Capítulo 5: Inocencia robada
Sus manos acariciaban cada centímetro de su piel expuesta, mientras seguía besándole en los labios, recorriendo con la lengua cada rincón de su boca.
Harold se había abandonado por completo a las atenciones del rubio. Había olvidado quién era y dónde estaba.
Pero eso no importaba.
Lo único que importaba eran esos suaves labios que le besaban con ternura, pero también con pasión contenida.
Los labios de Dragón acariciaban los del príncipe suavemente, y de pronto los capturó en un beso apasionado. El rubio lamió los de Harry, quien abrió la boca, dejando que la lengua del otro acariciara la suya propia.
Un débil gemido escapó de los labios de Harold, lo que hizo que la lujuria y deseo del ladrón crecieran significativamente, demostrándolo abriendo la camisa del moreno.
Una vez quitada la molesta prenda y arrojada al suelo, Dragón dejó los carnosos labios para descender al pecho, maravillándose de la delicadeza y suavidad de este. Comenzó a besarle el cuello, mientras una de sus manos le acariciaba el pezón izquierdo. Harry abrió la boca y emitió un erótico gemido que volvió loco al rubio. Este, ya no pudiendo contenerse más, abandonó el cuello y se lanzó de lleno al pecho.
Cuando posó su lengua en un pezón y comenzó a lamerlo, Harold comenzó a gemir seguido, haciendo que el rubio se encendiera más. El moreno estaba en la gloria, nunca había experimentado algo así, y la verdad, no sabía cómo había podido vivir tanto tiempo sin esa maravillosa sensación...
Dragón bajó un poco más, lamiendo todo el trayectorio hasta llegar al ombligo, donde se detuvo y metió la lengua, trazando círculos dentro.
Sacó la lengua del ombligo, esta vez dedicándose a lamerle y besarle el vientre, mientras sus manos deshacían el pantalón del principito y se lo bajaba hasta la mitad del muslo.
Volvió a descender, llegando a donde estaba la goma de sus calzoncillos. Puso sus dientes en esta y comenzó a bajarlo... lenta y sensualmente, aunque con urgencia, porque si continuaba así mucho más pronto se correría, y eso era precisamente lo que quería... pero dentro de aquella criatura tan hermosa.
Los dejó a la altura de la mitad del muslo, como con los pantalones, y aprovechó para quitarle ambas prendas de una sola vez, rozando a su paso las delgadas piernas.
Al fin consiguió librarse de ellos y tirarlos al suelo, junto a las otras prendas.
Una vez hecho esto, dirigió la mirada a su príncipe. Porque sí. Él era suyo. Y en breve nadie podría discutirlo.
Al verle por fin totalmente desnudo, se quedó sin habla.
La visión era lo más erótico y caliente que había visto, y eso que había tenido infinidad de amantes... pero ninguno de ellos parecía llenar ese hueco en su alma... sin embargo este era diferente.
Su negro cabello estaba esparramado por la cama, dándole ganas de cogerlo entre sus manos y acariciarlo. Sus preciosos ojos esmeralda estaban entrecerrados, nublados con el placer. Sus labios estaban hinchados y húmedos, lo sabía por el leve brillo que desprendían, aunque también estaban entre cerrados, revelando una respiración agitada.
Su cuello era delgado y suave, lleno de marcas amoratadas causadas por sus propios labios. Descendió la mirada y se maravilló, una vez más, con su pecho liso y suave, sin rastro alguno de vello corporal, y con un tono de piel tostado que le hacía ciertamente irresistible.
Siguió bajando, y esta vez se recreó con sus partes más íntimas.
Vaya, vaya... ¿quién iba a pensar que el principito iba a estar tan bien... dotado? Él desde luego no, pero no se quejaba.
Al contrario.
Toda aquella visión era una delicia para los sentidos... aunque lo que le llamó más la atención fueron sus piernas.
Eran fuertes y duras (suponía que por las clases de equitación), pero a la vez eran delgadas y tan suaves como la seda. De un tamaño y forma perfectas.
No pudiendo contenerse más, se arrancó la camisa de un tirón y la arrojó al suelo, siendo seguida por el resto de su atuendo.
