Harry nunca había sido bueno con las mujeres. A sus 27 años continuaba siendo tan tímido como un adolescente. Después de varias relaciones fracasadas había concluido que, probablemente, todo se debía a su fama. Todas las mujeres con las que había salido ya tenían una idea formada sobre cómo era Harry Potter. Idea que nunca incluía su absoluta incapacidad para comprender qué esperaban las mujeres de él, o un rechazo casi patológico por las demostraciones públicas de afecto.

No era la primera vez que en vísperas de un acontecimiento social importante Harry no tenía quién lo acompañara. Y Ginny ya lo había rescatado más de una vez. La más memorable, la fiesta de casamiento de Ron y Hermione, 4 años atrás. Cuando ya todos los invitados se habían ido, ellos permanecieron sentados hablando hasta el amanecer sobre sus desastrosas vidas amorosas. Finalmente Ginny le había confesado un pensamiento que a él también lo perseguía. Tal vez Voldemort había dejado algo de sí en ellos, algo de lo que no tenían conciencia. Tom Riddle había sido incapaz de amar en cualquiera de las formas posibles, pero no porque odiara ese sentimiento, sino porque le temía. ¿Y si era eso? ¿Si ellos también le temían al amor? Ambos intentaron borrar el espanto ante tal posibilidad con una carcajada. Harry propuso que el problema quizás era que aún no habían encontrado a su verdadero amor, y Ginny coincidió con él visiblemente aliviada.

Ya habían terminado con el postre y Ron estaba corriendo con sus sobrinos por todo el jardín. Hermione lo seguía con la vista en silencio. Harry se sentó junto a ella, y en voz baja le dijo:

"¿Te gustaría estar corriendo junto a él?"

Hermione lo miró como si hubiera despertado de un sueño, y suspiró profundamente.

"Vamos Hermione, puedo leer perfectamente en tu cara que aún lo amas. Entonces, ¿por qué lo dejaste?"

Ella lo miró a los ojos por un largo rato, y finalmente le dijo con tono defensivo:

"Aceptaría tus consejos amorosos si fueras alguien que alguna vez ha tenido una relación seria."

"¡Eso dolió!" se quejó Harry.

"Harry, no molestes a Hermione", dijo Ginny sentándose a su lado.

"Si no aceptas mis consejos tampoco deberías escuchar a Ginny", dijo Harry sonriendo. "Su relación más duradera fue en Hogwarts."

"¿Así que esto se trata de quién tiene experiencia para dar consejos?", replicó Ginny haciéndose la ofendida. "Al menos yo tuve DOS relaciones que duraron más de 3 meses".

Hermione se alejó de ellos murmurando algo que sonó a "Inmaduros".

"Ha estado así desde que se separaron", comentó Ginny, ahora con tono serio. "No permite que nadie se le acerque".

"Deberíamos encerrar a Ron y Hermione en un armario y obligarlos a tomar Veritaserum", propuso Harry.

"O la medicina para el dolor de cabeza del Dr. Chapatín. Lástima que dejaron de importarla", comentó Ginny distraída.

-----------------

Hogwarts, 7º año – Otoño.

La práctica de Quidditch ya llevaba 15 minutos de retraso por culpa de una de las cazadoras, Ginny Weasley, que aún no había llegado. Cuando la vio venir corriendo con su escoba en la mano, Harry se precipitó furioso hacia ella. Abrió la boca para gritarle sobre su irresponsabilidad, pero la mirada enojada y triste de Ginny lo detuvo.

"Por favor Harry..."

El resto del equipo estaba unos metros más atrás, esperando un arranque de ira fenomenal de Harry, aún mayor que el que había tenido contra Jack Sloper cuando éste había llegado 5 minutos tarde.

Harry notó que los ojos de Ginny se veían vidriosos, como si estuviera conteniendo las ganas de llorar, o tal vez fuera de pura bronca.

"Acabo de pelearme con Dean. No necesito más gritos," le dijo ella en voz baja.

Sin saber bien por qué, Harry se calló los retos que había estado elaborando mientras la esperaban, y ambos se unieron al resto del equipo para empezar la práctica.

Sin embargo, aquella práctica estaba condenada al fracaso. Después de solo media hora de jugar en el aire, Andrew Kirke fue violentamente alcanzado por una bludger que, curiosamente, él mismo había golpeado, y el chico cayó con su escoba a toda velocidad hacia el suelo. Harry automáticamente se lanzó tras él, sin ver que Ginny hacía lo mismo desde otro ángulo. Andrew retomó el control de su escoba a escasos metros del piso y salió ileso, pero Harry y Ginny colisionaron con fuerza en el aire.

