba todavía más; mucho más, inclusive, que la descarga eléctrica que sentí cuando él me tocó por accidente. Enmudecimos el resto del camino. Afortunadamente, llegamos pronto al hotel. Le agradecí que me hubiese invitado a comer, otra vez, y le dije que en pago yo lo invitaría a desayunar algún día. Él me respondió que sería un placer aceptar mi invitación, mirándome de esa manera tan profunda que hacía que me ruborizara. Torpemente le dije adiós con la mano e intenté subir lo más rápido que podía los escalones de la entrada, pero tan nerviosa estaba que me tropecé, y me hubiera echo trizas las rodillas si él no me hubiera sostenido antes de caer. Esto fue mil veces peor que si hubiera recibido la descarga de un rayo. El contacto de sus manos sobre mi cuerpo hicieron que me estremeciera hasta lo más profundo. Pero él no me soltó, ah, no, al contrario, me abrazó más fuerte todavía. Por un instante, los dos quedamos muy cerca; nuestros labios casi se rozaban... pero entonces, mi tan ocurrente celular comenzó a sonar estrepitosamente. Ambos nos separamos inmediatamente, como si hubiésemos si hubiésemos sido descubiertos haciendo algo malo. "Es mi jefe", le digo, al ver quién es el que ha interrumpido tan oportunamente esta escena, "de seguro va a empezar a presionarme". Y sin esperar respuesta, me doy la media vuelta y subo como saeta las escaleras del vestíbulo, fijándome bien por dónde piso. Ya tuve suficientes emociones para un solo día.
