N.A: McGonaggal ha sido muy inoportuna... las dos veces. A veces la historia se repite a sí misma... la circularidad del tiempo me resulta irresistible.

Arthur está vivo, sólo "abandoné" a Percy y Charlie. De todos los Weasley, Percy siempre me pareció el que tiene menos probabilidades de sobrevivir, pero eso es mi creencia personal. Nunca podría "matar" a los gemelos, son mis Weasleys favoritos.

Creo que en el próximo capítulo habrá más sobre los problemas de Ron y Hermione...

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Al día siguiente Harry apareció en la chimenea de George y Ginny sólo para encontrarse con que Ron lo había dejado plantado.

"Ya sabes cómo terminaron las cosas anoche, Hermione y Ron se fueron juntos de la fiesta", explicó Ginny. "Y Ron no ha dormido aquí".

"Entonces tendré que perdonarle que me haya dejado plantado para el almuerzo...¿se habrán reconciliado realmente?"

"Yo también me entusiasmé mucho la primera vez que Ron durmió en su casa.. pero esta ya es la cuarta vez que pasa...no sé que esperar", dijo Ginny mientras ponía un montón de cosas en un bolso que, exteriormente, no tenía capacidad ni para la tercera parte.

"¿Y George?"

"Los domingos sólo se levanta para dormir la siesta".

Ginny estaba de rodillas buscando algo debajo del sofá. Finalmente sacó un par de sandalias con sonrisa triunfante, y las tiró dentro del bolso.

"¿Vas a alguna parte?".

"A la playa...¿quieres venir?"

Harry permaneció dubitativo. Su última experiencia, en una playa que sus colegas franceses le habían recomendado, no había sido precisamente memorable. O le habían querido jugar una broma, o Harry había anotado mal las indicaciones, porque terminó en una playa nudista. Aún se estremecía al recordar a aquel hombre cincuentón de estado físico nulo corriendo detrás de una pelota.

"Créeme que no te arrepentirás".

"Ni siquiera tengo traje de baño", se defendió él, con la leve esperanza de que ahora también se tratase de una playa nudista, sólo que con mejor vista.

"Puedes comprar tu túnica de playa allá", replicó Ginny.

Túnica de playa. Se había olvidado de eso. Los magos no iban a playas comunes donde los muggles paseaban con minúsculos trajes de baño. Nunca había ido a una playa del mundo mágico, pero había visto las fotos de la luna de miel de Ron y Hermione, y le había hecho recordar a un documental que había visto una vez en casa de los Dursley, sobre las playas muggles de principios del siglo veinte.

"Está bien", dijo Harry pensando que al menos no habría cincuentones panzones corriendo por la playa en traje de Adán.

Ginny sacó una bolsita de polvo flu de un color que Harry no conocía. Estaba el polvo flu verde para viajes locales, el azul para larga distancia nacional y el rojo para viajes internacionales, pero éste era dorado.

"Ésta es una de las grandes ventajas de vivir con un hermano millonario que es conocido en todo el mundo", le dijo Ginny en tono confidencial. "Esto es el exclusivísimo polvo flu del Club Med Mágico".

"¿Te gustaría conocer el caribe mexicano?", propuso Ginny con mirada seductora.

Harry no sabía que una playa podía ser tan divertida, pero luego comprendió que Ginny podría hacer un viaje al Sahara entretenido. Si bien al principio se había decepcionado un poco con el asunto de las túnicas de playa (algo en su mente le decía que Ginny se vería mucho mejor en una bikini muggle que en esa túnica floreada que parecía un camisón corto), para el final de la tarde valoró el poder de cobertura de su vestimenta. Las partes de él que habían quedado expuestas al sol, es decir, sólo la mitad de sus piernas, sus brazos y cabeza, habían perdido su inmaculada blancura inglesa para tornarse a un fuerte, y doloroso, tono de colorado.

"Tienes suerte de tenerme aquí", murmuró Ginny mientras preparaba una extraña mezcla de frutas tropicales y otros ingredientes que Harry no reconoció.

"Este es un menjunje casero pero muy útil", le dijo alcanzándole una pasta heterogénea. "No te quitará lo colorado, pero al menos calmará el ardor. Aplícatela con movimientos circulares".

Harry empezó a pasarse la crema, pero Ginny lo retó.

"Esos no son movimientos circulares, Harry."

Le quitó el recipiente de la mano, y empezó ella misma a aplicarle aquella pasta extraña, con una naturalidad que le recordó a Harry que ella era una profesional en el cuidado de las personas.

"¿Y de qué hablaste ayer mientras bailabas con McGonaggal?", preguntó Ginny sin reprimir una sonrisa burlona.

La imagen volvió nítida a los ojos de Harry. Bueno, eso tenía que ocupar el segundo puesto en los momentos más desagradables que había vivido después de la guerra... primero seguía aquel hombre panzón corriendo...ugghhh.

"Me contó que Snape fue nombrado director de Durmstrang".