Volvió a echarle una mirada y se inclinó sobre sus labios, abrazándole y besándole desesperadamente.
Mientras hacia esto, una mano traviesa llegó a la parte inferior del cuerpo, acariciando los muslos internos, provocando que el moreno abriera mucho los ojos y se aferrara al cuello del rubio, mientras soltaba un gemido más alto.
Dios, estaba en la gloria... Harold ya no podía más, esto era demasiado para él... Quería al rubio dentro de él, y lo quería ya.
Todo sucedió muy rápido. Lo único que sabía Dragón era que hace un momento estaba sobre el príncipe y ahora era el moreno el que estaba encima de él. Besándole con pasión mientras con sus manos le agarraba la cabeza, sin dejarle libertad de movimiento.
Mira por donde... el principito podía ser todo lo inocente e ingenuo que quisiera, pero cuando se soltaba... era una fiera.
Y a Dragón le encantaba dominar a las fieras.
Harry descendió y se dedicó a besarle y lamerle el cuello con urgencia. Insistiendo en el punto del pulso, donde mordió y chupó sin descanso.
Todo en él destilaba fogosidad.
Pero cuando Dragón notó que las cosas se le iban de las manos fue cuando sintió como una mano rozaba su parte más íntima. Y no pudo evitar un gemido.
Sobre todo cuando esa mano comenzó a acariciarle de arriba a abajo, lenta y tortuosamente, haciéndole respirar muy agitadamente y provocando algún que otro gemido de frustración cuando la mano tomaba un poco de velocidad y de repente lo reducía.
Sintiendo que si seguía así todo terminaría demasiado pronto, hizo gala de su fuerza de voluntad y volvió a colocarse encima de Harry.
Una mano bajó a sus partes, para devolverle la jugada con la misma moneda.
Primero pasó delicadamente su dedo índice desde la base hasta la punta, haciendo el mismo camino de regreso, para seguidamente envolverlo con una mano y acariciarlo lentamente. Los gemidos y boqueadas de Harold le excitaban sobre manera, no lograba entender como alguien tan puro podía ejercer tal poder sobre él... aunque pensándolo bien puede que fuera precisamente eso lo que tanto le atraía, su pureza.
Una pureza que pronto robaría.
Viendo como el moreno arqueaba la espalda de placer y gemía cada vez más fuerte, detuvo sus suministraciones, no fuera a ser que se le viniera antes y se estropeara todo...
Entonces volvió a besarle en los labios y le alzó las caderas.
Se apartó un poco y se roció los dedos de una mano con un pequeño frasco de cristal, para seguidamente dirigirla a la entrada del otro. Pero cuan fue su sorpresa al descubrir que este ya estaba lubricado. Al parecer era auto- lubricante, aunque claro, tampoco debería de haberle extrañado, después de todo era un Portador...
Esto sin duda contemplaba un mar de posibilidades...
Dejando estos pensamientos de lado al notar al moreno moverse bajo él, le sujetó de la cadera con la otra mano y acercó un dedo a su entrada...
De pronto, la realidad golpeó a Harry, haciendo que tomara verdadera conciencia de lo que estaba pasando, cuando sintió que un largo dedo le penetraba.
" ¡No! ¡Ah! " Harold intentó moverse fuera del intruso en su cuerpo, pero una mano se colocó en su pecho, ejerciendo fuerza para que no pudiera levantarse.
" ¡No por favor! ¡Ah! ¡¡Basta!! " Las lágrimas corrían sin descanso por sus mejillas, cuando un segundo dedo entró en él. " ¡¡Por favor!! ¡¡Detente!! ¡¡Me...!! ¡¡Ah!! ¡¡Me duele!! "
Draco se inclinó un poco más y le susurró en la oreja palabras tranquilizadoras y tiernas.
" Chsssss... tranquilo mi príncipe, esto solo es el principio... pronto me pedirás más... te duele porque estas muy tenso... relájate y dejará de hacerlo... " Y dicho esto insertó un tercero.
