Las Tres Lluvias
Busco en mi memoria y te encuentro, Shuichi, sentado al borde de mi cama, en nuestra habitación de La Plata. Tus manos me han despertado y me preguntas al oído: - ¿Sientes cómo llueve? ¿Salgamos a dar una vuelta?
Dimos muchas vueltas, Shuichi, bajo la lluvia o bajo el sol. Esos fueron nuestros mejores años, los años de la preparatoria. Compartíamos no sólo el cuarto y la cama, sino también: sueños, aburrimientos, hambre. Unas veces, cuando llegaba tu cheque o el mío; pizza con una botella de vino para pasarla bien.
Aún no se fue la imagen de la lluvia rebotando en tu paraguas azul. El tiempo no apagó el eco de nuestros pasos sobre la alfombra lila del parque. Lila, Shuichi, de ese lila que sólo tienen las flores que caen del jacarandá.
Ahí estás, en mi memoria, chaqueta de cuero blanca con detalles en negro, manos hábiles y voz sensual, practicando tus tonadas, para cuando seas famoso.
Y estamos en la playa, los dos juntos frente al mar. No importa que sólo nos queden dos salchichas para comer (la vida es una sola). Veo la plaza, los naranjos, la fuente y la catedral. Mis recuerdos se impregnan del aroma de las magnolias y de los tilos. Tú y yo, sentados en un banco, hablamos entusiasmados. Que las novias nos han dejado; y encontramos algo mejor, a nosotros. Que estás enojado; yo espero, seguro de que se te pasará el enojo. Que estoy de mal humor y no te hablo; también eso se irá y estalláremos los dos en una gran risa que se me va también como se van las imágenes. Ya no estamos en la misma ciudad, ni en nuestra habitación. Regresaste a tu país y yo me fui a Europa. No quise escribirte cuando leí la noticia en los periódicos. Me dije simplemente que aquello no podía ser real; pero después la televisión mostró, sin evasivas, los hechos. Me aferré entonces a la idea que siempre tuve de ti: inquieto, incapaz de permanecer demasiado tiempo en un mismo sitio y le escribí pidiendo noticias tuyas a tu hermana, la que vive en Shikoku. Hoy, tras larga espera, recibí respuesta. ¿Sabes qué hice?, Busqué una postal que me envió tu madre en Año nuevos, hace tres años. La tenía guardada junto con la ruana, el muñequito y otras cosas que tú me regalaste. Me puse a mirar la postal deseando que en ella se hubiese detenido el tiempo. Como buscándote.
Llueve esta tarde, Shuichi, y saldré a dar un paseo. Mañana es Navidad. Mientras camino bajo la lluvia, pienso en ti. Ahora da lo mismo que llueva aquí o allá. Pienso que estás a mi lado y la vista se me empaña. La lluvia, esta lluvia que baja por mis cabellos, resbala por mi frente y se mezcla con esa otra lluvia que nace de mis ojos.
- ¿Escuchas cómo llueve? ¿Salgamos a dar una vuelta?
Y te imagino, amigo, corriendo por las calles de Armero bajo una lluvia de fuego.