"Pobres alumnos"

"Eso mismo dije yo, pero a Minerva no le causó gracia".

"Así que ahora es Minerva...", bromeó Ginny. Después recordó algo, porque agregó "Snape ha sido el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras desde que yo cursé 7º año".

"Pues sí, para el nuevo año lectivo Hogwarts vuelve a tener la plaza vacante".

"¡Oh Harry!", chilló Ginny. "¡Vas a ser profesor de Hogwarts!"

Con la emoción Ginny se había ensuciado la frente con aquella pasta olorosa pero deliciosamente efectiva.

"Minerva me ofreció el puesto, pero no le he respondido aún", explicó Harry.

"¡No me digas que prefieres Beauxbatons a Hogwarts!", exclamó Ginny con una indignación tal como si la hubiesen ofendido en su orgullo nacional.

Harry pensó que no podría explicárselo, porque Ginny y él siempre habían reaccionado en forma muy diferente ante los malos recuerdos, y ella no lo entendería. Ginny tenía la habilidad de reponerse como un fénix que renace de sus cenizas. Él siempre la había admirado, y a veces envidiado, por esa capacidad. Para Harry los lugares siempre le contaban sus momentos tristes. Los cementerios muggles le recordaban a los ojos sin vida de Cedric Diggory fijos en él. Nunca volvió entrar al número 12 de la calle Grimmauld porque volvía a ver a Sirius cayendo tras el velo. Casi agradecía que la Madriguera hubiese sido destruida en un ataque durante los últimos días de la guerra, porque las últimas veces que había estado allí sólo podía escuchar los gritos de Molly Weasley siendo atormentada por Draco Malfoy.

Y Hogwarts...había tantos momentos allí que él no quería revivir. Algunos lo habían asaltado como delincuentes imprevistos la noche anterior en la reunión del 10º aniversario.

Mientras bailaba con McGonaggal, creyó ver en un espejo el reflejo del baile de Navidad de su cuarto año, a Dumbledore bailando con Madame Maxime. Después vio a Voldemort riéndose mientras le decía que había matado a Albus Dumbledore, y que ya no había nadie que pudiese protegerlo.

Muchos pensaban que Harry se había mudado a Francia agobiado por su fama y sus admiradores incontables en Inglaterra. En realidad, Harry había huido de sus recuerdos. Todo un Gryffindor.

Como si hubiera estado siguiendo sus pensamientos en una pantalla gigante proyectada sobre su cabeza, Ginny preguntó:

"¿Fue tan horrible anoche?"

"No tanto como había temido...pero volví a ver Voldemort el día que asesinó a Dumbledore", mintió Harry.

"¿Sólo recordaste eso?"

Harry asintió mientras miraba hacia otro lado. No quería decirle que, mientras caminaba hacia los baños de hombres, había pasado por el pasillo donde una vez había estado escrito "Sus huesos reposarán en la cámara por siempre", y había vuelto a ver la imagen del cuerpecito de Ginny yaciendo inmóvil a los pies de aquella estatua horrible, seguido luego de una Ginny más madura, pero igualmente inerte, a los pies de Voldemort.

"Sabes Harry... en Hogwarts no hay solo malos recuerdos ".

A lo lejos el sol estaba despareciendo en el mar.

"¿Nos estarán extrañando en Londres?".

Ginny lo miró pensativa durante un rato más, y finalmente empezó a guardar sus cosas.

Aunque Ron hubiera dicho que ella tiraba sus pertenencias en el bolso en vez de ordenarlas cuidadosamente.

Cuando aparecieron nuevamente en el departamento, Harry vio dos cosas que antes no estaban allí. Por un lado, una maceta con unas flores muy peculiares que se movían al compás de una música apenas perceptible; Harry había visto esa planta en una de sus clases de Herbología pero no recordaba el nombre. Por el otro, Ron, sentado en sillón con una cerveza de mantequilla en una mano y su frente en la otra.

"No pregunten", fue lo primero que dijo Ron.

Luego levantó la vista y algo así como una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la cara y extremidades enrojecidas de Harry.

"Veo que mi hermana te ha llevado a uno de sus días de mar y sol".

"No estuvo nada mal...pero creo que la próxima vez yo debería llevarlos a una playa muggle...estoy seguro de que tú lo disfrutarías mucho", replicó Harry guiñándole un ojo a Ron.

"Hermione me mostró una vez fotos...", empezó Ron, pero se cayó como si se hubiese desinflado.

"¿Qué planes tienes para la cena?", preguntó Ginny volviéndose hacia Harry. "Deberías quedarte para probar la especialidad de la casa... el pastel de pollo de Ron".

Ron balbuceó algo inentendible, a lo cual Ginny replicó:

"Vamos, yo te ayudo con la masa".

Por alguna razón, esto hizo reaccionar a Ron como si le hubiesen tirado un balde de agua fría.

"No compartiré mis secretos culinarios contigo...¡eres un desastre en la cocina!".

