Konichiwa!
¡Ya estoy aquí de nuevo! ¡Por fin he acabado los exámenes y soy libre! Bueno, lo de libre parcialmente, pero... En fin... Domo arigatou por todos los reviews que me habéis dejado en Mon amant le vampire track 3, animan mucho para continuar jejejeje Y bueno, después de este agradecimiento quiero dedicar este track 4 a mi amiga Idaira, que me ha echado una mano con él en la parte del lemmon.
Y sin más preámbulos aquí os dejo el track 4 para que lo disfrutéis y me dejéis reviews...
Sayonara
Adriana Umbraslev, escritora aún frustrada pero al menos sin exámenes...
.:Track 4:.
Tras el día del ritual Shûichi comenzó a comportarse algo distante conmigo, pero la verdad es que era lógico, para alguien tan inocente como él lo que hicimos debió ser un shock. Me controlé todos esos días para no retenerle en casa junto a mí pues se me escabullía siempre con la excusa de que tenía que trabajar (algo realmente raro en él), pero al final aquel fin de semana pude impedir que saliera de casa, había llegado la hora de renovar los votos hechos en el ritual, y esta vez iba a ser algo realmente morboso y oscuro.
La novela iba bastante más adelantada a lo correspondiente, pues pese a que había empezado a escribirla con tres semanas de retraso en menos de una semana había escrito más de la mitad, prácticamente lo único que me quedaba era el final. Aún con toda la decoración de la casa y nuestras ropas cambiadas al estilo victoriano (cosa que llamaba mucho la atención a la gente de NG cada vez que veía a Shûichi entrar así vestido) ese viernes tomé mi mercedes con la intención de ir a recoger a Shûichi a la salida del trabajo.
Observé como Shûichi salía del edificio junto con Hiroshi sin moverme un ápice del sitio en que me encontraba, pero la verdad es que no hizo falta pues él detectó en seguida mi presencia, se despidió a toda prisa de su amigo, vino corriendo hacia el coche y entró dando un portazo al cerrar.
- Baka, me vas a joder la puerta – le dije sin siquiera mirarle.
- Gomen nasai Yuki demo… ¿Cómo es que has venido a recogerme? Tú nunca… - me dijo con algo de nerviosismo retorciendo sus manos.
- Urusai baka, tenemos cosas que hacer en casa – le contesté serio aunque sonriendo para mí mismo y pudiendo notar perfectamente la expresión de sorpresa algo temerosa de Shûichi.
- …
Creo que a causa de la impaciencia el viaje de regreso desde NG hasta el apartamento se me hizo eterno. Shûichi no despegó los labios un solo segundo, seguramente tenía miedo de hablar tras lo que le había dicho antes. Cuando llegamos a casa ordené a Shûichi que esperara en el salón mientras yo me dirigía la habitación para terminar de prepararlo todo para realizar nuevamente el ritual, aunque esta vez sin tanto formalismo. Asomé mi cabeza por la puerta y pude observar a Shûichi confuso sentado en el sofá del salón.
- Shûichi, ven aquí – le ordené haciéndole un gesto para que se acercara.
- Hai Yuki…
Entró en la habitación con paso dudoso y antes de que pudiera observar nada tapé sus ojos con un pañuelo. Estreché entre mis brazos su cuerpo por la espalda provocándole un escalofrío y susurré a su oído.
- Shûichi… Hoy repetiremos el ritual
- Demo Yuki… - intentó protestar inquieto.
- Shhh, harás lo que yo ordene – le guié hasta el círculo rodeado de velas que nuevamente había hecho en el centro de la habitación y le ayudé a sentarse en el medio haciendo yo lo mismo después – Ahora… Déjame beber nuevamente de tu sangre…
No esperé a la respuesta, directamente le despojé de la levita, retiré el pelo que caía sobre su cuello entorpeciendo mi camino y tras un par de leves besos mordí nuevamente su fino cuello bebiendo así su dulce sangre hasta que mi sed quedó saciada. Shûichi estaba tenso, pero tras unos segundos y al sentir mis colmillos en su cuello se relajó totalmente. Cuando me separé de su cuello y aún con el sabor de su sangre en mi boca le di un beso en los labios manchándolos de sangre y lamiéndolos después para no dejar siquiera una gota desperdiciada.