" ¡¡No por favor!! ¡¡Ya basta!! ¡¡Ah!! ¡Haré lo que sea, pero por favor... detente...! " Sus protestas fueron bajando de volumen a medida que el dolor desaparecía y era sustituido por otra sensación...
De pronto, los dedos del rubio tocaron una parte especial dentro del moreno que hizo a este soltar un gemido muy fuerte, como una especie de grito.
" ¡¡¡AH!!! ¡¡¡Oh Dios... AH!!! ¡¡¡AH!!! ...mmm... ¡¡¡AH!!! " Los dedos del otro entraban y salían sin ningún problema, y fue entonces que decidió que ya estaba listo para el plato fuerte.
Ya podía resistirse, ya... pero su cuerpo decía todo lo contrario... (el de Harry)
Sacando sus dedos del interior de Harold, le separó más las piernas, le alzó las caderas y, mirando a sus asustados ojos, le penetró de un golpe.
" ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHH!!! " El grito de dolor que Harold dio se escuchó en toda la guarida. Era tal la angustia que este desprendía que muchos de los seguidores de Dragón se preguntaron si su líder no se estaría pasando... "... Por favor... basta... " Las lágrimas inundaban sus ojos, y el rubio, al verlo, se sintió horrible, ya que había sido él quien lo había provocado. Pero al menos le quedaba la certeza de que pronto el dolor pasaría, y él se ocuparía de procurarle un gran placer como recompensa.
" Chsssssss, tranquilo, ya está, ya está... lo peor ya ha pasado... no te preocupes... " susurró mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente "... la primera vez siempre duele... tú no te preocupes... yo te haré sentir bien... te haré sentir el mejor placer del mundo. " Y dicho esto salió de él y le penetró lentamente.
Siguió marcando un ritmo lento, aunque fue aumentando a medida que los gemidos de Harry se hacían más y más altos y seguidos. Pero ya no eran gemidos de dolor. Si no de placer. De un placer que nunca pensó que existiera... Dios... eso debería estar prohibido... tanto placer acabaría por volverle loco...
Y Dragón pensaría lo mismo, porque empezó a marcar un ritmo asfixiante, llenando la habitación de gemidos y gritos de puro placer y lujuria, mientras que con una mano acariciaba la masculinidad de Harry al mismo ritmo.
Con un último empujón más fuerte que los demás, ambos se vinieron en un prolongado grito de éxtasis.
Harold se agarraba con frenesí a las sábanas, a la vez que arqueaba la espalda, asintiendo como el semen del rubio recorría su interior.
Era una sensación indescriptible...
Entonces todo acabó y Dragón se dejó caer encima de él, respirando agitadamente.
El rubio miró hacia abajo, para ver cómo estaba su príncipe, pero cuan fue su sorpresa al encontrárselo dormido.
Y no le extrañaba, la verdad.
Después de todo el "ejercicio" que habían hecho, era natural que estuviera cansado... hasta él lo estaba.
Con un último esfuerzo, salió del otro y rodó hasta quedar acostado a su lado. Le miró tiernamente y le beso. Pero no un beso como los otros, si no un beso casto, suave y puro. Algo que no entendía por qué hacía, ya que nunca antes en sus relaciones con otras personas había sido tan manso...
Repasando los eventos de la noche, se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de las dulces palabras de cariño que le había dedicado...
Pero... ¿cómo podía ser eso?
Él era el Dragón Enmascarado.
El ladrón más temido de los cinco reinos.
Era de hielo.
No tenía sentimientos.
No DEBÍA tener sentimientos.
Volvió a dirigir su mirada a ese bello rostro, y comprendió que no tenía nada de que avergonzarse, pues ¿quién no iba a sentir cariño por esa delicada criatura?
Porque sólo era eso, cariño.
Si, no era nada más...
No PODÍA permitirse nada más.
El se debía a su gente, a su causa y a su reino...
No podía enamorarse de nadie...
No.
......
Pero.....
... Mientras le veía, allí, dormido e indefenso, con las mejillas muy sonrosadas, húmedas por las lágrimas y los rojizos labios partidos, respirando con lentitud... supo que ya era tarde.
... Ya no había marcha atrás...
... Se había... ¿enamorado?