Ron se dirigió a la cocina, y Ginny le dijo a Harry en voz baja:

"En realidad George y yo nos las arreglábamos bastante bien antes, pero ahora que tenemos a Ron, él es un excelente cocinero, y además un fanático de la limpieza...supongo que es la influencia de Hermione...bueno, seríamos malos hermanos si no le dejáramos hacer lo que tanto le gusta".

Como si tuviese algún tipo de detector para saber en qué momento la comida estuvo listo (cosa que probablemente tenía, pensó Harry), George apareció cuando Ron ponía el pastel sobre la mesa.

"Qué bien, mi favorito" dijo al sentarse junto a ellos.

"Oye, Ron....¿tú sabías que en tu 7º año tus compañeros hacían apuestas sobre Harry y yo?", preguntó Ginny sirviéndose una porción de pastel.

Ron tosió falsamente mientras sus orejas se iban volviendo tan coloradas como los brazos de Harry.

"¡Nunca me dijiste nada!", exclamó Harry, que había interpretado la reacción de Ron como un reconocimiento de culpa.

"Pues era parte de las reglas..."

"¿Había reglas?"

"Oh, no se quejen, yo soy el que debería lamentarme por los sickles que me hicieron perder".

"¡¿Tú participaste?!"

"Confiesa Ron", intervino George sonriendo maliciosamente. "Él organizaba las apuestas."

Harry y Ginny lanzaron a Ron sendas miradas fulminantes.

"Pero no fue idea mía... fue Seamus quien dijo que, como yo era el más cercano a los dos, sería el primero en enterarme si pasaba algo entre ustedes".

"Resulta que no fue así... nunca de enteraste que nosotros sí nos besamos", replicó Ginny.

Harry agradeció que su piel enrojecida por el sol caribeño no delatara el calor que estaba subiendo a sus mejillas.

"¿Besaste a mi hermanita?", preguntaron Ron y George al unísono.

Harry se apresuró a llevarse un pedazo de comida a la boca, masticándolo despacio para ganar algo de tiempo antes de responder.

"Una sola vez... una semana antes del partido contra Slytherin".

"Ohh... entonces mejor que nadie lo supo... hubiera perdido aún más monedas...¿por qué nunca me dijiste nada?", agregó Ron con expresión ofendida.

"Bueno.... es que...", balbuceó Harry.

"¡Qué clase de amigo eres tú Ron, haciendo estúpidas apuestas sobre Harry con todos los problemas que él tenía!", intervino Ginny con un gesto de reproche semejante a los de su madre.

Ron también optó por la estrategia de cambiar de tema.

"Me olvidé de decirte antes Ginny, pero... ¿viste esa planta nueva junto al balcón?...Te la enviaron a ti".

Ginny salió de la cocina, y Ron agregó en voz baja:

"Intenté leer la tarjeta pero tiene algún tipo de hechizo de privacidad".

Instantes después Ginny volvió, y continuó cenando sin decir nada.

"Vamos linda, ¿quién es tu admirador?", dijo George rodeando a Ginny con un brazo.

Pero Ginny no contestó a las preguntas y abrazos de sus hermanos, quienes estaban notoriamente molestos por su silencio.

"Bueno, dado que yo me he pasado una hora cocinando, creo que tú deberías limpiar, ¿no?", le dijo Ron a Ginny con tono vengativo.

"Es una lástima que los hechizos de limpieza no funcionen bien en este horno" agregó George.

Ginny miró a sus hermanos entrecerrando los ojos. Harry casi podía ver el temible temperamento Weasley asomando en las caras de los tres.

"Yo puedo limpiar el horno", propuso Harry. "Gané mucha experiencia en estos asuntos mientras vivía con los Dursley".

No muy convencido con el resultado de su plan, Ron se despidió de Harry diciendo que debía acostarse temprano porque al día siguiente debía madrugar. George comentó que tenía una reunión, y Ginny lo miró con desconfianza cuando desapareció en la chimenea.

Harry y Ginny debían enfrentarse ahora a un horno, incontables platos, cubiertos y varias cacerolas, con diferente estado de suciedad, desordenados por toda la cocina.

Una angustiante sensación de sed despertó a medianoche a Ron Weasley.

"Me debo haber excedido con la pimienta", pensó mientras caminaba descalzo hacia la cocina. No usaba hechizos para conjurar una botella de agua hasta su habitación desde que tenía 18 años, y casi había desnucado a su madre en una situación similar.

Cuando estaba llegando a la puerta de la cocina, con los ojos más cerrados que abiertos, vio algo que le llamó la atención: había dos pares de pies asomando de uno de los sillones del comedor.

Se acercó silenciosamente al sillón, y no pudo evitar un gemido de sorpresa cuando vio una larga melena pelirroja muy cerca de una despeinadísima cabeza color azabache.

Probablemente porque no estaba del todo despierto, no sintió ese punzante instinto asesino que lo invadía cada vez que veía a su hermana besando a un muchacho.

"Parece que acabo de ganarle 10 galeones a Seamus Finnigan", pensó Ron satisfecho.

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