Sin siquiera decirle yo nada Shûichi hizo ademán de acercarse hasta mí para completar el ritual, pero al llevar los ojos tapados tuve que guiarle hasta mi cuello donde, tras un leve mordisco en el lóbulo de mi oreja que me hizo estremecer, hincó sus colmillos y saboreó ávidamente mi sangre tal y como no lo había podido hacer la primera vez debido a su estado de shock. En el momento en el que liberó mi cuello le deshice del pañuelo para que me mirara fijamente, y cual fue mi sorpresa que su mirada había cambiado pues no estaba ya asustada como la primera vez, sino que sus ojos me confirmaban que él también aceptaba aquel juramento que sin palabras habíamos hecho. De pronto sentí como aproximó su cara hacia la mía y posó sus labios en los míos para poder probar nuestros sabores jugueteando con nuestras lenguas en un húmedo y ardiente beso.
- Yuki… Ai… Ai shiteru… Mmmm – atinó a decirme entre besos.
- Ai shiteru baka – le confesé a pesar de resultarme imposible el que yo estuviera diciendo aquello.
Se aferró entonces a mi cuerpo intentando quitarme torpemente la levita que aún llevaba puesta mientras recorría mi cuello con sus labios. Le detuve un instante y me dirigí a la cocina, no protestó, y si lo hizo no le oí. Regresé entonces con una botella de vino en una mano y dos copas en la otra. Volví de nuevo al centro del círculo, llené las dos copas, le extendí una a él y di un sorbo a la mía. Sin darle tiempo a reaccionar le besé nuevamente para beber de su boca aquel caldo afrutado que bañaba su lengua haciéndola aún más apetecible para mí. Se intensificaron y profundizaron los besos y entonces cubrí de nuevo sus ojos con el pañuelo de seda después de deslizarlo por su cuello provocándole escalofríos. Poco a poco conseguí que cediera a mí voluntad y le liberé de la camisa dejando al descubierto su torso desnudo. Le recosté entonces en el suelo y comencé a besarle lentamente desde el lóbulo de su oreja hasta su clavícula saboreando cada centímetro de aquella piel; bajé después por todo su torso sin prisa alguna, con besos pausados y leves que parecían prácticamente una caricia y que conseguían que su cuerpo temblara bajo el mío.
Entonces volví nuevamente a sus labios para saborear aquella miel que sin querer me había vuelto loco desde que la probé, acaricié sus labios con mi lengua y establecimos otra vez una lucha entre nuestras lenguas por dominar la boca del contrario. Tomé una de las copas de vino y la derramé sobre su pecho haciéndole estremecer al sentir el líquido frío resbalar sobre su piel, entonces me dediqué por completo a limpiar aquel líquido de su cuerpo con mi lengua y mis labios, recogiéndolo gota a gota y bebiéndolo en aquella copa tan especial.
Mis besos dieron paso a leves mordiscos que hicieron que Shûichi se levantara quedando nuevamente sentado frente a mí, fue entonces cuando guié sus manos hacia mi camisa para que la desabrochara lentamente mientras exploraba su boca con mi lengua una vez más ahogando de esa manera los leves gemidos que intentaban escapar de nuestras bocas debido a la placentera situación. Una vez me despojó de la camisa la hizo a un lado y beso mi cuello y mi pecho de manera suave mientras mis manos se posaban en su cintura acariciándola y buscando el cierre de aquellos ajustados pantalones que no deseaba ver puestos en su sitio un segundo más.