Sus manos acariciaban cada centímetro de su piel expuesta, mientras seguía besándole en los labios, recorriendo con la lengua cada rincón de su boca.
Harold se había abandonado por completo a las atenciones del rubio. Había olvidado quién era y dónde estaba.
Pero eso no importaba.
Lo único que importaba eran esos suaves labios que le besaban con ternura, pero también con pasión contenida.
Los labios de Dragón acariciaban los del príncipe suavemente, y de pronto los capturó en un beso apasionado. El rubio lamió los de Harry, quien abrió la boca, dejando que la lengua del otro acariciara la suya propia.
Un débil gemido escapó de los labios de Harold, lo que hizo que la lujuria y deseo del ladrón crecieran significativamente, demostrándolo abriendo la camisa del moreno.
Una vez quitada la molesta prenda y arrojada al suelo, Dragón dejó los carnosos labios para descender al pecho, maravillándose de la delicadeza y suavidad de este. Comenzó a besarle el cuello, mientras una de sus manos le acariciaba el pezón izquierdo. Harry abrió la boca y emitió un erótico gemido que volvió loco al rubio. Este, ya no pudiendo contenerse más, abandonó el cuello y se lanzó de lleno al pecho.
Cuando posó su lengua en un pezón y comenzó a lamerlo, Harold comenzó a gemir seguido, haciendo que el rubio se encendiera más. El moreno estaba en la gloria, nunca había experimentado algo así, y la verdad, no sabía cómo había podido vivir tanto tiempo sin esa maravillosa sensación...
Dragón bajó un poco más, lamiendo todo el trayectorio hasta llegar al ombligo, donde se detuvo y metió la lengua, trazando círculos dentro.
Sacó la lengua del ombligo, esta vez dedicándose a lamerle y besarle el vientre, mientras sus manos deshacían el pantalón del principito y se lo bajaba hasta la mitad del muslo.
Volvió a descender, llegando a donde estaba la goma de sus calzoncillos. Puso sus dientes en esta y comenzó a bajarlo... lenta y sensualmente, aunque con urgencia, porque si continuaba así mucho más pronto se correría, y eso era precisamente lo que quería... pero dentro de aquella criatura tan hermosa.
Los dejó a la altura de la mitad del muslo, como con los pantalones, y aprovechó para quitarle ambas prendas de una sola vez, rozando a su paso las delgadas piernas.
Al fin consiguió librarse de ellos y tirarlos al suelo, junto a las otras prendas.
Una vez hecho esto, dirigió la mirada a su príncipe. Porque sí. Él era suyo. Y en breve nadie podría discutirlo.
Al verle por fin totalmente desnudo, se quedó sin habla.
La visión era lo más erótico y caliente que había visto, y eso que había tenido infinidad de amantes... pero ninguno de ellos parecía llenar ese hueco en su alma... sin embargo este era diferente.
Su negro cabello estaba esparramado por la cama, dándole ganas de cogerlo entre sus manos y acariciarlo. Sus preciosos ojos esmeralda estaban entrecerrados, nublados con el placer. Sus labios estaban hinchados y húmedos, lo sabía por el leve brillo que desprendían, aunque también estaban entre cerrados, revelando una respiración agitada.
Su cuello era delgado y suave, lleno de marcas amoratadas causadas por sus propios labios. Descendió la mirada y se maravilló, una vez más, con su pecho liso y suave, sin rastro alguno de vello corporal, y con un tono de piel tostado que le hacía ciertamente irresistible.
Siguió bajando, y esta vez se recreó con sus partes más íntimas.
Vaya, vaya... ¿quién iba a pensar que el principito iba a estar tan bien... dotado? Él desde luego no, pero no se quejaba.
Al contrario.
Toda aquella visión era una delicia para los sentidos... aunque lo que le llamó más la atención fueron sus piernas.
Eran fuertes y duras (suponía que por las clases de equitación), pero a la vez eran delgadas y tan suaves como la seda. De un tamaño y forma perfectas.
No pudiendo contenerse más, se arrancó la camisa de un tirón y la arrojó al suelo, siendo seguida por el resto de su atuendo.