Harry despertó en el piso con un fuerte dolor de cabeza y la sensación extraña de que su pierna izquierda no le pertenecía, y oyó a Ginny quejarse de dolor unos metros cerca suyo.

Madam Pomfrey, retándolos por los frecuentes accidentes en el quidditch, arregló sus huesos rápidamente, pero dijo que los feos golpes que ambos tenían en la cabeza requerían mayor cuidado y los obligó a pasar la noche en la enfermería.

Ron y Hermione fueron a visitarlos, y cuando Madam Pomfrey aseguró que ambos estarían bien para el día siguiente, la preocupación abandonó el rostro de Ron y fue reemplazada por una serie de carcajadas.

"Ese choque fue una de las cosas más graciosas que he visto en un campo de quidditch", dijo Ron entre risas. Hermione lo miró con reprobación.

Cuando Ron y Hermione se fueron a cenar, Harry y Ginny quedaron solos en la enfermería, que de pronto pareció más grande y solitaria.

Madam Pomfrey les trajo la cena y la medicina del Dr. Chapatín para el dolor de cabeza.

"No anden dando vueltas después de tomarla, porque se pueden sentir mareados," les advirtió.

Harry y Ginny intercambiaron miradas sorprendidas. En la enfermería no habían muchos lugares a dónde ir.

Cuando quedaron solos de nuevos, Harry vio que Ginny le hablaba, pero un zumbido en sus oídos (que había empezado instantes después de tomar la medicina) no le permitió entender qué decía.

"No te escucho," dijo Harry.

Ginny salió de su cama y se sentó en la cama de Harry tambaleándose ligeramente.

"Qué extraña medicina", le oyó decir. "Te decía que muchas gracias por lo de hoy".

"¿Por los moretones o por las fracturas?"

"¡No te hagas el tonto! ... Por no haberme regañado por llegar tarde".

Harry notó que al extraño zumbido se le había sumado la sensación curiosa de que todo se veía más brillante.

"Creo que me dio miedo retarte", dijo Harry encogiéndose de hombros. "Parecías triste".

"Pues estaba un poco triste... pero más que nada estaba enojadísima con el idiota de Dean".

"¿Estás bien?", dijo Harry apoyando una mano sobre su hombro como gesto de consuelo.

"Terminé con él", dijo Ginny mirándose las uñas.

Harry percibió que una inconfundible ola de felicidad se agregaba ahora a los efectos anteriores de la medicina.

"No importa", agregó Ginny, y se puso de pie para volver a su cama, pero tambaleó al perder el equilibrio y Harry apenas atinó a atajarla con los brazos.

Ambos quedaron abrazados, recostados en la cama de Harry.

"Me siento muy mareada" dijo Ginny con los ojos fuertemente cerrados.

"Es esa medicina para el dolor de cabeza, yo también me siento raro," dijo Harry retirando sus brazos del abrazo que lo unía a Ginny.

"¡No me sueltes que me caigo!", exclamó asustada Ginny, aún sin abrir los ojos y aferrándose con fuerza a él.

"Estás acostada, no te puedes caer", le recordó Harry.

Ginny abrió los ojos y una mueca de sorpresa se dibujó en su cara al ver el rostro de Harry a escasos centímetros de ella. Se sentó rápidamente, pero un segundo después se había vuelto a recostar.

"No creo que pueda moverme", se lamentó.

"Yo te ayudo". Harry intentó sentarse, y comprobó con horror que el piso se movía.

"Creo que yo también estoy mareado", dijo volviéndose a recostar junto a Ginny.

Permanecieron en silencio, Harry sentía la respiración de Ginny y algo se despertó en su estómago, parecían cosquillas pero tal vez eran náuseas.

Entonces Harry sintió otros labios rozando los suyos, Ginny se habría movido sin darse cuenta, ahora se estaban besando y todo giraba a su alrededor, sería la medicina, qué tibios eran sus labios y ese perfume..., cada vez estaba más mareado, o sería sólo sueño...

Cuando Harry despertó al día siguiente, cómodamente desparramado en su cama, tardó unos instantes en registrar que estaba solo. Se volvió para ver a Ginny durmiendo plácidamente en la cama de al lado. Ginny recién despertó cuando Madam Pomfrey les trajo el desayuno. Después de revisarlos nuevamente, los dejó ir.