Finalmente liberado Shûichi de los pantalones y la ropa interior me deshice yo también de las molestas prendas para sentir totalmente su piel contra la mía en contacto permanente. Shûichi tenía su mirada fija en mí, era una mirada penetrante que le hacía parecer otra persona, alguien mucho más entregado y menos pudoroso que el habitual Shûichi inocentón. Aquella actitud no pudo hacer más que volverme loco, Shûichi había pasado en cuestión de segundos de ser un chiquillo a un hombre hambriento de lujuria. Él jugaba conmigo y con mi deseo de poseerle, cada vez conseguía excitarme más con aquella actitud, no alcanzaba a entender como ese baka me volvía loco… Sí señor, jugaba muy bien sus cartas…
El ritual había dado paso a un estado de intenso frenesí en el cual nos encontrábamos totalmente inmersos, me dejé llevar por precisión de las caricias que me proporcionaba mi pequeño koi y por sus húmedos besos que poco a poco me conducían hacia un éxtasis tan sólo comparable con el nirvana. Shûichi poco a poco iba consiguiendo doblegarme a su voluntad gracias a aquellas enervantes caricias con las que recorría mi cuerpo, paseaba su lengua libremente por mi torso mientras con una de sus manos rozaba débilmente mi sexo excitándome cada vez más. Lo hacía lentamente, sin prisa alguna, sólo quería ver como me retorcía de placer, sin duda estaba consiguiendo que me mostrara débil ante él. Entonces tomo también él el vino, lo derramó en mi boca y sin darme tiempo a reaccionar me asaltó con su lengua jugueteando a esquivar la mía cada vez que yo la intentaba atrapar. Se sentó sobre mí a horcajadas mirándome fijamente, yo no podía reaccionar, estaba en un estado de fascinación inimaginable, no creí a que aquél pudiera ser el Shûichi de siempre…
De repente, y sin perder un segundo el contacto visual entre los dos, mordió su muñeca hasta hacer que de ella brotara un hilillo de sangre que resbalaba por su brazo sorprendiéndome aún más y causándome un placer cada vez más doloroso. Acercó su muñeca a mis labios para que bebiera su sangre, deslicé entonces mi lengua sobre la herida tomando su sangre y mezclándose en mi boca junto con el vino y disfrutando así de aquella deliciosa mezcla. Shûichi deslizó sus dedos sobre mi garganta mientras lamía su muñeca sangrante de una manera tan sensual que me hacía estremecer; lamió luego mi cuello limpiando los restos de sangre del ritual mientras yo le contemplaba obnubilado ¿Era aquello una locura? No lo sabía, pero fuera lo que fuera deseaba que mi pequeño koi continuara con aquel juego que no sabía si iba a ser capaz de soportar por mucho más tiempo.
Nuevamente la lengua de mi pequeño jugueteaba deslizándose a través de todo mi torso, entonces su lengua dio paso a leves mordiscos que me hicieron estremecer de placer mientras disimuladamente descendía por mi cuerpo. Al llegar a mi entrepierna tomó mi miembro con delicadeza y comenzó a masajearlo para después introducírselo en la boca haciéndome sentir la humedad de su boca envolviéndolo. Acompañaba sus pequeños lengüetazos de caricias sobre mis testículos haciéndome gemir sin poder reprimirme, no creía poder aguantar mucho más aquella situación.
Observé entonces a Shûichi, él también estaba ya totalmente erecto, así que decidí que el tiempo de aquel jugueteo se había acabado, necesitaba hacerlo mío con urgencia. Le hice abandonar sus caricias tomándole y mirándole fijamente haciendo que se incorporara de su posición. Junté nuestros labios con urgencia para probar mi propia esencia de su boca dejando que luego lamiera varios de mis dedos para lubricarle. Introduje uno lentamente en su orificio a fin de dilatarle, pero debido al estado de suma excitación entró fácilmente, por lo que introduje los dos siguientes sin ningún problema arrancándole de la garganta un gemido profundo.
Entonces, sin más preámbulos, lo situé a cuatro patas y separé sus nalgas para colocar mi miembro en su entrada. Poco a poco lo fui introduciendo mientras que se retorcía por la intrusión ya que mi erección había alcanzado un punto que jamás hubiera imaginado. Con suaves y progresivas embestidas conseguí alojarme totalmente en su interior comenzando así un ligero vaivén que fue en aumento con cada acometida al igual que los gemidos y los gritos roncos de placer. Mientras continuaba penetrándole una y otra vez tomé el miembro de Shûichi en una de mis manos y comencé a masturbarlo con fuerza y masajeándolo sin piedad alguna siguiendo el mismo ritmo que las acometidas, yo no iba a aguantar mucho más y no dejaría que mi koi resistiera más que yo. Mis gemidos comenzaron a ahogarse en mi garganta, por lo que aceleré las embestidas y los masajes sobre el miembro de Shûichi, estábamos comenzando a sufrir un orgasmo simultáneo.
Lentamente entre gemidos y sollozos de placer me vacié en su interior sintiendo como el interior de Shûichi se contraía y notando como mi mano poco a poco se iba impregnando de su semen. Al retirarme de su interior Shûichi se derrumbó exhausto sobre el suelo, momento que aproveché para situarme sobre él y hacerle probar su propia semilla de mis manos para luego compartirla en un profundo, húmedo y lascivo beso tras el que caímos rendidos en los brazos de Morfeo.