Volvió a echarle una mirada y se inclinó sobre sus labios, abrazándole y besándole desesperadamente.
Mientras hacia esto, una mano traviesa llegó a la parte inferior del cuerpo, acariciando los muslos internos, provocando que el moreno abriera mucho los ojos y se aferrara al cuello del rubio, mientras soltaba un gemido más alto.
Dios, estaba en la gloria... Harold ya no podía más, esto era demasiado para él... Quería al rubio dentro de él, y lo quería ya.
Todo sucedió muy rápido. Lo único que sabía Dragón era que hace un momento estaba sobre el príncipe y ahora era el moreno el que estaba encima de él. Besándole con pasión mientras con sus manos le agarraba la cabeza, sin dejarle libertad de movimiento.
Mira por donde... el principito podía ser todo lo inocente e ingenuo que quisiera, pero cuando se soltaba... era una fiera.
Y a Dragón le encantaba dominar a las fieras.
Harry descendió y se dedicó a besarle y lamerle el cuello con urgencia. Insistiendo en el punto del pulso, donde mordió y chupó sin descanso.
Todo en él destilaba fogosidad.
Pero cuando Dragón notó que las cosas se le iban de las manos fue cuando sintió como una mano rozaba su parte más íntima. Y no pudo evitar un gemido.
Sobre todo cuando esa mano comenzó a acariciarle de arriba a abajo, lenta y tortuosamente, haciéndole respirar muy agitadamente y provocando algún que otro gemido de frustración cuando la mano tomaba un poco de velocidad y de repente lo reducía.
Sintiendo que si seguía así todo terminaría demasiado pronto, hizo gala de su fuerza de voluntad y volvió a colocarse encima de Harry.
Una mano bajó a sus partes, para devolverle la jugada con la misma moneda.
Primero pasó delicadamente su dedo índice desde la base hasta la punta, haciendo el mismo camino de regreso, para seguidamente envolverlo con una mano y acariciarlo lentamente. Los gemidos y boqueadas de Harold le excitaban sobre manera, no lograba entender como alguien tan puro podía ejercer tal poder sobre él... aunque pensándolo bien puede que fuera precisamente eso lo que tanto le atraía, su pureza.
Una pureza que pronto robaría.
Viendo como el moreno arqueaba la espalda de placer y gemía cada vez más fuerte, detuvo sus suministraciones, no fuera a ser que se le viniera antes y se estropeara todo...
Entonces volvió a besarle en los labios y le alzó las caderas.
Se apartó un poco y se roció los dedos de una mano con un pequeño frasco de cristal, para seguidamente dirigirla a la entrada del otro. Pero cuan fue su sorpresa al descubrir que este ya estaba lubricado. Al parecer era auto- lubricante, aunque claro, tampoco debería de haberle extrañado, después de todo era un Portador...
Esto sin duda contemplaba un mar de posibilidades...
Dejando estos pensamientos de lado al notar al moreno moverse bajo él, le sujetó de la cadera con la otra mano y acercó un dedo a su entrada...
De pronto, la realidad golpeó a Harry, haciendo que tomara verdadera conciencia de lo que estaba pasando, cuando sintió que un largo dedo le penetraba.
" ¡No! ¡Ah! " Harold intentó moverse fuera del intruso en su cuerpo, pero una mano se colocó en su pecho, ejerciendo fuerza para que no pudiera levantarse.
" ¡No por favor! ¡Ah! ¡¡Basta!! " Las lágrimas corrían sin descanso por sus mejillas, cuando un segundo dedo entró en él. " ¡¡Por favor!! ¡¡Detente!! ¡¡Me...!! ¡¡Ah!! ¡¡Me duele!! "
Draco se inclinó un poco más y le susurró en la oreja palabras tranquilizadoras y tiernas.
" Chsssss... tranquilo mi príncipe, esto solo es el principio... pronto me pedirás más... te duele porque estas muy tenso... relájate y dejará de hacerlo... " Y dicho esto insertó un tercero.
" ¡¡No por favor!! ¡¡Ya basta!! ¡¡Ah!! ¡Haré lo que sea, pero por favor... detente...! " Sus protestas fueron bajando de volumen a medida que el dolor desaparecía y era sustituido por otra sensación...