Mientras caminaban hacia la torre de Gryffindor, Harry le preguntó a Ginny.

"¿Y cómo llegaste a tu cama?"

Las personas en los cuadros que acababan de pasar se quedaron boquiabiertos.

"Estaba durmiendo y en algún momento de la noche me despertó un ruido horrible... después comprendí que eras tú roncando en mi oído...no pongas esa cara, no le ganas a Ron pero te esfuerzas... Me senté, noté que ya no estaba mareada, y pude llegar hasta mi cama."

"Fue por la medicina, yo no ronco", dijo Harry ofendido y un poco decepcionado.

-------------------

Harry también se lamentó mentalmente de que ya no importaran la medicina del Dr. Chapatín. Nunca había vuelto a compartir un beso tan perfectamente irreal como el de aquella noche. Harry escuchó que alguien con su voz decía:

"¿Te gustaría venir conmigo a la fiesta de mañana en Hogwarts? Seguramente la cena será mejor que la de George, y podrás encontrarte con viejos conocidos".

"Tú sí que sabes convencer a una chica", bromeó Ginny.

Para llegar a la reunión de Hogwarts se habían establecido trasladores en distintas partes del país, uno de ellos frente a Gringotts en el callejón Diagon. Cuando Harry llegó vio que ya había unas diez personas esperando, entre ellas reconoció a Lavender Brown que lo saludó animadamente.

"Para que veas que no te mentía, Julius", dijo ella volviéndose a su acompañante. "Te dije que Harry Potter fue mi compañero en Hogwarts".

Harry saludó al ¿novio? ¿esposo? de Lavender pensando que algunas cosas no cambiaban nunca.

Las otras personas que estaban esperando emitieron agudos gritos de emoción. Harry se lamentó del efecto que tenía en la gente, hacía ya rato que lo había aburrido ser famoso, pero entonces se dio vuelta y comprendió que el entusiasmo general no estaba dirigido a él.

"¡Es Ron Weasley!" murmuró una chica rubia, que estaba parada junto a un muchacho que Harry creyó reconocer había estado en Ravenclaw.

Harry pensó que, después de todo, hay algunas cosas que sí cambian. El chico que vivió podía ser interesante, pero no tanto como el guardián del equipo campeón del último torneo nacional de quidditch.

Ron saludó a sus fans con un aplomo que Harry nunca había podido conseguir en público. Hermione, que iba del brazo de Ron, parecía estar bastante acostumbrada a toda la atención que su esposo estaba generando.

Ginny se acercó a Harry, sonriendo al saludarlo. Al verla, Harry se sorprendió una vez más de los bonita que era Ginny Weasley, con su largo cabello color fuego y su sonrisa amplia, que no había perdido ni un ápice de espontaneidad a pesar de todo lo que ella había sufrido.

Cuando fue el momento de exacto, todos se tomaron de la mano, mientras Ron sostenía un par de guantes viejos con las puntas de los dedos descosidas, que Harry asumió eral el traslador. Harry sentía una aversión especial por este medio de transporte, desde aquel espantoso final que había tenido el torneo de los tres magos, cuando él estaba en cuarto año. Una parte de él se relajó cuando todos aparecieron sin inconvenientes a las afueras de Hogwarts. Cuando entraron al Gran Salón Ginny le tiró suavemente del brazo, y sólo entonces Harry se dio cuenta de que él aún estaba apretando nerviosamente su mano.

Harry se disculpó, y Ginny le contestó asintiendo la cabeza con mirada comprensiva.

El Gran Salón estaba especialmente adornado para la ocasión, y se habían dispuesto numerosas mesitas circulares en reemplazo de las tradicionales mesas largas de las casas de la escuela. Minerva McGonagall, la directora del colegio, estaba parada cerca de la mesa de los profesores, conversando con el Profesor Binns (que por supuesto seguía exactamente igual), el Profesor Flitwit y la Profesora Sprout.

Un murmullo de reconocimiento recorrió el salón cuando ellos entraron, que fue seguido un instante después por un caluroso aplauso al son de "¡Viva los Chudley Cannons!"

--------------------------------------

¡Gracias por los comentarios tan positivos que han dejado!

Sobre el título de esta fic, no es idea mía (como tampoco los personajes!), es el nombre de una canción de Andrés Calamaro.