De pronto, los dedos del rubio tocaron una parte especial dentro del moreno que hizo a este soltar un gemido muy fuerte, como una especie de grito.
" ¡¡¡AH!!! ¡¡¡Oh Dios... AH!!! ¡¡¡AH!!! ...mmm... ¡¡¡AH!!! " Los dedos del otro entraban y salían sin ningún problema, y fue entonces que decidió que ya estaba listo para el plato fuerte.
Ya podía resistirse, ya... pero su cuerpo decía todo lo contrario... (el de Harry)
Sacando sus dedos del interior de Harold, le separó más las piernas, le alzó las caderas y, mirando a sus asustados ojos, le penetró de un golpe.
" ¡¡¡AAAAAAAHHHHHHH!!! " El grito de dolor que Harold dio se escuchó en toda la guarida. Era tal la angustia que este desprendía que muchos de los seguidores de Dragón se preguntaron si su líder no se estaría pasando... "... Por favor... basta... " Las lágrimas inundaban sus ojos, y el rubio, al verlo, se sintió horrible, ya que había sido él quien lo había provocado. Pero al menos le quedaba la certeza de que pronto el dolor pasaría, y él se ocuparía de procurarle un gran placer como recompensa.
" Chsssssss, tranquilo, ya está, ya está... lo peor ya ha pasado... no te preocupes... " susurró mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente "... la primera vez siempre duele... tú no te preocupes... yo te haré sentir bien... te haré sentir el mejor placer del mundo. " Y dicho esto salió de él y le penetró lentamente.
Siguió marcando un ritmo lento, aunque fue aumentando a medida que los gemidos de Harry se hacían más y más altos y seguidos. Pero ya no eran gemidos de dolor. Si no de placer. De un placer que nunca pensó que existiera... Dios... eso debería estar prohibido... tanto placer acabaría por volverle loco...
Y Dragón pensaría lo mismo, porque empezó a marcar un ritmo asfixiante, llenando la habitación de gemidos y gritos de puro placer y lujuria, mientras que con una mano acariciaba la masculinidad de Harry al mismo ritmo.
Con un último empujón más fuerte que los demás, ambos se vinieron en un prolongado grito de éxtasis.
Harold se agarraba con frenesí a las sábanas, a la vez que arqueaba la espalda, asintiendo como el semen del rubio recorría su interior.
Era una sensación indescriptible...
Entonces todo acabó y Dragón se dejó caer encima de él, respirando agitadamente.
El rubio miró hacia abajo, para ver cómo estaba su príncipe, pero cuan fue su sorpresa al encontrárselo dormido.
Y no le extrañaba, la verdad.
Después de todo el "ejercicio" que habían hecho, era natural que estuviera cansado... hasta él lo estaba.
Con un último esfuerzo, salió del otro y rodó hasta quedar acostado a su lado. Le miró tiernamente y le beso. Pero no un beso como los otros, si no un beso casto, suave y puro. Algo que no entendía por qué hacía, ya que nunca antes en sus relaciones con otras personas había sido tan manso...
Repasando los eventos de la noche, se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de las dulces palabras de cariño que le había dedicado...
Pero... ¿cómo podía ser eso?
Él era el Dragón Enmascarado.
El ladrón más temido de los cinco reinos.
Era de hielo.
No tenía sentimientos.
No DEBÍA tener sentimientos.
Volvió a dirigir su mirada a ese bello rostro, y comprendió que no tenía nada de que avergonzarse, pues ¿quién no iba a sentir cariño por esa delicada criatura?
Porque sólo era eso, cariño.
Si, no era nada más...
No PODÍA permitirse nada más.
El se debía a su gente, a su causa y a su reino...
No podía enamorarse de nadie...
No.
......
Pero.....
... Mientras le veía, allí, dormido e indefenso, con las mejillas muy sonrosadas, húmedas por las lágrimas y los rojizos labios partidos, respirando con lentitud... supo que ya era tarde.
... Ya no había marcha atrás...
... Se había... ¿enamorado?
